BOLETÍN  
DE LA ACADEMIA  
NACIONAL DE HISTORIA  
Volumen XCVIII  
Nº 203  
Enero-junio 2020  
Quito–Ecuador  
ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA  
Director  
Dr. Franklin Barriga Lopéz  
Subdirector  
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BOLETÍN de la A.N.H.  
Vol XCVIII  
Nº 203  
Enero–junio 2020  
©
Academia Nacional de Historia del Ecuador  
IpS-SINSSNNº:1139309-00-7097X9X  
e-ISSN: 2773-7381  
Portada  
Espacio donde funcionaba la Universidad Santo Tomás  
Fotografía: Fredi Landázuri  
Diseño e impresión  
PPL Impresores 2529762  
Quito  
landazurifredi@gmail.com  
octubre 2020  
Esta edición es auspiciada por el Ministerio de Educación  
ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA DELECUADOR  
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2
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BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA  
Vol. XCVIII – Nº. 203  
Enero–junio 2020  
Vida académica  
HOMENAJE AL DR. JUAN CORDERO IÑIgUEZ,  
DIRECTOR HONORARIO  
DE LA ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA  
Franklin Barriꢀa López1  
Damas y caballeros:  
Siempre es satisfactorio llegar a esta urbe de cualidades ex-  
cepcionales, rebosante de cultura, envuelta por hermoso paisaje ur-  
bano y por la naturaleza, en todo instante tonificante, arrullada por  
el sonido de sus limpios y poéticos ríos. Su designación por la  
Unesco como Patrimonio Cultural de la Humanidad, luego Capital  
Cultural de las Américas, lo dice todo. Saludo a Cuenca con respeto  
y admiración.  
Con la expresión de este sentimiento, sincero y sentido, aquí  
nos encontramos quienes conformamos la selecta delegación de la  
Academia Nacional de Historia que hemos llegado, con la mayor  
complacencia, para exteriorizar la valoración, aprecio y considera-  
ciones que tenemos para el Dr. Juan Cordero Iñiguez, uno de los in-  
telectuales más descollantes de nuestra Patria.  
El Dr. Cordero Iñiguez es de aquellos personajes representa-  
tivos, como los que, ya a mediados del siglo XIX, catalogó Ralph  
Waldo Emerson para dar forma a su célebre libro: por ello, merece  
justiprecio y gratitud no solamente de esta atractiva ciudad, donde  
nació para honrarla, sino del país entero. He aquí una apretada sín-  
tesis de este cuencano notable que, con su vida y obra, justifica ple-  
namente lo que acabo de aseverar. Pero qué puedo decir a ustedes  
en torno a este ciudadano eminente, al que ustedes le conocen con  
suficiencia, ya que, de día en día, le ven y conversan con él, con la  
llaneza que le caracteriza; no obstante lo anotado, quiero relievar que  
es un profesional de altos perfiles: historiador formado por las uni-  
1
Director de la Academia Nacional de Historia. Autor de más de 120 obras.  
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versidades de Cuenca y Madrid con un doctorado (Ph.D) en Historia  
de América por la Universidad Pablo de Olavide, Sevilla, España;  
fue Rector de la Universidad del Azuay, Diputado de la República,  
Ministro de Educación, Cultura y Deportes, Cronista Vitalicio de  
Cuenca que lo sigue siendo porque todavía y en buena hora no ha  
bajado a la tumba, fue el primer cuencano Director de la Academia  
Nacional de Historia, en tal virtud, Director Honorario de nuestra  
prestigiosa y centenaria institución. Asimismo, como Director de las  
áreas culturales del Banco Central, donde impulsó investigaciones  
sobre Pumapungo y dejó positivas huellas.  
Historiador por vocación y formación, ha ejercido la cátedra  
de esta disciplina que es ciencia, por cerca de medio siglo, en Historia  
de América, Historia del Ecuador e Historia del Arte Hispanoame-  
ricano en las Universidades de Cuenca y del Azuay; Presidente de  
la Fundación Cultural Cordero en donde ha organizado y se halla  
en pleno funcionamiento el admirable Museo de las Culturas Abo-  
rígenes, donde se localizan muestras de las raíces más lejanas de  
nuestra nacionalidad, con miles de asombrosas piezas arqueológicas;  
la Biblioteca de G.h.Mata y el Archivo Luis Cordero. Su biblioteca  
completa abarca más de cuarenta mil títulos, además de tres mil pu-  
blicaciones periódicas que conforman su hemeroteca.  
Lo mencionado, demuestra que se trata de un personaje que  
se nutre de ese aliento espiritual, de ese élan vital que llamó Henri  
Bergson, quien preconizó, en su libro La evolución creadora, impul-  
sarse con aquella fuerza que permite a los seres humanos desarro-  
llarse, a base de la inteligencia perfeccionada hacia el progreso, de  
la razón que busca derroteros de prosperidad, de lo que motiva a ir  
sembrando en surcos de esperanza para la cosecha que proporciona  
frutos de bienestar y elevación. Y hoy que menciono a élan, cómo no  
evocar, con justificada condescendencia, al grupo literario de este  
nombre que, ya entrada la década de los años cuarenta del siglo an-  
terior, sus integrantes dejaron impronta de creatividad y talento no  
solo en ámbitos de las letras cuencanas y del país. Resalto, con grato  
recuerdo, estos nombres de quienes, casi todos, fueron muy buenos  
amigos míos, me refiero con distinción para ellos, en orden alfabético  
para evitar las susceptibilidades tan comunes en el mundo de las le-  
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tras: Jacinto Cordero Espinosa, Arturo Cuesta Heredia, Efraín Jara  
Idrovo, Eugenio Moreno Heredia, Hugo Salazar Tamariz y Teodoro  
Vanegas Andrade. Incluyo, además, en esta nómina, a Enrique  
Noboa Arízaga, a quien muchos ubican exclusivamente en la Gene-  
ración Madrugada, a ese cultor formidable del soneto que, si bien  
nació en Cañar, estuvo estrechamente ligado a Cuenca, donde ganó  
el Primer Premio en uno de los concursos de la Fiesta de la Lira con  
su poema “Ámbito del amor eterno”, estudió jurisprudencia que fue  
su profesión y alternó, de manera especial, con sus contemporáneos  
y compañeros de pluma de Élan y hasta en largas jornadas de la bo-  
hemia azul que llamó Rubén Darío.  
Con este paréntesis que no desentona, de ninguna manera, con  
el acto que estamos llevando a cabo, volvamos a Juan Cordero, el es-  
critor de permanente producción, como lo testimonian libros útiles  
y exitosos en los ámbitos de la historia, cultura, arte, bibliografía y  
personalidades cuencanas, entre otros: La Nueva Imagen de Ingapirca;  
La expedición científica a la Cueva de los Tayos; Setenta y cinco años de  
poesía mariana universitaria; Bibliografía ecuatoriana de Artesanías y Artes  
Populares; Pasado y presente de la cerámica del Austro ecuatoriano; Des-  
arrollo cultural de la Provincia del Azuay; Cruces y Cristos de maestros  
cuencanos; Cuatro mil años de cerámica en la región austral del Ecuador;  
José Peralta: pensamiento filosófico y político; Las culturas originarias y el  
choque de las culturas madres; Selección, presentación y bibliografía de Oc-  
tavio Cordero Palacios; Estudio y ordenación de las Obras Completas de  
Gabriel Cevallos García; Ingapirca y Tomebamba; Historia ilustrada de la  
Arqueología ecuatoriana; Universidad del Azuay: veinte y cinco años, his-  
toria y testimonio; Guía del Museo arqueológico de la universidad de  
Cuenca; Guía del Museo de las Culturas Aborígenes; De los nombres de  
Cuenca; Olaf Holm o un vikingo ecuatoriano; Cuenca y el 10 de Agosto de  
1809; Signos de identidad cuencana, al que tuve el placer de prologar en las  
solapas; Historia Territorial del Azuay; La Independencia de Cuenca.  
Largo sería efectuar el análisis de cada una de las obras enun-  
ciadas y de otras. Hoy tan solo quiero resaltar una en especial y que  
es la concerniente a Historia de Cuenca y su región, que estimo es la  
más completa que se ha escrito y publicado en la materia. Hablar de  
doce tomos voluminosos, concluidos ya y editados no es poca cosa,  
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de ninguna manera: trabajo colosal, fundamentado en testimonios  
verificables, que está dado hacerlo solamente a quienes tiene consa-  
gración para el estudio, gran capacidad intelectual, trabajo incansa-  
ble y, sobre todo, querencia al lugar natal. No hay que olvidar jamás  
que las irradiaciones del campo histórico necesitan, prioritariamente,  
la niñez y la juventud, a fin de que los principios y valores que pro-  
yecta el pasado, en función de presente y de futuro, vayan a beneficio  
individual y colectivo, sean antorchas de claridad perenne para el  
adelanto de la sociedad.  
He aquí la función pedagógica de la Historia, que no es una  
materia para desocupados o algo vacío sin mayor trascendencia o  
utilidad, como preconizan quienes pretenden enterrar en el olvido a  
esta ciencia, para que no se rememoren acciones indebidas como las  
de la corrupción que tanto agobia a nuestro país, por eso es que en  
reciente ayer se pretendió sacar de los programas educativos a la  
Historia y materias afines, Ética y Cívica. Desde tiempos antes de  
Cristo, Marco Tulio Cicerón sabiamente definió a la Historia como  
la maestra de la vida, y eso es, precisamente, su valor intrínseco, a  
fin de definir y esclarecer derroteros de luz y progreso para la hu-  
manidad.  
En esta área, existen paradigmas a los que se debe seguir si  
se anhela que los individuos y las colectividades vayan en ascenso  
y, también, villanías, para que las generaciones las señalen y no sigan  
esos rumbos que conducen al abismo.  
En nuestra pluralista Academia, en su Sala de Directores, se  
exhibe un magnífico retrato del Dr. Cordero Iñiguez, elaborado por  
el reconocido maestro Angeloni Tapia. Faltaba hacerle este otro ho-  
menaje aprobado por la Junta General, precisamente solicitado por  
quien tiene el privilegio de llevar la palabra en estos instantes y el  
momento es el oportuno y trascendental: en acto solemne entregarle  
la Medalla Institucional, a la que, merecidamente, se hizo acreedor  
por su desempeño en la prominente dignidad que supo cumplir con  
eficiencia, eficacia y hasta sacrificio personal, ya que se movilizaba,  
cumplida y semanalmente, desde su amada Cuenca hasta la capital  
de la República para llevar a cabo el delicado, agotador y a veces in-  
comprendido trabajo que implica las encumbradas pero también  
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complejas labores de dirigir, con responsabilidad y dedicación, la  
Academia fundada por Federico González Suárez hace más de ciento  
diez años y con trayectoria que es orgullo nacional, por la calidad de  
su Miembros y, sobre todo, de quienes, sin excepción alguna, por su  
indudable nivel intelectual y don de gentes, la han guiado con sa-  
piencia y patriotismo.  
Me es sumamente grato, apreciado colega académico y  
amigo, cumplir la resolución institucional referida e imponerte esta  
presea de máxima representación de nuestra entidad, como justo re-  
conocimiento a una vida delicada a la educación y a la cultura, al  
servicio al país, particularmente por los aportes brindados a la Aca-  
demia Nacional de Historia que se honra de contar entre sus precla-  
ros Miembros y ex directores con una personalidad de tan altos y  
genuinos quilates.  
Solicito ponerse de pie para proceder a imponer la Medalla  
Institucional y Consagratoria al Dr. Juan Cordero Iñiguez, augurán-  
dole muchos años más de vida y de fecunda producción intelectual,  
para aumentar el bien ganado prestigio de esta Cuenca, entrañable  
y luminosa, que genera en sus hijos, cuando están ausentes, poemas  
como el que escribió el insigne Remigio Romero y Cordero, del cual  
rememoro estos versos:  
Mezcla de sol, de trigo y de mañana,  
de flor de yerbabuena,  
en la vejez de la ciudad lejana  
me estoy muriendo de cariño y pena.2  
Teatro Sucre, Cuenca,  
Viernes 17 de enero de 2020  
2
Remigio Romero y Cordero, “Egloga triste. El preludio intenso”, en: Presencia de la poesía cuen-  
cana, Selección y nota de Rigoberto Cordero y León, p.47. Ver en: http://dspace.ucuenca.edu.  
ec/bitstream/123456789/24841/1/Presencia%20de%20la%20Poes%C3%ADa%20Cuen-  
cana%202.pdf (15-04-2020).  
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Vida académica  
Bibliografía  
ROMERO Y CORDERO, Remigio, “Egloga triste. El preludio intenso”, en: Pre-  
sencia de la poesía cuencana, Selección y nota de Rigoberto Cordero y León,  
p.47. Ver en:  
http://dspace.ucuenca.edu.ec/bitstream/123456789/24841/1/Presencia%20de  
%20la%20Poes%C3%ADa%20Cuencana%202.pdf (15-04-2020)  
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La Academia Nacional de Historia es  
una institución intelectual y científica,  
destinada a la investigación de Historia  
en las diversas ramas del conocimiento  
humano, por ello está al servicio de los  
mejores  
intereses  
nacionales  
e
internacionales en el área de las  
Ciencias Sociales. Esta institución es  
ajena a banderías políticas, filiaciones  
religiosas,  
intereses  
locales  
o
aspiraciones individuales. La Academia  
Nacional de Historia busca responder a  
ese  
carácter  
científico,  
laico  
y
democrático, por ello, busca una  
creciente profesionalización de la  
entidad, eligiendo como sus miembros  
a
historiadores  
profesionales,  
quienes  
entendiéndose por tales  
a
acrediten estudios de historia y ciencias  
humanas y sociales o que, poseyendo  
otra formación profesional, laboren en  
investigación  
histórica  
y
hayan  
realizado aportes al mejor conocimiento  
de nuestro pasado.  
Forma sugerida de citar este artículo: Barriga López, Franklin,  
"
Homenaje al Dr. Juan Cordero Iñiguez, Director Honorario de la  
Academia Nacional de Historia", Boletín de la Academia Nacional  
de Historia, vol. XCVIII, Nº. 203, enero - junio 2020, Academia  
Nacional de Historia, Quito, 2020, pp.452-457