BOLETÍN  
DE LA ACADEMIA  
NACIONAL DE HISTORIA  
Volumen XCVII Nº 200  
Julio–diciembre 2018  
Quito–Ecuador  
BOLETÍN  
DE LA ACADEMIA  
NACIONAL DE HISTORIA  
Volumen XCVI  
Nº 200  
Julio–diciembre 2018  
Quito–Ecuador  
ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA  
DIRECTOR:  
SUBDIRECTOR:  
Dr. Jorge Núñez Sánchez  
Dr. Franklin Barriga López  
SECRETARIO:  
TESORERO:  
BIBLIOTECARIA-ARCHIVERA:  
JEF A DE PUBLICACIONES:  
RELACIONADOR INSTITUCIONAL:  
Ac. Diego Moscoso Peñaherrera  
Hno. Eduardo Muñoz Borrero  
Mtra. Jenny Londoño López  
Dra. Rocío Rosero Jácome  
Dr. Vladimir Serrano Pérez  
BOLETÍN de la A.N.H.  
Vol XCVI  
Nº 200  
Julio–diciembre 2018  
©
Academia Nacional de Historia del Ecuador  
p-ISSN: Nº 1390-079X  
e-ISSN: Nº 2773-7381  
Portada  
Rafael Troya, autoretrato  
1
913  
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Quito  
landazurifredi@gmail.com  
octubre 2019  
Esta edición es auspiciada por el Ministerio de Educación  
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA  
Vol XCVI – Nº 200  
Julio–Diciembre 2018  
EL CAMINO DE RAQAYPAMPA:  
EL ACUMULADO HISTÓRICO EN LA REVOLUCIÓN  
DEMOCRÁTICA Y CULTURAL DE BOLIVIA  
–DISCURSO DE INCORPORACIÓN–  
Rafael Quintero López1  
Introducción  
Desde su inicio, el gobierno de Evo Morales Ayma y Álvaro  
García Linera (2006-2019) mostró determinación en recuperar las  
2
identidades e intereses plurinacionales de Bolivia. Con urgen-  
cia –considerando el tiempo perdido–, pero sin prisa –para consultar  
la diversidad cognitiva de los problemas–, y adoptando un conjunto  
de políticas públicas para transformar un país, siempre ubicado por  
los estadísticos y sus indicadores entre los últimos lugares, dispu-  
1
Académico y científico social de profesión, que tiene en su haber intelectual 27 libros y más  
de 200 artículos sobre la realidad ecuatoriana, latinoamericana y de otros países, al igual que  
sobre temas teóricos. Obtuvo su título de bachelor en el Dartmouth College, Hanover, EEUU,  
dad de Carolina del Norte, en Chapel Hill, EEUU. Ha sido diplomático y editorialista de varios  
medios alternativos de prensa; profesor de la Universidad Central del Ecuador (UCE), de la  
Universidad Católica de Quito, y de la FLACSO. En el campo académico se hizo merecedor  
de una beca Guggenheim; luego obtuvo el premio Isabel Tobar Guarderas; más tarde el Primer  
Premio en Ciencias Sociales de la UCE, y fue ganador del Premio Nacional “Pío Jaramillo Al-  
varado” de la FLACSO.  
2
Compró una refinería a un Brasil que pidió $240 millones, él ofreció 60 y pagó 112; lidió bien  
con incomprensiones al elevar el precio de hidrocarburos y, a la final, negoció por un aumentado  
valor del biocombustible que decretó, tan necesitado por su vecino gigante, superando un “em-  
brollo” contra ciertos desplantes recibidos. Elevó el precio del gas a Argentina de uno a cinco dó-  
lares; hizo crecer las exportaciones bolivianas en más de 8 mil millones de dólares entre  
2006-2011; desplegó una política social que permitió la incorporación de un millón de bolivia-  
nos/as a la clase media, reduciendo la pobreza extrema de 41,75% registrada en 1999, al 32,7%  
en 2010, según el PNUD, y puso al país en pos de esa tan postergada integración material na-  
cional, y a su Cancillería en la línea de la Integración de nuestros países. Todo ello realizado a  
la luz del día. Así, de arranque intentó sepultar aquella republica liberal de componendas.  
Según el juicio de un autor, “los pobres, los indígenas, los excluidos, los marginados, es decir  
las grandes mayorías del país, pudieron sentir, seguramente por primera vez en la historia na-  
cional, que realmente habían llegado al gobierno, que tenían la posibilidad cierta de cambiar las  
cosas”. Véase A. I. Balenciaga, La democracia en Bolivia, Plural editores, La Paz, 2012, p. 168.  
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2
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tándole a Haití el postrero sitio. Esos múltiples cumplimientos de  
gestión –o estas nueve políticas públicas aquí enumeradas– se refieren a:  
la distribución de ingresos por la vía fiscal para favorecer a los menos  
favorecidos; la política de tierras con territorios, seguridad alimen-  
taria con cambios de tipos de propiedad, y despenalización de la  
coca que comprenden el enfoque en la Reforma Agraria en marcha;  
la modernización de la infraestructura económica y construcción de  
obras y empresas de diversas escalas; el empoderamiento educativo,  
artístico, deportivo y cultural de todo el pueblo boliviano; la seguri-  
dad social y ciudadana y los avances en el Vivir Bien y la protección  
de salud del pueblo; la unidad cívico-militar como sustento del pro-  
ceso de cambios; la gestión territorial; la política internacional que  
moviliza a su pueblo; y una gestión descentralizada en el ámbito in-  
terno. En esta ocasión tan especial, deseo tratar una política pública  
adicional a las mencionadas y considerada crucial pues no solo  
muestra la envergadura de las transformaciones habidas en Bolivia,  
sugeridas por los enunciados ya citados, sino la esencia misma que  
la hace posible, a saber; la unidad del pasado con el presente dándole  
a los cambios promulgados un acumulado histórico no siempre pre-  
sente en otros proyectos reformadores del continente. Me referiré  
concretamente a la descolonización del Estado desde el Gobierno de la Re-  
volución Democrática y Cultural.  
La descolonización del Estado en Bolivia  
Al expresar a una coalición de organizaciones sociales, el Go-  
bierno ha ejecutado políticas cuyo enunciado común es “sepultar al  
3
Estado colonial”. A no dudar, esta meta, de lograrse, tendrá reper-  
cusiones mundiales, y sé que evaluarla es solo posible en la larga du-  
ración. Sin embargo, al estudiar lo realizado entre 2006-2018, se  
puede substanciar los cambios en cuanto recuperadores de la antes  
quebrada relación entre el pasado y el presente de las movilizaciones  
y luchas del pueblo boliviano; extractar los vínculos multiplicadores  
3
Frase recurrente en los discursos de ambos mandatarios (Presidente y Vicepresidente), publi-  
cados en los suplementos del Periódico del Estado Plurinacional de Bolivia Cambio.Discurso Pre-  
sidencial. Suplemento del Periódico del Estado Plurinacional de Bolivia Cambio, La Paz-Bolivia.  
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entre “medidas” aparéntales y cambios totales; y compendiar aquellas  
transformaciones capaces de ser iniciadoras reales de una revolución,  
en cuanto cambio de la historia futura del poder. Lo que significa,  
en este caso, tratar de cimentar el carácter “plurinacional, comuni-  
tario y social de derecho” de un nuevo tipo de Estado en formación.  
Cuestión de autoconocimiento no avizorado en nuestra América Me-  
ridional, y solo advertido en la agenda venezolana de la actual y II  
Asamblea Constituyente (2017-21); y que, para el proceso ecuatoriano,  
se quedó como una “faena pendiente”, indefinida y por demás en-  
torpecida en las condiciones del “impacto de lo altamente improba-  
4
ble” o del Cisne Negro, sobrevenidas hoy al país. Bolivia es caso  
único en el continente, e importa mostrar las diversas facetas de esta  
regularidad singular expresiva del mandato de tejer el pasado y el  
presente.  
Con el ir y venir extendido de una Asamblea Constituyente  
2006 y 2009), se generó en la nueva Carta un proyecto de nuevo Es-  
(
tado, pues ese evento en sí, solo diseñó y convocó a constituir un  
poder político democrático, descentralizado, responsable material y,  
simbólicamente, de la diversidad de las 36 nacionalidades, y del pue-  
blo mestizo; de sus intereses y culturas, con una base material de he-  
terogéneos arraigos económicos y diversos tipos de propiedad  
(
comunitaria, privada, cooperativista, pública y estatal). El proyecto  
ha sido erigido. Éste avanza y se despliega, no sin dificultades ni ata-  
jos, en solo doce años, pero no devino en letra muerta, como sucedió  
—guardando las distancias— con las “Circunscripciones Territoria-  
les Indígenas y Afrodescendientes” a establecerse en Ecuador, según  
el texto constitucional de Montecristi. Miremos como se procesó ese  
proyecto en Bolivia.  
Fue a principios del siglo XIX, cuando el proyecto tuvo la  
inaugural substanciación en la manera de abordar, sin resolver, la  
primera cuestión nacional total: su independencia, la “primera” pre-  
cisamente por trunca. Como sabemos, la Audiencia de Charcas en la  
colonia —como el resto no liberado de Nuestra América en el siglo  
XIX— se vio abocada a resolver la contradicción entre las clases pro-  
4
Nassim Nicholas Taleb, El Cisne Negro. El impacto de lo altamente improbable, Espasa Libros S.L.U,  
Barcelona, 2011, 592 pp.  
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pietarias coloniales criollas y el poder metropolitano de su propio Reino  
de España, a fin de lograrla para criollos y blancos. Gesta, sin duda  
heroica, pero en la que no ganaron todos los actores participantes, al  
no haberse constituido un bloque histórico, y por ello estable; y, ni  
siquiera una alianza tranzada entre desiguales por un fin común de-  
seado. Sin embargo, los indígenas participantes, al ser incluidos y  
excluidos a la vez, con sus contingentes en lucha contra las fuerzas  
de ocupación coloniales, sí tuvieron una lucha entreverada de gru-  
pos mixtos, cuyos componentes incluían a mestizos, campesinos, ar-  
tesanos, hombres y mujeres, y hasta sacerdotes. De estas luchas se  
destacó el grupo conformado por “mujeres e indios”, llamado Leales,  
acaudillado por Juana Azurduy de Padilla (1780-1862), que libraron  
5
recias batallas, persistentes en la memoria histórica.  
Si bien, independizarse, no significó un cambio en la historia  
del poder estatal favorable a los indígenas comunitarios, a la protec-  
ción de sus propiedades parcelarias y de su agricultura diversa, pues  
encumbró en el supuesto “nuevo gobierno” a los “patriotas”, here-  
deros del territorio dominado por los conquistadores. Sabemos tam-  
bién que ese poder criollo era un potencial añejo, aunque dado al  
libre mercado, sin ser burgués; y de ahí su debilidad: era un mero  
proyecto contrarrestable por las prácticas de las luchas de quienes  
habían ya tomado conciencia de su demostrada fuerza en movi-  
miento y de la virtualidad de su unidad social (de indios con mesti-  
zos, curas, mujeres, obreros, y “quita capas”).  
Así, la Bolivia que entra en escena (no que sale) con su Inde-  
pendencia, posee más sociedad histórica que historia del bisoño Es-  
tado, si bien no todo el magma de los pueblos originarios se decantó  
y cerró filas frente a un proceso independentista donde latía el cora-  
zón de terratenientes criollos ávidos de las tierras comunitarias. Los  
eventos del siglo XIX revelarán que esas porciones de pueblos origi-  
narios, imprecisadas aun, fueron capaces de incidir en la configura-  
5
Entre ellas la “Primera y Segunda de la Serranía de Carretas; Primer y Segundo asalto a la Ca-  
pital Chuquisaca; Presto; El Villar; La Laguna; Sopachuy; Tarvita; Pitantora; Tarabuco; ven-  
ciendo en algunas, siendo vencida en otras, siempre al lado de su esposo Manuel Asencio  
Padilla con el que rivalizaban en proezas”. Véase Juan Javier Zárate Caballero, Juana Azurduy  
de Padilla, Serie Nuestra América, UCE, Quito, s/f, p.7. Simón Bolívar fue a visitar a la heroína  
y decretó a su favor una pensión vitalicia.  
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ción de la escena política boliviana, y pudieron fraguar alianzas, apo-  
yadas por ellos. Manuel Sarkisyanz, en su Historia indígena de la Re-  
6
pública de Bolivia, sugiere que sí lo hicieron la mayoría de los  
originarios del Collasuyo.  
Entrada así al escenario histórico como República “libre”, la  
Bolivia de pueblos originarios hubo de estar gobernada por más de  
87 gobiernos “de blancos” en toda su vida republicana. No obstante,  
ya desde el siglo XIX, tuvo en ese gobierno que expresó la alianza  
de militares, artesanos e indígenas, como el de Manuel Isidoro Belzu  
(1847-55), una fuerza emancipadora, por los beneficios conseguidos  
y los derechos antes negados, incluso el del sufragio asumido, solo  
con rubricar el padrón electoral. Y a pesar del trágico término de ese  
mandato, con el asesinato de Belzu en 1865 a manos de Melgarejo, y  
toda la represión contra las propiedades indígenas que sobrevino, se  
consolidó desde entonces, en la política boliviana, esa que Zavaleta  
7
llama “terquedad asediante de lo popular”. Ya insertos e inmiscuidos  
en la escena política pública como una fuerza, por cierto, incómoda  
8
para los blancos y q’aras, y, no solo, por sus sublevaciones como en  
Ecuador y otros países de la región; al contar con líderes de linaje  
como los tres Willkas. A fines del siglo, los indígenas pactan alianzas  
factuales, de circunstancias, fundadas en las necesidades y expecta-  
tivas inciertas con el Partido Liberal de J. M. Pando, en torno a la  
“Guerra Federal” protagonizada por paceños y chuquisaqueños. Ya  
no aparecen como una simple fuerza auxiliar. Son una fuerza cívica,  
moral y militar, en la escena, sobre la cual, empero, recaía la incerti-  
dumbre: ¿los “indios” eran aliados de los paceños o atacantes; y, ¿los  
chuquisaqueños eran rivales o siempre aliados de los paceños contra  
los “indios”? El desenlace lo vaticinaría. La “guerra federal” se re-  
solvió de modo reaccionario, lo que hizo abortar a la revolución li-  
beral en ciernes, tanto por la alianza producida entre las elites de La  
Paz y Chuquisaca, Liberales y Conservadores, Alonzo y Pando,  
como por la represión desatada tras la “victoria liberal de Pando”  
6
7
8
Manuel Sarkisyanz, Historia indígena de la República de Bolivia, Abya-Yala, Quito, 2013, 525 pags.  
René Zavaleta Mercado, Lo nacional-popular en Bolivia, Editorial Siglo XXI, México, 1986, p.130.  
Se nombra así al que llegó “pelado” sin ningún bien. Por extensión se refieren los aimaras con  
ese término a los conquistadores “blancos” y a sus descendencias.  
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contra los indios y sus caudillos militares, incluido el aludido fusi-  
lamiento de su principal, Pablo Zárate Willka, ordenado por el cau-  
dillo liberal Pando, según el Presidente Morales. Así, el antes  
apodado “Tata Pando” se convertiría, en el imaginario indígena, en  
un traidor y un antihéroe, en un país en donde el imaginario Panteón  
de los Héroes Nacionales asoma ser solo indígena. Tan distinto de lo  
acontecido con los héroes nacionales —Eloy Alfaro o Ezequiel Za-  
mora—, en Ecuador y Venezuela, en sus guerras liberales y federales.  
Sea esto como fuese, lo cierto es que, de todos esos gobiernos  
sobrevenidos en toda su historia de Estado Republicano, 37 fueron  
de facto y de ellos, 36 no duraron ni un año. Era un Estado débil, in-  
quilino, sin presupuesto para obras para el pueblo, y con una base  
social sin derechos ciudadanos universales y reconocidos. Era como  
si una “revolución liberal” hubiese pasado desapercibida. Eso ex-  
plica como recién en 1937 el Presidente David Toro, mediante De-  
creto Supremo, reconoció como válidos los matrimonios entre  
indígenas celebrados ante la Iglesia. O, que recién con la Revolución  
de 1952 a los pueblos originarios se los liberó de cargas laborales co-  
loniales, como el tributo indígena; o, como aquella llamada “Papeleta  
de Prestación Vial”, con la cual se certificaba que el originario mile-  
nario había trabajado en el arreglo de caminos y solo así podía tener  
acceso a las ciudades. Aun en 2003, el 77% de los egresos fiscales eran  
para gasto corriente. No había recursos para operaciones que bene-  
ficiasen a los pueblos originarios. El pueblo carecía de ellas. Una his-  
toria contada por “medios siglos” fue de sobresaltos de los gobiernos  
criollos y por algún incidente candente, la misma sede del gobierno  
se había ganado el calificativo de “inflamable” dada la inveterada  
inestabilidad política furtivamente hospedada en el llamado Palacio  
Quemado.9  
País de una volatilidad política pronunciada, “el Macizo Bo-  
liviano” —Expresión de Jaime Mendoza, de 1925—, fue testigo inerte  
y se encontró en la situación de un divorcio entre las masas portadoras  
de sus ajayus nacionales y las élites regionales racistas políticamente  
9
Así nombrado porque fue encendido en 1875 desde una catedral contigua. Véase M. Sivak, Je-  
fazo. Retrato íntimo de Evo Morales, Ramdon House Mondadori S.A, Buenos Aires, 2014, p. 9.  
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10  
empoderadas. No había protagonismo asegurado para la mayoría  
de pueblos y nacionalidades en las instituciones de esa “república”  
de q’aras, ni tampoco lo imposible: la “representación política” de  
las masas populares en un Estado Central unitario, careciendo las  
instituciones del país de la capacidad estatal para impulsar la con-  
formación de un Estado que exprese su plurinacionalidad. Así, des-  
conectado el Estado de los proto-capitalistas o capitalistas mineros  
y terratenientes con la sociedad indígena, chola, o blanco-mestiza, ni  
siquiera pudo conservar todo su territorio primigenio con el cual se  
independizó de la monarquía castellana. Ni precautelar su mar terri-  
torial y su larga línea costera en el océano Pacífico, perdidos en 1879  
con una parte muy significativa de su heredad telúrica, continental e  
isleña. Los gobiernos, llamados a ser en la teoría general, la instancia  
potencialmente hegemónica de un Estado, eran tan efímeros, eran  
solo un “algo” potencial, desechables en horas, a veces días, semanas  
o meses. Sin sedimentos sociales y nacionales nunca consolidados.  
Estas condiciones concurrentes, algunas de las cuales pode-  
mos encontrar en otros países del continente americano, fueron lesi-  
vas de la capacidad de reproducción de todo proyecto nacional,  
aunque sea abanderado por sectores no mayoritarios de la población.  
Lo cierto es que en 1776 había surgido en el norte del continente ame-  
ricano un primer Estado Nacional de rápida expansión y fortaleza  
capitalista, con medio siglo de adelanto a los estados gran colombia-  
nos y bolivarianos de Venezuela (1823), Colombia (1824), Ecua-  
dor(1830), Perú (1821), y Bolivia (1825), y ello en sí, volvía muy  
vulnerable a nuestros países frente al avance de los vínculos de su-  
bordinación del capital financiero en el continente sudamericano,  
presente ya desde mediados del siglo XIX, cuando Bolivia apenas  
11  
tenía 1 373. 896 habitantes sin incluir los de los llanos orientales y  
estaba por pasar apenas por un capitalismo primario del primer auge  
de la plata y el estaño.  
País riquísimo pero escondido –“nación clandestina” diría  
Sanjinés–, fue el último de Sudamérica en recibir un diplomático de  
10 El término ajayu equivale a espíritu en castellano.  
11 Dalence, 1951:197-230, citado por René Zavaleta Mercado, Lo nacional-popular en Bolivia, Edi-  
torial Siglo XXI, México, 1986, p. 104.  
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los EEUU en el siglo XIX, es decir del país ya capitalista por la vía  
farmer, victorioso de su “Guerra Civil” de 1861 (su revolución demo-  
crático burguesa), adelantado en tener sus manos libres en la expan-  
sión de sus fronteras y conquista de mercados. Pero Bolivia, tan  
estratégica era por sus riquezas mineras para el expansionismo ca-  
pitalista estadounidense, que a poco tiempo esa embajada sería un  
importante factor de poder en su sistema político.  
Con esa herencia a cuestas, “descolonizar a Bolivia” impli-  
caría para el proyecto de su Asamblea Constituyente de 2006-09, de  
sus colectivos asociados y su gobierno, abordar severos cometidos.  
Uno muy substantivo sería iniciar la descolonización del Estado bo-  
liviano existente, con sus reiterativos gobiernos pactados, escasos en  
legitimación electoral y liados al capital financiero internacional.  
Como muchos otros, desde la independencia de Haití (29 años des-  
pués de la estadounidense), el boliviano, ecuatoriano o venezolano  
habían forjado sus “independencias” –siempre resistidas por EEUU–  
medio siglo después de la estadounidense, pero no habían alcanzado  
la condición de Estados nacionales, suerte compartida por otros en  
la América Meridional, ya sea por estar gobernados por castas oli-  
gárquicas, social darwinistas, incapaces de seducir a las masas “in-  
dias” cuya desaparición buscaban, ni poder incluir a todo el pueblo  
en su entendimiento de “nación”; o porque el Estado Nacional cen-  
tral, continental e imperial no se lo permitiera a esos Estados, al im-  
poner vínculos de subordinación a sus economías y políticas  
públicas, en su condición de adelantado histórico en su independen-  
cia (1776). No todo Estado recién allegado a la independencia, puede  
acceder a la condición de ser nacional, como se cree. Con mucha  
razón plantea René Zavaleta que después de “las naciones centrales  
no hay sino modos patéticos de actualización de los estados nacionales fuera  
de ellas”.1  
3
Por todo ello, la tarea del gobierno de Evo Morales Ayma  
sería resistida desde el interior mismo de ese Estado. Para comenzar,  
con el voto popular se había conquistado solo el gobierno y el legisla-  
tivo del Estado —un aparato y un centro de poder estatales potencial-  
12 M. Sivak, op. cit., p. 27.  
13 René Zavaleta Mercado, op. cit., p.164.  
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mente hegemónicos, pero no (todo) el Estado— en las elecciones de  
14  
2
005 y subsiguientes, con un solo atajo. La política, para Evo Mo-  
rales y Álvaro García, parecía entonces cuantificarse “en avances y  
retrocesos”. Y esos avances se respaldaban en movilizaciones, mar-  
15  
chas y elecciones. Viene de sí querer estar siempre en contacto con  
la gente”, movilizada permanentemente, como sustento irreempla-  
zable. Por ello, se identificaban con los procesos contemporáneos de  
cambios de Cuba y Venezuela, donde la política se substancia en la  
16  
movilización de masas, a sabiendas que la descolonización es in-  
concebible sin la movilización de sus pueblos y el avistar y vislum-  
brar de sus nuevos actores políticos. Y, en Bolivia, ella consubstanció  
a la Asamblea Constituyente, cuando sectores populares a nivel na-  
cional exigían en las calles la institucionalización de nuevos valo-  
res –independentistas, democráticos, igualitarios y soberanos en toda  
la sociedad–, y se redefinieron los roles cumplidos por las institucio-  
nes y no solo por los dirigentes a todo nivel. Fue un elevado mo-  
mento de hegemonía general en la sociedad, como ocurrió también  
en el Ecuador de Montecristi. Implicó, igualmente, asegurar la crea-  
ción de nuevas instituciones y nuevos derechos, nunca antes garan-  
tizados a los pueblos originarios y sus descendencias. Algo parecido,  
en menor escala, hubo en torno a la ANC de Montecristi en Ecuador  
2007-2008).1  
7
(
Pero lo singular en Bolivia radicó en el reconocimiento de las  
diversas nacionalidades existentes (no de simples etnias y sus pluri-  
culturalidades), con sus territorios, sus religiones, y de las nuevas  
fuerzas políticas en la escena, para que tengan acceso a reales pode-  
res en el nuevo Estado, en todos los planos y niveles. Se estaba cam-  
biando la teoría del conocimiento de los intereses del pueblo  
14 En el referendo de 2016, el 51.3% votó No a una tercera reelección de Evo Morales, quién ini-  
cialmente respetó el triunfo de los contrarios.  
5 René Zavaleta Mercado, óp. cit., p. 43.  
1
1
6 Un día, reflexionando sobre la gente movilizada, habría trazado esta comparación entre Cuba  
y Bolivia: “Si hubo un millón de personas en La Habana, debería de haber 800 mil en Co-  
chabamba. Nadie moviliza esa cifra en Bolivia. Dijo que, al estadio de Cochabamba, donde  
cerraría su cumbre de presidentes, asistirían unas sesenta mil personas”, citado por M. Sivak,  
op. cit., p. 111.  
17 Véase Rafael Quintero López, La constitución del 2008: un análisis político, Editorial Abya Yala,  
Quito, 2008.  
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boliviano. Se acababa de un tajo con el darwinismo social de las cas-  
tas de Bolivia, desconocedor de la diversidad cognitiva en la defini-  
ción y resolución de los problemas. Se abrazaba así, sin saberlo quizá,  
18  
la tesis de la bondad cognitiva de la “guerra de las Ideas”. Entonces,  
Bolivia, ya no podía seguir siendo una República “Liberal”, donde  
el interés general se midiese y definiese por la sumatoria de volun-  
tades individualmente expresadas en aislamiento (en un número in-  
determinado de “urnas”, sean 30 ó 100 mil), sino en la dinámica y  
ámbito de un Estado Plurinacional, donde la participación en las de-  
cisiones que afectan a las comunidades y pueblos fuese permanente  
y, el consenso, se gestase en un debate civilizado permanente entre  
iguales, y se registre también en las urnas, y en otros ámbitos consue-  
tudinarios de consulta democrática. El primero por construirse en  
Nuestra América y, a gran distancia histórica del intento fallido de  
creación de un Estado multinacional en la URSS, sellado en la Cons-  
titución de 1936.  
La adhesión en el tiempo a esta creación ha sido larga, pues  
parte de muchas pendencias en el pasado, a veces muy remoto, e in-  
cluye las luchas indígenas durante la colonia y los siglos XIX, XX;  
pero de la misma forma comprende el tiempo de trabajo creativo ati-  
nente al debate diverso de las preocupaciones e intereses de los pue-  
blos originarios –con avances y errores–, incluso a veces expresados  
19  
en los procesos electorales finiseculares, y los procurados en la úl-  
tima Constituyente durante tres años, que marca un hito en el pro-  
ceso de creación del nuevo Estado Plurinacional. En esas circunstan-  
cias, las estrategias descolonizadoras también buscaron los cambios  
en una dirección radial: ora para dar vuelta a la página del vínculo  
de subordinación ideológico de las fuerzas públicas (aparatos de Es-  
tado) respecto al gobierno de cualquier potencia pretendiente de es-  
coltar los destinos de Bolivia. Asunto extremadamente complejo,  
pues incluye, claro está, a las mismas Fuerzas Armadas y Policía, con  
18 Véase Felipe de J. Pérez Cruz, “Imágenes a los noventa. Fidel en las batallas de ideas”. Ver  
en: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=215317 (30-04-2019)  
1
9 Bolivia ya tuvo entonces un Vicepresidente de origen indígena —Víctor Hugo Cárdenas—,  
binomio de Sánchez de Lozada. Véase su pensamiento sintetizado en la obra de: José Luis  
Saavedra, Awka Pacha, La insurgencia de la intelectualidad aymara en Bolivia, Editorial Abya  
Yala, Quito, 2016, 3018 pp.  
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todo su personal. Ora, para cerrar una base militar de EEUU., como  
se hizo, a semejanza de lo acontecido en Ecuador con la de Manta.  
Para los gobernantes bolivianos, no era problema de hechos espec-  
taculares. Por cierto, fueron eventos de importancia, pero lo fue tam-  
bién preparar la gestación de una reflexión propia sobre una  
Doctrina de Defensa de UNASUR, para su estudio en las escuelas  
militares de formación de cadetes, como ya se lo realiza en Warnes,  
Santa Cruz de la Sierra, en donde se inauguró una el 17 de agosto  
20  
de 2017, y donde se forja una nueva doctrina militar para la paz.  
En esa misma dirección van las asesorías dadas por Cuba y Vene-  
21  
zuela a Bolivia en temas de inteligencia y seguridad, funciones bá-  
sicas de un Estado soberano, antes delegadas a una potencia  
extranjera, so pretexto de cooperación internacional.  
Claro está, esta congregación de elementos descolonizadores  
nació antes de alcanzar el gobierno en 2006, pues esas políticas poseen  
un sustento material en la recuperación boliviana de la economía y  
sus recursos naturales, cuya valía era menospreciada por gobiernos  
antinacionales. Así había ocurrido cuando, años antes, en marzo de  
1
996 el BM impuso la privatización de SEMAPA. Se estaba dando  
lugar, años más tarde, a la “Guerra del Agua” en rechazo a los neoli-  
22  
berales que cumplían dictámenes del gobierno estadounidense. Esto  
ocurrió durante el gobierno de Hugo Banzer —un dictador interve-  
nido y protegido por los aparatos de seguridad e inteligencia de  
EEUU—, que reprimió la llamada Guerra del Agua (con el saldo de  
67 muertos y 400 heridos), provocada por la concesión en 2002 a una  
empresa extranjera de los acuíferos bolivianos, que motivó y los le-  
vantamientos del Altiplano protagonizados por Felipe Quispe, aliado  
coyuntural de Evo Morales, protagonistas de una protesta exitosa.  
Tampoco se echó en saco roto la defensa de los campesinos  
por parte de Evo Morales, convertido en el más representativo diri-  
gente de las luchas de cocaleros contra la dictadura de Banzer quién  
en unidad de acción con EEUU lanzó la política de criminalización  
de los cultivos de coca, una planta sagrada para los bolivianos con-  
2
2
2
0 Esto también se hace en Venezuela, pero no en Ecuador.  
1 M. Sivak, op.cit, p.20  
2 M. Sivak, op.cit, p.155.  
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El camino de Raqaypampa: el acumulado histórico  
en la Revolución Democrática y Cultural de Bolivia  
siderada madre y padre de todas las plantas. Ella se produce en Cha-  
pare, en Chulumani y en Pelechuco, Apolo, donde se adoran a esos  
cerros. Su hoja se lee para no equivocarse y conocer “los actos malos  
23  
y los problemas de la vida”, según el amauta Yujra Mamani. Fiesta  
boliviana es el Día Nacional del Acullico o masticación de la hoja de  
coca, tradición surgida de los kallawayas, que en tiempos de los Incas  
24  
la llevaron al Cuzco, y que es respetada por resolución de NNUU.  
Frente a la criminalización de la coca, intentando ficharla como co-  
caína, Evo Morales dirigió la política de reconocimiento patrimonial  
de la coca, librando una lucha descolonizadora. Más tarde, como Pre-  
sidente, planteará que el mundo debe apoyar a Bolivia para que se  
elimine el enfoque de erradicarla.  
Retrotrayendo nuestra mirada a las protestas de inicio del  
siglo, ellas continuarían luego de salido Banzer, a quién le sucedió  
25  
otro actor puesto en escena por Washington, para que su embajador  
cogobernara con él: Sánchez de Lozada. Así, cuando estuvieron a  
26  
punto de llevarse el gas a Chile, se reactivó la movilización popular.  
El pueblo la asumió como una “Guerra del Gas” en El Alto. Seguían  
llamando así —“guerra” a la usanza del siglo XIX— a las moviliza-  
ciones contra la política de gobiernos q’aras como el Sánchez de Lo-  
zada, por enajenar barato el gas a EEUU y a México, exportándolo  
por un Chile que le negaba a Bolivia su derecho al Pacífico. El Estado,  
del latín status o “ponerse pie— pudo, al hacerlo, recuperar ese  
recurso como un bien utilizable para el bienestar nacional. Evo Mo-  
rales ya era una figura central en esas movilizaciones. Y, a pesar del  
irrestricto apoyo de EEUU a Sánchez de Lozada, éste tuvo que re-  
nunciar ante las movilizaciones que desbordaron los espacios públi-  
23 Véase Carlos Yujra Mamani, Los grandes pensamientos de nuestros antepasados, Diseño e Impre-  
sión de C&C Editores, La Paz, 2005, p. 32.  
2
4 El Universal, 23-01-2017. Esta planta es usada para la producción artesanal e industrial de in-  
fusiones, remedios medicinales, harinas, dulces, ungüentos, bebidas energéticas, mates y  
una combinación de productos alimenticios, exportados hoy a muchos países, así como tam-  
bién masticar pequeños manojos de sus hojas, como energizante, tan frecuentemente como  
el chicle Adams mastican en Estados Unidos como refrescante.  
25 Sacó el 34% de los votos válidos en 1993.  
2
6 Sánchez de Lozada quiso entregar el gas boliviano a Chile para beneficiar a su empresa COM-  
SUR, socia de la mina chilena La Escondida. Hubo protestas y el gobierno neoliberal reprimió  
brutalmente al pueblo.  
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cos de La Paz, llenos de mineros, cocaleros, estudiantes, mujeres co-  
merciantes, desempleados y jóvenes.  
Le tocó el turno a Carlos Mesa, quién aspiraba a tener el res-  
paldo de Morales. Pero éste estaba claro. Esos gobiernos serían efí-  
meros pues no se planteaban resolver ningún problema de fondo.  
En los últimos trece años habían gastado 250 millones de dólares en  
27  
gastos reservados, una fuente clara de corrupción y patronazgo. Y  
cuando en junio de 2005, con movilizaciones campesinas, se buscaba  
la recuperación de la propiedad de los hidrocarburos para el Estado  
boliviano y la Convocatoria a una Asamblea Constituyente, o al  
menos, lograr que el Estado cobre el 50% de las regalías. El presi-  
dente Carlos Mesa se opuso a ello al amparo de una Ley de Sánchez  
28  
de Lozada y tuvo que renunciar a la Presidencia. Antes, la llamada  
capitalización” de la industria de hidrocarburos propuesta signifi-  
caba la entrega de los campos a las transnacionales, otorgándoles el  
derecho de capturar el 82% de las ganancias, mientras el 18% era  
para el Estado boliviano. Tras la renuncia de Mesa, se abrió así el  
nuevo proceso electoral que llevaría al triunfo del binomio Morales-  
2
9
García a la ejecución de las nacionalizaciones a la boliviana”. Sin  
30  
base material no hay descolonización posible. Con la nacionaliza-  
ción promovida por Morales, el 82% de las regalías es para el Estado.  
Queda claro que, avanzar en la descolonización del Estado implica  
avanzar, en los momentos precisos, en la nacionalización económica,  
a fin de acumular su principal fuerza productiva (el trabajo) y los ac-  
tivos materiales económicos recuperados.  
De hecho, Bolivia había realizado algo trascendente: la “na-  
cionalización” de sus recursos naturales y de sus empresas estraté-  
gicas. Todo ello como resultado de la unidad del pueblo boliviano,  
27 M. Sivak, op. cit., p. 164.  
2
8 Las petroleras financiaban al Comité Cívico cruceño para que se establezca en Bolivia un ré-  
gimen autonómico de facto que permita negociar a cada Departamento los recursos naturales  
del país.  
2
9 Estas no eran incautaciones, sino renegociaciones de los contratos, con presencia militar en  
las instalaciones, y mediante los cuales el Estado lograba el 82% de las ganancias y la empresa  
el 12%, rescatando así un gran beneficio para el país en el manejo de los RRNN.  
0 Descolonizar significó también intensificar el reparto legal de tierras a grupos de los pueblos  
originarios, para evitar el estado de disgregación territorial que acompañó siempre su anti-  
gua situación servil.  
3
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El camino de Raqaypampa: el acumulado histórico  
en la Revolución Democrática y Cultural de Bolivia  
y adicionalmente, había convertido a los servicios básicos (agua, luz,  
etc.) en un Derecho Humano, avanzando en la disputa hegemónica.  
Debilitar al poder del capital financiero no es un asunto de palabras  
y hechos espectaculares. Es un asunto que implica resistencia, lucha  
y resistencia, a veces la capacidad de convencer lentamente al po-  
tencial aliado que en una coyuntura enseña los dientes. Como suce-  
dió con el caso de la nacionalización de la empresa minera Vinto a la  
cual se opuso, originalmente, el Ejecutivo de la Federación Sindical de  
Trabajadores Mineros de Bolivia. Como las minas estaban privatiza-  
das, ese Ejecutivo era de sindicatos privados. A la postre, las Fuerzas  
Armadas bolivianas y la Policía Nacional –instituciones antes fuer-  
31  
temente intervenidas por la embajada de EEUU en Bolivia–, apo-  
yaron al Presidente Morales cuando concurrió a la “nacionalización”  
32  
de la empresa Vinto en Oruro, en febrero de 2007. Es decir, a la toma  
de posesión de sus instalaciones.  
En la misma dirección de la nueva cimentación económica,  
la descolonización implica el reemplazo de las políticas monetarias,  
financieras y de comercio internacional por otras de carácter sobe-  
rano, lo cual resultó una tarea ímproba en el caso de la Revolución  
Ciudadana, dada la dolarización, y que, en el caso de Venezuela, re-  
cién en 2018 se está vislumbrando luces al final del largo túnel del  
desencuentro de variados tipos de cambio. No podemos ignorar que  
esas cruciales políticas eran recetadas por la pareja inefable del FMI-  
BM e incluyeron, en el caso boliviano, subir los impuestos en 12.5%  
a partir del sueldo mínimo, reducir el déficit del 8.5% al 5.5% a costa  
del gasto social, y vender el gas boliviano a precios de regalo a las  
multinacionales. Pero, la descolonización implica, además, adoptar  
formas de gobiernos autonómicos para las nacionalidades del país,  
dejando atrás el tradicional “descuartizamiento” administrativo del  
país. Éste imperaba con el problema de la división administrativa  
del Estado unitario boliviano, a la que la habían orillado las élites  
3
1 Antes, para ser Comandante de la Policía Nacional, se necesitaba el aval de la embajada de  
EEUU. Igualmente, para ser Ministro de Economía, el aval del BM o del FMI. Es decir, en  
ellos estaba el poder, bajo chantajes y condicionamientos. El “Congreso Nacional” muchas  
veces emitía leyes escritas en EEUU que eran luego traducidas al castellano para presentarlas  
como proyectos en esa institución.  
2 D. 1421:9-10.  
3
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congresiles del pasado mediante la creación de 9 departamentos, 112  
provincias, 314 municipios y 1.384 cantones, con su capital constitu-  
33  
cional, Sucre, y la sede del Ejecutivo en La Paz.  
Tras una larga y paciente preparación la RDC (Revolución  
Democrática Cultural) ha empezado a aplicar una nueva organiza-  
ción administrativa y política en el país. Así, en enero de 2018, el Vi-  
cepresidente Álvaro García presenció el acto de posesión de las  
autoridades del Gobierno Indígena Originario de Raqaypampa. Volvía  
así, después de 485 años, a existir en el Collasuyo un gobierno indí-  
gena. Vendrían muchos más en diversas partes del Estado Plurina-  
cional de Bolivia donde, por poblamiento y voluntad colectiva de la  
nacionalidad, se pueda recuperar el autogobierno de los pueblos ori-  
ginarios. ¿De qué se trata?  
Durante medio milenio ha sido una reivindicación empe-  
ñada por parte de los pueblos y nacionalidades indígenas con la fi-  
nalidad de autogobernarse. Tener la tierra de labranza no les quitaba  
el vasallaje, pues como lo afirmara Álvaro García, “tierra sin territo-  
rio es ch’ulla”, resulta incompleta. Y completar la reivindicación sig-  
nificaba “recuperar el autogobierno”. Y ello implicaba recuperar “el  
poder territorial, el poder cultural, el poder económico, el poder fi-  
3
4
nanciero, el poder tecnológico, el poder religioso”. No es, por lo  
tanto, una simple reforma o la conquista de “la tierra”. Y esa reivin-  
dicación se plasma con la creación —que está en proceso de desplie-  
gue e instauración—, de un Estado Plurinacional de Bolivia, como…  
la culminación, el logro, la gran meta por la que los abuelos, los abuelos  
de los abuelos, los abuelos de los abuelos de los abuelos pelearon con-  
tra los españoles, contra patrones, contra dictaduras, contra neolibera-  
les, recuperar el poder. Tierra sin poder es ch’ulla, territorio sin poder  
3
3
3 Rafael Quintero, Asociativismo municipal en América Latina: gobiernos locales y sociedad civil :  
asociaciones de gobiernos locales de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador,  
El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Domi-  
nicana, Uruguay y Venezuela, Abya Yala, 2006, p.180  
4 El término quechua ch´ulla, en este contexto, significa incompleto, impar, inacabado/a. En: Álvaro  
García, “Discurso del Vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Álvaro García Li-  
nera, en el acto de posesión de autoridades del Gobierno Indígena Originario de Raqay-  
pampa”, Revista Discurso Presidencial.N°1420, Suplemento del Periódico Cambio, La Paz, 4  
de enero 2018, p.8. Ver en: https://issuu.com/cambio2020/docs/discurso_presidencial_05-  
01-18 (06-02-2019)  
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en la Revolución Democrática y Cultural de Bolivia  
es ch’ulla, tiene que ir junto tierra-territorio-poder, político, económico  
35  
y cultural, los tres tienen que ir juntos, ese es el Estado Plurinacional.  
Estado que solo en Bolivia se está formando. Porque ni en  
Venezuela ni Ecuador hubo las condiciones subjetivas —la compren-  
sión—, ni las objetivas –una correlación de fuerzas favorable— para  
planteárselo, ni las condiciones políticas en las primeras Asambleas  
Constituyentes (de 1999 y 2008, respectivamente), para volverlo una  
meta, como en el caso que nos ocupa, que reviste complejidades. Así,  
por ejemplo, una variante de éste, para cuando hay circunscripciones  
especiales con poca población indígena de una nacionalidad de los  
pueblos originarios, la representación legislativa de esa nacionalidad  
(v.gr., guaraní, sirionó o yuracaré) puede asegurarse con 500 votos,  
aunque en la ciudad —donde hay una población mixta, heterogé-  
nea— puede necesitarse muchos más votos para un elegir a un di-  
putado. Pero ambos son diputados con iguales derechos. Y para la  
Asamblea Departamental hay también “la elección por usos y cos-  
tumbres”, “sin someterse a votación la participación del movimiento  
36  
indígena en la gestión pública”. Así los marginados de ayer, pasan  
a estar presentes en el Estado.  
El Estado Plurinacional combina democracia por voto, democracia por  
asamblea, democracia comunitaria, referéndum, asamblea constitu-  
yente, revocatorio, distintas instituciones democráticas que en otros  
países ni las conocen ni las practican…37  
Ese fue el camino recorrido para llegar a Raqaypampa, en el  
Departamento de Cochabamba. Los desafíos de cada gobierno, en  
términos de ser eficiente, transparente y cuidadoso de lo realizado,  
ya depende del granito aportado por cada humanidad. Ya en 2017  
también el estatuto autonómico del Departamento de Santa Cruz ob-  
tuvo su declaratoria de constitucionalidad, siendo un paso impor-  
tante que consolida el proceso autonómico de Bolivia. Así,  
constatamos que los ciudadanos del Collasuyo –antes carentes de  
3
3
3
5 Álvaro García, op. cit., pp.8-9.  
6 1470: 9.  
7 Ibíd.  
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Rafael Quintero López  
una unidad de origen reconocida, es decir de una identidad y auto-  
conciencia de un origen común entre ellos–, están construyendo y  
creando una comunidad estable con un destino común al otorgarle  
a su sociedad nacionalmente plural un lecho estatal correspondiente,  
y forjar un Estrado plurinacional unificador del pasado y el presente  
del antiguo país andino. La viabilidad de este proyecto en marcha  
es posible porque todas las políticas públicas enunciadas hasta hoy  
y avanzadas por la RDC convergen a ese objetivo, proporcionándole  
el fundamento de la actual unidad nacional al país, que sustenta la  
creación del Estado Plurinacional.  
Quito, a 14 de noviembre de 2018  
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5
enero de 2018, pp.8-9. Ver en: https://issuu.com/cambio2020/docs/dis-  
curso_presidencial_05-01-18 (06-02-2019).  
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295  
La Academia Nacional de Historia es una  
institución intelectual científica,  
y
destinada a la investigación de Historia  
en las diversas ramas del conocimiento  
humano, por ello está al servicio de los  
mejores  
intereses  
nacionales  
e
internacionales en el área de las  
Ciencias Sociales. Esta institución es  
ajena a banderías políticas, filiaciones  
religiosas,  
intereses  
locales  
o
aspiraciones individuales. La Academia  
Nacional de Historia busca responder a  
ese  
carácter  
científico,  
laico  
y
democrático, por ello, busca una  
creciente profesionalización de la  
entidad, eligiendo como sus miembros a  
historiadores  
entendiéndose por tales  
profesionales,  
quienes  
a
acrediten estudios de historia y ciencias  
humanas y sociales o que, poseyendo  
otra formación profesional, laboren en  
investigación histórica y hayan realizado  
aportes al mejor conocimiento de  
nuestro pasado.  
Forma sugerida de citar este artículo: Quintero López, Rafael,  
EL CAMINO DE RAQAYPAMPA: EL ACUMULADO HISTÓRICO EN  
LA REVOLUCIÓN DEMOCRÁTICA Y CULTURAL DE BOLIVIA –  
DISCURSO DE INCORPORACIÓN, boletín de la academia nacional  
de historia, vol. XCVI, Nº. 200, julio  diciembre 2018, Academia  
Nacional de Historia, Quito, 2018, pp.278-295.