BOLETÍN  
DE LA ACADEMIA  
NACIONAL DE HISTORIA  
Volumen C Nº 208-A  
Julio–diciembre 2022  
Quito–Ecuador  
BOLETÍN  
DE LA ACADEMIA  
NACIONAL DE HISTORIA  
Volumen C  
Nº 208-A  
Julio–diciembre 2022  
Quito–Ecuador  
Vida académica  
EL PERÚ Y EL ESFUERZO GUAYAQUILEÑO  
POR LA INDEPENDENCIA DE QUITO  
1
Jorge Ortiz Sotelo  
La independencia hispanoamericana fue un largo proceso  
que dio origen al surgimiento de varios Estados sobre la base de las  
antiguas reparticiones administrativas virreinales, con algunas mo-  
dificaciones puntuales. A partir de ello se fueron construyendo iden-  
tidades nacionales a través de un complejo proceso que inicialmente  
confrontó ideas en torno a la patria chica –el pueblo, la provincia, la  
región– y la patria grande –la hispanoamericana–.  
La campaña que culminó con la independencia de Quito fue  
un claro ejemplo de dicho proceso, participando en ella fuerzas re-  
alistas e independentistas en las que militaron peninsulares, criollos,  
mestizos, esclavos, libertos e indígenas, además de extranjeros de  
muy variada procedencia, todos ellos luchando por lo que creían lo  
mejor para la que consideraban su patria.  
La guerra de independencia hispanoamericana fue, en esen-  
cia, una larga guerra civil, en la que, unos más rápidos que otros, y  
paulatinamente los pueblos fueron abandonando el fidelismo por  
optar por la independencia. En este proceso también participó un  
número considerable de mujeres, de toda condición social, unas  
conspirando y apoyando a las fuerzas combatientes con recursos e  
informes, y otras siguiendo a las tropas en marcha para atender a  
sus hombres, tanto en lo referente a las comidas, como curándolos  
cuando enfermaban o estaban heridos.  
1
Doctor Ph.D en Historia por la Universidad de Saint Andrews, Escocia; posee una maestría  
en Estrategia marítima, en la Escuela Superior de Guerra Naval; estudios de Historia Marítima  
e Imperial Británica, Queen Mary College, Universidad de Londres. Es profesor principal, en  
la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas, UNMSM y presidente del instituto Peruano de  
Economía y Política.  
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Vida académica  
La campaña que culminó en la independencia de Quito ha  
sido objeto de varios estudios, tanto en lo relativo al contexto en que  
se llevó a cabo como a las operaciones militares propiamente dichas.  
La presente ponencia se centrará en la participación peruana en la  
misma, particularmente en quienes formaron parte de los iniciales  
esfuerzos guayaquileños, e incluirá alguna información sobre la di-  
visión que, al mando de Santa Cruz, actuó en territorio ecuatoriano  
durante 1822.  
Abordar el tema de las mujeres resulta infinitamente más  
complejo, pues hay un lamentable silencio en las fuentes. No obs-  
tante, lo menciono porque es una deuda que aún tiene la historio-  
grafía no solo sobre la independencia sino sobre buena parte del  
devenir de nuestros pueblos.  
La organización previa  
Veamos primero la organización de las fuerzas en contienda,  
tema que requiere algunas precisiones. Si bien el ejército español,  
que fue el modelo militar que siguieron las fuerzas independentistas,  
consideraba regimientos de infantería y caballería, fueron pocos los  
regimientos que llegaron o se organizaron en América, siendo lo  
usual que las unidades comprometidas fuesen batallones de infan-  
tería, cada uno con ocho compañías, una de ellas de cazadores y otra  
de granaderos; y escuadrones de caballería, conformados por dos  
2
compañías.  
Las unidades que defendieron la causa real hasta 1814,  
cuando España se liberó de la presencia francesa y pudo enviar fuer-  
zas peninsulares a América, fueron las existentes localmente, forma-  
das por unas cuantas regulares y numerosas milicias. Dichas fuerzas  
enfrentaron a las que se fueron formando en diversos puntos del con-  
tinente, que, en el caso que acá atañe, combatieron bajo banderas  
guayaquileña, colombiana, peruana y argentina.  
2
Cristóbal Espinoza Yépez, Batalla de Pichincha, operaciones militares, Centro de Estudios Histó-  
ricos del Ejército, Quito, 2019, pp. 28-30.  
Teodoro Hidalgo y otros, El ejército en la República, siglo XIX, 1, Comisión permanente de His-  
toria del Ejército, Lima, 2005, p, 77.  
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Vida académica  
Todas estas fuerzas perdieron efectivos por enfermedades y  
deserciones, así como muertos, heridos y prisioneros que tuvieron  
en diversos enfrentamientos, a lo largo del periodo independentista.  
Las bajas eran repuestas con pobladores locales, desertores o prisio-  
neros del bando contario. De ese modo, con el correr del tiempo, las  
unidades llegaban a tener en sus filas una mezcla de nacionalidades,  
y aunque la ausencia de datos hace difícil saber con precisión su  
composición exacta, algo se ha podido extraer de la información dis-  
ponible.  
Veamos primero el caso de las unidades realistas. Las fuerzas  
que estuvieron presentes en la batalla de Pichincha fueron los bata-  
llones de infantería Aragón, con 580 plazas; Cazadores de Constitu-  
ción, 368 hombres; y Tiradores de Cádiz, 487 efectivos. Se hallaban  
en Quito, pero no participaron en la acción, el batallón Cataluña, con  
3
00 hombres; los escuadrones de caballería Dragones de la Reina Isa-  
bel, 92 hombres; Guardia del Presidente, 87 efectivos; Húsares de  
Fernando VII, 76 efectivos, y Dragones de Granada, 84 hombres; así  
como un grupo de artillería de montaña, con 120 artilleros, ni los 150  
hombres que guarnecían el fortín del Panecillo. . Algunas de estas  
unidades habían combatido en Venezuela y Nueva Granada, a órde-  
nes del brigadier Pablo Morillo, sufriendo pérdidas diversas, al  
punto que durante la campaña de Pichincha estaban formadas en su  
gran mayoría por americanos, aunque los peninsulares aún eran ma-  
3
yoría en el Tiradores de Cádiz.  
La oficialidad realista también tuvo americanos, como el ve-  
nezolano Nicolás López de Aparicio, quien como coronel asumió el  
mando de esas fuerzas tras la pérdida de Riobamba y fue jefe del es-  
tado mayor de las tropas que combatieron en Pichincha bajo las ban-  
4
deras reales, asentándose luego en Quito; y el colombiano Manuel  
María Martínez de Aparicio, coronel jefe de estado mayor del ejército  
en Pichincha, quien después de la derrota realista, pasó a Lima  
donde se incorporó al ejército y llegó a ser general de brigada.  
3
4
Julio Albi de la Cuesta, Banderas olvidadas: el ejército realista en América, Ediciones de la Cultura  
Hispánica, Madrid, 1990, p.328.  
Germán Leguía, Historia de la emancipación del Perú: El Protectorado, V, Comisión Nacional del  
Sesquicentenario, Lima, 1972, p. 408 y 453.  
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Vida académica  
Aunque no he podido determinar lugar de nacimiento, hubo  
algunos otros oficiales realistas que, tras la capitulación que siguió a  
la batalla optaron por quedarse en América. Entre los que pidieron  
pasar al Perú se encontraban el ya mencionado Martínez de Apari-  
cio, el coronel inspector Joaquín Germán, peninsular que había vi-  
vido en Piura pero falleció en Quito a consecuencia de sus heridas;  
el también peninsular coronel Bartolomé Salgado Ruiz, comandante  
5
del Cataluña, pasó a Lima y fue deportado en 1823; el teniente co-  
ronel Baltasar Nieto Polo, que pasó a Trujillo con un criado; Ángel  
Agustín Galup, a Lima con un criado; el teniente Pascual Elzaurdi a  
Piura; y el Dr. Luis José González y Rivera, con familia y criados a  
Lambayeque. El teniente coronel Juan Nepomuceno Muñoz y Plaza,  
natural de Santiago de Chile y oidor de la disuelta audiencia de  
Quito, fue autorizado a pasar a Chile con su familia, pero se encon-  
traba en Lima en 1823 y después de la derrota final realista en Aya-  
6
cucho emigró a España. A Bogotá pasaron Mateo del Pino y Juan  
del Biso; a Cuenca el coronel Antonio Arteaga, y a Guayaquil el sar-  
7
gento mayor Pedro Tola.  
Poco después que Guayaquil proclamara su independencia,  
el 9 de octubre de 1820, se formó la llamada División Protectora, que  
con algo más de 1500 hombres fue puesta al mando del coronel Luis  
Urdaneta, teniendo como segundo al coronel León Febres Cordero,  
8
ambos de Maracaibo y antiguos oficiales del batallón Numancia.  
El batallón Granaderos de Reserva, formado inicialmente en el  
Cusco y arribado a la ciudad en mayo de ese año, había tenido un  
papel importante en la independencia guayaquileña y sirvió de base  
para los batallones 1° y 2° de Libertadores, al mando de los mayores  
5
6
7
Felipe De la Barra, Asuntos militares, 2, Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Inde-  
pendencia del Perú, t.6, 1971-1973, pp. 462-463.  
Real Academia de la Historia, Juan Nepomuceno Muñoz y Plaza. Ver en: https://dbe.rah.es/  
biografias/71341/juan-nepomuceno-munoz-y-plaza (08-11-2022)  
Germán Leguía, Historia…op. cit., p. 453.  
Fernando Jurado, La noche de los libertadores, Instituto Andino de Artes Populares del Convenio  
Andrés Bello, Quito, 1991, p. 122.  
Manuel C. Bonilla, Epopeya de la libertad, 1820-1824: reminiscencias históricas de la independencia  
del Perú, Volumen 2, Imprenta americana, Lima, 1922, p.12  
8
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Vida académica  
Antonio Farfán e Hilario Álvarez, ambos cusqueños, curaca el se-  
9
gundo, en cuyo honor se nombró una calle en Guayaquil.  
También se organizó el batallón Voluntarios de la Patria, al  
mando del teniente coronel Ignacio del Alcázar Argudo, peruano de  
madre quiteña. Después de la batalla de Huachi, este batallón pasó  
a formar el Yaguachi; y en febrero de 1822, a pedido de Sucre, se or-  
ganizó un nuevo batallón Voluntarios de la Patria, destinado a de-  
fender la ciudad, unidad que quedó al mando del referido teniente  
10  
coronel Alcázar.  
El escuadrón Daule fue aumentado y su mando fue asumido  
por el teniente coronel peninsular José Matías Tirapegui; los batallo-  
nes Cívicos, a órdenes del de igual grado José María de la Peña, pa-  
saron a ser el Vengadores; y el teniente coronel Dionisio de Acuña,  
1
1
tomó el mando del Defensores de la Patria. También se contó con una  
pequeña fuerza de artillería, que en marzo de 1821 contaba con 171  
12  
hombres.  
Ninguna de estas unidades tomó parte en la batalla de Pi-  
chincha, pero entre los oficiales del Voluntarios de la Patria, además  
de su ya mencionado jefe, se ubican al menos al capitán chileno  
Ramón Vásquez de Noboa, jefe de la 1ª compañía, y al peruano Justo  
Rivera, capitán de la compañía de granaderos. En febrero o marzo  
de 1821 aparecen en el Defensores de la Patria los ya mencionados pe-  
ruanos Alcázar y Rivera, como segundo jefe y capitán de la 3ª com-  
pañía, respectivamente, antes de pasar a organizar el Voluntarios;  
así como el cusqueño Antonio Farfán, como capitán de la 2ª compa-  
9
Ricardo Márquez y Tapia, Natalicio de Bolívar y biografía del general Antonio Farfán, Tipografía  
Universidad, Cuenca, 1936  
Camilo Destruge, Historia de la revolución de octubre y campaña libertadora de 1820-22, Imprenta  
Eizeviriana de Borrás, Barcelona, 1920, p. 197.  
0 Camilo Destruge, op. cit., p. 197.  
1
Eduardo Estrada, “Historia de la bandera de octubre de 1820”, en Boletín de la Academia Na-  
cional de Historia, XCVIII, n° 203, pp. 261-290, 2020, pp. 277-278.  
Isaías Toro, Batallones ecuatorianos en la independencia, Imprenta América, Quito, 1940, pp. 10-  
11, lista a los oficiales de este nuevo Voluntarios, entre los cuales es posible que haya otros  
peruanos, además de Alcázar y Rivera.  
1 Camilo Destruge, op. cit., p. 197.  
Manuel C. Bonilla, op. cit., pp. 11-12.  
2 Isaías Toro, op. cit., p. 10.  
1
1
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ñía. Tras el arribo de Antonio José de Sucre a Guayaquil, se reforzó  
el escuadrón Daule, quedando al mando del teniente coronel vene-  
zolano Cayetano Cestari, con el alemán de igual grado Federico Rash  
como segundo. La 1ª compañía estuvo al mando del capitán Trinidad  
Morán, venezolano que luego prestaría notables servicios en el Perú,  
y al menos dos extranjeros más, los tenientes Carlos Weber y José  
Antonio Troyano. El mando de la 2ª compañía recayó en el capitán  
chileno Ramón Allende Garcés, figurando también el teniente co-  
13  
lombiano Demetrio Alfaro.  
El primer esfuerzo guayaquileño por liberar Quito estuvo a  
cargo de la ya mencionada División Protectora, participando los dos  
batallones del Libertadores, el Vengadores, los Voluntarios de la Patria,  
los Defensores, el Daule y un pequeño grupo de artillería. Esta fuerza  
triunfó en Camino Real, el 9 de noviembre de 1820, pero fue derro-  
tada y prácticamente destruida en Huachi el día 22 del mismo mes.  
Disfrutaron pocos días del triunfo.  
Entre una y otra acción, la Junta de Gobierno de Guayaquil  
designó comandante general de la Provincia y presidente de la junta  
de guerra al coronel arequipeño Juan de Dios Araujo, jefe del antiguo  
batallón Granaderos de Reserva, en reemplazo del de igual grado Gre-  
gorio Escobedo, asumiendo ese cargo el 10 de noviembre; siendo a  
su vez reemplazado el 26 de diciembre por el coronel huaracino To-  
ribio de Luzuriaga. Poco duró en el cargo Gregorio Escobedo, pues  
el 5 de enero se embarcó hacia el Perú, dejando el mando militar en  
14  
manos del coronel Manuel Torres Valdivia. Parte de esta fuerza, al  
mando del teniente coronel argentino José García, marchó sobre  
Guaranda y fue derrotada el 3 de enero de 1821 en la batalla de Ta-  
15  
nizahua, perdiéndose casi completamente.  
1
1
3 Isaías Toro, op. cit., pp. 11 y 16.  
4 Rocío Rosero, “José Joaquín Olmedo y Guayaquil: 1820-1822”, Biblioteca de la Independencia,  
III, Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, Quito, 2021, pp. 9-85, p.14.  
Camilo Destruge, op. cit., p. 240.  
15 Carlos Vivanco, “El Ecuador en la independencia de América”, en Boletín de la Academia Na-  
cional de Historia, XXI, n° 58, pp. 177-210, 1941, p. 188.  
Édison Macías, Historia general del ejército ecuatoriano, t. II, Centro de Estudios Históricos del  
Ejército, Quito, 2007.  
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Vida académica  
Luego que a principios de mayo de 1821 arribara el general  
Antonio José de Sucre, con fuerzas colombianas, y tras lograr que  
Guayaquil se pusiera bajo la protección de Colombia, inició la reor-  
ganización de las fuerzas independentistas. Estando en ese proceso,  
el 17 de julio el teniente de fragata Ramón Oyague se pronunció por  
el rey y, al frente de varias cañoneras atacó el puerto, defendido por  
el mayor Farfán, y logró apoderarse de la corbeta Emperador Alejan-  
dro. Las cañoneras fueron apresadas, pero la corbeta logró salir al  
golfo de Guayaquil y dirigirse al norte, en procura de alcanzar Pa-  
namá. Dos días después, en Babahoyo, el teniente coronel Nicolás  
16  
López, al mando del 1er batallón Libertadores, hizo un pronuncia-  
miento similar y procuró alcanzar Quito, aunque perdió a la mayor  
parte de su fuerza en ese intento. Natural de Venezuela, López servía  
en las fuerzas realistas cuando fue capturado en Machache en no-  
viembre de 1820, convenciendo a la junta que lucharía por la causa  
17  
independentista.  
A mediados de agosto de 1821 Sucre inició una nueva cam-  
paña, en la que participaron dos batallones guayaquileños, el 2° del  
Libertadores (400) y el Voluntarios de la Patria (300), un escuadrón de  
Dragones (100) y una compañía del Vengadores (100). Con esa fuerza  
logró derrotar a los realistas en Yaguachi, el día 19 de agosto de 1821,  
pero al avanzar hacia Quito sufrió una severa derrota en Huachi, el  
1
2 de septiembre de 1821. En esta acción se distinguieron varios jefes,  
entre ellos el teniente coronel Ignacio de Alcázar, al mando del bata-  
18  
llón Libertadores. Las pérdidas fueron sustantivas, sumando más de  
00 los muertos, de 600 los heridos y medio centenar de prisioneros,  
7
entre ellos el general José Mires, segundo de Sucre.  
En su trabajo sobre los batallones ecuatorianos en la inde-  
pendencia, Isaías Toro Ruiz identifica, con sus lugares de origen, a  
1
45 combatientes en la primera batalla de Huachi, entre los cuales  
16 La unidad que tiene nombre propio es el Libertadores, las subunidades, 1er y 2° batallón, así  
como sus compañías, no tiene nombre propio.  
17 Camilo Destruge, op. cit., pp. 269-273.  
Ricardo Márquez y Tapia, op. cit., p. 13.  
Manuel Antonio López, Recuerdos históricos de la guerra de independencia. Colombia y el Perú  
(1819-1826), Editorial América, Madrid, 1919, pp. 75-77.  
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Vida académica  
hay 3 peruanos, 2 españoles, 1 colombiano, 1 venezolano y 1 argen-  
tino; y a 106 en la segunda, entre ellos 5 peruanos, 8 venezolanos, 7  
colombianos, 2 ingleses, 2 irlandeses, 2 españoles, 1 alemán y otros  
19  
extranjeros. Sin perder el ánimo por la derrota de Huachi, y apro-  
3
vechando una tregua acordada con los realistas, Sucre reorganizó  
nuevamente sus fuerzas, contando para ello con nuevas tropas co-  
lombianas. Como parte de ese proceso, en febrero formó el batallón  
Yaguachi, en base a los 160 hombres que quedaban del Voluntarios y  
20  
a los 150 de una columna denominada Tiradores, formada por cos-  
teños, poniéndolo al mando del teniente coronel venezolano Carlos  
María Ortega, del antiguo Numancia. El batallón, formado bajo ban-  
dera colombiana, aumentó su fuerza a 357 hombres en Cuenca, y en  
Pichincha se presentó con 450, formando parte del mismo el ya men-  
21  
cionado sargento mayor Antonio Farfán.  
No se sabe a ciencia cierta cuántos peruanos hubo en el Ya-  
guachi, pero en setiembre u octubre de 1822 encontramos que el cabo  
1
° Manuel Rojas, de la 4ª compañía, pidiendo ser pasado a alguna  
22  
unidad peruana por ser nacido en Lima. Debió haber varios otros,  
pues si bien el Granaderos de Reserva había sido disuelto, sus hom-  
bres, predominantemente cusqueños, debieron pasar a algunas de  
las unidades formadas por el gobierno guayaquileño.  
Mientras Sucre reorganizaba sus fuerzas, a principios de fe-  
brero de 1822 llegaron las fragatas españolas Prueba y Venganza, y la  
corbeta Emperador Alejandro, que se había unido a las primeras en  
23  
Atacames. Las fragatas se habían visto obligadas a dirigirse a Aca-  
pulco en 1820, cuando el Callao quedó bloqueado, debiendo, igual-  
mente, abandonar el puerto mexicano antes de que volviera a caer  
1
1
2
8 Camilo Destruge, op. cit., p. 284.  
9 Isaías Toro, op. cit., pp. 12-15 y pp. 22-24.  
0 Una columna es un modo de formación de tropa o de otras unidades militares que marchan  
una tras otra, ordenadamente. Más información en: El Ejército Popular Republicano. Ver en:  
https://web.archive.org/web/20051226042403/http://www.sbhac.net/Republica/Fuer-  
zas/EPR/EprB/Columnas.htm (09-12-2022)  
2
2
2
1 Ibidem, pp. 28-29.  
Rocío Rosero, op. cit., p. 17.  
2 Gustavo Pons Muzzo y Alberto Tauro, Primer Congreso Constituyente, vol. 1, Comisión Na-  
cional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú, Lima, 1973, p. 185.  
3 Camilo Destruge, op. cit., p. 307.  
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Vida académica  
en manos de los independentistas. Tras una breve estada en Panamá,  
ya pronunciada por la independencia, su situación era realmente de-  
sesperada, pues la limitada cantidad de víveres disponibles hacía  
imposible alcanzar Manila o Río de Janeiro, y seguir navegando a la  
espera de arribar a otro puerto americano era arriesgarse a perder  
los buques en manos de Cochrane o de un nuevo motín, como el que  
24  
había tenido que enfrentar en Panamá.  
No tenemos información sobre lo sucedido en la división es-  
pañola en esos días, pero presumimos que su jefe, el capitán de navío  
José Villegas, debió convocar a los pocos oficiales que aún le queda-  
ban para debatir sus opciones, en las que no dejaron de pesar las vin-  
culaciones familiares que muchos de ellos y sus tripulantes tenían  
en el Callao y Lima. Lo cierto es que el 15 de febrero de 1822 Villegas  
y el general Francisco Salazar, representante diplomático peruano,  
aprobaron un acuerdo mediante el cual las dos fragatas y la corbeta  
Emperador Alejandro fueron entregadas al gobierno peruano a cambio  
de cubrir los sueldos de sus tripulaciones, atrasados desde octubre  
de 1820, además, pagar a España cien mil pesos cuando reconociera  
la independencia americana, repatriar a los oficiales y tripulantes  
que desearan hacerlo, y ascender a los que quisieran permanecer al  
servicio del nuevo Estado. Producida la entrega, la Prueba zarpó  
hacia el Callao el 25 de febrero, incorporándose al servicio naval pe-  
ruano como Protector, mientras que las otras dos naves quedaron en  
Guayaquil, donde pocos días después arribó Cochrane y se generó  
una tensa situación sobre posesión de las dos naves. Eventualmente,  
la Venganza pasó al servicio colombiano bajo el nombre de Guayas, y  
25  
la segunda fue devuelta a su propietario.  
Concluido el armisticio entre Bolívar y Morillo a mediados  
de enero de 1822, en el marco del periodo trienal español, las opera-  
ciones sobre Quito se reiniciaron el 22 de ese mes.  
2
4 Mariano Felipe Paz Soldán, Historia del Perú independiente: Primer Periodo 1819-1822, Volumen  
, Lima, 1868, pp. 219-221a, 1868, pp. 219-221  
1
25 Camilo Destruge, op. cit., p. 309.  
Jorge Ortiz, La Real Armada en el Pacífico Sur. El Apostadero Naval del Callao, Bonilla Artigas  
editores / UNAM, Instituto de Investigaciones Históricas, México, 2015. pp. 369-380.  
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Vida académica  
Las unidades colombianas que iniciaron esa campaña fueron  
las siguientes: batallones de infantería Albión, con 200 hombres al  
mando del teniente coronel John Macintosh; Yaguachi, inicialmente  
con 260 al mando del coronel Ortega; Paya con 570 a órdenes del co-  
ronel José Leal; y Alto Magdalena, con 200, al mando del teniente co-  
ronel José María Córdova. La caballería, al mando del coronel Diego  
Ibarra, estaba formada por el escuadrón de Dragones del coronel Ca-  
yetano Cestaris, con 150 efectivos, y el de Lanceros del teniente coro-  
nel Federico Rach, con 100, a los que se sumaban las dotaciones de 4  
piezas de artillería. Los integrantes de estas unidades provenían de  
las actuales repúblicas de Venezuela, Colombia, Panamá, Ecuador y  
Perú, e incluían a irlandeses, ingleses y escoceses reunidos en el ba-  
26  
tallón Albión.  
Tal como sucedió con el ejército realista, las unidades de ca-  
ballería y artillería no participaron activamente en la batalla de Pi-  
chincha.  
Las primeras fuerzas peruanas en arribar a Saraguro, el día  
de febrero de 1822, fueron la compañía de cazadores del Trujillo y la  
9
de granaderos del Piura, siendo seguidos al final de la tarde por otras  
dos compañías del primero. Dos días después llegaron otros 180  
hombres del Trujillo, al mando del sargento mayor Félix Olazábal;  
seguidos por otros 250 de la misma unidad con el coronel Luis Ur-  
daneta. El 14 llegó Santa Cruz con los 112 hombres del escuadrón  
27  
del Granaderos a Caballo, y 125 del primero de Cazadores del Perú.  
Al salir de Saraguro el ejército aliado sumaba unos 1700  
hombres, confiando en recibir unos 300 más. El estado de la caballe-  
ría era penoso, pues se hallaba prácticamente desmontada por haber  
sufrido mucho las bestias tanto en el tránsito desde Guayaquil como  
desde Piura. De los cinco batallones con los que contaban Sucre, tres  
estaban bien disciplinados, el Yaguachi lo estaba a medias y el Piura  
estaba formado mayoritariamente por reclutas, al igual que el escua-  
28  
drón de Cazadores.  
26 Isaías Toro, op. cit., pp. 39-44.  
27 Manuel C. Bonilla, op. cit., pp. 293-296.  
28 Ibidem, p. 296.  
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Vida académica  
Las unidades peruanas que tomaron parte en la acción de Pi-  
chincha fueron las siguientes: batallones de infantería n°2, también  
conocido como Trujillo, formado por trujillanos y lambayecanos, con  
5
4
20 hombres al mando del coronel bonaerense Félix Olazábal; y n°  
, conocido como Piura, con 454 efectivos, al mando del teniente co-  
ronel argentino Francisco Villa; los escuadrones de caballería de Gra-  
naderos a Caballo, argentino de origen y al mando del teniente coronel  
Juan Lavalle, con 124 hombres; el Cazadores montados de Trujillo, con  
1
00 hombres, al mando del coronel Antonio Sánchez; y el Cazadores  
montados de Paita, con 100 hombres al mando del sullanero José  
Félix Jaramillo; y un pequeño grupo de artillería con 83 individuos  
al mando del capitán alsaciano Adolfo Klinger.  
29  
El uniforme de las unidades peruanas era chaqueta azul y  
pantalón del mismo color con franja blanca, variando el color de la  
vuelta y el cuello de la siguiente manera: n°2 verde, n°4 aurora, 1°  
de cazadores vuelta verde y cuello aurora, colores invertidos en el  
30  
2° de cazadores, artillería vuelta aurora y cuello verde.  
La división peruana fue reforzada en Cuenca por unos 200  
hombres enviados desde Piura, que incluían al jefe del batallón n°4,  
a 56 hombres que al mando del teniente argentino Florentino Are-  
nales conformaban “el segundo escuadrón de cazadores, aunque muy bajo,  
porque ha tenido muchas deserciones, lo mismo que la compañía de May-  
nas”, cuyos 58 hombres fueron destinados a servir de base para la  
compañía de cazadores del Piura, batallón al que se destinó también  
31  
al capitán Gaspar de Manterola y al subteniente Joaquín Torrico.  
También se reclutó gente local, como señaló Santa Cruz en  
una carta que envió a Arenales desde Cuenca, indicando que el Tru-  
jillo estuvo acantonado en Alausí “de donde puede sacar 200 hombres  
con orden que tiene, y el batallón Piura espera de Loja y aquí mayor número.  
2
9 A principios de diciembre de 1821 el n° 2 tenía 582 hombres, el de Piura 423, el 1er escuadrón  
de cazadores a caballo de Piura 182, y el 2° 113. Granaderos a caballo 123. Archivo del Museo  
Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú, Álvarez de Arenales al ministro  
de Guerra y Marina, Piura 28/1/1822.  
3
0 Edison Macías Núñez, Testimonios para la Historia. La Victoria del Cenepa, Instituto Geográfico  
Militar, Quito, 2010, p.21. Ver en: https://issuu.com/ceheesmil/docs/testimonios_la_vic-  
toria_ del_cenepa (09-11-2022)  
31 Manuel C. Bonilla, op. cit., p. 272 y p.275.  
BOLETÍN ANH Nº 208-A  
384  
Vida académica  
Los escuadrones son los que tienen puestas sus esperanzas solo en los ene-  
32  
migos, porque no hay reclutas a propósito para ellos”. Finalmente, otra  
fuente importante de efectivos fueron los desertores realistas, entre  
33  
ellos algunos oficiales, que a fines de marzo eran ya siete.  
La primera acción en la que participó la fuerza peruana tuvo  
lugar el 8 de marzo, cerca de Riobamba, en la llanura de Guamote,  
en un lugar llamado Totorillas, cuando la vanguardia, constituida  
por 26 cazadores montados de Paita, al mando del teniente Manuel  
Latus, y 35 dragones colombianos, batió a unos 200 dragones que  
formaban la avanzada de las fuerzas realistas del coronel Carlos  
Tolrá. La caballería aliada tuvo 8 heridos, mientras que los realistas  
tuvieron 2 muertos, algunos heridos y 20 dispersos, siendo tomados  
1
2 prisioneros, así como 25 carabinas y 32 lanzas. En reconocimiento  
a la participación de este escuadrón, tras la batalla de Pichincha Bo-  
lívar propuso al gobierno peruano cambiar su nombre a Granaderos  
de Riobamba.  
34  
El 21 de abril de 1822, en el combate de Riobamba, se distin-  
guieron los granaderos argentinos y los dragones colombianos, co-  
rrespondiendo a los cazadores peruanos perseguir a la fuerza realista  
del coronel Nicolás López, que había reemplazado a Tolrá en el  
3
5
mando. No he encontrado mayores detalles sobre dicha persecu-  
ción ni información sobre bajas sufridas, y aunque no está claro que  
36  
papel tuvo el Yaguachi, también se señala su participación.  
El 19 de mayo, cuando el ejército unido se encontraba en las  
proximidades de Quito, se presentó el general José Mires que, nacido  
32 Ibidem, p. 270.  
Germán Leguía, op. cit., p. 408.  
Manuel Antonio López, op. cit., p. 93.  
Miguel Arturo Seminario Ojeda, Historia de Sullana, Municipalidad Provincial, Sullana, 1994,  
p. 130.  
Felipe De la Barra, op. cit., pp. 116-117, 263 y 265  
3 Manuel C. Bonilla, op. cit., p. 274.  
4 Ibidem, pp. 269-270 y 315-316.  
3
3
Germán Leguía, op. cit., pp. 410-411  
3
5 Manuel C. Bonilla, op. cit., p. 278. Archivo del Museo Nacional de Arqueología, Antropología  
e Historia del Perú, ms. 1284, Copia del informe de Andrés Santa Cruz sobre la ocupación  
de Riobamba por las divisiones unidas, Riobamba 22/4/1822.  
6 Ricardo Márquez y Tapia, op. cit., p. 13.  
3
BOLETÍN ANH Nº 208-A  
385  
Vida académica  
en España pero partidario de la independencia desde hacía varios  
años, había sido capturado en la segunda batalla de Huachi. Sucre  
37  
lo puso al mando de la división colombiana.  
En la batalla de Pichincha, la división peruana tuvo 91 muer-  
tos y 67 heridos, encontrándose entre los primeros el capitán José  
Durán de Castro y el alférez Domingo de Mendoza del batallón  
38  
Piura; y entre los segundos el capitán Juan Eligio Alzuru.  
Los realistas tuvieron 402 muertos y 193 heridos, cayendo  
prisioneros 160 oficiales y 1100 clases y soldados. Al menos 46 de los  
oficiales prisioneros optaron por dirigirse a España, mientras que los  
demás fueron autorizados a permanecer en distintas partes de Amé-  
rica, entre los cuales no faltaron los que se unieron o apoyaron los  
esfuerzos del virrey La Serna en el Perú. Muchos de los clases y sol-  
dados americanos fueron incorporados a las unidades colombianas  
y peruanas, siendo entre 300 y 500 los que recibió Santa Cruz para  
39  
cubrir sus bajas.  
Entre los 234 combatientes en Pichincha identificados por  
Toro, encontramos 30 peruanos, 41 colombianos, 5 españoles, 14 ve-  
nezolanos, 7 panameños, 7 argentinos, 2 bolivianos, 2 irlandeses, 10  
ingleses y 11 de otros países, incluso un ruso. Entre los que dicho  
autor no identifica se encontraba el capitán tucumano José Segundo  
Roca, del Cazadores a caballo del Perú, quien fue ascendido a sar-  
gento mayor por haber conducido el parte de Santa Cruz a San Mar-  
4
0
tín. También participó en esta acción el varias veces mencionado  
41  
Antonio Farfán, sargento mayor del Yaguachi.  
Estas cifras son solo representativas, pues ciertamente las  
fuerzas comprometidas fueron casi diez veces mayores. En las uni-  
37 Manuel Antonio López, op. cit., p. 117.  
3
8 Reynaldo Moya Espinoza, “Capítulo VIII: Los Piuranos y la Victoria de Pichincha”, Gesta  
emancipadora, tomo IV. Ver en: https://www.geocities.ws/gestaemancipadoraperu/capi8.  
html (09-11-2022)  
Manuel C. Bonilla, op. cit., p. 153, Durán dejó descendencia en Pacasmayo.  
9 Julio Albi de la Cuesta, op. cit., p. 321.  
3
Manuel Antonio López, op. cit., p.125.  
Germán Leguía, Historia…op. cit., p. 453.  
0 Felipe De la Barra, op. cit., p. 73.  
4
41 Ricardo Márquez y Tapia, op. cit., pp. 14-15.  
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386  
Vida académica  
dades peruanas, formadas mayoritariamente por los actuales depar-  
tamentos de Tumbes, Piura, Lambayeque y La Libertad, hubo tam-  
bién cajamarquinos, cusqueños, limeños, sanmartinenses y,  
ciertamente, ecuatorianos de diversas regiones.  
Entre los fallecidos, presumiblemente piuranos, figuran los  
42  
hermanos José y José Santos Albújar; y entre los lambayecanos el  
sargento Manuel Salcedo, del Trujillo, “quedó tendido en el suelo, des-  
pedazado a machetazos, por haberse metido él solo, con su fusil, entre las  
filas españolas”. Pese a ello, Salcedo sobrevivió y aún estaba vivo en  
1
846, “dando con su presencia una prueba elocuente de aquella sangrienta  
función de armas”. Otros sobrevivientes en aquel año eran el teniente  
Francisco Vargas Machuca, el sargento 1° paiteño Francisco Alvarado  
43  
Ortiz y el soldado José María Cruz.  
La batalla de Pichincha concluyó hacia el mediodía, y poco  
después los vencedores ingresaron a la ciudad de Quito, siendo la  
primera unidad en hacerlo el batallón Trujillo, seguido por las otras  
44  
unidades peruanas y luego por las colombianas. Pocas horas des-  
pués, Aymerich capitulaba, disponiendo que las fuerzas a su mando  
cesaran la lucha, lo que incluía a las unidades que se habían dirigido  
hacia Pasto y las que allí resistían al avance de Bolívar, al mando del  
coronel Basilio García.  
A la par de reorganizar sus fuerzas y atender a los heridos,  
la división peruana fue objeto de varios agasajos y reconocimientos,  
tanto por parte del propio Sucre como del cabildo y de las autorida-  
des eclesiásticas de Quito. Bolívar, que ingresó a la ciudad el 16 de  
junio, dispuso diversas recompensas para la fuerza peruana, entre  
ellas el ascenso a general de brigada colombiano para Santa Cruz y  
el reconocimiento como ciudadanos beneméritos de Colombia a  
45  
todos los que la conformaron.  
El 31 de mayo, tras concluir la campaña, la división peruana  
fue completada con 6 oficiales de otros cuerpos, 362 soldados realis-  
tas prisioneros y 6 desertores realistas, en total 374 hombres. Los ofi-  
4
4
4
4
2 Archivo General de la Nación, Lima, H4, libro 2, f. 199.  
3 Manuel C. Bonilla, op. cit., pp. 153-154.  
4 Germán Leguía, op. cit., p. 451  
5 Ibidem, pp. 467-468.  
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387  
Vida académica  
ciales destinados al batallón Piura fueron el capitán guayaquileño  
Antonio Elizalde y los alféreces Manuel Lara y Toribio Segura; y al  
escuadrón de Cazadores el teniente Pabón y los alféreces Ángel Costa  
y P. León Bolaños. De ese modo, el batallón n° 2 quedó con 30 oficiales  
y 712 soldados; el batallón n° 4 con 27 oficiales y 477 soldados, los  
Granaderos a Caballo con 8 oficiales y 123 soldados y los Cazadores con  
1
6 oficiales y 292 soldados. Con esos efectivos, Santa Cruz salió de  
Quito los primeros días de julio con dirección a Guayaquil, dejando  
2 heridos que aún no se habían recuperado. Tras una penosa mar-  
1
cha, y habiendo sufrido varias bajas en el tránsito, la división se em-  
barcó hacia Puná, donde, por orden de San Martín hubo algunos  
ajustes en la conformación de las unidades. La tropa del batallón n°2  
pasó a completar el n° 4, recibiendo 251 reemplazos locales remitidos  
46  
por Bolívar y 82 del n° 4.  
Concluida la entrevista de San Martín con Bolívar, llevada a  
cabo los días 26 y 27 de julio de 1821, la división peruana se dirigió  
47  
a Paita, siendo seguida poco después por las unidades colombianas  
que participarían en la independencia peruana. En ellas hubo nume-  
rosos ecuatorianos, que según algunos cálculos habían llegado a  
unos 3000 hombres sirviendo en diferentes cuerpos colombianos,  
los mismos que jamás volvieron a su terruño por muerte, o porque se los  
48  
devolvió a Colombia y Venezuela”.  
El mayor cusqueño Farfán también participó en las campa-  
ñas sobre Pasto de 1822 y 1823, esta última dirigida por el general  
Bartolomé Salom, combatiendo al mando del Yaguachi en Anganoy  
y de Catambuco, en agosto y setiembre de 1823; así como en Ati-  
49  
canse, en marzo del siguiente año.  
4
4
6 Archivo General de la Nación, Lima, OL 39, caja 51, docs. 285 y 287.  
7 Miguel Arturo Seminario, op. cit., p. 131.  
Germán Leguía, op. cit., p. 475.  
Archivo General de la Nación, Lima, OL 39, caja 51, doc. 285.  
8 Isaías Toro, op. cit., introducción.  
9 Ibidem, pp. 30-32.  
4
4
Simón O’Leary, editor, Memorias del general O’Leary, t. xx, El Monitor, Caracas, 1883, pp. 338-  
3
39.  
Ricardo Márquez y Tapia, op. cit., p. 15.  
BOLETÍN ANH Nº 208-A  
388  
Vida académica  
Como ya se señaló, hay poca información sobre la participa-  
ción femenina en esta campaña, y la que hay se refiere esencialmente  
a la guayaquileña Rosa Campusano y a la quiteña Manuela Sáenz,  
vinculadas a San Martín la primera y a Bolívar la segunda. Pero cabe  
mencionar a Rosa Montufar, quien ayudó al ya indicado general José  
50  
Mirés a escapar de Quito. Pero, como ya se señaló, las fuerzas re-  
alistas e independentistas debieron haber estado seguidas por un  
número proporcional de mujeres, conocidas usualmente como: ra-  
bonas en el Perú y juanas o huarichas en Ecuador. Independiente-  
mente del bando en el que servían sus hombres, afrontaron las  
dificultades propias de los desplazamientos, las inclemencias del  
clima y los inciertos momentos de los enfrentamientos, luego de los  
cuales curaban a los heridos, consolaban a los moribundos y alimen-  
taban a los sobrevivientes. Si bien no conocemos sus nombres, estas  
anónimas colombianas, ecuatorianas y peruanas merecen ser recor-  
dadas.  
El esfuerzo de Guayaquil por la independencia de Quito fue,  
como se señaló al inicio, un ejemplo del complejo proceso llevó al  
surgimiento de nuestras repúblicas, en el que participaron hombres  
y mujeres de muy variada procedencia, entre ellos muchos peruanos,  
combatiendo por lo que consideraban su patria grande. Aquello fue  
el inicio de la forja de identidades nacionales en torno a los Estados  
que se formaron en medio de enormes sacrificios.  
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BOLETÍN ANH Nº 208-A  
391  
La Academia Nacional de Historia es  
una institución intelectual y científica,  
destinada a la investigación de Historia  
en las diversas ramas del conocimiento  
humano, por ello está al servicio de los  
mejores  
intereses  
nacionales  
e
internacionales en el área de las  
Ciencias Sociales. Esta institución es  
ajena a banderías políticas, filiaciones  
religiosas,  
intereses  
locales  
o
aspiraciones individuales. La Academia  
Nacional de Historia busca responder a  
ese  
carácter  
científico,  
laico  
y
democrático, por ello, busca una  
creciente profesionalización de la  
entidad, eligiendo como sus miembros  
a
historiadores  
profesionales,  
quienes  
entendiéndose por tales  
a
acrediten estudios de historia y ciencias  
humanas y sociales o que, poseyendo  
otra formación profesional, laboren en  
investigación  
histórica  
y
hayan  
realizado aportes al mejor conocimiento  
de nuestro pasado.  
Forma sugerida de citar este artículo: Ortiz Sotelo, Jorge, " El  
Perú y el esfuerzo guayaquileño por la independencia de Quito",  
Boletín de la Academia Nacional de Historia, vol. C, Nº.208-A, julio  
diciembre 2022, Academia Nacional de Historia, Quito, 2023,  
pp.374 - 391