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BOLETÍN de la A.N.H.  
Vol C  
Nº 207  
Enero–junio 2022  
©
ꢀ Academia Nacional de Historia del Ecuador  
ISSN Nº 1390-079X  
eISSN Nº 2773-7381  
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julio 2022  
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BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA  
Vol. C – Nº. 207  
Enero–junio 2022  
AMÉRICA LATINA Y LA HISTORIA GLOBAL:  
PROMESAS Y RIESGOS  
–DISCURSO DE INCORPORACIÓN–  
Stefan Rinke1  
Hoy en día, en todos lados se habla sobre el ascenso de la  
historia global. Los hechos son bastante conocidos. Sin embargo, en  
Alemania no ha habido grandes cambios a nivel institucional. Si bien  
algunos institutos de historia cuentan con cátedras de historia global,  
en la mayoría –bastante más del 90%– este no es el caso. Lo que se  
observa es más bien una tendencia a usar excesivamente el concepto  
de lo “histórico-global”. Si se mira con objetividad el estado de la  
historiografía en Alemania se tiene necesariamente la impresión de  
que el entusiasmo por la historia global no fue más que otro “giro”  
que llegó en las últimas décadas para volver a irse. Sin embargo, más  
allá del bombo, la historia global sigue siendo un reto tanto para la  
historia como para los estudios regionales. Lo anterior se puede ver  
especialmente en el constante incremento en la demanda por pro-  
gramas académicos orientados hacia la historia global y la disminu-  
ción en la demanda por los programas clásicos de historia.  
La popularidad de este nuevo ángulo de la disciplina histó-  
rica hace parte de un contexto más amplio marcado por el ascenso  
de los estudios poscoloniales, el cual ha estado acompañado del  
cuestionamiento de las bases epistemológicas de la disciplina y su  
eurocentrismo subyacente. Puesto que la descolonización de África  
1
Dr. phil, Dr. phil. Habil., Dr. h.c. Director Departamento de Historia del Instituto de Estudios  
Latinoamericanos de la Freie Universität Berlin. Director de los Consejos Científicos del Centro  
de Estudios Avanzadas de América Latina, Director del Instituto Histórico Alemán en Was-  
hington D.C. Laureado del Premio Henriette Herz-Talent Scout de la Fundación Alexander  
von Humboldt, del Premio de Excelencia en Supervisión Doctoral de la Dahlem Research  
School, del Premio José Antonio Alzate de CONACYT y la Academia Mexicana de Ciencias,  
del Premio para la tesis de Habilitación de la Eichstätter Universitätsgesellschaft, del Einstein  
Research Fellowship. Vocero del Colegio Internacional de Graduados “Temporalidades del  
Futuro”.  
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América Latina y la historia global:  
promesas y riesgos  
y Asia en el siglo XX fue un móvil fundamental para este proceso,  
América Latina, con sus más de 200 años de historia “pos”colonial  
no encajaba bien en este esquema. Este es uno de los motivos esen-  
ciales por los cuales la historiografía global hasta ahora no le ha pres-  
tado mucha atención al subcontinente. Sin embargo, el creciente  
cuestionamiento de las perspectivas eurocéntricas y el enfoque en  
los entrecruzamientos históricos globales harán que la investigación  
acerca de las historias de regiones y lugares por fuera de Europa ad-  
quiera mayor importancia en el debate histórico.  
Debido a la diversidad de la investigación, es imposible de-  
finir claramente –tanto a nivel institucional como en lo referente al  
contenido– qué viene siendo una historia regional no concentrada  
en “Occidente”. Cuando en Alemania se hace historia latinoameri-  
cana, por ejemplo, hay una tensión entre los llamados Area Studies  
(
estudios de área) o estudios regionales y la historia “general”, la  
cual suele ser, en el mejor de los casos, una historia enfocada en Eu-  
ropa sino solamente en Alemania. Los estudios regionales, en cam-  
bio, suelen desarrollarse en contextos de enseñanza e investigación  
interdisciplinarios.  
De ahí surge la pregunta por el posicionamiento: ¿Se trata  
realmente de una investigación histórica o de una investigación in-  
terdisciplinaria? ¿Y si se trata de una investigación interdisciplinaria,  
qué implica esto exactamente? ¿Estamos ante un tipo de trabajo aca-  
démico menos histórico? ¿Ante una historia presentista que funciona  
prácticamente como disciplina de apoyo de la sociología? Para resu-  
2
mir, el reto de esta disciplina “pequeña” es indudablemente grande.  
A continuación, seguiré la relación entre la disciplina histó-  
3
rica y los estudios regionales. Quiero mostrar que la historia de  
América Latina es apropiada para tender un puente entre la “disci-  
plina madre”, que se vende cada vez más como “global”, y los estu-  
dios regionales, y por qué. Mi tesis central es que los estudios  
regionales siempre son estudios sobre el otro, el extranjero. Desde  
2
3
Acerca del debate sobre el futuro de las “disciplinas pequeñas” en Alemania, véase: “Kleine  
Fächer: Überleben in der Nische”: in: Deutsche Universitätszeitung (22. Juli 2016), S. 26.  
Una contribución importante al respecto es Birgit Schäbler (ed.), Area Studies und die Welt: Welt-  
regionen und neue Globalgeschichte, Mandelbaum, Wien, 2007.  
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Stefan Rinke  
1
492 estos estudios se llevan a cabo en un contexto mundial moderno  
y están ligados las siguientes preguntas fundamentales: ¿Dónde es-  
tamos parados nosotros y dónde están parados los demás en este  
mundo? ¿Cómo surge la posición propia de la posición de los otros?  
¿
Qué pretensiones de poder están asociadas a ambas?  
La región no surge sino hasta que se observa desde afuera  
algo desconocido. Lo propio no es objeto de los llamados estudios  
regionales, solo lo ajeno. Esto implica un esencialismo del que es pre-  
ciso ser consciente cuando uno se ocupa de la epistemología de la  
disciplina. En un sistema académico en el que suelen ser muy im-  
portantes ciertas jerarquías implícitas o explícitas, los estudios regio-  
nales se dedican más bien a hablar y luchar por “sus” regiones, con  
el fin de destruir jerarquías. Sin embargo, no todos los involucrados  
son conscientes de que al hacerlo tienden a caer en la trampa del  
orientalismo. En este contexto, también me refiero al “exotismo in-  
4
verso”.  
Los estudios regionales y la historia de América Latina  
¿Pero cómo es una historia hecha desde los estudios regio-  
nales? Al interior de la región en cuestión, los historiadores no se ven  
a sí mismos como especialistas en estudios regionales. Desde que se  
profesionalizó la historia, en América Latina se hace sobre todo his-  
toria nacional y local. La historia nacional y la historia universal, que  
suele ser la historia europea, son enseñadas por separado. Incluso es  
difícil encontrar centros de estudios latinoamericanos y los que hay  
5
son de corte más sociológico. Varios factores explican el poco trabajo  
relacionado con la historia no-latinoamericana al interior de América  
Latina. En primera línea están la falta de recursos económicos y los  
déficits en el inventario de las bibliotecas, los cuales hacen imposible  
realizar ese tipo de investigación. Por lo general solo hay dinero para  
temas y problemas nacionales. Las fuentes para temas más abarca-  
4
5
Stefan Rinke, “Pan-Americanism Turned Upside Down”, en: Berndt Ostendorf (ed.), Transna-  
tional America: The Fading of Borders in the Western Hemisphere, Winter, Heidelberg, 2002, p. 65.  
El Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe (CIALC) de la Universidad Na-  
cional Autónoma de México, fundado ya en 1960, es una excepción loable.  
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América Latina y la historia global:  
promesas y riesgos  
dores están con frecuencia en Europa, sobre todo en España, por lo  
que los académicos latinoamericanos están siempre en busca de  
becas internacionales para poder investigar.  
Solo por fuera de la región, especialmente en Estados Unidos,  
pero también en Europa y Alemania, se trata la historia latinoameri-  
cana como una disciplina regional. La historia como subdisciplina de  
los estudios regionales implica el énfasis en el espacio. Gracias al lla-  
mado spatial turn volvió a ser claro que no hay espacios inalterables,  
sino que los espacios cambian de forma dinámica. En el caso de Amé-  
rica Latina se presenta el tradicional problema de la delimitación.  
¿
Pertenecen el Caribe, el sudoeste de Estados Unidos, la Belice an-  
gloparlante o las Guayanas a América Latina? De ahí el riesgo –pero  
también la oportunidad– de construir unidades que solo se ven como  
tales desde la perspectiva exterior.  
Estos debates deben celebrarse constantemente al interior de  
los Area Studies o estudios regionales, pues, en últimas, estos solo  
pueden definirse en torno al espacio. No obstante, los espacios no  
solo son determinados por lo geográfico, sino también por lo sim-  
bólico-representativo, lo social y lo económico. De lo anterior se de-  
riva una ventaja, pues la pluralidad de los espacios abre la mirada a  
la multiplicidad de la(s) historia(s). Asimismo, es evidente la oposi-  
ción entre esta mirada y la historia universal clásica del siglo XIX y,  
6
en parte, del siglo XX. Con los estudios regionales entra en el campo  
visual la parte del mundo que no tenía un lugar en la historia uni-  
versal o mundial.  
Si se mira la historia de los Area Studies, llama la atención  
que sus inicios a principios del siglo XX se deben sobre todo a un  
impulso político. En muchos contextos impera aún la errada supo-  
sición de que la Segunda Guerra Mundial propició el despegue de  
los estudios regionales. No obstante, sus inicios son rastreables hasta  
la Primera Guerra Mundial, cuando en Estados Unidos creció, gra-  
cias a su potencial utilidad, el interés académico y político por Amé-  
rica Latina, región que se convirtió en el laboratorio de los Area  
6
Véase Gangolf Hübinger, (ed.), Universalgeschichte und Nationalgeschichten: Ernst Schulin zum  
5. Geburtstag, Rombach, Freiburg, 1994.  
6
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Stefan Rinke  
Studies. La exploración de América Latina servía a la ambición de  
supremacía de Washington y al panamericanismo, y fue patrocinada  
de forma acorde. América Latina se convirtió así en la región pionera  
de los Area Studies y Estados Unidos, que florecía gracias a la salida  
de la guerra, fue su motor.7  
Esta política se construyó sobre la base del “descubrimiento”  
de la cultura, el trabajo de prensa y la propaganda como instrumen-  
tos políticos a inicios del siglo XX. Los académicos y los políticos  
veían a América Latina como una región —un espacio— que era pre-  
8
ciso labrar. América Latina parecía especialmente idónea porque,  
con excepción de algunos restos sobre todo en el Caribe, en la región  
ya no había colonias; por lo tanto, era posible la competencia libre,  
mediante estas nuevas formas de soft power, entre las potencias de la  
época: Inglaterra, Francia, Alemania, Estados Unidos y, posterior-  
mente, Japón.  
El trabajo de expertos estadounidenses sobre América Latina  
y en especial sobre la historia del subcontinente condujo prematu-  
ramente a una narrativa en la cual el fracaso de América Latina se  
9
comparaba con el éxito de Estados Unidos. El final de la Segunda  
Guerra Mundial y la Guerra Fría les dieron un nuevo impulso a los  
estudios regionales, sin embargo, aunque América Latina siguió  
siendo importante, otras regiones que atravesaban procesos de des-  
colonización adquirieron protagonismo.  
Después de la Segunda Guerra Mundial creció lentamente el  
interés académico de los alemanes por el mundo no-europeo. El cam-  
bio intelectual alrededor del 68 con el ascenso de los movimientos  
de izquierda y el boom de la literatura latinoamericana en los años  
70 y 80 fueron los primeros en propiciar un quiebre del que se bene-  
fició sobre todo la investigación acerca de América Latina. El Insti-  
7
Véanse Louis W. Goodman, Latin American Studies in the United States: National Needs and Op-  
portunities, Washington: Wilson Center, 1979 y Ricardo Donato Salvatore, Disciplinary Conquest:  
U.S. scholars in South America, 1900-1945, Duke University Press, Durham, 2016.  
Jürgen Kloosterhuis,”Friedliche Imperialisten”: Deutsche Auslandsvereine und auswärtige Kultur-  
politik, 1906 – 1918, Lang, Frankfurt am Main, 1994, pp.92-120  
8
9
Mark T. Berger, Under Northern eyes: Latin American Studies and US Hegemony in the Americas;  
1898 – 1990, Indiana University Press, Bloomington, 1995, pp.20-25  
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América Latina y la historia global:  
promesas y riesgos  
tuto de Estudios Latinoamericanos de la Freie Universität Berlin, que  
sigue siendo el instituto regional dedicado a América Latina más  
grande del mundo germanoparlante, fue fundado, por ejemplo, en  
970.1  
0
1
En Alemania la historia se ocupa de América Latina desde  
hace relativamente poco. Desde de la Ilustración América fue impor-  
tante como imagen opuesta de Europa. Grandes nombres como Ro-  
bertson o Buffon veían el continente como el otro inmaduro del cual  
se distanciaba la orgullosa Europa. Hegel llamó a América la “tierra  
del futuro”, una tierra que ya no tenía historia porque el “espíritu”  
de Europa había borrado la historia que alguna vez tuvo –por ejem-  
11  
plo, los Incas y los Aztecas–. Con este trasfondo, no sorprende la  
falta de interés en América Latina durante la fase de profesionaliza-  
ción de la disciplina histórica europea en el siglo XIX. El tema fue si  
acaso abordado por la geografía histórica, a la que se sumaron a fi-  
nales del siglo XIX la etnografía y la antropología americanista deri-  
vada de ella.  
No extraña entonces que la historia de América Latina en-  
contrara cabida en la investigación alemana a través de un desvío  
por España. Desde la década de 1920, la historia latinoamericana fue  
entendida y enseñada como una extensión de la historia europea,  
para ser más precisos, como una extensión de la historia colonial ibé-  
rica. Ese era el enfoque principal cuando fueron fundadas las prime-  
ras instituciones dedicadas a la investigación sobre América Latina  
en Alemania. La conclusión y el apogeo de esta primera fase de in-  
terés académico en América Latina fue la fundación del Instituto Ibe-  
roamericano en Berlín en 1930.12  
Solo después de la Segunda Guerra Mundial se instituciona-  
lizó la historiografía latinoamericana también en las universidades  
1
0 Reinhard Liehr,“Lateinamerika-Institut und Lateinamerika-Forschung an der Freien Univer-  
sität, 1970-2004”, en: Stanislaw Kubicki (ed.): Die Kultur- und Ethno-Wissenschaften an der  
Freien Universität Berlin,: V&R unipress, Göttingen, 2011, p.163  
11 Véase Hegel 1924. Más adelante, Eric Wolf y otros modificaron la máxima de Hegel y se re-  
firieron a los “pueblos sin historia”. Véase Wolf 1982.  
12 Stefan Rinke,Der letzte freie Kontinent“: Deutsche Lateinamerikapolitik im Zeichen transnationaler  
Beziehungen, 1918-1933, Heinz, Stuttgart, 1996, pp.450-454  
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567  
Stefan Rinke  
alemanas, inicialmente en Colonia y después en la ciudad hanseática  
de Hamburgo, la cual ya había intentado reivindicarse como el cen-  
tro de las relaciones entre Alemania y América Latina durante el pe-  
riodo imperial. Posteriormente, la historia latinoamericana se  
establecería como disciplina sobre todo en relación con centros in-  
terdisciplinarios como los de Berlín, Bielefeld y Eichstätt. A pesar de  
la ola de recortes durante el cambio de siglo y de la crisis posterior,  
la cantidad de historiadores alemanes dedicados a América Latina  
no ha decaído en los últimos años. En el caso de los cargos tempora-  
les para investigadores jóvenes hay incluso motivos de alegría, gra-  
cias al nombramiento de tres profesoras asistentes. Sin embargo,  
entre los acontecimientos recientes también hay razones para preo-  
cuparse, como la reasignación de una cátedra de historia latinoame-  
ricana en Erfurt.  
Como se sugirió anteriormente, la perspectiva predominante  
en los estudios regionales de Europa occidental y Norteamérica  
tiende a ser problemática. La supuesta región o área depende siem-  
pre del observador. Para evitar extender las preguntas europeas a  
otras regiones y, al hacerlo, reproducir los puntos de vista europeos  
es preciso, reflexionar acerca del quehacer propio. El historiador que  
trabaja en estudios regionales tiene la tarea de posicionarse entre los  
debates de la historia como disciplina y las propuestas interdiscipli-  
narias de los Area Studies.  
Desde hace mucho, la historiografía latinoamericana es cons-  
13  
ciente de este acto de malabarismo. No obstante, solo desde los pri-  
meros años de la década de 1990 –época en la yo trabajaba por  
primera vez con el concepto de lo transnacional en mi disertación–  
se puede reconocer un claro aumento en la implementación del en-  
foque transnacional, primero en la historia y luego también en los  
estudios regionales. Una década después se impuso el enfoque de la  
historia global como ampliación de lo transnacional. En este proceso  
cumplieron un papel importante impulsos provenientes de la histo-  
riografía y los estudios regionales.  
13 Horst Pietschmann,“Lateinamerikanische Geschichte und deren wissenschaftliche Grundla-  
gen”, en: Handbuch der Geschichte Lateinamerikas, Bd. 1, Mittel-, Südamerika und die Karibik bis  
1760, Klett-Cotta, Stuttgart, 1994, pp.1-22  
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América Latina y la historia global:  
promesas y riesgos  
El ascenso de la historia global  
En efecto, desde inicios de la década de 1990, gracias al fin  
de la Guerra Fría y del mundo bipolar, se plantearon nuevas pregun-  
tas a los conceptos dominantes sobre el espacio. Categorías como el  
primer, segundo y tercer mundo se volvieron menos convincentes y  
cuestionarlas se volvió una tarea urgente para las humanidades y las  
ciencias sociales de cara a una globalización supremamente acele-  
rada. En la historia, el ascenso de los estudios globales se reflejó en  
el creciente número de trabajos sobre la historia de la globalización.14  
La atención se centró inicialmente en los llamados Transfers-  
tudien (“estudios de transferencia”), cuyos métodos y teoría se discu-  
tieron cada vez más durante los años 90. Asimismo, la comparación  
histórica y la historia relacional contribuyeron también a impulsar  
15  
una nueva orientación de la disciplina histórica. Esta nueva línea de  
investigación se interesaba por las estrategias de apropiación cultural;  
en vez de preguntar, como antes, por la influencia que ejercían deter-  
minados centros o por la absorción que ocurría en la supuesta peri-  
feria, este enfoque se centraba en las modalidades de apropiación, de  
tal forma que los efectos de hibridación y los actores presentes en cada  
lugar adquirieron protagonismo.16 En este contexto, fue especial-  
mente exigente la histoire croisée (“historia entrecruzada”), la cual bus-  
caba explorar la lógica de la transferencia de forma sistemática y cuyo  
enfoque sigue teniendo impacto en el llamado translational turn (“giro  
17  
traslacional”).  
Sin embargo, la pregunta por el eurocentrismo siguió siendo  
problemática. Partha Chatterjee advirtió que por lo general se estu-  
dian transferencias culturales que provienen de “Occidente”, las cua-  
1
1
4 Sebastian Conrad, Globalgeschichte: Eine Einführung, Beck, München, 2013, pp.9-19  
5 Hartmut Kaelble, Der historische Vergleich: eine Einführung zum 19. und 20. Jahrhundert, Cam-  
pus, Frankfurt, 1999, pp.12-25  
16 Néstor García Canclini, Culturas híbridas: estrategias para entrar y salir de la modernidad, Editorial  
Sudamericana, Buenos Aires, 1995, p.11  
1
7 Michael Werner; Zimmermann, und Bénédicte“Vergleich, Transfer, Verflechtung: der Ansatz  
der “Histoire croisée” und die Herausforderung des Transnationalen”, Geschichte und Gesell-  
schaft 28, 2002, pp.607-608.  
Doris Bachmann Medick, The Translational Turn, Routledge, London, 2009, p.31  
BOLETÍN ANH Nº 207 • 562–585  
569  
Stefan Rinke  
les, según ella, no producen más que “discursos derivados” por  
fuera de Europa y Estados Unidos. Conceptos como ‘nación’ o ‘mo-  
derno’ fueron en últimas creados en “Occidente”. Independiente-  
mente de qué tantos cambios se produzcan mediante la apropiación  
que tiene lugar por fuera de “Occidente”, el discurso sigue siendo  
un producto “occidental”, como aclara Chatterjee con base en el  
ejemplo del nacionalismo indio.18  
Si bien las transferencias culturales no ocurren en espacios  
sellados al vacío, sino que están marcadas por asimetrías de poder,  
los actores que se apropian de esas transferencias persiguen estrate-  
gias políticas propias. Además, es preciso desprenderse de la nación  
como unidad privilegiada del análisis para que sea posible orientar  
la mirada hacia unidades tanto transregionales como locales, y así  
poder investigar interacciones que van más allá de las relaciones  
entre dos polos. Lo anterior es especialmente significativo porque  
las experiencias de globalización actuales nos han hecho traer al cen-  
tro de atención las múltiples direcciones de los entrelazamientos del  
pasado. En este contexto, el concepto de la circulación de saber ha  
cobrado mayor importancia, pues hace referencia a procesos que van  
más allá de las fronteras nacionales o coloniales, en los cuales se in-  
volucran actores que se mueven en espacios que, si bien pueden ser  
19  
locales o regionales, están conectados a nivel global.  
El objetivo de la historia global es investigar estas interaccio-  
nes. Para hacerlo, se vale de una perspectiva que hace reconocibles  
entrelazamientos transnacionales que pueden tener — pero no ne-  
cesariamente tienen— proporciones globales. El objetivo de la his-  
toria global no es ofrecer una nueva forma de historia total al estilo  
de la historia mundial o universal tradicional. Su objeto de estudio  
no es el mundo como un todo. La globalidad no surge del objeto,  
20  
sino del punto de vista. Este ángulo de visión puede surgir de la  
investigación de cualquier proceso con efectos globales como, por  
ejemplo, la industrialización en un espacio local, por decir algo, un  
18 Partha Chatterjee, Nationalist Thought and the Colonial World: A Derivative Discourse, Zed Books,  
London, 1993, p.1  
9 Sebastian Conrad, Globalgeschichte...op.cit., p.9  
0 Sebastian Conrad, Globalgeschichte...op.cit., p.12.  
1
2
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570  
América Latina y la historia global:  
promesas y riesgos  
lugar en Ecuador a inicios del siglo XIX. Así pues, no se trata sola-  
mente de las reacciones ante un impulso global, sino también de la  
gestación de nuevos procesos.  
La historia de América Latina y la historia global: una relación pro-  
blemática  
El ascenso de la historia global al interior de la disciplina his-  
tórica hace patente el desplazamiento de la mirada hacia contextos  
transregionales. La historia transregional, planteada de forma más  
amplia que la historia transnacional, debe explorar nuevos espacios  
(
p.ej. espacios marítimos, espacios mediáticos) y sus intersticios. El  
Colegio Internacional de Graduados “Entre Espacios” puso en mar-  
cha desde 2009 un proyecto exitoso que ha producido nuevas apro-  
ximaciones a la investigación sobre la globalización, especialmente  
en cuanto a las interacciones transregionales en el sur global. La in-  
vestigación tiene lugar en medio de un diálogo consciente con —y a  
la vez influenciado por— las posiciones y los representantes de la  
historia global.21  
No obstante, es evidente que la historia global ha encontrado  
hasta ahora poca acogida en la historiografía latinoamericana. En  
2012, José Moya publicó una obra general de grandes proporciones  
sobre historiografía latinoamericana, la cual cuenta con artículos  
sobre historia agraria, historia económica e historia indígena, entre  
otros. Sin embargo, sería en vano buscar entre ellos una contribución  
22  
sobre historia mundial y global.  
Desde entonces se han hecho algunas cosas no solo en Esta-  
dos Unidos, sino también en Europa. En Francia, donde hay de en-  
trada una perspectiva más amplia gracias a la Escuela de los Annales,  
se sigue esta tendencia. En Inglaterra, se han sumado Matthew Brown  
y otros. En el mundo de habla alemana son precisamente los histo-  
riadores jóvenes especialistas en América Latina los que han hecho  
21 Véase http://www.lai.fu-berlin.de/es/entre-espacios/index.html  
22 José C. Moya, The Oxford Handbook of Latin American History, Oxford University Press, Oxford,  
2011, p.5  
BOLETÍN ANH Nº 207 • 562–585  
571  
Stefan Rinke  
2
3
contribuciones importantes en esta dirección. La Asociación Ale-  
mana de Investigaciones sobre América Latina (ADLAF por sus si-  
glas en alemán) y la Asociación de Historiadores Latinoamericanistas  
Europeos (AHILA) tienen desde hace poco grupos de trabajo sobre  
24  
historia latinoamericana en un contexto global. Asimismo, en Amé-  
rica Latina empiezan a aparecer las primeras propuestas de este tipo  
en lugares como Chile, Argentina y México: en México funciona el  
ya mencionado programa “Entre Espacios”; en Chile, el proyecto  
Ampliando-Miradas fue un impulso importante; y en Argentina  
25  
tuvo lugar un congreso sobre el tema en 2014.  
En la historiografía latinoamericana a menudo se toman  
temas y cuestionamientos de la historia global sin que los historia-  
dores respectivos les den ese nombre. Basta pensar, por ejemplo, en  
los trabajos sobre la norteamericanización, el viaje y los viajeros, y  
sobre los entrelazamientos de culturas materiales y populares, en los  
cuales puede jugar un papel el espacio atlántico o el pacífico, y en  
26  
ocasiones las preguntas están planteadas de forma global. Pero in-  
cluso los trabajos habituales sobre historia latinoamericana, algunos  
de los cuales hacen preguntas muy similares a las de la historia glo-  
bal, rara vez encuentran recepción entre sus representantes.  
En términos generales, sin embargo, la historia global aún se  
ocupa mucho menos de América Latina que de otras regiones como  
Asia. En un artículo panorámico reciente, Matthew Brown mostró  
que las pocas veces que América Latina aparece en los artículos sobre  
historia global lo hace de forma marginal, o con un rol pasivo o de  
víctima, y que la mayoría de las contribuciones al respecto se enfocan  
27  
en el periodo colonial. Un buen ejemplo es la muy ensalzada histo-  
2
2
2
2
2
3 Por ejemplo, Michael Goebel, Anti-Imperial Metropolis: Interwar Paris and the Seeds of Third  
World Nationalism, Cambridge University Press, New York, 2015.  
4 Véase http://ahila.eu/index.php/actividades/grupos-de-trabajo. http://www.adlaf.de/de/  
arbeitsgruppen/ag-la-history.php.  
5 Por ejemplo, Fernando Purcell (ed), Ampliando miradas: Chile y su historia en un tiempo global,  
Ril, Santiago de Chile, 2009.  
6 Por ejemplo, Stefan Rinke, Begegnungen mit dem Yankee: Nordamerikanisierung und soziokultu-  
reller Wandel in Chile (1898-1990), Böhlau, Köln, 2004.  
7 Matthew Brown, “The Global History of Latin America”, Journal of Global History 10, 2015,  
p.375  
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América Latina y la historia global:  
promesas y riesgos  
ria del siglo XIX de Baily. Si bien la cubierta muestra el retrato de  
Jean-Baptiste Belley hecho por Girodet en 1797, el punto de quiebre  
histórico de la revolución esclava en Haití apenas se menciona bre-  
28  
vemente y solo en cuanto a su reacción contra Napoleón. Incluso  
en los mejores libros como La Transformación del Mundo: Una historia  
global del siglo XIX de Jürgen Osterhammel, en el que América Latina  
por lo menos aparece, la región permanece en la periferia de los pro-  
29  
cesos globales de transformación. Adicionalmente, como hace notar  
Brown, hay unas cuantas contribuciones más bien orientadas hacia  
la escuela de la World History en Estados Unidos, a la que pertenece,  
30  
por ejemplo, el historiador latinoamericanista Jeremy Adelman.  
Las causas de este problema son múltiples. Mientras que los  
métodos de la historia comparada han sido bien descritos, hasta  
ahora se ha teorizado poco acerca de la historia global y de sus en-  
trecruzamientos. Esto trae consigo el que se use el término en exceso,  
haciendo que, de un momento para otro, las relaciones entre las élites  
mercantiles de Estados Unidos e Inglaterra deban considerarse his-  
toria global, o la historia imperial, de corte más bien tradicional, ter-  
mine también siendo global.  
La historia global a menudo presupone la experiencia mo-  
derna de globalización de forma unilateral. Sin embargo, América  
Latina es desde el siglo XIX un laboratorio de la modernidad global.  
Las experiencias poscoloniales de la región ocurrieron 150 años antes  
que en otros sitios, y muchas experiencias que hoy son problemati-  
zadas en el marco de la historia global marcaron la historia latinoa-  
mericana incluso desde el periodo colonial. Basta pensar en la  
migración y la diáspora, en la transferencia cultural y en las hibrida-  
ciones.  
Vale la pena también aclarar que la historia global con fre-  
cuencia se nutre del debate acerca del ascenso de Occidente y de la  
2
2
3
8 C. A. Bayly, The Birth of the Modern World, 1780–1914: Global Connections and Comparisons,  
Wiley-Blackwell, Malden, 2004, tapa.  
9 Véase Jürgen Osterhammel, La transformación del mundo: Una historia global del siglo XIX, Bar-  
celona: Crítica, 2009.  
0 Véase Adelman, Brown et al, Worlds Together, Worlds Apart: A History of the World from the Be-  
ginnings of Humankind to the Present, New York: Scribner’s, 2011.  
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31  
gran divergencia”, lo cual deriva en una concentración unilateral  
en el Sudeste Asiático, China y, en menor medida, Japón, la cual  
sigue una lógica binaria de la oposición entre Oriente y Occidente.  
Según esta perspectiva, América Latina no es más que un brazo elon-  
gado de “Occidente”, o su periferia.3  
2, 33  
Otro problema fundamental es que las historiadoras y los  
historiadores que investigan regiones por fuera de Europa suelen  
tener que cumplir con requisitos y cualificaciones adicionales.  
Deben, sobre todo, dominar otros idiomas y haber vivido en la re-  
gión correspondiente para alcanzar experticia en la región. Lo ante-  
rior es un requisito para el trabajo de traducción posterior que  
siempre hace parte de las investigaciones históricas en los estudios  
regionales. Ese no es siempre el caso en la historia global, la cual  
corre el riesgo de caer en una historia universal o quizá más bien una  
historia imperial o colonial tradicional que se oculta tras un nuevo  
traje.  
Los historiadores que cumplen con estos requerimientos han  
demostrado en las últimas décadas un gran interés por el ámbito  
local y los actores subalternos, haciendo que inicialmente hubiera  
poco interés en la perspectiva global. Por otra parte, había también  
motivos ideológicos para el rechazo porque se pensó que no era más  
que una nueva forma de imperialismo epistemológico, sobre todo  
porque la historia global suele utilizar la lengua inglesa. Se buscaba  
hacer énfasis en la región correspondiente, y la historia de los entre-  
cruzamientos era, en sí misma, potencialmente eurocéntrica. A esto  
se le suma la distancia de los colegas en América Latina, quienes por  
lo general no abordan la temática y, como se mencionó anterior-  
mente, tampoco pueden hacerlo por falta de recursos.  
3
3
3
1 Roman Studer, The Great Divergence Debate Reconsidered: Europe, India, and the Rise to Economic  
Power, Cambridge University Press, Cambridge, 2015, p.5  
2 Marcello Carmagnani, El otro occidente: América latina desde la invasión Europea hasta la globa-  
lización, El Colegio de México, México, 2004, pp.9-13  
3 Véase. En la llamada “historia atlántica”, enfocada en el Atlántico, el énfasis está también  
puesto en el Atlántico norte.  
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América Latina y la historia global:  
promesas y riesgos  
Posibilidades de la relación entre la historia latinoamericana y la  
historia global  
Sin embargo, a pesar de todos los problemas que es posible  
detectar, la interacción entre América Latina y la historiografía global  
presenta también oportunidades. La ampliación de la mirada para  
incluir la historia del Nuevo Mundo puede ayudar, por ejemplo, a  
expandir la historia global, concentrada con frecuencia en los siglos  
XIX y XX. En The Wealth of Nations, publicada por Adam Smith en  
1776, aparece, entre otras cosas, lo siguiente:  
El descubrimiento de América y el paso hacia las Indias orientales por  
el cabo de Buena Esperanza son los dos acontecimientos más grandes  
e importantes registrados en la historia de la humanidad. Sus efectos  
han sido enormes, pero es imposible que hayamos visto todo el alcance  
de sus consecuencias en el breve periodo de dos o tres siglos que ha  
transcurrido desde que tuvieron lugar.34  
El filósofo y economista escocés se dio cuenta de que el ha-  
llazgo de una ruta marítima hacia Occidente no era el único evento  
de importancia, sino que era preciso pensar también en la ruta hacia  
el oriente para poder medir la magnitud de los sucesos, cuya dimen-  
sión verdaderamente global se haría aún más clara en el futuro.  
Los acontecimientos del 12 de octubre de 1492 no marcaron  
por sí solos el inicio de una nueva era en la que el mundo aprendió  
a percibirse en su globalidad. En los círculos de historiadores se  
habla desde hace mucho de una expansión europea uniforme que  
35  
llevó a una “europeización del mundo”. Sin embargo, este punto  
de vista está siendo relativizado en la actualidad, pues no fue sino  
hasta el siglo XIX que, gracias a la industrialización, Europa y Esta-  
dos Unidos alcanzaron el predominio que posteriormente fue pro-  
yectado en retrospectiva a épocas anteriores.  
En 1492 Europa ya se consideraba a sí misma el centro del  
3
4 Adam Smith, An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations, Bd. 2., Edinburgh,  
819 (1776), p.488  
1
35 Así lo hizo recientemente Wolfgang Reinhard en Reinhard 2016.  
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Stefan Rinke  
mundo y el continente americano le daba acceso a lo que era prácti-  
camente un monopolio de recursos al que no podían acceder los  
mundos islámico y chino, los cuales habían estado hasta entonces a  
la delantera. No obstante, es preciso tener en cuenta que África y  
Asia no fueron influenciadas por las actividades europeas sino hasta  
mucho después. Por otra parte, hoy, más que nunca, los historiadores  
reconocen que algunos de los éxitos indudables de los europeos en  
el siglo XV fueron la apropiación y el uso de tecnologías e inventos  
chinos. Algunos ejemplos son la producción de papel, los procesos  
de impresión, la producción de pólvora, la náutica y la construcción  
naval.  
Es indudable que los viajes de Colón tuvieron una enorme  
importancia para el entrelazamiento del mundo y allanaron el ca-  
mino para nuevas formas de intercambio a nivel mundial. Fueron el  
inicio de un proceso en el que se superaron distancias espaciales y  
se exploró el mundo en su totalidad, pero que no fue en absoluto li-  
neal y no estuvo exento de retrocesos. Por mucho tiempo, este pro-  
ceso fue visto en contraposición a unidades homogéneas y estáticas  
ante las cuales prevaleció la cultura de “alta calidad” o “más desa-  
rrollada”, expresiones que por lo general se referían a la cultura eu-  
ropea. Hoy se entiende el contacto cultural sobre todo como un  
proceso dinámico de encuentros en zonas de contacto sin delimita-  
ción espacial fija en el que todos los involucrados cambian. Sin em-  
bargo, es importante enfatizar que se trata de un proceso que no  
estuvo libre de conflicto; en la edad moderna temprana estos encuen-  
tros y contactos rara vez transcurrieron de forma pacífica, casi siem-  
pre transcurrieron de forma violenta.  
La idea de la transgresión de fronteras, entendida como fe-  
nómeno real, pero también como el abandono de concepciones re-  
sistentes sobre sí mismo, se vuelve entonces de central importancia.  
De esta transgresión surgen encuentros polimorfos con el otro. El  
análisis de la “mirada imperial” que recae sobre el otro “periférico”  
pasa a segundo plano para dar paso al análisis de cómo perciben el  
centro” los actores presuntamente periféricos. Estos actores son re-  
conocidos como sujetos históricos porque redefinieron, apropiaron  
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América Latina y la historia global:  
promesas y riesgos  
y crearon nuevas imágenes, estereotipos y prejuicios sobre el “otro”  
o lo “extranjero” en las zonas de contacto. En muchos casos, por su-  
puesto, esto no ocurrió voluntariamente, sino como consecuencia de  
tensiones que surgían del choque entre innovaciones que tenían efec-  
tos cada vez más globales, y los usos y las costumbres locales.  
El desarrollo de esta nueva orientación hizo cuestionar la ta-  
jante división entre los centros y las periferias que se había impuesto  
como resultado de la expansión europea, en la cual las últimas re-  
sultaban siempre deficitarias. Esta cesura drástica entre mundos des-  
conectados se ha ido cerrando desde que se empezaron a tener más  
en cuenta a las voces provenientes de los supuestos márgenes, ha-  
ciendo más visibles los movimientos y los contactos entre espacios  
que han constituido las interacciones globales hasta el día de hoy.  
Con el ascenso de la historia global ha crecido cada vez más  
la comprensión de la condicionalidad de la historia, la cual va más  
allá de las fronteras de lo propio, incluso –o especialmente– de lo eu-  
ropeo, así como el distanciamiento de la concepción de esa historia  
como una imitación global del modelo europeo. Esto ha contribuido  
a superar la noción eurocéntrica del mundo, cuyo origen estuvo ín-  
timamente ligado al supuesto “descubrimiento de América”, un  
paso que permite abordar sistemáticamente los diversos entrelaza-  
mientos y las relaciones de dependencia mutua que han marcaron  
la historia desde 1492, cuando el carácter novedoso de la experiencia  
con la alteridad desbordó los límites de lo que era pensable hasta en-  
tonces.  
Desde hace mucho se sabe que la aparición de la economía  
de plantación y el uso masivo de la esclavitud entre los siglos XVI y  
XVIII en América Latina es de importancia histórica a nivel global.  
Los debates de la historia universal acerca del significado de la es-  
36  
clavitud para la industrialización europea son de larga data. El his-  
toriador global Pomeranz los recuperó y los incorporó a sus trabajos.  
Asimismo, Adelman mostró cómo en el periodo colonial tardío la  
expansión europea en América intensificó las rivalidades con el reino  
36 Véase S.H.H. Carrington; Heather Cateau (eds.), Capitalism and Slavery Fifty Years Later: Eric  
Eustace Williams - A Reassessment of the Man and his Work, Lang, New York, 2000.  
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Stefan Rinke  
otomano y desencadenó una dinámica expansionista en el océano  
37  
Índico que no fue irrelevante en la fundación del Imperio mogol.  
Otra dimensión relativamente nueva en la investigación de  
lo global es la fase de independencia en América Latina, la cual por  
mucho tiempo fue descartada como infructuosa y desfavorable. Para  
la generación involucrada en las revoluciones de independencia, el  
quiebre que ellas significaban pretendía tener alcances globales y fue  
visto como el augurio de procesos específicos y necesarios para la  
fundación de la nación, a la que le esperaba una historia de éxito li-  
neal.  
Los entrecruzamientos entre los eventos latinoamericanos y  
las revoluciones que tuvieron lugar en otras partes del mundo tam-  
bién han vuelto a hacer parte importante del horizonte de interés en  
el marco de las discusiones académicas sobre las propuestas de la  
historia global. Se han recuperado, por ejemplo, las observaciones  
de contemporáneos como Thomas Jefferson, quien, a propósito de  
los hechos ocurridos en Saint-Domingue, hablaba ya en 1797 de una  
38  
tormenta que arrasaba por todo el globo terrestre.  
Incluso en la historiografía previa, las conexiones con Europa  
tuvieron un rol importante. Algunos historiadores interpretaron la  
independencia de América Latina como un producto residual del as-  
censo del capitalismo industrial inglés. La historiografía se interesó  
tempranamente por esta dimensión atlántica de las revoluciones de-  
bido a motivos ideológicos relacionados con la Guerra Fría. Sin em-  
bargo, en el centro estaba el destino común del Atlántico norte,  
mientras que el Atlántico sur apenas se mencionaba de forma mar-  
ginal.  
La nueva historiografía amplió la mirada atlántica hacia el  
sur. Se habló del periodo entre 1774 y 1826 como un “proceso trans-  
continental de liberación” en América que duró cerca de cincuenta  
3
7 Véanse Jeremy Adelman, “Mimesis and Rivalry: European Empires and Global Regimes”,  
Journal of Global History, 10, pp. 77-98, 2015 y Kenneth Pomeranz, The great Divergence: China,  
Europe, and the Making of the Modern World Economy, Princeton University Press, Princeton,  
2
000.  
3
8 Stefan Rinke, Las revoluciones en América Latina: Las vías a la independencia 1760-1830, El Colegio  
de México, México, 2010, p.58  
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América Latina y la historia global:  
promesas y riesgos  
años. Los contextos de este proceso se hacen visibles cuando se con-  
sideran los entrelazamientos con Europa. En los últimos años mu-  
chos estudios se han concentrado, por ejemplo, en las interacciones  
entre las revoluciones americanas y las agitaciones revolucionarias  
en los países colonizadores.  
Las revoluciones estadounidense y francesa fueron impor-  
tantes como puntos de referencia para los procesos latinoamericanos,  
pues mostraron que era posible un cambio revolucionario. Los lati-  
noamericanos también propagaron las ideas de libertad, igualdad y  
autodeterminación, así como los derechos humanos y civiles, que se  
desplegaron desde 1776 y 1789 con impacto mundial. Estas ideas  
contribuyeron al surgimiento de un espacio de experiencia atlántico  
que, a pesar de ser restringido, permitió la expectativa de nuevas re-  
voluciones. Lo anterior es válido tanto para el camino radical de los  
esclavos en Haití como para la variante brasilera moderada, la cual  
se debe valorar como componente integral de un proceso generali-  
zado, a pesar de que esta se atribuya a una supuesta vía excepcional  
tomada por una monarquía centralista relativamente estable.  
En el siglo XIX también hay muchos puntos de partida para  
historia global, pues esta época vio los inicios de la nueva globaliza-  
ción. La influencia latinoamericana en la nueva ciencia empírica  
entra cada vez más en el horizonte. Si bien en Europa se celebran  
como héroes a Humboldt y Darwin, sus colegas y compañeros lati-  
noamericanos contribuyeron y fueron decisivos en la acumulación  
de conocimiento. En el siglo XIX los productos latinoamericanos con-  
quistaron el mercado mundial. Algunos ejemplos son el guano, el  
café, el cacao, el caucho o el nitrato de potasio. Nuevas investigacio-  
nes han mostrado que América Latina estaba en condiciones de de-  
terminar precios o desarrollar tecnologías, es decir, que no solo había  
una subordinación servil, como supone la clásica teoría de la depen-  
dencia. Además, es preciso mencionar elementos como la emigración  
masiva de Europa, pero también de Asia (India, China, Japón).  
En la historiografía europea hay consenso en que el siglo XIX  
largo” culmina con la Primera Guerra Mundial, sin duda un “mo-  
mento global”, en el que la aparentemente periférica América Latina  
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Stefan Rinke  
39  
tuvo una intensa participación. Si se toma como ejemplo la Primera  
Guerra Mundial, es posible mostrar lo fuerte que era en ese entonces  
la conciencia global en América Latina y cómo esa consciencia se  
transformó a lo largo de los cuatro años en una conciencia del geno-  
cidio. Al hablar de conciencia global no se hace referencia a un pen-  
samiento cosmopolita, sino más bien a una concepción de la  
importancia de los entrelazamientos y los procesos de integración  
de envergadura mundial.  
A pesar de las grandes distancias de los campos de batalla,  
la Primera Guerra Mundial estuvo tan presente en América Latina  
como ningún otro acontecimiento anterior y era claro que las reper-  
cusiones de la guerra afectaban la propia realidad. Si bien no todas  
las personas estaban involucradas en la misma medida en esta in-  
terconexión, la Primera Guerra Mundial fue un cambio radical para  
la posición de América Latina en el mundo.  
Los latinoamericanos tomaron parte en el horror, la espe-  
ranza y los miedos desencadenados por la guerra, e hicieron parte  
de los debates mundiales acerca del fin del dominio occidental y la  
decadencia de Europa, los cuales se volverían un rasgo característico  
del siglo XX. La guerra fue percibida a escala global, pues gracias a  
la novedosa guerra de propaganda y a las nuevas tecnologías de co-  
municación, América Latina estaba involucrada en los sucesos de  
manera más directa que nunca. De hecho, la guerra llegó a volverse  
un acontecimiento mundial gracias a que los medios la transmitieron  
en todo el mundo, y América Latina no fue la excepción: los medios  
habían crecido de forma dinámica desde el cambio de siglo y el tiraje,  
sobre todo de los diarios, prácticamente explotaron en la década de  
1910. Desde el punto de vista de la recepción, la guerra era un evento  
significativo a nivel mundial que iba más allá de los contextos regio-  
nales en los que las guerras habían tenido relevancia hasta entonces.  
La Primera Guerra Mundial hizo que los latinoamericanos pudieran  
experimentar el carácter entrelazado el mundo y el papel de su lugar  
de origen al interior de estos entrelazamientos.  
39 Stefan Rinke y Carlos Riojas, “Estudio introductorio”, en: Stefan Rinke y Carlos Riojas (eds.),  
Historia global: perspectivas y tensiones, Stuttgart: Heinz 2017, p.7.  
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América Latina y la historia global:  
promesas y riesgos  
Si se mira el siglo XX, las posibilidades de la investigación  
acerca de América Latina desde la historia global son muy grandes.  
De especial importancia son, por supuesto, las contribuciones teóri-  
cas hechas por la sociología de la región, las cuales han impulsado  
el cambio de paradigmas. ‘Dependencia’, ‘teología de la liberación’,  
teoría de la revolución’ y ‘estudios de la desigualdad’ son algunos  
de los términos claves que deben ser mencionados en este punto.  
Además, muchos fenómenos que han determinado o vuelto a deter-  
minar el discurso global recientemente tienen también puntos de co-  
nexión con la historia latinoamericana. En estos se cuentan, por  
ejemplo, el ascenso del populismo, la realidad de regímenes autori-  
tarios y los procesos de superación del pasado. Este último tema his-  
tórico-temporal tiene dimensiones globales y ha sido esclarecido  
recientemente por los trabajos excepcionales de historiadores dedi-  
cados a América Latina.40  
Hoy en día se exige en muchos lugares una historia universal  
que no parta siempre de los vencedores. Y esto debe aplicar también  
para la historia de la globalización. No obstante, es preciso evitar  
producir una gran historia de las víctimas con una macronarrativa  
ahistórica. Igualmente, improductivas son las historias de éxito eu-  
rocéntricas al estilo de Niall Ferguson, para quien América Latina es  
un ejemplo de la falla en el enraizamiento de los valores occidentales  
y el fracaso resultante. Las dicotomías simples no les ofrecen a los  
historiadores explicaciones convincentes, independientemente del  
espacio que estudien.41  
Resumen  
La distribución del trabajo entre las disciplinas ‘sistemáticas’  
y los ‘estudios regionales’ en las universidades alemanas y europeas  
no permite hacer justicia a los entrelazamientos de las sociedades y  
las culturas en el mundo actual. Las transformaciones globales y lo-  
4
0 Por ejemplo, Nina Elsemann, Umkämpfte Erinnerungen: die Bedeutung lateinamerikanischer Er-  
fahrungen für die spanische Geschichtspolitik nach Franco, Frankfurt am Main: Campus, 2010.  
1 Niall Ferguson, Civilization: The West and the Rest, London: Allen Lane, 2011.  
4
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cales cuestionan cada vez más la clasificación disciplinaria y nacional  
del conocimiento y es por esto que la investigación transregional e  
interdisciplinaria es más importante que nunca. La historia global  
ofrece una perspectiva muy prometedora en este sentido. América  
Latina ha tenido hasta ahora un rol muy poco importante en la dis-  
cusión, porque ha sido vista como un brazo alargado de Occidente  
o Europa. A esto ha contribuido el que la historia global, tal como es  
practicada en Europa, en buena parte de los casos, es, en realidad,  
una historia del Viejo Mundo. Asimismo, la variante estadounidense  
tiende más bien a buscar la colaboración con el Atlántico norte, pues  
suelen faltar los conocimientos relacionados con los estudios regio-  
nales.  
La historiografía latinoamericana ha formulado, sin em-  
bargo, muchas de las preguntas de la historia global, incluso desde  
antes de que esta existiera. A diferencia de Europa y Asia, América  
Latina no fue, hablando en términos generales, colonizador, sino que  
carga con lo poscolonial desde hace doscientos años en su propio  
ADN. Es por esto que la historia latinoamericana se presta para ser-  
vir de puente entre la historia global y los estudios regionales. Nin-  
guna otra región ha sido tan marcada por los entrelazamientos  
transregionales en los últimos quinientos años como América Latina.  
De hecho, fue gracias a estos entrelazamientos que llegó a convertirse  
en un espacio propio, de tal forma que estos son constitutivos de la  
historia del subcontinente.  
La historia global puede beneficiarse de esta ventaja en  
cuanto a experiencia y conocimiento, y, a la inversa, la historia lati-  
noamericana puede ampliar sus preguntas aún más mediante el diá-  
logo con la historia global. Pero la historiografía latinoamericana  
también es importante para la historia como disciplina, porque, al  
igual que la historia de los estudios regionales en general, promueve  
la conciencia de la variedad de caminos de desarrollo humano y, en  
principio, la apertura de la historia. Si se quiere reconocer estas cosas  
y no volver a forzar la narración explícita o implícitamente por la vía  
unidireccional de los libretos occidentales o europeos, son ineludi-  
bles las competencias de los estudios regionales.  
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BOLETÍN ANH Nº 207 • 562–585  
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La Academia Nacional de Historia es una  
institución intelectual  
y
científica,  
destinada a la investigación de Historia  
en las diversas ramas del conocimiento  
humano, por ello está al servicio de los  
mejores  
intereses  
nacionales  
e
internacionales en el área de las  
Ciencias Sociales. Esta institución es  
ajena a banderías políticas, filiaciones  
religiosas,  
intereses  
locales  
o
aspiraciones individuales. La Academia  
Nacional de Historia busca responder a  
ese  
carácter  
científico,  
laico  
y
democrático, por ello, busca una  
creciente profesionalización de la  
entidad, eligiendo como sus miembros a  
historiadores  
entendiéndose por tales  
profesionales,  
quienes  
a
acrediten estudios de historia y ciencias  
humanas y sociales o que, poseyendo  
otra formación profesional, laboren en  
investigación histórica y hayan realizado  
aportes al mejor conocimiento de  
nuestro pasado.  
Forma sugerida de citar este artículo: Rinke, Stefan, "América  
Latina y la historia global: promesas y riesgos", Boletín de la  
Academia Nacional de Historia, vol. C, Nº. 207, enero – junio 2022,  
Academia Nacional de Historia, Quito, 2022, pp.562-585