Bolívar: breve visión del héroe
Asu vez, Luis Peru de Lacroix, un oficial francés incorporado
al ejército de la independencia, que hacia 1828 servía con el grado
de coronel en el Estado Mayor de Bolívar, dejó consignado un retrato
moral del héroe en su cautivante “Diario de Bucaramanga”:
El Libertador es enérgico, sus resoluciones férreas, y sabe sostenerlas;
sus ideas jamás comunes: siempre grandes, elevadas y originales. Sus
modales afables, con el buen tono de los europeos de la alta sociedad.
Practica la sencillez y modestia republicanas, pero tiene el orgullo de
un alma noble y elevada, la dignidad de su rango y el amor propio que
da el mérito y conduce al hombre a las grandes acciones. La gloria es
su ambición, sus laureles haber libertado diez millones de hombres y
haber fundado tres repúblicas. Su genio es emprendedor, y une a esta
calidad la actividad, la viveza, infinitos recursos en las ideas y la cons-
tancia necesaria para la realización de sus proyectos. … Grande y cons-
tantemente generoso, su desinterés es igual a su generosidad. Le gusta
la discusión; domina en ella por la superioridad de su espíritu, pero se
muestra algunas veces demasiado absoluto, y no es siempre bastante
tolerante con lo que le contradicen. Desprecia la vil lisonja y los bajos
aduladores; la crítica de sus hechos lo afecta; la calumnia lo irrita viva-
mente, y nadie es más amante de su reputación que el Libertador. Pero
su corazón es mejor que su cabeza. La ira nunca es en él duradera;
cuando ésta se manifiesta, se apodera de la cabeza y nunca del corazón,
y luego vuelve éste a tomar su imperio y destruye al instante el mal
que la otra pudo hacer.5
Bolívar tenía una cabeza formidablemente organizada. Cada
idea, cada opinión, cada disposición que salía de sus labios o de su
pluma, correspondía, en teoría, a uno de los principios filosóficos
que normaban su vida y, en la práctica, a uno de los requerimientos
militares o administrativos de su acción política. Entre sus miles de
órdenes, decretos o resoluciones gubernamentales, no hubo ninguno
hecho al azar o que no poseyera un destino preciso; hubo, sí, dispo-
siciones erradas, producidas por una equivocada apreciación de la
realidad o de las circunstancias que la rodeaban, pero jamás resolu-
ciones titubeantes e inseguras, sueltas o descoordinadas de la totali-
dad. Todo ello era, en síntesis, la manifestación exterior de su solidez
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Luis Perú Delacroix, op. cit., pp.80-81
BOLETÍN ANH Nº 200 • 477–485
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