Bienvenida a Simón Zavala Guzmán
y en cuyo palacio se llevó a cabo el acontecimiento: Luis Felipe Borja
(
hijo), Jacinto Jijón y Caamaño, Alfredo Flores y Caamaño, Carlos
Manuel Larrea, Cristóbal Gangotena Jijón y Aníbal Viteri Lafronte.
Por encontrarse ausentes de la capital, no asistieron Juan
León Mera Iturralde y José Gabriel Navarro que, el 7 de agosto del
mismo año, firmaron el acta en referencia, declarando que se adhi-
rieron a todos los acuerdos tomados en la correspondiente Junta. La
Sociedad se convirtió en Academia Nacional de Historia, en virtud
del Decreto Legislativo publicado en el Registro Oficial N. 23, de 28
de septiembre de 1920, con el ejecútese del Presidente de la Repú-
blica, José Luis Tamayo. Se subrayó que, para expedir esta Ley, se
hizo merecida justicia a la fecunda y patriótica labor de la Sociedad,
por lo cual se le confirió la encumbrada categoría de Academia. A
más de los Miembros anotados, para 1920 conformaban también la
Academia, con el rango de Académicos de Número: Isaac J. Barrera
y Julio Tobar Donoso y como Académicos Honorarios: el arzobispo
Manuel María Pólit Lasso (de Ecuador), el Príncipe Rolando Bona-
parte (de París), el Marqués de Créqui-Montfort (de Neguilly –sur-
Seine, Francia), George G. Heye y Archer M. Huntington (de Nueva
York) y Paul Rivet (director del Museo del Hombre de París).
El 1 de diciembre de 1917 falleció Federico González Suárez,
uno de los prohombres ecuatorianos más notables de todos los tiem-
pos, cuya mayor siembra y desvelos fue la Academia que sigue, sin
descanso, con indiscutible pluralismo e integridad, el camino tra-
zado por el insigne fundador que, en junio de 1911, recomendó lo si-
guiente a los Miembros de tan preclara institución:
Cuando di comienzo a mi labor histórica estaba solo, aislado; ahora,
cuando para mí ya se aproxima el ocaso de mi vida, no estoy solo, no
me encuentro aislado… Mi palabra ha caído en tierra fecunda, mi tra-
bajo no ha sido estéril. Trabajad con tesón, con empeño, con constancia:
no os desalentéis por las dificultades, no os acobardéis ante los obstá-
culos. Como la verdad es el alma de la Historia, buscad la verdad, in-
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vestigad la verdad y, cuando al encontraréis, narradla con valor.
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Franklin Barriga López, Historia de la Academia Nacional de Historia (1909-2009), ANH-Editorial
El Conejo, Quito, 2009, pp. 51-53.
BOLETÍN ANH Nº 208-B • 336–342
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