Jorge Núñez Sánchez
de Bellas Artes, creada por García Moreno en 1872. Luego los siguió
a Europa el joven Juan Manosalvas, que estudió en Roma y fue in-
fluido por el arte acuarelista de M. Fortuny.
Como resultado de ese esfuerzo generacional, surgió en el
Ecuador decimonónico toda una corriente de renovación artística
que se empeñó en recrear la imagen nacional, cultivando el paisaje
urbano, el paisaje campesino, la descripción de los tipos sociales y
los oficios populares, y descubriendo al mundo la presencia del indio
y su pobreza. Particularmente importante fue para ello el aporte de
Joaquín Pinto, un pintor genial e irreverente, que no dudó en enfren-
tarse con el poder eclesiástico, burlándose de los curas borrachos o
denunciando las barbaridades de la antigua Inquisición.
Mientras esa primera generación de arte nacionalista bus-
caba sus propios derroteros estéticos, unos jóvenes señores de la aris-
tocracia serrana decidieron incursionar también por las veredas del
arte, en busca de captar con sus paletas y eternizar en sus lienzos
esas montañas formidables que veían a la distancia, esos atardeceres
de rojo y oro que parecían incendiar el firmamento, esas nubes y ne-
blinas que dinamizaban el paisaje y lo renovaban cada día. Ellos no
eran viajeros que anduviesen al desgaire. Eran caminantes ilustra-
dos, gentes que habían leído los libros de viajes de los viajeros y cien-
tíficos que habían visitado el Ecuador desde tiempos coloniales, que
habían visto publicaciones interesantes, que habían bebido amplias
informaciones sobre la geografía, la hidrografía, la vulcanología y
otros detalles de su país. Respondían a los nombres de Julio Zaldum-
bide (1833-1881), Luis Cordero (1833-1912), Honorato V �a zquez (1855-
1
(
933), Juan León Mera (1832-1894), Luis Alfredo Martínez Holguín
1869-1909).
Cabe precisar que unos y otros, es decir, tanto esos pintores
profesionales como esos paisajistas aficionados, eran hijos y nietos
intelectuales (y, a veces, sanguíneos) de esos criollos que empezaron
el descubrimiento de su propio país y terminaron luchando por su
emancipación, de Maldonado, de Villalobos, de Mejía, de Espejo, de
Cañizares, de Selva Alegre y otros de aquel tiempo heroico. Y ahora,
alcanzada ya la independencia nacional, querían conocer mejor su
propio país, para amarlo con mayor conocimiento de causa. Y por
BOLETÍN ANH Nº 200 • 394–403
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