Jorge Núñez Sánchez
construcciones políticas de los dos últimos siglos, para poder enten-
der más cabalmente nuestra historia anterior a la formación de las
repúblicas. Y esa historia anterior, en la que no existían las fronteras
de hoy, abarca muchos siglos, que no pueden ser olvidados o mira-
dos de soslayo. En esos siglos están los pueblos ecuatoriales vincu-
lados a los del Sur y los Andes centrales por el culto solar, por el
comercio de la concha Spondylus, por el intercambio del oro ecua-
torial, por el cobre del sur, lo que permitió que en el actual Perú se
levantaran tumbas como la del Señor de Sipán y que, en la cuenca
del Río Guayas, se produjeran las hachas–monedas, primera moneda
metálica del continente americano.
Durante la etapa colonial, ¡cuán rica fue la vida compartida
entre el país quiteño y el Perú! Intercambiaban gentes y productos a
través de los viejos caminos de esta región o por medio de la nave-
gación marítima. En Quito se bebía aguardiente de Pisco y vinos traí-
dos del Perú y Chile, mientras que en el sur se consumía chocolate
hecho con cacao del área de Guayaquil. Y todo esto ocurría mientras
familias de un país se asentaban en el otro y viceversa, dando como
resultados, entre otros, que el más grande héroe y mártir de la ciencia
peruana, Daniel Alcides Carrión, fuera hijo de lojanos, o que el héroe
de Ayacucho y primer Presidente del Perú, el mariscal José de Lamar,
hubiese nacido en Cuenca.
A su vez, el período previo a la formación republicana, el de
la independencia, nos muestra a nuestros territorios como espacios
de integración y esfuerzo conjunto. Baste recordar que tropas del
Perú participaron en las luchas de independencia del actual Ecuador
y combatieron en Pichincha, y que tropas ecuatorianas hicieron si-
milar tarea en el Perú y combatieron en Ayacucho. Y eso se repitió
décadas más tarde, en 1864, cuando voluntarios ecuatorianos pelea-
ron en la línea del Callao defendiendo la independencia del Perú,
frente a los intentos neocolonialistas de España, que se había apode-
rado de las Islas Chinchas.
En fin, entre ambos países tenemos personajes de afectos
compartidos, a los que hoy debemos reverenciar dignamente, co-
menzando por Atahualpa, siguiendo por Lamar y terminando por
BOLETÍN ANH Nº 198 • 412–417
414