Franklin Barriga López
la Casa de la Cultura Ecuatoriana, gracias al convenio suscrito con
esa, igualmente prestigiosa institución a la que nos unen antiguos y
sólidos lazos.
Es el momento de preguntarnos si las actuales generaciones
son merecedoras del legado de los próceres, no para encender ho-
gueras de odio y desunión sino para enmendar rumbos hacia la paz,
la cohesión, el sentido de Patria y la prosperidad.
La Historia –maestra de la vida la conceptuó Cicerón– está
llamada, singularmente en estos días y en cercano futuro, a dejar oír
sus enseñanzas, para incentivar el orgullo de pertenencia, la lumbre
cívica que va apagándose, la consolidación nacional, la lucha por un
presente y porvenir de mejores horizontes. El trabajo de la Acade-
mia, por lo tanto, se intensifica y se vuelve más necesario con cada
hora que pasa.
La oportunidad es propicia para recordar la exhortación que
ha guiado a nuestra corporación científica y que, en junio de 1911,
hizo González Suárez a los jóvenes -futuros historiadores notables-
componentes de la Sociedad Ecuatoriana de Estudios Históricos
Americanos que, en 1920, ascendió a la alta categoría de Academia
Nacional de Historia. El preclaro fundador escribió: “Trabajad con
tesón, con empeño, con constancia: no os desalentéis por las dificultades,
no os acobardéis ante los obstáculos; venced las dificultades, arrollad los
obstáculos. Como la verdad es el alma de la Historia, buscad la verdad, in-
2
vestigad la verdad y, cuando la encontrareis, narradla con valor”.
Las dificultades y obstáculos que señaló el maestro están la-
tentes y son numerosos; no obstante, de nuestra parte prevalece el
espíritu de trabajo sacrificado, pluralista, visionario para alcanzar
los objetivos comunes y que nos conducen a sortear barreras y bo-
rrascas para cumplir a cabalidad el cometido previsto, afianzado en
la verdad, básica y esencialmente.
González Suárez, en su mensaje de 1911, además expresó:
Cuando di principio a mi labor histórica estaba solo, aislado: ahora, cuando
“
para mí se aproxima ya el ocaso de mi vida, no estoy solo, no me encuentro
2
Cfr. Federico González Suarez en: José María Vargas, Jacinto Jijón y Caamaño: su vida y su Museo
de Arqueología y Arte Ecuatorianos, editorial Santo Domingo, 1971, p.17
BOLETÍN ANH Nº 204–Vol XCVIII • 499–504
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