BOLETÍN  
DE LA ACADEMIA  
NACIONAL DE HISTORIA  
Volumen XCVII Nº 200  
Julio–diciembre 2018  
Quito–Ecuador  
BOLETÍN  
DE LA ACADEMIA  
NACIONAL DE HISTORIA  
Volumen XCVI  
Nº 200  
Julio–diciembre 2018  
Quito–Ecuador  
ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA  
DIRECTOR:  
SUBDIRECTOR:  
Dr. Jorge Núñez Sánchez  
Dr. Franklin Barriga López  
SECRETARIO:  
TESORERO:  
BIBLIOTECARIA-ARCHIVERA:  
JEF A DE PUBLICACIONES:  
RELACIONADOR INSTITUCIONAL:  
Ac. Diego Moscoso Peñaherrera  
Hno. Eduardo Muñoz Borrero  
Mtra. Jenny Londoño López  
Dra. Rocío Rosero Jácome  
Dr. Vladimir Serrano Pérez  
BOLETÍN de la A.N.H.  
Vol XCVI  
Nº 200  
Julio–diciembre 2018  
©
Academia Nacional de Historia del Ecuador  
p-ISSN: Nº 1390-079X  
e-ISSN: Nº 2773-7381  
Portada  
Rafael Troya, autoretrato  
1
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Quito  
landazurifredi@gmail.com  
octubre 2019  
Esta edición es auspiciada por el Ministerio de Educación  
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA  
Vol. XCVI – Nº. 200  
Julio–Diciembre 2019  
DISCURSO DE INCORPORACIÓN A LA  
ACADEMIA HISPANOAMERICANA DE CIENCIAS Y LETRAS  
Franklin Barriga López1  
Luego de saludar a todos ustedes con el respeto y la emoción  
propias del momento que estamos viviendo, permitidme que me  
acoja a una remembranza de mis primeros años de juventud, hace  
ya más de medio siglo, y recuerde estos versos que se grabaron en  
mi memoria:  
Destacada en un cielo de turbia lontananza,  
con taciturno porte, sobre el peñón sombrío,  
un águila perínclita se envilece de hastío,  
enamorada de un sol que no se alcanza.  
Ella, que ayer mantuvo con los vientos su alianza,  
sabe que todo vuelo solo encuentra el vacío,  
y enferma de horizontes, triste de poderío,  
busca en la paz el último sueño de venturanza.  
Este fragmento forma parte del poemario titulado Tierra de  
promisión de José Eustasio Rivera (1888-1928), célebre escritor y ju-  
risconsulto colombiano a quien más se le conoce por su novela La  
vorágine, clásica en la literatura de nuestro continente.  
Casi de seguido, memoricé unos versos de Porfirio Barba  
Jacob que invitan a la reflexión profunda y a evitar la fatuidad, por  
cuanto retratan la fugacidad de la existencia humana y el destino del  
que nadie puede escapar:  
Decid cuando yo muera… (¡Y el día esté lejano!):  
soberbio y desdeñoso, pródigo y turbulento,  
1
Subdirector de la Academia Nacional de Historia  
B O L E T Í N A N H N º 2 0 0 • 5 0 1 – 5 0 5  
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Franklin Barriga López  
en el vital deliquio por siempre insaciado,  
era la llama al viento.  
Era una llama al viento y el viento la apagó.  
Después, en plena adolescencia, saboreé el contenido de la  
mejor novela romántica americana del siglo XIX, la de Jorge Isaac,  
María, en que el idilio de esta dama y Efraín alentaron ideales de  
amor eterno, que perduraron sobre la tragedia y presentaron, hacia  
la querencia, los cautivantes paisajes del Valle del Cauca.  
Luego me fue grato leer, sin cansarme, páginas de páginas  
de autores, lo que me facilitó compenetrarme con las letras, encum-  
bradas y abundantes, de un país tan culto como es Colombia. Basta  
mencionar que, en los años de la Independencia, a Venezuela se le  
conocía como cuartel, a Nueva Granada como academia y a Quito  
como convento.  
No puedo dejar de citar a José María Vargas Vila, el de Ars  
Verba, Los césares de la decadencia o Los divinos y los humanos, panfle-  
tario que todavía causa escozor por los frutos de su pluma poética y  
valiente. Con mis escasos recursos de estudiante de provincia ad-  
quirí las obras completas de este pensador insigne y que las leí y releí  
incansablemente. En mi cerebro llevo estas frases suyas que constan  
en la Muerte del cóndor, libro de reivindicación histórica y escrito con  
la candente lava de la ira y el desprecio en contra del crimen de El  
Ejido que segó la vida de Eloy Alfaro: “Hizo de su espada un rayo de  
luz y abrió con él hondos surcos en el corazón de un pueblo sumido en las  
tinieblas”.2  
Pensamientos de esta jerarquía se complementaron en la for-  
mación de mi mentalidad juvenil con otras reflexiones en pro de la  
libertad y dignidad del hombre, como los escritos de nuestro Juan  
Montalvo y de los enciclopedistas franceses, como Voltaire. Por eso,  
en los primeros años de esa edad que Rubén Darío llamó divino te-  
soro, me declaré librepensador.  
Aparejada a esta inclinación por la literatura, vinieron mis  
estudios respecto a la historia común de nuestras patrias, lo que au-  
2
J. M. Vargas Vila, La muerte del cóndor. Ver en: http://www.paisdeleyenda.com/maestrosde  
lalit/muertedelcondor.pdf (24-04-2019)  
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Discurso de incorporación a la  
Academia Hispanoamericana de Ciencias y Letras  
mentó mi admiración y aprecio para Colombia, para la Gran Colom-  
bia. En el fondo de estas predilecciones, latía la identidad de mis  
genes, en razón de que el general Isidoro Barriga López de Castro,  
mi tatarabuelo, era bogotano, había llegado a Quito como integrante  
de los ejércitos libertarios y aquí, en esta ciudad, contrajo matrimonio  
con Dña. Mariana Carcelén, Marquesa de Solanda, de cuyo connubio  
brotó conocida descendencia.  
Además, como resalté en otro acto académico igualmente  
memorable, mi hermano Leonardo, como todo un cachaco, vivió  
diez años en Bogotá, cumpliendo su trabajo diplomático en la Em-  
bajada del Ecuador, como Agregado Cultural, circunstancia que po-  
sibilitó la intensificación de nexos entre Colombia y Ecuador,  
especialmente con su intelectualidad. Leonardo, inclusive, allí hizo  
familia y complementó sus estudios universitarios y de posgrado.  
Esta circunstancia permitió compenetrarse aún más con ese medio,  
del que participé, en mis frecuentes viajes, singularmente en tertulias  
con escritores, artistas y periodistas de talla.  
Posteriormente, con mi hijo Franklin Barriga Bedoya hemos  
ido a Colombia, con similar predilección, a cumplir actividades de  
este mismo orden, entre otras entidades, en la Academia Diplomática  
de San Carlos del Ministerio de Relaciones Exteriores.  
A lo mencionado, hay que añadir otros motivos numerosos  
y entrañables que han llevado a la cima del afecto y gratitud que  
guardo para la tierra colombiana, cuya hospitalidad me enaltece: su  
generosidad ha hecho que me haga acreedor a distinciones que me  
honran, como membresías de primera línea en entidades señeras,  
como la Academia Colombiana de la Lengua, la Academia Colom-  
biana de Historia, la Sociedad Bolivariana, la Academia Nariñense  
de Historia o el Instituto de Divulgaciones Históricas de la Gran Co-  
lombia. Y, ahora, complacido y honrado, recibo la deferencia que me  
hace la Academia Hispanoamericana de Ciencias y Letras, creada y  
dirigida por el Dr. Horacio Gómez Aristizábal, renombrado abogado  
penalista, catedrático, escritor e historiador, autor de más de sesenta  
libros publicados, intelectual de altos quilates ampliamente valora-  
dos en exigentes centros intelectuales de su país y del extranjero.  
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Franklin Barriga López  
Permitidme que comparta con ustedes esta anécdota que es-  
cuché en el seno de una tertulia, rebosante de confraternidad y ta-  
lento, en la que, precisamente, participaron historiadores de pres-  
tigio, gracias a la bondadosa invitación del Dr. Gómez Aristizábal a  
su residencia bogotana, en donde hizo pintar, en su biblioteca, en  
toda la extensión de una pared, los rostros de eminentes intelectuales  
que le acompañan en la soledad de sus lecturas, reflexiones y escri-  
tos. Allí se narró esto que refleja la agilidad mental y el ingenio que  
caracterizan a nuestro visitante ilustre: se nos informó que abogados,  
que no podían rebatir los demoledores alegatos de este formidable  
jurista, lanzaron una herradura sobre su escritorio en medio de la  
audiencia, entonces Gómez Aristizábal gritó: “Pido al que haya per-  
dido este zapato, recogerlo”. Es fácil darse cuenta del impacto que  
produjo esta demoledora respuesta que se ha hecho célebre no solo  
en el interior del foro.  
Todo lo mencionado y muchos motivos más, hacen que este  
nuevo galardón desborde mi apego y agradecimiento para Colom-  
bia, cuna de patriotas, escritores, artistas y científicos eminentes,  
como Policarpa Salavarrieta, fusilada por los realistas en la Plaza  
Mayor de Bogotá o Antonio Ricaurte y Lozano, el héroe de San  
Mateo; Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura, el autor  
de Cien años de soledad; Álvaro Mutis, Premio Cervantes considerado  
como el Nobel de las letras españolas, el tallador de Magroll el gaviero;  
del humanista Gabriel Arciniegas, proclamado, en los Estados Uni-  
dos “Hombre de las Américas”; del investigador Manuel Elkin Pa-  
tarroyo, Premio Príncipe de Asturias; del pintor y escultor igual-  
mente de prestigio universal Fernando Botero y hasta de la atractiva  
barranquillera Shakira, que con sus ritmos contagia al planeta la ale-  
gría, calor y sabor caribeños y que, por sus obras de filantropía, fue  
designada Embajadora de Buena Voluntad de la Unicef. En este  
campo de la representación colombiana, a cuantos otros ciudadanos  
notables en el mundo me puedo referir.  
Gratitud, simpatía y respeto imperecederos para este noble  
país cuyo elogio me brota espontáneo y con la trasparencia de los  
manantiales que nacen de las montañas andinas, para acrecentar los  
ríos que desembocan en el mar, en este mi caso, del océano de la es-  
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Discurso de incorporación a la  
Academia Hispanoamericana de Ciencias y Letras  
timación y agradecimiento que viven, y vivirán para siempre, en el  
interior de mi mente y mi corazón.  
Academia Nacional de Historia  
Quito, 4 de octubre de 2018  
Bibliografía  
VARGAS VILA, J. M., La muerte del cóndor. Ver en: http://www.paisdeleyenda.  
com/maestrosdelalit/muertedelcondor.pdf (24-04-2019)  
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La Academia Nacional de Historia es una  
institución intelectual científica,  
y
destinada a la investigación de Historia  
en las diversas ramas del conocimiento  
humano, por ello está al servicio de los  
mejores  
intereses  
nacionales  
e
internacionales en el área de las  
Ciencias Sociales. Esta institución es  
ajena a banderías políticas, filiaciones  
religiosas,  
intereses  
locales  
o
aspiraciones individuales. La Academia  
Nacional de Historia busca responder a  
ese  
carácter  
científico,  
laico  
y
democrático, por ello, busca una  
creciente profesionalización de la  
entidad, eligiendo como sus miembros a  
historiadores  
profesionales,  
entendiéndose por tales a quienes  
acrediten estudios de historia y ciencias  
humanas y sociales o que, poseyendo  
otra formación profesional, laboren en  
investigación histórica y hayan realizado  
aportes al mejor conocimiento de  
nuestro pasado.  
Forma sugerida de citar este artículo: Barriga López, Franklin,  
DISCURSO  
DE  
INCORPORACIÓN  
A
LA  
ACADEMIA  
HISPANOAMERICANA DE CIENCIAS Y LETRAS, boletín de la  
academia nacional de historia, vol. XCVI, Nº. 200, julio  diciembre  
2018, Academia Nacional de Historia, Quito, 2018, pp.501-505.