Vida académica
ludo y la certeza de que la Academia Nacional de Historia del Ecua-
dor, sin apartarse, en ningún momento, de los valores y principios
que le orientan, gracias a vuestro invaluable aporte intelectual pro-
sigue, con inapagable optimismo y ponderación, dinámica, incansa-
ble, estudiosa, pluralista en el cumplimiento de su misión insusti-
tuible, que parte de las raíces más remotas de nuestra nacionalidad,
la ecuatoriana, para afianzar el presente y vislumbrar el porvenir,
con líderes honestos, capaces, patriotas que requerimos, para forjar
imagen y realidades venturosas y plausibles, en el concierto de paí-
ses del continente y del mundo.
González Suárez, en la fecha mencionada, denunció a los po-
derosos e influyentes enemigos que le combatían, por haber exhibido
únicamente la verdad. Ante la arremetida de sus adversarios, salió
airoso y digno como lo fue, para ocupar el lugar que le correspon-
deen la memoria de las generaciones, mientras que a sus virulentos
adversarios les ha borrado el viento del olvido o se les señala con un
piadoso dedo acusador por sus errores y falsías. Disculpadme que,
en esta parte, hable en primera persona, pero es necesario hacerlo:
en lo personal no reconozco enemigos, aunque uno nunca sabe lo
que se trama en los subsuelos de la maledicencia; en cambio, en lo
institucional, no es desconocido que existen elementos ocultos, que
traman acciones innobles en desmedro de nuestra Academia.
¿Qué obra humana, por más eminente que sea, no tiene de-
tractores? Eso ha sucedido desde tiempos inmemoriales y aquellos
que vivió González Suárez no podían ser la excepción, en razón de
que la naturaleza humana es tan compleja y contradictoria, en lo di-
ferente de cada individuo en lo personal y ubicada en el libro La con-
dición humana, publicado en 1933, por el escritor e historiador
francés André Malraux. Por otro lado, hay y en cifras incuantificables
quienes justiprecian el trabajo y la significación de la Academia, lo
que constituye aliento que pulveriza incomprensiones y más actitu-
des insidiosas que no encuentran cabida en nuestra afamada colec-
tividad de gente selecta por sus virtudes morales e intelectuales.
En ocasiones, debido a esas fuerzas casi imperceptibles, que
actúan en el anonimato o en los submundos de la intriga, el egoísmo,
BOLETÍN ANH Nº 205 • 445–450
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