BOLETÍN  
DE LA ACADEMIA  
NACIONAL DE HISTORIA  
Volumen XCVII Nº 200  
Julio–diciembre 2018  
Quito–Ecuador  
BOLETÍN  
DE LA ACADEMIA  
NACIONAL DE HISTORIA  
Volumen XCVI  
Nº 200  
Julio–diciembre 2018  
Quito–Ecuador  
ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA  
DIRECTOR:  
SUBDIRECTOR:  
Dr. Jorge Núñez Sánchez  
Dr. Franklin Barriga López  
SECRETARIO:  
TESORERO:  
BIBLIOTECARIA-ARCHIVERA:  
JEF A DE PUBLICACIONES:  
RELACIONADOR INSTITUCIONAL:  
Ac. Diego Moscoso Peñaherrera  
Hno. Eduardo Muñoz Borrero  
Mtra. Jenny Londoño López  
Dra. Rocío Rosero Jácome  
Dr. Vladimir Serrano Pérez  
BOLETÍN de la A.N.H.  
Vol XCVI  
Nº 200  
Julio–diciembre 2018  
©
Academia Nacional de Historia del Ecuador  
p-ISSN: Nº 1390-079X  
e-ISSN: Nº 2773-7381  
Portada  
Rafael Troya, autoretrato  
1
913  
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Quito  
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octubre 2019  
Esta edición es auspiciada por el Ministerio de Educación  
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA  
Vol XCVI – Nº 200  
Julio–Diciembre 2018  
BIENVENIDAA SAÚL URIBE TABORDA  
COMO MIEMBRO CORRESPONDIENTE  
DE LAACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA  
Jorge Núñez Sánchez1  
Dar una bienvenida implica abrir las puertas de una casa y  
los brazos de sus habitantes a un visitante o a un invitado. En el caso  
que nos ocupa, significa abrir las puertas de esta vieja casona patri-  
monial, la Casa Alhambra, sede de nuestra Academia, para recibir a  
un invitado muy especial, a quien hemos escogido por sus méritos  
y su quehacer intelectual para que pase a integrar nuestras filas aca-  
démicas en calidad de Miembro Correspondiente, que es el grado  
con que siempre se ingresa a esta institución.  
Conocimos a Saúl Uribe hace algún tiempo y nos impresio-  
naron gratamente sus ideas, sus esfuerzos intelectuales y sus preocu-  
paciones académicas, lo que nos motivó a presentar su candidatura  
a la Comisión de Ingresos y Ascensos, que lo calificó como individuo  
apto para ingresar a nuestro cuerpo académico. Una vez hecho esto,  
su nombre y su hoja de vida fueron puestos en conocimiento de la  
Junta Directiva de la entidad, que está integrada por todos los acadé-  
micos numerarios, quienes aprobaron por amplia mayoría de votos  
su incorporación a nuestra Academia Nacional de Historia.  
Así, pues, este acto es la culminación de un proceso un tanto  
largo, en el que se han analizado cuidadosamente los méritos, apor-  
tes, esfuerzos y empeños del doctor Saúl Uribe Taborda, para, final-  
mente, abrirle las puertas de esta casa, con el fin de darle la  
bienvenida más cordial, escuchar su discurso de incorporación e im-  
ponerle los distintivos institucionales. Como podrán ver, se trata de  
todo un trámite que culmina hoy con este ceremonial de consagra-  
ción académica, trámite y ceremonia que no lo hemos creado noso-  
tros, sino que proviene de lejanos tiempos, pues fue inventado en la  
1
B O L E T Í N A N H N º 2 0 0 • 2 4 5 – 2 5 9  
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Jorge Núñez Sánchez  
Edad Media por las primeras academias culturales europeas y, reto-  
mado luego, por las nacientes academias hispanoamericanas.  
Con ánimo de ilustrar a nuestro público, vale mencionar que  
las academias surgieron como una de las más notables expresiones  
de la cultura occidental, con el fin de reunir a expertos en ciertos ám-  
bitos del conocimiento y promover su estudio e investigación. Las  
primeras conocidas fueron la Academia Platónica, fundada en Flo-  
rencia en 1459, y la Academia Anticuaria, fundada en Roma hacia  
1
498 y perseguida luego por el Papa Paulo II, que condenó como he-  
rejes a varios de sus miembros.  
Tiempo después, en 1635, el cardenal Richelieu fundó la Aca-  
demia Francesa, con la misión de regular y perfeccionar el idioma  
francés. Siguiendo ese ejemplo, en 1713 se fundó la Real Academia  
Española, con la misión de “limpiar, fijar y dar esplendor” a la len-  
gua castellana, y en 1735 la Real Academia Española de la Historia,  
convertida en “inspectora de antigüedades” y protectora de la me-  
moria histórica.  
En nuestro país, como producto natural de la evolución al-  
canzada por Quito en el campo de la cultura, surgieron en el siglo  
XVIII algunas academias y organizaciones culturales, generalmente  
vinculadas a las universidades capitalinas, cuyo fin explícito era el  
cultivo de las letras, las artes y las ciencias.  
Ese afán por la ciencia y la cultura se incrementó a partir de  
la presencia de los académicos de la Misión Franco–Española, encar-  
gada de medir un arco del meridiano terrestre. Los experimentos que  
ellos realizaron en los laboratorios del Colegio de San Luis, así como  
sus trabajos de investigación de campo y, finalmente, sus conversa-  
ciones y trato social, despertaron en la juventud estudiosa de Quito  
una irrefrenable ansia de nuevos conocimientos y un apetito asocia-  
tivo para el desarrollo de la cultura. Fue así, que por 1750 se fundó  
la Academia Pichinchense, bajo la orientación de algunos sabios pro-  
fesores jesuitas, con el afán de cultivar, “extra cátedra”, los estudios  
científicos de astronomía y física. Sin embargo, hay constancia de  
que su labor fue más allá de los estudios científicos y se proyectó  
hacia el desarrollo del urbanismo, habiendo tomado a su cargo, en  
1756, la importante iniciativa de trazar y construir el Parque de La  
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Bienvenida a Saúl UribeTaborda  
Alameda, llamado a convertirse en un campo para el desarrollo de  
los estudios botánicos y astronómicos, y en un espacio de solaz y  
sana diversión para la juventud.  
Uno de los testimonios más directos sobre estas entidades  
culturales es el que nos dejara el padre Juan de Velasco, en su Historia  
del Reino de Quito, en donde consignó que la capital  
(…) tiene también dos Academias: una, con título de San Fulgencio, de  
los PP. Agustinianos, con facultad real y pontificia de dar Grados de  
Doctores. La otra, con el título de Academia Pichinchense, por la insig-  
nia que tomó del Monte Pichincha, se estableció en los últimos tiempos,  
y era una sociedad de literatos, la cual se ocupaba en las observaciones  
astronómicas y fenómenos físicos, y se componía de personas secula-  
2
res, eclesiásticas y regulares, fomentándola los Jesuitas.  
A esta Academia se refirió también el ex Presidente de Quito  
coronel Antonio de Alcedo, afirmando que del volcán Pichincha  
tomó el nombre una Sociedad de Literatos de la Ciudad de Quito, que se  
llamaba Academia Pichinchense, empleada en las observaciones astronómi-  
cas y fenómenos físicos, cuya noticia damos para la inteligencia de algunas  
inscripciones puestas por este Cuerpo en aquella Capital con estas iniciales  
AA. PP. Académicos Pichinchenses, el cual acabó el año de 1767 con la ex-  
3
pulsión de los Regulares de la Compañía (de Jesús).”  
Se conoce que esta academia organizaba concursos literarios  
entre sus miembros, en uno de los cuales, triunfó el jesuita Juan Bau-  
tista Aguirre con un poema titulado “Llanto por la naturaleza hu-  
4
mana después de su caída por Adán”.  
Un antiguo Director de nuestra Academia, el historiador  
Jorge Salvador Lara, escribió sobre las labores que tuvo esa acade-  
mia, concluyendo que:  
2
3
4
Juan de Velasco, Historia del Reino de Quito en la América Meridional, tomo III, Fundación Bi-  
blioteca Ayacucho, Venezuela, 1981, p. 313.  
Antonio de Alcedo, Diccionario Geográfico–Histórico de las Indias Occidentales o América, tomo  
IV, Imprenta de Manuel González, Madrid, 1787, p. 204.  
Gabriela Pólit Dueñas compiladora, Crítica literaria hacia un nuevo siglo. Antología, FLACSO,  
Quito, 2001, p.122.  
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Jorge Núñez Sánchez  
Entre las obras de la Academia Pichinchense estuvieron la restitución  
en la Universidad de San Gregorio del hito que señala el paso por allí  
del meridiano de Quito, el proyecto y primeros trabajos de jardinería  
en el Parque de La Alameda, la colocación de algunas lápidas geodési-  
cas conmemorativas, algunos escritos y publicaciones de sus presuntos  
miembros, y la formación de una biblioteca, posiblemente confundida  
con la de los jesuitas a raíz de la expulsión, pues se hallaban en el  
mismo edificio.5  
En fin, amigos, nuestra ciudad guarda todavía un testimonio  
público de la existencia de esa primera Academia nacional y es el  
reloj de sol ubicado delante del Teatro de la Universidad Central,  
que tiene la forma de una columna de estilo salomónico, de base  
ancha y circular, y coronada por un gran rectángulo, en cuyas caras  
están grabadas inscripciones, un dibujo del sol y algunas líneas ho-  
rarias, cuya misión es la de marcar el avance del sol hacia el cenit y  
su posterior declinación. Las inscripciones de la cara norte dicen, en  
latín, “Hora Quitense”, la del medio, en tanto que la de abajo indica:  
“Si el tiempo fuere nublado, el reloj no sirve”; arriba de todo, en la misma  
cara, hay otra inscripción, atribuida al Evangelio de Mateo, v. XX,  
que dice: “Velad, pues que no sabéis ni el día ni la hora”. Por su parte,  
las inscripciones de la cara sur indican que este reloj fue arreglado  
por el padre Miguel Manosalvas y que fue “Obra de los Académicos  
Pichinchenses, 1766”.6  
La Escuela de la Concordia  
Tras la temprana extinción de la Academia Pichinchense, sur-  
gieron en Quito dos nuevas academias de pensamiento ilustrado y,  
en ambas, tuvieron un papel fundamental el doctor Eugenio Espejo  
y su amigo y discípulo, don Juan Pío Montúfar y Larrea, II Marqués  
de Selva Alegre.  
5
6
Jorge Salvador Lara, “Academia Pichinchense”, El Comercio, Quito, 07-09-2007.  
Byron Núñez Freile, “Introducción”“El Desarrollo de las ciencias en la Real Audiencia de  
Quito”, Coordinador Gustavo Pérez Ramírez, 1er Simposio. Historia de las ciencias y el pen-  
samiento científico en el Ecuador, YACHAY E.P. Y A.N.H, PPL Impresores, Quito, 2015, p.19.  
Ver en: http://www.dspace.uce.edu.ec/bitstream/25000/4460/1/Historia%20de%20las%  
20ciencias%20en%20el%20Ecuador.pdf (08-03-2019)  
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Bienvenida a Saúl UribeTaborda  
Para entonces, debido a su resistencia ideológica al poder co-  
lonial y a sus denuncias sobre los excesos del visitador Pizarro, Es-  
pejo había sido desterrado a Santa Fe de Bogotá (1788). Según afirma  
Antonio Cacua Prada, “el virrey José de Ezpeleta, quien tanto se preocupó  
por el avance de la cultura en estas tierras, estudió el expediente del Dr. Es-  
7
pejo y, al no encontrarlo culpable, determinó dejarlo en libertad”. Ahí  
trabó estrecha amistad con el ilustrado santafereño Antonio Nariño  
y el sabio naturalista español José Celestino Mutis, quienes lo intro-  
dujeron en la logia “El Arcano Sublime de la Filantropía”, también co-  
nocida por los historiadores como “La Tertulia Patriótica”, que ellos  
habían fundado poco antes junto con el médico francés Luis de  
Rieux.8  
Junto con el doctor Eugenio se iniciaron como masones Juan  
Pío Montúfar y Larrea y el cura Juan Pablo Espejo, hermano del Pre-  
cursor. Ello habría ocurrido en 1789, el mismo año de la Revolución  
Francesa, mientras Montúfar se hallaba en esa ciudad en viaje de ne-  
gocios y Espejo se hallaba gozando de su recuperada libertad y de  
la amistad de los más destacados intelectuales santafereños.  
Durante su estadía en la capital del virreinato, el doctor Es-  
pejo, aprovechando la libertad de que gozaba y de sus importantes  
relaciones intelectuales, se dedicó a estudiar todas las obras avanza-  
das del liberalismo europeo que existían en la biblioteca de Nariño.  
En ese grato ambiente intelectual redactó su notable “Discurso a la  
Escuela de la Concordia”, publicado ese mismo año de 1789 por la im-  
prenta bogotana de Don Antonio Espinosa de los Monteros, gracias  
al financiamiento de Montúfar.9  
Esos fueron los antecedentes de la creación de la “Escuela de  
la Concordia”, organización patriótica de carácter francmasónico, for-  
mada según el modelo de la logia bogotana de Nariño e instalada,  
efectivamente, en Quito hacia 1790 o 1791. Tenía como finalidad im-  
pulsar el progreso del país quiteño y difundir en éste los ideales de  
libertad, igualdad y fraternidad.  
7
8
9
Antonio Cacua Prada, Antonio Nariño y Eugenio Espejo, dos adelantados de la libertad, Archivo  
Histórico del Guayas, Guayaquil, 2000.  
Según dice el historiador colombiano Jorge Pacheco Quintero, el Arcano Sublime de la Filan-  
tropía “tenía todas las características de una verdadera logia francmasónica”.  
Ibídem.  
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Jorge Núñez Sánchez  
En opinión de Jorge Carrera Andrade, esa organización “lle-  
garía a contar con veintidós miembros y veintiséis socios correspondientes  
y formaría, en 1789, el núcleo de la Sociedad Económica de Amigos del País.  
Naturalmente, el sagaz y activo conde (Gijón) fue el primer Presidente de  
la revolucionaria “Escuela...”, taller, logia y almáciga de los futuros próceres  
10  
y mártires de la emancipación de la colonia”. El doctor Espejo, padre  
espiritual de esa organización, pero de escasos recursos económicos  
y de modesta extracción social, fue designado Secretario de la enti-  
dad.  
Igualmente miembro destacado de esa Escuela fue el doctor  
Jacinto Sánchez de Orellana, Marqués de Villa Orellana, sobrino de  
Gijón y a quien el conde había presentado ante la masonería francesa  
unos años atrás. Para entonces, Sánchez de Orellana desempeñaba  
en Quito la función de rector de la Real Universidad de Santo Tomás  
de Aquino.  
Como ha podido verse, el otro promotor de las sociedades  
patrióticas quiteñas fue don Juan Pío Montúfar y Larrea, segundo  
Marqués de Selva Alegre, quien fuera discípulo, amigo fraterno y  
compañero de aventuras políticas de Espejo. Hijo de don Juan Pío  
Montúfar y Frasso, primer Marqués de Selva Alegre, que fuera Pre-  
sidente de la Audiencia de Quito, el quiteño Montúfar y Larrea era  
once años menor que Espejo y, para entonces, frisaba poco más de  
treinta años y se hallaba en la plenitud de su vida.  
Acicateado por la crisis económica del interior quiteño y pese  
a su origen nobiliario, Montúfar había emprendido desde muy joven  
en negocios de comercio en la ruta Quito–Cartagena, inicialmente,  
en busca de nuevos mercados para las manufacturas textiles produ-  
cidas en su obraje de Chillo. Luego, gracias a sus relaciones sociales  
e influencia política, había conseguido que las autoridades le asig-  
nasen la conducción del “situado” (fondos reales), entre Quito y Car-  
tagena, lo cual vino a consolidar sus negocios de comercio en esta  
ruta.  
Pero Montúfar fue mucho más que un exitoso obrajero y co-  
merciante. Usando, con sentido patriótico, de su dinero y de sus via-  
1
0 Jorge Carrera Andrade, La tierra siempre verde, Ed. Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito,  
977, p. 254.  
1
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Bienvenida a Saúl UribeTaborda  
jes, también importó y distribuyó en Quito un gran número de libros  
de la Ilustración europea, llegando a poseer una de las bibliotecas  
más importantes de la Audiencia. Además, ayudó económicamente  
a Espejo durante su destierro en Bogotá y se convirtió en el principal  
vínculo entre los círculos patrióticos de la Nueva Granada y Quito,  
entre fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX. Y otro miembro  
clave de la Sociedad Patriótica Escuela de la Concordiafue el qui-  
teño Miguel Gijón y León, conde de Casa Gijón, que fuera colabora-  
dor del rey de España en el proyecto de colonización de la Carolina  
Malagueña.  
La “Sociedad Patriótica de Amigos del País” de Quito  
Las Sociedades de Amigos del País proliferaron en Europa y  
América desde mediados del siglo XVIII. Eran organizaciones pa-  
trióticas civiles, cuya finalidad era la difusión de ideas económicas  
y filosóficas, propias de la Ilustración. En general, crecieron al am-  
paro de sociedades secretas de carácter masónico, que propiciaban  
el estudio, impulsaban la liberalización del sistema político y pro-  
movían el desarrollo económico de las diversas regiones del imperio  
hispánico.  
Estas sociedades surgieron en Alemania (1747), en Francia  
1661) y en España (1763). En este último país, la Sociedad Económica  
(
Vascongada sirvió de modelo para la formación de otras en España e  
Iberoamérica. Hacia 1791 se contaba con 70 organizaciones similares,  
tras las cuales actuaba, casi siempre, una logia francmasónica. Así,  
en el seno de la Logia Matritense (de Madrid) se leyeron previamente  
el famoso “Discurso sobre la Ley Agraria”, de Gaspar Melchor de Jo-  
11  
vellanos y el “Memorial sobre el Comercio Libre”, del quiteño Miguel  
Gijón y León.1  
2
1
1 G. M. de Jovellanos, Informe sobre la Ley Agraria, en: Obras publicadas e inéditas, Vol. 50,  
p. 122, Cándido Nocedal (comp.), Madrid, Biblioteca de Autores Españoles, 1858.  
2 Miguel Gijón y León, “Memoria que Don Miguel Gijón y León escribía para la Real Sociedad  
de Madrid, relativa al Comercio de Indias”. En: Real Sociedad Económica Matritense de  
Amigos del País, Memorias de la Sociedad Económica, Tomo III, Impresor de la Real Sociedad,  
Madrid, 1787, pp.255-261.  
1
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Jorge Núñez Sánchez  
En medio de ese ambiente cultural que se vivía en el imperio  
español, los patriotas quiteños nucleados en la “Escuela de la Concor-  
1
3
dia”, siguiendo el modelo de las sociedades patrióticas europeas,  
buscaron constituir una organización pública, para promover, al más  
amplio nivel, sus ideas de progreso social. Nació así el proyecto de  
crear una “Sociedad Patriótica de Amigos del País”, que convocara a  
todos los interesados en promover el progreso de Quito, cualquiera  
fuese su posición u origen. Este proyecto fue ganando adeptos de  
importancia, como el progresista obispo José Pérez Calama, y final-  
mente fue apoyado por el mismo Presidente de la Audiencia, briga-  
dier Luis Muñoz de Guzmán.  
La inspiración e impulso de la Escuela de la Concordia fueron,  
sin duda, decisivos para la constitución de esa nueva academia de  
Quito, bajo el auspicio de las mismas autoridades coloniales. En  
nuestra opinión, fue precisamente Gijón quien indujo al presidente  
Muñoz de Guzmán –un típico funcionario del “despotismo ilus-  
trado”– a crear esta entidad y le proporcionó los Estatutos de la “So-  
1
4
ciedad Económica de Amigos del País” de Madrid, de la que era  
miembro, los cuales sirvieron de modelo para elaborar los de su si-  
milar quiteña.  
Es bastante ilustrativa, a este respecto, la carta que el Presi-  
dente de Quito dirigió al ministro Marqués de Bajamar a propósito  
de la formación de la sociedad quiteña, remitiéndole “las Constitu-  
ciones formadas para ella, a la que han servido de guía las de la Sociedad de  
Madrid, variando las especies según lo han pedido de necesidad las diversas  
15  
circunstancias de esta ciudad respecto a las de aquella villa”.  
1
3 En 1792, tras volver a su país natal, Espejo y Montúfar se abocaron a la tarea de constituir  
efectivamente la «Escuela de la Concordia», concebida como una sociedad secreta, destinada  
al cultivo del pensamiento libre y la fraternidad masónica. Contaron para ello con la colabo-  
ración de otros dos masones quiteños, iniciados en el Oriente de Francia: Miguel de Gijón y  
León, Conde de Casa Gijón, y su sobrino Joaquín Sánchez de Orellana, Marqués de Villa  
Orellana. En Jorge Núñez Sánchez, “Masonería e independencia”, Revista Afese, n°51, pp.  
2
37-255, Eurocolor, 2009, pp.238-239.  
1
4 Real Cédula de S.M y señores del Consejo, en que se aprueban los estatutos de la Sociedad económica  
de amigos del País, con lo demás que se expresa, a fin de promover la agricultura, industria y oficios,  
Imprenta de Pedro Marín, Madrid, 1775. Ver en: http://bibliotecavirtualmadrid.org/bvma  
drid_publicacion/es/catalogo_imagenes/grupo.do?path=1034884 (12-03-2019)  
15 Jorge Núñez Sánchez, “Junta Soberana de Quito (1809): primer gobierno autónomo de His-  
panoamérica”, Cuadernos Americanos, núm.124, pp.43-62, UNAM, México, 2008, p.53.  
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Bienvenida a Saúl UribeTaborda  
Su Presidente era el mismo de la Audiencia, don Luis Muñoz  
de Guzmán, que fue designado Vice-Protector de la organización (el  
Protector era el Rey de España). Director fue nombrado el obispo  
José Pérez Calama, un sacerdote ilustrado que antes había integrado  
similar organización en Valladolid de Michoacán (México). Como  
Subdirector fue electo el oidor-regente Estanislao Joaquín de Andino.  
Secretario de la Sociedad fue designado el doctor Eugenio Espejo,  
16  
que lo era también de la secreta “Escuela de la Concordia”.  
17  
Entre los socios de la entidad figuraban los oidores: Lucas  
Muñoz Cubero, Juan Moreno y Avendaño, y Juan Bernardino Del-  
gado y Guzmán; los funcionarios chapetones Gerónimo Pizana, te-  
niente de navío y secretario de la presidencia; Antonio Romero de  
Tejada, administrador de alcabalas y correos; Agustín Martín de Blas,  
director general de las rentas reales; José de Aguirre, administrador  
general del estanco de aguardientes; Melchor Ribadaneyra, fiscal in-  
terino de la Audiencia; Antonio de Azpiazu y Matheu, director de  
temporalidades, y Carlos Pesentí, oficial de rentas reales. También in-  
tegraban la nómina los aristócratas titulados don Jacinto Sánchez de  
Orellana, Marqués de Villa Orellana, coronel de milicias, Rector de la  
Universidad de Santo Tomás de Aquino y gran terrateniente; don  
Juan Pío Montúfar y Larrea, Marqués de Selva Alegre, teniente coro-  
nel de milicias, destacado terrateniente y empresario obrajero; así  
como los intelectuales criollos Juan de Larrea, Gabriel de Zenitagoya,  
José Xavier Ascásubi, Juan José Boniche y Luna, Andrés Fernández  
Salvador, Mariano Maldonado, Pedro Quiñones y Cienfuegos, Ra-  
món Yépez (cura), Nicolás Cabezas Merizalde (cura), Francisco de  
Villacís y Pedro José Aguilar (cura); y finalmente el rico propietario  
don Pedro Calisto y Muñoz, regidor del cabildo, y el destacado co-  
merciante y filántropo don Joaquín de Arteta.  
La Sociedad nombró como su secretario al sabio e insurgente  
doctor Eugenio Espejo, quien, para entonces, ya había sufrido la per-  
secución de dos Presidentes de la Audiencia, Pizarro y Villalengua,  
acusado de atentar contra el Estado y de burlarse de las autoridades  
coloniales. En su calidad de secretario de la nueva sociedad, Espejo  
1
6 Benalcázar René, “Documentos Históricos”, Revista Cuestiones económicas, N°3, pp.113-162,  
Banco Central del Ecuador, Quito, Julio 1980, p.113.  
7 Ibid., p.114.  
1
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253  
Jorge Núñez Sánchez  
redactó los estatutos de ésta en compañía de Ramón Yépez y Andrés  
Fernández Salvador, censor y miembro, respectivamente; se encargó  
adicionalmente de la publicación del órgano de la Sociedad, Primicias  
de la Cultura de Quito, que devino primer periódico quiteño.  
Para la nueva sociedad fue fundamental el aporte del obispo  
de Quito, don José Pérez Calama, quien antes fuera socio correspon-  
diente de la Sociedad Vascongada y fundador de la “Sociedad de Ami-  
gos del País” de Michoacán, en México, en 1784. Este personaje actuó  
como director de la nueva academia quiteña y se encargó de la Re-  
forma del Plan de Estudios de la Real y Pública Universidad de Santo  
Tomás. Aportó con su biblioteca personal a los estudios ilustrados,  
creó una cátedra de entrada libre en la Real Universidad, que se de-  
18  
nominó “Política personal y gubernativa y economía pública” (1791) y  
se empeñó en promover proyectos prácticos para el desarrollo del  
país, tales como la reapertura y puesta en uso del camino a la costa  
de Esmeraldas.  
En general, la elite local tuvo ocasión de debatir abiertamente  
los problemas de la nación quiteña al interior de la “Sociedad Patrió-  
tica de Amigos del País”. Por su parte, el órgano de esta se convirtió,  
gracias a su editor y redactor, Eugenio Espejo, en un vehículo de di-  
fusión del matinal pensamiento criollo. Así, nuestro Precursor escri-  
bió en el Nº 1 de ese periódico:  
No puede llamarse adulta en la literatura, ni menos sabia a una nación,  
mientras con universalidad no atienda ni abrace sus verdaderos inte-  
reses; no conozca y admita los medios de encontrar la verdad; no exa-  
mine y adopte los caminos de llegar a su grandeza; no mire, en fin, con  
celo, y se entregue apasionadamente, al incremento y felicidad de sí  
misma, esto es del Estado y la sociedad.1  
9
En el Nº 4 de ese periódico, continuando con el magisterio  
político que se había impuesto, Espejo proclamó a la juventud como  
la abanderada del futuro:  
1
8 Gregorio Weinberg, “Ilustración y educación superior en Hispanoamérica”, Simposium inter-  
nacional sobre educación e ilustración: dos siglos de reformas en la enseñanza: 7 a 10 de noviembre:  
Ponencias, pp.93-132, Centro de publicaciones del Ministerio de educación y ciencia, Madrid,  
1
988, p.122.  
1
9 Eugenio Espejo, Primicias de la Cultura de Quito, Nº 1.  
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Bienvenida a Saúl UribeTaborda  
Podemos decir que la niña de nuestros ojos es la juventud quiteña, a  
quien dedicamos los crepúsculos de nuestros conocimientos. Un día  
resucitará la patria; pero los que fomentarán su aliento y los que trata-  
rán de mantenerla con vida, sin duda que no serán los que habiendo  
pasado las tres partes de sus años en pequeñeces, no están para aplicar  
sus facultades a estudios desconocidos y prolijos: serán esos mucha-  
chos que hoy frecuentan las escuelas con empeño y estudiosidad. En  
ellos renacerán las costumbres, las letras y ese fuego de amor patriótico,  
20  
que constituye la esencia moral del cuerpo político.  
El radicalismo de las ideas expresadas por Espejo en “Primi-  
cias...” concitó el recelo de las autoridades metropolitanas y aun de  
los mismos funcionarios coloniales de Quito, que habían querido ins-  
tituir una suerte de club político-social, oficialmente controlado,  
pero, no pretendieron estimular un cenáculo de pensamiento crítico  
del sistema. A ello se juntó el hecho de que en la corte de Carlos IV  
habían cambiado los personajes y las orientaciones políticas preexis-  
tentes, instaurándose un período de regresión conservadora, estimu-  
lado por el horror a la Revolución Francesa. Fue así que el poder  
metropolitano negó su aprobación a la creación de la Sociedad qui-  
teña y aún amonestó al Presidente Muñoz de Guzmán por haber  
adelantado tal iniciativa sin contar previamente con la Real Aproba-  
ción.2  
1
La extinción temprana de la “Sociedad Patriótica de Amigos del  
País” de Quito fue seguida del enjuiciamiento de Gijón por la Inqui-  
sición limeña, lo que provocó la fuga de éste hacia Europa por las  
selvas del Amazonas y finalmente su muerte en la ruta de tránsito,  
el 11 de septiembre de 1794, a los 77 años de edad. Y, el ocaso inte-  
lectual se completó con la prisión y muerte del revolucionario doctor  
Espejo, el 27 de diciembre de 1795, a los 48 años de edad.  
En fin, para cerrar esta memoria de las academias nacionales,  
digamos que, ya en la república, en 1874 fue creada la Academia Ecua-  
toriana de la Lengua, destinada al estudio del idioma y su evolución.  
Luego, en 1909, por iniciativa de Federico González Suárez, se fundó  
2
0 Isac J. Barrera, Quito colonial. Siglo XVIII. Comienzos del siglo XIX, Sociedad Ecuatoriana de  
Estudios Históricos, Imprenta Nacional, Quito, 1922, p.84. Cfr: Eugenio Espejo.  
1 Real Orden del 11 de noviembre de 1793, firmada en El Escorial.  
2
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Jorge Núñez Sánchez  
la Sociedad de Estudios Históricos Americanos, reconocida luego por el  
Estado con el nombre de Academia Nacional de Historia. Y finalmente,  
en 1945, por iniciativa de Benjamín Carrión y bajo el impulso espiri-  
22  
tual de la “Revolución del 28 de Mayo de 1944”. Fue creada la Casa de  
la Cultura Ecuatoriana, como una suerte de gran academia de artes y  
ciencias, integrada por secciones académicas especializadas y nú-  
cleos provinciales de gestión.  
No me extiendo más en mi remembranza de las academias  
del pasado y, paso a referirme al recipiendario de esta tarde, doctor  
Saúl Uribe Taborda, un prestigioso historiador, arqueólogo y antro-  
pólogo, y también un experimentado investigador y profesor uni-  
versitario, que ha cursado estudios y alcanzado títulos académicos  
de Antropólogo, en la Universidad de Antioquia, Colombia, y de  
Maestro en Estudios Socio-Ambientales, en la Facultad Latinoame-  
ricana de Ciencias Sociales (FLACSO). También se ha formado en el  
Centro de Resolución de Conflictos y Cultura de Paz, en Göteborg,  
Suecia. Actualmente, es candidato a doctor en Ciencias Sociales por  
la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín y se desempeña  
como docente-investigador en la Universidad Politécnica Salesiana,  
sede Quito.  
Como investigador ha laborado o colaborado en proyectos  
desarrollados en varios países latinoamericanos. Y es autor del libro  
La representación zoomorfa en la cultura Guangala. Un análisis pre-icono-  
gráfico en el período de Desarrollo Regional de la Costa central ecuatoriana,  
Editorial Abya-Yala, Quito, 2016. También es coautor del libro De los  
Discursos Patrimoniales a las Prácticas Regionales: Propuesta piloto de in-  
formación y apropiación del patrimonio cultural-natural de Puerto Berrio  
2
2 El 28 de mayo de 1944, en Guayaquil, el pueblo, el ejército y un buen contingente de carabi-  
neros se sublevaron en contra del gobierno de Carlos Alberto Arroyo del Río. En Quito, el  
buró político de ADE decretó el paro general de actividades del pueblo ecuatoriano, en apoyo  
del movimiento de Guayaquil, y se creó un organismo que asumió “las facultades del pue-  
blo”. Este organismo fue una Junta Militar-Civil. Esta junta declinó sus poderes y los entregó  
a José María Velasco Ibarra, a su llegada al país. El 31 de mayo, Velasco Ibarra asumió el  
mando de la República, mediante un decreto en el que, a la vez, convocaba a una asamblea  
constituyente que debía reunirse el 10 de agosto de 1944, después de elecciones enteramente  
libres. En: Patricio Moncayo M., “El 28 de mayo de 1944: una democracia fallida (significados  
históricos del 28 de mayo)”, FLACSO, Quito, julio 2008, p.7. Ver en: https://repositorio.flac  
soandes.edu.ec/bitstream/10469/495/4/TFLACSO-2008PMM.pdf (13-03-2019)  
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Bienvenida a Saúl UribeTaborda  
Antioquia-Colombia, Editorial Académica Española, 2012. Y tiene dos  
libros en prensa: Con el diablo adentro: aproximaciones antropológicas a  
las drogas y el uso de la violencia en el Distrito Metropolitano de Quito, en  
coautoría con Fredy Aguilar Rodríguez, y Etnografías: Procesos, expe-  
riencias y resistencias sociales, también en coautoría con Fredy Aguilar  
Rodríguez.  
Algo más, es autor de los guiones de documentales antropo-  
lógicos: Sacha Mamahuna: Mamás de la selva, Kukama Runa” y Yaya  
Pedro Chimbo Andi. Y ha escrito numerosos artículos especializados  
y ponencias científicas.  
Actualmente, Saúl Uribe se desempeña como docente-inves-  
tigador de la Universidad Politécnica Salesiana y editor adjunto de  
UNIVERSITAS, Revista de Ciencias Sociales y Humanas de la Uni-  
versidad Politécnica Salesiana.  
Cierro estas palabras de bienvenida a nuestro recipiendario  
augurándole los mayores éxitos al interior de nuestra Academia Na-  
cional de Historia.  
Muchas gracias a todos por su atención.  
Quito, 18 de octubre de 2018  
Bibliografía  
ALCEDO, Antonio de, Diccionario Geográfico–Histórico de las Indias Occidentales  
o América, tomo IV, Imprenta de Manuel González, Madrid, 1787.  
BARRERA, Isac J., Quito colonial. Siglo XVIII. Comienzos del siglo XIX, Sociedad  
Ecuatoriana de Estudios Históricos, Imprenta Nacional, Quito, 1922, p.84.  
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BENALCÁZAR, René, “Documentos Históricos”, Revista Cuestiones económicas,  
N°3, pp.113-162, Banco Central del Ecuador, Quito, Julio 1980.  
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Jorge Núñez Sánchez  
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Ecuatoriana, Quito, 1977.  
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la Real Sociedad de Madrid, relativa al Comercio de Indias”. En: Real So-  
ciedad Económica Matritense de Amigos del País, Memorias de la Sociedad  
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JOVELLANOS, G. M. de, Informe sobre la Ley Agraria, en: Obras publicadas e  
inéditas, Vol. 50, p. 122, Cándido Nocedal (comp.), Madrid, Biblioteca de  
Autores Españoles, 1858.  
MONCAYO M., Patricio, “El 28 de mayo de 1944: una democracia fallida (sig-  
nificados históricos del 28 de mayo)”, FLACSO, Quito, julio 2008, p.7. Ver  
en: https://repositorio.flacsoandes.edu.ec/bitstream/10469/495/4/T  
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Audiencia de Quito”, Coordinador Gustavo Pérez Ramírez, 1er Simposio.  
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encias%20en%20el%20Ecuador.pdf (08-03-2019)  
NÚÑEZ SÁNCHEZ, Jorge, “Masonería e independencia”, Revista Afese, n°51,  
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–––––,“Junta Soberana de Quito (1809): primer gobierno autónomo de Hispa-  
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PÓLIT DUEÑAS, Gabriela, compiladora, Crítica literaria hacia un nuevo siglo. An-  
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Real Cédula de S.M y señores del Consejo, en que se aprueban los estatutos de la Socie-  
dad económica de amigos del País, con lo demás que se expresa, a fin de promover  
la agricultura, industria y oficios, Imprenta de Pedro Marín, Madrid, 1775.  
Ver en: http://bibliotecavirtualmadrid.org/bvmadrid_publicacion/es/  
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Bienvenida a Saúl UribeTaborda  
SALVADOR LARA, Jorge, “Academia Pichinchense”, El Comercio, Quito, 07-09-  
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WEINBERG, Gregorio, “Ilustración y educación superior en Hispanoamérica”,  
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la enseñanza: 7 a 10 de noviembre: Ponencias, pp.93-132, Centro de publica-  
ciones del Ministerio de educación y ciencia, Madrid, 1988.  
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La Academia Nacional de Historia es una  
institución intelectual científica,  
y
destinada a la investigación de Historia  
en las diversas ramas del conocimiento  
humano, por ello está al servicio de los  
mejores  
intereses  
nacionales  
e
internacionales en el área de las  
Ciencias Sociales. Esta institución es  
ajena a banderías políticas, filiaciones  
religiosas,  
intereses  
locales  
o
aspiraciones individuales. La Academia  
Nacional de Historia busca responder a  
ese  
carácter  
científico,  
laico  
y
democrático, por ello, busca una  
creciente profesionalización de la  
entidad, eligiendo como sus miembros a  
historiadores  
profesionales,  
entendiéndose por tales a quienes  
acrediten estudios de historia y ciencias  
humanas y sociales o que, poseyendo  
otra formación profesional, laboren en  
investigación histórica y hayan realizado  
aportes al mejor conocimiento de  
nuestro pasado.  
Forma sugerida de citar este artículo: Núñez Sánchez, Jorge,  
BIENVENIDA A SAÚL URIBE TABORDA COMO MIEMBRO  
CORRESPONDIENTE DE LA ACADEMIA NACIONAL DE  
HISTORIA, boletín de la academia nacional de historia, vol. XCVI,  
Nº. 200, julio  diciembre 2018, Academia Nacional de Historia,  
Quito, 2018, pp.245-259.