BOLETÍN  
DE LA ACADEMIA  
NACIONAL DE HISTORIA  
Volumen C  
Nº 208–B  
Julio–diciembre 2022  
Quito–Ecuador  
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA  
Vol. C – Nº. 208-B  
Julio–diciembre 2022  
BIENVENIDA A INGRID DIAZ PATIÑO  
COMO MIEMBRO CORRESPONDIENTE  
DE LA ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA  
Franklin Barriga López1  
Laura Romo nació en Baños, de la provincia de Tungurahua  
y, muy joven, empezó a laborar en Ambato, en la Casa de Montalvo,  
emblemática institución en donde, de manera ejemplar, se guarda y  
proyecta la obra del insigne escritor que honra al género humano,  
de acuerdo a la feliz definición de Cesare (en italiano), César como  
2
aquí se le conoce, Cantú, el autor de Compendio de Historia Universal,  
nada menos que en 35 volúmenes.  
Cuando falleció esta ilustrada dama, Jorge Salvador Lara,  
que por muchos años dirigió nuestra Academia, en su columna de  
Diario El Comercio, de Quito, publicó un artículo en su memoria, en  
el que informó: “En la ambateña Casa de Montalvo la conoció Ben-  
jamín Carrión, quien propuso su nombre, a raíz de la instauración  
de la Casa de la Cultura por el presidente Velasco Ibarra, para que  
dirigiera la biblioteca que debía formarse. Desde su nombramiento  
en 1945, hasta su infausta separación, motivada por el quebranta-  
miento de su salud, habían transcurrido 64 años, que se dicen pronto,  
pero significan diario y sacrificado cumplimiento de obligaciones,  
no solo la puntual asistencia sino la amable dirección de numeroso  
1
Doctor en Ciencias Sociales, Políticas e Internacionales, con estudios de postgrado en el país  
y el exterior. Actual Director de la Academia Nacional de Historia, pertenece, además, a varias  
academias de América y Europa. Escritor, historiador, catedrático y periodista de página edi-  
torial. Doctor Honoris Causa (Literatura) por la Universidad Internacional del Ecuador. Su ac-  
tividad intelectual, especialmente como profesor invitado o conferencista, se ha desenvuelto  
en academias diplomáticas y universidades de los cinco continentes. Autor de 120 obras pu-  
blicadas y de más de tres mil artículos editados en la prensa nacional y del extranjero. Primer  
Premio en el Concurso Intercontinental, convocado para escritores de habla inglesa, francesa,  
portuguesa y española, por la OEA y el Gobierno de Venezuela (1983), con motivo del Bicen-  
tenario del Libertador, con su libro “Bolívar y la educación en América”.  
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César Cantú, Compendio de Historia Universal, Librería Garnier Hermanos, París, 1883.  
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Franklin Barriga López  
personal de la biblioteca, que la amaba y colaboraba gustoso con ella,  
y la exigencia permanente de una disciplina razonable, aunque ri-  
gurosa”.3  
Este fue otro de los aciertos del maestro Carrión, invitarla a  
que le acompañara en el difícil trabajo de comenzar actividades en  
1
945, en la recientemente fundada institución imitada, posterior-  
mente, en varios países de América: Laurita, como la llamábamos  
sus amigos, llegada a Quito se convirtió en un personaje dentro de  
esta entidad por su capacidad, eficiencia y dedicación a tiempo com-  
pleto para impulsar la cultura, de manera decidida e incansable. A  
poco tiempo de llegada a la capital y en la Casa de la Cultura, se co-  
nocieron con Jorge Crespo Toral, abogado, escritor y político, con  
quien contrajo matrimonio: desde entonces se asoció el nombre  
Laura de Crespo, que trascendió de esta manera, especialmente en  
la nominación que tuvo posteriormente la sección de Autores Ecua-  
torianos de la Biblioteca Nacional.  
Justifico la referencia precedente, ya que se relaciona en bas-  
tante proporción con la huella que va dejando la Srta. Ingrid Díaz Pa-  
tiño en la Academia Nacional de Historia, como funcionaria de cabal  
cumplimiento de su deber, siempre lista a colaborar incluso fuera de  
horas de oficina, identificada plenamente con los mejores intereses  
institucionales, con esa cortesía y capacidad que le caracterizan y que  
le han hecho merecedora de respeto y máximas consideraciones,  
lejos, muy lejos, por cierto, de las prácticas de la burocracia dilatadora  
de trámites y envuelta de esa pesadez y vagancia que tanto daño  
hacen a la administración pública.  
Ingrid constituye una muestra del potencial que entraña la ju-  
ventud que se guía por sólidos principios y valores. Como en el caso  
de Laurita de Crespo, a quien he recordado con admiración y respeto  
y que, siendo empleada de la Casa de la Cultura, fue designada  
Miembro de esa entidad, Ingrid mereció la designación de Miembro  
Correspondiente de nuestra Academia por parte, primero como es lo  
usual, de la rigurosa Comisión de Ingresos y Asensos y, luego, por la  
Junta Plenaria integrada por los Miembros de Número, única y ex-  
3
Quito, 21 de febrero de 2011.  
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Bienvenida a Ingrid Diaz Patiño  
clusivamente en reconocimiento a sus méritos demostrados por cerca  
de catorce años al servicio de nuestra corporación científica.  
Cuando los principales directivos de la Academia, específi-  
camente Director, Subdirector y Secretario, postulamos a Ingrid ante  
la Comisión de Ingresos y Ascensos, argumentamos que ella tiene  
experiencia de más de doce años en nuestra Academia, habiendo de-  
mostrado extraordinarias dotes de identidad con nuestra institución,  
con trabajo leal y comprometido en beneficio institucional, a la vez  
que reconocimos sus amplios conocimientos en materia histórica,  
además de resaltar sus labores por dos años como profesional de bi-  
bliotecología y diez en la Secretaría de la Dirección de la Academia  
Nacional de Historia, por lo cual ha participado con voz informativa  
en las sesiones de la Junta General.  
Ha tenido a su cargo, por tanto, delicadas funciones de tras-  
cendencia: como las que cumple en la actualidad: Secretaria-Coor-  
dinadora de la Academia, a la que fue ascendida también por sus  
méritos; en el Diccionario de la Historia Nacional, que publicó nuestra  
institución en más de setecientas páginas y con la participación de  
46 académicos, asimismo, se desempeñó como Secretaria-Coordina-  
dora, de igual manera en las emblemáticas colecciones editadas con  
motivo del Bicentenario de la Batalla de Pichincha: Historia y antología  
de la literatura ecuatoriana, en 17 tomos y Biblioteca de la Independencia,  
en 10 volúmenes, ambas con la participación de decenas de colegas  
académicos y personalidades de igual jerarquía intelectual. Qué di-  
gamos en lo que respecta a su colaboración con las agotadoras ges-  
tiones de infraestructura para llevar a feliz término eventos de  
indudable nivel internacional, como el Simposio en homenaje a los  
120 años de la llegada de la Segunda Misión Geodésica Francesa al  
Ecuador, que realizó nuestra Academia con la colaboración del Mi-  
nisterio de Relaciones Exteriores de nuestro país, la Embajada de  
Francia en Quito y el Instituto Francés de Estudios Andinos (IFEA),  
que tiene su sede en Lima, Perú, y que atrajo a más de treinta mil se-  
guidores vía zoom. Qué podemos decir sino elogios a su trabajo de  
Secretaria-Coordinadora del Congreso Americano de la Libertad que  
congrega a las Academias Nacionales de Historia de nuestro conti-  
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Franklin Barriga López  
nente y que tuvo lugar en Quito con ocasión de la efeméride del 24  
de Mayo de 1822. Nos hallamos organizando el Segundo Congreso  
de la Libertad que se efectuará en mayo del año venidero, en la Ciu-  
dad de México, con ocasión del Bicentenario de la Independencia del  
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país azteca de la monarquía francesa: Ingrid, al igual que en el ante-  
rior evento, brindará sus servicios como secretaria-coordinadora.  
Todo lo indicado y mucho más que puede exponerse avala  
el justo reconocimiento que a Ingrid Diaz Patiño se le hace como Aca-  
démica Correspondiente de nuestra centenaria y prestigiosa corpo-  
ración científica, en la que labora de día en día en bien de la Historia  
y las ciencias afines. A veces se descuida lo que existe en la propia  
casa, para evitar ello viene este reconocimiento muy justo, amparado  
por la equidad.  
Luego de este discurso de bienvenida que placenteramente  
he elaborado y lo estoy exponiendo, y que Ingrid diserte su estatu-  
tario discurso de incorporación, se procederá a imponerle las insig-  
nias institucionales: Diploma que le acredita en la calidad mencio-  
nada, Medalla consagratoria y Escarapela en la que consta el Escudo  
institucional.  
El tema que abordará Ingrid en su disertación es significa-  
tivo, ya que se titula “Quito de 1909, Fundación de la Academia Na-  
cional de Historia”. Efectivamente, en ese año, el 24 de julio, en que  
se conmemoraba un nuevo aniversario del nacimiento del Libertador  
Simón Bolívar, se constituyó la Sociedad Ecuatoriana de Estudios His-  
tóricos Americanos, gracias a la visión del eminente Federico Gonzá-  
lez Suárez, a la época Arzobispo de Quito, y en cuyo Palacio,  
ubicado en la Plaza Grande capitalina, tuvo lugar el acontecimiento,  
en el que participaron: González Suárez, quien la presidió y los, en  
ese entonces, jóvenes preocupados por la Historia y que llegaron,  
con el paso de los años y su dedicación al estudio, a ser personajes  
de primeras línea no solo en esta ciencia; me refiero a Jacinto Jijón y  
4
En el Acta de Independencia firmada el 28 de septiembre de 1821, se establece que México  
sería reconocido como Imperio. Luego de la caída del emperador Iturbide (1823), el acta fue  
renovada y en lugar de decir “Imperio”, se estableció el término “República”. Por eso México  
cuenta con dos actas de independencia. https://www.gob.mx/agroasemex/articulos/209-  
aniversario-del-inicio-de-la-independencia-de-mexico?idiom=es (17-01-2023).  
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Bienvenida a Ingrid Diaz Patiño  
Caamaño, Luis Felipe Borja (hijo), Alfredo Flores y Caamaño, Cris-  
tóbal Gangotena y Jijón, Carlos Manuel Larrea y Aníbal Viteri La-  
fronte. Por encontrarse ausentes de la ciudad, no firmaron el acta  
constitutiva Juan León Mera Iturralde y José Gabriel Navarro; luego  
lo hicieron, con el añadido de que estaban completamente de  
acuerdo con las resoluciones adoptadas.  
González Suárez, que a la época frisaba los 65 años de edad,  
era poseedor de prestigio remarcado no solo en los ámbitos religio-  
sos sino como historiador, literato, orador, polemista, y patriota for-  
midable. Recordemos que cuando la codicia de los invasores sureños  
amenazaba nuevamente la integridad territorial ecuatoriana, lo que  
fue una constante en nuestro transcurrir histórico, González Suárez  
formó parte de la Junta Patriótica Nacional. Son célebres sus frases  
que alientan el civismo: “Si ha llegado la hora de que el Ecuador desapa-  
rezca que desaparezca, pero no enredado entre hilos diplomáticos, sino en  
los campos del honor, al aire libre, con el arma al brazo; no lo arrastran a la  
guerra la codicia, sino el honor”.5  
Este tipo de lecciones dejó el pionero, lo que jamás se olvida  
en esta Academia, al igual que otras positivas exhortaciones a quie-  
nes integran nuestra entidad, lo cual siempre repetimos para no ol-  
vidar jamás:  
Trabajad con tesón, con empeño, con constancia, no os desalentéis por  
las dificultades, no os acobardéis ante los obstáculos… venced las di-  
ficultades, arrollad los obstáculos. Como la verdad es el alma de la His-  
toria, buscad la verdad, investigad la verdad y, cuando la encontraréis,  
narradla con valor.6  
Ya para 1911, cuando apenas habían transcurrido dos años  
de la fundación, expresó lo siguiente, entre otros conceptos, en men-  
saje escrito enviado a los Miembros de Sociedad de Estudios Histó-  
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ricos que creó: “Mi palabra ha caído en tierra fecunda”. ¿Qué pudiera  
5
6
7
Franklin Barriga López, González Suárez: la Patria y la Academia, Colección Académicos de la  
Historia N. 6, Academia Nacional de Historia, Quito, 2017, p. 71.  
Franklin Barriga López, Historia de la Academia Nacional de Historia (1909-2009), Academia Na-  
cional de Historia-Editorial El Conejo, Quito, 2009, p. 53.  
Ibíd., p. 51.  
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Franklin Barriga López  
decir ahora, el insigne González Suárez, a más de un siglo y una dé-  
cada, al observar lo que es y hace actualmente la Academia Nacional  
de Historia en su realidad latente, evidente, constructiva? Segura-  
mente sonreiría de satisfacción, sin duda alguna, ya que su legado  
hemos sabido, los directivos y miembros de ayer y de hoy, proteger,  
continuar, cultivar con responsabilidad, entereza y sano orgullo.  
1909 fue una fecha icónica, no solo por la fundación de lo que  
llegó ser la Academia, sino porque en ese año se conmemoró el cen-  
tenario de lo que convirtió a Quito en Luz de América, el 10 de  
Agosto de 1809, para cuya celebración, el presidente Eloy Alfaro que  
gobernaba la República, expidió el Decreto Supremo, fechado 31 de  
octubre de 1907, por el cual ordenó la realización de una Gran Ex-  
posición Nacional en Quito para el 10 de Agosto de 1909, a usanza  
de la exposición que tuvo lugar en París, en 1889, precisamente por  
los cien años de la Revolución Francesa.  
Por el motivo enunciado, en El Ejido, de Quito, se construyó  
el gran edificio o pabellón nacional de la Exposición y los edificios  
secundarios, con galerías, establos, pesebres, etc., destinados a las  
exhibiciones múltiples, habiendo sido el eje central de la exposición  
el edificio donde hoy labora el Ministerio de Defensa Nacional y que,  
desde 1912, se lo destinó a labores castrenses, en la Recoleta, a cuya  
plaza se la conoció como de la libertad, por hallarse allí una estatua  
con esa representación y, según la investigadora María Antonieta  
8
Vásquez Hahn , la pila que antes estuvo en la Plaza Grande, que sur-  
tía de agua a los capitalinos por intermedio de aguateros (indígenas  
que cargaban grandes pondos o recipientes de barro) y que fue sa-  
cada para que ocupe ese lugar el monumento a los próceres del 10  
de Agosto, emblemática obra en granito y bronce, de los arquitectos  
italianos Lorenzo y Franciso Durini que se inauguró el 10 de Agosto  
de 1906 y cuyas piezas fueron traídas de Europa, luego de agotador  
viaje en barco, como era lo usual en esos años, dando la vuelta por  
el estrecho de Magallanes, al sur de nuestro continente. Desde esa  
fecha, se conoce a lo que fue la Plaza Grande como Plaza de la Inde-  
8
María Antonieta Vásquez, El Palacio de la Exposición (1909-1989), Presidencia de la República,  
Comisión Permanente de Conmemoraciones Cívicas-Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito,  
1989.  
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Bienvenida a Ingrid Diaz Patiño  
pendencia. Vásquez señala que: “A las dos de la tarde del 10 de Agosto  
de 1909, aunque todavía inconclusas las obras, se inauguró formalmente el  
Palacio de la Exposición” y el 8 de septiembre del mismo año, se abrió al  
9
público sus puertas, de 8 a.m. a 9 p.m.”. Es fácil darse cuenta del am-  
biente que debió reinar en 1909 con la Exposición Nacional relatada  
y que ocupó las máximas preocupaciones gubernamentales y ciuda-  
danas. Allí tuvieron sus espacios de promoción las provincias ecua-  
torianas y las embajadas de Francia, Estados Unidos, Japón, España,  
Italia, Bélgica, Colombia y Perú. Resaltemos que un día antes, tuvo  
lugar la fundación de la Sociedad de Estudios Históricos que fue el  
cimiento para la Academia Nacional de Historia.  
Por esos años, nuestra capital tenía algo más de cincuenta  
mil habitantes y se extendía, paulatinamente, venciendo su irregular  
geografía, rodeada de quebradas, como la de Jerusalén o la Mano-  
salvas. Era una realidad o pronto lo sería, según los casos, bajo el in-  
flujo liberal, la separación de la Iglesia del Estado, el inicio de la  
educación femenina, la llegada de una misión educativa de Alema-  
nia, el establecimiento de la luz eléctrica y de teléfonos, los primeros  
automóviles comenzaban a deslizarse por las estrechas calles. Sus  
elevaciones, referenciales, desde la prehispanidad, comenzaban a po-  
blarse (como El Panecillo), al igual que Itchimbía, El Ejido, San Blas,  
la Alameda, la Avenida Gran Colombia (original Chili); hacia el norte  
se producía la expansión urbanística, con edificaciones modernas  
que empezaban a surgir.  
Hacia la primera década del silo XX se estaban construyendo vías ca-  
rrozables en varias direcciones, al Valle de los Chillos por Conocoto, a  
Chillogallo por Guamaní, a Pifo y Yaruquí por Guápulo, esta última  
servía de base para la conexión con la Amazonía ecuatoriana. Se llegaba  
a Pifo en coche y a la mañana siguiente se tomaba las mulas para ir a  
Papallacta, desde donde se tenía que viajar a pie, acompañándose de  
indios cargueros. Se había comenzado a construir vías hacia Nanegal  
y dos caminos hacia el norte: el de Cayambe, que pasaba por Chaupi-  
10  
cruz, Cotocollao, y Guayllabamba hacia Otavalo e Ibarra.  
9
1
Ibíd., p.39.  
0 Eduardo Kingman Garcés, La ciudad y los otros, Flacso, Quito, 2006, p. 235.  
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Franklin Barriga López  
Los monumentos de la pequeña ciudad del Quito de enton-  
ces, si consideramos las dimensiones de la metrópoli contemporá-  
nea: el monumento de los Héroes del 10 de Agosto, levantado con  
erogaciones de todo el país y contribuciones del Gobierno; la estatua  
pedestre de Antonio José de Sucre, se inauguró el 24 de Mayo de  
1
892; los bustos de Eugenio Espejo y José Mejía, develados en La Ala-  
meda también el 10 de Agosto de 1909. El teatro Sucre fue construido  
en 1880, con capacidad para dos mil personas y con un presupuesto  
de gastos de 25 mil sucres anuales. Diario El Comercio y Banco del  
Pichincha surgieron en 1906.El tranvía se inauguró el 8 de octubre  
de 1914, con dos rutas: Chimbacalle San Diego y la otra que llegaba  
a la Colón. Chimbacalle era la estación del terminal del Ferrocarril  
del Sur, inaugurado el 25 de julio de 1908, que unió la Sierra y la  
Costa desde Durán (Guayaquil), con lo que el avance de progreso y  
la integración nacional se intensificaron gracias al denuedo del ge-  
neral Eloy Alfaro.  
La urbe metropolitana de hoy, declarada, en 1978, Patrimo-  
nio de la Humanidad por la Unesco, debido a su extraordinario Cen-  
tro Histórico, en 1909 ampliaba considerablemente sus límites en  
dirección norte, especialmente, con ciudadelas, calles y caminos pro-  
yectados en zonas todavía campestres, como la Avenida Colón o el  
sector de la América. Llegar a La Alameda era todo un paseo. La  
transitada calle 10 de Agosto de la actualidad era la 18 de Septiembre  
en ciernes y el hipódromo estaba en proyecto.  
Esta era la fisonomía de Quito, cuando nació nuestra icónica  
institución, de vertebral prestigio nacional e internacional, a la cual  
se incorpora en estos momentos, como Miembro Correspondiente,  
la Srta. Ingrid Díaz Patiño, en reconocimiento –reitero- a los relevan-  
tes servicios brindados a nuestra Academia. Le brindo, complacido,  
la más cordial de las bienvenidas en la calidad indicada, augurán-  
dole nuevos hitos de superación en su ya fructífera existencia.  
Casa Alhambra,  
Quito, 1 de diciembre de 2021  
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Bienvenida a Ingrid Diaz Patiño  
Bibliografía  
BARRIGA LÓPEZ, Franklin, González Suárez: la Patria y la Academia, Colección  
Académicos de la Historia N. 6, Academia Nacional de Historia, Quito,  
2017.  
–––––, Historia de la Academia Nacional de Historia (1909-2009), Academia Nacio-  
nal de Historia-Editorial El Conejo, Quito, 2009.  
CANTÚ, César, Compendio de Historia Universal, Librería Garnier Hermanos,  
París, 1883.  
KINGMAN GARCÉS, Eduardo, La ciudad y los otros, Flacso, Quito, 2006.  
VÁSQUEZ, María Antonieta, El Palacio de la Exposición (1909-1989), Presidencia  
de la República, Comisión Permanente de Conmemoraciones Cívicas-Casa  
de la Cultura Ecuatoriana, Quito, 1989.  
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351  
La Academia Nacional de Historia es  
una institución intelectual y científica,  
destinada a la investigación de Historia  
en las diversas ramas del conocimiento  
humano, por ello está al servicio de los  
mejores  
intereses  
nacionales  
e
internacionales en el área de las  
Ciencias Sociales. Esta institución es  
ajena a banderías políticas, filiaciones  
religiosas,  
intereses  
locales  
o
aspiraciones individuales. La Academia  
Nacional de Historia busca responder a  
ese  
carácter  
científico,  
laico  
y
democrático, por ello, busca una  
creciente profesionalización de la  
entidad, eligiendo como sus miembros  
a
historiadores  
profesionales,  
quienes  
entendiéndose por tales  
a
acrediten estudios de historia y ciencias  
humanas y sociales o que, poseyendo  
otra formación profesional, laboren en  
investigación  
histórica  
y
hayan  
realizado aportes al mejor conocimiento  
de nuestro pasado.  
Forma sugerida de citar este artículo: Barriga López, Franklin,  
"
Bienvenida a Ingrid Diaz Patiño como Miembro Correspondiente  
de la Academia Nacional de Historia", Boletín de la Academia  
Nacional de Historia, vol. C, Nº. 208-B, julio - diciembre 2022,  
Academia Nacional de Historia, Quito, 2023, pp.343-351