BOLETÍN  
DE LA ACADEMIA  
NACIONAL DE HISTORIA  
Volumen XCVII Nº 200  
Julio–diciembre 2018  
Quito–Ecuador  
BOLETÍN  
DE LA ACADEMIA  
NACIONAL DE HISTORIA  
Volumen XCVI  
Nº 200  
Julio–diciembre 2018  
Quito–Ecuador  
ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA  
DIRECTOR:  
SUBDIRECTOR:  
Dr. Jorge Núñez Sánchez  
Dr. Franklin Barriga López  
SECRETARIO:  
TESORERO:  
BIBLIOTECARIA-ARCHIVERA:  
JEF A DE PUBLICACIONES:  
RELACIONADOR INSTITUCIONAL:  
Ac. Diego Moscoso Peñaherrera  
Hno. Eduardo Muñoz Borrero  
Mtra. Jenny Londoño López  
Dra. Rocío Rosero Jácome  
Dr. Vladimir Serrano Pérez  
BOLETÍN de la A.N.H.  
Vol XCVI  
Nº 200  
Julio–diciembre 2018  
©
Academia Nacional de Historia del Ecuador  
p-ISSN: Nº 1390-079X  
e-ISSN: Nº 2773-7381  
Portada  
Rafael Troya, autoretrato  
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913  
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Quito  
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octubre 2019  
Esta edición es auspiciada por el Ministerio de Educación  
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA  
Vol. XCVI – Nº. 200  
Julio–Diciembre 2019  
HOMENAJE AL DOCTOR HORACIO GÓMEZ ARISTIZÁBAL  
Jorge Núñez Sánchez1  
Especialmente honroso y satisfactorio me resulta saludar esta  
tarde la presencia entre nosotros del doctor Horacio Gómez Aristi-  
zábal, destacado intelectual y hombre público colombiano y Presi-  
dente de la Academia Hispanoamericana de Letras y Ciencias, con  
sede en Bogotá, quien ha venido a nuestro país con una delicada y  
encomiable misión de confraternidad grancolombiana que le ha sido  
encargada por su respetable institución.  
Como ustedes conocen, muchas cosas propias de la historia  
y de la sociología nos unen con la hermana República de Colombia,  
con la que por algún tiempo conformamos un mismo país, la glo-  
riosa Gran Colombia, que iluminó con luces de libertad los caminos  
de nuestra América.  
Y en una reunión como ésta, resulta adecuado rendir un  
breve homenaje a esa madre común de nuestros países, rescatando  
los perfiles históricos más notables de ese formidable país, que abar-  
caba todo el norte de Sudamérica y estaba extendido entre el Atlán-  
tico y el Pacífico, cubriendo con su territorio una extensión de  
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’519.954 km , que lo convertía en una enorme y rica república, que  
poseía todos los climas, tenía acceso a los mares Atlántico, Pacífico  
y Caribe y estaba surcada por algunos de los ríos más grandes y cau-  
dalosos del mundo: Amazonas, Magdalena, Orinoco, Guayas, Napo,  
Putumayo y Caquetá.  
También es necesario recordar que hacia 1825 Colombia con-  
taba con una población de cerca de dos millones y medio de perso-  
nas y tenía uno de los ejércitos más poderosos del continente, con 30  
mil hombres sobre las armas, de los cuales la mitad eran soldados  
profesionales y la otra mitad milicianos. Los cuerpos veteranos cons-  
1
Director de la Academia Nacional de Historia.  
B O L E T Í N A N H N º 2 0 0 • 4 9 3 – 5 0 0  
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Jorge Núñez Sánchez  
tituían lo que hoy se llama “unidades de élite”, destacándose entre  
ellos los batallones Guardia Colombiana, Voltígeros, Rifles, Albión,  
Yaguachi y Pichincha, que fueron los que encabezaron la Campaña  
del Sur y luego la Campaña del Perú.  
Igualmente, hay que señalar que su marina de guerra estaba  
integrada por varios navíos de más de 60 cañones, algunas fragatas  
de 44 cañones y alrededor de 300 embarcaciones menores. La mayor  
parte de esa flota estaba ubicada en la costa atlántica, para enfrentar  
eventuales ataques españoles o de la Santa Alianza, y una parte  
menor estaba situada en la costa del Pacífico, especialmente en Pa-  
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namá y Guayaquil.  
De modo inevitable, Colombia era un país notablemente mi-  
litarizado, donde la milicia y, en especial, sus jefes tenían un gran  
peso político y una notable presencia en las funciones administrati-  
vas del Estado. Pero el asunto tenía también una dimensión social,  
pues la milicia era el principal de los mecanismos de movilidad y  
promoción social creados por la guerra y consolidados por la repú-  
blica. En una sociedad aristocrática como aquella, la guerra y la lle-  
gada del orden republicano permitieron la elevación de gentes del  
común y el surgimiento de nuevos grupos de poder. El nuevo ejército  
nacional fue el primer canal abierto a la movilidad de los sectores  
marginados del sistema colonial. Blancos pobres, mestizos, negros e  
indios subieron socialmente gracias a su participación en las luchas  
de independencia y al sistema de ascensos militares, llegando en al-  
gunos casos a ocupar altas funciones públicas, ante los ojos asom-  
brados de las antiguas élites coloniales, que de inmediato empezaron  
a clamar contra la “pardocracia” y el “militarismo”.  
Pero no todos los jefes militares eran militaristas. El general  
Santander encabezaba una tendencia liberal y civilista, que propug-  
naba la disminución de la fuerza armada, el retiro de los militares  
del poder político y su sustitución por letrados. Y el mariscal Sucre,  
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La flota del Atlántico se concentró en 1825 en la bahía de Cartagena, para realizar ejercicios  
preparatorios para una invasión a Cuba y Puerto Rico, últimas colonias españolas en el con-  
tinente. Aunque la invasión no se efectuó finalmente, su fuerza impresionó a los enemigos y  
neutrales, en especial a los Estados Unidos, que veían a Colombia como un rival poderoso en  
el escenario americano y un freno a sus planes de expansión. (Jorge Núñez Sánchez: “La for-  
mación de una nación. De Audiencia de Quito a República del Ecuador (1722-1830)”, inédita, p. 446.)  
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el militar más afamado y condecorado del país, también llegó a pen-  
sar que los militares debían retirarse del gobierno y ceder el paso a  
gobernantes civiles. Pero la mayoría de jefes militares opinaban lo  
contrario y, reclamaban el derecho de gobernar al país que habían li-  
berado con su esfuerzo.  
En el ámbito educativo, para 1823 se habían establecido nu-  
merosas escuelas primarias en todo el país, y establecido varios co-  
legios públicos, entre ellos los de San Gil y Tunja (Boyacá), San Simón  
(Ibagué), Medellín (Antioquia), Cali y Loja, que vinieron a sumarse  
a los antiguos colegios existentes en el país y controlados por el go-  
bierno: dos de Quito, uno de Popayán, dos de Bogotá, dos de Caracas  
y uno de Mérida. Por ley de la república se crearon tres Universida-  
des Centrales, situadas en Caracas, Bogotá y Quito, al igual que dos  
escuelas náuticas (una en Cartagena y otra en Guayaquil), destinadas  
a formar oficiales de marina y técnicos navales.  
En cuanto a los colegios colombianos, en unos casos se tra-  
taba de antiguos establecimientos religiosos, convertidos en colegios  
públicos por la Ley de Conventos Menores, que mandó “suprimir los  
conventos de regulares que no tuvieran por lo menos ocho sacerdotes, des-  
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tinando los edificios, bienes y rentas a la educación pública”. También  
hubo nuevos colegios y escuelas creados por un Decreto–Ley sobre  
educación secundaria, que mandaba establecer en cada una de las  
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provincias de Colombia “un Colegio o casa de educación”, que reuniera  
los niveles educativos primario y secundario y tuviera algunas cáte-  
dras universitarias útiles para obtener grados en las Universidades  
nacionales. Esa ley también disponía que el Gobierno formase un  
plan de estudios para el país, fomentando por todos los medios el  
estudio de la agricultura, el comercio, la minería y las ciencias mili-  
tares útiles a la defensa nacional, y mandaba que el Gobierno refor-  
mase los colegios particulares existentes y buscase rentas y edificios  
útiles para la educación pública.5  
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“Memoria que el Secretario de Estado y del despacho del Interior presentó al Congreso de Co-  
lombia”; Bogotá, 22 de abril de 1823.  
Este Decreto–Ley fue aprobado el 20 de junio de 1821 y sancionado el 6 de agosto del mismo  
año, pero se publicó en la Gaceta de Colombia, Nº 4, recién el 16 de septiembre siguiente.  
Ibidem.  
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Jorge Núñez Sánchez  
Muy especial preocupación del Gobierno mereció la educa-  
ción femenina y la de los niños indígenas. El Congreso General de-  
liberó sobre los medios de atender a la educación de las niñas y las  
jóvenes, concluyendo que “el estado de guerra y desolación de los pue-  
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blos hacía imposible que el Gobierno pudiera financiar su sosteni-  
miento; de ahí que, haciendo uso de sus derechos de patronato  
eclesiástico, dictó el 28 de julio de 1821 un Decreto–Ley por el que se  
mandaba establecer “escuelas o casas de educación para las niñas y para  
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las jóvenes en todos los conventos de Religiosas”.  
Respecto de la educación de los indígenas, el Decreto Ejecu-  
tivo del 11 de marzo de 1822 destacaba la importancia que tenía para  
el país “el sacar a los indígenas de Colombia del estado de abatimiento e  
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ignorancia en que se hallan” y disponía que en cada colegio seminario  
se admitieran “indios puros” en calidad de becarios, debiendo haber  
cuatro de ellos en los de Bogotá, Caracas y Quito, y dos, en cada uno  
de los demás seminarios.9  
Por fin, como una medida de apoyo a la educación pública y  
al desarrollo económico del país, el Congreso liberó de impuestos a  
la importación de libros, mapas, cartas geográficas, instrumentos de  
laboratorio, grabados, pinturas y esculturas, colecciones de antigüe-  
dades; herramientas, máquinas y utensilios necesarios en la agricul-  
tura, la manufactura o la navegación; instrumentos o equipos de  
“cualquier profesor de arte liberal o mecánica” que llegase a establecerse  
en el país; máquinas, aparatos y tipos de imprenta, y tinta de impri-  
mir.1  
0
Para 1827, los logros educativos del gobierno colombiano  
eran ya respetables. Existían en Colombia 52 escuelas de enseñanza  
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mutua y 434 del antiguo método, 10 casas de educación primaria y  
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Este Decreto–Ley recibió también el ejecútese presidencial el 6 de agosto de 1821 y fue publi-  
cado en la Gaceta de Colombia, Nº 5, el 20 de septiembre siguiente.  
Este Decreto–Ley recibió también el ejecútese presidencial el 6 de agosto de 1821 y fue publi-  
cado en la Gaceta de Colombia, Nº 5, el 20 de septiembre siguiente.  
El Decreto fue publicado en el Nº 29 de la Gaceta de Colombia, el 5 de mayo de 1822.  
Ibidem.  
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0 Decreto–Ley del 27 de septiembre de 1821, sancionado un día más tarde.  
1 La instrucción simultánea o simultaneidad institucional: Con el método mútuo, desaparece  
el concepto de un salón para cada maestro, ya que será un solo espacio físico en el que todas  
las clases conformarán una escuela única…  
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Homenaje al doctor Horacio Gómez Aristizábal  
secundaria, siete nuevos colegios –en Pasto, Valencia, Trujillo, El To-  
cuyo, Mompós, Guayaquil y Guanare–, siete colegios dotados de cá-  
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tedras universitarias y cuatro universidades nacionales. Todos estos  
establecimientos se hallaban en pleno funcionamiento; los de antiguo  
cuño habían sido reformados debidamente por el Estado y todos en  
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conjunto se regían por un buen y moderno plan de estudios.  
En fin, digamos que el gobierno colombiano también se em-  
peñó en el desarrollo de algunas escuelas especiales de educación  
pública, encaminadas particularmente a estimular el desarrollo de  
la agricultura, la minería, la artesanía y la formación técnica de la  
milicia naval y la marinería mercante.  
De éstas, las primeras en establecerse fueron el Museo de  
Ciencias Naturales y la Escuela de Minería, creados por ley del 28  
de julio de 1823, con la finalidad expresa de promover el desarrollo  
de las ciencias naturales y de la agricultura, así como la explotación  
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de los recursos del país. A su vez, la primera Escuela Náutica fue  
creada en Cartagena, por decreto ejecutivo de Santander, el 28 de  
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junio de 1822, con la finalidad de tecnificar a la milicia naval y for-  
talecer la capacidad defensiva de la república. Los alumnos deberían  
estudiar un pensum integrado por aritmética, álgebra, artillería, geo-  
metría especulativa y práctica, geografía, trigonometría rectilínea y  
esférica, cosmografía de navegación, dibujo, los idiomas francés e  
inglés, y las maniobras y faenas propias de la marina militar.  
En 1823 se estableció la Escuela Náutica de Guayaquil, simi-  
lar en todo a la anterior. La escuela poseía un programa académico  
moderno y esencialmente tecnológico, tal como lo exigían el desa-  
rrollo naval de la época y los propios requerimientos de la defensa  
El sistema funcionaba a través de la designación de monitores, escogidos entre los alumnos  
más adelantados, que se ocupaban de conducir el aprendizaje de sus pares. El rol de maestro  
se modificaba ya que éste, perdía el contacto directo y (el control directo) de sus alumnos.  
Entonces, la práctica de la enseñanza se daba por intermedio de los monitores que pasaban  
a ocupar el lugar del que enseña. Ver más en: Graciela Paula Caldeiro, El método mutuo  
(
alumnos monitores), en: https://educacion.idoneos.com/153955/ (24-04-2019)  
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2 En el colegio de San Ignacio, de Guayaquil, había 42 estudiantes: 3 cursaban teología, 1 de-  
recho, 11 filosofía y 29 gramática.  
13 Este fue preparado por el Ejecutivo ya en 1823, pero promulgado por el Congreso recién el 3  
de octubre de 1826.  
1
1
4 Gaceta de Colombia, Nº 101, de 21 de septiembre de 1823, p. 1.  
5 Gaceta de Colombia, N°39, de 14 de Julio de 1822, p.1.  
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Jorge Núñez Sánchez  
nacional. Su aporte a la república fue notable y uno de sus iniciales  
graduados, el joven José Rodríguez Labandera, inventaría en 1833  
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uno de los primeros submarinos del mundo, el “Hipopótamo”, con  
el cual hizo sorprendentes demostraciones públicas, como cruzar  
bajo el río Guayas entre una y otra orilla.  
De otra parte, es conveniente precisar que, para entonces, la  
producción nacional incluía minerales como oro, plata, platino,  
cobre, mercurio, esmeraldas, perlas y sal; que entre sus productos  
agropecuarios figuraban innumerables alimentos (azúcar, algodón,  
cereales, hortalizas, frutas, cacao, café, añil, tabaco, carne en pie y ta-  
sajo, perlas y otros), que abastecían en suficiencia a su población y  
aún permitían exportar algunos de ellos, así como maderas, tintes y  
variados productos medicinales. En fin, el país también producía nu-  
merosos bienes manufacturados y artesanales, tales como textiles,  
jabón, harinas y otros.  
Colombia era, pues, una gran potencia militar, económica y  
cultural, que durante más de una década proyectó su poderío en el  
continente americano, siempre con miras a fortalecer la independen-  
cia de los demás países. Tras liberar del todo su propio territorio, em-  
prendió la liberación definitiva del Perú, y apoyó luego la liberación  
de la antigua Audiencia de Charcas, que, por propia voluntad, se  
constituyó como la República de Bolivia. Inmediatamente Colombia  
estableció Tratados de Alianza con esos nuevos países, acrecentando  
de este modo su influencia en el continente.  
Mientras esto sucedía en Sudamérica, nuevos países del cen-  
tro continental manifestaron su voluntad de unirse a Colombia. Uno  
de ellos fue Panamá, que, tras independizarse de España por sus pro-  
pios medios, en noviembre de 1821, proclamó su integración a Co-  
lombia, pese a las gestiones e invitaciones de México y Perú para que  
se uniera a ellos. El otro fue la antigua Capitanía General de Santo  
Domingo, que se proclamó independiente de España a fines de 1821,  
con el nombre de Estado independiente del Haití Español, e hizo constar  
en el acta de independencia su voluntad de formar parte de la Gran  
Colombia.  
16 Jorge Núñez Sánchez, “Inicios de la educación pública en el Ecuador”, Antología de Historia,  
pp. 189-212, FLACSO, Quito, 2000, p.205.  
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Homenaje al doctor Horacio Gómez Aristizábal  
Si a este recuerdo de nuestros comunes orígenes republica-  
nos unimos los vínculos sociológicos que unen a nuestros países,  
vamos redondeando ya una notable vinculación humana que dura  
hasta el presente, aunque se inició en los lejanos tiempos precolom-  
binos. Para no ir muy lejos, bástenos mencionar a los personajes his-  
tóricos de nuestro primer esfuerzo de libertad, el de 1809, donde  
figuraron el antioqueño Juan de Dios Morales y el caleño José Cuero  
y Caicedo; recordar a los líderes políticos quiteños que participaron  
en los esfuerzos de independencia de la Nueva Granada, que fueron  
Antonio de Villavicencio y Carlos Montúfar, y traer a la memoria a  
los jefes militares neogranadinos que participaron en nuestra inde-  
pendencia, en especial a José María Córdoba, a Isidoro Barriga y a  
Antonio Morales Galavis.  
Muchos de ellos dejaron en uno y otro país su progenie,  
como lo prueba, hoy mismo, la presencia en este acto de dos descen-  
dientes del bogotano general Isidoro Barriga, que son nuestros cole-  
gas los doctores Franklin y Leonardo Barriga López.  
Conocedor de esos variados vínculos que unen a ambos paí-  
ses y amigo sincero del Ecuador, el doctor Horacio Gómez Aristizá-  
bal, nacido en la bella tierra de El Quindío, ha buscado rescatar  
nuestras comunes raíces históricas a través de sus estudios y nos ha  
honrado a algunos de los aquí presentes con su generosa amistad y  
con una especialísima vinculación a la respetable Academia Hispa-  
noamericana de Letras y Ciencias, que él preside, a la que pertenece-  
mos el economista Bolívar Sánchez Ribadeneira y quien les habla.  
Fruto de esa amistad grancolombiana ha sido también la pu-  
blicación de su obra “Bolívar y la integración en el siglo XXI”, que  
fuera publicada en nuestro país, en el año 2011, por la Asociación Pa-  
triótica Bolivarense.  
En razón de todo lo expuesto, me es muy placentero dar la  
bienvenida a nuestra Academia Nacional de Historia del Ecuador,  
en la calidad de Miembro Honorario de ella, al doctor Horacio  
Gómez Aristizábal, e imponerle las insignias de su membresía.  
Quito, 3 de octubre de 2018  
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Jorge Núñez Sánchez  
Bibliografía  
CALDEIRO, Graciela Paula, El método mutuo (alumnos monitores), en:  
https://educacion.idoneos.com/153955/ (24-04-2019)  
Gaceta de Colombia, Nº 4, 16 de septiembre de 1821  
Gaceta de Colombia, Nº5, 20 de septiembre de 1821  
Gaceta de Colombia, Nº 101, 21 de septiembre de 1823  
Gaceta de Colombia, N°39, 14 de Julio de 1822  
NÚÑEZ SÁNCHEZ, Jorge, “La formación de una nación. De Audiencia de Quito a  
República del Ecuador (1722-1830)”, inédita.  
–––––, “Inicios de la educación pública en el Ecuador”, Antología de Historia,  
pp.189-212, FLACSO, Quito, 2000.  
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500  
La Academia Nacional de Historia es una  
institución intelectual científica,  
y
destinada a la investigación de Historia  
en las diversas ramas del conocimiento  
humano, por ello está al servicio de los  
mejores  
intereses  
nacionales  
e
internacionales en el área de las  
Ciencias Sociales. Esta institución es  
ajena a banderías políticas, filiaciones  
religiosas,  
intereses  
locales  
o
aspiraciones individuales. La Academia  
Nacional de Historia busca responder a  
ese  
carácter  
científico,  
laico  
y
democrático, por ello, busca una  
creciente profesionalización de la  
entidad, eligiendo como sus miembros a  
historiadores  
entendiéndose por tales  
profesionales,  
quienes  
a
acrediten estudios de historia y ciencias  
humanas y sociales o que, poseyendo  
otra formación profesional, laboren en  
investigación histórica y hayan realizado  
aportes al mejor conocimiento de  
nuestro pasado.  
Forma sugerida de citar este artículo: Núñez Sánchez, Jorge,  
HOMENAJE AL DOCTOR HORACIO GÓMEZ ARISTIZÁBAL,  
boletín de la academia nacional de historia, vol. XCVI, Nº. 200, julio  
diciembre 2018, Academia Nacional de Historia, Quito, 2018,  
pp.493-500.