BOLETÍN  
DE LA ACADEMIA  
NACIONAL DE HISTORIA  
Volumen XCIX Nº 205  
Enero–junio 2021  
Quito–Ecuador  
ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA  
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BOLETÍN de la A.N.H.  
Vol XCIX  
Nº 205  
Enero–junio 2021  
©
ꢀ Academia Nacional de Historia del Ecuador  
ISSN Nº 1390-079X  
eISSN Nº 2773-7381  
Portada  
Eduardo Kingman Riofrío, pintor ecuatoriano, 1913–1997  
Fotografía, colección familia Kingman. Tomada de su fb.  
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Quito  
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julio 2021  
Esta edición es auspiciada por el Ministerio de Educación  
ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA DELꢀECUADOR  
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2
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Vida académica  
DISCURSO DE AGRADECIMIENTO  
CONDECORACIÓN ORDEN DE MONTALVO  
Franklin Barriga López1  
En este mausoleo se refleja la eternidad de un prosista de qui-  
lates preminentes, que honra a su patria y al género humano, como  
bien lo anotó César Cantú.  
Templo de libertad, cultura y civismo, en que me he hallado  
incontables veces, con loor para Juan Montalvo, cuya refulgencia ilu-  
mina a las generaciones, a fin de que sigan la ruta de la verdad, la  
decencia, el bien común, el progreso. Ese espíritu de dignidad, inte-  
ligencia, civilización, se percibe en este lugar que es el núcleo de me-  
recida gloria en que se asienta la identidad ambateña.  
Hoy, a tan emblemático recinto, he llegado con especial emo-  
ción y complacencia. No es para menos, ya que dimensiono la valía  
del galardón que se me acaba de conferir.  
Permitidme que, con modestia, hable en primera persona y  
les participe sucesos de mi vida, con la única intención de exponer  
hechos y circunstancias que confluyeron en antigua y permanente  
admiración para los escritos de Juan Montalvo y, a su vez, por mi  
parte tratar de justificar, ante vuestra benevolencia, la condecoración  
que me enaltece en grado superlativo:  
Doctor en Ciencias Sociales, Políticas e Internacionales, con estudios de postgrado en el país  
y el exterior. Actual Director de la Academia Nacional de Historia, pertenece, además, a varias  
academias de América y Europa. Escritor, historiador, catedrático y periodista de página edi-  
torial. Doctor Honoris Causa (Literatura) por la Universidad Internacional del Ecuador. Su ac-  
tividad intelectual, especialmente como profesor invitado o conferencista, se ha desenvuelto  
en academias diplomáticas y universidades de los cinco continentes. Autor de 120 obras pu-  
blicadas y de más de tres mil artículos editados en la prensa nacional y del extranjero. Primer  
Premio en el Concurso Intercontinental, convocado para escritores de habla inglesa, francesa,  
portuguesa y española, por la OEA y el Gobierno de Venezuela (1983), con motivo del Bicen-  
tenario del Libertador, con su libro “Bolívar y la educación en América”.  
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Vida académica  
Hace aproximadamente sesenta años, estudiante de quinto  
curso del centenario Colegio Vicente León, de Latacunga, aquel que-  
rido y centenario establecimiento educativo publicó la primera obra  
de mi autoría, Yermo, en que señalaba los desequilibrios que obser-  
vaba en el mundo. Entrevistado en una radiodifusora, me declaré  
librepensador: no era para menos la conmoción que causó en el  
medio donde era evidente la hegemonía de gentes del Partido Con-  
servador que, no únicamente en el plano político, combatían acer-  
bamente a la doctrina liberal, heredera de la Revolución Francesa.  
Mis argumentos para haberme expresado de esa manera tenían  
como fundamentos las lecturas especialmente de Voltaire y de Mon-  
talvo, cuyos nombres, al solo oírlos en esa época -y no solo a las bea-  
tas- hacían persignarse. Del primero, Voltaire nunca he olvidado  
aquello de “estoy en desacuerdo con lo que me dices, pero defenderé hasta  
con la muerte tu derecho a decirlo”; del segundo, Montalvo he tenido  
siempre presente estas frases: “Nací libre, por eso lo soy; nací libre, por  
eso no gimo bajo el yugo de la servidumbre, y mi alma se encumbra por las  
regiones altas, al paso que mi cuerpo se contonea sin temor de cadenas y  
mordazas”.  
Con estas bases, quedó consolidada mi concepción mental  
de librepensador, que se fortificó al conocer la Declaración Universal  
de los Derechos Humanos, basados en la libertad, la justicia y la paz,  
en el marco del ideal común para la superación y el bienestar de los  
pueblos y naciones.  
Montalvo es referente ecuatoriano de cultura y libertad, ¡qué  
duda cabe! Ambato, admirablemente, sabe honrar su legado, en esta  
Casa de historia y sapiencia, construida entre 1827 y 1829 por el pro-  
genitor de esta estirpe don Marcos Montalvo, remodelada, restau-  
rada, ampliada en varias ocasiones, guarda el magnífico Mausoleo  
(
1932), en que con máximo respeto reposan los restos corporales del  
connotado escritor: esta Casa, convertida en santuario laico de inte-  
lectualidad, sigue laborando con la dedicación y ardentía caracterís-  
ticas de Ambato, para preservar y difundir la memoria del más  
conspicuo de sus hijos.  
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Cuando arreciaban los ataques a este insigne autor con el  
remoquete de que “hay que humanizarlo”, como si no hubiera sido  
humano, escribí en 1985, en mi libro Vida y pensamiento de Montalvo,  
algo que me es satisfactorio participarles porque la ocasión es pro-  
picia para ello; expresé lo siguiente en las páginas 138 y 139:  
Que no fue filósofo, se afirma en repetición de letanía torpe,  
que hay que humanizarlo, que no es un gran escritor sino cuando  
maneja el dicterio, que no estuvo con las corrientes sociales de la  
época, en fin, cuantas otras sandeces más que caen por su propio  
peso, bajo el anatema de la impotencia y la ridiculez.  
Esto se quiere llevar como emblema de lucha en desmedro  
de los valores de más recia solidez para América. Su porte y su pa-  
labra fueron las del filósofo hecho y derecho. Tratados filosóficos de  
la más alta alcurnia son sus obras que rebosan de moral, de erudi-  
ción, de guías para las generaciones. Que hay que humanizarlo, sos-  
tienen, sin entender que Montalvo no puede ser encasillado en las  
oscuridades de la turbamulta, en las pequeñeces de la trivialidad.  
Hasta en sus errores fue diferente a los que se guían por el redil. No  
obstante, se quiere ensalzar supuestos deméritos sin advertir que sus  
triunfos y virtudes son descomunales. Quieren ver las manchas del  
sol…Acaso, los seguidores de Eróstrato, el que en búsqueda de no-  
toriedad incendió el templo de Efeso, una de las siete maravillas del  
mundo antiguo, pretenden decir e inducir, con su irracional tesis de  
“humanizar”, que a un personaje hay que bajarle de la inmortalidad  
del bronce y ponerle para que sea triturado por la inconsecuencia,  
el fanatismo, la calumnia, el odio a destiempo o simplemente por esa  
corriente que estuvo de moda, hace poco, y que consistió en cometer  
parricidio”, en aplicar en nuestro medio la enseñanza anarquista  
de liquidar a todo lo que significa la superioridad auténtica que en-  
grandece al pasado, para que impere la mediocridad. Si se descono-  
ciera las obras notables del pretérito, se llegaría a una condición  
inferior a la humana, comenzaría una edad de retroceso, de carencia  
de esas raíces que nutren de vigor, de experiencia, de sabiduría, de  
orientación, el destino de la sociedad.  
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La prosa montalvina, Franklin Barriga, Vida y Pensamiento de  
Montalvo, Universidad Nacional de Loja, 1985, si bien es cierto que  
alcanza enormes proporciones en la diatriba, ocupa casilleros no in-  
feriores cuando se refiere a otros temas. Hay párrafos que son ver-  
daderos poemas, reflejos del pensador de prosapia, de garra, del  
creador que cumple su oficio con solvencia y de manera sobresa-  
liente, para testimoniarlo allí están sus obras que se convirtieron en  
clásicas, precisamente por su valía:  
Siete Tratados, libro capital, editado en París, Garnier Hnos.,  
con prólogo de Blanco Fombona; Las Catilinarias, que mereció prefa-  
cio laudatorio de Miguel de Unamuno; Mercurial Eclesiástica, también  
publicado en París, en donde demostró una vez más sus cualidades  
para la polémica; Capítulos que se le olvidaron a Cervantes, que siguió  
la ruta de Don Quijote para arremeter contra malandrines y follones;  
El Cosmopolita, inicialmente publicado en nueve opúsculos, nombre  
vinculado poderosamente al autor por su renombre ecuménico; Geo-  
metría moral, editada en Madrid con carta prólogo de Juan Valera; los  
dos tomos de El Regenerador, también salidos de la editorial parisina  
Garnier Hnos.; El Libro de las Pasiones que recoge colección de dramas  
estremecedores como La Leprosa; El Espectador, que aborda temas  
múltiples; Páginas desconocidas, que conlleva ferocidad de epítetos y  
más frases de ese mismo calibre. Por estos y otros escritos, José En-  
rique Rodó manifestó que “Montalvo es uno de los pocos americanos  
que pueden hombrearse con los escritores de cualquier país que haya mere-  
cido la fama universal”.2  
Tan actualizado estuvo para su siglo, que Montalvo tiene vi-  
gencia en los días contemporáneos, lo que nadie puede regatearle,  
al menos que haya mala fe. Reitero que es un clásico de la lengua y  
de la libertad. Sus enseñanzas, las del pensador cuyas ideas no mue-  
ren, no se someten al cristal de los dogmáticos ni de los sectarios  
(hasta aquí el enfoque constante en mi obra referida). Inclusive ahora  
se ve a sujetos que pretenden morder mármol y persisten, por afán  
de notoriedad, en atacar a figuras consagradas por la posteridad que  
es radicalmente exigente.  
2
José Enrique Rodo. Cfr. en: Franklin Barriga López, Vida y pensamiento de Montalvo, Universi-  
dad Nacional de Loja, 1985, p.120.  
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Más de 500 profesionales y estudiantes que se perfecciona-  
ban en la en ese entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas  
(URSS) constituyeron una Federación cuyos propósitos fueron pro-  
mocionar la imagen ecuatoriana en esa potencia mundial a cuyo to-  
talitarismo combatí y lo sigo haciendo.  
Para tal fin, se enrumbaron los propósitos de la indicada Fe-  
deración por el ámbito de la cultura. Uno de los principales actos  
que se llevaron a cabo fue el Congreso que se efectuó en el año 1985,  
con el nombre de Juan Montalvo. Para el objetivo en mención, con-  
tactaron en Quito, con los máximos representantes del Ministerio de  
Educación y del Instituto Ecuatoriano de Crédito Educativo y Becas  
(
IECE, más tarde Instituto de Fomento del Talento Humano) para  
solicitar se elabore, como contribución ecuatoriana, un libro sobre el  
eminente escritor ambateño y se conozca su legado en ese lejano  
país. Para atender tan significativo pedido, ambas instituciones me  
solicitaron que escriba la obra en referencia, lo cual acepté compla-  
cido, porque conocía los libros de Montalvo desde mi lejana juven-  
tud: Vida y pensamiento de Montalvo se tituló aquel mencionado libro  
que fue el centro de las deliberaciones en las ciudades de Moscú y  
Minsk.  
La razón para haberme pedido elabore esta investigación fue  
mi trayectoria de montalvista y librepensador, demostrada en varias  
de mis conferencias, publicaciones y artículos de prensa. Siempre he  
valorado el estilo y la trascendencia de las ideas de Juan Montalvo  
no únicamente para Ecuador, sino para América Latina y el Caribe,  
lo que he resaltado, además, en conferencias dentro y fuera de nues-  
tra Patria.  
Una de las gratas remembranzas que conservo, de las varias  
veces que estuve en Madrid, es haberme hospedado en el Hotel  
París, localizado en Alcalá 2, frente a la Puerta del Sol, que se inau-  
guró en 1864 y que en los años a que me refiero mantenía todavía su  
arquitectura y decorado del siglo XIX, con grandes cuadros y espejos,  
gobelinos, muebles y cortinajes de esa centuria y de estilo francés:  
en el salón de tertulias mantuvimos algunas conversaciones con in-  
telectuales españoles y diplomáticos de nuestra Embajada en la ca-  
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pital de España, entre los que recuerdo por su brillante protagonismo  
en esa metrópoli es al Dr. Renán Flores Jaramillo, escritor quiteño  
destacado, que llegó a ser Director de la Academia Ecuatoriana de  
la Lengua, una vez que retornó a Ecuador después de una larga y  
fructífera estancia en Europa. En esos conversatorios, más de una  
ocasión evocamos a Juan Montalvo que se había hospedado en el  
hotel en mención, en 1883 y en donde se reunía, entre otros, con in-  
telectuales de la talla de Gaspar Núñez de Arce, Marcelino Menén-  
dez y Pelayo, Emilio Castelar, Juan Varela y Emilia Pardo Bazán. Con  
esta condesa y escritora de prestigio tuvo relación cercana y corres-  
pondencia recogida por Roberto Agramonte y Jaén Morente, com-  
pilada en la revista Cultura, Ambato, 1927.  
Asimismo, desde hace décadas, mantengo vínculos intelec-  
tuales y de recíproco afecto con esta hermosa ciudad de reconocida  
prosapia cultural, Ambato, en la que se han editado varias de mis  
obras (editoriales Pío XII, Primicias y Universidad Técnica de Am-  
bato) y en la que encontré queridas amigas y apreciados amigos de  
largo tiempo, en especial en la Casa de Montalvo en donde he parti-  
cipado en no pocas actividades académicas y sociales. He recibido  
aquí hospitalidad desbordante y aprecio genuino, por ello cuando  
escucho ese pasacalle tan decidor y magistral, que se canta y baila  
no solo en los sectores populares, Ambato tierra de flores, de la autoría  
de Gustavo Eguez Vaca y Carlos Rubira Infante, en su letra y música,  
respectivamente, acuden a mi memoria gratas evocaciones, al oír las  
cautivantes melodías que acompañan a expresiones de dulcedum-  
bres, como “cuna de sol, aquí no hay sinsabores solo canciones del  
corazón”, no es para menos si “sus mujeres son amasadas de aroma  
y sol” y en todo este ambiente se respira cultura, don de gentes, di-  
namismo, bonhomía que siempre he querido reciprocar con respeto  
y sincera condescendencia.  
Por estos y otros motivos, la condecoración que acabo de re-  
cibir y que valoro en el más alto grado, me enaltece y me llena de  
sano orgullo, se identifica plenamente con mis ideas, de ayer y de  
hoy; la recibo en la dimensión de todo cuanto ella significa: infinitas  
gracias, muy dilecta y señorial ciudad de Ambato que, por interme-  
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dio de su Alcalde, el Dr. Javier Altamirano Sánchez y el director de  
la Casa de Montalvo, el Académico de Número de la Academia Na-  
cional de Historia, Lcdo. Carlos Miranda Torres, me han concedido  
tan encumbrado honor y para quienes, igualmente, manifiesto mi  
sentido y sincero reconocimiento, por sus elogiosas palabras de hace  
pocos minutos, al referirse a mi persona.  
Para finalizar, declaro -al pie del ataúd de Juan Montalvo,  
aureolado por la inmortalidad del personaje, ante el que nos incli-  
namos con reverencia, ya que es un santo del espíritu laico, como lo  
diría Benjamín Carrión- que mi afinidad y admiración ideológica  
para este pensador notable ha sido, es y será consistente e incambia-  
ble, al igual que para la entrañable Ambato que, con esta distinción  
de excelencia, que se me acaba de imponer, se han arraigado más  
profundamente en mí, el sentimiento y la gratitud.  
Damas y caballeros.  
Ambato, 13 de abril de 2021  
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La Academia Nacional de Historia es  
una institución intelectual y científica,  
destinada a la investigación de Historia  
en las diversas ramas del conocimiento  
humano, por ello está al servicio de los  
mejores  
intereses  
nacionales  
e
internacionales en el área de las  
Ciencias Sociales. Esta institución es  
ajena a banderías políticas, filiaciones  
religiosas,  
intereses  
locales  
o
aspiraciones individuales. La Academia  
Nacional de Historia busca responder a  
ese  
carácter  
científico,  
laico  
y
democrático, por ello, busca una  
creciente profesionalización de la  
entidad, eligiendo como sus miembros  
a
historiadores  
profesionales,  
quienes  
entendiéndose por tales  
a
acrediten estudios de historia y ciencias  
humanas y sociales o que, poseyendo  
otra formación profesional, laboren en  
investigación  
histórica  
y
hayan  
realizado aportes al mejor conocimiento  
de nuestro pasado.  
Forma sugerida de citar este artículo: Barriga López, Franklin,  
"
Discurso de agradecimiento por Condecoración Orden De  
Montalvo", Boletín de la Academia Nacional de Historia, vol. XCIX,  
Nº. 205, enero - junio 2021, Academia Nacional de Historia,  
Quito, 2021, pp.419-425