BOLETÍN  
DE LA ACADEMIA  
NACIONAL DE HISTORIA  
Volumen C Nº 208-A  
Julio–diciembre 2022  
Quito–Ecuador  
BOLETÍN  
DE LA ACADEMIA  
NACIONAL DE HISTORIA  
Volumen C  
Nº 208-A  
Julio–diciembre 2022  
Quito–Ecuador  
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA  
Vol. C – Nº. 208-A  
Julio–diciembre 2022  
EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA CESÁREA:  
1
IMPLICACIONES MÉDICAS Y ÉTICAS  
Enrique Noboa Flores2  
Resumen  
Desde las primeras publicaciones sobre la cesárea, se puso  
en evidencia su utilidad para salvar la vida del nuevo ser, devi-  
niendo en una auténtica alternativa frente a la craneotomía y el fór-  
ceps. Su perfeccionamiento necesitó del desarrollo de soluciones  
prácticas para tres grandes dilemas como el dolor, la infección y la  
hemorragia, mediante el uso de la anestesia, la antisepsia y técnicas  
quirúrgicas mejoradas, sobre todo durante la segunda mitad el siglo  
XIX, en la que la cesárea se erigió como una alternativa real frente a  
la craneotomía para casos de desproporción pélvica absoluta y rela-  
tiva, así como por el aparecimiento de nuevas indicaciones como  
contracturas pélvicas, tumores, cicatrices y depósitos inflamatorios.  
El mejoramiento de las técnicas quirúrgicas se debe a tres grandes  
médicos: Edoardo Porro, Max Sänger y Ferdinand Kehrer, cuyos  
aportes son ampliamente reconocidos como fundamentos claves  
para la operación cesárea moderna. En Ecuador debe destacarse el  
nombre del Dr. Isidro Ayora Cueva, cirujano de la primera cesárea  
transversal del segmento inferior practicada en nuestro país en 1932.  
La reducción de la mortalidad materna por el uso de la cesárea ha  
1
2
Recibido: 20/07/2022 // Aceptado: 08/11/2022  
Miembro Correspondiente, Academia Nacional de Historia. Miembro Correspondiente, Aca-  
demia Ecuatoriana de Medicina. Médico Especialista en Ginecología y Obstetricia, Universi-  
dad Central del Ecuador. Médico Asociado, Hospital Metropolitano de Quito. Profesor de  
Farmacología, Escuela de Medicina, Universidad San Francisco de Quito. Miembro activo de  
Sociedad Ecuatoriana de Ginecología y Obstetricia, Sociedad Ecuatoriana de Farmacología,  
Sociedad Norteamericana de Menopausia, Sociedad Europea de Menopausia y Andropausia,  
Sociedad para el Estudio y Progreso de la Anticoncepción, entre otras. Actualmente ha enfo-  
cado su labor investigativa en el campo de la anticoncepción y los derechos sexuales y repro-  
ductivos, endocrinología ginecológica e historia de la medicina y de la ginecología y obstetricia  
ecuatorianas. enriquenoboa10@gmail.com  
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Enrique Noboa Flores  
ido a la par de un incremento en su incidencia, en algunos casos por  
indicaciones médicas u obstétricas no muy claras o por razones no  
médicas, lo que pone en evidencia la necesidad de disponer de guías  
prácticas para su realización, así como la consideración de los aspec-  
tos éticos implicados, en función de su uso racional y justificado.  
Palabras clave: Historia de la cesárea; implicaciones médicas y éticas  
de la cesárea.  
Abstract  
Since the first publications on caesarean section, it has become  
as a useful procedure to save the newborn’s life, being a real alterna-  
tive to craniotomy and forceps. Its improvement needed the develop-  
ment of practical solutions to three major dilemmas, such as pain,  
infection and hemorrhage, through the use of anesthesia, antisepsis  
and better surgical techniques, especially during the second half of  
the 19th century, when the cesarean section became a real alternative  
to craniotomy for cases of absolute and relative pelvic disproportion,  
as well as by the appearance of new indications such as pelvic con-  
tractures, tumors, scars and inflammatory deposits. The improvement  
of surgical techniques is due to three great physicians: Edoardo Porro,  
Max Sänger and Ferdinand Kehrer, whose contributions are widely  
recognized as key points for the development of the modern cesarean  
operation. In Ecuador, Dr. Isidro Ayora Cueva should be mentioned  
as the surgeon of the first cesarean section with a transverse incision  
in the lower uterine segment carried out in our country in 1932. The  
reduction of maternal mortality by the use of cesarean section has  
been accompanied by an increase in its incidence, in some cases by  
not very clear medical or obstetrical indications or by non-medical re-  
asons, which highlights the need to have practical guidelines for its  
implementation, as well as consideration of the ethical aspects invol-  
ved, in order to fulfill with its rational and justified use.  
Keywords: Cesarean section history; medical and ethical implica-  
tions of cesarean section.  
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Evolución histórica de la cesárea:  
implicaciones médicas y éticas  
El origen de la palabra cesárea  
La palabra cesárea no tiene un origen preciso y se han plan-  
teado tres hipótesis al respecto, las dos primeras bastante consisten-  
tes y una tercera inverosímil. La primera hipótesis propone que  
3
proviene del latín caedere que significa cortar. La segunda hipótesis  
se refiere a un texto romano cuyo propósito fue legalizar esta opera-  
ción, denominado lex regia (ley real), proclamada por Numa Pompi-  
lius (715-673 a. C.), segundo rey de Roma, que decía: “Está prohibido  
enterrar a una mujer embarazada antes de que su feto haya sido separado  
4
de su matriz”. Después de la caída de la monarquía y el adveni-  
miento de los Césares, esta ley pasó a denominarse lex caesarea. El  
nombre de esta ley, para muchos autores, sería el origen del nombre  
5
de esta intervención quirúrgica: cesárea. La tercera hipótesis, por  
demás anecdótica, plantea el origen de la palabra cesárea a partir de  
un mito histórico de la Edad Media, en el que la traducción de un  
texto de Plinio el Anciano ha hecho creer que Julio César (100-44 a.  
C.) nació por vía abdominal. De esta manera simple y obvia, el nom-  
bre César conduce a la palabra cesárea. Sin embargo, hay dos hechos  
que descartan esta propuesta. El primero es que Julio César fue el  
primer hijo de Aurelia, quien habría sobrevivido entonces a esta in-  
tervención para luego tener otros seis hijos; poco probable esta afir-  
mación, pues se trataba de un procedimiento quirúrgico de alto  
riesgo en una época en la que se carecía de los recursos modernos  
que pudiesen permitir el asegurar la sobrevivencia de la madre y el  
feto, y que por ello se caracterizaba por un cien por ciento de morta-  
lidad materna; así, es inconcebible que Julio César hubiese nacido  
6
por vía abdominal. Por otro lado, a pesar que Plinio el Anciano es-  
cribió que el primero de los Césares había nacido por cesárea, hay  
que anotar también que el primero de los Césares que utilizó este tí-  
3
Claude Racinet, Max Favier, La césarienne: indications, techniques, complications, Masson, Paris,  
984, p. 1-184.  
1
4
Jean-Paul Pundel, Histoire de L’opération Césarienne, Presses Academiques Européennes, Brus-  
sels, 1969.  
5
6
JP. Boley, “The history of caesarean section: 1935”, Can Med Assoc J, 1991, N° 145, p. 319-320.  
Jane Eliot Sewell, Cesarean section – a brief history. An exhibit at the National Library of Medicine,  
30 April - August 1993, ACOG, Bethesda, Maryland, 1993.  
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Enrique Noboa Flores  
tulo no fue probablemente Julio César, sino Escipión el Africano, a  
quien le fue adjudicado el título de César después de su victoria  
7
sobre Cartago en Zama. A este sentido anecdótico se suma uno iró-  
nico, al recordar lo que Ruy Pérez Tamayo escribe: “(…) Esculapio,  
aunque hijo del dios Apolo, tuvo por madre a Coronis, una sacerdotisa bella  
pero mortal, en cuyo cadáver todavía caliente el mismo dios realizó la pri-  
8
mera cesárea, que por lo tanto debería llamarse esculapiárea”. En todo  
caso, cualquiera que sea el origen de la palabra cesárea, no lo sabre-  
mos con exactitud. Pero lo que sí se puede afirmar es que François  
Rousset en 1581 fue quien utilizó por primera vez este término en  
su libro titulado Traité nouveau de l’hystérotomotokie o Enfantement cae-  
sarien, sobre el que pasamos a conocer un poco más en el siguiente  
acápite.  
François Rousset y el término caesarien  
Antes del año 1500 la cesárea postmortem fue vista como una  
opción para salvar al nuevo ser en aquellos casos en que la madre  
hubiese fallecido súbitamente durante las últimas etapas del emba-  
razo. No fueron pocas las controversias despertadas por estos casos;  
así, mientras los musulmanes se oponían drásticamente al procedi-  
miento, la Iglesia católica romana se mostraba favorable a la cesárea,  
tanto en cuanto permitía que al recién nacido se le dé la oportunidad  
de recibir el bautismo. Para el efecto, en el año 1280, la Iglesia católica  
romana estableció que la cesárea postmortem pase a constituir un pro-  
cedimiento obligatorio.9  
En los siguientes 200 años, durante los siglos XVI y XVII, la  
atención obstétrica continuaría en manos de las matronas, quienes  
tenían la responsabilidad de controlar la labor de parto y el parto,  
sobre la base de una experiencia tradicional, reconocida por la co-  
7
8
9
Y. Aubard, Y. Le Meur, (et al.), “Histoire de l’opération césarienne”, Rev Fr Gynecol Obstet, 1995,  
N° 90, p. 5-11.  
Ruy Pérez Tamayo, “Ética médica”, J. González Valenzuela (ed.), Perspectivas de bioética, Fondo  
de Cultura Económica, México D. F., 2008, p. 194.  
J. Robert Willson, “The conquest of cesarean section-related infections: a progress report”, Obs-  
tet Gynecol, 1988, N° 72, p. 519-532.  
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Evolución histórica de la cesárea:  
implicaciones médicas y éticas  
munidad; sin embargo, en aquellos casos que presentaban dificulta-  
des para el parto, debido a la poca experiencia que disponían las ma-  
tronas para su manejo, se veían en la necesidad de recurrir a los  
cirujanos para salvar a la madre. Los cirujanos usualmente eran lla-  
mados después de varios días de partos difíciles que finalizaban con  
la muerte fetal y la necesidad de practicar una craneotomía en el feto  
10  
muerto, en un esfuerzo por salvar la vida de la madre.  
En el año de 1581, François Rousset, médico parisino, publicó  
su obra, cuyo título se coloca en francés y a continuación su traduc-  
ción al castellano a) Traité nouveau de l’hystérotomotokie o Enfantement  
caesarien. Qui est extraction de l’enfant par incision latérale du ventre et  
matrice de la femme grosse ne pouvant autrement accoucher, et ce sans pré-  
judice à la vie de l’un ny de l´ autre, ny empescher la faecondité maternelle  
par après, título que podría traducirse por b) Nuevo tratado sobre la his-  
terotomotoquía (de las palabras griegas hystéra, útero; tomía, cortar;  
tókos, parto) o nacimiento por cesárea, que es la extracción del infante por  
incisión lateral del vientre y la matriz de la mujer embarazada que no puede  
dar a luz de otra manera, y sin perjuicio para la vida del uno ni de la otra,  
ni daño de la fertilidad materna posterior. Este título prolijo resume así,  
de manera perfecta, la totalidad del contenido de esta obra que acre-  
dita a Rousset como el primer escritor que defendió la realización de  
11  
la cesárea en mujeres vivas. Quizás Rousset pudo haber acuñado  
el término de histerotomotoquía para referirse a esta cirugía innova-  
dora en el campo de la obstetricia.  
La obra de Rousset fue escrita originalmente en francés, sin  
embargo, fue traducida al latín por B. Jobin en 1583, en Estrasburgo,  
bajo el título de De partu cesareo, y con adiciones por Gaspard Bauhin  
en Basilea, entre 1585 y 1588. En su libro, Rousset sugiere por pri-  
mera vez una laparotomía con histerotomía en parturientas cuyo tra-  
bajo de parto no podía ser manejado en la forma ordinaria y con los  
recursos disponibles en esa época; tratándose de una intervención  
quirúrgica que no había sido realizada hasta entonces antes del fa-  
1
0 James Low, “Caesarean section – Past and present”, J Obstet Gynaecol Can, 2009, N° 31(12), p.  
131-1136.  
1
11 François Rousset, Traite nouveau de l’hysterotomakie ou l’enfantement Caesareanne, Paris, 1581.  
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llecimiento de la madre. Por ello, cabe resaltar nuevamente, Rousset  
sería así quien utilizó por primera vez el nombre de cesárea para esta  
operación. Para el efecto, esta publicación de Rousset reunió diez  
casos, en seis de los cuales tomó parte, aunque no como cirujano,  
pues no era tal. Sin embargo, Rousset tuvo el gran empeño de desa-  
rrollar argumentos razonables que sirviesen como evidencias para  
mostrar esta intervención como un procedimiento absolutamente  
factible, que permitiría salvar a veces las vidas de la madre y el recién  
nacido, al tiempo de preservar el futuro reproductivo de la madre,  
con la posibilidad de un nuevo embarazo.  
La preservación de la fecundidad constituiría un asunto al  
que Rousset dio mucha importancia y lo aborda ya desde el título  
de su tratado. En varias de las observaciones, él señala que algunos  
partos normales ocurrieron después de las cesáreas, mientras que  
sus opositores pensaban que la cicatriz uterina consecutiva a la ce-  
sárea imposibilitaría todo nuevo embarazo. Al respecto, Ambroise  
Paré, el cirujano más prestigioso de aquel tiempo, habría escrito que  
la cicatriz no permitiría a la matriz dilatarse después para portar al  
12  
niño”. Este comentario fue rebatido por Rousset, con ironía, al decir  
que “el infante, a pesar de esta cicatriz uterina, no es jorobado, ni cojo, ni  
mutilado, ni deforme”, con lo que intentaba demostrar, a través del  
razonamiento, que las incisiones practicadas en la pared abdominal,  
peritoneo y pared uterina no afectaban al infante ni entrañaban la  
muerte.  
13  
La última parte del libro está dedicada a una descripción de-  
tallada y meticulosa sobre la intervención, cuya propuesta revolu-  
cionaria –como ya se anotó- no fue bien recibida y fue objeto de una  
fuerte oposición para ser realizada en mujeres vivas, en especial por  
parte del cirujano de Ambroise Paré en 1579 y el prestigioso obstetra  
Jacques Guillimeau en 1598, a quien se debe el término inglés Caesa-  
14  
rean section. Esto marcó el futuro de esta obra, pues en los siguientes  
1
1
1
2 Ambroise Paré, The works of famous Chirurgeon, Ambrose Paré, trans out of Latin and compared  
with the French. Ed. T. Johnston, London, 1634.  
3 François Rousset, Traite nouveau de l’hysterotomakie ou l’enfantement Caesareanne, Paris,  
1581  
4 Jacques Guillimeau, Childbirth or the happy deliverie of women, T Hatfield, London, 1612.  
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Evolución histórica de la cesárea:  
implicaciones médicas y éticas  
dos siglos François Mauriceau (1637-1709) y Dionis (1643-1718) con-  
siderarían que esta intervención quirúrgica implicaba inevitable-  
1
5
mente la muerte y que su éxito constituía un verdadero milagro.  
Rousset fue equivocadamente calificado como impostor, sin em-  
bargo, la historia se encargaría de corregir esta injusticia.  
Un nombre siempre ha sido mencionado, junto al de Rousset,  
como uno de sus partidarios e iniciador también de la cesárea. Se  
16  
17  
trata de Escipión Mercurio de Padua (1550-1616), fraile dominico y  
partero, quien en París descubrió el Tratado de Rousset que habría  
servido de base para la publicación en 1595, en Venecia, de su propio  
tratado sobre el parto titulado La commare o riccoglitrice dell’eccmo, en  
el que, quince años después de Rousset, también recomienda la ce-  
sárea. Es justo reconocer que el tratado de Mercurio tuvo la ventaja  
-
sobre el de Rousset- de estar ilustrado con dos representaciones de  
la intervención, una de ellas con una mujer en buenas condiciones y  
situada en posición semisentada, lo que al parecer perjudicó el libro  
de Rousset –carente de ilustraciones-, pues, apenas por este detalle,  
se ha considerado erróneamente que Mercurio realizó el primer re-  
porte de una operación cesárea en una mujer viva. Junto con Mer-  
curio, Hendrik van Roonhuyze de Amsterdam, los dos abogaron por  
la cesárea cuando el parto era imposible de realizarse a causa de una  
contractura pélvica.18  
En todo caso, la historia muestra que en 1610 Trautmann de  
Wittenburg fue acreditado con el reporte de la primera cesárea au-  
tenticada como exitosa; en 1689, en Saintes, tuvo lugar la realización  
de una cesárea exitosa para la madre y el infante, a cargo de Jacques  
1
9
Ruleau; en tanto, en 1866, Churchill publicó una revisión de 19  
20  
casos, de los que dos fueron exitosos; acontecimientos que induda-  
blemente contribuirían a que la obra de Rousset recibiese un reco-  
nocimiento en el siglo XIX, otorgando así a su autor el título de Padre  
15 François Mauriceau, Traite des maladies des femmes grosses, 3rd ed., Hugh Chamberlen, London,  
1
697.  
1
1
1
1
2
6 Jean-Paul Pundel, Histoire de l’opération…, cit. 3.  
7 Jean-Paul Pundel, Histoire de l’opération…, cit. 3.  
8 JH. Young, The history of Caesarean section, HK Lewis & Co, London, 1944.  
9 Jacques Ruleau, Traité de l’opération césarienne, J. Lefebvre, Paris, 1704.  
0 Fleetwood Churchill, Theory and practice of midwifery, H Renshaw, London, 1866.  
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de la cesárea. En este sentido, François Rousset es el autor del primer  
libro de texto médico sobre la cesárea, aunque nunca realizó cesárea  
alguna; su mérito radica en que puso por primera vez en conoci-  
miento de los médicos una intervención que devendría en una solu-  
ción única en casos extremos.  
Cesárea versus craneotomía  
Durante el siglo XVIII y la primera mitad del XIX, la atención  
obstétrica estuvo marcada por el aparecimiento de los hospitales de  
maternidad, el cada vez mayor número de médicos involucrados en  
actividades obstétricas y un más amplio conocimiento de los meca-  
nismos del parto. En efecto, la confluencia histórica de médicos in-  
mersos en la tendencia de perfilar sus estudios en el área obstétrica  
y la posibilidad de hacer un seguimiento prolijo en pacientes hospi-  
talizadas condujo a un mejor entendimiento de los mecanismos de  
la labor de parto y del parto. William Smellie, obstetra escocés (1697-  
1
763), en 1752 realizó la primera descripción gráfica sobre el meca-  
nismo de parto y las fases del paso de la cabeza fetal a través de la  
22  
pelvis materna. Esta descripción dio mayor sustento a publicacio-  
nes previas sobre el porqué las deformidades pélvicas constituían  
una causa importante de parto dificultoso o imposible; así, Francis  
Glisson en Inglaterra, en 1651, trató ya sobre las deformidades óseas  
de la pelvis como consecuencia del raquitismo, en tanto, Hendrick  
van Deventer, en Holanda, hizo un reporte minucioso sobre el ta-  
maño y la forma de la pelvis femenina e identificó el significado obs-  
tétrico del raquitismo conducente a una pelvis demasiado estrecha  
para permitir un parto vaginal.24  
23  
21 Francis Pottiee-Sperry, “The hysterotomotokie or Caesarian birth of Francois Rousset (Paris,  
1
581). The book of an impostor or that of a precursor?” Hist Sci Med, 1996, N° 30(2), p. 259-  
268.  
2
2
2 William Smellie, A Treatise on the theory and practice of midwifery, D. Wilson, London, 1752.  
3 Francis Glisson, A treatise of the rickets: being a disease common to children, N. Culpeper, London,  
1
651.  
2
4 Peter M. Dunn, “Hendrick van Deventer (1651–1724) and the pelvic birth canal”, Arch Dis  
Child Fetal Neonatal, 1998, N° 79, p. 157-158.  
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Evolución histórica de la cesárea:  
implicaciones médicas y éticas  
En Inglaterra, como lo describió Herbert K. Thomas (1956),25  
después de la invención del fórceps, la obstetricia devino en una ac-  
tividad que también la empezaron a practicar hombres. El creciente  
interés despertado en los médicos para el uso del fórceps pudo ser  
un factor determinante para cambiar la obstetricia en el siglo XVIII,  
caracterizada por las pérdidas de vidas fetales a causa de labores de  
parto difíciles por obstrucciones en la pelvis materna; sin embargo,  
el haber mantenido durante mucho tiempo la técnica del uso del fór-  
ceps obstétricos como un secreto de la familia Chamberlen hasta  
26  
1
730, así como una férrea oposición religiosa y laica, limitaron su  
aplicación sistemática, a pesar que su conocimiento era cada vez más  
difundido. En Europa el fórceps se utilizó apenas entre el 0.28 al 0.62  
por ciento de los partos a finales del siglo XVIII e inicios del siglo  
XIX. Fue necesario esperar hasta bien entrado el siglo XIX para ob-  
servar un verdadero renacimiento del uso de esta herramienta como  
una alternativa a la craneotomía.  
En este entorno, particularmente durante el siglo XVIII, la  
atención obstétrica estuvo enfocada entre practicar una craneotomía  
o una cesárea en labores de parto difíciles. La disponibilidad de mé-  
dicos dedicados a la obstetricia en los hospitales de maternidad per-  
mitió una consulta más temprana en casos de labor de parto  
dificultosa, cuya intervención temprana para salvar a la madre, al  
evitar su agotamiento, condujo al dilema ético de realizar o no una  
craneotomía con un infante aún vivo. Quienes se oponían a este pro-  
cedimiento aseveraban que se trataba de un asesinato y que no se le  
daba la oportunidad de vivir al infante y de recibir el sacramento del  
bautismo. En contraposición, los defensores de la craneotomía en in-  
fante vivo argumentaban que, si no se realizaba este procedimiento,  
igual el infante fallecería y que se pondría en riesgo la vida de la  
madre, lo que iba en contra de la “responsabilidad primaria del médico”  
de dar prioridad a la vida de la madre.27  
2
2
2
5 Herbert K. Thomas, “The American obstetrics heritage: An inspiration in teaching obstetrics”,  
Obstetrics & Gynecology, 1956, N° 8, p. 648-653.  
6 James Low, “Operative delivery: yesterday and today”, J Obstet Gynaecol Can, 2009, N° 31, p.  
132-141.  
7 Craneotomía. Busca reducir el volumen de la cabeza fetal para facilitar la extracción de un  
BOLETÍN ANH Nº 208-A • 115–153  
123  
Enrique Noboa Flores  
De manera similar, la posibilidad de practicar una cesárea en  
estos casos también generó un debate ético. En 1733 los Doctores de  
Teología de la Universidad de París expresaron su opinión desde la  
Sorbona manifestando que la operación cesárea sería permisible si  
hubiese la esperanza de salvar a la madre o al infante. Cuando fueron  
preguntados sobre a cuál de los dos se debería salvar, si solamente  
uno de ellos podría ser salvado con la pérdida del otro, los teólogos  
argumentaron que :  
al respecto se debe tener en cuenta por un lado la justicia y por otro la  
caridad. Desde el lado de la justicia, se debería sacrificar la vida del in-  
fante para salvar a la madre; pero, si se apela a la caridad, si la madre  
prefiriese la seguridad del infante aún a costa de su propia vida, se po-  
28  
dría asegurar el bautismo del infante.  
Esta posición teológica constituiría un respaldo cauteloso  
para la realización de una cesárea en una mujer viva, cuya ejecución  
29, 30, 31  
empezó a subir en Europa bajo estas condiciones nuevas.  
lliam Smellie lo expresó desde el punto de vista médico:  
Wi-  
Cuando una mujer no pueda dar a luz por ningún otro medio debido  
a la estrechez de la pelvis, en cuyo caso es imposible introducir la  
mano; o por grandes excrecencias de glándulas inflamadas que llenan  
la vagina y no pueden ser removidas; o por cicatrices grandes en sitios  
en donde no pueden ser separadas; en tales emergencias si la mujer es  
fuerte y con cuerpo de buen hábito, la operación cesárea es ciertamente  
feto muerto retenido o hidrocefálico. Consiste en la perforación del cráneo fetal con la ex-  
pulsión de la masa encefálica, luego de lo cual hay contracción craneal que hace fácil la ex-  
tracción con el instrumento de tracción. Para este fin se utilizaron varios instrumentos, entre  
ellos el basiotricio de Tamier, que servía para perforar, fracturar, comprimir y traccionar,  
también el perforador de Blot, el craneoclasto de Braun, el deculador de Ribemont y la tijera  
de Dihois Pinard (1-2, 4). En: Emilio Alberto Restrepo Baena, “Procedimientos olvidados  
en ginecoobstetricia”, Revista Colombiana de obstetricia y ginecología, Vol. 44, No.1, 1993, p.17.  
Ver en: https://revista.fecolsog.org/index.php/rcog/article/viewFile/826/984 (05-09-2022)  
Ver también: Miguel Lugones Botell, “La cesárea en la historia”, Revista Cubana Obstetricia  
Ginecología 2001; N°27, Vol.1, p.55. Ver en: http://scielo.sld.cu/pdf/gin/v27n1/gin  
0
9101.pdf (05-09-2022)  
2
2
3
3
8 Fleetwood Churchill, Theory and practice..., cit. 17.  
9 Jean F. Baudeloque, System of Midwifery, J. Heath J, London, 1790.  
0 Alexander Hamilton, Outlines of the theory and practice of midwifery, C. Elliott, Edinburgh, 1784.  
1 John Hull, A Defense of the Caesarian operation, Manchester, 1798.  
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Evolución histórica de la cesárea:  
implicaciones médicas y éticas  
aconsejable y debe ser realizada; porque la madre y el infante no tienen  
otra oportunidad para ser salvados, y es mejor tener recurso a una ope-  
ración que a veces ha tenido éxito que dejar a ambos expuestos a una  
inevitable muerte.32  
Un ejemplo claro que conduciría a la decisión de realizar una  
cesárea fue descrito por Hamilton, a propósito de una distocia pél-  
vica severa por raquitismo:  
Cuando la pelvis parece ser defectuosa a tal grado de rechazar el paso  
de la cabeza del infante luego de una craneotomía, y no hay perspec-  
tiva de lograr un parto dividiendo la sínfisis del pubis por incisión; en  
otras palabras, cuando parece ser absolutamente imposible que la  
mujer pueda parir por algún otro medio; nosotros debemos entonces  
solamente emplear el expediente terrible de cortar el útero para extraer  
al infante.33  
El contrapeso a este criterio sería la alta mortalidad materna  
asociada a la cesárea que determinó también una inevitable oposi-  
ción al procedimiento.3 Quienes se oponían a ella aducían que la  
mortalidad materna por la craneotomía era mejor que la de la cesá-  
rea; e incluso algunos de los defensores de la cesárea, que reconocían  
que, aunque no hubiese otros medios para el parto, debido a la alta  
mortalidad materna asociada, la cesárea no constituiría un sustituto  
4,35  
36  
para la craneotomía. Establecida así esta situación, el dilema de es-  
coger entre una craneotomía y una cesárea no siempre fue fácil de  
ser enfrentado y el debate ético no terminaría sino hasta la segunda  
mitad del siglo XIX, cuando los avances médicos que reducirían la  
mortalidad materna asociada a la cesárea, permitirían vislumbrar un  
futuro brillante para este procedimiento, que cambiaría de manera  
radical las perspectivas de sobrevivencia para la madre y el infante.  
3
3
3
3
2 William Smellie, A Treatise on the theory…, cit. 19.  
3 Alexander Hamilton, Outlines of the theory…, cit. 26.  
4 Carl Kayser, “De eventu sectionis Caesarean”, Am J Med Sci, 1844, N° 7, p. 489.  
5 Robert Patterson Harris, “A study and analysis of one hundred caesarean operations in the  
United States during the present century, and prior to the year 1878”, Am J Med Sci, 1879,  
N° 77, p. 43.  
36 Francis H. Ramsbotham, The principles and practice of obstetric medicine and surgery. A new Ame-  
rican edition, Blanchard and Lea, Philadelphia, 1856.  
BOLETÍN ANH Nº 208-A • 115–153  
125  
Enrique Noboa Flores  
Nuevas perspectivas para la cesárea en la segunda mitad del siglo  
XIX  
Para la cirugía, en general, y la obstetricia, en particular, la  
segunda mitad del siglo XIX fue la protagonista de lo que debemos  
conocer como la “revolución quirúrgica”. En primer lugar, la cesárea  
se erigió como una alternativa a la craneotomía para casos de des-  
proporción pélvica absoluta y relativa. Este papel cada vez más im-  
portante de la cesárea se refleja en las indicaciones aprobadas para  
1
893: contracturas pélvicas, tumores, cicatrices y depósitos inflama-  
37  
torios, con el propósito de evitar una labor de parto prolongada.  
Por otro lado, habrían de ser resueltos tres grandes dilemas como el  
dolor, la infección y la hemorragia, o al menos se habría iniciado su  
38  
resolución, mediante el uso de la anestesia, la antisepsia y técnicas  
quirúrgicas mejoradas.  
Anestesia  
El dentista William Morton (1819-1868) utilizó éter por pri-  
mera vez para un procedimiento quirúrgico en el Hospital Massa-  
chusetts en Boston el 16 de octubre de 1846. Tres meses más tarde, el  
1
9 de enero de 1847 James Young Simpson (1811-1870) aplicó éter  
por primera vez para anestesia en una paciente en labor de parto en  
3
9
un hospital europeo; mientras, en América, Nathan Cooley Keep  
1800-1875), médico y dentista de Boston, tuvo el honor de ser la pri-  
(
mera persona en administrar éter para el alivio del dolor en la labor  
de parto el 7 de abril de 1847, aunque registraba ya una amplia ex-  
periencia en el uso de éter en más de 200 casos de cirugía y odonto-  
logía, que fueron recogidos en un artículo suyo publicado en el  
40  
Boston Medical and Surgical Journal”, en tanto el caso sobre el uso  
37 Alfred Lewis Galabin, A manual of midwifery, J&A Churchill, London, 1893, p. 684.  
38 Alberto Mazzuca, Grandes maestros de la Medicina, Capital Intelectual S.A., Buenos Aires, 2008.  
39 James Young Simpson, “Notes on the equipment of sulphuric ether in the practice of midwi-  
fery”, Monthly J Med Sci, 1847, N° 75, pp. 638-640.  
4
0 Nathan Cooley Keep, “Inhalation of the ethereal vapor for mitigating human suffering in  
surgical operations and acute diseases”, Boston Med Surg J, 1847, N° 36, p. 226.  
BOLETÍN ANH Nº 208-A • 115–153  
126  
Evolución histórica de la cesárea:  
implicaciones médicas y éticas  
de la administración de éter durante la labor de parto fue publicado  
como una comunicación corta en la misma revista el 14 de abril de  
847.4  
1
1
Walter Channing (1786-1876), como médico de la Materni-  
dad de Boston y del Hospital General de Massachusetts, tuvo la  
oportunidad de participar en las primeras operaciones generales re-  
alizadas bajo anestesia con éter en 1846. En este rol, Channing reco-  
lectó la información de aquel primer caso de Nathan Colley Keep de  
uso obstétrico del éter y de otros pocos casos llevados por su propia  
guía, que sirvió para estructurar un pequeño folleto publicado en  
mayo de 1847 y una versión más extensa publicada en julio del  
mismo año. Estos documentos, complementados con una serie de  
cuestionarios y entrevistas, así como con el análisis de los resultados  
de su propia experiencia y de sus colegas, dieron origen al primer  
tratado sobre el uso del éter en la labor de parto que Channing pu-  
blicó en 1848 con el título de “A Treatise on Etherization in Childbirth”,  
incluyendo detalles de 581 casos.42  
Simpson observó que existían dificultades en la administra-  
ción de éter por un tiempo prolongado, por lo que empezó a consi-  
derar el cloroformo como una alternativa, cuyas propiedades  
anestésicas fueron evidenciadas al utilizarlo en dos de sus asistentes,  
James Matthews Duncan y George Keith, el 4 de noviembre de 1847.  
Cuatro días más tarde, el 7 de noviembre de 1847, Simpson probó el  
uso del cloroformo en una paciente durante su labor de parto me-  
diante la instilación de gotas en un pañuelo de bolsillo doblado en  
forma de cono, cuya base cubría la boca y las fosas nasales de la pa-  
ciente; el parto se produjo 25 minutos después de haber iniciado la  
inhalación. Esta experiencia fue presentada ante la Sociedad Médico-  
Quirúrgica de Edimburgo el 10 de noviembre de 1847, resaltando la  
facilidad y seguridad del uso de esta técnica en pacientes obstétricas,  
y luego fue publicada en las revistas “London Medical Gazette” y “Lan-  
cet” en dicho año.4  
3, 44  
41 Nathan Cooley Keep, “The letheon administered in a case of labor”, Boston Med Surg J, 1847,  
N° 36, p. 274.  
4
2 Walter Channing, A Treatise on Etherization in Childbirth, William D. Ticknor and Company,  
Boston, 1848.  
BOLETÍN ANH Nº 208-A • 115–153  
127  
Enrique Noboa Flores  
Se debe resaltar la existencia de una divergencia entre los dos  
autores, Channing y Simpson; pues, Channing pensaba que el éter  
era más seguro que el cloroformo, debido a una progresión más lenta  
desde una anestesia ligera hacia una profunda, en tanto Simpson se  
erigió como el defensor del cloroformo al anotar algunas ventajas  
como la necesidad de utilizar una menor cantidad de cloroformo  
para producir el efecto anestésico, además, una acción más rápida,  
completa y persistente que el éter, entre otras.  
Channing y Simpson debieron enfrentar críticas no sola-  
mente médicas, sino también legales y religiosas, relacionadas sobre  
todo con la moralidad y la seguridad de esta nueva práctica en el  
campo de la obstetricia. La crítica religiosa se basaba en un pasaje  
bíblico del Génesis 3:16, al decir que “…en la tristeza darás a luz hijos”,  
lo que significaba que el alivio del dolor del parto con anestesia cons-  
tituía una vana pretensión de utilizar los poderes que solamente los  
tiene Dios. Estas críticas fueron adecuadamente sobrellevadas por  
los dos personajes. Particularmente destaca el criterio de Simpson,  
que emula a Galeno al decir que “el dolor es inútil para el dolorido”. En  
sus palabras, que resumen esta filosofía: “Todo dolor es per se, y espe-  
cialmente cuando en exceso, destructivo e incluso por último fatal en su ac-  
ción y efectos… El gran dolor que acompaña al parto humano no es  
excepción para esta ley patológica general”.45  
Este debate continuó por muchos años hasta que la Reina  
Victoria recibió cloroformo por parte de John Snow (1813-1858) du-  
rante su labor de parto del Príncipe Leopoldo el 7 de abril de 1853.  
El médico de la Reina Sir James Clark (1788-1876), quien atendió el  
parto, resaltó los grandes beneficios que el cloroformo ofreció a la  
Reina durante su parto, lo que hizo prever la importancia que tendría  
el uso general del cloroformo en la práctica obstétrica. John Snow  
publicó sus experiencias y recomendaciones en 1858, como contri-  
4
4
4
3 James Young Simpson, “Discovery of a new anaesthetic agent, more effective than sulphuric  
ether”, London Med Gazette, 1847, N° 40, pp. 934-937.  
4 James Young Simpson, “On a new anaesthetic agent, more efficient than sulphuric ether”,  
Lancet, 1847, N° 2, pp. 549-551.  
5 James Young Simpson, “Discovery of a new anaesthetic agent, more effective than sulphuric  
ether”, London Med Gazette, 1847, N° 40, pp. 934-937.  
BOLETÍN ANH Nº 208-A • 115–153  
128  
Evolución histórica de la cesárea:  
implicaciones médicas y éticas  
4
6
bución para la posteridad. Después de este acontecimiento, que  
tomó la denominación rimbombante de “Chloroform à la Reine”, el  
uso de la anestesia en cirugía y en obstetricia devino ampliamente  
aceptado y su valor quedó plenamente demostrado. Se dio inicio así  
a un proceso de creciente introducción de la anestesia en la práctica  
obstétrica conforme los médicos se volvían cada vez más expertos  
en el uso del cloroformo y el éter, contribuyendo no solo a contra-  
rrestar el dolor y la angustia de las pacientes, sino también a reem-  
plazar la velocidad en las cirugías por técnicas quirúrgicas más  
cuidadosas y depuradas.  
Antisepsia  
Una preocupación constante para Joseph Lister (1827-1912)  
fueron las infecciones que se presentaban en los pacientes operados,  
tan frecuentes e inevitables en los hospitales que dieron lugar al tér-  
mino de “hospitalismo” para referirse a ellas e incluía la gangrena,  
47  
el tétanos, la erisipela, la piemia y la septicemia. Contribuían para  
esta situación un mal manejo de las heridas, sobre la base de las teo-  
rías erradas sobre su origen; la falta de limpieza y ausencia del la-  
vado de manos antes de las cirugías, a pesar que para esta época  
Ignaz Semmelweis fallecía sin haber tenido éxito sobre sus teorías y  
las soluciones ofrecidas para evitar las infecciones en los hospitales.4  
Joseph Lister tuvo la oportunidad única de conocer las nue-  
8
vas teorías de Louis Pasteur sobre los “fermentos vivientes” como  
causas de la putrefacción y aplicar estos principios para buscar una  
explicación a las infecciones postoperatorias, particularmente por la  
exposición de las heridas a “gérmenes provenientes del aire” que fa-  
cilitarían los contagios y las infecciones hospitalarias. Lister se plan-  
teó la pregunta sobre ¿cómo combatir estos gérmenes? Se conside-  
4
4
4
6 John Snow, On Clorophorm and Other Anaesthetics: Their Action and Administration, John Chur-  
chil, London, 1858.  
7 Claude E. Dolman, “Lister, Joseph”, CC. Gilliespi, ed., Dictionary of Scientific Biographies, C.  
Scribner´s Sons, New York, N° 8, 1974.  
8 Sherwin B. Nuland, El enigma del doctor Ignác Semmelweis. Fiebres de parto y gérmenes mortales,  
Antoni Bosch, editor, S.A., Barcelona, 2003.  
BOLETÍN ANH Nº 208-A • 115–153  
129  
Enrique Noboa Flores  
raron muchas opciones, muchas de ellas impracticables, hasta que  
en 1865 comenzó a utilizar fenol, conocido en ese entonces como  
ácido carbólico, recubriendo con una lámina de estaño o plomo las  
4
9
heridas embebidas en esta sustancia, para evitar su evaporación.  
Para 1877 la cirugía antiséptica estuvo ya muy difundida y aceptada  
alrededor del mundo; sin embargo, para 1887 el mismo Lister se dio  
cuenta que el uso del fenol no sería necesario cuando se aplicaran  
técnicas de asepsia, previamente desarrolladas por el alemán Ernst  
von Bergmann (1836-1907) y basadas en el precepto de impedir la  
infección esterilizando todo objeto que tomaba contacto con la herida  
quirúrgica; técnicas de asepsia que fueron perfeccionadas por el tam-  
bién alemán Theodor Billroth (1829-1894).50  
A pesar de estos avances, Lister se percató de que estas téc-  
nicas de asepsia no se estaban cumpliendo de manera total, situación  
que lo condujo a buscar nuevos agentes antisépticos, habiendo pro-  
bado cloruro de zinc, ácido benzoico y ácido bórico, con lo que se  
configuraron los inicios de las modernas técnicas de asepsia y anti-  
sepsia que contribuirían de manera definitiva a marcar una nueva  
era en la cirugía, en general, y apuntalar el desarrollo de las inter-  
venciones quirúrgicas en la práctica obstétrica, en particular, permi-  
tiendo obtener así una reducción de la mortalidad materna cuando  
51  
se utilizaba una adecuada y cuidadosa asepsia y antisepsia.  
Técnicas quirúrgicas mejoradas  
En los primeros años del siglo XIX, Friedrich Osiander (1759-  
822), al referirse a la situación cotidiana de las cesáreas, escribía que:  
Antes de emprender el procedimiento, uno debería permitir a la paciente  
1
redactar su voluntad (testamento) y concederle tiempo para prepararse para  
52  
la muerte”, lo que deja entrever la realidad de aquellos días en que  
4
5
9 Antony J. Harding, Joseph Lister and Antisepsis, Priory Press Ltd., London, 1977.  
0 Fermín Carranza, “La infección. Segunda Parte: Joseph Lister y la antisepsia”, Revolucionarios  
de la Ciencia. Vida e historia de los creadores de la medicina moderna, Ediciones B Argentina S.A.,  
Buenos Aires, 1998.  
51 Richard C. Norris, ed., An American textbook of obstetrics, WB Saunders, Philadelphia, 1895, p.  
9
17.  
5
2 Friedrich Osiander. Lehrbuch der Hebammenkunst : sowohl zum Unterricht angehender  
Hebammen als zum Lesebuch für jede Mutter, 1796 - Textbook of midwifery.  
BOLETÍN ANH Nº 208-A • 115–153  
130  
Evolución histórica de la cesárea:  
implicaciones médicas y éticas  
la mayoría de las mujeres sometidas a una cesárea moría por choque,  
hemorragia o sepsis. En la última parte del siglo XIX, a pesar del ad-  
venimiento de la anestesia y la antisepsia, las pacientes continuaban  
muriendo por hemorragia o infección luego de una cesárea. Una so-  
lución radical, aunque parcial, fue propuesta por el obstetra italiano,  
Edoardo Porro (1842-1902), quien decidió extraer el útero, bajo el  
postulado de que este constituía una fuente potencial de hemorragia  
y sepsis.  
El 21 de mayo de 1876, Porro decidió operar a una paciente  
primigesta afectada por raquitismo, poseedora de un diámetro con-  
jugado verdadero de 4 cm, sometiéndola a cesárea e histerectomía  
subtotal, conocida como “operación de Porro”, acompañada de sal-  
5
3
54  
pingectomía y ovariectomías bilaterales, fijando el muñón cervi-  
55  
cal a la incisión abdominal, con lo que -en su análisis- alejaba de la  
cavidad peritoneal los contenidos potencialmente sépticos del cérvix  
y la vagina. En todo caso, se trató de un caso exitoso, pues seis sema-  
nas más tarde la paciente fue dada de alta junto con su infante, siendo  
por ello la primera sobreviviente a una cesárea en el hospital donde  
56, 57  
laboraba Porro.  
Esta técnica estuvo asociada a una mortalidad ma-  
terna del 25 por ciento, aunque la experiencia continua permitió al-  
guna mejoría en este porcentaje. Se sumarían los procedimientos  
caracterizados por una cesárea por acceso extraperitoneal, utilizada  
frecuentemente en casos seleccionados con infección; sin embargo, su  
uso disminuyó de manera importante cuando la mortalidad mejoró  
debido a la implementación de una antisepsia estricta.  
53 La salpingectomía consiste en la extirpación quirúrgica de la Trompa de Falopio. En este caso  
sería bilateral. En: Prensa Hospital Rawson, Lo que hay que saber sobre la salpingectomía,  
1
4 Octubre 2021. Ver en: https://sisanjuan.gob.ar/salud-publica/2021-10-14/35968-cono-  
ciendo-mas-sobre-la-salpingectomia (07-09-2022)  
54 Extirpación quirúrgica de uno o de los dos ovarios. En: Clínica Universidad de Navarra, Dic-  
cionario médico. Ver en: https://www.cun.es/diccionario-medico/terminos/ovariectomia  
(06-09-2022)  
5
5 En la histerectomía subtotal, es decir en la extracción parcial del útero, se deja intacto el cuello  
o la porción inferior de este órgano, al que se denomina muñón cervical, porción anatómica  
del útero que se la fijaba con suturas a la herida abdominal por la que se tenía acceso al in-  
terior del abdomen y la pelvis.  
56 Edoardo Porro, “Della amputazione utero-ovarica come complemento di taglio cesareo”, Ann  
Univ Med Chir (Milan), 1876, N° 237, pp. 289-350.  
57 H. Pickel, “Edoardo Porro (1842–1902)”, Gynäkologe, 2014, N° 47, pp. 145-148.  
BOLETÍN ANH Nº 208-A • 115–153  
131  
Enrique Noboa Flores  
Otro detalle importante de las cesáreas practicadas en esta  
época es que la incisión uterina se la podía hacer en cualquier parte  
o plano del útero, incluso en la pared posterior. No se solía suturar  
la herida uterina y por ello la hemorragia constituía una causa  
común de muerte. Existía el criterio equivocado de que la contrac-  
5
8
ción y retracción del útero contribuirían a la hemostasia, pues se  
59  
entendía que los bordes del miometrio se aproximarían cuando el  
útero estuviese contraído. Se añadía la creencia de que las suturas  
podrían causar desgarros en el músculo durante la retracción y faci-  
litar la formación de cavidades por las que podrían escapar los flui-  
dos. La consecuencia de este criterio era obvia: un estudio sobre un  
centenar de operaciones cesáreas realizadas en Estados Unidos y pu-  
blicado en 1879 demostró que en las madres que habían fallecido,  
las heridas uterinas estaban abiertas.60  
Frente a esto, se comenzó a popularizar el uso de suturas de  
6
1
alambre de plata, lo que fue completamente aceptado en 1881,  
dando paso a innovadoras técnicas, como aquella descrita en 1882  
por Max Sänger (1853-1903), que incluía una incisión vertical en la  
pared anterior del útero, con cierre cuidadoso del miometrio en dos  
capas, superficial y profunda, acompañada con el cierre del perito-  
62  
63  
neo con una sutura de “colchonero”, factores determinantes para  
alcanzar buenos resultados en cuanto a hemostasia y obtener un cie-  
5
8 La hemostasia es un mecanismo de defensa del organismo que se activa tras haber sufrido  
un traumatismo o lesión que previene la pérdida de sangre del interior de los vasos sanguí-  
neos. En: Ramón Lecumberri Villamediana, Coagulación (hemostasia y trombosis), Clínica  
Universidad de Navarra. Ver en: https://www.cun.es/enfermedades-tratamientos/prue-  
bas-diagnosticas/coagulacion-hemostasia-trombosis#:~:text= (06-09-2022)  
9 Miometrio. Capa muscular exterior del útero. En: Instituto Nacional del cáncer, miometrio.  
Ver en: https://www.cancer.gov/espanol/publicaciones/diccionarios/diccionario-cancer/  
def/miometrio (06-09-2022)  
5
60 Robert Patterson Harris, “A study and analysis…, cit. 31.  
61 Charles F. Rodenstein, “On the introduction of sutures into the uterus after caesarean section”,  
Am J Obstet, 1881, N° 3, p. 577.  
6
2 El peritoneo es el tejido que recubre la pared abdominal y cubre la mayor parte de los órganos  
en el abdomen. Un líquido, fluido peritoneal, lubrica la superficie de este tejido. En: Biblio-  
teca Nacional de Medicina, Enfermedades peritoneales. Ver en: https://medlineplus.gov/  
spanish/peritonealdisorders.html#:~:text= (06-09-2022)  
6
3 Sutura continua en la que cada punto atraviesa perpendicularmente la herida, en sentido  
opuesto al punto anterior. En: Clínica Universidad de Navarra, Diccionario médico. Ver en:  
https://www.cun.es/diccionario-medico/terminos/sutura-colchonero (06-09-2022)  
BOLETÍN ANH Nº 208-A • 115–153  
132  
Evolución histórica de la cesárea:  
implicaciones médicas y éticas  
rre hermético para reducir el riesgo de filtración de fluidos uterinos  
infectados hacia la cavidad peritoneal. Esta técnica daría forma a lo  
6
4
que se conocería como la operación de Sängers o cesárea clásica,  
cuya primera experiencia –irónicamente– no fue realizada por Sänger  
sino por Christian Leopold el 25 de mayo de 1882, pero asistido por  
Sänger, cuya primera operación por él mismo no se llevó a cabo sino  
hasta 1884; sin embargo, de manera indudable, fue el responsable de  
promover la técnica del cierre uterino, que en lo fundamental también  
contribuyó a la conservación del útero, asegurando la fertilidad fu-  
65  
tura, pues evitaba la necesidad de la operación de Porro. Esta cesá-  
rea clásica fue finalmente aceptada y practicada ampliamente.  
El 15 de septiembre de 1881, Ferdinand Kehrer (1837-1914)  
realizó la primera cesárea con incisión transversal en el segmento in-  
ferior uterino en una paciente con treinta horas de labor uterina y  
66  
pelvis contraída por osteomalacia, cuya contribución para el desa-  
rrollo de la técnica actual frecuentemente pasa inadvertida. Kehrer  
consideraba que la ubicación transversal de la incisión en la parte  
baja del útero ofrecía dos ventajas: una baja posibilidad de que per-  
manezca abierta, contribuyendo a la hemostasia, y que a este nivel  
la capa peritoneal podía ser separada fácilmente del músculo ute-  
rino. Su técnica incluía también una sutura en dos capas separadas  
del músculo y el peritoneo, para lo que utilizó seis puntos sueltos  
con sutura de seda en la capa muscular y otros puntos sueltos con  
seda en el peritoneo, aunque más tarde propuso que la sutura peri-  
toneal fuese continua. La madre y el bebé sobrevivieron a esta ciru-  
gía. Kehrer registró una segunda cesárea con esta técnica el 13 de  
noviembre de 1881, pero en este caso falleció la madre y sobrevivió  
el infante. Se debe destacar que la técnica descrita por Kehrer es casi  
6
6
6
4 Max Sänger, Zur Rehabilitirung des classischen Kaiserschnittes“, Arch Gynäkol, 1882, N° 19,  
p. 370.  
5 Max Sänger, Der Kaiserschnitt bei Uterusfibromen nebst vergleichender Methodik der Sectio Caesarea  
und der Porro-Operation, W. Engelmann, Leipzig, 1882.  
6 Es el reblandecimiento de los huesos. Se presenta a menudo debido a una falta de vitamina  
D, la cual le ayuda al cuerpo a absorber el calcio. El cuerpo necesita el calcio para mantener  
la fuerza y dureza de los huesos. En: Biblioteca Nacional de Medicina de los EE. UU., Osteo-  
malacia. Ver en: https://medlineplus.gov/spanish/ency/article/000376.htm#:~:text=  
(06-09-2022)  
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133  
Enrique Noboa Flores  
la misma que se conoce actualmente como la cesárea moderna, por  
lo que Ferdinand Kehrer debería ser recordado como el fundador de  
la cesárea transversal del segmento inferior, cuyo procedimiento lo  
67  
publicó en 1882, casi a la par de la publicación que realizó Max Sän-  
ger de su cesárea clásica del segmento superior. Sin embargo, de ma-  
nera inexplicable, la técnica de Kehrer cayó casi en el olvido, siendo  
la propuesta de Sängers la que predominó hasta la década de 1920.6  
8
La cesárea por incisión transversal del segmento inferior en los ini-  
cios del siglo XX  
En contraste con las indicaciones referidas por Alfred Lewis  
Galabin en 1893, una década más tarde J. Whitridge Williams, en Es-  
tados Unidos, describía las indicaciones para cesárea en caso de pel-  
vis contraída; así, si se trata de una pelvis contraída absoluta, con un  
diámetro conjugado de 5.5 a 7 cm, se consideraba indicada una ce-  
sárea antes de la labor o temprano durante ella, complementándola  
con histerectomía si hay presencia de infección; en tanto, frente a una  
pelvis contraída relativa, con un diámetro conjugado de 7 a 8.5 cm,  
se recomendaba cesárea si el feto estuviese vivo o craneotomía si el  
feto estuviese muerto.69  
La predominancia de la técnica de Max Sänger se nota en las  
publicaciones de la época, así en una revisión crítica titulada “Modern  
Caesarean Section” y publicada en 1902 en el “Journal of Obstetrics and  
Gynaecology”, Thomas G. Stevens, tutor de Obstetricia del St. Mary’s  
Hospital en Paddington, resaltaba que:  
Desde que Sänger, en 1882, propuso su técnica mejorada de la opera-  
ción cesárea, mucho se ha escrito sobre la operación, pero mucho se ha  
hecho también para mejorar más aún su técnica y resultados, y además  
para ampliar su esfera de aplicación. Este trabajo ha sido largamente  
6
6
6
7 Ferdinand Adolf Kehrer, „Über ein modificirtes Verfahren beim Kaiserschnitte“, Arch Gynäkol,  
1882, N° 19, pp. 177-209.  
8 H. Ludwig H, Max Sänger (1853–1903). Die Uterusnaht beim Kaiserschnitt (1882)“,  
Gynäkologe, 2013, N°46, pp. 348–350.  
9 John Whitridge Williams, Obstetrics: A textbook for the use of students and practitioners, D Ap-  
pleton and Company, London, 1903.  
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134  
Evolución histórica de la cesárea:  
implicaciones médicas y éticas  
llevado a cabo en las grandes clínicas continentales, donde las defor-  
midades pélvicas son más comunes que en este país -Stevens escribía  
en Londres- o en América. Los métodos mejorados han producido una  
marcada disminución en la mortalidad en atención a esta operación  
que ahora es realizada por indicaciones que anteriormente habrían sido  
consideradas injustificables.  
En efecto, a partir de la publicación clásica de Sänger, su téc-  
nica fue modificada en muchos aspectos, aunque sus detalles esen-  
70  
ciales permanecieron intactos. En estos primeros años del siglo XX  
se comenzaron a evidenciar los primeros indicios de una reducción  
gradual de la mortalidad materna, merced a la práctica de la cesárea.  
Una revisión publicada en 1912 recolectó la información sobre las ce-  
sáreas realizadas en 1254 pacientes entre 1890 y 1910 por parte de  
71  
1
00 obstetras del Reino Unido, mostrando una reducción paulatina  
de la mortalidad materna cada cinco años (tabla 1), dependiendo de  
las circunstancias clínicas al momento de la operación, con porcen-  
tajes de 34 por ciento de mortalidad después de cesáreas precedidas  
por múltiples exámenes e intentos de parto, 11 por ciento si las mem-  
branas estuvieron rotas y apenas 3 por ciento cuando la cesárea fue  
llevada a cabo antes de la labor o temprano durante la misma con  
membranas intactas. Este principio fue ampliamente conocido y en-  
tendido por el doctor Isidro Ayora Cueva en Ecuador, quien en 1911  
“establece el método de expectación armada en la atención de partos, trae  
los preceptos de asepsia y antisepsia y el evitar a todo trance las maniobras  
internas para prevención de la infección puerperal, que antes de sus ense-  
72  
ñanzas fue un temible peligro…”.  
7
7
7
0 Thomas G. Stevens, “Modern caesarean section. Critical review”, Journal of Obstetrics and  
Gynaecology, 1902, pp. 52-61.  
1 Amand Routh, “On cesarean section in the United Kingdom”, J Obstet Gynaecol Br Emp, 1912,  
N° 19, pp. 1-55.  
2 Virgilio Paredes Borja, Historia de la Medicina en el Ecuador, Editorial Casa de la Cultura Ecua-  
toriana, Quito, 1963, p. 421.  
BOLETÍN ANH Nº 208-A • 115–153  
135  
Enrique Noboa Flores  
Tabla 1. Mortalidad materna luego de cesárea en el Reino Unido  
entre 1891 y 1910  
Años  
Cesáreas  
Mortalidad materna  
n
n
n/1000 cesáreas  
1891-1895  
1896-1900  
1901-1905  
83  
91  
23  
277  
14  
50  
153  
135  
369  
1906-1910  
711  
58  
81  
Fuente: Amand Routh, “On cesarean section in the United Kingdom”,  
J Obstet Gynaecol Br Emp, 1912, N° 19, pp. 1-55.  
Con estos resultados, a partir de 1920 se observó una mayor  
apertura a la cesárea como opción de parto quirúrgico. Sin embargo,  
aún quedaba pendiente un cambio adicional en la vía quirúrgica de  
acceso, pues en 1921 John Munro Kerr (1868-1960) y otros rescataron  
y reintrodujeron la técnica de Kehrer que promulgaba la incisión  
transversal del segmento inferior del útero, para lo que Kerr insistía  
en cuatro grandes ventajas que pueden resumirse así: a) el corte se  
lleva a cabo en un área menos vascular, b) el segmento es delgado y  
sus superficies pueden ser fácilmente aproximadas, c) esta zona per-  
manece en reposo durante los primeros días del puerperio y d) la ci-  
73  
catriz resultante es menos propensa a la ruptura. La aceptación de  
74  
esta técnica fue lenta, pero progresiva; finalmente, fue plenamente  
reconocida a partir de 1948, particularmente por una progresiva dis-  
minución de la mortalidad materna reportada desde diferentes insti-  
tuciones hospitalarias, lo que respondería a una selección cuidadosa  
de las pacientes, medidas de asepsia meticulosas durante la labor de  
5,76,77,78  
así como por una re-  
parto e introducción de los antibióticos;7  
7
7
7
3 JM Munro Kerr, “The lower uterine segment incision in conservative caesarean section”, J  
Obstet Gynaecol Br Emp, 1921, N° 28, pp. 475-487.  
4 JM Munro Kerr, “The technic of cesarean section, with special reference to the lower uterine  
segment incision”, Am J Obstet Gynecol, 1926, N° 12, pp. 729-734.  
5 WE. Welz, “Abdominal cesarean section in Detroit in 1926”, Am J Obstet Gynecol, 1927, N° 11,  
p. 361.  
BOLETÍN ANH Nº 208-A • 115–153  
136  
Evolución histórica de la cesárea:  
implicaciones médicas y éticas  
ducción importante de los riesgos de infección y hemorragia, aunque  
la ocurrencia de complicaciones tromboembólicas conducentes a em-  
bolismo pulmonar devino en un factor más prominente para la mor-  
talidad materna (tabla 2). 79, 80, 81  
Tabla 2. Mortalidad materna luego de cesárea  
en instituciones hospitalarias entre 1926 y 2006  
Instituciones hospitalarias  
Partos  
n
Cesáreas  
n (%)  
Mortalidad materna  
n
20  
9
n/1000 cesáreas  
1
1
1
1
1
1
2
926 (Estados Unidos)  
930 (Estados Unidos)  
923-1937 (Nueva York)  
937-1949 (Chicago)  
951-1980 (Suecia)  
33.480  
33.988  
154 (0.45)  
203 (0.6)  
130  
44  
20.127  
912 (4.5)  
27  
12  
103  
57  
58  
30  
56.650  
2.871 (5.1)  
82.901 (3.8)  
108.587 (5.8)  
458.097 (31)  
4
2.198.846  
1.872.586  
1.461.270  
1.2  
0.5  
0.01  
983-1992 (Holanda)  
000-2006 (Estados Unidos)  
82  
Fuente: Datos tomados de diversas publicaciones  
7
7
7
7
8
8
8
6 WF. Seely, “Abdominal cesarean section in Detroit in 1930”, Am J Obstet Gynecol, 1932, N° 24,  
p. 68.  
7 RL, Barrett, “A fifteen-year study of cesarean section in the women’s hospital in the state of  
New York”, Am J Obstet Gynecol, 1939, N° 37, p. 434.  
8 WJ. Dieckmann, AG. Seski, “Cesarean section at the Chicago lying-in hospital 1931-1949”,  
Surg Gynecol Obstet, 1950, N° 90, 443.  
9 Ulf Hogberg, “Maternal deaths related to cesarean section in Sweden 1951-1980”, Acta Obstet  
Gynecol Scand, 1989, N° 68, pp. 351-357.  
0 Nico Schuitemaker, et al., “Maternal mortality after cesarean section in the Netherlands”,  
Acta Obstet Gynecol Scand, 1997, N° 76, pp. 332-334.  
1 Steven L Clark, et al., “Maternal death in the 21st century: Causes, prevention and relationship  
to cesarean delivery”, Am J Obstet Gynecol, 2008, N° 199, p. 36.  
2 Ulf Hogberg, “Maternal deaths related to cesarean section in Sweden 1951-1980”, Acta Obstet  
Gynecol Scand, 1989, N° 68, pp. 351-357.  
Nico Schuitemaker, et al., “Maternal mortality after cesarean section in the Netherlands”,  
Acta Obstet Gynecol Scand, 1997, N° 76, pp. 332-334.  
Steven L Clark, et al., “Maternal death in the 21st century: Causes, prevention and relations-  
hip to cesarean delivery”, Am J Obstet Gynecol, 2008, N° 199, p. 36.  
BOLETÍN ANH Nº 208-A • 115–153  
137  
Enrique Noboa Flores  
La primera cesárea transperitoneal suprasinfisaria en Quito  
El 30 de junio de 1936, el joven estudiante de Medicina Al-  
fonso Cruz Orejuela, presentaba ante la Facultad de Medicina de  
Quito su Tesis previa al grado de Doctor en Medicina, titulada “La  
83  
cesárea transperitoneal suprasinfisaria”. En la parte introductoria,  
Alfonso Cruz Orejuela escribía que:  
La cesárea, motivo de esta Tesis, se debe al eminente Profesor Dr. Isidro  
Ayora, quien, con su espíritu investigador y fervoroso por la Ciencia  
Médica, llevó sus sabias enseñanzas a la Maternidad de Quito, donde  
por vez primera tuvimos la suerte de presenciar la técnica de la opera-  
ción que tantos beneficios más tarde reportarán. El día 24 de enero de  
1
932 se realizó en la Maternidad de Quito la primera Cesárea Transpe-  
ritoneal Suprasinfisaria, sellando con letras de oro otra época anterior  
en que el mismo Maestro practicaba por primera vez en el Ecuador la  
Cesárea Clásica. Debo dejar constancia de mi profundo agradecimiento  
por el honor que me dispensó al encomendarme este trabajo como Tesis  
previa al grado Doctoral, el distinguido Profesor Dr. Isidro Ayora. Nos  
cabe la satisfacción de haber sido los primeros en el Ecuador de em-  
84  
plear esta técnica en bien de nuestras enfermas. (sic)  
Este testimonio nos hace ver que esta primera “cesárea trans-  
peritoneal suprasinfisaria” realizada en Quito por el doctor Isidro  
Ayora Cueva, tuvo lugar doce años después de aquella reintroduc-  
ción, por parte de John Munro Kerr y otros, de la técnica de Ferdi-  
nand Kehrer, pues en efecto Isidro Ayora utilizó como vía de acceso  
una incisión en el segmento inferior del útero, por lo que se trata de  
la primera cesárea transversal del segmento inferior practicada en  
Ecuador aquel 24 de enero de 1932. Debido a su importancia histó-  
rica, reproduzco (de manera textual) el relato sobre esta cirugía, ex-  
traído de la tesis de grado de Alfonso Cruz Orejuela.  
8
3 Alfonso Cruz Orejuela, La cesárea transperitoneal suprasinfisaria, Tesis de Grado, Archivo Ge-  
neral de la Universidad Central del Ecuador, 30 de junio de 1936. Página de presentación  
del documento.  
84 Alfonso Cruz Orejuela, La cesárea transperitoneal…op. cit.  
BOLETÍN ANH Nº 208-A • 115–153  
138  
Evolución histórica de la cesárea:  
implicaciones médicas y éticas  
Enero 24 de 1932. Paciente Z.R.L. Casada, 22 años de edad, indígena,  
estanquera, vive en Chisinche, nació en Aloasí. De niña tuvo viruela,  
cuyos estigmas los conserva. Menstruó a los 15 años cada cuatro sema-  
nas. La última ocasión parece fue en el mes de julio, mas no recuerda  
con exactitud; sin embargo, parece, por el volumen del vientre que en  
realidad se trata del octavo mes. Poco tiempo de ingresada la enferma  
a esta Maternidad nos dan aviso de que a la enferma se le han presen-  
tado ataques; inmediatamente nos acercamos a ella y pudimos sorpren-  
der una de las crisis convulsivas, las cuales en el transcurso de poco  
tiempo se volvieron subintrantes. Como el caso era de urgencia y re-  
clamaba una pronta intervención, practicamos rápidamente un examen  
obstétrico y de laboratorio concluyendo tratarse una preñez del octavo  
mes. Pelvis: espinas 0,21, crestas 0,24, conjugado externo 0,18, trocán-  
teres no se pueden medir con exactitud por el edema de los muslos;  
sin embargo, concluimos por las medidas anteriores tratarse de una  
pelvis estrecha (las mediciones fueron realizadas por el Dr. Isidro  
Ayora). Mamas pequeñas, areola pigmentada, abdomen globuloso, pi-  
riforme, circunferencia 0,89, altura del ombligo 0,15, ombligo plano,  
paredes abdominales infiltradas, pies edematosos, vulva edematosa.  
Posición del tronco del niño a la derecha, id de las extremidades a la  
izquierda, id de las nalgas arriba, id de la cabeza abajo. Latidos fetales  
1
30 al minuto punto clásico. Posición O.I.D.A. La cabeza fetal se en-  
cuentra quizá un tanto deflexionada. El examen interno no lo podemos  
realizar por encontrarse la vulva grandemente edematosa. Examen de  
laboratorio: Investigación de albúmina en la orina: al calor grumos  
gruesos, al ácido nítrico disco grueso, Albuminómetro de Esbach N.2.  
En consecuencia, de todo lo apuntado nos vemos forzados a intervenir  
rápidamente, pues, ya que la eclampsia se ha declarado y amenaza gra-  
vemente a la enferma la instituimos previamente un tratamiento mé-  
85  
dico. Régimen hídrico. Reposo absoluto.  
Enero 27. La enferma no ha conseguido mejorar en lo absoluto con el  
tratamiento médico. La albúmina ha subido a la cifra de 2,5. Los ede-  
mas han aumentado. Conocedor el Dr. Isidro Ayora del mal estado de  
la enferma nos manifiesta su deseo de realizar una cesárea suprasinfi-  
saria, la cual supone inocua para la enferma. Aceptada la indicación  
del Dr. Isidro Ayora se dispone el personal en la siguiente forma: Ciru-  
jano, Dr. Ayora; Ayudantes: Dres. Ángel Terán y Luis Rodríguez; Anes-  
tesiador, Sr. Alfonso Cruz; O. Schultze, Sr. Gavilanes.86  
Enero 28. 9 y 30 a.m. Principia la operación con la siguiente técnica: in-  
8
8
5 Ibid.  
6 Ibid.  
BOLETÍN ANH Nº 208-A • 115–153  
139  
Enrique Noboa Flores  
cisión de la piel, tejido celular subcutáneo y aponeurosis del recto an-  
terior del abdomen en una extensión desde la sínfisis del pubis hasta  
el ombligo. Se separan los músculos rectos. 9 y 32 minutos. Abertura  
de la pared peritoneal, extensión de 10 centímetros hasta encontrar por  
abajo el fondo de la vejiga. 9 y 34. En el fondo de saco vésico-uterino  
se hace una incisión transversal para decolar el peritoneo que reviste  
la cara anterior del útero en el segmento dilatable. Asimismo por abajo  
se decola con los dedos hasta separar la vejiga y poder colocar un se-  
parador, que la sostenga unida al pubis; de este modo se obtiene un es-  
pacio perfectamente visible del segmento inferior del útero; el Dr.  
Ayora ordena se le ponga a la enferma una inyección doble de ergotina  
a fin de impedir la hemorragia que puede presentarse al abrir el seg-  
mento inferior del útero, lo cual se realiza con bisturí en una extensión  
también de 10 cm. Inmediatamente aparece en la herida la cara del  
niño. Se retira el separador y el cirujano extrae al niño mediante una  
maniobra combinada de presiones sobre el fondo del útero y tracción  
sobre el maxilar inferior. 9 y 44 m. Nacimiento del niño en estado as-  
fictico que pronto recobra su normalidad. Antes de realizar el alum-  
bramiento se inyecta en el cuerpo mismo del útero una ampolleta de  
pituitrina. La contracción del cuerpo uterino es intensa, la herida cer-  
vical ha disminuido en longitud; con un pequeño credé y tracciones li-  
geras del cordón se desprende la placenta. Secundinas completas.  
Limpieza de la cavidad uterina que empieza a sangrar con abundancia.  
Sutura de los bordes de la herida segmentaria con puntos sueltos de  
Catgut N.1. 9 y 52. Nueva dosis de ergotina por cuanto persiste la he-  
morragia. 9 y 57. Se termina la sutura segmentaria con un surget, de  
tal modo que esta sutura oculte a la anterior con puntos sueltos. 10 y  
10. Reconstrucción de la incisión peritoneal en el fondo vésico-uterino  
el cual alcanza a cubrir perfectamente por encima de la herida segmen-  
taria. 10 y 20. Se cierra la pared abdominal con la técnica acostumbrada  
anteriormente. Durante todo el tiempo de la operación no han apare-  
cido los intestinos. Por los genitales fluye algo de sangre. El útero se  
encuentra flácido. Estado de la enferma: respiración completamente  
superficial. Pulso lento, la cara se encuentra cubierta de sudor frío, las  
facciones estiradas, pupila contraída casi insensible a la luz; la respira-  
ción vuélvese dificultosa y el pulso se torna sumamente débil. El estado  
general de la enferma es gravísimo; inyecciones de suero, aceite alcan-  
forado, cafeína y adrenalina no consiguen mejorar el estado. Fallece la  
enferma a las 11 de la mañana. La niña vive; su peso es de 2.700 gr.,  
perfectamente conformada. La causa de la muerte de la enferma se nos  
presenta bastante oscura. No podemos afirmar si se debió a la intoxi-  
cación albuminúrica, a la hemorragia o al shock operatorio.  
BOLETÍN ANH Nº 208-A • 115–153  
140  
Evolución histórica de la cesárea:  
implicaciones médicas y éticas  
De este modo se realizó la primera operación suprasinfisiaria en la Ma-  
ternidad de Quito. Gracias a los afanes del Dr. Isidro Ayora y a la deci-  
sión de mi Profesor el Dr. Ángel A. Terán, quienes me ofrecieron desde  
ese momento apoyar para que todos los casos en los cuales estuviera  
indicado la realización de una operación cesárea, de preferencia se las  
hiciera en la nueva forma que habíamos empezado; tomando yo este  
nuevo procedimiento como punto para la presente Tesis Doctoral.  
Observación a este primer caso: Durante la operación hay ausencia per-  
fecta de los intestinos, lo cual facilita grandemente la intervención y  
nos pone, desde luego, al abrigo de sospechar una infección ulterior.  
La cantidad de sangre que se presenta en el momento de la incisión del  
segmento inferior no es excesiva en modo alguno. La pequeñez de la  
herida hace fácil y pronta su reconstrucción. Respecto a la extracción  
del niño, si bien es cierto, dio algo de trabajo, adivinamos que en pos-  
teriores intervenciones lo haríamos de un modo más rápido; ya que la  
falta de comprensión de los momentos indispensables de la operación  
desempeñó un papel de suma importancia en el factor tiempo. El es-  
tado asfictico del niño se observa casi siempre en todas las operaciones  
87  
cesáreas aun cuando su extracción haya sido rápida. (sic)  
Se debe destacar que el doctor Isidro Ayora Cueva utilizó en  
esta cirugía la técnica de Kehrer, pues efectuó una incisión transver-  
sal del segmento inferior del útero y el cierre lo llevó a cabo con su-  
tura del miometrio en dos capas: una primera sutura con puntos  
sueltos y una segunda sutura continua, seguida por cierre del peri-  
toneo. Esta primera experiencia quirúrgica a cargo del doctor Isidro  
Ayora Cueva corrobora lo anotado por varios historiadores de la me-  
dicina ecuatoriana, entre ellos Virgilio Paredes Borja, quien destaca  
su aporte a la medicina de nuestro país al escribir que:  
el doctor Isidro Ayora, médico lojano graduado en Quito, becado en  
Alemania, de donde vino trayendo la nueva Obstetricia y Ginecología,  
se hizo cargo de la Maternidad e implantó la escuela alemana de sus  
especialidades, que las estableció en 1910, como profesor de Obstetricia  
y Ginecología de la Facultad.88  
87 Ibid.  
88 Virgilio Paredes Borja, Historia de la Medicina en el Ecuador, Editorial Casa de la Cultura Ecua-  
toriana, Quito, 1963, p. 402.  
BOLETÍN ANH Nº 208-A • 115–153  
141  
Enrique Noboa Flores  
Aserto indiscutible que, para el caso de esta primera cesárea  
transversal del segmento inferior, se tradujo en el inicio de una nueva  
técnica en nuestro país, para aplicarla en todos los casos en que es-  
tuviera indicada, como ocurre hasta la actualidad.  
Conclusiones  
A la par de la reducción de la mortalidad materna -analizada  
anteriormente-, hubo un incremento en la incidencia de la cesárea,  
cuyas tasas varían según el país, los sistemas de salud y la percep-  
89  
ción de cada médico sobre sus riesgos y beneficios, así como por la  
cada vez más fuerte tendencia a realizar cesáreas por indicaciones  
90  
médicas u obstétricas no muy claras o por razones no médicas, con-  
figurando lo que Aníbal Faúndes, Profesor Emérito de Obstetricia  
de la Universidad Estadual de Campinas, Brasil, denomina la “ce-  
91  
sárea por complacencia, sin indicación médica”. En efecto, las tasas de  
parto por cesárea se han incrementado desde alrededor de 5 por  
92,93,94,95,96  
ciento en países desarrollados al inicio de la década de 1970,  
a más de 50 por ciento en algunas regiones a finales de la década de  
97  
990. Múltiples factores han contribuido para este incremento, in-  
1
8
9 Women’s Health Care Physicians: Task Force on Cesarean Delivery Rates, Evaluation of Cesa-  
rean delivery. American College of Obstetricians and Gynecologists, Washington, 2000.  
0 Rohan D´Souza, “Caesarean section on maternal request for non-medical reasons: Putting  
the UK National Institute of Health and Clinical Excellence guidelines in perspective”, Best  
Practice & Research Clinical Obstetrics and Gynaecology”, 2013, N° 27, pp. 165-177.  
9
91 Aníbal Faúndes, Laura Miranda, “Causas y consecuencias del progresivo aumento del parto  
por cesárea”, Revista Ecuatoriana de Ginecología y Obstetricia”, 2015, Vol. 22, N° 2-3, pp. 108-  
1
12.  
9
9
9
9
9
9
2 Helen Marieskind, An evaluation of cesarean section in the United States, US Department of  
Health Education and Welfare, Washington, 1979.  
3 US Department of Health and Human Services, Cesarean childbirth, National Institutes of  
Health, Bethesda, 1981, N° 82, p. 2067.  
4 Chris Wilkinson, et al., “Is a rising caesarean section rate inevitable?”, B J Obstet Gynecol, 1998,  
N° 105, pp. 45-52.  
5 Elizabeth Arias, et al., “Annual summary of vital statistics-2002”, Pediatrics, 2003, N° 112, pp.  
1
215-1230.  
6 National Collaborating Centre for Women’s and Children’s health, Caesarean section: clinical  
guidelines, Royal College of Obstetricians and Gynaecology, London, 2004.  
7 JM. Belizán, et al., “Rates and implications of caesarean sections in Latin America: ecological  
study”, British Medical Journal, 1999, N° 319, pp. 1397-1402.  
BOLETÍN ANH Nº 208-A • 115–153  
142  
Evolución histórica de la cesárea:  
implicaciones médicas y éticas  
cluyendo -como ya se ha mencionado antes- técnicas quirúrgicas y  
anestésicas mejoradas, reducción del riesgo de complicaciones pos-  
toperatorias, factores demográficos y nutricionales, percepción de  
los médicos y las pacientes sobre la seguridad del procedimiento,  
práctica médica defensiva, cambios en los sistemas de salud y la de-  
98,99,100,101,102,103,104  
manda de esta cirugía por parte de las pacientes;  
pro-  
tección frente a la incontinencia urinaria, el prolapso y la insatis-  
facción sexual;1  
05,106  
así como por la defensa por parte del médico del  
derecho de la mujer para escoger la vía de finalización del  
107  
embarazo. La amplia variabilidad de estos factores por institución  
hospitalaria deja entrever la necesidad de definir las tasas óptimas  
de cesáreas para cada hospital, sobre la base del perfil de riesgo de  
sus embarazadas.  
Ante este incremento global de las tasas de partos por cesá-  
rea, en el año 2005 la Organización Mundial de la Salud (OMS) llevó  
108  
a cabo una encuesta sobre la salud materna y perinatal, cuyo obje-  
98 Kathleen Merchant, José Villar, Edgar Kestler, “Maternal height and newborn size relative to  
risk of intrapartum caesarean delivery and prenatal distress”, B J Obstet Gynecol, 2001, N°  
1
08, 689-696.  
9
9 Andrea Linton, Michael R. Peterson, Thomas V. Williams, “Effects of maternal characteristics  
on cesarean delivery rates among US Department of Defense healthcare beneficiaries, 1996-  
2
002”, Birth, 2004, N° 31, pp. 3-11.  
1
00 Raghad Al-Mufti, Andrew McCarthy, Nicholas M. Fisk, “Obstetricians’ personal choice and  
mode of delivery”, Lancet, 1996, N° 347, p. 544.  
1
01 Susan F. Murray, “Relation between private health insurance and high rates of caesarean  
section in Chile: qualitative and quantitative study”, British Medical Journal, 2000, N° 321,  
pp. 1501-1505.  
1
02 Leo Turcotte, John Robst, Solomon Polachek, “Medicaid coverage and medical interventions  
during pregnancy”, Int J Health Care Finance Econ, 2005, N° 5, pp. 255-271.  
03 Robin Kalish, et al., “Intrapartum elective cesarean delivery: a previously unrecognized cli-  
nical entity”, Obstet Gynecol, 2004, N° 103, pp. 1137-1141.  
1
1
1
04 The Lancet, “What is the right number of caesarean sections?”, Lancet, 1997, N° 349, p. 815.  
05 Howard Minkoff, et al., “Ethical dimensions of elective primary cesarean delivery”, Obstet  
Gynecol, 2004, N° 103, pp. 387-392.  
1
1
1
06 Jennifer Wu, Andrew Hundley, Anthony Visco, “Elective primary cesarean delivery: attitu-  
des of urogynecology and maternal-fetal medicine specialists”, Obstet Gynecol, 2005, N° 105,  
pp. 301-306.  
07 Christina S. Cotzias, Sara Paterson-Brown, Nicholas M. Fisk, “Obstetricians say yes to ma-  
ternal request for elective caesarean section: a survey of current opinion”, Eur J Obstet Gyne-  
col Reprod Biol, 2001, N° 97, pp. 15-16.  
08 José Villar, Eliette Valladares, Daniel Wojdyla, et al., “Caesarean delivery rates and pregnancy  
outcomes: the 2005 WHO global survey on maternal and perinatal health in Latin America”,  
Lancet, 2006, N° 367, pp. 1819-1829.  
BOLETÍN ANH Nº 208-A • 115–153  
143  
Enrique Noboa Flores  
tivo fue evaluar el parto por cesárea y sus resultados, compren-  
diendo 120 instituciones seleccionadas de manera aleatoria, perte-  
necientes a 24 regiones geográficas en ocho países de América Latina.  
Fueron evaluados 97.095 partos, cuya tasa media de cesáreas fue de  
3
3 por (rango de cuartil 24-43), con las tasas más elevadas en hospi-  
tales privados (51 por ciento, 43-57). La tasa de partos por cesárea  
estuvo asociada positivamente con el uso de antibióticos postparto  
y morbi-mortalidad materna; en tanto, el incremento en la tasa de  
partos por cesárea estuvo asociado con un incremento en las tasas  
de mortalidad fetal y con un número alto de recién nacidos ingresa-  
dos a cuidados intensivos por siete días o más. Los autores conclu-  
yeron que las tasas altas de partos por cesárea no necesariamente  
significan atención y servicios de buena calidad, por lo que cada ins-  
titución debería iniciar una evaluación detallada y rigurosa de los  
factores relacionados con la atención obstétrica y perinatal en la po-  
blación a la que brindan servicios que, en algunos casos, podrían  
ocasionar daño. La OMS destacó en 2015 que la tasa ideal de cesá-  
reas, reconocida por profesionales de la salud de todo el mundo,  
debe ser de 10-15 por ciento de todas las gestaciones que llegan a tér-  
mino; esta tasa permite disminuir la morbilidad y mortalidad ma-  
terno-fetal, cuyos incrementos hasta el 30 por ciento no ocasionarían  
modificaciones en dicha morbi-mortalidad, por lo que se considera  
que cifras de 20-25 por ciento podrían ser más realistas, y sobre todo  
109  
más fáciles de lograr y conservar en nuestro medio.  
Durante los últimos quinientos años la cesárea ha cumplido  
con un papel crucial para el manejo de la labor de parto y el parto.  
Particularmente en el último siglo y medio, los progresos y desarro-  
llos aplicados a esta área de la medicina se han traducido en una dis-  
minución de la mortalidad materna, que ha ido a la par –irreme-  
diablemente– de un incremento en la incidencia de la cesárea (tabla  
2
), cuyos beneficios y riesgos para la madre y el recién nacido, así  
como su justificación, deben ser evaluados continuamente en cada  
institución. Las indicaciones para su realización han cambiado a lo  
109 Organización Mundial de la Salud, Declaración de la Organización Mundial de la Salud sobre  
tasas de cesárea, OMS, Ginebra, 2015.  
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144  
Evolución histórica de la cesárea:  
implicaciones médicas y éticas  
largo del tiempo y ameritan también una reevaluación permanente.  
Así, cada vez son más raros los casos de desproporción absoluta ce-  
falopélvica gracias a una resolución de las deformidades pélvicas;  
manteniéndose como desafíos actuales la función uterina anormal,  
los grados relativos de desproporción y las presentaciones anorma-  
les. Ejemplos claros de reevaluación exitosa han sido identificados a  
110  
través de los estudios sobre parto después de cesárea previa y el  
manejo del parto podálico.1  
11  
Bajo estas circunstancias, las perspectivas futuras de la cesá-  
rea dependen indudablemente de las consideraciones éticas que se  
generan en su entorno y que los profesionales de la salud involucra-  
dos tienen la obligación de observarlas. Para el efecto, Frank A. Cher-  
venak y Laurence B. McCullough han propuesto un modelo de  
112  
responsabilidad profesional y ética obstétrica, cuyas implicaciones  
se refieren a dos tópicos fundamentales: parto por cesárea por elec-  
ción de la paciente y prueba de labor de parto después de parto por  
cesárea. Este modelo de responsabilidad profesional y ética obsté-  
trica se basa en el concepto ético de la medicina como una profesión  
y los principios éticos de beneficencia y autonomía. El médico obs-  
tetra tiene obligaciones basadas en la beneficencia y en la autonomía  
para la mujer embarazada y obligaciones basadas en la beneficencia  
para el feto viable, en cuyo caso la ética del parto por cesárea requiere  
de un balance de obligaciones para la embarazada y el feto como pa-  
ciente.  
La implicación del modelo de responsabilidad profesional  
para el parto por cesárea por elección de la paciente es que el médico  
obstetra debería responder a tal solicitud con una recomendación en  
contra del parto por cesárea sin indicación médica y a favor del parto  
vaginal, lo que debería ser explicado, discutido, analizado y docu-  
mentado en el consentimiento informado. Chervenak y McCullough  
1
1
1
10 Marie-Jocelyne Martel, Catherine Jane MacKinnon, “Guidelines for vaginal delivery after  
previous Caesarean birth”, J Obstet Gynaecol Can, 2005, N° 27, pp. 164-188.  
11 Andrew Kotaska, Savas Menticoglou, Robert Gagnon, “Vaginal delivery of breech presen-  
tation”, J Obstet Gynaecol Can, 2009, N° 31, pp. 557-566.  
12 Frank A. Chervenak, Laura B. McCullough, “The professional responsibility model of obs-  
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cology, 2013, N° 27, pp. 153-164.  
BOLETÍN ANH Nº 208-A • 115–153  
145  
Enrique Noboa Flores  
plantean que es éticamente permisible implementar una decisión in-  
formada y reflexiva para un parto por cesárea no indicado. En tanto,  
la implicación del modelo propuesto para el caso de prueba de labor  
de parto después de parto por cesárea es que, en entornos adecua-  
damente equipados y dotados de personal capacitado, el médico  
obstetra debería ofrecer la prueba de labor de parto después de parto  
por cesárea y el parto por cesárea planificado a mujeres quienes han  
tenido una incisión transversa baja previa. Los autores coinciden en  
que el médico obstetra no debería recomendar una prueba de labor  
de parto después de parto por cesárea a mujeres con una incisión  
clásica previa.  
La ética constituye una parte fundamental para ofrecer, re-  
comendar a favor o en contra y realizar un parto por cesárea. La ética  
preventiva tiene como objetivo prevenir un conflicto ético en la prác-  
tica clínica a través del uso del consentimiento informado para ofre-  
cer un parto por cesárea como una alternativa médica razonable  
frente al parto vaginal o recomendar a favor o en contra de un parto  
por cesárea. El modelo de responsabilidad profesional y ética obsté-  
trica fundamenta y guía este enfoque de ética preventiva, en función  
de lo que Aníbal Faúndes afirma categóricamente: “Como especialis-  
tas, debemos insistir en que los colegas de las nuevas generaciones se preo-  
cupen de ser verdaderos obstetras, lo que significa no resolver todo con una  
cesárea, mantener las competencias obstétricas y respetar la verdadera vo-  
113  
luntad de la mujer”.  
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La Academia Nacional de Historia es  
una institución intelectual y científica,  
destinada a la investigación de Historia  
en las diversas ramas del conocimiento  
humano, por ello está al servicio de los  
mejores  
intereses  
nacionales  
e
internacionales en el área de las  
Ciencias Sociales. Esta institución es  
ajena a banderías políticas, filiaciones  
religiosas,  
intereses  
locales  
o
aspiraciones individuales. La Academia  
Nacional de Historia busca responder a  
ese  
carácter  
científico,  
laico  
y
democrático, por ello, busca una  
creciente profesionalización de la  
entidad, eligiendo como sus miembros  
a
historiadores  
profesionales,  
quienes  
entendiéndose por tales  
a
acrediten estudios de historia y ciencias  
humanas y sociales o que, poseyendo  
otra formación profesional, laboren en  
investigación  
histórica  
y
hayan  
realizado aportes al mejor conocimiento  
de nuestro pasado.  
Forma sugerida de citar este artículo: Noboa Flores, Enrique,  
"
Evolución histórica de la cesárea: implicaciones médicas y  
éticas", Boletín de la Academia Nacional de Historia, vol. C,  
Nº.208-A, julio – diciembre 2022, Academia Nacional de Historia,  
Quito, 2023, pp.115 -153