BOLETÍN  
DE LA ACADEMIA  
NACIONAL DE HISTORIA  
Volumen XCIX Nº 206-B  
Julio–diciembre 2021  
Quito–Ecuador  
ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA  
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BOLETÍN de la A.N.H.  
Vol XCIX  
Nº 206-B  
Julio–diciembre 2021  
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ꢀ Academia Nacional de Historia del Ecuador  
ISSN Nº 1390-079X  
eISSN Nº 2773-7381  
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Corrida de “toros de pueblo”, en Pintag, Ecuador, 2018.  
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diciembre 2021  
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2
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BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA  
Vol. XCIX – Nº. 206-B  
Julio–diciembre 2021  
LA HISTORIA NO CONTADA  
DE LA MUERTE DEL TÉCNICO JOSÉ VILAGELIU,  
ATUNTAQUI 1 DE JULIO DE 1965  
–DISCURSO DE INCORPORACIÓN–  
Miguel A. Posso Y.1  
Resumen  
El crimen contra el técnico de la Fábrica Textil Imbabura, Vi-  
lageliu cometido el 1 de julio de 1965 (¿?) por una multitud fuera de  
control, de más de dos mil personas, es un hecho que todavía se lo re-  
cuerda en el cantón Antonio Ante y en especial en su cabecera canto-  
nal Atuntaqui. Este artículo es producto de una investigación biblio-  
gráfica y de entrevistas a más de veinte extrabajadores de la fábrica y  
pobladores del cantón. Previo al crimen, obreros de la Fábrica Textil  
Imbabura se tomaron la fábrica por asalto, luego de golpearlo salva-  
jemente le sacaron de la fábrica y luego una muchedumbre lo condujo  
a empujones, golpes e insultos, por más de un kilómetro hasta la Clíni-  
ca del Seguro de Atuntaqui, donde lo mataron de una pedrada, para  
luego arrastrarle por más de cinco cuadras, hasta la iglesia deAtuntaqui.  
Introducción  
Luego de varios años de búsqueda del proceso judicial rela-  
cionado con la muerte del técnico José Vilageliu, se halló en el Ar-  
1
Doctor en Ciencias de la Educación, Diplomado Superior en Investigación, Magíster en Desa-  
rrollo de la Inteligencia y Educación, Máster en Desarrollo Integral de Destinos Turísticos, PhD  
en Turismo, Interculturalidad y Sostenibilidad. Docente de instituciones secundarias; Director  
de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación de la Secretaría Nacional de Educación Supe-  
rior, Zona 1; Director de Investigaciones de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador  
Sede Ibarra; Director de la revista indexada Axioma; Editor de la revista indexada de la Aca-  
demia; Director del Centro Universitario de Investigaciones Científicas y Tecnológicas de la  
Universidad Técnica del Norte (UTN); Gerente del Proyecto Cultural, Turístico y Productivo  
Fábrica Imbabura”; Miembro del Centro Cultural Antonio Ante. Docente de grado y pos-  
grado de varias universidades ecuatorianas y del extranjero; como investigador, docente y  
consultor, ha dirigido una serie de proyectos e investigaciones nacionales e internacionales en  
las áreas: históricas, educativas, etnográficas, culturales, turísticas y productivas.  
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Miguel A. PossoY.  
chivo Central del Consejo de la Judicatura de Imbabura, más de mil  
fojas del proceso N°929-DP10-CJ relacionado con el caso “Vilageliu”.  
Esta documentación fue encontrada, casi abandonado, mientras se  
realizaba la organización total de los archivos de esta dependencia.  
Si a esto se suman la gran cantidad de documentos de la fábrica en  
mención y varias entrevistas a ex trabajadores de la fábrica y habi-  
tantes de Atuntaqui, ahora si se puede caracterizar la historia del cri-  
men cometido contra de José Vilageliu ocurrida el 1 de julio de 1965.  
Este es un tema delicado, por decirlo menos, para muchas  
personas y hogares del Cantón Antonio Ante y de su cabecera can-  
tonal Atuntaqui. Recordemos que este fatal suceso estigmatizó, por  
muchos años, a todo un pueblo como “Arrastradores” y rompió re-  
laciones entre numerosos amigos, conocidos e inclusive familiares.  
Como consecuencia de este lamentable evento, Atuntaqui estuvo en  
el centro de la noticia, local y nacional, por varios años.  
Los antecedentes de este suceso son los siguientes:  
Los hermanos Dalmau, Antonio y Francisco, decidieron construir  
lo que sería, por muchos años, el centro de producción textil más  
2
importante del norte del país  
En 1924 estaba por definirse la historia de Atuntaqui, cuando  
los hermanos Dalmau, tras varias deliberaciones, decidieron que la  
ubicación de la fábrica estaría en el caserío de Lourdes, actual An-  
drade Marín, perteneciente a la parroquia de Atuntaqui, la que, por  
aquel entonces, estaba dentro de la jurisdicción del cantón Ibarra.  
La producción de esta industria textil inicia en 1925 y en las  
décadas de los treinta a los cincuenta del siglo XX, la calidad de sus  
productos, el buen sistema de mercadeo, el prestigio y acogida de  
sus telas permite a la fábrica y a sus trabajadores disfrutar de una  
estabilidad económica reflejada en un sistema de vida material y so-  
cial dignos de una sana envidia de quienes no trabajaban en ella y  
causó un dinamismo del sector productivo de la provincia y en es-  
pecial del cantón Antonio Ante. Esta época de bonanza económica  
2
Pedro M. Zumárraga, Monografía del Cantón Antonio Ante, Prensa Católica, Quito, Ecuador,  
949.  
1
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de la empresa ofuscó a los dueños, quienes fueron incapaces de pre-  
3
ver el futuro de la fábrica. Quizás creyeron que con la maquinaria  
que databa de inicios del siglo podrían afrontar los retos de la com-  
petencia y de la nueva época tecnológica.  
La no modernización de la maquinaria tuvo dos efectos ne-  
gativos: el primero se tradujo en el aumento de los costos de produc-  
ción en relación con la competencia, que utilizaba máquinas mucho  
más modernas y requería de menos personal. El segundo, conse-  
cuencia del primero, fue que, para poder competir en precios, se  
tenía que bajar la calidad de la materia prima utilizada y así reducir  
los costos. A ello ha de sumarse que el vecino país de Colombia ex-  
perimentaba en esos años un desarrollo industrial que le permitía  
producir telas de buena calidad, baratas y en buena cantidad, que  
ingresaban al Ecuador como contrabando, lo que perjudicaba la  
venta de los productos de la fábrica.  
Uno de los síntomas más claros de la crisis fue la paulatina  
reducción de personal, en especial de los obreros. Hay que recordar  
que, en 1950, la Fábrica Textil Imbabura tenía 816 trabajadores, entre  
empleados administrativos y obreros; para mediados de la década  
de los cincuenta, en la bonanza de la fábrica, ya llegaban a 1000 los  
trabajadores, entre los de nómina y los ocasionales que trabajaban  
para satisfacer la demanda del mercado. Posteriormente, desde 1961,  
por la crisis que ya era evidente, se inicia el despido paulatino de  
trabajadores, de tal manera que para 1965 solo se contaba con 562  
trabajadores.  
En junio de 1961 llega, desde España, a la fábrica el técnico  
textil José Vilageliu; es contratado para hacer frente a la crisis econó-  
4
mica que ya es evidente. La fábrica seguía sus operaciones en forma  
normal. No obstante, se hacía notorio que los accionistas de la In-  
dustrial Algodonera, dueños de la Fábrica Textil Imbabura, ya no te-  
nían la decisión política de renovar la maquinaria.  
El técnico Vilageliu en sus primeros años de labor en la fá-  
brica se ganó la confianza y amistad de todos quienes le conocieron,  
3
4
Miguel Posso, Fábrica Textil Imbabura. ¡La Historia! Y los acontecimientos más relevantes de Antonio  
Ante, Quito, Ecuador, 2008.  
Ibíd.  
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si se suma a esto el carisma de su esposa María Caralt y de su hija  
Rita, la popularidad de esta familia era tal, que siempre fueron invi-  
tados a todo acto civil, militar o social en el cantón y muchas veces  
5
en la provincia. Poco a poco la popularidad de Vilageliu se fue per-  
diendo entre los obreros por las decisiones que tomaba por órdenes  
de sus superiores.  
Para inicios del mes de abril de 1965, la situación era ya  
insostenible. La falta de visión y decisión de los patronos para mo-  
dernizar la maquinaria de la fábrica y su poco interés por continuar  
manteniendo la industria eran evidentes. En este marco, Lorenzo  
Tous Febres Cordero, en nombre y representación de La Industrial  
Algodonera, el 19 de abril de 1965, interpone ante el inspector Pro-  
vincial del Trabajo de Imbabura el aviso de liquidación y cierre de la  
Fábrica Textil Imbabura. Este aviso cae como un balde de agua fría,  
no solo a los trabajadores de la fábrica, sino a toda la comunidad an-  
teña, ya que de esta actividad vivía, directa o indirectamente todo el  
cantón y otros sectores de la provincia.  
Con la intención de reabrir la fábrica, se producen intensas  
negociaciones entre los representantes de patronos y de los trabaja-  
dores durante un par de meses; se logra un acuerdo entre el Comité  
Ejecutivo Pro-Defensa de la Fábrica y los dueños de la fábrica, que  
parece el más viable, dadas las condiciones, circunstancias y proble-  
mática por las que los trabajadores y en general la ciudadanía de  
Atuntaqui está atravesando. Los puntos más importantes del  
acuerdo del 15 de junio de 1965 son:  
-
Reiniciar las operaciones de la Fábrica, bajo un plan que elaborará la  
Empresa, a más tardar, hasta el treinta de junio en curso; plan que con-  
templará, de modo fundamental, la reducción del personal de trabaja-  
dores de la Fábrica.  
-
La reducción del personal, comprenderá en primer término, los tra-  
bajadores que se encuentren en condiciones de obtener su jubilación  
ordinaria; y además, a un grupo no mayor de doscientos trabajadores.  
-
La Empresa conviene en pagar a los trabajadores, que se incluyeren  
en la cifra de doscientos ya indicada; y en razón de no quedar ellos  
comprendidos en la nueva planta de trabajo; la suma de dos mil qui-  
5
Ibíd.  
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nientos sucres, cada uno; suma que se duplicará, para el caso de traba-  
jadores miembros de la Directiva de Organización Laboral.  
-
Por el período de suspensión de actividades, de la Fábrica, los traba-  
jadores que fueren a continuar en ella, por estar incluidos en la nueva  
planta de trabajo, percibirán el cincuenta por ciento de su respectivo  
salario.  
-
Las partes establecen de modo expreso que, por el acuerdo voluntario  
de las mismas, que determina la iniciación de una nueva operación de  
la Fábrica “La Imbabura” de Atuntaqui, a partir del treinta de junio del  
año en curso.6  
Los días posteriores a la firma del acta fueron muy conflictivos  
entre los representantes de los trabajadores y los dueños de la em-  
presa. Las fuerzas vivas del cantón, los gremios, las instituciones pú-  
blicas de la provincia de Imbabura y organizaciones nacionales  
apoyaban la reapertura de la fábrica y por ende a los trabajadores.  
El 30 de junio de 1965, por orden de Vilageliu, en las afueras  
de las fabrica se exhiben tres avisos: en el primer aviso los patronos  
expresaban a los trabajadores que, al día siguiente, el jueves 1 de julio  
de 1965, se procedería a pagar las indemnizaciones a diez trabajado-  
res y en orden alfabético (nunca fue acordado ese mecanismo de  
pago). El segundo aviso es una lista larga de dos grupos: los traba-  
jadores que se quedarían laborando en la fábrica el momento en que  
se reiniciaran las actividades laborales y, en el segundo, los que de-  
jaban de pertenecer a la empresa. El tercero y último aviso manifes-  
taba que el 50% del salario de los trabajadores que se quedaban  
laborando sería cancelado a partir del viernes 2 de julio (en cumpli-  
miento al quinto punto del acta del 15 de junio).  
Desarrollo del escrito  
Quien desconozca los lugares de los acontecimientos del 1  
de julio de 1965, ha de tener presente las distancias entre lugares cla-  
ves en los acontecimientos de este día, las que aproximadamente son:  
6
Acta compromiso firmada entre directivos del Comité Pro-Defensa de los trabajadores de la Fábrica  
Textil Imbabura y los representantes de la Industrial Algodonera S.A. 15 de junio de 1965.  
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-
25 metros desde la puerta de ingreso al predio hasta la puerta de in-  
greso al edificio de la Fábrica.  
-
50 metros desde la Fábrica Textil Imbabura hasta la estación del fe-  
rrocarril.  
270 metros desde la estación del ferrocarril hasta la iglesia de Andrade  
Marín.  
1000 metros desde la iglesia de Andrade Marín hasta la Clínica del  
Seguro.  
530 metros desde la Clínica del Seguro hasta la esquina occidental del  
-
-
-
parque central de Atuntaqui.  
Como se puede observar, la distancia total del recorrido que  
a continuación se detallará es de 1875 metros, con un descenso desde  
Andrade Marín hasta el parque de Atuntaqui.  
Cambio de guardia  
Seis son los policías asignados a la Fábrica Textil Imbabura:  
Jorge Arroyo, Filiberto Muñoz Murillo, Luis Arturo Arellano, Floren-  
tino Terán Armas, Luis Lautaro Calderón y Juan Pavón Andrade,  
este último al mando del pelotón. La misión de este contingente,  
desde hace varios días, es resguardar y proteger la integridad de las  
personas y bienes al interior de este lugar.  
A partir de las 6h45 comenzaron a llegar a las inmediaciones  
de la fábrica muchos más de sus obreros. La mayoría de ellos espe-  
raban que suene la sirena para entrar al trabajo, esto es, aquellos tra-  
bajadores que supuestamente reiniciarían labores desde ese día. La  
incertidumbre por saber quiénes serían liquidados y quiénes segui-  
rían laborando es generalizada, a pesar de que las listas estaban ex-  
puestas desde el día anterior en la entrada.  
Obviamente, además de los obreros que llegaban, también  
se acercaron algunos de sus familiares, en especial cónyuges, con-  
vencidos de que, aquellos que serán despedidos, recibirían una can-  
tidad de dinero considerable por concepto de indemnización;  
mientras que los que seguirán laborando se les pague lo estipulado  
en el numeral quinto del acta de compromiso suscrita el 15 de junio.  
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Llegada de empleados administrativos  
La puerta de ingreso principal al recinto de la fábrica era de  
estructura y malla metálica, de tal manera que, desde afuera se podía  
mirar hacia el interior, donde está el edificio o nave central, es decir,  
hacia el graderío que baja a la puerta de entrada a los diferentes am-  
bientes (oficinas y áreas de trabajo de obreros).  
Como de costumbre, a las siete de la mañana, concurren al  
trabajo los empleados administrativos de la fábrica. Los de mayor  
jerarquía y confianza de los accionistas, quienes, a pesar del cierre,  
nunca habían dejado de trabajar o, por lo menos, de asistir a las ins-  
talaciones. Los primeros en ingresar a las instalaciones fueron Tar-  
quino Ruiz, Raúl Ruiz, Daniel Játiva, Néstor Espinoza, Vitaliano  
Andrade e Inés Paredes. A estas horas, varios de los obreros presen-  
tes en los exteriores de la fábrica hacen comentarios que ponen ten-  
sos a los empleados administrativos mientras ingresan a los predios  
de la fábrica; se nota en estos últimos cierto nerviosismo.  
Vilageliu llega a la fábrica  
Alas 7h45, como siempre impecable en su vestir, José Vilageliu  
ingresa a las oficinas desde su casa ubicada frente a la estación del  
ferrocarril; llega un tanto temprano, normalmente lo hacía a las 8h00.  
Él se encontraba solo en su casa, varios días antes su esposa, María  
Caralt Llorens, fue trasladada a Quito, debido a la tensión reinante,  
mientras que su hija Rita se encontraba estudiando, en una escuela  
regentada por monjas catalanas, también en Quito, desde octubre de  
1964.  
Aproximadamente a las ocho de la mañana ingresa Celiano  
Aguinaga, administrador de la fábrica; con cierto nerviosismo, con-  
mina a los trabajadores a que no se preocupen porque la empresa se  
había comprometido a cumplir con las obligaciones de todos los tra-  
bajadores.  
Ya en el interior de las oficinas administrativas, Vilageliu y  
Aguinaga mantienen una breve reunión, en la oficina del primero,  
en la que comentaron sobre la situación que estaba pasando en las  
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afueras de la fábrica y la realidad económica de la empresa que haría  
difícil solventar los compromisos adquiridos previamente.  
Por orden de Vilageliu se le permite la entrada al interior del  
recinto, únicamente al patio, al dirigente de los trabajadores Jacinto  
Espinosa, mas no a la reunión que se daba en las oficinas adminis-  
trativas del edificio. Espinosa fue nombrado en días anteriores pre-  
sidente del Comité Ejecutivo Pro-Defensa de los Trabajadores. Se  
aprovecha este permiso de entrada e ingresa en compañía de los  
doce miembros más de esta organización clasista.  
Reunión de dirigente sindical con Vilageliu  
Para esa hora la tensión y malestar son evidentes, ya todos  
los trabajadores se encuentran en la puerta de ingreso comentando  
y elucubrando; algunos formando grupos, donde el tema principal  
de conversación es la liquidación de quienes dejarán de pertenecer  
a la fábrica y el pago a quienes continuarán laborando allí. La ma-  
yoría, confundidos en la masa, nerviosos y desesperados, mientras  
que otros un tanto desentendidos del problema; obviamente, unos  
pocos ya estaban muy alterados o por lo menos en sus rostros se di-  
bujaba una rabia mal contenida. Para esta hora todos los presentes  
en la puerta de ingreso a los predios ya leyeron las listas en las que  
se encontraban ubicados: de los que seguían laborando y de aquellos  
que no seguirán perteneciendo a esta gran familia de la fábrica. Con  
seguridad los más fastidiados son los trabajadores que serán cesados  
en sus funciones, y de entre ellos, los más rabiosos son aquellos  
cuyos apellidos inician con las últimas letras del alfabeto, ya que,  
según el anuncio y las listas, se pagará en orden alfabético.  
Siendo las 8h30, los guardias reciben la autorización de in-  
greso, desde el patio a la oficina de contabilidad, para el dirigente  
Luis Jacinto Espinosa. Ya en la oficina mantienen la reunión, a puerta  
cerrada, estos tres personajes: Aguinaga, Vilageliu y Espinosa. El di-  
rigente de los trabajadores comprueba en la reunión que no se cum-  
pliría lo pactado entre los dueños y trabajadores, motivo por el que  
se da la primera discusión entre los dos directivos de la fábrica y el  
representante de los trabajadores.  
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La historia no contada  
de la muerte del técnico José Vilageliu  
Sale Espinosa de la oficina de contabilidad, muy confundido  
y sumamente disgustado; muy apresurado se dirige al patio exterior  
donde se encuentran sus compañeros del Comité Pro-Defensa de los  
Trabajadores; allí mantienen una breve conversación en la que Ja-  
cinto Espinosa les comenta lo hablado con Aguinaga y Vilageliu, bá-  
sicamente que, este día, los directivos de la fábrica no podrán pagar  
la liquidación a todos los obreros que salen de la nómina.  
El descontento y nerviosismo se apoderó de estos repre-  
sentantes de los trabajadores ya que, desde afuera, los trabajadores  
gritaban y exigían noticias. Tomaron la decisión de esperar en el  
patio a que llegue el delegado del Ministerio de Previsión Social.  
Llegada del delegado del Ministerio de Previsión Social  
Siendo las 9h00, el delegado del Ministerio de Previsión So-  
cial ingresa a las oficinas y se reúne con Aguinaga y Vilageliu. Lo  
primero que el delegado le manifiesta a Vilageliu es: “Ahí tiene los re-  
sultados, lo obreros protestan porque no se les ha pagado cumplidamente  
de acuerdo con el acta y también porque no se les paga las indemni-  
7
zaciones”. Esta especie de arenga del delegado es porque ya vio en  
los exteriores de la fábrica mucha exaltación y enojo; estos senti-  
mientos también los evidenció en el patio donde se encontraban los  
dirigentes de los trabajadores. Vilageliu, entre otros aspectos habla-  
dos, le contesta a Viteri:  
Se pagará hoy mismo, se están preparando los roles de pago para los  
que componían la nueva planta de trabajo y para los que deben recibir  
el desahucio se le va a pagar por grupos de a diez por día; hoy jueves  
cobrarían diez y más los diez del sábado; del lunes, en adelante se hará  
lo posible por despachar; no se puede hacer pronto por falta de dinero.8  
En el marco de la reunión y ante la insistencia de Viteri para  
que Vilageliu cumpla el acta de compromiso, este último le manifestó  
textualmente: “Yo lo único que tengo es orden de pagar a las diez personas,  
7
8
Declaración de Néstor Espinosa, 9 de julio de 1965. Causa nro. 1965-0102, cuerpo 1, pág. 95.  
Ibíd..  
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267  
Miguel A. PossoY.  
9
primeramente, y así seguir pagando diariamente a diez personas”. Se en-  
tiende que la orden la recibió de sus superiores, de los dueños de la  
fábrica, la “S. A. La Industrial Algodonera”.  
Los pocos empleados administrativos de las oficinas escu-  
chan, desde afuera de las instalaciones, los fuertes gritos repetidos  
10  
en forma de coro: “Ya es hora, ya es hora; ya es hora”. Estos gritos ex-  
clamados por los obreros y curiosos reunidos en las afueras de la fá-  
brica pusieron más nerviosos a los empleados administrativos que  
estaban en el interior del edificio.  
Francisco Viteri, al no haber llegado a un acuerdo con Vila-  
geliu toma la decisión de salir de las instalaciones, eran las 9h25; des-  
controlado y enojado se dirige al grupo de dirigentes de los obreros  
que están en el patio de la fábrica. Los obreros siguen gritando y exi-  
giendo a sus representantes información.  
Aproximadamente a las 9h30, por pedido y exigencia de los  
dirigentes laborales, vuelve a ingresar Viteri a la oficina de Vilageliu;  
su misión es convencer al técnico que se pague a todos. Ya en la reu-  
nión que va subiendo de tono rápidamente, el técnico le repite el  
hecho de que no tiene dinero suficiente para pagar lo acordado y  
asegura que el lunes y martes próximo pagaría al resto.  
Viteri le insinúa a Vilageliu que salga en persona a explicar  
la propuesta de pagos de la empresa a los obreros que se encuentran  
en las afueras de la fábrica, estaba convencido de que eso les tran-  
quilizará; en ese momento, al escuchar este pedido, Tarquino Ruiz,  
se interpone en la conversación y manifiesta que es imprudente que  
salga Vilageliu porque los ánimos están caldeados en las afueras;  
pide que sea Viteri quien salga a explicar al gentío este asunto con  
mucho tino. Pedido que es aceptado por Viteri.  
Viteri sale del edificio, se reúne brevemente con los dirigen-  
tes de los trabajadores en el patio y les explica su decisión; acompa-  
ñado de estos sale de los predios de la fábrica y se dirige a los  
corredores de la estación del ferrocarril que se encuentra a unos cin-  
cuenta metros al oriente de la entrada general a la fábrica. Automá-  
ticamente, todos los trabajadores ubicados en las afueras del edifico  
9
1
Declaración de Raúl Andrade G, 9 de julio de 1965. Causa nro. 1965-0102. cuerpo 1, pág. 84.  
0 Declaración de Daniel Játiva, 9 de julio de 1965. Causa nro. 1965-0102. cuerpo 1, pág. 69.  
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La historia no contada  
de la muerte del técnico José Vilageliu  
de la fábrica le siguen, apresurados, se superaba ya las mil personas  
en esos instantes.  
Intervenciones del delegado del ministerio y dirigentes hacia los  
trabajadores  
Entre gritos y murmullos, los dirigentes del Comité Pro-De-  
fensa de los Trabajadores, varios miembros del Sindicato, todos los  
trabajadores y los curiosos escoltan a Francisco Viteri hasta los an-  
denes de la estación del ferrocarril, lugar donde se unen a los demás  
trabajadores apostados allí.  
Francisco Viteri, notoriamente contrariado, un tanto nervioso  
y molesto se dirige en voz alta a la multitud presente que ya supe-  
raba las mil personas. En sus primeras expresiones manifiesta: “El  
Técnico es un testarudo, apenas se ha conseguido que se pague a diez per-  
sonas más en la presente semana”.11 Por lo tanto, no se ha podido llegar  
a un acuerdo beneficioso para los trabajadores. Lo único que se ha  
podido lograr es que el técnico Vilageliu y el administrador, Celiano  
Aguinaga, paguen los 2500 sucres de indemnización ese día, lo más  
pronto posible, solo a diez de los más de doscientos trabajadores que  
dejaban de pertenecer a la fábrica, según el orden alfabético de lista  
expuesta. El reloj marcaba las 9h40.  
En el calor de la elocuencia, Viteri también emite una frase  
tendenciosa a los presentes: “Tienen dos copas al frente, una de hiel y  
12  
otra de veneno, que escojan los trabajadores cuál era la más conveniente”.  
Al escuchar estas palabras la gente empezó a rechiflar y los  
ánimos se caldearon más de lo que ya estaban.  
A continuación, toma la palabra el dirigente Pedro Estévez,  
teniendo que gritar para ser escuchado por los presentes; en su in-  
tervención da una especie de orden: “Es necesario hacer respetar nues-  
tros derechos, que ninguno de los obreros reciba los haberes que se les va a  
1
3
pagar, sino se les paga a todos”. Luego, su intervención continúa y  
entre otras frases dice:  
11 Declaración de Manuel Rigoberto Ávila V., 6 de julio de 1965. Causa nro. 1965-0102, cuerpo  
5
, pág. 129.  
1
1
2 Declaración de Pedro Estévez P., 6 de julio de 1965. Causa nro. 1965-0102, cuerpo 1, pág. 55.  
3 Declaración de Filiberto Muñoz, 3 de julio de 1965. Causa nro. 1965-0102, cuerpo 1, pág. 35.  
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Miguel A. PossoY.  
-
Ya no somos esclavos de los españoles y debemos hacernos justicia  
14  
por nuestras propias manos.  
-
Una vez más la empresa nos ha engañado, hemos sido burlados y es-  
15  
tamos solos.  
-
No tenemos autoridades, nosotros no recibimos un solo centavo com-  
pañeros; voy a traer los buses que sean necesarios de Ibarra a fin de  
trasladarnos todos a Quito y hablar con la H. Junta Militar. Queremos  
que se pague a todos; todos o nadie.  
16  
El coronel Freile Pozo, es quien preside el triunvirato militar  
que gobierna el País. Se pretende que una comisión vaya a conseguir  
buses para llevar a todos los trabajadores a la capital de la República  
y exigir justicia ante las autoridades militares.  
Ante las palabras mencionadas por Pedro Estévez, sus com-  
pañeros de tarima: Salomón Romero, Jacinto Espinosa y Jacinto  
Rocha, no duda en manifestar: “Para qué vamos a Quito, se ha perdido  
el tiempo y no han conseguido nada, por lo que sería del caso mejor tomarse  
17  
la fábrica y ver qué dice el técnico”; estas frases exaltan más a muchos  
de los presentes. Los dirigentes empiezan a perder el control de la  
masa.  
En ese momento ya todos los improvisados discursos desde  
el andén de la estación del ferrocarril se confunden con los gritos y  
protestas de varias obreras, obreros, algunas de las esposas de estos  
y de muchos curiosos, estos últimos nada tenían que ver con el  
asunto, pero metían cizaña. Se genera una ira incontenible en varios  
de los presentes y a manera de estampida la masa humana, al frente  
unos pocos dirigentes, se dirige nuevamente a las instalaciones de  
la fábrica. Se empieza a lanzar piedras y gritos insultantes al técnico  
de la fábrica, al administrador, a los pocos empleados administrati-  
vos que se hallan en el interior de las oficinas y también a los tres  
policías que se encontraban resguardando la puerta principal, de  
malla metálica, de ingreso. También se escuchan voces de uno de los  
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1
4 Declaración de Filiberto Muñoz, 3 de julio de 1965. Causa nro. 1965-0102, cuerpo 1, pág. 35.  
5 Declaración del padre Marco T. Gordillo, 26 de agosto de 1965. Causa nro. 1965-0102, cuerpo  
5
, pág. 55  
1
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6 Declaración de Francisco Viteri, 19 de agosto de 1965. Causa nro. 1965-0102, cuerpo 4, pág.  
82  
7 Declaración de Jack Stead, 24 de agosto de 1965. Causa nro. 1965-0102, cuerpo 5, pág. 37  
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La historia no contada  
de la muerte del técnico José Vilageliu  
dirigentes en el sentido de que se rompa la puerta de ingreso y luego  
los vidrios de las oficinas administrativas, frases que son secundadas  
por algunos de los presentes.  
Varios obreros de entre la multitud empiezan a trepar las pa-  
redes, porque la puerta principal de ingreso a los predios estaba ce-  
rrada con candado y custodiada. Tres policías tratan de impedir este  
acto vandálico, lamentablemente, es imposible ante tanta gente que  
salta a los interiores de los predios. Es evidente que la tensión cunde  
y se propaga rápidamente.  
Inician agresiones en las oficinas administrativas  
En las instalaciones de la fábrica, uno de los empleados que  
está en las oficinas administrativas viendo la agresividad de quienes  
estaban en el exterior y ya algunos en el interior del recinto, solicita a  
Vilageliu que es mejor no dejarse ver por entre las cortinas de las ven-  
tanas abiertas. Vilageliu cierra las cortinas de la ventana y se sienta  
al lado de un escritorio del empleado, justo tras la pared. Sobre este  
momento, el policía Arroyo declaraba luego ante el juez: “Ingresé a la  
oficina de Vilageliu y le dije que el caso está bastante fregado: tome mi uni-  
18  
forme y váyase porque se está amotinando la gente”, ante lo cual, según  
versión del policía, el español le contesta en estas palabras: “Estos son  
19  
perros que ladran, pero no muerden”. No quiso hacer caso al pedido  
porque no dimensionó la furia, ya evidente, en los que se tomaban la  
fábrica, no creía que sean capaces de llegar a verdaderas agresiones.  
Desde los patios exteriores de la fábrica vuelve a entrar Viteri  
a la oficina de Vilageliu, por tercera ocasión; explica la exaltación de  
los trabajadores en las afueras y a la vez observa varios rostros de  
trabajadores que aparecía por tras las ventanas, todos con un leño  
sosteniendo en la mano. Para sorpresa del delegado del ministerio,  
el técnico español le indica una pistola que saca del bolsillo y le ma-  
nifiesta: “El primer trabajador infeliz que entre por una de estas ventanas,  
20  
puede darse por muerto”. Algunos trabajadores ya muy coléricos se  
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1
2
8 Declaración de Jorge Arroyo, 3 de julio de 1965. Causa no. 1965-0102, cuerpo 1, pág. 29.  
9 Ibíd.  
0 Declaración de Francisco Viteri, 19 de agosto de 1965. Causa no. 1965-0102, cuerpo 4, p. 83  
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Miguel A. PossoY.  
tomaron el patio, son aquellos que saltaron las paredes de los costa-  
dos de la puerta de ingreso. En el lugar ya se escucha una bulla pro-  
veniente de las instalaciones de la fábrica que presagia un mal fin.  
Los tres policías que custodiaban la puerta principal de in-  
greso al predio son agredidos y sometidos, razón por la que pierden  
el control del sitio. Los intrusos rompen las seguridades de este pri-  
mer ingreso y se dirigen violentamente al edificio donde se encuen-  
tran las oficinas de la fábrica.  
A las 10h20, el mayor Galo Reinoso, jefe del Cuerpo de Poli-  
cía Nº 12 de Imbabura, asentado en Ibarra, recibe personalmente lla-  
madas de auxilio del policía Filiberto Muñoz, este le informa,  
alterado y nervioso, que la situación está fuera de control. Se arma  
un pelotón con dos oficiales y dieciséis elementos de tropa para tras-  
ladarse al lugar de los hechos y hacer frente a los disturbios.  
Ante la arremetida de la muchedumbre, Vilageliu solicita al  
policía Arroyo que ponga llaves en todas las puertas del edificio,  
quien a su vez pasa la orden a los porteros, a estos les pide que ase-  
guren y custodien bien las puertas internas de ingreso a la nave cen-  
tral. El mencionado policía, en ese momento, escucha decir a Jacinto  
Espinosa, dirigentes del Comité Pro-Defensa de los Trabajadores,  
que lidera el ingreso: “Vayan por la puerta de atrás y rompan la puerta  
21  
de entrada a los calderos, cojan piedras, palos y lo que puedan”. Cuando  
se refieren a la “puerta de atrás”, se entiende que es la puerta de in-  
greso a los calderos, la que se encuentra en el lado occidental del edi-  
ficio.  
Para ese momento, un grupo de más de 250 personas se en-  
cuentra en la puerta trasera, la de ingreso a los calderos; la mayoría  
de los intrusos agarran leños que se encuentran arrumados a los cos-  
tados de la puerta de ingreso, madera que sirve como combustible  
para los calderos. De tanto empujón coordinado, rompen las seguri-  
dades e ingresan irritados al interior del edificio; están decididos a  
llegar a la oficina de gerencia. Dos policías que intentan impedir el  
ingreso son agredidos por aquellos que lideran el ingreso a la sala  
de calderos.  
21 Declaración de Jorge Arroyo, 3 de julio de 1965. Causa nro. 1965-0102, cuerpo 1, pág. 29.  
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La historia no contada  
de la muerte del técnico José Vilageliu  
Rompiendo la puerta por los calderos de la fábrica, entraron a la ma-  
quinaria, y luego por un corredor, entraron a la oficina donde estaba el  
resto del personal de empleados de la fábrica; como en ese momento  
éramos francamente atacados por todos los lados y por una cantidad  
enorme de gente, que francamente nos aturdíamos y recibíamos golpes  
por la espalda y todo el cuerpo.22  
Los enfurecidos avanzan por el interior de la fábrica, su fi-  
nalidad es llegar a Vilageliu y al interior de la puerta de ingreso prin-  
cipal, donde espera la muchedumbre furibunda. En esos instantes,  
desde el patio, un grupo de manifestantes logran subir al techo de  
las oficinas; caminan por la cubierta y desde allí rompen todos los  
alambres de las comunicaciones de radio y teléfono existentes.  
Ya son más de mil personas apostadas en diferentes lugares  
del interior de la fábrica. La turba que atravesó las salas de tejeduría  
y calderos llega a la puerta interna que da acceso a la portería, rompe  
este obstáculo e ingresa al vestíbulo de las oficinas. Desde el interior  
y desde el exterior del edificio los trabajadores forzaron los candados  
de seguridad de la puerta. Abiertas estas, los trabajadores apostados  
en el patio ingresaron violentamente al corredor interior del edificio  
y se dejan llevar por el cúmulo de circunstancias y emociones surgi-  
das al calor de los sucesos. Ya no actúan por voluntad propia, la masa  
empieza a ser un solo ente, sus actuaciones y frases son totalmente  
escalofriantes: “Cuando la gente se encontraba en el zaguán o corredor,  
antes de romper la puerta, manifestaron que querían matarlo y beberle la  
23  
sangre al señor Vilageliu”.  
En el pasillo interior la multitud rompe la pequeña puerta  
de madera, avanza y logra ingresar a las oficinas administrativas que  
están en una especie de corredor, una tras otra, solo separadas estos  
ambientes por mamparas de madera a media altura, excepto la úl-  
tima oficina que es de gerencia, esta está separada por una pared y  
la puerta respectiva. En ese momento, según declaración del policía  
Luis Arellano, uno de los obreros grita a sus compañeros: “Aquí está  
24  
este desgraciado”, se refiere a Vilageliu; el enfurecido hombre rompe  
22 Declaración de Florentino Terán, 3 de julio de 1965. Causa nro. 1965-0102, cuerpo 1, pág. 43.  
23 Declaración de Ángel Solano, 7 de julio de 1965. Causa nro. 1965-0102, cuerpo 1, pág. 67.  
24 Declaración de Luis Arellano, 3 de julio de 1965. Causa nro. 1965-0102, cuerpo 1, pág. 39.  
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Miguel A. PossoY.  
con un palo los vidrios de la ventana y le siguieron los demás hacia  
el interior de las oficinas.  
Trabajadores se toman la gerencia  
Luego de pasar por las oficinas de contabilidad, al frente  
cinco obreros, los más agresivos y violentos, la multitud logra su ob-  
jetivo, ingresa a la oficina de la gerencia. A esta altura los insultos  
arrecian, ya son de fuerte calibre como: “Ladrón, advenedizo, hijo de  
25  
puta. La masa manifiesta un total descontrol. Los dos policías y el  
técnico tiemblan de miedo porque la violencia no solo proviene del  
interior de la oficina, sino también del exterior, desde donde se grita  
y golpea las puertas, paredes y ventanas, con palos, varillas y pie-  
dras.  
Jacinto Espinosa, abriéndose camino en la multitud, pide que  
26  
todos se hagan a un lado y lo dejen pasar, diciendo: “Déjenme a mí”,  
y pasa a la oficina de gerencia. Ante la arremetida de los trabajadores  
la desesperación invade al técnico, los agresores están ya frente a él,  
a un par de metros. En un acto de protección, para intimidar a los  
agresores, saca su arma y realiza desesperadamente tres disparos al  
aire. Uno de los trabajadores que porta una varilla, arremete contra  
el técnico y le propina un certero golpe en el brazo derecho, con el  
que sostenía el arma. Por el golpe suelta la pistola y esta cae al piso.  
Vilageliu reaccionó inmediatamente y, como una medida de pro-  
tección, trata de tomar nuevamente el arma del piso. En el momento  
en que se agacha para recoger la pistola, otro de los trabajadores de  
apellido Zapata golpea al técnico en la frente con una varilla. El golpe  
es tan fuerte, que le desprende parte del cuero cabelludo, desde la  
frente hasta unos cuantos centímetros hacia atrás. Inmediatamente  
otro de los obreros, un moreno, le acierta otro garrotazo en la cabeza  
con una varilla.  
Vilageliu, herido en la cabeza y sangrando abundantemente,  
se toma la frente con las manos para apaciguar el dolor y tratar de  
reubicar parte del cuero cabelludo desprendido. Los policías lo  
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2
5 Declaración de Daniel Játiva, 8 de julio de 1965. Causa nro. 1965-0102, cuerpo 1, pág. 70.  
6 Declaración de Raúl Ruiz, 10 de julio de 1965. Causa nro. 1965-0102, cuerpo 1, pág. 99.  
BOLETÍN ANH Nº 206-B • 259–286  
274  
La historia no contada  
de la muerte del técnico José Vilageliu  
toman de los costados para sostenerlo por los brazos. A continua-  
ción, el español se abraza al policía Arroyo y con cierta serenidad le  
27  
dice: “Cuidado policía, por favor, llévenme a la casa”. La casa que está  
ubicada frente a la estación del ferrocarril. Mientras los gendarmes  
sacaban al técnico de la gerencia, los gritos insultantes de los traba-  
jadores proseguían, unos más groseros que otros.  
Vilageliu sale herido de la fábrica  
Los cinco policías que en ese momento están en el lugar lo-  
gran reagruparse junto a Vilageliu en la puerta de salida de la nave  
de la fábrica.  
Salía el señor Vilageliu con varias heridas en la cabeza y en uno de esos  
momentos dijo gritando “ay ya yay, no me maten” y abrazado del policía  
Arroyo salió para afuera, en vista de esas circunstancias nos replega-  
mos todos los cinco a defender al mentado señor y ver cómo evitar que  
continúe el maltrato, pero la muchedumbre era demasiada que nues-  
tros esfuerzos resultaban inútiles y seguíamos a su lado pese a los es-  
28  
tropeos.  
La multitud estaba totalmente descontrolada, mientras Vila-  
geliu sale de las oficinas de la fábrica sigue siendo atacado por la  
multitud. “Empezaron la turba a seguir dándole de golpes, inclusive, fran-  
camente la gente se encontraba haciéndole calle de honor y todos armados  
29  
con palos y varillas que por encima de nosotros le daban”. Hay momen-  
tos en que la masa de los trabajadores obstaculiza el camino del he-  
rido, no es nada fácil avanzar hacia la salida. Los insultos, golpes y  
empujones son constantes en el trayecto.  
Cuando Vilageliu inicia la subida a las gradas de piedra, que  
están entre la puerta de ingreso al edificio y la puerta de ingreso de  
los predios de la fábrica, se cae bruscamente; se vuelve a dar otra es-  
cena espantosa:  
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7 Declaración de Jorge Arroyo, 3 de julio de 1965. Causa nro. 1965-0102, cuerpo 1, pág. 30.  
8 Declaración de Luis Lautaro Calderón, 5 de julio de 1965. Causa nro. 1965-0102, cuerpo 1,  
pág. 47.  
29 Declaración de Jorge Arroyo, 3 de julio de 1965. Causa nro. 1965-0102, cuerpo 1, pág. 30.  
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Miguel A. PossoY.  
En ese momento pude ver que una persona le asestó un garrotazo en  
la cabeza, rompiéndola más de lo que estaba, en ese momento y desde  
más antes, se encontraba una mujer a quien la conozco como la “suegra  
del Gringo”, y que fácilmente le puedo identificar y esta era la que azu-  
zaba a las gentes y el momento que salió el señor Vilageliu herido le  
dijo: -Ahora ya no hay wiski, ni el cigarrillo fino, ladrón, sinvergüenza,  
y en la mano portaba un palo.30  
Junto a esta mujer hay otras dos. En su declaración juramen-  
tada, sobre este momento, Raúl Andrade expresa: “Estaban otras dos  
mujeres que no se sus nombres, pero la una es mujer de un Goveo, obrero  
de la fábrica, y la otra mujer de un relojero”.31  
Vilageliu es dirigido a la Iglesia de Andrade Marín  
Ya afuera de la fábrica, un par de metros delante de la salida,  
Ramón Yll, un español que se desempeñaba como jefe de hilatura,  
al ver la masacre hacia Vilageliu, se acerca a su compatriota y al ins-  
tante es amenazado por un obrero con la frase: “No te metas porque  
32  
podría pasarte algo”, algunos de la turba lo agarran de la ropa, le se-  
paran del técnico y vuelven a dirigirse a Yll en estos términos: “Si te  
33  
metes te matamos”. Temeroso de ser agredido se separa de su com-  
patriota y deja que la multitud continúe en dirección incierta por la  
calle Dalmau; solo puede mirar aturdido esa especie de marcha en  
la que: “Todo el mundo se encontraba con leños, mujeres niños y  
34  
hombres”.  
Vilageliu, de manera apresurada y casi corriendo, pasa frente  
a la estación del ferrocarril y de su casa, unos cuantos metros delante  
de toda la multitud de más de mil personas y acompañado de los  
policías. Varios de los armados con leños, fierros y piedras golpean  
con estos instrumentos los rieles del tren, lo que hace la escena más  
dantesca, por el ruido que se genera, los gritos y los silbidos.  
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0 Declaración de Florentino Terán, 3 de julio de 1965. Causa nro. 1965-0102, cuerpo 1, pág. 44.  
1 Declaración de Raúl Andrade G., 9 de julio de 1965. Causa nro. 1965-0102, cuerpo 1, pág. 85.  
2 Declaración de Ramón Yll, 13 de julio de 1965. Causa nro. 1965-0102, cuerpo 1, pág. 109.  
3 Declaración Yll, 13 de julio de 1965. Causa nro. 1965-0102, cuerpo 1, pág. 109.  
4 Declaración de Ramón Yll, 13 de julio de 1965. Causa nro. 1965-0102, cuerpo 1, pág. 109.  
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La historia no contada  
de la muerte del técnico José Vilageliu  
Se impide al herido ingresar a su casa que está frente a la es-  
tación. Ante esto, Vilageliu pide a los policías que le trasladen a la  
Iglesia de Andrade Marín, ubicada a 320 metros al norte de la fábrica,  
su intención es protegerse de las agresiones en el interior del templo  
y así evitar más provocaciones. Los policías creyeron que era una  
buena decisión, tomando en cuenta la fe cristiana profesada por los  
obreros.  
Cuando el gentío llega a las inmediaciones del santuario, a  
un par de metros de la puerta de entrada, la multitud impide a Vila-  
geliu ingresar; además, lamentablemente pocos minutos antes, las  
puertas de la iglesia habían sido cerradas por el temor a una invasión  
a su interior. El policía Arroyo emite su versión de este momento de  
la siguiente manera: “Cuando llegamos quise hacerle entrar a la iglesia,  
pero se interpuso un moreno de apellido Zapata, o sea el mismo que le dio  
el primer golpe, no me dejaron entrar y otros, las demás gentes gritaban  
35  
que le arrastren hasta Atuntaqui”; estas últimas palabras de la decla-  
ración fueron corroboradas por el policía Muñoz en su declaración.  
El policía Luis Lautaro Calderón declaraba sobre este punto: “Quisi-  
mos entrar con el herido a la iglesia, pero los atacantes nos impedían po-  
niéndose al frente, y a empujones, puñetes y puntapiés nos dirigían por la  
calle que va a Atuntaqui”.36  
La multitud dirige a Vilageliu hacia Atuntaqui  
Las personas más agresivas del tumulto dirigen a Vilageliu,  
mediante golpes y empujones, desde la iglesia de Andrade Marín  
hacia Atuntaqui, bajándolo por la calle General Enríquez. Algunos  
de los presentes en el tumulto ya gritan por reiteradas ocasiones la  
37  
frase: “Que se le mate, que se le mate”. Frente a la Oficina de Correos  
de Andrade Marín, en la esquina de los rieles y la calle General En-  
ríquez, Jack Stead logra ubicarse a unos pocos metros del técnico, en  
ese momento recibe una pedrada en la espalda que le impide avan-  
3
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5 Declaración de Jorge Arroyo, 3 de julio de 1965. Causa nro. 1965-0102, cuerpo 1, pág. 30.  
6 Declaración de Luis Lautaro Calderón, 8 de julio de 1965. Causa nro. 1965-0102, cuerpo 1,  
pág. 47.  
37 Declaración de Alfredo Ruiz, 13 de julio de 1965. Causa nro. 1965-0102, cuerpo 1, pág. 112.  
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zar y escucha la frase a Flavio Pozo: “Aquí no más debemos matarle,  
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para qué le llevamos a Atuntaqui, pues ya mismo viene la Policía”; tam-  
bién alcanza a ver en ese lugar a cuatro personas que llevan una soga  
de pabilo, del grosor de un pulgar, confeccionada en la fábrica.  
La multitud sigue en dirección hacia Atuntaqui. Uno de los  
que mira esta escena macabra declara luego: “De un lado y otro, fran-  
39  
camente llovían piedras y seguían bajando por la General Enríquez”. En  
el trayecto, la gente desde sus hogares observa pasmada el espectá-  
culo; las amas de casa cierran las puertas por temor a que la turba  
enardecida se ensañe también con ellas; esconden a sus hijos meno-  
res con la intención de que no vean el trágico cuadro, los mayores  
están en las escuelas y colegios; otras, más temerosas y perplejas,  
sólo miran por las hendijas de las puertas o ventanas.  
En el trayecto hacia el parque de Atuntaqui, a dos cuadras  
de llegar a la clínica, el técnico repite, al policía Arroyo, la frase ya  
desesperada y casi sin aliento: “Por favor, llévenme a la clínica, ya caigo,  
ya caigo”.4 Dos de los policías que están muy cerca del técnico,  
cuando la multitud les permite por descuido, en ciertas ocasiones lo-  
gran estar junto a él, hombro a hombro.  
0
Mientras tanto, en Atuntaqui, aproximadamente a las 10h30,  
una mujer de nombre Alicia Ayala, sin autorización del cura, repica  
las campanas de la Iglesia. La mayoría de los habitantes de Atun-  
taqui, asustadas por el sonar de las campanas, llegan inmediata-  
mente a la puerta de la iglesia y al parque; se riega la voz entre ellos  
de los disturbios que se están suscitando y también del pedido de  
que los pobladores suban a la fábrica a respaldar a los obreros.  
Vilageliu, agotado por los golpes y empujones que recibe en  
el trayecto, casi llega a desmayarse cuando pasa frente a la Clínica  
de la Caja del Seguro. El personal de esta institución nada puede  
hacer frente a tanta gente; además, los que de alguna manera lideran  
aquel acto lo intimidan e impiden su ingreso a este centro de salud.  
La enfermera Guillermina Vinueza pide que se abra las puertas de  
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8 Declaración de Jack Stead, 18 de agosto de 1965. Causa nro. 1965-0102, cuerpo 5, pág. 38  
9 Declaración de Luis Alfredo Palacios V., 23 de julio de 1965. Causa nro. 1965-0102, cuerpo 1,  
pág. 161.  
40 Declaración de Jorge Arroyo, 3 de julio de 1965. Causa nro. 1965-0102, cuerpo 1, pág. 30.  
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278  
La historia no contada  
de la muerte del técnico José Vilageliu  
la clínica; en ese momento, ella es empujada grotescamente hacia el  
interior del lugar por uno de los actores de la barbarie; como conse-  
cuencia cae desmayada y la puerta es cerrada para evitar desmanes  
al interior del centro médico. En todo el trayecto las puertas se iban  
cerrando de lado y lado. “Cuando el herido quiso, o mejor dicho le qui-  
sieron hacer entrar en la clínica, no dejaron porque la gente gritaba que no  
le dejen entrar”.41  
Inicia del arrastre  
Vilageliu está exhausto, pasa a empujones y golpes por la  
Clínica del Seguro, todavía en píe. Unos tres metros hacia abajo, de  
la intersección de las calles Enríquez y Velasco, el maltrato que recibe  
lo tienen al borde de la inconciencia. Todo era una locura. El policía  
Arroyo, producto de los golpes que recibe cae al piso; él recuerda  
con respecto a este punto: “Recibí un fuerte garrotazo en la pierna iz-  
quierda y una pedrada en la cabeza, en el costado izquierdo, por causa de  
42  
estos golpes no pude quedarme en pie”. Paralelamente, el policía Are-  
llano recuerda ese espectáculo macabro, entre empujones, gritos y la-  
mentos, en el que los agresores les ponen una soga al cuello a dos de  
los gendarmes.  
El caso es que Arroyo y Vilageliu, producto de los maltratos  
y del cansancio, caen juntos al piso. El español ya no pudo recupe-  
rarse, quedó en el suelo, de alguna manera se rindió ante los agreso-  
res. En ese momento, en el suelo “le arredondearon, pudiendo ver que  
43  
la señora Úlfreda Vallejos, le dio una pedrada en la cara”, golpe cobarde,  
seguramente mortal. Otra enfurecida mujer, delgada y de regular es-  
44  
tatura, dice en voz alta: “Toma desgraciado”, a la vez que le propinaba  
otros golpes, con un palo, al cuerpo de Vilageliu tendido en el piso.  
Casi al instante los agresores, no conformes con el sufrimiento del  
técnico Vilageliu, le colocan una soga alrededor del cuello, soga que  
uno de los del tumulto la traía desde la fábrica.  
41 Declaración de Efrén Cadena, 31 de julio de 1965. Causa nro. 1965-0102, cuerpo 2, pág. 72-73.  
42 Declaración de Jorge Arroyo, 3 de julio de 1965. Causa nro. 1965-0102, cuerpo 1, pág. 30.  
43 Declaración de Jack Stead, 18 de agosto de 1965. Causa nro. 1965-0102, cuerpo 5, pág. 38.  
44 Declaración de Joel Andrade, 6 de agosto de 1965. Causa nro. 1965-0102, cuerpo 3, pág. 45.  
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La muchedumbre, entre la mirada atónita de varios curiosos,  
gritaban: “Que se le arrastre, que se le arrastre”; las patadas, los puñeta-  
zos y golpes con palos al cuerpo inerte del español no cesaban. Acto  
seguido, los descontrolados agresores, que en su mirada irradiaban  
ira y odio, toman la soga y la amarraron al pie izquierdo de Vilageliu.  
Con este acto atroz se iniciaba el horroroso arrastre al técnico Vilage-  
liu, la multitud se dirigía ahora hacia el parque central de Atuntaqui,  
por el empedrado de la calle General Enríquez.  
Arroyo testifica juramentadamente: “Le amarraron en el pie del  
español, haciendo de la soga que debía haber sido larga, cuatro partes, de las  
cuales cogieron y empezaron a arrastrarle”. Como la soga era bastante  
larga, no fue uno solo quien empezó a tirar de ella, en cada uno de los  
cuatro extremos de la cuerda había varias personas halando. Un em-  
pleado municipal que ve la escena en su declaración ante el juez mani-  
fiesta: “En este instante pude observar que los hermanos Zapata, le ponían  
la soga al cuello al señor Vilageliu y otros dos individuos que no se sus nom-  
bres, le halaban del otro extremo de la soga, siendo estos medios longos y que  
45  
supongo trabajaban en la tintorería o en la cuadrilla de la misma fábrica”.  
Sobre este mismo hecho espeluznante, Francisco Viteri decla-  
raría luego: “Llegué a la Clínica, conversé con algunos médicos y enferme-  
ras a la entrada del edificio de la misma y una señorita me dijo que se habían  
bebido la sangre de la víctima, idea a la que yo no pude dar crédito y entonces  
46  
fue cuando una viejecita me dijo que eso era verdad y que ella había visto .  
En medio de gritos, el gentío colmó totalmente la cuadra en-  
tera y baja por la calle empedrada, el arrastre continúa de manera sal-  
vaje y los golpes al cadáver proseguían, los golpes con palos y  
puntapiés al cuerpo sin vida proseguían. Muchas personas que ven  
el espectáculo macabro, especialmente mujeres vecinas de esta cuadra  
no pueden hacer más que llorar y retirarse del lugar. Era incompren-  
sible como hombres y mujeres del pueblo estaban fuera de sí, en una  
especie de posesión diabólica; todos los presentes se convertían en  
parte directa o indirecta de este macabro crimen.  
Una cuadra más abajo de la Clínica del Seguro, en la esquina  
de la General Enríquez y Espejo, llega el cura Jacinto Zarauz, párroco  
4
4
5 Declaración de Joel Andrade, 6 de agosto de 1965. Causa nro. 1965-0102, cuerpo 3, pág. 45.  
6 Declaración de Francisco Viteri, 19 de agosto de 1965. Causa nro. 1965-0102, cuerpo 4, pág. 86.  
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La historia no contada  
de la muerte del técnico José Vilageliu  
de Atuntaqui, a tratar de poner orden ante la locura de le gente; la-  
mentablemente, no hacen caso de sus palabras y también es objeto  
de amenazas. El religioso es nuevo en la ciudad, solo quince días  
antes de este suceso fue asignado a la iglesia del pueblo, el 15 de  
mayo. El cura Zarauz, pocos días después de este suceso recordaría:  
Vi el cadáver que era arrastrado con una soga que pendía del pie dere-  
cho, me introduje inmediatamente al lugar de los hechos e increpé a la  
multitud pidiendo que cesaran en el crimen, desgraciadamente no se  
me hizo caso por la furia y ceguera que poseían; en esos momentos se  
me grabó la imagen de tres hombres que tiraban de la soga, los cuales  
eran de las siguientes señales: Un señor moreno, alto de cabellera abun-  
dante, en camisa; el otro era un hombre bajo con camisa roja y delgado;  
el tercero era de estatura mediana, color moreno y tenía una camisa algo  
verde.4  
7
Desde Andrade Marín, hasta ese lugar donde empezó el  
arrastre, siempre hubo un personaje que decía por repetidas veces a  
los policías: “Que no nos metamos, por cuanto nos van a arrastrar a no-  
48  
sotros”. Mientras declaraba uno de los policías, también recordó, a  
varios de los presentes en el disturbio, decir la siguiente frase: “Arras-  
tremos también a los chapas, hay que matarlos también, pese a que yo les  
49  
insinuaba y les manifestaba que el señor ya está muerto”. Nadie hacía  
caso y la locura estaba apoderada de la muchedumbre. Una señora  
se acercó a pedir cordura, de manera firme, lamentablemente también  
fue amenazada e insultada al momento.  
Cuerpo de Vilageliu llega al parque  
El cuerpo de Vilageliu, arrastrado cinco cuadras de uno de  
los pies con una soga, llega al parque de Atuntaqui, a la esquina de  
las calles General Enríquez y García Moreno, lugar donde se encuen-  
tra la cruz de piedra, diagonal a la puerta principal de la iglesia Ma-  
4
4
7 Declaración de Jacinto Zarauz, 27 de julio de 1965. Causa nro. 1965-0102, cuerpo 1, pág. 199.  
8 Declaración de Luis Arturo Arellano, 3 de julio de 1965. Causa nro. 1965-0102, cuerpo 1, pág.  
4
0.  
9 Declaración de Luis Arturo Arellano, 3 de julio de 1965. Causa nro. 1965-0102, cuerpo 1, pág.  
0.  
4
4
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triz. Son las 11h25, muchos curiosos veían el sombrío espectáculo  
desde el pretil, otros desde las gradas de la iglesia y algunos desde  
la esquina del municipio que en esos días estaba en construcción.  
Celina Muñoz Vda. de Reyes, al mirar la espantosa escena  
50  
se acerca y pide llorando: ¡Por Dios, no le hagan así, tengan caridad!;  
inmediatamente, uno de los victimarios agitado y sudoroso le con-  
testa: “Qué llora señora, llore por nuestra hambre y no por este que gana  
51  
más de veinte mil sucres, pero ya le traemos jodido, ya ha de estar muerto”.  
En esos momentos el policía Arroyo escucha un grito fuerte:  
52  
A la plaza, a la plaza, gasolina para incendiarle como en Manabí”. La  
intención de varios de la muchedumbre es llevar el cuerpo sin vida  
y quemarlo en la Plaza Libertad, ubicada a unos treinta metros hacia  
abajo de la puerta de ingreso de la Iglesia Matriz de Atuntaqui. El  
policía Muñoz recuerda en los días posteriores: “La gente pedía que  
trajeran gasolina para quemar el cadáver, nosotros en forma pasiva les ro-  
gábamos que le dejen, que ya está muerto el señor, y que la venganza debía  
ya pasarles, pero no nos hacían caso de esto, diciendo que este señor no nos  
paga a nosotros”.53  
Recogida del cadáver de Vilageliu  
Un contingente de las fuerzas del orden llega en el camión  
al parque de Atuntaqui, se unen a los cinco policías maltratados que  
estuvieron en todo el trayecto, ven a sus compañeros ensangrentados  
sus ropas y con una expresión de espanto y miedo. Al mirar que hay  
personas que gritan que se queme con gasolina el cadáver de Vila-  
geliu, los policías recién llegados tratan de evitar a toda costa este  
acto. Logran persuadir a la gente de que se dispersen y que se cal-  
men, aunque algunos todavía seguían agresivos.  
A pocos metros del camión, la turba todavía no disuelta del  
todo silva irónicamente a los agentes del orden; otros les gritaban e  
intimidaban diciéndoles que no tengan miedo y no que se vayan.  
50 Declaración de Silvio Guevara R., 31 de julio de 1965. Causa nro. 1965-0102, cuerpo 2, pág. 75.  
51 Declaración de Silvio Guevara R., 31 de julio de 1965. Causa nro. 1965-0102, cuerpo 2, pág. 75.  
52 Declaración de Jorge Arroyo, 3 de julio de 1965. Causa nro. 1965-0102, cuerpo 1, pág. 31.  
53 Declaración de Filiberto Muñoz, 3 de julio de 1965. Causa nro. 1965-0102, cuerpo 1, pág. 36.  
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La historia no contada  
de la muerte del técnico José Vilageliu  
Junto al cadáver se observa dos tarros pequeños de lata y un poco  
de paja; decían que en esos tarros había gasolina, aunque no se ha  
comprobado lo dicho. En aquel momento, el jefe de la Policía da la  
orden de que el cadáver fuera trasladado inmediatamente a la mor-  
gue de la ciudad de Ibarra.  
Epílogo  
Luego de la muerte del técnico Vilageliu la fábrica siguió ce-  
rrada hasta febrero de 1966, tiempo en el cual se desató una crisis so-  
cial y económica en todo el cantón Antonio Ante. Cuando se reabrió  
la fábrica solo lo hizo con la mitad de los trabajadores. Luego de este  
fatal suceso vino una lucha de cerca de dos años para lograr la am-  
nistía de los trabajadores y demás personas involucradas en el cri-  
men. La Asamblea Constituyente, en junio de 1967, otorgó la  
amnistía general a todos los involucrados en este crimen, presos y  
prófugos.  
Conclusiones  
Por el cierre de la fábrica existió una desesperanza en los tra-  
bajadores, sus familiares y en general en toda la población anteña,  
ya que, de una u otra manera, el motor de la vida social, económica  
y productiva giraba alrededor de esta industria. El caldo de cultivo  
para una sin razón estaba dado por: la crisis, desde días antes de la  
muerte del técnico; los innumerables incumplimientos por parte de  
los patronos a los acuerdos establecidos; la falta de información opor-  
tuna y verídica; y las circunstancias, expresiones y aglomeraciones,  
tanto del día anterior a la muerte de Vilageliu, como las de ese fatí-  
dico día.  
En el crimen de Vilageliu hubo más de dos mil personas pre-  
sentes, se entenderá que este colectivo influenció de tal manera que  
la personalidad consciente de sus miembros fue eclipsada, por una  
especie de hipnosis, producto del contagio y sugestionalidad que le  
hizo actuar a un nivel emocional primitivo. Gustave Le Bon  
(1841–1931), en su texto La psicología de las masas expone el cómo las  
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283  
Miguel A. PossoY.  
aglomeraciones quitan los rasgos propios a los individuos, para así  
dar paso a una especie de alma colectiva que hace que las personas  
piensen, sientan y actúen de modo diferente a como lo harían en  
forma independiente.  
Referencias  
Declaraciones juramentadas en el Juzgado Primero del Crimen, Causa N°  
1965-0102 compuesta de mil páginas e iniciada el 1 de julio de 1965. Juez:  
Dr. Jaime Tafur:  
Policía Jorge Arroyo. 3 de julio de 1965.  
Policía Filiberto Muñoz Murillo. 3 de julio de 1965.  
Policía Luis Arturo Arellano, de 34 años. 8 de julio de 1965.  
Policía Florentino Terán Armas, 29 años. 5 de julio de 1965.  
Policía Luis Lautaro Calderón, 20 años. 8 de julio de 1965.  
Pedro Miguel Estévez, obrero, 35 años. 6 de julio de 1965.  
Ángel Solano, portero de la fábrica, 60 años. 7 de julio de 1965.  
Daniel Játiva, el ayudante de contabilidad, 39 años. 8 de julio de 1965.  
Raúl Andrade Garzón, chofer de la fábrica, 38 años. 9 de julio de 1965  
Tarquino Ruiz, contador de la fábrica, 43 años. 9 de julio de 1965  
Luis Fernando Vitaliano Andrade, empleado de contabilidad, 49 años. 9 de julio  
de 1965  
Néstor Espinosa, empleado de las oficinas de la fábrica, 45 años. 9 de julio de  
1
965  
Inés Báez, v. de Zumárraga, obrera de la fábrica, 44 años. 12 de julio.  
Ramón Yll, director de hilatura, español, 52 años. 13 de julio de 1965.  
,
Alfredo Ruiz, obrero textil. 13 de julio de 1965.  
José María Estévez Endara, miembro del Comité Pro-Defensa de los Trabajado-  
res. 21 de julio de 1965.  
Luis Alfredo Palacios Vallejos, obrero textil, 42 años. 23 de julio de 1965.  
Jacinto Zarauz, cura Párroco de Atuntaqui, 39 años. 27 de julio de 1965.  
Efrén Cadena, tipógrafo de imprenta, 21 años. 31 de julio de 1965.  
Silvio Guevara Rocha, comerciante, 55 años. 31 de julio de 1965.  
María Andrade, quehaceres domésticos, 30 años. 6 de agosto de 1965.  
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La historia no contada  
de la muerte del técnico José Vilageliu  
Juan Pabón, sargento de la policía civil de la Compañía Imbabura N° 12. 9 de  
agosto de 1965.  
Néstor Villegas, contador y revisador de la tela de la fábrica, 56 años. 9 de agosto.  
Crisanto Recalde, mecánico, 51 años. 9 de agosto de 1965.  
Francisco Viteri, empleado público, 20 años. 19 de agosto de 1965.  
Jack Stead Piers, comerciante, 30 años. 24 de agosto de 1965.  
Marco Tulio Gordillo Vinueza, párroco de Andrade Marín, 43 años. 26 de agosto  
de 1965.  
Carlos Alberto Anrrango Goveo, obrero, 24 años. 27 de agosto de 1965.  
Peater Estead Piars, negociante, 25 años. 30 de agosto de 1965.  
Luis Ermel López, controlador, 39 años. 7 de octubre de 1965.  
Segundo Polivio Palacios, obrero textil, 41 años. 1 de noviembre de 1965.  
Relatos realizados por extrabajadores de la Fábrica Textil Imbabura en cuatro  
tertulias desarrolladas en el 2007:  
Salón de Actos del Gobierno Municipal de Antonio Ante.  
Andrade Marín (Restaurante La Casa De Marín).  
Restaurante Paila Tola.  
Hostería Natabuela.  
Entrevistas realizadas por el autor a las siguientes personas en el 2006:  
Andrade Rosa, Astudillo Alberto, Cadena Juan, Dávila Manuel, Dávila Pedro,  
Dávila Rigoberto, Espinosa Norberto, Navarro Gonzalo, Palacios Aníbal, Posso  
Cadena Alfredo, Posso Cadena Miguel, Posso Cadena Raquel, Ruiz Raúl, Sala-  
zar Daniel, Salgado Humberto y Vallejos Manuel.  
Bibliografía  
DOCUMENTO: Acta compromiso firmada entre directivos del Comité Pro-Defensa de  
los trabajadores de la Fábrica Textil Imbabura y los representantes de la Industrial  
Algodonera S.A. 15 de junio de 1965.  
DOCUMENTO: Listas de trabajadores que: seguirán laborando en la fábrica y que de-  
jarán de pertenecer a la fábrica, 30 de junio de 1965.  
DOCUMENTO: Lista de trabajadores que serán indemnizados, 30 de junio de 1965.  
LE BON, Gustave: La psicología de las masas, recuperado de Último Reducto,  
http://www.ultimoreducto.com/ 1895.  
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285  
Miguel A. PossoY.  
POSSO, Miguel: Fábrica Textil Imbabura. ¡La Historia! Y los acontecimientos más re-  
levantes de Antonio Ante, Quito, Ecuador, 2008.  
ZUMÁRRAGA, Pedro M.: Monografía del Cantón Antonio Ante, Prensa Católica,  
Quito, Ecuador, 1949.  
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286  
La Academia Nacional de Historia es  
una institución intelectual y científica,  
destinada a la investigación de Historia  
en las diversas ramas del conocimiento  
humano, por ello está al servicio de los  
mejores  
intereses  
nacionales  
e
internacionales en el área de las  
Ciencias Sociales. Esta institución es  
ajena a banderías políticas, filiaciones  
religiosas,  
intereses  
locales  
o
aspiraciones individuales. La Academia  
Nacional de Historia busca responder a  
ese  
carácter  
científico,  
laico  
y
democrático, por ello, busca una  
creciente profesionalización de la  
entidad, eligiendo como sus miembros  
a
historiadores  
profesionales,  
quienes  
entendiéndose por tales  
a
acrediten estudios de historia y ciencias  
humanas y sociales o que, poseyendo  
otra formación profesional, laboren en  
investigación  
histórica  
y
hayan  
realizado aportes al mejor conocimiento  
de nuestro pasado.  
Forma sugerida de citar este artículo: Posso Y., Miguel, “La  
historia no contada de la muerte del técnico José Vilageliu,  
Atuntaqui 1 de julio de 1965", Boletín de la Academia Nacional de  
Historia, vol. XCIX, Nº. 206-B, julio - diciembre 2021, Academia  
Nacional de Historia, Quito, 2021, pp.259-286