BOLETÍN  
DE LA ACADEMIA  
NACIONAL DE HISTORIA  
Volumen XCVII Nº 200  
Julio–diciembre 2018  
Quito–Ecuador  
BOLETÍN  
DE LA ACADEMIA  
NACIONAL DE HISTORIA  
Volumen XCVI  
Nº 200  
Julio–diciembre 2018  
Quito–Ecuador  
ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA  
DIRECTOR:  
SUBDIRECTOR:  
Dr. Jorge Núñez Sánchez  
Dr. Franklin Barriga López  
SECRETARIO:  
TESORERO:  
BIBLIOTECARIA-ARCHIVERA:  
JEF A DE PUBLICACIONES:  
RELACIONADOR INSTITUCIONAL:  
Ac. Diego Moscoso Peñaherrera  
Hno. Eduardo Muñoz Borrero  
Mtra. Jenny Londoño López  
Dra. Rocío Rosero Jácome  
Dr. Vladimir Serrano Pérez  
BOLETÍN de la A.N.H.  
Vol XCVI  
Nº 200  
Julio–diciembre 2018  
©
Academia Nacional de Historia del Ecuador  
p-ISSN: Nº 1390-079X  
e-ISSN: Nº 2773-7381  
Portada  
Rafael Troya, autoretrato  
1
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Quito  
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octubre 2019  
Esta edición es auspiciada por el Ministerio de Educación  
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA  
Vol. XCVI – Nº. 200  
Julio–Diciembre 2019  
BOLÍVAR EN EL ECUADOR  
Jorge Núñez Sánchez1  
Formación de la República de Colombia  
La formación de la República de Colombia, resultante de la  
integración política de los antiguos territorios de la Capitanía Gene-  
ral de Venezuela y el Virreinato de Nueva Granada, fue la necesaria  
consecuencia de una lucha común de varios años, durante la cual las  
propias necesidades de la guerra de independencia dieron lugar a la  
formación de fuertes vínculos políticos entre los patriotas venezola-  
nos y neogranadinos.  
En el plano militar, la colaboración de las fuerzas insurgentes  
de ambos territorios se había desarrollado también de modo progre-  
sivo desde 1813, año en que el primer gobierno independiente de  
Nueva Granada, presidido por Camilo Torres, propició una expedi-  
ción militar conjunta en respaldo de la segunda República de Vene-  
zuela, acosada entonces por las fuerzas colonialistas de Monteverde.  
En la culminación de esa campaña independentista, Simón Bolívar,  
al frente de los ejércitos de la tercera República de Venezuela, atra-  
vesó a mediados de 1819 la cordillera de los Andes y liberó definiti-  
vamente a la Nueva Granada.  
Una proclama dirigida por esos días a los habitantes del país  
recién independizado, reveló los alcances del proyecto unitario de  
Bolívar. Decía en ella:  
Granadinos: La reunión de Nueva Granada y Venezuela en una repú-  
blica, es el ardiente voto de todos los ciudadanos sensatos... Pero este  
acto tan grande y sublime debe ser libre, y si es posible unánime por  
vuestra parte. Yo espero, pues, la soberana determinación del congreso  
1
Director de la Academia Nacional de Historia  
B O L E T Í N A N H N º 2 0 0 • 5 1 3 – 5 3 7  
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Jorge Núñez Sánchez  
para convocar una Asamblea Nacional, que decida la incorporación de  
la Nueva Granada. Entonces enviaréis vuestros diputados al Congreso  
2
general, o formaréis un gobierno granadino.  
Días más tarde, en comunicación al general Anzoátegui, Bo-  
lívar informaba su decisión de marchar “a libertar a Quito” una vez  
3
concluida la campaña de Venezuela. Quedaba delimitado de este  
modo el ámbito territorial de la nueva República que el Libertador  
aspiraba a constituir.  
En efecto, tras su retorno a Venezuela, uno de los primeros  
objetivos de Bolívar fue el de solicitar al Congreso de Angostura la  
consagración legal de la unidad política, que de hecho se había cons-  
tituido entre Venezuela y Nueva Granada. El presidente venezolano,  
Francisco Antonio Zea, fue aún más explícito en la delimitación geo-  
gráfica de la nueva república, cuya creación se proponía:  
(La) unión -afirmó ante el Congreso- es de necesidad para las provin-  
cias de Venezuela, las de Quito y las que propiamente constituyen la  
Nueva Granada, de infinito precio para la causa de la independencia,  
de grandes ventajas para toda América, y de interés general para todos  
los países industriosos y comerciantes. Si Quito, Santa Fe y Venezuela  
se reúnen en una sola república, ¿quién podrá calcular el poder y pros-  
4
peridad correspondiente a tan inmensa masa?.  
Al fin, el 17 de diciembre de 1819 fue dictada la Ley Funda-  
mental de la República de Colombia, por la que las Repúblicas de  
Venezuela y Nueva Granada quedaban integradas en una sola, “bajo  
5
el título glorioso de República de Colombia.” El artículo 2º señalaba como  
territorio de la nueva entidad política “el que comprendían la antigua Ca-  
pitanía General de Venezuela y el Virreinato del Nuevo Reino de Granada,  
abrazando una extensión con 115.000 leguas cuadradas, cuyos términos  
precisos se fijarán en mejores circunstancias.”6  
2
Daniel Florencio O’Leary, Memorias, Madrid, Sociedad Española de Librería, S.A., Tomo II,  
p. 8.  
Ibid, p. 11.  
Ibid, p. 22.  
3
4
5
José Manuel Restrepo, Historia de la Revolución de Colombia, Medellín, Bedout, 1969, tomo IV,  
pp. 430-432. También en O’Leary, cit., pp. 23-25.  
Gaceta de Colombia, 12-IX-21, pp. 1 y 2.  
6
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Bolívar en el Ecuador  
Para fines administrativos, la Ley dividía el territorio de la  
nueva República “en tres grandes departamentos: Venezuela, Quito  
y Cundinamarca”, precisando que “las capitales de estos departa-  
mentos serán las ciudades de Caracas, Quito, y Bogotá...”. Comple-  
mentariamente, asignaba a cada departamento “una administración  
superior y un jefe, nombrado por este Congreso, con título de Vice-  
presidente”. Por fin, en lo fundamental, la Ley constitutiva de Co-  
lombia decretaba la convocatoria a un Congreso General de la  
nación, a reunirse en la Villa del Rosario de Cúcuta el 1º de enero de  
1
821, al que se encargaba la refrendación del acto político nacional y  
la promulgación de la Constitución definitiva.  
Acontinuación, el Congreso de Angostura eligió a Simón Bo-  
lívar como Presidente de Colombia y a Francisco Antonio Zea como  
Vicepresidente. El General de División Francisco de Paula Santander  
fue designado Vicepresidente de Cundinamarca (ex Nueva Granada)  
y, el doctor Juan Germán Roscio, Vicepresidente de Venezuela. No  
se nombró Vicepresidente para el departamento de Quito por falta  
de representantes habilitados del mismo y por desconocimiento de  
las condiciones que prevalecían en ese territorio austral.  
En todo caso, un hecho estaba claro para los dirigentes co-  
lombianos, conforme al principio del “uti possidetis juris”: el terri-  
torio de la Audiencia de Quito pertenecía al ex Virreinato de Nueva  
Granada y, como tal, formaba parte inalienable de la nueva repú-  
blica, que asumía, por tanto, la tarea de su liberación definitiva. Ade-  
más, hay que recalcar que, para los dirigentes colombianos, y en  
especial para el Libertador. la liberación del territorio colombiano  
del Sur, importante en sí misma, era vista también como un medio  
de llevar la guerra de independendencia al Virreinato del Perú y al  
7
territorio de la antigua Audiencia de Charcas o Alto Perú.  
En ese marco de voluntades hay que entender la Proclama  
de Bolívar emitida en su Cuartel General de Pamplona, el 7 de no-  
viembre de 1819, que expresaba:  
7
Daniel Florencio O’Leary, op. cit., p. 11  
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Jorge Núñez Sánchez  
A los ilustres hijos del Cauca.  
Las armas de la libertad, que han redimido las más florecientes pro-  
vincias de Colombia, han dado a vuestro valor el impulso que desea-  
bais. Vuestras manos han roto sus cadenas: vuestros grillos han pasado  
a los pies de vuestros enemigos. Siempre seréis libres porque queréis  
serlo. El pueblo que combate, al fin triunfa.  
Al llegar nuestros soldados a vuestros floridos valles, se han encon-  
trado con el día de la libertad. La República, pues, os debe vuestro be-  
neficio, y yo os debo la justicia de titularos los Beneméritos de la Nueva  
Granada. Yo iré a visitar los hogares preferidos de la patria. Os hablo  
del Cauca.  
Los antiguos hijos del Sol, los bravos quiteños, nos esperan con ansia  
mortal. Yo marcharé hacia aquellas regiones favorecidas del cielo. Vo-  
lando pasaré el Ecuador, y bien pronto saludaré a los libertadores del  
Perú.  
Bolívar  
La necesidad de consolidar la independencia de los depar-  
tamentos de Venezuela y Cundinamarca, asediados aún por impor-  
tantes fuerzas españolas, determinó que la ansiada “campaña del  
Sur” no fuera emprendida de inmediato por el gobierno indepen-  
diente de Colombia. Fue así que, durante 1820 y buena parte de 1821,  
éste se dedicó más a atender los problemas políticos y militares de  
la guerra en los departamentos del Norte, en donde la habilidad po-  
lítica y el espíritu humanista de Bolívar permitieron, finalmente,  
acordar con las fuerzas españolas un armisticio de seis meses, que  
entró en vigencia el 27 de noviembre de 1820. Pocos días después de  
haber entrado en vigencia los Tratados de Armisticio y Regulariza-  
ción de la Guerra, Bolívar recibió la noticia de la independencia de  
Guayaquil, proclamada por las fuerzas vivas de esa ciudad el 9 de  
octubre de 1820.  
Independencia de Guayaquil y campaña de la Sierra  
La rica provincia quiteña de Guayaquil, que ocupaba toda la  
costa del actual Ecuador menos Esmeraldas, proclamó su indepen-  
dencia el 9 de octubre de 1820 y formó un gobierno republicano pro-  
visorio. Con ello se iniciaba la segunda etapa emancipadora de la  
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Bolívar en el Ecuador  
Presidencia de Quito, que se produjo en el justo momento en que el  
equilibrio estratégico sudamericano empezaba a variar en favor de  
las fuerzas libertarias. En efecto, mientras en el Sur inmediato el ejér-  
cito expedicionario de San Martín abría operaciones contra el centro  
del Virreinato del Perú, en el Norte próximo había entrado en vigor  
el armisticio pactado entre el gobierno revolucionario de Colombia  
y las fuerzas del “Pacificador” Pablo Morillo. Con ello, la única ame-  
naza a la que se enfrentaba el “Guayaquil independiente”, la consti-  
tuían las fuerzas españolas acantonadas en la sierra quiteña.  
Para enfrentar esta amenaza, el Gobierno Provisorio de Gua-  
yaquil solicitó inmediata ayuda al Protector San Martín -cuya flota  
dominaba, entonces, las aguas del Pacífico Sur- y al Gobierno colom-  
biano de Bolívar, al tiempo que organizaba un pequeño ejército pro-  
pio, con base en las mismas fuerzas que el Virrey del Perú había  
asignado para la defensa de esa plaza.  
Entusiasmados con el fácil triunfo de su alzamiento y con la  
llegada de numerosos voluntarios venidos del interior, los insurgen-  
tes guayaquileños abrieron operaciones sobre la sierra en los prime-  
ros días de noviembre, casi al mismo tiempo que los sectores  
dirigentes de Cuenca proclamaban la independencia de esa ciudad  
por entonces la segunda del país–, contando con un significativo  
respaldo de los sectores populares.  
El avance de las fuerzas independentistas de Guayaquil es-  
timuló también la insurgencia de la clase dirigente criolla de la sierra  
centro-norte: Guaranda, Machachi, Latacunga, Riobamba, Ambato,  
Alausí, Loja y Tulcán se proclamaron independientes en el breve pe-  
8
ríodo comprendido entre el 10 y el 19 de noviembre, aunque las de-  
rrotas sufridas por los insurgentes cuencanos en Verdeloma (20 de  
octubre) y por el ejército guayaquileño en el primer Huachi (22 de  
noviembre) restablecieron el poder colonialista en la sierra y pusie-  
ron en entredicho la misma supervivencia del Guayaquil indepen-  
diente. Un nuevo intento de las tropas insurgentes por acceder a la  
9
sierra fue desbaratado en Tanizahua, el 3 de enero de 1821. A partir  
8
9
Jorge Núñez Sánchez, El Ecuador en el siglo XIX, coed. ADHILAC – Gobierno de la Provincia  
de Pichincha, Quito, 2003, 2ª ed., p. 31..  
Ibidem.  
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Jorge Núñez Sánchez  
de ese momento, solo el fuerte invierno costanero impidió que las  
fuerzas del presidente de la audiencia, general Melchor Aymerich,  
ocuparan la costa y acabaran con la independencia guayaquileña.  
Colombia y la campaña del Sur  
Mientras el Gobierno Provisorio de Guayaquil fracasaba en  
su intento de liberar el interior del territorio, la joven República de  
Colombia se consolidaba al amparo del armisticio acordado con las  
fuerzas españolas. Mas, deseando concluir definitivamente la inde-  
pendencia, el Libertador reinició formalmente las hostilidades en  
abril de 1821 y dos meses después, el 24 de junio, daba con su ejército  
10  
la Batalla de Carabobo, que consolidó definitivamente la indepen-  
dencia de Venezuela. Este triunfo y la reunión del Congreso Consti-  
11  
tuyente de Cúcuta sentaron las bases definitivas de la indepen-  
dencia y organización interna de Colombia. Entre las importantes  
medidas adoptadas por el congreso de Cúcuta estuvieron la supre-  
sión de las vicepresidencias de la república por cada departamento,  
la división del territorio liberado en siete departamentos en vez de  
los dos originales (Venezuela y Cundinamarca), subdivididos a su  
vez en provincias y cantones; la designación de Bogotá como capital  
12  
de la república en sustitución de Cúcuta, etc.  
Tras consolidarse la independencia de Venezuela y la Nueva  
Granada, Simón Bolívar, ratificado como Presidente de la República,  
inició de inmediato los preparativos para la tan ansiada campaña del  
Sur, respaldado por un decreto del Congreso que le autorizaba a di-  
rigir personalmente el ejército y a ejercer facultades omnímodas en  
13  
los nuevos territorios que fueran liberados Acompañó esos prepa-  
rativos con una Proclama a los Colombianos, que decía: Quiteños: el  
ruido de vuestras cadenas hiere el corazón del ejército libertador. Él marcha  
10 Demetrio Quintero, El pasado de Colombia. Lecciones de Historia Patria, Cargraphics S.A, Mede-  
llín, 2008, p.139.  
1
1
1
1 Jorge Núñez Sánchez, El Ecuador y la Gran Colombia, Eskeletra Editorial, Quito, 2015, p. 24.  
2 Gaceta de Colombia, 12-VI-21, pp. 1 y 2. Archivo Histórico Nacional (AHNB) Bogotá.  
3 Gaceta de Colombia: 9-X-21, pp. 47-48 (Nota: la Gaceta de Colombia ensayó a partir de entonces  
una numeración continua de todas las páginas de sus ediciones. En este caso, las páginas ci-  
tadas correspondían a las páginas 1 y 2 de esta Gaceta.)  
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Bolívar en el Ecuador  
al Ecuador, ¿podéis dudar de vuestra libertad? Y libres, ¿podréis dejar de  
abrazar a los que os convidan con independencia, patria y leyes? Dada en  
14  
el Rosario de Cúcuta, 8 de octubre de 1821, año 11º de la independencia.  
Varios meses antes, respondiendo al pedido de ayuda de la  
Junta de Gobierno guayaquileña, Bolívar había dispuesto que un pe-  
queño cuerpo de tropas se trasladase a Guayaquil “con auxilios a esa  
patriótica provincia”,15 encargando reservadamente al jefe de ese  
cuerpo, general José Mires, que promoviese, con el mayor tacto, la  
inmediata agregación de Guayaquil a Colombia, pero sin condicio-  
nar a este objetivo su colaboración militar con los insurgentes gua-  
yaquileños.  
La propuesta de incorporación de Guayaquil a Colombia,  
planteada por Mires a la Junta guayaquileña, dio lugar a una res-  
puesta evasiva, en la que se reiteraba la voluntad guayaquileña de  
agregarse en el futuro “a cualquiera grande asociación que le convenga,  
16  
de las que han de formarse en la América meridional”. No obstante, in-  
sistiendo en recabar mayor ayuda de Colombia y en ofrecer su deci-  
dida ayuda a la campaña libertaria, la respuesta del gobierno  
guayaquileño dejaba abierta la posibilidad de que la provincia se  
agregase a Colombia, al precisar que aquella “se la puede considerar  
17  
de hecho agregada a cualquier Estado con quien tenga tales relaciones”.  
Poco después, el 7 de mayo, arribaba a Guayaquil el general  
Antonio José de Sucre, con 1.000 soldados colombianos y con am-  
plias y precisas instrucciones del Libertador para el manejo militar  
y político de la campaña del Sur. En esencia, ellas puntualizaban una  
política de varias alternativas frente al Gobierno Provisorio de Gua-  
yaquil, al que Sucre debía solicitar, en su orden, la incorporación a  
Colombia, o el mando en jefe de las operaciones militares, o, en úl-  
tima instancia, al menos, su admisión como jefe auxiliar de la cam-  
14 Ibidem.  
15 Bolívar a Rocafuerte, 10-I-21, en Vicente Lecuna: Simón Bolívar, Obras Completas, Caracas, Ed.  
Lex, 1950, tomo I, p.523.  
1
1
6 Jorge Núñez Sánchez, El Ecuador y la Gran Colombia, Eskeletra Editorial, Quito, 2015, p. 25.  
7 La respuesta de Olmedo a Mires (25-II-21) repetía textualmente la declaración del Reglamento  
Provisorio de Gobierno guayaquileño. Era sustancialmente igual a la que Olmedo diera antes  
(
XI-20) al coronel Guido, enviado de San Martín. Biblioteca Ecuatoriana Mínima, José Joaquín  
Olmedo, Epistolario, Ed. Cajica, México, 1960, p.360.  
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Jorge Núñez Sánchez  
paña, retornando a Cundinamarca, en caso de no ser atendido en  
estos requerimientos.  
Sucre, argumentando el “utis possidetis juris” fijado por la Cé-  
dula Real de 1819 -que había colocado nuevamente a Guayaquil bajo  
la jurisdicción del Virreinato de Nueva Granada- y la delimitación  
territorial proclamada por la Ley Fundamental de Colombia, recibió  
igual respuesta que Mires. Logró, sin embargo, convenir con la Junta  
guayaquileña un acuerdo por el cual la provincia se colocaba “bajo  
los auspicios y protección de Colombia”; confiaba a Bolívar “todo el  
poder... para que... comprenda esta provincia en las negociaciones de paz,  
18  
alianza y comercio que celebre con naciones enemigas y neutrales” y otor-  
gaba a Sucre el mando en jefe de todas las tropas, con amplias atri-  
19  
buciones para el manejo de la campaña. En síntesis, a diferencia de  
la efímera “republiquita” de Cuenca, que sucumbió tras el combate  
de Verdeloma, la terca “republiquita” de Guayaquil siguió exis-  
tiendo, pero cada vez más al amparo de Colombia. Para mediados  
de 1821, Sucre contaba ya con un pequeño ejército de alrededor de  
dos mil hombres, con el cual abrió operaciones y obtuvo iniciales  
triunfos sobre las fuerzas colonialistas acantonadas en la sierra, que  
ascendían a un total aproximado de dos mil quinientos soldados.  
Los alzamientos y defecciones de una parte de las tropas locales y  
errores tácticos de oficiales subordinados, determinaron, finalmente,  
20  
el nuevo descalabro de Huachi (12 de septiembre de 1821), que sig-  
nificó la casi liquidación del ejército insurgente.  
Replegado nuevamente a Guayaquil, Sucre debió enfrentar  
un cúmulo de problemas políticos y logísticos que amenazaban con  
imposibilitar la campaña del Sur y forzar la pérdida de Guayaquil  
para la integridad territorial colombiana. Entre ellos se destacaban:  
la presencia de un vigoroso partido peruanófilo, dirigido por uno de  
los triunviros del Gobierno guayaquileño (Roca), que dificultaba al  
máximo los esfuerzos de guerra en que se empeñaba Sucre; la cre-  
ciente desconfianza entre la Junta Gubernativa del puerto y el ejército  
1
1
2
8 Andrés Eloy de la Rosa, Firmas del ciclo heroico, Lima, s. e., 1938, pp. 228-231.  
9 Ibidem  
0 Jorge Núñez Sánchez, El Ecuador en el siglo XIX: ensayos históricos, ADHILAC, Quito, 2002,  
p. 42.  
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Bolívar en el Ecuador  
auxiliar colombiano; la amenaza de las fuerzas colonialistas de la sie-  
rra, fortalecidas por la llegada de un nuevo y eficiente presidente  
para la Audiencia (Murgeón), y la tardanza de los refuerzos solicita-  
dos a Colombia y al gobierno peruano de San Martín.  
Particularmente grave fue la actitud asumida por el gobierno  
de San Martín frente a la campaña de Sucre en territorio quiteño, que  
no se limitó a la negación del respaldo solicitado, sino que aun al-  
canzó ribetes de hostil oposición política, siempre en busca de frus-  
trar la campaña colombiana e incorporar Guayaquil al Perú. En  
diciembre de 1821 llegó a Guayaquil el general José de Lamar, en-  
viado por San Martín para estimular la agregación de esas provincias  
al Perú. Su condición de quiteño de nacimiento (pues había nacido  
en Cuenca) y su vinculación con influyentes familias azuayas y gua-  
yaquileñas, daban a Lamar gran influencia sobre la “republiquita”  
21  
de Olmedo y fortalecían los planes anexionistas de San Martín.  
Ayudado solo por el armisticio acordado con las fuerzas es-  
pañolas en noviembre de 1821 y por su propia habilidad política,  
Sucre logró sortear las graves dificultades que se le oponían y abrió  
nuevamente campaña contra las fuerzas españolas en enero de 1822,  
con un ejército de apenas mil quinientos hombres. Esta vez varió sus-  
tancialmente su plan táctico y se dirigió, primero, hacia la provincia  
de Loja, donde se le unió, poco después, una división auxiliar pe-  
ruano-argentina enviada por San Martín, bajo el mando del coronel  
2
2
Santa Cruz. En verdad, la documentación existente revela que la  
división de Santa Cruz fue enviada por San Martín más con ánimo  
de ocupar el Sur y luego Guayaquil, que de apoyar las operaciones  
militares de Sucre. Por entonces, frustrada la misión de Lamar en  
Guayaquil, San Martín llegó inclusive a ordenar el retiro de las tropas  
de Santa Cruz, que no llegó a realizarse tanto por la enérgica oposi-  
ción de Sucre, como por la patriótica actitud del coronel altoperuano,  
que optó por desobedecer las injustas órdenes de su gobierno. Sin  
embargo, sorteando una vez más los escollos políticos opuestos a su  
acción por el Gobierno peruano, Sucre logró, finalmente, ocupar  
Cuenca, el 21 de febrero de 1822, poniéndose en actitud de operar  
21 Ibid., p. 43.  
22 Jorge Núñez, El Ecuador en el siglo XIX, cit., p. 43.  
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Jorge Núñez Sánchez  
sobre la sierra norte y batir definitivamente a las fuerzas colonialis-  
tas.  
Para cuando inició su marcha hacia el centro de la sierra, a  
comienzos de abril de 1822, Sucre ya había obtenido la incorporación  
de Cuenca a Colombia, lo que constituía un importante triunfo po-  
lítico colombiano e inclinaba, definitivamente, el equilibrio estraté-  
gico en territorio quiteño, tanto en contra de las fuerzas españolas,  
como de las ambiciones de San Martín. Pocos días más tarde, las tro-  
pas libertadoras franqueaban la formidable barrera del nudo del  
Azuay y derrotaban a la brillante caballería española en las proximi-  
dades de Riobamba (21 de abril). Un mes después, reforzado con la  
llegada de nuevas tropas colombianas por la vía de Guayaquil, el  
ejército de Sucre vivaqueaba en las inmediaciones de la capital de la  
Presidencia de Quito.  
Mientras Sucre efectuaba sus dos campañas en la sierra qui-  
teña, Bolívar había liberado el sur de Cundinamarca y avanzado  
hacia Cali, donde emitió otra de sus estimulantes proclamas, que  
decía:  
Colombianos del sur: El Ejército Libertador viene a traeros reposo y li-  
bertad. Caucanos: el día de vuestra recompensa ha llegado. El heroísmo  
de vuestros sacrificios asegura para siempre vuestra dicha: él será el  
patrimonio de vuestros hijos, el fruto de vuestra gloria. Pastusos: ha-  
béis costado llanto, sangre y cadenas al sur; pero Colombia olvida su  
dolor y se consuela acogiendo en su regazo maternal a sus desgracia-  
dos hijos. Para ella todos son inocentes; ninguno culpable. No la temáis,  
que sus armas son de custodia, no son armas parricidas.  
Quiteños: la guardia colombiana dirige sus pasos hacia el antiguo tem-  
plo del padre de la luz. Confiadle vuestra esperanza. Bien pronto veréis  
las banderas del iris sostenidas por el ángel de la victoria.  
Cuartel general en Cali, 17 de enero de 1822, 12º de la independencia2  
3
Luego avanzó con sus tropas hasta las cercanías de la pro-  
vincia quiteña de Pasto, donde fue detenido por las fuerzas colonia-  
listas. Resulta necesario precisar que, desde la insurrección quiteña  
2
3 Proclama de Bolívar a los colombianos del sur, fechada en Cali el 17 de enero de 1822, en la cual  
les anuncia que el ejército libertador les trae reposo y libertad. Ver en: http://www.ar chi-  
vodellibertador.gob.ve/escritos/buscador/spip.php?article5388 (26-04-2019)  
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Bolívar en el Ecuador  
de 1809-1812, Pasto se había convertido en un fortísimo bastión re-  
alista, en donde la causa de la monarquía contaba con un entusiasta  
respaldo popular, debido a un fenómeno político-social en el que se  
entremezclaban el fanatismo religioso, la fidelidad indígena a la co-  
rona española -en gratitud al sistema protectivo desarrollado por las  
Leyes de Indias- y una antigua oposición regionalista a la hegemonía  
económico-social de la oligarquía quiteña. Así se puede entender que  
los pastusos, respaldados en la formidable barrera natural del río  
Juanambú, resistieran con éxito los repetidos embates del ejército li-  
bertador.2  
4
La única alternativa que le quedaba a Bolívar para conquistar  
la provincia de Pasto y abrirse paso hacia la sierra central era que hu-  
biera un ataque de los independientes desde Quito. Esa fue precisa-  
mente la intención de las tropas de Sucre cuando, al amanecer del 24  
de mayo, buscaron flanquear por el Pichincha a las fuerzas españolas  
de la capital, en busca de dirigirse al Norte, atacar Pasto, reunirse con  
el ejército de Bolívar y retornar al centro para consolidar la indepen-  
dencia de Quito y marchar luego hacia el Perú. Tratando de evitar el  
atrevido movimiento del ejército de Sucre, las fuerzas españolas del  
general Aymerich salieron a su encuentro y fueron derrotadas total-  
25  
mente en las breñas del Pichincha, el 24 de mayo de 1822.  
Las cifras de las bajas habidas aquel día muestran con brutal  
elocuencia la dureza de esa batalla: 400 muertos y 190 heridos en las  
2
6
filas realistas; 200 muertos y 140 heridos en las filas nacionales.  
Además, los vencedores capturaron alrededor de 1.200 prisioneros,  
entre soldados y oficiales, más 14 piezas de artillerías y muchas cajas  
de guerra. Al firmarse la capitulación del día siguiente, Sucre, con  
gran caballerosidad, garantizó la libertad y seguridad personal de  
los vencidos y el retorno a España de los jefes y oficiales españoles,  
27  
cuyo pasaje sería pagado por la República.  
2
2
4 Jorge Núñez, El Ecuador en el siglo XIX, cit., p. 44.  
5 Los cronistas de esa campaña, como ‘OLeary, destacan la labor que en ella cumplieron las  
guerrillas campesinas quiteñas, que abastecieron y guiaron al ejército libertador con el mismo  
afán con el que atacaban a las fuerzas colonialistas y desorganizaban sus líneas de abasteci-  
miento y sistemas de comunicación.  
2
2
6 Informe militar de Sucre sobre la batalla de Pichincha, en Gaceta de Colombia, Nº 41, p. 1.  
7 Jorge Núñez, “La Batalla de Pichincha: Epopeya sudamericana”, pp. 42-45, Revista Fuerzas  
Armadas del Ecuador, N°148, Edit. UMINASA, Guayaquil, 2012, p. 43  
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523  
Jorge Núñez Sánchez  
Bolívar, que poco antes había derrotado a los pastusos en la  
batalla de Bomboná, se puso en marcha hacia Quito, donde la ciudad  
28  
y la provincia habían declarado ya su incorporación a Colombia.  
En la tarde del 16 de junio de 1822, acompañado de su Es-  
tado Mayor, de un grupo de tropas y escoltado por 600 a 700 vecinos  
a caballo, entró Bolívar a Quito, “en medio de las más vivas aclamacio-  
nes, y de los transportes de júbilo y alegría de que son capaces los corazones  
29  
más entusiastas, por la gratitud y la libertad” ; así lo informaba el Se-  
cretario de Bolívar, José Gabriel Pérez, al Secretario de Marina y Gue-  
rra de Colombia. Y añadía:  
El heroico e inmenso pueblo de Quito ha manifestado sentimientos  
tales, que yo no puedo expresar, pues no es posible describir el trans-  
porte o más bien el delirio de un pueblo embriagado con el gozo de  
poseer a su Libertador... Todas las clases, todos los sexos, y todas las  
edades, se manifiestan animadas de un mismo sentimiento y se dispu-  
taban a porfía la emisión del regocijo de que estaban llenos sus cora-  
zones.3  
0
Bolívar pasó revista a las tropas vencedoras en Pichincha, y  
al arengarlas, se refirió por primera vez a los “ecuatorianos”, reci-  
biendo luego la aclamación entusiasta del pueblo y la cálida acogida  
de las familias notables; asistiendo a bailes y a celebraciones popula-  
res y siendo objeto de un homenaje más grande aún y más satisfacto-  
rio que todos los anteriores, cuando una delegación del Cabildo puso  
en sus manos un Acta en que las Corporaciones y Personas Notables  
del país expresaban al Libertador el ansia con que lo habían esperado,  
el reconocimiento que tenían para él y el testimonio de su voluntad  
de ser colombianos. Bolívar contestaría ese homenaje con una notable  
carta en que expresaba sus sentimientos hacia el país quiteño:  
El gozo de Colombia ha llegado a su colmo al recibir en su seno al pue-  
blo de la República que levantó primero el estandarte de la libertad y  
2
2
8 Jorge Núñez Sánchez, El Ecuador y la Gran Colombia, Eskeletra Editorial, Quito, 2015, p. 30  
9 José Félix Blanco, Documentos para la historia de la vida pública del Libertador de Colombia,  
Perú y Bolivia. Publicado por disposiciones del general Guzmán Blanco, Imprenta la opinión  
nacional, Caracas, 1876, p.427.  
30 Ibidem.  
BOLETÍN ANH Nº 200 • 513–537  
524  
Bolívar en el Ecuador  
de la ley contra la usurpación extranjera. Quito llevará consigo siempre  
el rasgo más distintivo de su gran desprendimiento y del conocimiento  
más perfecto de una política sublime y de patriotismo acendrado; en  
recompensa a tantos títulos por la posteridad de Colombia, ésta agotará  
su poder y su deseo en derramar sobre la generosa Quito todos los cau-  
dales de la riqueza, de la industria, de la libertad y del bienestar nacio-  
nal. Puede contar el Sur de Colombia con que las facultades ilimitadas  
que el Congreso General me ha confiado se extenderán ilimitadamente  
en beneficio de la tierra querida de la patria y de la última víctima del  
despotismo.31  
De inmediato el Libertador declaró la apertura del puerto de  
Esmeraldas para beneficiar a Quito, dispuso la construcción de un  
camino hacia ese puerto y estableció beneficios varios para quienes  
se asentasen en la nueva zona de colonización o utilizaren el nuevo  
32  
puerto. Para entonces la población del Distrito de Quito (con Quijos,  
33  
Macas, Cuenca y Loja) se estimaba oficialmente 471.071 habitantes.  
A eso habría que agregar la población del distrito de Jaén (ocupado  
de hecho por el Perú, pero que Colombia reivindicaba como suyo),  
la cual se elevaba a 9.000 habitantes.34  
La irrupción histórica de Manuela Sáenz  
La imagen histórica de Manuela rebasa de largo su recia y  
cautivante personalidad, para enlazarse directamente con nuestra  
historia nacional, en la que, sin duda, ocupa un lugar de privilegio.  
Su primera incursión en la vida pública comenzó en Lima, hacia  
1821, cuando el general José de San Martín arribó por mar al frente  
de la expedición libertadora chileno–argentina, tras el objetivo de ex-  
pulsar a los españoles del corazón del virreinato del Perú. Entonces,  
Manuela Sáenz y su amiga guayaquileña Rosa Campuzano, residen-  
tes en Lima, se convirtieron en activísimas colaboradoras políticas  
del Protector del Perú, que enfrentaba la sorda resistencia de la vieja  
31 José Félix Blanco, op. cit., p.428.  
32 Gaceta de Colombia, 8-IX-22, p. 1.  
33 Gaceta de Colombia, 6-X-22, p. 3.  
34 Ibídem.  
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525  
Jorge Núñez Sánchez  
35  
aristocracia virreinal. Utilizando sus contactos sociales y su encanto  
personal, estas dos quiteñas lograron mediatizar esa resistencia y ge-  
nerar en la conservadora sociedad limeña una corriente de opinión  
favorable al gobierno de San Martín y a la independencia. En la cul-  
minación de ese esfuerzo compartido, el Protector instituyó la  
36  
Orden del Sol del Perú , buscando con ello reemplazar la antigua  
aristocracia colonial por una meritocracia republicana. Obviamente,  
Manuela Sáenz formó parte de la nueva orden, con el grado de Ca-  
balleresa, junto con la Campuzano, que para entonces ya era cono-  
cida como “La Protectora”, puesto que había cautivado el corazón de  
San Martín y se había convertido en su compañera.  
Pero Manuela estaba llamada a un destino más trascendente,  
siempre en la ruta de la libertad. Ese destino la llevó a abandonar a  
su marido inglés y a regresar a Quito, donde se convirtió en colabo-  
radora civil del ejército libertador que comandaba Sucre y donde fi-  
nalmente se encontró con Bolívar, el hombre que personificaría ese  
destino de grandeza.37  
Bolívar venía de guerrear durante once años por la indepen-  
dencia nacional. Había recorrido a lomo de mula o de caballo, gran  
parte de la geografía sudamericana. Había conocido sucesivamente  
el triunfo, la derrota y el exilio, pero había vuelto una y otra vez a  
emprender el esfuerzo liberador. Finalmente había ido con sus tropas  
desde las ardientes playas del Caribe hasta los gélidos páramos an-  
dinos, para derrotar a los españoles que señoreaban el corazón del  
virreinato de Nueva Granada. Y ahora había llegado a Quito, donde  
el pueblo alborozado lo esperaba con arcos de flores. Cuando el  
héroe ingresaba al centro de la ciudad, una corona de laureles le fue  
38  
lanzada desde lo alto y casi lo derribó del caballo. Repuesto de la  
impresión, Bolívar miró hacia un balcón y alcanzó a ver a la autora  
de aquel grácil atentado. Más tarde, durante la recepción que le fuera  
ofrecida por el cabildo de Quito, conoció finalmente a esa dama, que  
35 Antonio Cacua Prada, Manuelita Sáenz: mujer de América, Fondo Editorial CCE, Quito, 2002,  
p.24.  
3
3
3
6 José Félix Blanco, op. cit., p.142  
7 Antonio Cacua Prada, op. cit., p.25  
8 Antonio Cacua Prada, op. cit., p.26  
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526  
Bolívar en el Ecuador  
era Manuela Sáenz, y la invitó a bailar una contradanza. Así se inició  
una de las más apasionadas y trascendentales relaciones afectivas de  
nuestra historia, que ha dejado amplia huella tanto por la importan-  
cia de los personajes que la protagonizaron, cuanto por los notables  
efectos que tuvo en nuestra vida política.  
Tras vincularse sentimentalmente con Bolívar, Manuela se  
uniría al ejército libertador, marcharía a la campaña de independen-  
cia del Perú y ganaría en combate sucesivos grados militares, hasta  
llegar al de coronel, solicitado para ella por el general Sucre tras la  
39  
batalla de Junín, por méritos de combate.  
La incorporación de Guayaquil a Colombia  
Incorporada la provincia de Quito a Colombia, quedaba por  
resolver, únicamente, la agregación de Guayaquil, dificultada aún  
por la supervivencia de la terca republiquita de Olmedo. El Liberta-  
dor, inquieto por las renovadas ambiciones de San Martín sobre el  
territorio de la provincia de Guayaquil, marchó rápidamente hacia  
el puerto, aconsejado por Manuela Sáenz, que conocía bien a San  
Martín y suponía, con razón, que al escribirle el argentino a Bolívar  
diciendo que vendría posteriormente a Guayaquil era para tranqui-  
lizarlo y retardarlo a éste, mientras él salía prontamente para ese  
puerto, a fin de ganarlo para el Perú. El tiempo les dio la razón a Ma-  
nuelita, por su sospecha, y a Bolívar, por su positiva e inmediata re-  
acción.4  
0
Una vez llegado al puerto, Bolívar, respaldado por el Procu-  
rador Municipal y gran parte de la ciudadanía, que elevó una solici-  
41  
tud a su cabildo pidiendo la incorporación a Colombia, proclamó  
la soberanía plena de Colombia en esa provincia costanera el 13 de  
42  
julio de 1822. Ese día marcaba para Colombia la integración defi-  
3
4
4
9 Ibidem., p.27.  
0 Ibidem., p.24.  
1 El documento en: El Patriota de Guayaquil, Nº 10. También en: Destruge, Camilo: Guayaquil.  
Revolución de Octubre y Campaña Libertadora de 1820–22, Imprenta Elzeviriana de Borrás, Bar-  
celona, 1920, pp. 344 a 346.  
42 Según informes oficiales, desde septiembre de 1821 hasta mayo de 1822 Colombia había en-  
viado para la campaña del Sur un total de 130 oficiales y 1.314 soldados. Sus gastos de ope-  
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527  
Jorge Núñez Sánchez  
nitiva de su territorio nacional, mediante la incorporación de toda la  
antigua Audiencia de Quito, proceso en que las fuerzas oligárquicas  
regionales hubieron de sacrificar sus ansias de autonomía frente al  
superior poder republicano de Colombia.43  
Doce días después arribaba sorpresivamente a Guayaquil el  
Protector del Perú, general José de San Martín, con ánimo de lograr  
la incorporación de esa provincia a la república sureña; empero, al  
encontrar que Bolívar se le había adelantado y Guayaquil se hallaba  
ya incorporada a Colombia, sus planes sufrieron una sensible trans-  
formación. En su histórica entrevista con Bolívar, importante hito de  
la emancipación americana, San Martín se limitó a solicitar la ayuda  
de Colombia para completar la independencia del Perú y a acordar  
con el Libertador los detalles de esa última campaña por la indepen-  
dencia del sur.4  
4
Resistencia y pacificación de Pasto  
Legalizada la incorporación de Guayaquil a la República de  
Colombia, por resolución mayoritaria del colegio electoral de la pro-  
vincia, ésta pasó a constituirse en departamento colombiano. De in-  
mediato, preocupado por las necesidades de la población y, en  
ejercicio de las facultades extraordinarias que le habían sido otorga-  
das por el Congreso para la administración del Sur, Simón Bolívar  
dictó algunas importantes medidas administrativas, entre las que se  
destacaban la creación de un colegio y el establecimiento de un Tri-  
45  
bunal de Comercio, viejas aspiraciones guayaquileñas. A continua-  
ción el Libertador se trasladó a las provincias de Cuenca y Loja, las  
más meridionales del país, con ánimo de conocer su situación, de-  
jando encargada la administración del nuevo departamento al gene-  
ración, excluido el costo de municiones y equipos, habían sido de 201.301 pesos. (Gaceta de  
Colombia, 24-XI-22, p. 2).  
3 “Pasto, Quito, Cuenca y Guayaquil son cuatro potencias enemigas unas de otras, y todas  
queriéndose dominar sin tener fuerza ninguna con que poderse mantener, porque las pa-  
siones interiores despedazan su propio seno”, escribiría Bolívar a Santander, el 6 de diciem-  
bre de ese mismo año. En: Vicente Lecuna, op. cit, p. 580.  
4
44 Jorge Núñez Sánchez, El Ecuador y la Gran Colombia, Eskeletra Editorial, Quito, 2015, pp. 31-  
3
2.  
4
5 Gaceta de Colombia 10-XI-22, p. 1.  
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528  
Bolívar en el Ecuador  
46  
ral Bartolomé Salom. También en Cuenca estableció, Bolívar, un Tri-  
bunal de Comercio, aunque precisando que tanto éste como el de  
Guayaquil eran contrarios a las leyes colombianas y se establecían  
solo “en virtud de las ventajas que resultan de ellos y de modo provisio-  
47  
nal hasta que el congreso colombiano resolviera definitivamente  
sobre su existencia. Tras ello viajó a Loja, donde hizo algunas refor-  
mas administrativas y dispuso el establecimiento del colegio creado  
por un legado del filántropo don Bernardo Valdivieso, que hasta en-  
48  
tonces había sido impedido por los familiares de éste.  
Pero la guerra estaba lejos de terminar en el distrito surco-  
lombiano. La montañosa provincia de Pasto, perteneciente al Depar-  
tamento del Ecuador (Quito), había vuelto a alzarse en armas contra  
49  
el poder republicano, esta vez bajo la conducción de Benito Boves,  
un sobrino del líder realista de los llanos de Venezuela, quien, en ca-  
lidad de oficial, había combatido en Pichincha y huido tras la de-  
rrota. La rebelión pastusa, iniciada el 28 de octubre de 1822, llegó a  
tener en pocos días alrededor de un millar de hombres sobre las  
armas y amenazó con extenderse a las provincias circunvecinas. Jus-  
tamente alarmado por la situación, Bolívar dispuso que Sucre atacara  
inmediatamente a los rebeldes. Tras un mes de dura campaña, las  
fuerzas republicanas lograron aplastar la rebelión y Pasto, la capital,  
fue escenario del último combate y sufrió la incontenible violencia  
de los triunfadores.50  
Poco después, el 2 de enero, llegó Bolívar a Pasto e impuso  
a los vencidos pastusos una contribución de treinta mil pesos, tres  
mil reses y dos mil quinientos caballos; además, ordenó una recluta  
general de todos los hombres útiles para las armas y la confiscación  
51  
de los bienes de los dirigentes realistas. Dos semanas después, re-  
gresó a Quito, dejando a cargo de las tareas de pacificación al general  
Salom quien, utilizando subterfugios, logró capturar a mil pastusos  
4
4
4
6 Jorge Núñez, El Ecuador en el siglo XIX, cit., p. 45.  
7 Gaceta de Colombia 10-XI-22, p. 1.  
8 Jorge Núñez, “Inicios de la educación pública en el Ecuador”, pp.189-212, Antología de Historia,  
FLACSO, Quito, 2000, p. 209.  
49 Jorge Núñez, El Ecuador en el siglo XIX, cit., p. 45.  
50 Informe de Sucre sobre la pacificación de Pasto; en Gaceta de Colombia: 2-II-23, pp. 1-2.  
51 Jorge Núñez, El Ecuador en el siglo XIX, cit., p. 46.  
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529  
Jorge Núñez Sánchez  
más y los remitió a Quito, para ser empleados en la campaña del  
Perú.5  
2
Mas la pacificación de Pasto era aún una tarea por lograr.  
Apasionadamente fieles al Rey de España y a la realista jerarquía  
eclesiástica, los pastusos, restañaban sus heridas y se preparaban  
para seguir combatiendo a las fuerzas republicanas, esta vez, bajo el  
mando del teniente coronel Agustín Agualongo, un indígena que  
desde 1811 había empuñado voluntariamente las armas en favor del  
Rey. La presencia de Agualongo dio a la resistencia pastusa un ca-  
rácter eminentemente popular, pues concitó el respaldo de los caci-  
ques indígenas de la zona y de los caudillos negros del valle del Patía  
53  
y la costa del Pacífico (Barbacoas, Tumaco e Izcuandé).  
El nuevo alzamiento pastuso se inició en junio de 1823 y tuvo  
tal vigor que pudo derrotar en Catambuco a la guarnición colom-  
biana que dirigía el general Flores. En ese combate, las tropas repu-  
blicanas enfrentaron a un enemigo armado fundamentalmente con  
“palos en forma de maza, lanzas y chuzos” y sufrieron alrededor de 200  
bajas y 300 prisioneros; perdieron también 500 fusiles y una pieza de  
54  
artillería. Luego de ello, el ejército de Agualongo, formado por unos  
mil quinientos voluntarios, avanzó rápidamente hacia el Sur, con di-  
rección a Quito, llegando a situarse en Ibarra para los primeros días  
de julio.  
Alarmado por el avance realista, Bolívar salió personalmente  
de Quito a enfrentar al enemigo, encabezando una formación de tres  
cuerpos de aguerridos veteranos. El combate se dio el 17 de junio de  
1
823, en las calles y alrededores de Ibarra; los pastusos fueron de-  
rrotados después de vigorosa resistencia y sus restos se retiraron  
hacia el norte, acosados por la fuerza republicana. Ochocientos pas-  
tusos murieron en la acción. Al día siguiente, las fuerzas republica-  
nas marcharon hacia Pasto al mando del general Salom, con precisas  
instrucciones de Bolívar para destruir a los facciosos, desterrar a sus  
familias, expropiar sus propiedades y extirpar para siempre las bases  
5
5
5
2 Ibidem.  
3 Jorge Núñez, El Ecuador en el siglo XIX, cit., p. 47.  
4 Sergio Elías Ortiz, Agustín Agualongo y su tiempo, Academia Colombiana de Historia, 1958,  
p. 503.  
BOLETÍN ANH Nº 200 • 513–537  
530  
Bolívar en el Ecuador  
sociales de la facción realista. Ese mismo día, Bolívar escribía al vi-  
cepresidente Santander:  
Logramos, en fin, destruir a los pastusos. No sé si me equivoque como  
me he equivocado otras veces con esos malditos hombres, pero me pa-  
rece que por ahora no levantarán más su cabeza los muertos. Yo he dic-  
tado medidas terribles contra ese infame pueblo. Pasto es la puerta del  
Sur, y si no la tenemos expedita, estamos siempre cortados, por consi-  
guiente es de necesidad que no hay un solo enemigo nuestro en esa  
garganta. Ya está visto que no se pueden ganar, y por lo mismo es pre-  
ciso destruirlos hasta en sus elementos.55  
Siguiendo fielmente las instrucciones de Bolívar, Salom  
buscó la liquidación del poder económico y social de Pasto, pese a  
lo cual dirigió también embajadas a Agualongo, ofreciéndole una de-  
corosa rendición. Santander, por su parte, envió comunicaciones a  
los caudillos pastusos, haciéndoles ver la imbatible fuerza de Colom-  
bia y la necedad de su resistencia, y ofreciéndoles paz y perdón. No  
obstante de ello, durante el resto de aquel año y la primera mitad de  
1
824 los pastusos desarrollaron una guerra de resistencia popular  
digna de mejor causa, acosando y derrotando a las mejores tropas y  
56  
generales de Colombia. Finalmente, el 24 de julio de 1824, Agua-  
longo y sus últimos fieles fueron vencidos y capturados por el coro-  
nel José María Obando, antiguo lugarteniente de un caudillo realista  
y próximo caudillo republicano de la región pastusa. Fusilado Agua-  
longo poco después, la resistencia pastusa se halló sin liderazgo y  
declinó rápidamente.  
55 Documentos referentes a la Batalla de Ibarra con la narración histórica de la Campaña de Pasto, Cris-  
tóbal de Gangotena y Jijón, Talleres Tipográficos Nacionales, Quito, 1923, p. 6.  
5
6 “No es posible dar una idea de la obstinada tenacidad y despecho con que obran los pastusos;  
si antes era la mayoría de la población la que se había declarado nuestra enemiga, ahora es  
la masa total de los pueblos la que nos hace la guerra, con un furor que no se puede expresar.  
Hemos cogido prisioneros muchachos de nueve a diez años... Están persuadidos de que les  
hacemos la guerra a muerte y nada nos creen”. Salom a Bolívar, octubre de 1823. Cit. por  
Jorge Núñez, El mito de la independencia, LACAV, Quito, 1976, p. 102.  
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531  
Jorge Núñez Sánchez  
El esfuerzo de guerra de los departamentos del sur  
La campaña de Pasto, si bien era indispensable para la con-  
solidación de la independencia en los departamentos del centro y  
sur de Colombia, provocó en estos últimos, y en especial en el De-  
partamento del Ecuador, una grave situación económica y social, a  
consecuencia del extraordinario esfuerzo de guerra realizado para  
la misma y que venía a sumarse a las grandes erogaciones y exaccio-  
nes, que desde 1809, sufrieron estos territorios. Arrasada la rica pro-  
vincia de Pasto y afectadas las otras próximas por el continuo paso  
de tropas, sucesivas reclutas y contribuciones forzosas, el departa-  
mento debió aún satisfacer una contribución extraordinaria de veinte  
y cinco mil pesos mensuales, dispuesta por Bolívar en julio de 1823,  
y destinada al sostenimiento permanente de una fuerza de dos mil  
57  
hombres, que asegurara la paz interna del territorio.  
Empero, el más significativo esfuerzo de guerra que debió  
soportar el Sur fue el destinado a la campaña del Perú, que el Liber-  
tador decidió emprender tanto, por extender el ámbito de la libertad,  
cuanto por el temor de que las fuerzas realistas que existían en ese  
país pudieran constituirse en una amenaza para la ya lograda inde-  
pendencia de Colombia.  
El nuevo esfuerzo de guerra comenzó en 1823, con el alista-  
miento de tres mil soldados, como primer contingente colombiano  
a ser enviado al Perú; estas tropas se embarcaron para el sur el 18 de  
58  
marzo de aquel año, al mando del general Manuel Valdés.  
Mientras esperaba autorización del congreso de Colombia  
para marchar a liberar al Perú, Bolívar puso en marcha la prepara-  
ción de un segundo contingente auxiliar, para cubrir los seis mil  
hombres que había prometido enviar a ese país.  
Armas, municiones, vestuario, víveres, transporte, todo fue necesario  
alistarlo con una prontitud extraordinaria y con un erario exhausto...  
Así fue que los Departamentos del Ecuador, Asuay y Guayaquil, hicie-  
ron en aquellas circunstancias grandes y dolorosos sacrificios. El más  
5
5
7 Jorge Núñez, El Ecuador en el siglo XIX, cit., p. 48.  
8 Ibíd., p. 49.  
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Bolívar en el Ecuador  
rico por su comercio y producciones agrícolas, el de Guayaquil, pro-  
porcionó al Libertador un empréstito de cien mil pesos para hacer  
frente a los gastos; los otros dos contribuyeron con igual suma, fuera  
de los víveres y vestuarios que dieran.59  
Sin embargo, los sacrificios quiteños no se reducían al campo  
económico, pues había que contabilizar el gran número de comba-  
60  
tientes que el actual Ecuador aportó para la independencia del Perú.  
En síntesis, la mayor parte del esfuerzo de guerra para la  
campaña del Perú fue aportada por los departamentos de la antigua  
Audiencia de Quito, que contribuyeron con un total de 7.150 hom-  
bres y alrededor de un millón y medio de pesos. Si a eso se agrega lo  
aportado para la campaña de Pasto, se puede concluir que el Distrito  
Sur de Colombia entregó, para la lucha, alrededor de diez mil hom-  
bres y dos millones de pesos.61  
A comienzos de 1823, habiéndose iniciado el envío masivo  
de tropas y pertrechos para la Campaña del Perú, la prensa guaya-  
quileña exaltó la generosidad de su pueblo y su compromiso con la  
libertad americana:  
Guayaquil ha visto zarpar de su ría, en los días 17 y 18 de marzo, los  
transportes que conducen al Callao la primera División del Ejército de  
Colombia. … Ni los ingentes gastos que ha hecho en sus dos expedi-  
ciones sobre Quito y Cuenca, ni los reiterados contingentes con que ha  
contribuido a exterminar las funestas reliquias españolas diseminadas  
en la provincia de los Pastos,… han bastado a sofocar el germen de su  
acendrado patriotismo. Guayaquil, siempre heroico y siempre fecundo  
en recursos de todo género, mira como un deber sagrado la subsisten-  
cia del ejército del sur de Colombia. … Nuevos laureles van a orlar las  
sienes de nuestros guerreros. Nuevas victorias se preparan al pie de  
los Andes a los vencedores de Carabobo y Boyacá,... a los vencedores  
de Bombona y Pichincha. … Tamañas empresas no pueden realizarse  
sino a costa de grandes sacrificios. El héroe de Colombia, el inmortal  
59 Restrepo, op. cit., t. v, p. 30.  
6
0 Jorge Núñez Sánchez, “Capítulos de la historia de la vecindad colombo-ecuatoriana”. En:  
Ministerio de Relaciones Exteriores. Universidad Nacional de Colombia, Una mirada al Ecua-  
dor. Cátedra Ecuador fronteras, vecindad e integración, Imprenta Nacional de Colombia, Bogotá,  
2
008, pp.39-80, p.42.  
6
1 Ibidem.  
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Jorge Núñez Sánchez  
Bolívar no reposa un instante hasta no ver asegurado el territorio de la  
república en toda su integridad. … El pueblo de Guayaquil numerará  
entre los días más célebres de su año cívico los días 17 y 18 de marzo,  
en que ha tenido el placer de secundar los gloriosos esfuerzos de la Re-  
pública en obsequio de la causa general de la América y particular-  
mente del Perú.62  
Pero la guerra no era la única preocupación de Bolívar y su  
administración. Pese al extraordinario esfuerzo económico que sig-  
nificaba la Campaña del Perú, el gobierno de Colombia se dio modos  
para realizar en Guayaquil y su provincia algunas obras públicas im-  
portantes, tales como la construcción de un hermoso malecón en la  
63  
orilla del río Guayas “que –decía “El Patriota de Guayaquil”– aumen-  
6
4
tará indeciblemente la belleza de la ciudad” , la ampliación y reforma  
del hospital militar y del hospital San Juan de Dios, el estableci-  
miento de un lazareto, la construcción de un cementerio (del que ca-  
recía la ciudad), la traslación de la fábrica de pólvora a las afueras  
de la urbe, la reconstrucción de la fábrica de Aguardientes, obras  
65  
todas que testimoniaba el mismo periódico. A su vez, con ese estí-  
mulo, la Municipalidad emprendió un ambicioso proyecto de re-  
forma urbana, disponiendo el derribo de numerosas casas viejas y  
66  
ayudando a la edificación de otras nuevas.  
En fin, el gobierno se dio modos para establecer en el Depar-  
tamento de Guayaquil, hasta fines de 1823, un total de 43 escuelas  
públicas, repartidas por todos los rincones de su extenso territorio:  
2
en Guayaquil, 2 en Montecristi, 4 en Santa Elena y una en cada una  
de estas poblaciones: Samborondón, Yaguachi, Babahoyo, Caracol,  
Puebloviejo, Baba, Estero de Vinces, Daule, Soledad, Colimes, Por-  
62 El Patriota de Guayaquil, Nº 22.  
6
3 Desde entonces, este malecón llevó el nombre de Simón Bolívar, hasta que, hace unos años,  
fue cambiado por el de “Malecón 2000”, reemplazando así un nombre histórico, que honraba  
a la memoria de quien lo concibió originalmente, por un nombre comercial, destinado a exal-  
tar transitorias vanidades políticas.  
6
4 Jorge Núñez Sánchez, “La incorporación de Guayaquil a Colombia”, pp. 76-80. En: Podium.  
Revista de la UEES, N°7, Poligráfica, Guayaquil, 2006, p. 79.  
5 El Patriota…, de 3 de enero de 1824.  
6 Jorge Núñez Sánchez, “Bolívar y la incorporación de Guayaquil a Colombia”, Boletín de la  
Academia Nacional de Historia, N°178, segundo semestre de 2007, PPL Impresores, Quito, 2008,  
p. 129.  
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Bolívar en el Ecuador  
toviejo, Limón, Mocora, Pachinche, Bonce, Río Chico, Pimpignasí,  
Guayabo, Alonso Pérez, Pievasa, Pichota, Pasaje, Jipijapa, Lodana,  
Paján, Palma, Zapotal, Charapotó, Chone, La Canoa, Morro, Chan-  
67  
duy, Colonche, Machala y Balao. Esto muestra el interés que tenía  
la república por el progreso de sus ciudadanos.  
Con plena razón, al celebrarse el tercer aniversario de la in-  
dependencia local, el 9 de octubre de 1823, el Procurador General de  
la ciudad, don José María Santisteban, expresó públicamente que:  
El regocijo de (los guayaquileños) es tan grande que difícilmente puede  
experimentarlo cualquier otro pueblo. …(Guayaquil) ha merecido un  
lugar distinguido entre los pueblos de Colombia, ha entrado en la par-  
ticipación de las glorias de tan gran república, él mismo ha contribuido  
a ellas de un modo extraordinario, y ha gozado en fin de todas las con-  
diciones de un gobierno paternal. Su agricultura, su marina, su comer-  
cio prosperan aceleradamente; la ciudad se engrandece con obras no  
menos conducentes a su ornato, como importantes a la salud pública,  
y sus habitantes en el pleno ejercicio de sus derechos renuevan la me-  
moria de este día como la del fundamento de su dicha y la de sus ge-  
neraciones más remotas.68  
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Gaceta de Colombia, Nº 134  
6
6
7 Gaceta…, Nº 134, p. 2.  
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La Academia Nacional de Historia es una  
institución intelectual científica,  
y
destinada a la investigación de Historia  
en las diversas ramas del conocimiento  
humano, por ello está al servicio de los  
mejores  
intereses  
nacionales  
e
internacionales en el área de las  
Ciencias Sociales. Esta institución es  
ajena a banderías políticas, filiaciones  
religiosas,  
intereses  
locales  
o
aspiraciones individuales. La Academia  
Nacional de Historia busca responder a  
ese  
carácter  
científico,  
laico  
y
democrático, por ello, busca una  
creciente profesionalización de la  
entidad, eligiendo como sus miembros a  
historiadores  
entendiéndose por tales  
profesionales,  
quienes  
a
acrediten estudios de historia y ciencias  
humanas y sociales o que, poseyendo  
otra formación profesional, laboren en  
investigación histórica y hayan realizado  
aportes al mejor conocimiento de  
nuestro pasado.  
Forma sugerida de citar este artículo: Núñez Sánchez, Jorge,  
BOLÍVAR EN EL ECUADOR, boletín de la academia nacional de  
historia, vol. XCVI, Nº. 200, julio  diciembre 2018, Academia  
Nacional de Historia, Quito, 2018, pp.513-537.