BOLETÍN  
DE LA ACADEMIA  
NACIONAL DE HISTORIA  
Volumen XCV  
Nº 198  
Julio–diciembre 2017  
Quito–Ecuador  
ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA  
DIRECTOR:  
Dr. Jorge Núñez Sánchez  
SUBDIRECTOR:  
SECRETARIO:  
TESORERO:  
Dr. Franklin Barriga López  
Ac. Diego Moscoso Peñaherrera  
Hno. Eduardo Muñoz Borrero  
Mtra. Jenny Londoño López  
BIBLIOTECARIA-ARCHIVERA:  
JEFA DE PUBLICACIONES:  
Dra. Rocío Rosero Jácome  
RELACIONADOR INSTITUCIONAL: Dr. Vladimir Serrano Pérez  
BOLETÍN de la A.N.H.  
Vol XCV  
Nº 198  
Julio–diciembre 2017  
©
Academia Nacional de Historia del Ecuador  
ISSN Nº 1390-079X  
e-ISSN Nº 2773-7381  
Portada  
Monumento a Vicente Rocafuerte  
en la ciudad de Guayaquil  
Diseño e impresión  
PPL Impresores 2529762  
Quito  
landazurifredi@gmail.com  
enero 2019  
Esta edición es auspiciada por el Ministerio de Educación  
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA  
Vol. XCV – Nº. 198  
Julio–Diciembre 2017  
FRONTERA SUR ECUATORIANA:  
EPÍLOGO DEL SECULAR CONFLICTO  
Rafael Camacho Pineda1  
Antecedentes  
Cuando Cristóbal Colón descubre el secreto, que en silencio  
y desde siglos infinitos, celosamente habían ocultado los mares que  
circundan América, los aborígenes del “Reino de Quito” soportaban  
la última etapa del expansionismo cusqueño. La conquista definitiva  
de este territorio lograda por Huayna Cápac, constituyó la consoli-  
dación del Tahuantinsuyo; imperio vasto y floreciente heredado por  
los hermanos Huáscar y Atahualpa, que pronto desapareció, por cau-  
sas de la guerra fratricida y el hurto de la civilización occidental.  
La invasión incaica y posterior confrontación entre hermanos  
por la supremacía del poder, sintéticamente, es el primer momento  
de lo que fue el secular litigio territorial con la república del Perú;  
como igualmente será el tratamiento de los demás de esta materia,  
para no fatigar la atención de quienes me escuchan.  
A partir de la Colonia  
En la diversidad posesoria de América, a pesar de constituir  
entidad única de la Corona española, ya se evidencia el asidero de  
problemas sobre la fijación de fronteras internacionales de los futuros  
Estados Nacionales; una breve reseña permitirá determinar que los  
poderes político, militar y religioso, tuvieron marcadas diferencias  
en cuanto a lo jurisdiccional y administrativo. Hechos característicos  
1
Cursó sus estudios superiores en la UTMACH, graduándose de Sociólogo, graduado  
en la UTMACH. De su labor investigativa y literaria destacan documentos como: La  
Interminable Agresión peruana a Ecuador. Cronología: desde el incario a 1998; Historia del  
Cantón Arenillas; La Tradición Oral Arenillense; y, más ensayos que lo han hecho acreedor  
de varios galardones.  
BOLETÍN ANH Nº 198 • 418–442  
418  
Frontera Sur ecuatoriana:  
Epílogo del secular conflicto  
de este periodo son: Las andanzas de la Audiencia de Quito; la mez-  
quindad de los religiosos del Colegio de Ocopa, cuyas continuas pre-  
2
tensiones territoriales tuvieron su logro en la Cédula Real de 1740;  
y la temeridad de los informes del Ingeniero Requena, que por sus  
3
ansias de poder, logró el edicto de la Cédula Real de 1802.  
Terminado por asalto el poderío del monarca quiteño Ata-  
hualpa y sofocados los rezagos de resistencia, el dominio del colo-  
niaje español se asienta definitivamente en Lima y empieza a  
organizar el gobierno de los pueblos conquistados. El rey de España  
4
Felipe II, mediante Cedula del 29 de agosto 1563, erige a la Goberna-  
ción del Reino de Quito a la categoría de Audiencia y Cancillería  
Real; soporte jurídico, político e histórico-social, más remoto de la  
Nación ecuatoriana. Las Audiencias no fueron creaciones arbitrarias,  
su erección y delimitación se efectuó previo análisis de los vínculos  
históricos y geográficos de las entidades culturales anteriores. La de  
Quito fue fundada donde se desarrolló su tradicional reino e incluyó  
territorios para hacer clara su delimitación, señalando expresamente,  
por el sur: hasta el Puerto de Paita exclusive, que por supuesto in-  
5
cluía Tumbes; al sureste comprendía Jaén y Valladolid; y, “hacia la  
parte de los pueblos de la Canela y Quijos (Este) tengan los dichos pueblos  
con los demás que se descubrieren” (Declaratoria que determinaba el  
doble distrito de la Audiencia).  
Según Real Orden del 15 de febrero de 1566, la Audiencia de  
Quito pasa a depender del control administrativo del virrey del Perú;  
gobierno superior al que se mantuvo hasta 1717, conservando su  
doble distrito y gobierno.6  
2
3
Miguel Ángel Galarza, Conferencia Histórico-geográfica sobre Límites entre el Ecuador y el  
Perú, Cuenca, 1923, p. 8.  
Ana María Sevilla Pérez, El Ecuador en sus mapas: Estado y nación desde una perspectiva es-  
pacial, FLACSO. Sede Ecuador, Quito, 2013, pp. 143-146.  
Miguel Ángel Galarza, op. Cit., p. 5-7.  
Francisco Javier León, “Documentos Diplomáticos”, en: Exposición del Ministro del Interior  
y Relaciones Exteriores dirigida al Congreso Constitucional de 1871, Imprenta Nacional,  
Quito, 1871, p. 68.  
4
5
6
Gabriel Pino Icaza, Derecho Territorial Ecuatoriano, impr. de la Universidad de Guayaquil,  
T. 1, 2da. ed., 1953, p. 114.  
BOLETÍN ANH Nº 198 • 418–442  
419  
Rafael Camacho Pineda  
Justamente, este señalamiento de doble distrito constituía es-  
tímulo para mayores esfuerzos. Por la prolija labor de las misiones  
jesuíticas en la región de Mainas, y con el objeto de ratificar los de-  
rechos de la Audiencia de Quito, el 18 de junio de 1683, el monarca  
7
español emite una Cedula Real, misma que fue ratificada el 16 del  
siguiente mes. Se ordenaba el estricto amparo a los jesuitas para que  
prosigan evangelizando por el río Marañón: “hasta las partes donde  
los lleve su celo y aplicación”. Esto implicaba que los territorios pacifi-  
cados fueran anexados de hecho a la Audiencia, según lo estipulado  
en el texto de su cédula de erección de 1563.  
Por el año de 1686, los evangelizadores jesuitas avanzan no-  
tablemente por las cuencas del río Ucayali, llegando hasta cerca de  
Puno: el Padre Enrique Richter fundó varias reducciones, siendo de  
suma importancia la de San Miguel de Conivos. Paralelamente, los  
franciscanos del Colegio de Ocopa, pertenecientes a la Audiencia de  
Lima, pretenden realizar labor similar e invaden los territorios del  
Ucayali colonizados por los jesuitas.8  
Al reclamo quiteño, don Melchor de Navarra y Rocafull, Vi-  
rrey del Perú, decidió que los jesuitas tendrían como límite de su  
labor hasta San Nicolás de los Conivos en el Ucayali; y que de allí  
hacia el sur correspondería a la Misión de los franciscanos del Cole-  
gio de Ocopa; anómala determinación que obligó a los jesuitas apelar  
al Consejo de Indias.  
Conocedor el Rey Carlos II de la facultad de exploración que  
le asistía a la Audiencia de Quito, y del derecho que les otorgaba a  
los jesuitas la Cédula del 18 de junio de 1683, mediante Cédula Real  
que llegó a Quito en el 1689 zanja definitivamente el litigio, orde-  
nando: “Que las misiones y reducciones del Alto y Bajo Ucayali hasta los  
pajonales que habían llegado las conquistas del Padre Richter pertenecían a  
las misiones jesuíticas de Quito; y en consecuencia, que si los jesuitas habían  
sido desposeídos fuesen luego repuestos”.9  
7
8
9
Ibíd., p. 138.  
Ibíd., loc. Cit.  
Enrique Vacas Galindo, Colección de documentos sobre límites ecuatoriano-peruanos, T. 1,  
Quito, 1902, p. 502  
BOLETÍN ANH Nº 198 • 418–442  
420  
Frontera Sur ecuatoriana:  
Epílogo del secular conflicto  
Este fallo manifiesta dos aspectos importantes: se ratifican  
los derechos territoriales de la Audiencia de Quito según lo estipu-  
lado en la cédula de erección; y se reconocía, que los límites de la  
Audiencia de Lima respecto al Oriente (provincias no descubiertas  
según su cedula de erección) eran territorios ya descubiertos y paci-  
10  
ficados bajo la jurisdicción de Quito.  
Por orden del Rey Felipe V, el 27 de mayo de 1717 se suprime  
la Audiencia de Quito y anexa a la Real Audiencia de Santa Fe,  
creando el Virreinato de Nueva Granada. Seis años después, por Cé-  
dula Real de San Idelfonso del 5 de noviembre de 1723, se suprime  
éste: la Audiencia de Quito adquiere nuevamente su personería jurí-  
dica bajo los mismos límites y extensión territorial; pero, igualmente,  
11  
pasa a depender del control administrativo del Virrey del Perú.  
El 20 de agosto de 1739, se restablece el Virreinato de Nueva  
Granada, y nuevamente la Audiencia de Quito forma parte de él;  
conservando todas sus características de independencia política, ad-  
ministrativa y territorial: siendo sus límites los mismos que en 1689;  
12  
que perdió en 1717 y que readquirió en 1723. Pero la reerección del  
Virreinato granadino exigía la conveniencia de deslindar límites geo-  
gráficos de las unidades político-territoriales, y, jurisdiccionales del  
Gobierno Superior de los virreyes del Perú y Nueva Granada. El rey  
de España, Felipe V, dicta para el efecto la Cédula Real de 1740, pri-  
13  
mer documento cercenador de territorio quiteño a favor de Lima.  
Posteriormente, a partir de los años 1777, 1802 y 1803, nuevas modi-  
ficaciones e interrupciones se disponen para la Nación quítense:  
El Tratado preliminar de límites entre las coronas de España  
14  
y Portugal, del 1 de octubre de 1777, así como la demarcación de  
fronteras en territorio amazónico realizada por comisiones luso–his-  
10 Gabriel Pino Icaza, op. Cit., p. 139.  
11 Teodoro Alvarado Garaicoa, Sinopsis del Derecho Territorial Ecuatoriano, Guayaquil, 1952,  
p. 79.  
12 Gabriel Pino Icaza, ob. Cit., p. 149-153  
13 Luís Mendoza García, Derecho Territorial Ecuatoriano, impr. Nueva Luz, Guayaquil, s/f,  
p. 58.  
1
4 Marcela Viviana Tejerina, “La lucha entre España y Portugal por la ocupación del es-  
pacio: una valoración alternativa del tratado de san Ildefonso de 1777”, pp.31-40, en:  
Revista de Historia, N° 135, Universidad de São Paulo, São Paulo, 1996, p.33.  
BOLETÍN ANH Nº 198 • 418–442  
421  
Rafael Camacho Pineda  
panas durante las décadas de 1780 y 1790, constituyeron desmedro  
para Quito. Con este instrumento, los imperios pretendían terminar  
el histórico de disputas y discordias de sus posesiones respectivas  
en América y Asia; respectivamente, Francisco de Requena, desig-  
nado por España para las negociaciones demarcatorias en la hoya  
del Gran Río, fracasó rotundamente en su cometido; cuestión que  
justificó en un informe sobre la región de Mainas, plagado de false-  
dades y aspiraciones personales.  
Las regiones de Mainas y Quijos, por la Real Cédula del 15  
de julio de 1802, en lo concerniente a lo militar y eclesiástico pasan  
15  
a depender del control de la Audiencia de Lima.  
Con Guayaquil sucede lo mismo; en un primer momento, a  
solicitud de la Junta de Fortificaciones de América, el Rey de España  
mediante Cédula del 7 de julio de 1803 decide segregar de la Au-  
diencia de Quito, su administración militar y agregarla a la vigilancia  
de Lima;16 más los excesos del Virrey del Perú, motivan reclamos  
ante el Rey español, quien el 9 de noviembre de 1807 dicta nueva Cé-  
dula, explicando los alcances de la anterior (julio de 1803), al tiempo  
que reprobaba la conducta observada por el Virrey; lamentablemente  
esta Cédula no pudo ser enviada por la inoportuna invasión de Fran-  
17  
cia a España. En segundo momento, el movimiento revolucionario  
del 10 de Agosto de 1809 motivó al Virrey de Lima para que de hecho  
anexara continuamente a Guayaquil y su distrito a su control de go-  
18  
bierno total; acciones derogadas por Real Cédula del 23 de junio de  
819: esta Cédula, no es sino, la transcripción del documento del 9  
1
de noviembre de 1807 que no pudo llegar al Continente. A excepción  
del ramo militar, el resto de la administración de Guayaquil y su dis-  
trito correspondían a la Audiencia de Quito y Virreinato de Santa Fe,  
ya restablecidos.19  
15 Luis Mendoza García, op. Cit., p. 62.  
16 Jorge Villacrés Moscoso, Historia de Límites del Estado Ecuatoriano, Guayaquil, 1982, p.  
46.  
1
7 Julio Tobar Donoso y Alfredo Luna Tobar, Derecho Territorial Ecuatoriano, impr. del Mi-  
nisterio de relaciones exteriores, ed. 3a, Quito, 1982, p. 44.  
8 Gabriel Pino Icaza, op. Cit., p. 468.  
1
1
9 Jorge Villacrés Moscoso, op. Cit., p. 47.  
BOLETÍN ANH Nº 198 • 418–442  
422  
Frontera Sur ecuatoriana:  
Epílogo del secular conflicto  
Simultáneamente, la situación en Quito y Santa Fe proseguía  
caótica. Por Real Orden del 23 de agosto de 1814 se determina, que  
la Audiencia de Quito quede temporalmente dependiente de Lima.  
Esto ocasionó: que durante los años de 1815 a 1820, el virrey tuviere  
injerencia en su administración y que en el transcurso de los años  
20  
pretendiera derecho sobre territorios que no le pertenecían. Y sería  
a partir de las gestiones de don Toribio Montes, presidente de la Au-  
diencia de Quito, quien mediante carta del 22 de diciembre de 1814  
dirigida al Consejo Pleno de Indias, logra que por Real Orden de  
1
819 se restituya al Virreinato de Santa Fe, la señalada audiencia, que  
21  
venía dependiendo de Lima.  
Y las interrupciones y modificaciones continuarían acentuán-  
Guayaquil proclama su independencia el 9 de Octubre de  
820. La presión y argucias del coronel Tomás Guido, representante  
dose:  
1
del general San Martín, mediante convenio firmado el 30 de diciem-  
bre en curso, logra que la Junta de Gobierno, decida alinearse bajo  
22  
el protectorado de éste; mas la naturaleza de esta Convención, que  
en nada favorecía a la causa patriota, fue suficiente para que la Junta  
Superior de Guayaquil recapacitara y decidiera firmar un nuevo  
Convenio con el delegado de Bolívar, general José Mieres, el 12 de  
abril de 1821.2  
3
Tumbes proclama su independencia el 7 de enero de 1821 y  
decide por el protectorado de San Martín. El 4 de junio del mismo  
año le correspondió a Jaén de Bracamoros; entidad, que como era  
usual por ese entonces el recurrir por ayuda militar a las posiciones  
más cercanas, acudió por ella a las autoridades del Departamento de  
24  
Trujillo, las que prestas avalaron el movimiento.  
2
2
2
2
2
0 Gabriel Pino Icaza, op. Cit., p. 492- 494.  
1 Ibíd., pp. 469-473.  
2 Ibíd., pp. 509-511.  
3 Ibíd., pp. 521-523.  
4 Hernán Altamirano Escobar, El Por Qué del Ávido Expansionismo del Perú, Quito, 1991,  
p. 61.  
BOLETÍN ANH Nº 198 • 418–442  
423  
Rafael Camacho Pineda  
Durante la Gran Colombia  
Corresponde al principio de la cuestión litigiosa ecuatoriano-  
peruana. Lo dudoso en cuanto a los límites y pertenencias de los dos  
virreinatos (Lima–Santa Fe), crearon un grave problema, que desen-  
cadenó el conflicto armado de 1829, sin lograr (según una de las par-  
tes) terminar el asunto.  
Las actuales repúblicas de Colombia, Venezuela y Ecuador,  
formaron de 1819 a 1830 la República de Colombia. Las legislaciones:  
Ley Fundamental” (Angostura, diciembre 17 de 1819), “Constitu-  
ción Política de la República” (Cúcuta, octubre 6 de 1821), “Ley de  
División Territorial” (junio 25 de 1824), fueron comprensivas de la  
integridad territorial de la Audiencia de Quito.  
25  
Ante estos actos constitutivos, el Perú a la sazón dizque ya  
independiente (julio 21 de 1821) y que pregonaba desembozada-  
mente la pertenencia de Tumbes y Jaén alegando el derecho a la Libre  
Determinación de los Pueblos, jamás opuso reparo alguno; Colombia  
en cambio, ante el primer intento peruano de considerar a Mainas,  
Quijos y Jaén (abril y junio de 1822), para elegir Representantes al  
Congreso Constituyente, protestó enérgicamente, consiguiendo par-  
26  
cialmente las explicaciones necesarias y retiro de las convocatorias.  
Sobre el mismo caso, las requeridas por el General Sucre, Intendente  
del Distrito del Sur, por la orden emitida el 30 de junio del año en  
curso del Presidente del Departamento de Trujillo al Gobernador de  
Jaén, a efectuar elecciones para Diputados al Congreso peruano, tu-  
vieron suerte adversa: la resistencia de Bernardo Monteagudo, Ple-  
nipotenciario peruano, en nota del 14 de agosto ladinamente  
27  
señalaba a Jaén como parte de su jurisdicción.  
Por estas circunstancias, y en procura de establecer límites  
definitivos entre las dos Naciones, el 6 de julio de 1822, los plenipo-  
tenciarios Joaquín Mosquera por Colombia y Bernardo Monteagudo  
por Perú, firman el Tratado de Unión, Liga y Confederación Perpe-  
2
2
2
5 Ver: “Cuerpo de Leyes de la República de Colombia”, Caracas, 1840.  
6 Hernán Altamirano Escobar, op. Cit., p. 77.  
7 Julio Tobar Donoso y Alfredo Luna Tobar, op. Cit., p, 60.  
BOLETÍN ANH Nº 198 • 418–442  
424  
Frontera Sur ecuatoriana:  
Epílogo del secular conflicto  
tua, Documento donde se pospuso el tratamiento del asunto limí-  
trofe; pues en las discusiones previas, el Diplomático Monteagudo,  
sostenía la necesidad de dejar a Guayaquil a su libre albedrío el  
asunto de su anexión; además también, el reconocimiento tácito al  
28  
Perú de la posesión de Tumbes, Jaén y Mainas. Con igual propósito,  
en el Tratado Mosquera–Galdeano, del 18 de diciembre de 1823, las  
Partes aceptan la vigencia del Uti Possidetis Juris; también, la dele-  
gación peruana exige que se suprima la expresión, “desde la desem-  
bocadura del río Tumbes al mar Pacífico hasta el territorio del  
Brasil”, por considerar que la inexistencia de planos topográficos  
para el aprobación de esta línea, era perjudicial para los intereses de  
ambas Partes. Como el reconocimiento del Uti Possidetis Juris dejaba  
incólume el derecho de Colombia, Mosquera firmó; Por la vaguedad  
del documento, bueno para sus intereses, Perú lo aprobó. Colombia  
29  
al darse cuenta de la falacia peruana, de inmediato lo vetó.  
En suma, pese al imperialismo absorcionista manifiesto en  
los políticos limeños, más pudo el fundamento independentista bo-  
livariano: el 9 de diciembre de 1824, en los campos de Ayacucho, las  
huestes libertadoras de Bolívar y Sucre, logran definitivamente la in-  
dependencia del Perú; accionar noble, nunca entendido como pro-  
30  
tectorado por los Libertadores granadinos. Sin embargo, pese a la  
demostración de Ideal Panamericanista, “Maquiavelo” continuaba  
fuerte: los desacuerdos en torno a fronteras; la resistencia de un sec-  
tor político peruano al gobierno del Libertador Bolívar; la renuencia  
al arreglo de la deuda económica generada por la guerra de la inde-  
pendencia; la ocupación y negativa a su devolución de los territorios  
de Mainas, Jaén y Tumbes; la publicación del mapa oficial del Perú  
en 1826, objeto editado en Francia, donde se retiene la región oriental  
de Chachapoyas-Pataz, transgrediendo oficialmente la línea limítrofe  
31  
de 1740; y, la injerencia peruana en la caída del gobierno del Gral.  
Sucre en Bolivia, fueron el acabose de la magnanimidad de Bolívar  
2
2
3
3
8 Hernán Altamirano Escobar, op. Cit., p. 62.  
9 Julio Tobar Donoso y Alfredo Luna Tobar, op. Cit., p, 64.  
0 Gabriel Pino Icaza, op. Cit., p. 637  
1 Francisco Sampedro V., Geografía Histórica Territorial del Ecuador a 1994, Quito, s/f, p.  
115.  
BOLETÍN ANH Nº 198 • 418–442  
425  
Rafael Camacho Pineda  
para que el 15 de julio de 1828 manifieste la declaratoria de guerra al  
Perú.3  
2
Perú, prevalido de su eficiente Marina de Guerra, el 9 de sep-  
tiembre de 1828 decreta el bloqueo naval de los puertos ecuatoria-  
33  
nos; y, José Domingo Lamar, Presidente del Perú, el 12 de octubre  
de 1828 empieza con éxito su campaña invasora tomándose los te-  
34  
rritorios de Loja y parte del Azuay; el puerto de Guayaquil, los días  
2 y 23 de noviembre de 1828 fue ametrallado sin piedad, mismo  
que pese a su heroica resistencia, el 11 de enero de 1829 fue  
2
35  
sometido. Sin embargo, la campaña de triunfos peruanos cambia  
en el mes de febrero de 1829: los días 13 y 27, las tropas de Sucre  
triunfan en Saraguro y en las llanuras del Portete de Tarqui; el 28 de  
febrero, sellan su victoria con la firma del Tratado de Girón, docu-  
mento cuyo capítulo XI, insta al Perú a desocupar el territorio y a de-  
volver la Plaza de Guayaquil. Lamentablemente, el Congreso  
peruano reprobó el Tratado alegando incompetencia de La Mar; en  
tal virtud Guayaquil siguió ocupado, estado que duró hasta el 20 de  
36  
julio del año en curso en que se efectivizó su devolución.  
Derrocado el presidente La Mar, el nuevo gobierno peruano  
da por terminada la guerra; hecho consolidado el 22 de septiembre  
de 1829 con la firma en Guayaquil del Tratado de Paz y Límites. En  
este Instrumento las Partes reconocen el Uti Possidetis Juris pero con  
las variaciones que juzgasen convenientes acordar entre sí; estipu-  
lándose en los artículos VI y VII, la conformación de una Comisión  
Mixta para la fijación y rectificación de una línea divisoria. En octu-  
bre del año en curso, los involucrados cumplen con las formalidades  
37  
del caso, convalidando definitivamente el Instrumento. Para el ini-  
cio del trabajo demarcatorio, la delegación ecuatoriana viaja a Tum-  
bes a encontrarse con su par; fue en vano el esfuerzo: en premeditada  
evasiva el Perú irrespetó el Tratado.  
3
3
3
3
3
3
2 Gabriel Pino Icaza, op. Cit., pp. 667-669.  
3 Hernán Altamirano Escobar, op. Cit., p. 81.  
4 COLECCIÓN L.N.S., Historia del Ecuador, T. 1, Ed. Edibosco, Cuenca, 1989, p. 246.  
5 Ibíd., p. 247.  
6 Diario El universo, sec. 2a, Guayaquil, 27 de febrero de 1994, p. 12.  
7 Hernán Altamirano Escobar, op. Cit., pp. 89-91.  
BOLETÍN ANH Nº 198 • 418–442  
426  
Frontera Sur ecuatoriana:  
Epílogo del secular conflicto  
Y por supuesto que era premeditado su accionar si conocían  
de antemano el caos reinante en la Gran República. En esta situación,  
el 11 de agosto de 1830 Cipriano Mosquera y Carlos Pedemonte, fir-  
man en Lima el Protocolo de Límites. Bolívar en prevención de las  
pretensiones ilimitadas de Lima, decidió fijar una línea limítrofe con  
accidentes arcifinios que zanjara definitivamente el problema. Así,  
en aras de la paz y armonía de las dos Naciones, se renunció a ex-  
tensas áreas de territorio ubicadas a la margen derecha del río Ama-  
zonas, pero conservando la margen izquierda. El Perú logró por  
38  
entonces su máxima aspiración.  
De la conformación en Estado Nacional a 1941  
Se refiere al inicio y desarrollo de la agitada vida republicana;  
época en que el problema territorial se acentuó y tuvo su desenlace  
negativo para el país. Varios fueron los tratados, protocolos, confron-  
taciones armadas, negociaciones directas e intentos de arbitraje, por  
dirimir el diferendo, sin lograr el objetivo propuesto.  
El 12 de julio de 1832, José María Pando por Perú y Diego  
Noboa por Ecuador, firman en Lima el Tratado llamado de “Amistad  
y Alianza”. Propicio para sus intereses, la Parte peruana inmediata-  
mente lo ratificó; Ecuador no lo hizo, por cuanto el Ministro Pando  
obviaba el Instrumento de Guayaquil del 22 de septiembre de 1829,  
oponiendo para el efecto el principio de respeto a las retenciones pe-  
39  
ruanas de Tumbes, Jaén y Mainas. Insubsistente este Tratado, Ecua-  
4
0
41  
dor durante las conferencias Valdivieso- León y Daste-Charún,  
de 1840 a 1842, respectivamente; luego, a propósito de la ley peruana  
del 10 de marzo de 1853, que crea en Loreto un Gobierno Político y  
42  
Militar independiente de la Prefectura del Amazonas y Marañón;  
también, en las negociaciones con los tenedores de bonos de la deuda  
3
3
8 Jorge Villacrés Moscoso, op. Cit., pp. 52-53.  
9 Gabriel Pino Icaza, Derecho Territorial Ecuatoriano, impr. de la Universidad de Guaya-  
quil, T. II, 1952, p. 20-27.  
4
4
4
0 Julio Tobar Donoso, op. Cit., pp. 103-105.  
1 Luís Mendoza García, op. Cit., p. 102.  
2 Hernán Altamirano Escobar, op. Cit., p. 96.  
BOLETÍN ANH Nº 198 • 418–442  
427  
Rafael Camacho Pineda  
43  
44  
inglesa del 6 de noviembre de 1854, y 21 de septiembre de 1857;  
en cada uno de estos actos, sostuvo constantemente su derecho a la  
línea regida por el Tratado de 1829, protestó contra las pretensiones  
peruanas y reclamó la devolución de las provincias usurpadas por  
el Perú.  
Pero a fuerza de toda esta defensa la tesis ecuatoriana empe-  
zaría a ceder. El resultado de las negociaciones ecuatoriano-británi-  
cas, fue considerado por el Perú como violación de sus derechos  
territoriales, e inmediatamente opuso la guerra. El 26 de octubre de  
1
858 el Presidente peruano Ramón Castilla, decretó el bloqueo de los  
puertos ecuatorianos, declarando maliciosamente, que la medida  
adoptada no era para humillar a Ecuador, sino exclusivamente para  
derrocar al gobierno que presidía el General Robles, “pues afligir con  
45  
los avatares de una guerra a Ecuador, repugnaba a sus sentimientos”. A  
esto se sumaría la crisis política interna que atravesaba el país inva-  
dido, conocida de antemano y al acecho por el imperialismo limeño,  
para perpetrar la invasión y forzar la firma del Tratado de Mapasin-  
gue el 25 de enero de 1860 con el gobierno del Gral. Franco. En este  
documento, el Perú impone el reconocimiento de la Cédula Real de  
julio de 1802, para la demarcación limítrofe; y, la anulación de las ce-  
siones de terrenos hecha a los tenedores de bonos de la deuda in-  
46  
glesa. Posteriormente sería declarado nulo por ambas naciones.  
A más de este conflictivo contexto interno e internacional, el  
proyecto secreto entre Colombia y Perú para “polonizar” al Ecuador  
(
16 de septiembre de1859),47 fue el presagio que forzó a la unidad  
momentánea en el aparato central gubernamental y las élites terra-  
tenientes regionales. En adelante, los regímenes exhiben políticas sig-  
nificativas ceñidas con la defensa de la soberanía del Estado.  
4
4
4
4
4
3 Ibíd., p. 97.  
4 Gabriel Pino Icaza, op. Cit., pp. 261-264.  
5 Ibíd., p. 317-321.  
6 Hernán Altamirano Escobar, op. Cit., p. 100.  
7 Diego Uribe Vargas, Colombia y la Diplomacia Secreta. Gestiones para implantar la monar-  
quía, edit. Fundación Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano – Academia Colom-  
biana de Historia, ed. 2da., Bogotá, 2005, p. 83-86.  
BOLETÍN ANH Nº 198 • 418–442  
428  
Frontera Sur ecuatoriana:  
Epílogo del secular conflicto  
El 21 de enero de 1863, cuando surgen problemas entre las  
autoridades militares brasilero-peruanas, por causa de los deslices  
cometidos por los barcos de guerra peruanos, el “Morona” y “Pas-  
48  
taza”, en el Pará; en la contestación del 14 de mayo de 1864 a la in-  
vitación peruana del 11 de enero del año en curso, al Congreso  
Americano de Plenipotenciarios, en Lima, para debatir y aceptar prin-  
49  
cipios que conduzcan a finiquitar problemas limítrofes; por la Ley  
Suprema del 24 de mayo de 1868, que autoriza la colonización de las  
márgenes del río Amazonas;50 las advertencias del 15 de enero de  
1
870, a la actitud de Perú y Brasil, que en 1866 habían formado una  
Comisión demarcadora de límites, para dar cumplimiento al Tratado  
celebrado en 1851; en la solicitud del 4 de enero de 1875 al gobierno  
peruano, a desaprobar los procedimientos de la Comisión Hidrográ-  
51  
52  
fica, además, explicaciones satisfactorias de los hechos refractarios;  
en nota diplomática del 4 de diciembre de 1886, por la pretensión de  
fundar colonias en los departamentos de Loreto y Amazonas, en te-  
53  
rritorios aún por deslindarse; el Gobierno ecuatoriano renovó sus  
protestas y reservas ante el del Perú por el cumplimiento de lo pac-  
tado en 1829 y la fijación de límites de acuerdo con dicho Tratado.  
Tanta insistencia en el reclamo ecuatoriano, que invalidaba  
cualquier argumento de posesión indisputada que hubiera alegado  
el Perú, cedió al fin: Lima propone a su contraparte, el arreglo por  
decisión arbitral y sugiere al Gobierno de España como el Ente idó-  
neo. En consecuencia, el 1 de agosto de 1887, José Espinosa y Emilio  
Bonifaz, de Ecuador y Perú respectivamente, suscriben en Quito un  
Convenio de Arbitraje, para dirimir el diferendo ante el Rey de Es-  
54  
paña: a los cincuenta y ocho años después de la firma del Protocolo  
de Guayaquil del 22 de septiembre de 1829, la insólita irresponsabi-  
lidad ecuatoriana lo dejaba en el aire. A esto se sumaría (tal como lo  
4
4
5
5
5
5
5
8 Hernán Altamirano Escobar, op. Cit., p. 101.  
9 Gabriel Pino Icaza, op. Cit., pp. 409-410.  
0 Hernán Altamirano Escobar, op. Cit., p.102.  
1 Gabriel Pino Icaza, op. Cit., pp. 410-411.  
2 Ibíd., p. 414-416.  
3 Hernán Altamirano Escobar, op. Cit., p.103.  
4 Ibíd., p. 104.  
BOLETÍN ANH Nº 198 • 418–442  
429  
Rafael Camacho Pineda  
estipulaba el documento) el establecimiento de las negociaciones di-  
rectas, como posibilidad de superar el diferendo antes de la emisión  
del fallo arbitral; cuestión que desembocó en la firma del Tratado  
Herrera-García del 2 de mayo de 1890, donde al decidirse por las  
concesiones mutuas quedaba para Ecuador la margen derecha del  
río Santiago, es decir, una salida directa al Amazonas; al Perú, Iqui-  
55  
tos, Jaén y tumbes, entre otros, que ya de facto ocupaba: el 24 de  
octubre de 1891, Perú aprobó dicho Tratado pero con modificacio-  
56  
nes; Ecuador lo declaró insubsistente el 25 de julio de 1894, recha-  
zando tal avidez.57  
¿Qué le importaba al Perú la actitud ecuatoriana, si había lo-  
grado definitivamente vulnerar el Tratado de 1829? Fracasada esta  
última gestión (las negociaciones directas), el 19 de febrero de 1904,  
los Plenipotenciarios Miguel Valverde por Ecuador y Mariano Cor-  
nejo por Perú, suscriben en Quito un Acuerdo en el que deciden vol-  
ver al Arbitraje español. Para el efecto, solicitan a su Majestad el envío  
de un Comisario Regio para que estudie los archivos de Quito y Lima,  
58  
cuya información serviría de soporte del veredicto. Otra vez la di-  
plomacia ecuatoriana en la red peruana del 1 de agosto de 1887; y  
muy a pesar de conocer, que en 1898 el Presidente peruano Nicolás  
de Piérola promulgara la “Primera Ley Orgánica de Tierras de Mon-  
taña”, ley que dinamizó flujos migratorios particularmente a Iquitos,  
desde donde comenzó su sistemática apropiación de territorio en dis-  
puta; precipitando el combate de Angoteros del 26 de junio de 1903,  
y posterior en Torres Causano del 28 de julio de 1904; acciones arma-  
das que propiciaron el statu quo del 29 de enero de 1905.  
En estas circunstancias, el 3 de abril de 1910 a los rumores,  
que los derechos ecuatorianos serían conculcados en el Laudo, la in-  
dignación popular fue inmediata. El Perú en cambio, lanzó un ulti-  
59  
mátum exigiendo el acatamiento tácito de lo que aún no se emitía;  
5
5
5
5
5
5 Gabriel Pino Icaza, op. Cit., pp. 518-524.  
6 Ibíd., p. 624.  
7 Hernán Altamirano Escobar, op. Cit., p. 106.  
8 Luís Mendoza García, op. Cit., p. 109.  
9 Francisco Sampedro V., El Espacio Territorial Ecuatoriano de 1830 a 1992, Ed. Cárdenas,  
Quito, s/f, p. 46.  
BOLETÍN ANH Nº 198 • 418–442  
430  
Frontera Sur ecuatoriana:  
Epílogo del secular conflicto  
razón suficiente para que el 10 de mayo del año en curso, el presi-  
dente Alfaro asuma el mando de las operaciones militares y con su  
Estado Mayor desembarque en Puerto Bolívar blandiendo el ague-  
60  
rrido “Tumbes, Marañón o la guerra”. Para el día 18 del mismo mes  
se haría presente la mediación de EE.UU, Brasil y Argentina, consi-  
guiendo el retiro de las tropas. Finalmente, el 24 de noviembre de  
61  
1
910 el Rey de España abandonó el Arbitraje, volviendo la cuestión  
al statu quo de 1905.  
Tras el fracaso del Laudo español las negociaciones con el ve-  
cino del sur tardarían en reanudarse; tiempo aprovechado por la di-  
plomacia peruana para empezar a ejecutar su nueva estrategia. El 24  
de marzo de 1922, se firma en Lima un Tratado secreto de límites  
entre los representantes Fabio Lozano de Colombia y Alberto Salo-  
món Osorio del Perú. El primero entrega a su Par, las zonas que  
Ecuador le había cedido en el Tratado Vernaza-Suárez del 15 de julio  
de 1916, con la condición de la entrega peruana del Trapecio de Le-  
62  
ticia; insólito suceso que daba a Colombia la calidad de país ribe-  
reño del Amazonas, al tiempo que dejaba la zona oriental ecuato-  
riana expedita para el zarpazo de su compensador. Ahora sí, potente  
para proseguir en su cometido, luego de más de trece años de pro-  
testas y reclamos del Ecuador ante la Cancillería del Perú por sus pe-  
rennes violaciones, el 21 de junio de 1924, se retoman las negociacio  
6
3
nes con la firma del Protocolo Ponce–Castro Oyangurén; Instru-  
mento que cristaliza el proyecto de Fórmula Mixta forjado el año  
1913, misma que preveía concretar procedimientos definitivos para  
el arreglo limítrofe, combinando las negociaciones directas con el ar-  
bitraje del mandatario norteamericano sobre puntos que no se logren  
acuerdos directos.  
Lamentablemente por la serie de disidencias internas en  
ambas naciones, las conversaciones subsiguientes de este acuerdo se  
retrasaron. El 13 de abril de 1934, los diplomáticos Homero Viteri La-  
fronte y Solón Polo de Ecuador y Perú, inician en Lima las discusio-  
6
6
6
6
0 Ibíd., pp. 46-47.  
1 Hernán Altamirano Escobar, op. Cit., p. 136.  
2 Ibíd., p. 125.  
3 Ibíd., p. 136  
BOLETÍN ANH Nº 198 • 418–442  
431  
Rafael Camacho Pineda  
64  
nes respectivas; ciclo ineficaz de conferencias que desembocaron:  
) En la suscripción del Acta de Lima del 6 de julio de 1936, docu-  
1
mento de aceptación a una nueva línea de statu quo que implicaba  
para Ecuador, renuncia de derechos respecto de su demanda terri-  
torial original, y 2) La violenta suspensión unilateral peruana de las  
65  
negociaciones de Washington, el 28 de septiembre de 1938.  
Así de fácil el Perú recibía la patente para seguir poseyendo  
los territorios ecuatorianos que había ocupado hasta la firma del acta  
de Lima; procedimiento incrementado desembozadamente a partir  
de 1935, cuando la Escuela Superior de Guerra de Lima decide la  
agresión armada a Ecuador. Invasión desencadenada de manera ge-  
neral y contundente durante los meses de julio, agosto y septiembre  
de 1941, con un Ejército numeroso y dotado de todas las armas de  
guerra, logrando apoderarse de la Provincia de El Oro, Loja y Región  
oriental; gracias a la conjugación de su bien planificado ataque y de  
su consuetudinaria falacia, como lo demostró en la violación del cese  
de hostilidades del 26 y 31 de julio.  
De la firma del Protocolo de Rio de Janeiro a 1998  
La invasión peruana se detuvo solamente, al momento de  
estar asegurada la aquiescencia internacional para el arrebato defi-  
nitivo. La retórica de “invasión total” y “necesidad de alcanzar la  
unidad de los países latinoamericanos para hacerle frente a las po-  
tencias del eje Berlín-Tokio-Roma”, fueron los elementos de presión  
que ejecutaron los Países Garantes contra Ecuador, para que el 29 de  
enero de 1942 firme el Protocolo de Río de Janeiro; instrumento que  
pese a restituir el statu quo de 1936 cortándole todo acceso territorial  
directo al río Amazonas, no satisfizo plenamente la ambición de la  
milicia peruana, puesto que su propósito preveía la ocupación total  
del oriente ecuatoriano, y por la costa, la provincia de El Oro hasta  
el río Jubones.  
64 Jorge Pérez Concha, Frente Externo, Litografía e imprenta de la Universidad de Guaya-  
quil, 1985, p. 58.  
5 Ibíd., pp. 60-61.  
6
BOLETÍN ANH Nº 198 • 418–442  
432  
Frontera Sur ecuatoriana:  
Epílogo del secular conflicto  
Una vez entronizado el imperialismo, devino inmediata-  
mente la imposición premeditada y el alevoso triunfalismo: el 4 de  
febrero de 1942, la Cancillería peruana emite oficialmente, el “Mapa  
de la Región Limítrofe Peruano-Ecuatoriana”, en el que impone su  
línea demarcatoria, en franco desacato a disposiciones y procedi-  
66  
mientos estipulados para el efecto; y, el 28 de julio del mismo año,  
el presidente peruano Manuel Prado y Ugarteche en su mensaje al  
Congreso Nacional se solazaba al manifestar su complacencia abso-  
luta, por cuanto, con la firma del Protocolo en mención se “supera en  
decenas de miles de kilómetros cuadrados todos los anteriores proyectos de  
convenios y laudos internacionales así como las más ventajosas posesiones  
de nuestra vida independiente”. 67  
Iniciado el trabajo de linderación, de inmediato se presentan  
las inexactitudes topográficas entre el texto del Protocolo y la reali-  
dad en el terreno. La más grave resultó al tratar de definir el divor-  
tium aquarum entre los ríos Zamora y Santiago, que inicialmente se  
suponía, ser la Cordillera del Cóndor. Error por el cual, a partir de  
diciembre de 1944, se colocan diez hitos desde la quebrada San Fran-  
68  
cisco hacia el norte de la señalada cordillera; constatado por EE.UU.  
de NA. cuando realizaba el levantamiento aerofotogramétrico del  
continente; y, denunciado el 27 de febrero de 1947 por la Embajada  
norteamericana en Quito, con la entrega a su Par ecuatoriana, del  
mapa del sector en referencia, en el que se dibuja como línea de fron-  
tera la Cordillera del Cóndor con la leyenda: “La frontera Ecuador-Perú  
69  
está demarcada por la vertiente formada por la Cordillera del Cóndor”; afir-  
mación errónea, puesto que en dicho documento se advierte otra di-  
visoria de agua: el rio Cenepa corre paralelo y en gran medida. Sin  
embargo del evidente problema, el Perú ocupó inmediatamente  
ambas riberas del Cenepa y la falda oriental de la Cordillera del Cón-  
dor, sin esperar una resolución legal.  
6
6
6 Julio Tobar Donoso y Alfredo Luna Tobar, op., Cit., p. 234.  
7Manuel Prado y Ugarteche, Mensaje al Congreso Nacional del Perú, el 28 de julio de 1942,  
en: www4.congreso.gob.pe/museo/mensajes.  
68 Hernán Altamirano Escobar, op. Cit., pp. 173-174.  
69 Francisco Sampedro V., Geografía Histórica Territorial del Ecuador a 1994, Ed. Cárdenas,  
Quito, p. 77.  
BOLETÍN ANH Nº 198 • 418–442  
433  
Rafael Camacho Pineda  
A partir del estado de la cuestión imperante, la diplomacia  
ecuatoriana abre una nueva etapa histórica, ¡empieza a cuestionar la  
imposición del Protocolo!: de su primaria aceptación de validez y  
aplicación, en adelante, aunque en momentos contradictorias, las  
tesis de Revisión, Inejecutabilidad, Nulidad, Transacción Honrosa y  
Arreglos Amistosos, son las posiciones adoptadas al respecto.  
En la Conferencia Interamericana para el Mantenimiento de  
la Paz y Seguridad del Continente, en Brasil, del 15 de agosto de 1947;  
y, en la IX Conferencia internacional Americana, en Bogotá, de Abril  
de 1948; los cancilleres ecuatorianos Vicente Trujillo y Parra Velasco  
respectivamente, plantearon la necesidad de revisión de los Tratados  
70  
antijurídicos. El Presidente Galo Plaza, conocedor de la realidad geo-  
gráfica existente en el sector meridional de la zona Zamora-Santiago,  
el 27 de septiembre de 1948 decide la suspensión de los trabajos de-  
71  
marcatorios; y, en su mensaje al Congreso Nacional del 10 de Agosto  
72  
de 1952 plantea la inejecutabilidad del Protocolo. El 17 de agosto de  
960, el doctor Velasco Ibarra, por entonces Presidente electo de la  
República, en su discurso pronunciado en Riobamba, proclamó la  
1
73  
tesis de nulidad del Protocolo; pero ocho años más tarde, días antes  
de iniciar su quinto periodo (1 de sep. 1968), expresa la necesidad de  
cambiar su planteamiento anterior por el de una transacción honrosa,  
74  
que permita a Ecuador un puerto en el Amazonas.  
Veinte y seis años transcurren desde la firma del Protocolo  
durante 1968–80 gobiernan dictaduras militares en el Perú: Velasco  
(
Alvarado 1968–75; Morales Bermúdez 1975-80); tiempo en que Ecua-  
dor ha pretendido hallar en el mismo, al aceptarlo y ejecutarlo par-  
cialmente; al refutarlo como inejecutable o nulo para lograr su  
revisión, actitudes de comprensión y apego al Derecho por la Con-  
traparte. Son años en que el Perú ha contrapuesto la teoría del Tratado  
Perfecto, pregonando: su validez; que está ejecutado parcialmente,  
70 Jorge Pérez Concha, El Protocolo de Rio de Janeiro y los problemas derivados de su ejecución,  
Guayaquil, 1954 pp. 30-40.  
1 Hernán Altamirano Escobar, op. Cit., p. 175.  
2 Jorge Pérez Concha, op. Cit., pp. 43-44.  
3 Jorge Pérez Concha, Frente Externo, Guayaquil, 1985, p. 84.  
4 Ibíd., p. 103.  
7
7
7
7
BOLETÍN ANH Nº 198 • 418–442  
434  
Frontera Sur ecuatoriana:  
Epílogo del secular conflicto  
faltando por demarcar, únicamente un pequeño sector de frontera,  
por lo que no existe ningún problema de límites con los del norte; y,  
que se requieren por lo tanto, como objetivo prioritario, amojonar el  
sector de frontera problema. Es la época en que se forjan las invasio-  
nes peruanas por la cordillera del Cóndor en 1981 y 1995, bajo el  
ideario del Gral. Edgardo Mercado Jarrín, quien afirma: “La coyun-  
tura internacional se convierte en nuestros días en un nuevo factor deciso-  
rio. La acción para obtener el objetivo político continúa en el campo de las  
negociaciones cuando aquél no pudo ser alcanzado totalmente en el campo  
militar.7  
5
Desde entonces (tal como anticipadamente se preparó la  
agresión de 1941), Lima acomete en ilimitado armamentismo y ac-  
ciones de provocación, que conjuga maquiavélicamente con la fiebre  
integracionista que preconiza Sudamérica, para zanjar definitiva-  
mente el diferendo:  
Velasco Alvarado inicia su gestión, adquiriendo doce sofis-  
ticados aviones Mirage, constituyéndose en el primer país latinoa-  
76  
mericano con una flota de este tipo. El 10 de diciembre de 1974, se  
subscribe la “Declaración de Ayacucho”, por el sesquicentenario de  
77  
la batalla. El año de 1975, el Perú traza geodésicas en la zona no de-  
limitada y muestra en mapa oficial, el Departamento del Amazonas  
7
8
con el Cenepa y su red hidrográfica; actitud complementada en  
enero de 1978, con la acometida en escalada conjunta de violaciones  
al espacio aéreo, aguas territoriales y guarniciones militares del sec-  
tor suroriental ecuatoriano.79 El 3 de julio de 1978, en Brasilia, se  
subscribe el “Pacto Amazónico”.80 La “Carta de Conducta”, docu-  
mento ratificatorio de los enunciados de la “Declaración de Ayacu-  
81  
cho”, se firma en Riobamba, el 11 de septiembre de 1980; y, por el  
7
7
5 Norma Plaza Aray, En Tiempos de Guerra, edit. FEEG, T. 1, Guayaquil, p. 99.  
6 Edison Macías N., “El Conflicto de la Cordillera del Cóndor”, Ed. Freire, Riobamba, 1992,  
p. 30-32.  
7
7
7
8
7 Ibíd., p. 70-71  
8 Leonor del Carmen, Historia de Límites del Ecuador, ed. 4ª, Quito, 1991, p. 148-149.  
9 Edison Macías N., op. Cit., pp. 47-58.  
0 Jorge Villacrés Moscoso, ¿Habrá firmado el Ecuador el Tratado Amazónico con reservas?,  
en: diario El Universo, secc. 1ª, Guayaquil, 6 de julio de 1978, p. 6.  
1 Edison Macías N., op. Cit., pp. 73-74.  
8
BOLETÍN ANH Nº 198 • 418–442  
435  
Rafael Camacho Pineda  
sesquicentenario de la muerte del Libertador Bolívar, la “Declaración  
82  
de Santa Marta”, Colombia, el 18 de diciembre de 1980.  
En lo que corresponde a este conjunto de acciones, alcanza  
su punto de quiebre el 22 de enero de 1981, cuando el Presidente Be-  
laúnde Terry autoriza la agresión a los destacamentos militares ecua-  
torianos de Paquisha, Mayaycu y Machinaza, ubicados en la  
Cordillera del Cóndor. Prosiguiendo en 1987, con la instalación en  
territorio ecuatoriano, del PV. Peruano “Pachacútec”; y, la agresión  
armada de 1995, en el “Ato Cenepa”. Contexto en que los gobiernos  
de turno invocan posiciones diferentes, respecto del Protocolo en  
cuestión.  
Referente al conflicto de 1981, el 10 de agosto ante el Con-  
greso ecuatoriano, el Presidente Oswaldo Hurtado define la solución  
83  
del diferendo territorial a través de un concenso nacional, postura  
calificada por el sector político de oposición como de “Traición a la  
Patria”. León Febres Cordero (1984-88), antes de empezar el mandato  
presidencial, sobre el tema fronterizo advirtió, adoptar la política de  
84  
herida abierta, obviando de tal manera el asunto; cuestión aprove-  
chada por el Perú para instalar el PV “Pachacútec” (1987, sector Cu-  
sumaza-Yaupi). Sería el Presidente Rodrigo Borja (1988-92), quien  
retome la controversia y afronte los problemas de su antecesor: el 24  
85  
de Agosto de 1991, la situación tensa en el sector Cusumaza-Yaupi,  
se supera con la firma de un “Acuerdo de Distensión” o “Acuerdo  
de Caballeros”; y, el 30 de septiembre del mismo año, da a conocer  
ante la ONU la que sería última posición ecuatoriana: el arbitraje  
86  
papal. En el conflicto del Alto Cenepa de enero, febrero y marzo de  
995, el Presidente Sixto Durán Ballén (1992-96), como medida de  
superar definitivamente el secular problema, en plena conflagración  
1
82 Ibíd., p. 74.  
8
3 Silvia Espíndola Arellano, “Los Estados Unidos y el conflicto Ecuador-Perú”, Javier  
Ponce Leiva (edit.), en: Las relaciones Ecuador- Estados Unidos en 25 años de democracia  
(1979-2004), ed. ABYA-YALA, Quito, 2005, p. 144.  
84 Ibíd., p. 145.  
8
5 Julio Tobar Donoso y Alfredo Luna Tobar, Derecho Territorial Ecuatoriano, impr. del Mi-  
nisterio de Relaciones Exteriores, ed. 4a, Quito, 1994, p. 294.  
6 Ibíd., p. 377.  
8
BOLETÍN ANH Nº 198 • 418–442  
436  
Frontera Sur ecuatoriana:  
Epílogo del secular conflicto  
rompe una tradición de treinta y cinco años, al declarar el reconoci-  
87  
miento de vigencia del Protocolo de Río de Janeiro.  
La posición del Presidente Durán Ballén, pacífica pero firme,  
y, de riesgo político, desbloqueó las posturas tradicionalmente ina-  
movibles de las Partes; aspecto que permitió la participación a fondo  
de los observadores de los Países Garantes y que se abriera una  
nueva ronda de sistemáticas negociaciones; mismas que prosiguie-  
ron en los gobiernos de Abdalá Bucaram (1996-97), Fabián Alarcón  
(
1997-98) y Jamil Mahuad (1998-2000).  
El 26 de octubre de 1998, Ecuador y Perú firman en Brasilia  
el Acuerdo de Paz. Jamil Mahuad y Alberto Fujimori, terminan la re-  
lación litigiosa soportada desde épocas pretéritas y cierran definiti-  
vamente la frontera el 13 de mayo de 1999, con la firma del Acta de  
clausura de los trabajos demarcatorios.88  
Reflexiones y conclusiones  
La república del Ecuador frente a la terrofagia de sus vecinos,  
sostuvo su defensa territorial en el Uti Possidetis Juris y en el Tratado  
de Guayaquil del 22 de septiembre de 1829, hasta la firma del Con-  
venio Espinoza-Bonifaz del 1 de agosto de 1887; fecha en que la di-  
plomacia ecuatoriana dio al traste con estos instrumentos jurídicos  
e irrefutables, que el Perú reconocía y acataba. Al respecto, el Dr. José  
Peralta, señalaba:  
¿Qué necesidad había de someter a resolución de árbitros lo que estaba  
ya definitivamente resuelto por las mismas partes interesadas, y se-  
llado con la espada victoriosa de Sucre, el ínclito vencedor en Portete?  
¿Por qué tornar litigioso, lo que había dejado de serlo, por la fuerza de  
las armas y por la fuerza del derecho”?… El Tratado Espinoza-Bonifaz  
no tiene explicación ni disculpa: constituye un triunfo barato y com-  
pleto para el Perú… El Perú se ha mantenido aferrado al triunfo de su  
ministro Bonifaz: nada de transacciones amistosas, nada de cambio de  
87 Francisco Carrión Mena, La paz por dentro. Ecuador-Perú: Testimonio de una Negociación,  
Quito, 2008, p. 105-106.  
8 Ibíd., p. 583.  
8
BOLETÍN ANH Nº 198 • 418–442  
437  
Rafael Camacho Pineda  
árbitro, nada de modificación razonable al pacto, nada de concesiones  
que rectificaran el error de nuestro Plenipotenciario candoroso, por  
decir lo menos…¿Ni por qué había de soltar el Perú la cadena con que  
89  
consiguiera atarnos su destreza diplomática?.  
Con la firma de la Paz donde se suscribieron diversos acuer-  
dos de cooperación, Ecuador termina el siglo XX, con un territorio  
disminuido y sentimiento ciudadano de frustración, general:  
Disminuidos territorialmente por quienes se ufanan de sus-  
tanciar de manera magistral la justicia y equidad: Estados Unidos de  
Norteamérica se asimilo a Méjico y desmembró escandalosamente a  
Colombia; Chile no tuvo reparos y se alzó con territorios de Perú y  
Bolivia; Brasil se engulló territorio del Perú, y en contubernio con  
éste, se repartió el sector Este ecuatoriano; y, ¿qué decir de Argen-  
tina? Lamentablemente son los países denominados Garantes del  
Protocolo de Río de Janeiro de 1942, que piensan recíprocamente e  
impusieron a Ecuador una versión de su albedrío de Derecho Inter-  
nacional: El derecho de una Nación es Derecho cuando está podero-  
samente alegado y comprobado por el lenguaje de sus cañones.  
Concomitante, queda un sentimiento de frustración, que re-  
aviva la realidad geográfica-histórica del País ocultada bajo el disfraz  
de “Secreto Diplomático”, para mantener en silencio sus errores. Y  
reveladores comentarios, luego del zarpazo de 1941, ya advertían  
este triste final. El Dr. Jorge Villacrés Moscoso, en una de sus barias  
obras denunciaba al país:  
Escribir sobre la diplomacia ecuatoriana, es descorrer el velo que cubre  
una serie ininterrumpida de fracasos, errores, claudicaciones vergon-  
zosas y aún traiciones cometidas a través de nuestra convulsionada  
etapa republicana. He aquí el fundamento, la razón de por qué hasta  
hoy, los investigadores se hayan eximido de trazar su historia, historia  
90  
de funestas contradicciones, de amargas verdades.  
8
9 José Peralta, El Régimen Liberal y el Régimen Conservador Juzgados por sus Obras, Quito,  
911, pp. 121-122.  
1
90 Jorge Villacrés Moscoso, La Responsabilidad de la Diplomacia Ecuatoriana en la Demarcación  
Fronteriza, impr. de la Universidad de Guayaquil, 1945, p. 5.  
BOLETÍN ANH Nº 198 • 418–442  
438  
Frontera Sur ecuatoriana:  
Epílogo del secular conflicto  
Igualmente, el ex canciller Pareja Díezcanseco, enfáticamente  
indica:  
Salvadas honrosísimas excepciones, la política seguida por la Cancille-  
ría ecuatoriana ha sido poco eficaz y tan poco inteligente, tan cándida  
por decir lo menos, que sus innumerados errores e imprevisiones fue-  
ron siempre los mejores aliados que pudieron tener gratuitamente Co-  
91  
lombia y Perú en sus empeños de reducir el tamaño de nuestro país.  
Dura realidad que la Nación ecuatoriana sorteó con fortuna.  
Pues la aspiración limeña fue, arrinconarla hasta la falda oriental de  
los Andes, por el Este; y, apropiarse de la Prov. de El Oro, tomando  
como límite el río Jubones, en el sector Suroccidental. A semejante  
estado, ¿acaso no fue urgente desarrollar el potencial destructivo  
como condición sine qua non de nuestra existencia y desarrollo?  
Con la ceremonia celebrada en Brasilia, dos pueblos herma-  
nos superan el estado de beligerancia en que estuvieron envueltos  
por largo tiempo. Ecuador y Perú alcanzan la Paz, pero una Paz im-  
pregnada de caduco filosofar, que en esencia reafirma la preeminen-  
cia de la fuerza y de los intereses creados:  
Es necesario ser del partido del vencedor, porque este es siempre el de  
la mejor causa, el de la civilización y el de la humanidad, el del presente  
y el del porvenir; mientras que el partido del vencido, es siempre el de  
lo pasado. La victoria y la conquista no son más que la victoria de la  
verdad del día sobre la verdad de la víspera, que ha pasado a ser error  
de hoy. (…). El vencido debe ser vencido y ha merecido serlo; el ven-  
cedor no solo sirve a la civilización, sino que es mejor, es más moral y  
por eso es vencedor.92  
Era el pensamiento del filósofo Víctor Coussin en el siglo  
XIX, vigente aun en América moderna.  
91 Alfredo Pareja Díezcanseco, Ecuador: La República de 1830 a nuestros días, Ed. Universi-  
taria, Quito, 1979, p. 266.  
92 D. Castor Compañía, Confesiones de un Clérigo Liberal, Madrid, 1861 p. 39-40.  
BOLETÍN ANH Nº 198 • 418–442  
439  
Rafael Camacho Pineda  
Señores, para que una Nación exista hay que contar su his-  
toria. Claro que para entender el pasado y sus contextos sociocultu-  
rales y políticos, como lo habéis observado, implica una suerte de  
viaje a través del tiempo que, lamentablemente, no se puede mate-  
rializar; sin embargo es necesaria esta representación para controlar  
el presente. Es imperativo entonces, llevar adelante una continua  
reescritura de la misma; pues así lo requiere, como es evidente al res-  
pecto, la memoria colectiva actual.  
Bibliografía  
ALTAMIRANO ESCOBAR, Hernán, El Por Qué del Ávido Expansionismo del Perú,  
Quito, 1991.  
ALVARADO GARAICOA, Teodoro, Sinopsis del Derecho Territorial Ecuatoriano,  
Guayaquil, 1952.  
CARRIÓN MENA, Francisco, La paz por dentro. Ecuador-Perú: Testimonio de una  
Negociación, Quito, 2008.  
COLECCIÓN L.N.S., Historia del Ecuador, T. 1, Ed. Edibosco, Cuenca, 1989.  
D. CASTOR COMPAÑÍA, Confesiones de un Clérigo Liberal, Madrid, 1861.  
DEL CARMEN, Leonor, Historia de Límites del Ecuador, ed. 4ª, Quito, 1991.  
ESPÍNDOLA ARELLANO, Silvia, “Los Estados Unidos y el conflicto Ecuador-  
Perú”, Javier Ponce Leiva (edit.), en: Las relaciones Ecuador- Estados Unidos  
en 25 años de democracia (1979-2004), Quito, ed. ABYA-YALA, 2005.  
GALARZA, Miguel Ángel, Conferencia Histórico-geográfica sobre Límites entre el  
Ecuador y el Perú, Cuenca, 1923.  
BOLETÍN ANH Nº 198 • 418–442  
440  
Frontera Sur ecuatoriana:  
Epílogo del secular conflicto  
LEÓN, Francisco Javier, “Documentos Diplomáticos”, en: Exposición del Ministro  
del Interior y Relaciones Exteriores dirigida al Congreso Constitucional de 1871,  
Imprenta Nacional, Quito, 1871.  
MACÍAS N., Edison, “El Conflicto de la Cordillera del Cóndor”, Ed. Freire, Rio-  
bamba, 1992.  
MENDOZA GARCÍA, Luís, Derecho Territorial Ecuatoriano, impr. Nueva Luz,  
Guayaquil, s/f.  
PAREJA DÍEZCANSECO, Alfredo, Ecuador: La República de 1830 a nuestros días,  
Ed. Universitaria, Quito, 1979.  
PERALTA, José, El Régimen Liberal y el Régimen Conservador Juzgados por sus  
Obras, Quito, 1911.  
PÉREZ CONCHA, Jorge, Frente Externo, Litografía e imprenta de la Universidad  
de Guayaquil, 1985.  
PÉREZ CONCHA, Jorge, El Protocolo de Rio de Janeiro y los problemas derivados de  
su ejecución, ed. Casa de la Cultura Ecuatoriana. Núcleo del Guayas, 1954.  
PINO ICAZA, Gabriel, Derecho Territorial Ecuatoriano, impr. de la Universidad  
de Guayaquil, T. I, 2da.ed., 1953.  
PINO ICAZA, Gabriel, Derecho Territorial Ecuatoriano, impr. de la Universidad  
de Guayaquil, T. II, 1952.  
PLAZA ARAY, Norma, En Tiempos de Guerra, edit. FEEG, T. 1, Guayaquil,  
SAMPEDRO V., Francisco, Geografía Histórica Territorial del Ecuador a 1994, Quito,  
s/f, p. 115.  
SAMPEDRO V., Francisco, El Espacio Territorial Ecuatoriano de 1830 a 1992, Ed.  
Cárdenas, Quito, s/f, p. 46.  
SEVILLA PÉREZ, Ana María, El Ecuador en sus mapas: Estado y nación desde una  
perspectiva espacial, FLACSO. Sede Ecuador, Quito, 2013.  
TEJERINA, Marcela Viviana, “La lucha entre España y Portugal por la ocupa-  
ción del espacio: una valoración alternativa del tratado de san Ildefonso  
de 1777”, pp.31-40, en: Revista de Historia, N° 135, Universidad de São  
Paulo, São Paulo, 1996.  
BOLETÍN ANH Nº 198 • 418–442  
441  
Rafael Camacho Pineda  
TOBAR DONOSO, Julio y LUNA TOBAR, Alfredo, Derecho Territorial Ecuato-  
a
riano, impr. del Ministerio de relaciones exteriores, ed. 3 , Quito, 1982.  
–––––, Derecho Territorial Ecuatoriano, impr. del Ministerio de relaciones exte-  
a
riores, ed. 4 , Quito, 1994.  
URIBE VARGAS, Diego, Colombia y la Diplomacia Secreta. Gestiones para implantar  
la monarquía, edit. Fundación Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano  
Academia Colombiana de Historia, ed. 2da., Bogotá, 2005.  
VACAS GALINDO, Enrique, Colección de documentos sobre límites ecuatoriano-pe-  
ruanos, T. 1, Quito, 1902.  
VILLACRÉS MOSCOSO, Jorge, Historia de Límites del Estado Ecuatoriano, Gua-  
yaquil, 1982.  
VILLACRÉS MOSCOSO, Jorge, La Responsabilidad de la Diplomacia Ecuatoriana  
en la Demarcación Fronteriza, impr. de la Universidad de Guayaquil, 1945.  
BOLETÍN ANH Nº 198 • 418–442  
442  
La Academia Nacional de Historia es una  
institución intelectual científica,  
y
destinada a la investigación de Historia  
en las diversas ramas del conocimiento  
humano, por ello está al servicio de los  
mejores  
intereses  
nacionales  
e
internacionales en el área de las  
Ciencias Sociales. Esta institución es  
ajena a banderías políticas, filiaciones  
religiosas,  
intereses  
locales  
o
aspiraciones individuales. La Academia  
Nacional de Historia busca responder a  
ese  
carácter  
científico,  
laico  
y
democrático, por ello, busca una  
creciente profesionalización de la  
entidad, eligiendo como sus miembros a  
historiadores  
entendiéndose por tales  
profesionales,  
quienes  
a
acrediten estudios de historia y ciencias  
humanas y sociales o que, poseyendo  
otra formación profesional, laboren en  
investigación histórica y hayan realizado  
aportes al mejor conocimiento de  
nuestro pasado.  
Forma sugerida de citar este artículo: Camacho Pineda, Rafael,  
FRONTERA SUR ECUATORIANA: EPÍLOGO DEL SECULAR  
CONFLICTO, boletín de la academia nacional de historia, vol. XCV,  
Nº. 198, julio  diciembre 2017, Academia Nacional de Historia,  
Quito, 2017, pp. 418-442.