BOLETÍN  
DE LA ACADEMIA  
NACIONAL DE HISTORIA  
Volumen XCVIII Nº 204  
Enero–junio 2020  
Quito–Ecuador  
ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA  
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BOLETÍN de la A.N.H.  
Vol XCVIII  
Nº 204  
Julio–diciembre 2020  
©
ꢀ Academia Nacional de Historia del Ecuador  
ISSN Nº 1390-079X  
eISSN 2773-7381  
Portada  
Luis A. Martínez  
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Quito  
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marzo2021  
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BOLETÍN AC ADEMIA NACIONAL DE HISTORIA DEL ECUADOR  
Nº 204–Vol XCVIII • julio–diciembre 2020  
PANORÁMICA DEL BICENTENARIO1  
Franklin Barriga López2  
Los ecuatorianos somos amantes de la libertad, por eso las  
tiranías no han hallado ni encuentran campo fértil para su vigencia  
y propagación. Esta es una de las cualidades de nuestro pueblo que  
ha protagonizado epopeyas.  
Los déspotas han caído en medio del vituperio y por la va-  
lentía de compatriotas dignos de relieve. Revisar la Historia es apren-  
der hechos que, además de ilustrar, guían hacia los senderos del bien  
común, por el ejemplo de quienes honraron a la Patria con su talento,  
trabajo y más esfuerzos y sacrificios o la negaron, con sus villanías y  
traiciones.  
La conciencia de nación, ese principio espiritual o alma, ese  
plebiscito diario” de pertenencia, afianzado en el pasado común y  
la esperanza de continuar en el futuro compartiendo juntos la iden-  
tidad y los recíprocos y convergentes anhelos y principios de vida  
en comunidad, fueron expuestos en una conferencia que sustentó en  
La Sorbona, con el título “¿Qué es una nación?”, Joseph Ernest Renan  
(1823-1892), escritor, filósofo e historiador, Miembro de la Academia  
Francesa. Bajo esta concepción, plenamente aceptada, no solamente  
por la ciencia política, la nación puede existir y proyectarse, para lo  
cual las enseñanzas históricas son raizales, partiendo del pretérito  
cimentador y orientador del futuro.  
La nación ecuatoriana tiene que ir por ese rumbo, para evitar  
los factores adversos que tratan de erosionarla, como la falta de au-  
toestima, el regionalismo, el prejuicio para lo propio, la preeminente  
y nociva exaltación de lo foráneo, politiqueros sin conciencia de Pa-  
1
2
Este discurso ha sido publicado en Casa Palabras, CCE, Quito, 2020  
Director de la Academia Nacional de Historia. Autor de más de 120 obras publicadas en el  
país y en el exterior.  
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Franklin Barriga López  
tria, corrupción desenfrenada e increíble. Nuestro país consolidará  
su imagen hacia rutas de sano orgullo de pertenencia y prosperidad  
a través de las raíces históricas como siempre proyectadas al devenir.  
Es mi anhelo alentar el sentimiento, sano y edificante, en pos  
de mejores días para Ecuador, en el marco de la cohesión nacional y  
para que se reflexione en torno a si hemos sido dignos de mantener,  
seguir y expandir el ejemplo de nuestros valores humanos o de acon-  
tecimientos merecedores de perdurar en la memoria de las genera-  
ciones, muchos de los cuales están olvidados por una inconsciente o  
premeditada amnesia colectiva que privilegia banalidades, antes que  
hechos y personajes de imitación y alabanza. Aquí radica, en gran  
parte, la identidad, la raíz, la savia, el orgullo comarcano o nacional.  
Pregunto: ¿Los sacrificios que hicieron nuestros próceres ha-  
brán sido en vano?  
El Bicentenario de la Independencia debe ser ubicado en su  
exacta dimensión, como un proceso que abarcó dos fases: la primi-  
cial, que refulgió el 10 de Agosto de 1809, que convirtió a Quito en  
tea libertaria a nivel continental y el posterior, acontecimiento que  
eternizó a nuestra capital como Luz de América, de acuerdo a lo que  
reconoció la placa colocada en el faro de Valparaíso, Chile, el del 9  
de Octubre de 1820, igualmente de gran esplendor.  
Hoy, abordamos el segundo ciclo del Bicentenario que co-  
menzó en la Perla del Pacífico y concluyó en la Batalla de Pichincha,  
el 24 de mayo de 1822, batalla definitiva.  
He aquí la recreación del escenario de la época en que se de-  
senvolvió el anotado proceso independentista. La fuente principal,  
es un libro referencial en dos voluminosos tomos y casi desconocido  
en Ecuador: Colombia-Relación geográfica, topográfica, agrícola, comercial  
y política de este país, adaptada para todo lector en general y para el comer-  
3
ciante y colono en particular.  
Reseño del mencionado texto algunos aspectos, físicos y so-  
ciales, de ciudades, provincias, regiones, pueblos en ese entonces de  
3
Alexander Walker, Colombia-Relación geográfica, topográfica, agrícola, comercial y política de este  
país, adaptada para todo lector en general y para el comerciante y colono en particular, Londres, 1822,  
Baldwin, Cradock y Joy, reeditado por el Banco de la República, Bogotá, 1974.  
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Panorama del Bicentenario  
la Gran Colombia, buena parte de ellos ecuatorianos en la actuali-  
dad, otros ya no lo son:  
Fisonomía geográfica y social del periodo de la independencia  
En el capítulo dedicado a la Presidencia de Quito se describe  
los nevados y volcanes, algunos con detenimiento: Chimborazo, im-  
presionante por su altura; Pichicha, que antes de la Conquista fue  
muy activo; el Cotopaxi, con su fiereza ígnea y perfección de forma;  
los Ilinizas, con proporciones piramidales; el Cayambe y su cono cor-  
tado; el Corazón y su particular figura; el Rumiñahui y sus líneas  
duras; el Sangay y su actividad cotidiana; el Altar y la tradición de  
su hundimiento; el Tungurahua y los surtidores de agua caliente; el  
Carihuairazo, sus páramos y parajes peligrosos.  
San Miguel de Ibarra, en una larga llanura, cruzada por dos  
ríos, con sus conventos, iglesia y colegio. 10.000 habitantes. Indios  
laboriosos, como hasta ahora, en la industria textil.  
Otavalo y sus lagos. 15.000 personas. En las aldeas de Ca-  
yambe y de Cotacachi las tumbas de los gentiles con mucha riqueza.  
Quito, como Presidencia y sus gobiernos que, por el norte,  
iban desde Cali y Buga hasta Loja, también como ciudad célebre  
asentada al pie de la mítica montaña del Pichincha, de la que prove-  
nía gran cantidad de agua para la población estimada, con sus in-  
mediaciones, en 70 mil almas; familias de mucho rango, amantes del  
lujo y las diversiones; calles irregulares por la topografía y empedra-  
das, con casas construidas sobre arcos, en medio de un clima en el  
que no se siente ni frío ni calor, de eterna primavera todo el año,  
salvo cuando llueve torrencialmente. Se resalta la vecindad de las  
dilatadas llanuras de Turubamba e Inna Quito, llenas de quintas bien  
cultivadas, así como su impresionante Plaza Mayor, rodeada por la  
catedral, el palacio del obispo, el consistorio, el palacio de la Real  
Audiencia y una fuente muy hermosa en el centro. Se menciona a  
iglesias y conventos sobresalientes, un hospital de bella arquitectura,  
varias salas de justicia, la contaduría y la tesorería.  
Latacunga con sus construcciones a prueba de terremotos y  
a base de piedra pómez. De 10 a 12.000 habitantes. Gente trabajadora  
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en la cerámica, la elaboración de paños y la preparación de puerco  
salado que se enviaba hasta Guayaquil.  
Ambato con seis villas y 9.000 habitantes.  
Riobamba, con 20.000 habitantes, grande y hermosa.  
Chimbo, con ocho familias, sitio de tránsito a Guayaquil.  
Guayaquil, con el mayor de los ríos del sector y con sus siete  
departamentos: Puerto Viejo, Punta de Santa Elena, la Isla de Puná,  
Yahuachi, Babahoyo, Baba y Daule. “Una de las ciudades más her-  
mosas de Sudamérica”, diez mil habitantes que exhiben la galanura  
y tradicional atracción de sus mujeres. Se caracteriza por el comercio  
y la proliferación de balsas.  
Cuenca, con 10 aldeas, fundada por Gil Ramírez Dávalos,  
con su clima suave y ríos llenos de vados. 20.000 habitantes.  
Alausí, que confina con Riobamba, al igual que el distrito an-  
terior con bastante historia.  
Loja, con catorce aldeas, famosa por la quina. 10.000 pobla-  
dores industriosos.  
Zaruma, con venas de oro, de 5 a 6.000 habitantes.  
La subversión criolla  
El criollismo produjo el sacudimiento del tutelaje español. El  
afán de liberarse tuvo éxito aunque costó, no pocas veces, sangre e  
incontables víctimas de la furia represiva. No pierden interés estos  
datos:  
Cuatro castas componen esta población –los blancos, los indios, los ne-  
gros y la gente de color o mestizos–. Estas castas se subdividen en blan-  
cos nacidos en Europa, que vulgarmente llaman gachupines; en criollos  
blancos, descendientes de europeos; en mestizos que es una mezcla de  
blancos e indios; en zambos, que es una mezcla de indios y negros; y  
en mulatos, que lo es de blancos y negros. Los españoles nacidos en  
Europa se consideraban como pertenecientes a una clase superior a los  
4
blancos del país; el ser europeo era una especie de nobleza.  
4
Franklin Barriga López, Cartillas de divulgación ecuatoriana N°26-27. Temas de Historia, Casa de  
la Cultura Ecuatoriana, Quito, 1980, p.18.  
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Panorama del Bicentenario  
En los territorios de lo que, luego, fue la Gran Colombia, en  
la época independentista las represiones se caracterizaron por su fe-  
rocidad. Tres fueron los tribunales realistas a los que se sometía a los  
patriotas: El Consejo Permanente de Guerra, con la facultad de dictar  
las sentencias de muerte; el Consejo de Purificación, que juzgaba a  
los insurgentes que, a su juicio, merecían pena menor, generalmente  
cárcel o exilio; y, la Junta de Secuestros, que embargaba las propie-  
dades de los rebeldes.  
Esto jamás se debe olvidar: los sufrimientos, muerte, incau-  
tación de bienes, prisión y destierros que aniquilaron familias. El  
ejemplo dejado por los patriotas tiene que ser reconocido y exaltado  
siempre, como muestra de conciencia y dignidad. Los sacrificios  
enunciados sustentan valores que, en todo momento, deben brillar  
en el firmamento del civismo y el progreso.  
La Independencia de Colombia y campaña libertaria  
En 1819, el 17 de diciembre, se expidió la ley por la cual se  
creó la República de Colombia, que abarcaba los departamentos de  
Venezuela, Cundinamarca y Quito. De esta manera se dio existencia  
a la Gran Colombia que se consolidó en el Congreso de Cúcuta que,  
el 30 de agosto de 1821, aprobó la Ley Fundamental de la Unión de  
los Pueblos de Colombia. Los legisladores eligieron a Simón Bolívar  
como presidente de la República y a Francisco de Paula Santander,  
como vicepresidente. La anexión de Panamá se produjo en este  
mismo año. Colombia la Grande, gran estado nacional, se disolvió  
en 1830, año en que murieron los máximos adalides de nuestra In-  
dependencia, Simón Bolívar y Antonio José de Sucre.  
Volvamos a 1819 y a la campaña independentista:  
Pasto fue un enclave realista, al que Bolívar no le tuvo sim-  
patía y viceversa. En esta oportunidad, no deseo referirme a los in-  
sultos y más conceptos peyorativos y de burla, recogidos por  
historiadores, que se les endilgó a los pastusos, debido a su incondi-  
cionalidad a favor de los españoles en las luchas independentistas.  
De Pasto salió Agustín Agualongo que, con sus tropas, pretendió,  
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en 1823, anular los resultados de la Batalla de Pichincha; fue derro-  
tado por Bolívar, en la Batalla de Ibarra o del Tahuando.  
La Batalla de Carabobo (24 de junio de 1921), cerca de la ciu-  
dad de Valencia, fue triunfo rotundo de Simón Bolívar: liberó a Ca-  
racas y buena parte del territorio venezolano que demoraría más de  
dos años en alcanzar su plena Independencia, mediante decenas de  
acciones de armas, en razón de que Maracaibo y Puerto Cabello se  
encontraban en poder realista: los combates de lago de Maracaibo  
(
24 de julio de 1823) y de Puerto Cabello (7 y 8 de noviembre del  
mismo año), bajo el liderazgo de José Antonio Páez, fueron decisivos  
para que Venezuela se independizara.  
El escenario era de esta magnitud, de abierta confrontación  
con las fuerzas ibéricas, mientras que por el sur, el general José de  
San Martín (Virreinato del Río de la Plata, 1778–Francia, 1850) alcan-  
zaba grandes lauros con sus victorias. En 1817, bajo su mando, sol-  
dados argentinos y chilenos iniciaron el cruce de los Andes; en 1820,  
desde Chile salió la Expedición Libertadora que llegó al Perú para  
proclamar su Independencia (1821), cristalizada en un Protectorado  
que dio paso al primer Congreso Constituyente. Argentina, Chile y  
Perú, tienen en él a su Libertador, a quien también denominan el  
Capitán General del Ejército de Chile, Padre de la Patria Argentina,  
el Fundador de la Libertad Peruana. Son célebres, no solo para Chile,  
las Batallas de Chacabuco (12 de febrero de 1817) y Maipú (15 de  
abril de 1818). En Lima, residía el eje del poder colonial, tan solo  
luego de producidas las batallas de Junín (comandada por Simón  
Bolívar, presidente de la Gran Colombia, 6 de agosto de 1824) y Aya-  
cucho (dirigida por Antonio José de Sucre, 9 de diciembre de 1824)  
se eclipsó el poder colonial en el Virreinato del Perú y quedó finali-  
zado el dominio español en América del Sur. Para tener una idea de  
este enfrentamiento, basta indicar que de las filas realistas murieron  
1
.800 combatientes, resultaron heridos 700 y quedaron 3.000 como  
prisioneros, mientras que del bando patriota hubo 370 fallecidos y  
un poco más de 600 heridos.  
Este es el marco, anterior y posterior, al 9 de Octubre de 1820,  
cuyo estudio, valoración y proyecciones honran no únicamente a los  
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Panorama del Bicentenario  
guayaquileños sino a la Patria toda. Esta hazaña debe ser analizada  
dentro de la utilidad de la Historia, para incentivar la motivación  
sincera y permanente cohesión nacional, hacia nobles ideales y rea-  
lizaciones de hermandad y progreso, jamás para motivar descabe-  
llados prejuicios, nefastos sentimientos regionalistas, separatistas o  
de similares y negativas consecuencias, sin odios compulsivos ni dis-  
cusiones bizantinas, lejos de ponzoñosas actitudes que perjudican al  
Ecuador y su desarrollo.  
La más representativa fecha histórica para Guayaquil es el 9  
de Octubre de 1820, a su vez una de las más importantes de la Patria.  
Días antes, los complotados, aparentando asistir a una fiesta, se reu-  
nieron en el Malecón, en la residencia de José de Villamil y su esposa  
Ana Garaycoa. Allí, presididos por José de Antepara, planificaron  
los hechos para la emancipación, en una habitación diferente a esa  
en la que se llevaba a cabo el baile. Este mismo prócer llamó la Fra-  
gua de Vulcano a tan memorable reunión cuyo resultado fue la Au-  
rora Gloriosa, en la mañana del día 9 de octubre no hubo resistencia  
de los realistas, los cuarteles que resguardaban esa plaza. Única-  
mente, el comandante Joaquín Magallar resultó muerto, al oponer  
resistencia y fallecer con honor. Se entregaron los jefes militares rea-  
listas, se reunió el Cabildo y se aprobó el Acta de la Independencia,  
mientras enarbolaron la Bandera de Guayaquil Independiente (cinco  
franjas horizontales, tres celestes y dos blancas, en una de las celestes  
tres estrellas blancas). Así estuvo proclamada la Provincia Libre de  
Guayaquil que se proyectó al resto del país.  
Los notables guayaquileños, el 10 de octubre, enviaron un  
oficio al Libertador Simón Bolívar, en el que le informaron que el  
pueblo unido a las tropas proclamaron la Independencia de esa pro-  
vincia, con tal orden que ni una sola gota de sangre salpicó el estan-  
darte de la libertad, porque no hubo tumultos ni muertes; fue, según  
ese mismo documento, una fiesta cívica. A la vez que el Ayunta-  
miento hizo saber a Bolívar este suceso, hubo la exhortación a her-  
manos y amigos que debían ayudar a mantener esta heroica  
resolución.  
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En la epopeya guayaquileña y sus proyecciones, entre otros  
resaltan estos nombres de los principales próceres, dignos cada uno  
de la semblanza o de la biografía: José Joaquín de Olmedo, León de  
Febres Cordero, José de Antepara, José de Villamil y su esposa Ana  
Garaycoa, Francisco de Paula Lavayen, Luis Urdaneta, Miguel de Le-  
tamendi, Vicente Ramón Roca, Diego Noboa, Luis Fernando Vivero,  
Francisco María Roca, Francisco Marcos, Antonio y Juan Francisco  
Elizalde, Gregorio Escobedo, Jacinto de Bejarano, Rafael Ximena, Vi-  
cente Espantoso, Baltasar García… Sin haber participado en la revo-  
lución del 9 de Octubre, Vicente Rocafuerte (1783-1847) integra la  
pléyade de personajes guayaquileños, con irradiación libertaria y con-  
tinental, escritor, educador, político, pensador de mente abierta, uno  
de los mejores presidentes de la República del Ecuador, Alcalde de  
Guayaquil y Gobernador de la Provincia, parlamentario en las Cortes  
de Cádiz.  
Los cien años de estas acciones gloriosas, fueron conmemo-  
rados en Guayaquil de manera digna y patriótica: la Plaza o Parque  
del Centenario, inauguró el 9 de octubre de 1920, el presidente de la  
República oriundo de la provincia del Guayas, José Luis Tamayo.  
Este proyecto se lo venía considerando desde el año siguiente en que  
sucedió el acontecimiento histórico. Destaca en el centro la Columna  
de los Próceres y su estatuaria clásica, diseñados por el artista espa-  
ñol Agustín Querol y, a su muerte, finalizó la monumental y hermosa  
obra José Monserrat, su compatriota. La realización de las efigies  
complementarias, igualmente admirables, pertenecen a otros artis-  
tas: todo el conjunto concluyó en el año 1937.  
La fecha magna generó, asimismo a un siglo de acontecida,  
la convocatoria al concurso histórico promovido por la Junta Patrió-  
tica del Centenario de Guayaquil, mismo que tuvo como triunfador  
al insigne Camilo Destruge (1863-1929), que alcanzó este lauro in-  
mortal con el pseudónimo D`Amecourt, con su trabajo Historia de la  
5
Revolución de Octubre y Campaña Libertadora de 1820–22. Destruge  
fue prolífico historiador y periodista, director de la Biblioteca y  
Museo Municipal, Cronista Emérito de Guayaquil, Miembro de la  
5
Camilo Destruge, Historia de la Revolución de Octubre y Campaña Libertadora de 1820-22,  
Imprenta Eizeviriana de Borrás, Barcelona,1920  
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Panorama del Bicentenario  
Academia Nacional de Historia, en cuya sede (Casa Alhambra,  
Quito) existe un retrato suyo, en reconocimiento a su nivel de haber  
sido uno de los historiadores más notables.  
Se trata de un libro de 480 páginas, dedicado por su autor  
Al Ilustre Ayuntamiento y al heroico y benemérito pueblo de Gua-  
yaquil en el centenario de la Independencia 1820–1920”, con presen-  
tación de Abel Romeo Castillo, historiador, periodista y poeta  
guayaquileño de prestigio. Este trabajo es completo y abarca lo acon-  
tecido no solamente el 9 de Octubre y proyecciones, sino también la  
historia guayaquileña desde su fundación hasta 1820, narra: los in-  
cendios, invasiones de piratas, medidas defensivas, leyes coloniales,  
astilleros, naufragios y trabajos de salvamento, instrucción, im-  
prenta, sociedad, salubridad, el Cabildo, el Título y el Escudo de  
Armas y algunos otros temas de sumo interés. El 9 de noviembre de  
1
820, tuvo lugar el combate que dio el triunfo a la División coman-  
dada por Urdaneta y Febres-Cordero, lo que vino a incrementar la  
moral de nuestros próceres.  
Luego del 9 de Octubre de 1820 y en este mismo año, ciuda-  
des y pueblos proclamaron su independencia. En la Costa: Sambo-  
rondón, Babahoyo, Daule, Jipijapa, Naranjal. En la Sierra, sobre todo  
en noviembre, Cuenca, Guaranda, Riobamba, Latacunga, Machachi,  
Ambato, Alausí, Loja, Tulcán y Zamora. Previamente, Esmeraldas lo  
hizo el 5 de agosto de 1820; a esta fecha, los esmeraldeños la están  
reivindicando mediante publicaciones y actos diversos.  
La euforia independentista pasó de las declaraciones a las  
acciones armadas; se intensificó por todos los confines. Triunfos y  
reveses acompañaron a los patriotas que siguieron su ruta hasta al-  
canzar el objetivo supremo: la libertad.  
En Guayaquil se conformó la División Protectora de Quito,  
bajo el mando del coronel Luis Urdaneta, que avanzó a Samboron-  
dón, Babahoyo y Sabaneta. Para detener su marcha por la Sierra  
hacia Quito, los españoles bloquearon con tropas las comunicaciones  
desde Ambato hasta Babahoyo. En Camino Real, al sur de Guaranda,  
en las inmediaciones de Bilován, cantón San Miguel triunfaron los  
patriotas.  
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Franklin Barriga López  
Con este magnífico incentivo, las tropas que habían ingre-  
sado a Guaranda al día siguiente, prosiguieron su marcha hacia la  
capital, como era la máxima aspiración, de allí el nombre de la céle-  
bre División Protectora, y llegaron a la ciudad de Ambato, que asi-  
mismo era objetivo de los mil experimentados soldados realistas,  
salidos de Quito y al mando del coronel Francisco González. El com-  
bate de Huachi (22 de noviembre) se inclinó a favor de los españoles,  
como anteriormente, el 20 de octubre, en Verdeloma, Cuenca.  
Estos reveses no desalentaron a los guayaquileños que em-  
prendieron una segunda campaña emancipadora, con la participa-  
ción de militares argentinos y chilenos, hasta que en Tanizagua (3 de  
enero de 1821), cerca de Guaranda, por la acción decisiva del embos-  
cado y belicoso cura Francisco Benavides hubo otra derrota, que hizo  
peligrar incluso a Guayaquil por cuanto el objetivo final de los rea-  
listas era llegar a ese centro de la insurgencia, envalentonados por  
los resultados referidos. Hechos atroces se produjeron en desmedro  
de los vencidos: se capturó y ejecutó al jefe patriota, de nacionalidad  
argentina, comandante José García, a quien se le fusiló ipso facto, se  
le cortó la cabeza que fue enviada Quito y exhibida en una jaula, en  
el puente del Machángara, como también se hizo con las cabezas de  
los indígenas Chabi y Lamiña, alineados a la causa patriota, en otros  
sitios de la capital. Estos hechos de terror y amedrentamiento, ni  
nada por el estilo pudieron apagar la llama libertaria que crecía e ilu-  
minaba la mente y el corazón libertario.6  
No podían ser más pertinentes y alentadores los auxilios que  
llegaron para fortalecer a la Perla del Pacífico que, ante los embates  
sufridos, se preparaba para su defensa. En circunstancias tan desfa-  
vorables, afianzó, sustancialmente, la causa emancipadora, el arribo  
del general Antonio José de Sucre (6 de mayo de 1821).  
Sucre emprendió la campaña definitiva, triunfante detuvo  
en Cone (Yaguachi), el 1 de agosto de 1821, a las fuerzas españolas.  
A paso de vencedores, este guerrero y sus tropas llegaron hasta Am-  
bato, en donde, en el segundo Huachi, fueron derrotados, el 12 de  
septiembre de 1821.  
6
Celiano Monge, “Episodios de la Independencia”, Boletín de la Academia Nacional de Historia,  
Vol. X, N°27, 28 y 29, Imprenta de el Ecuador Comercial, Quito, 1980, p.133.  
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Panorama del Bicentenario  
De esta forma, se estancó la marcha de las fuerzas patriotas,  
por cuanto no era posible el auxilio de Bolívar, ya que el Libertador  
no podía aún vencer en Pasto, bastión realista, como quedó indicado.  
Se hizo llamamiento de colaboración a San Martín, para que envíe  
al experimentado batallón Numancia, cuyos efectivos, que constitu-  
yeron en la División Auxiliar, arribaron al sur, a Saraguro, Loja, al  
mando del boliviano Andrés de Santa Cruz.  
Es así como se engrosó la fuerza y la campaña prosiguió con  
elementos no solo guayaquileños y quiteños sino de otras latitudes  
(
granadinos, venezolanos, argentinos, chilenos, bolivianos, perua-  
nos, ingleses, irlandeses, españoles disidentes) que, en recomendable  
y recíproca ayuda, fueron hacia el objetivo común, la libertad.  
1822 fue el año decisivo: el 21 de febrero, Cuenca se adhirió  
oficialmente a la causa, una vez que pocos días antes se unieron las  
tropas de Sucre y Santa Cruz. El ejército libertario salió de esa ciudad  
el 12 de abril, rumbo al norte, mientras los realistas retrocedían, hasta  
que el 21 de ese mismo mes, en Tapi se dio la batalla que posibilitó  
la libertad de Riobamba. Los granaderos a caballo, batallón confor-  
mado por argentinos y chilenos, al mando del comandante Juan La-  
valle, originario de Buenos Aires, tuvo protagonismo de excelencia.  
Ante la contundencia de las tropas independentistas, que en  
su recorrido hacia la capital recibían contribuciones espontáneas en  
hombres y más recursos al pasar por los pueblos andinos, los espa-  
ñoles se fortificaron en Quito. A Latacunga, llegó Sucre con tres mil  
soldados el 2 de mayo: en esta urbe, a más de recibir hospitalidad,  
planificó la estrategia a seguir y, es así que, once días más tarde, con  
guías latacungueños que conocían perfectamente los terrenos del  
volcán, bordeó sus faldas nevadas y evitó enfrentarse a los cañones  
que estaban empotrados en los pasos Jalupana y La Viudita y al resto  
de tropas realistas que acampaban en Machachi, para detener a los  
patriotas.  
La estadía en Latacunga fue clave para las acciones posterio-  
res: aumentó sus tropas con la llegada del batallón Alto Magdalena  
comandado por el coronel José María Córdoba y voluntarios, que se  
anexaron de esta ciudad y pueblos cercanos. Antes de que Sucre em-  
prenda su partida hacia Quito (13 de mayo), ya comenzaron a salir  
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de la capital de Cotopaxi grupos de avanzada, otros iban a la reta-  
guardia. Al coronel Maza, le hizo regresar a Latacunga, para que este  
oficial, a la cabeza de una pequeña columna que quedó allí, mar-  
chara inmediatamente con ella y neutralizara en Guaranda, como  
efectivamente sucedió, a una partida española que había en esa urbe.  
Este coronel salió de Latacunga el 16 y llegó a la capital de la pro-  
vincia de Bolívar, cumplió su objetivo y se dirigió a Quito, donde sus  
compañeros de armas que iban hacia el Pichincha.  
El ejército libertador, con la guía de los indígenas Lucas Tipán  
y Fermín Padilla, después de sortear las alturas, escabrosidades y  
nieves del Cotopaxi, por su lado oriental y la defensa realista incre-  
mentada en las alturas de Tambillo, descendió al Valle de los Chillos  
el 16 de mayo y descansó en la hacienda del coronel Vicente Aguirre;  
luego, asimismo, burlando los puntos del enemigo pasó Puengasí,  
el 20, hasta que el 21 descendió a Turubamba, al sur de Quito, donde  
los españoles no aceptaron combatir; el 22 pernoctó en Chillogallo,  
en una casa hoy convertida en museo (Centro Cívico Mariscal Sucre)  
y planificó la estrategia final para la batalla que iba a darse en las fal-  
das del Pichincha. Las tropas, en la noche del 23, subieron y tomaron  
posiciones.  
Fue el 24 de Mayo de 1822, a más de tres mil metros de al-  
tura, que las fuerzas independentistas comandadas por el Gral. An-  
tonio José de Sucre, vencieron a las realistas, dirigidas por el mariscal  
Melchor de Aymerich. Esta batalla fue decisiva para la liberación de  
Quito y sus territorios. Para esta victoria, influyeron decisivamente  
las acciones poco conocidas del coronel Cayetano Cestari, italiano,  
que al mando de unos cien efectivos, a unos ochenta kilómetros al  
norte de Quito, mediante la táctica de astucia que engañó al enemigo  
impidió que llegara a la capital el batallón realista Cataluña (cuatro-  
cientos experimentados soldados), procedente de Pasto que se mo-  
vilizaba a paso rápido, para reforzar las huestes españolas de Quito.  
De no ser por ello, seguramente los resultados de Pichincha hubieran  
sido diferentes. El heroísmo patriota fue ejemplar, representado en  
el comportamiento emblemático del teniente Abdón Calderón, joven  
militar que murió gloriosamente.  
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Panorama del Bicentenario  
Al otro día, Sucre y su Ejército entraron triunfalmente a  
Quito, donde fueron recibidos en atmósfera de apoteosis. Se suscri-  
bió la Capitulación entre el General español Melchor Aymerich y el  
General de Brigada del Ejército de Colombia y Comandante General  
de la División del Sur, Antonio José de Sucre, por la cual quedó se-  
llada nuestra independencia del dominio ibérico.  
La Academia Nacional de Historia, con motivo del Bicente-  
nario de la Independencia Nacional, en su segunda fase o etapa, está  
llevando a cabo programaciones condignas a tan memorable episo-  
dio: uno de ellos, la Biblioteca de la Independencia, doce volúmenes  
escritos por más de veinte Miembros de esta prestigiosa y centenaria  
corporación científica. Comenzó a publicarse, en Quito, dentro del  
convenio de colaboración suscrito con otra emblemática institución  
de nuestro país, la Casa de la Cultura Ecuatoriana. A este proyecto,  
cuyo primer tomo está ya en circulación, se han solidarizado, en  
plausible gesto, otras entidades de renombre: como la Universidad  
Central del Ecuador, el Instituto Panamericano de Geografía e His-  
toria–Sección Nacional del Ecuador, la Academia de Historia Militar,  
la Sociedad Bolivariana del Ecuador y la Universidad Regional Au-  
tónoma de los Andes (UNIANDES).  
Bibliografía  
DESTRUGE, Camilo, Historia de la Revolución de Octubre y Campaña Libertadora  
de 1820-22, Imprenta Eizeviriana de Borrás, Barcelona, 1920  
BARRIGA LÓPEZ, Franklin, Cartillas de divulgación ecuatoriana N°26-27. Temas  
de Historia, Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito, 1980  
MONGE, Celiano, “Episodios de la Independencia”, Boletín de la Academia Na-  
cional de Historia, Vol. X, N°27, 28 y 29, Imprenta de el Ecuador Comercial,  
Quito, 1980  
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WALKER, Alexander, Colombia-Relación geográfica, topográfica, agrícola, comercial  
y política de este país, adaptada para todo lector en general y para el comerciante  
y colono en particular, Londres, 1822, Baldwin, Cradock y Joy, reeditado por  
el Banco de la República, Bogotá, 1974.  
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La Academia Nacional de Historia es  
una institución intelectual y científica,  
destinada a la investigación de Historia  
en las diversas ramas del conocimiento  
humano, por ello está al servicio de los  
mejores  
intereses  
nacionales  
e
internacionales en el área de las  
Ciencias Sociales. Esta institución es  
ajena a banderías políticas, filiaciones  
religiosas,  
intereses  
locales  
o
aspiraciones individuales. La Academia  
Nacional de Historia busca responder a  
ese  
carácter  
científico,  
laico  
y
democrático, por ello, busca una  
creciente profesionalización de la  
entidad, eligiendo como sus miembros  
a
historiadores  
profesionales,  
quienes  
entendiéndose por tales  
a
acrediten estudios de historia y ciencias  
humanas y sociales o que, poseyendo  
otra formación profesional, laboren en  
investigación  
histórica  
y
hayan  
realizado aportes al mejor conocimiento  
de nuestro pasado.  
Forma sugerida de citar este artículo: Barriga López, Franklin,  
Panorámica del Bicentenario", Boletín de la Academia Nacional  
de Historia, vol. XCVIII, Nº. 204, julio diciembre 2020,  
Academia Nacional de Historia, Quito, 2021, pp.505-518  
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