BOLETÍN  
DE LA ACADEMIA  
NACIONAL DE HISTORIA  
Volumen C  
Nº 208–B  
Julio–diciembre 2022  
Quito–Ecuador  
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA  
Vol. C – Nº. 208-B  
Julio–diciembre 2022  
BIENVENIDA A JOHN STEPHEN ATTHENS  
Y DAVID BROWN  
A LA ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA  
COMO MIEMBROS CORRESPONDIENTES EXTRANJEROS  
Franklin Barriga López1  
En esta histórica hacienda, vamos a hablar de historia; para  
ello, hemos venido desde Quito los que conformamos esta selecta  
delegación de Miembros de nuestra entidad, como también aquí  
están presentes colegas del Capítulo Imbabura–Carchi, dirigido por  
los apreciados colegas José Echeverría y Bayardo Ulloa, director y  
subdirector, respectivamente.  
Bastante hay que decir al respecto de este encuentro, par-  
tiendo de la satisfacción de hallarnos en este lugar emblemático no  
solo para Imbabura, cuyos territorios atesoran filones históricos de  
milenios, provincia ilustre y de presencia destacada en nuestra Aca-  
demia, ayer y hoy. Federico González Suárez, el fundador de nuestra  
corporación científica que, hace pocos días conmemoró los 113 años  
de fructífera existencia, fue Obispo de Ibarra, desde el 8 de diciembre  
de 1895 hasta el 5 de junio de 1906, en que ingresó apoteósicamente  
a Quito, como Arzobispo. En este lapso de 11 años, desplegó en Im-  
babura un trabajo excepcional (me refiero únicamente al campo his-  
tórico y no al religioso, al de la fe, que no nos compete, ya que el  
1
Doctor en Ciencias Sociales, Políticas e Internacionales, con estudios de postgrado en el país  
y el exterior. Actual Director de la Academia Nacional de Historia, pertenece, además, a varias  
academias de América y Europa. Escritor, historiador, catedrático y periodista de página edi-  
torial. Doctor Honoris Causa (Literatura) por la Universidad Internacional del Ecuador. Su ac-  
tividad intelectual, especialmente como profesor invitado o conferencista, se ha desenvuelto  
en academias diplomáticas y universidades de los cinco continentes. Autor de 120 obras pu-  
blicadas y de más de tres mil artículos editados en la prensa nacional y del extranjero. Primer  
Premio en el Concurso Intercontinental, convocado para escritores de habla inglesa, francesa,  
portuguesa y española, por la OEA y el Gobierno de Venezuela (1983), con motivo del Bicen-  
tenario del Libertador, con su libro “Bolívar y la educación en América”.  
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marco en que se desenvuelve nuestra institución –acorde a los artí-  
culos 18 y 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos–  
es el pluralismo, la absoluta libertad de profesar cualquier religión e  
igualmente respeto total a la libertad de expresión, de información,  
de prensa que es la madre de todas las libertades). El área religiosa  
y su doctrina, en este caso, es campo propicio para la Academia de  
Historia Eclesiástica.  
Con estos antecedentes, ubico a González Suárez -que cum-  
plió en Ibarra y en otras ciudades un trabajo excepcional- como his-  
toriador, orador, polemista, patriota, estudioso de primer orden,  
cuyo legado para las generaciones es realmente extraordinario. Sus  
investigaciones de campo revelan al pionero de la arqueología en  
nuestro país, en tiempos en que esta ciencia era inexistente, cuando  
no, menospreciada por completo. Este testimonio del propio Gon-  
zález Suárez lo dice todo:  
Mi primera publicación relativa a la arqueología ecuatoriana, fue reci-  
bida por nuestros compatriotas no solo con indiferencia, no solo con  
desdén, sino con disgusto; nadie me dirigió ni una sola palabra siquiera  
de aliento, y no faltaron algunos individuos graves, que calificaron mi  
estudio histórico sobre los Cañaris, de obra inútil, escrita por un clérigo  
ocioso, que en cosas de indios perdía el tiempo, que debía dedicar al  
ejercicio del sagrado ministerio.2  
No obstante, los serios obstáculos narrados, continuó Gon-  
zález Suárez, sin desmayo, en sus afanes de conocer la vida de los  
pueblos a través de sus testimonios materiales y dejó a la posteridad  
el fruto de su visión y realizaciones -como ya dije- iniciales en esta  
materia y en nuestro medio. Basta referirse a los títulos de su obra  
escrita para avalar lo manifestado: Atlas arqueológico (integra el Tomo  
primero, a manera de apéndice, de su voluminosa y raizal obra en  
siete tomos Historia General de la República del Ecuador, que ha tenido  
varias ediciones y que fue producto de sus agotadoras investigacio-  
2
Estas frases las recordó Carlos Manuel Larrea en su estudio preliminar del libro Federico Gon-  
zález Suárez, Biblioteca Ecuatoriana Mínima, Quito, 1960; se refirió a la carta dirigida al obispo  
Pólit, Boletín Eclesiástico, Año XXV, N. 10, p. 340-46.  
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nes de campo y de gran cantidad de documentos consultados en los  
archivos y las bibliotecas de España, sobre todo en Sevilla, Alcalá de  
Henares y Simancas. Sus obras destacadas son:  
•Estudio histórico sobre los Cañaris (ya citado), con láminas hechas por  
Joaquín Pinto y su esposa, Imprenta del Clero, Quito, 1878  
Los aborígenes de Imbabura y Carchi: investigación arqueológica sobre los  
antiguos pobladores de las provincias de Carchi y de Imbabura en la Re-  
pública del Ecuador, Tipografía y Encuadernación Salesiana, Quito,  
1910  
Rectificaciones sobre los Quillasingas y los Pastos, 1908  
Prehistoria ecuatoriana. Ligeras reflexiones sobre las razas indígenas que  
poblaban antiguamente el territorio actual de la República del Ecuador,  
Impreso por Ricardo Jaramillo, Quito, 1904  
Advertencias para buscar, coleccionar y clasificar objetos arqueológicos  
pertenecientes a los indígenas, antiguos pobladores del territorio ecuato-  
riano, Imprenta del Clero, Quito, 1914  
•Notas arqueológicas, Imprenta del Clero, Quito, 1916.  
Ahora, el reconocido arqueólogo imbabureño Dr. José Eche-  
verría Almeida, Director del capítulo de Imbabura–Carchi, propició  
el ingreso a nuestra Academia de los doctores John Stephen Athens  
y David Brown. Luego de que sus nombres y hojas de vida fueron  
analizados y aprobados por la rigurosa Comisión de Ingresos y As-  
censos, el pronunciamiento fue favorable, dados los méritos de cada  
uno de estos profesores norteamericanos cuyos datos, en síntesis,  
voy a recordar de inmediato:  
John Stephen Athens, Ph.D. y magíster en Antropología por  
la Universidad de Nuevo México, arqueólogo senior en el Instituto  
Internacional de Investigación Arqueológica, Inc. (IARII) e Interna-  
tional Archaeology, LLC (IA). Fue gerente de contratos del Bishop  
Museum de Honolulu durante dos años, administró su propia firma  
de consultoría durante cuatro años y se desempeñó como gerente  
general de IAEII desde 1986 y gerente de IA desde 2014. Con más de  
cuarenta años de experiencia arqueológica, el Dr. Athens realizó in-  
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vestigaciones en la región del Pacífico durante treinta y siete años.  
Por cinco lustros, no ha descuidado gestionar y supervisar  
con rigurosidad en lo que compete a calidad– proyectos arqueoló-  
gicos, especialmente en Hawai, Guam y Micronesia, Samoa y otras  
islas del Pacífico. Desde los años 70 del siglo anterior, en nuestro país,  
en la Sierra y la Amazonía, su trabajo ha proseguido con los linea-  
mientos de gran profesionalismo. Su trabajo se centra en lo referente  
a cacicazgos y desarrollo de la agricultura. Es así que, como bien se  
anota en las informaciones que valora nuestra Academia, este des-  
tacado científico norteamericano ha puesto en alto el nombre de  
Ecuador, tanto en sus nutridas publicaciones, como en los congresos  
internacionales a los que ha concurrido, en libros y más de un cen-  
tenar de artículos en algunos de los cuales se nombra al Ecuador.  
David Brown obtuvo en la Universidad de Texas su licencia-  
tura, maestría y Ph.D. en Antropología. Dilatada es su trayectoria de  
catedrático e investigador en nuestro país, ha sido profesor e inves-  
tigador principal en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universi-  
dad San Francisco de Quito; consultor de la Fundación Alexander  
von Humboldt. Entre los proyectos que ha participado figuran: el  
efectuado en San Agustín de Callo, en la provincia de Cotopaxi, con  
el apoyo de National Geografic, y los llevados a cabo en Imbabura y  
en Pichincha, en sitios como: Pambamarca, Guachalá y Cangahua.  
El Dr. Brown es autor de varios libros y más de un centenar de artí-  
culos en temas de su especialidad.  
Ya que nos encontramos en tierras imbabureñas, se vuelve  
pertinente resaltar sus investigaciones en Cochasquí y Zuleta, con  
instrumentos de tecnología de punta, algunos no conocidos en nues-  
tro medio.  
Como se puede apreciar de los datos expuestos, se trata de  
dos historiadores de sólido prestigio internacional que, desde hace  
muchos años, han dejado y siguen dejando trabajos de trascendencia,  
partiendo de largos y sostenidos estudios de campo, sin importar ries-  
gos y lejanías. Ecuador agradece sus importantes aportes científicos.  
En justiprecio y gratitud por todo lo cumplido en bien de  
nuestro país, la Academia Nacional de Historia del Ecuador, en apli-  
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Franklin Barriga López  
cación del Art. 10, Capítulo III, de su Estatuto, que determina su com-  
posición por Miembros de Número, Correspondientes, Eméritos,  
Honoríficos, de Honor Vitalicios y Benefactores, tiene a bien nombrar  
Miembros Correspondientes Extranjeros a los dos ilustres y menciona-  
dos científicos estadounidenses.  
Por lo expuesto y en mi calidad de director de la Academia  
Nacional de Historia del Ecuador, me es sumamente grato dar la más  
cordial bienvenida, como Miembros Correspondientes Extranjeros  
de nuestra centenaria entidad, a los doctores John Stephen Atthens  
y David Brown, como testimonio de lo cual les impondremos nues-  
tros símbolos institucionales: Diploma, Medalla y Escarapela en la  
que consta el Escudo institucional, que testimonian la jerarquía al-  
canzada en nuestra Academia, por sus excelentes méritos y con el  
pleno convencimiento de que su permanencia entre nosotros, que es  
vitalicia, contribuirá al avance de las investigaciones históricas.  
Hacienda Zuleta, provincia de Imbabura,  
viernes 29 de julio de 2022  
Bibliografía  
LARREA, Carlos Manuel, “Estudio preliminar”, Federico González Suárez, Biblio-  
teca Ecuatoriana Mínima, Quito, 1960  
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100  
La Academia Nacional de Historia es  
una institución intelectual y científica,  
destinada a la investigación de Historia  
en las diversas ramas del conocimiento  
humano, por ello está al servicio de los  
mejores  
intereses  
nacionales  
e
internacionales en el área de las  
Ciencias Sociales. Esta institución es  
ajena a banderías políticas, filiaciones  
religiosas,  
intereses  
locales  
o
aspiraciones individuales. La Academia  
Nacional de Historia busca responder a  
ese  
carácter  
científico,  
laico  
y
democrático, por ello, busca una  
creciente profesionalización de la  
entidad, eligiendo como sus miembros  
a
historiadores  
profesionales,  
quienes  
entendiéndose por tales  
a
acrediten estudios de historia y ciencias  
humanas y sociales o que, poseyendo  
otra formación profesional, laboren en  
investigación  
histórica  
y
hayan  
realizado aportes al mejor conocimiento  
de nuestro pasado.  
Forma sugerida de citar este artículo: Barriga López, Franklin,  
"
Bienvenida a John Stephen Athens y David Brown a la Academia  
Nacional de Historia como Miembros Correspondientes  
Extranjeros", Boletín de la Academia Nacional de Historia, vol. C,  
Nº. 208-B, julio - diciembre 2022, Academia Nacional de Historia,  
Quito, 2023, pp.96-100