BOLETÍN
DE LA ACADEMIA
NACIONAL DE HISTORIA
BOLETÍN
DE LA ACADEMIA
NACIONAL DE HISTORIA
Volumen XCVII Nº 202
Julio–diciembre 2019
Quito–Ecuador
BOLETÍN
DE LA ACADEMIA
NACIONAL DE HISTORIA
Volumen XCVII
Nº 202
Julio–diciembre 2019
Quito–Ecuador
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ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
Director Dr. Franklin Barriga Lopéz
Subdirector Dr. Cesar Alarcón Costta
Secretario Ac. Diego Moscoso Peñaherrera
Tesorero Dr. Eduardo Muñoz Borrero, H.C.
Bibliotecaria archivera Mtra. Jenny Londoño López
Jefa de Publicaciones Dra. Rocío Rosero Jácome, Msc.
Relacionador Institucional Dr. Claudio Creamer Guillén
COMITÉ EDITORIAL
Dr. Manuel Espinosa Apolo Universidad Central del Ecuador
Dr. Kléver Bravo Calle Universidad de las Fuerzas Armadas ESPE
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Dr. Jorge Ortiz Sotelo Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima-Perú
EDITORA
Dra. Rocío Rosero Jácome, Msc.
COMITÉ CIENTÍFICO
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Dra. Elissa Rashkin Universidad Veracruzana-México
Dr. Hugo Cancino Universidad de Aalborg-Dinamarca
Dr. Ekkehart Keeding Humboldt-Universitat, Berlín-Alemania
Dra. Cristina Retta Sivolella Instituto Cervantes, Berlín- Alemania
Dr. Claudio Tapia Figueroa Universidad Técnica Federico Santa María – Chile
Dra. Emmanuelle Sinardet Université Paris Ouest - Francia
Dr. Roberto Pineda Camacho Universidad de los Andes-Colombia
Dra. Maria Letícia Corrêa Universidade do Estado do Rio de Janeiro-Brasil
BOLETÍN de la A.N.H.
Vol XCVII
Nº 202
Julio–diciembre 2019
© Academia Nacional de Historia del Ecuador
ISSN Nº 1390-079X
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Quito
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enero 2020
Esta edición es auspiciada por el Ministerio de Educación
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p-ISSN: 1390-079X
e-ISSN: 2773-7381
SIMÓN RODRÍGUEZ Y EL COLEGIO DE LATACUNGA
1
Leonardo Barriga López
2
Resumen
Simón Rodríguez, educador y trotamundos, escritor y filó-
sofo, incomprendido en su época, ignorado hoy. Patriota venezolano
que huye de su país al haberse comprometido con una conspiración
en contra del régimen español en 1797, rebelión que fracasa, por lo
que debe salir del país hacia Kingston en donde adopta el nombre
de Samuel Robinson. Luego arriba a Estados Unidos en donde tra-
baja como tipógrafo, que le permite enlazar su pensamiento con la
publicación de sus libros y expresarse en su obra de investigación
educativa, luego viaja a Europa. Maestro del Libertador Simón Bolí-
var, su vida es un permanente ir y venir sin encontrar un puerto en
donde quedarse definitivamente. Fue ante todo un defensor de la
educación popular que abarcaba, en general, a todas las clases socia-
les, en especial a los pueblos indígenas y negros, a los pobres y a los
huérfanos. Consideraba que solo con dicho sistema de educación se
podrían solucionar los problemas sociales que estaban latentes en
los pueblos liberados por Bolívar, quien era la espada de la emanci-
pación política mientras Rodríguez con su pluma arremetía, cual
Quijote contra el
sistema; de allí su desestimación por parte de las
clases altas, que gozaban de todos los privilegios y de los gobiernos
que lo consideraban loco y excéntrico. En su peregrinaje por Ecuador
se detiene en Latacunga en donde enseña sin ser comprendido y re-
dacta sus “Consejos de amigo al colegio de San Vicente”.
1 Recibido: 16/10/2019 // Aceptado: 25-11-2019
2 Miembro Numerario de la Academia Nacional de Historia; de la Casa de la Cultura Ecuato-
riana y de otras instituciones culturales. Doctor en Derecho y Ciencias Políticas, Magister en
Derecho Ambiental, Especialista en Derecho Internacional Económico, profesor en varias uni-
versidades del país y del exterior. Diplomático del Servicio Exterior Ecuatoriano. Autor de
más de una veintena de libros en temas de historia, derecho, poesía, y novela; prólogos y ar-
tículos periodísticos.
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A
C
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A
CIONAL DE HIS
T
ORIA
Vol. XCVII – Nº. 202
J
ulio–Diciemb
r
e 2019
Palabras clave: Simón Bolívar, independencia, educación popular,
Latacunga
Abstract
Simon Rodríguez, educator and globetrotter, writer and
philosopher, misunderstood in his time, ignored today. Venezuelan
patriot who had left his country after having committed himself to
a conspiracy against the Spanish regime in 1797 that failed, so he had
to leave the country for Kingston where he adopted the name
Samue
l Robinson. Then he arrived in the United States where he
worked as a typographer allowing him to link his thinking to the
publication
of his books and express himself in his educational re-
search work, then he traveled to Europe. Master of the Liberator
Simon Bolivar, his life was a permanent come and go without finding
a port to stay in permanently. He was, against all circumstances, the
first and fo
remost defender of popular education that gathered in
general
all social classes, especially indigenous peoples, blacks, the
poor and orphans. He considered that only with this educational sys-
tem the social problems that were latent in the towns liberated by
Bolivar, who was the sword of political emancipation while Ro-
driguez with his pen lashed out like a Quixote against the system;
could be resolv
ed; thence his rejection for the upper classes, that en-
joyed
all the privileges and governments that considered him crazy
and eccentric. On his pilgrimage through Ecuador he stoped in Lat-
acunga where he taught without being understood and wrote his “A
Friend’s Tips to the School of St. Vincent”.
Keywords: Simon Bolivar, independence, popular education, Lata-
cunga
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Simón Narciso Rodríguez, educador y trotamundos, incom-
prendido en su época, ignorado hoy. Patriota venezolano que huye
de su país al haberse comprometido con una conspiración en contra
del régimen español en 1797, liderado por Juan Bautista Picornell,
Manuel Gual y José María España, el mismo que fracasa, por lo que
debe salir del país hacia Kingston en donde adopta el nombre de Sa-
muel Robinson. Lue
go arriba a Estados Unidos en donde trabaja
como tipógrafo, que le permite enlazar su pensamiento con la publi-
cación
de sus libros y expresarse en su obra de investigación educa-
tiva. Viajero impenitente: Venezuela, Jamaica, Estados Unidos,
Francia, Italia, Alemania, Prusia, Polonia, Rusia, Inglaterra, Colom-
bia, Panamá, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile; son sus destinos. Su vida
es un permanente ir y
venir en busca de mismo sin encontrar un
puerto en donde quedarse definitivamente.
Don
Simón Rodríguez, fue ante todo un defensor de la edu-
cación popular que abarcaba en general a todas las clases sociales,
en especial a los pueblos indígenas, negros, los pobres y los huérfa-
nos. Consideraba que solo una educación técnica y popular podría
solucionar los problemas que estaban latentes en los pueblo
s libera-
d
os por Bolívar, quien era la espada de la emancipación política
mientras Rodríguez con su pluma arremetía, cual Quijote contra el
sistema, de allí su desestimación por parte de las clases altas, que go-
zaban de todos los privilegios y de los gobiernos que lo consideraban
loco y excéntrico. Pedagogo impenitente estaba sobre el bien y el mal,
mientras recorría la América indiana con su mensaje
.
Siempr
e fue partidario de una educación práctica, para en-
señar oficios a sus alumnos, y al mismo tiempo, a leer y escribir, ins-
truyendo y educando de acuerdo con el liberalismo filosófico que se
inspira en la Ilustración europea; etapa que había vivido y experi-
mentado, la cual se inicia en el siglo XVIII hasta los primeros años
del siglo XIX, periodo cultural en el cual es posible profundos cam
-
bios
estructurales en la manera de pensar y obrar y que se inicia con
la Revolución Francesa, cuyo dinamismo, en especial en Francia, In-
glaterra y Alemania, trae como consecuencia cambios fundamentales
en el pensamiento de la humanidad, mediante el conocimiento y la
razón, dejando de lado prejuicios sociales de una élite que negaba
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una educación formal para las grandes mayorías. La ilustración haría
posible considerar una educación universal, libre y obligatoria; una
educación oficial y pública, financiada por el Estado y con acceso
para todas las personas.
3
Bolívar, su mejor alumno, fue quien confirmó la estructura
educativa de Rodríguez, quien en su juventud, en Europa, en su en-
cuentro con el maestro fuera decididamente influenciado en su pen-
s
amiento por su mentor, en especial cuando efectúa su gira desde
Francia a Italia, a píe con Rodríguez, quien le acompaña al juramento
que hace el Libertador por la libertad de América, en Roma. Basta
leer su carta desde Pativilca en la cual reconoce la valía de quien lo
indujera el camino hacia la libertad: No puede Ud. figurarse cuán hon-
damente se han grabado en mi corazón las lec
ciones que Ud. me ha dado;
no
he podido jamás borrar siquiera una coma de las grandes sentencias que
Ud. me ha regalado”.
4
(Ver anexo 1).
Esta expresión de profundo afecto y de entusiasta admiración la reitera
Bolívar en nueva carta para Santander, cinco meses después desde
Huamachuco. Está impaciente por tener a su lado al viejo amigo: “Yo
amo a ese hombre con locura. Fue mi maestro: mi compañero de viajes
y
es un genio, un portento de gracia y de talento para el que lo sabe
descubrir y apreciar. Todo lo que diga yo de Rodríguez no es nada en
comparación de lo que me queda. Yo sería feliz si lo tuviera a mi lado,
porque cada uno tiene su flaco. Empéñese usted porque se venga, en
lo que me hará Ud. un gran servicio; porque este hombre es muy agra-
dable, y al mismo tiempo puede serme muy útil. Con él p
odría yo es-
c
ribir las memorias de mi vida. Él es un maestro que enseña divirtiendo
y es un amanuense que da preceptos a su dictante. Él es todo para mí.
Cuando yo le conovalía infinito. Mucho debe haber cambiado para
que yo me engañe...... En lugar de una Amante quiero tener a mi lado
un filósofo; pues en el día yo prefiero a Sócrates a la hermosa Aspasia
”.
5
3 Bárbara García Sánchez, “Pensamiento de Simón Rodríguez: la educación como proyecto de
inclusión social”, Revista Colombiana de Educación, N°59, Bogotá, Semestre 2010, pp.137-
138. Ver en: https://www.researchgate.net/publication/277241606_Pensamiento_de_Simon
_Rodriguez_La_educacion_como_proyecto_de_inclusion_social (06-11-2019)
4 Alfonso Rumazo González, Simón Rodríguez, maestro de América, Fundación Biblioteca Ayacu-
cho, Caracas, 2
005, p.103.
5Artur
o Uslar Pietri, Escritos de Simón Rodríguez, Imprenta Nacional, Tomo I, Caracas, 1954. p.
XXIV
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Rodríguez fue defensor de la educación pública, la misma
que debía impartirse a todos los ciudadanos sin distinción de clases
sociales, con educación republicana teniendo como referencia a los
filósofos de la enseñanza, en especial a Juan Jacobo Rousseau.
6
Ya en
1794, había presentado un escrito crítico, Reflexiones sobre los defectos
que vician la escuela de primeras letras en Caracas y medios de lograr su
r
eforma por un nuevo establecimiento”,
7
que esperaba luego, con Bolívar
en el mando, presentar un modelo educativo de las naciones ameri-
canas.
Sobre el Método Lancasteriano
[…]…el método lancasteriano resultaba muy económico. A través de
la figura de la enseñanza mutua, por medio de la cual se designaba un
estudiante avanzado en una materia que actuaba como monitor ante
pequeños grupos de sus pares en esa materia, se ahorraban recursos
en
la contratación de maestros. De esa manera, sólo se necesitaba un
maestro para grandes cantidades de estudiantes. En segundo lugar, el
método lancasteriano constituía una sistematización de convenciones
y reglas previamente en existencia, de tal manera que se hacía fácil-
mente reproducible en diferentes contextos. La memorización y repe-
tición de lecciones co
rtas y graduales son parte central en el proceso
de
instrucción. Finalmente, el método ponía énfasis en la instrucción y
reproducción de información y en la inculcación de conductas acepta-
das. El sistema se caracterizaba por una disciplina rígida y un estricto
sistema de premios y castigos. Es decir, estaba orientado a la formación
de “ciudadanos obedientes, moderados, respetuosos y dóciles” (San-
tan
der 1990, 365). El método lancasteriano se incorpora finalmente en
el
Plan de Instrucción Pública que Santander reglamenta prolijamente
y expide en 1826.
8
6 Maximiliano Durán, “La supuesta influencia de Rousseau en el pensamiento de Simón Ro-
dríguez: la “tesis del Emilio””, Revista Iberoamericana, XI, 2011, pp.7-8. Ver en: https://www.
jstor.org/stable/41677364?seq=1#page_scan_tab_contents (06-11-2019)
7 Simón
Rodríguez, “Reflexiones sobre los defectos que vician la escuela de primeras letras en
Caracas y medios de lograr su reforma por un nuevo establecimiento”, Inventamos o erramos,
Prólogo Dardo Cúneo, Editores Latinoamericana C.A, Caracas 2008, pp.1-16. Ver en:
https://reexistencia.files.wordpress.com/2011/07/inventamos-o-erramos.pdf (06-11-2019)
8 Francisco A. Ortega, “Tomen lo bueno, dejen lo m
alo: Simón Rodríguez y la educación popu-
lar”, Revista
de Estudios Sociales, N°38, Universidad de los Andes, Bogotá, 2011, p. 30.Ver en:
https://journals.openedition.org/revestudsoc/11451 (08-11-2019)
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Rodríguez no acepta dicho todo de enseñanza lancaste-
riano, para él la enseñanza debe ser práctica y popular es la que debe
prevalecer la formación de oficios varios, con asignaturas teóricas y
prácticas, necesarias para la cultura general, el desarrollo de la cien-
cia como elemento necesario para la sociedad. En Arequipa, publica
un ensayo previo a la obra “Sociedades Americanas en 1828”.
9
En
este libro insiste en la necesidad de buscar soluciones para los pro-
blemas de Hispanoamérica.
Sobre el Método de Rousseau
Graduado
de profesor, muy joven, se le encomienda la edu-
cación de un alumno singular, el niño Simón Bolívar Palacios, junto
a otros en una escuela pública; pero se dedicaal escolar el niño
Simón, puesto que también labora como amanuense en la propiedad
de los Palacios. En la formació
n a su pupilo, que también lo hará An-
drés Bello, deprimeras letras y gramática; de bellas artes y geografía será
nuestro famoso Bello”,
10
además de otros profesores que complemen-
tarán su educación. Pero Bolívar es un rebelde se niega a recibir el
aprendizaje que le correspondía. No quiere aprender, se resiste, se
fuga de su casa y de la escuela hasta que aparece Rodríguez, con
quien se instruye no
solo de las materias tradicionales, sino del amor
a la naturaleza, sin tareas que lo confundan y le obliguen a cumplir-
las.
Las relaciones entre los dos se facilitaron desde un principio, pues la
naturaleza de la pedagogía rousseauniana, tan cara a Rodríguez, cons-
tituía el mejor sistema para acercarse al alma altiva del pequeño Bolí-
var. Uno de sus postulados fundamentales consistía, precisamente, en
no atosigar a los niños de conocimientos intelectuales –de matemáticas,
idiomas,
religión, etc.–, en dejarlos los primeros años de la vida entre-
gados a sus propios impulsos para que esos impulsos se fueran adap-
9 Simón Rodríguez, “Sociedades Americanas en 1828”, Inventamos o erramos, Prólogo Dardo
Cúneo, Editores Latinoamericana C.A, Caracas 2008, pp.97-180. Ver en: https://reexistencia.
files.wordpress.com/2011/07/inventamos-o-erramos.pdf (06-11-2019)
10 Gustavo
Pereira, Simón Bolívar, escritos anticolonialistas, Ediciones Correo del Orinoco, Ca-
racas, 2013, p.328. Ver en: https://issuu.com/willgo777/docs/escritos-anticolonistas-20-6-
13-web/165 (06-11-2019)
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tando naturalmente al medio ambiente, sin otras correcciones que las
impuestas por ese mismo medio. También el biógrafo colombiano se-
ñala que: “El espíritu de estas reglas –escribía Rousseau– es dejar a los
niños más verdadera libertad y menos imperio, permitirles que hagan
más por propios, y exijan menos de los demás. Acostumbrándose así
desde muy niños a regular sus deseos con sus fieras, poco s
entirán la
privación
de lo que no está en sus manos conseguir”.(…) En virtud de
estos principios, don Simón poco habló al niño de las complicadas asig-
naturas que habían tratado de enseñarle sus eruditos maestros; más
bien le interrogó sobre los juegos y deportes que le gustaban, sobre sus
paseos, camaradas y diversiones, a todo lo cual él respondió con entu-
siasmo, creándose así entre los dos una sen
cilla amistad, que el tiempo
fue
transformando en sólido y recíproco afecto. No en vano Rousseau,
el ídolo de este extraño mentor, había escrito en su Emilio: “Ejercitad
su cuerpo, sus órganos, sus sentidos, sus fuerzas; pero mantened ociosa
su alma cuanto más tiempo fuere posible”.
11
Sobre Simón Rodríguez
Simón Rodríguez, a los 26 años, deja a su esposa María de
los Santos Ronco y a sus hijos, huye de la ciudad. Lejos están los os
de
su infancia comprometida con la pobreza. Había nacido en Cara-
cas, el 28 de octubre 1769, (aunque también se afirma que fue en
1771- Rumazo), como niño huérfano, al igual que su hermano Caye-
tano, cuyos padres, Alejandro Carreño y Rosalía Rodríguez los ha-
bían abandonado. Simón había adoptado el apellido de su madre
mientras en su infancia un tío, el sacerdote José R
afael Rodríguez se
h
abía encargado de la educación de los hermanos. Uslar Pietri indica
que:
Rodríguez había tomado parte en aquella tentativa frustrada de im-
plantar un régimen republicano e independiente en Venezuela. Las
ideas de los conspiradores eran las más avanzadas del credo democrá-
tico revolucionario francés. Su texto básico era la más radical procla-
mación de los derechos del hombre y del ciudadano hecha
en Francia
en 1793. Los dos primeros artículos del texto impreso, que les fue in-
cautado a los conspiradores, decían como un estampido en medio del
11 Indalecio Liévano Aguirre, Bolívar, Presidencia de la República, Academia Nacional de la
Historia, Caracas 1988, p.49.
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presagioso silencio del orden colonial: “El objeto de la sociedad es el
bien común: todo gobierno es instituido para asegurar al hombre el
goce de sus derechos naturales e imprescindibles... Estos derechos son,
la igualdad, la libertad, la seguridad y la propiedad”
.
12
En Kingston adopta el nombre de Samuel Robinson que lo
utiliza mientras su estadía en Europa, durante 20 años. Estudio física
y química y trabajo en un laboratorio en Francia. Con Fray Servando
Teresa de Mier,
13
un sacerdote revolucionario de origen mexicano,
iniciaron una escuela de lengua española. Traduce al castellano la
novela Atala
14
de Chateaubriand pero Mier se atribuyó la traducción,
enfriándose las relaciones de los socios en dicha empresa. Javier
Ocampo López, advierte lo siguiente sobre el maestro:
El educador Simón Rodríguez con sus ideas racionalistas, se interesó
por una educación práctica para la formación de las nuevas generacio-
nes republicanas de Hispanoamérica. En la economía y vida cotidiana
de las gentes de los países hispanoamericanos, con múltiples necesi-
dades de producción, empleo, vivienda, alimentación, vestido, educa-
ción y salud, se hacía indispensable una educación más racional,
práctica y útil y una so
ciedad organizada para satisfacer las necesida-
d
es fundamentales. Por ello, el Maestro Rodríguez propuso la creación
de Talleres de Oficios para los niños sin distinciones de raza o riqueza.
Sus propuestas fueron planteadas para Bogotá en la Gran Colombia y
Chuquisaca en Bolivia. En 1824 creó en Bogotá un taller de oficios, se-
ñalando la importancia de la educación práctica para los niños más po-
bres
. Esta educación debía depender directamente del Gobierno, con
escuelas
que dependieran del Estado. Las materias que se enseñaran
debían tener todas con un sentido social y económico alrededor de la
producción. Los varones debían aprender los tres oficios principales:
albañilería, carpintería y herrería, pues con tierras, maderas y metales
12 Arturo Uslar Pietri, Escritos de Simón Rodríguez, Imprenta Nacional, Tomo I, Caracas, 1954. p.
XVII
13 Mariana Rosetti, “El desplazamiento y la ventriloquia cultural. Servando Teresa de Mier y
Simón Rodríguez, traductores de Atala de Chateaubriand”, Literatura Mexicana, XXVI, 2015,
p.9. Ver en: http://www.scielo.org.mx/pdf/lm/v26n2/0188-2546-lm-26-02-00009.pdf
(06-11-2019)
14 Andrea Pagni, “Atala” de Chateaubriand en la traducción de Simón Rodríguez y Fray Ser-
va
ndo Teresa de Mier, Paría, 1801. Ver en: http://www.cervantesvirtual.com/obra/atala-de-
chateaubriand-en-la-traduccion-de-simon-r
odriguez-y-fray-servando-teresa-de-mier-paris
-1801/ (07-11-2019)
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se hacen las cosas más necesarias. Las mujeres debían recibir los oficios
propios de su sexo. Este proyecto no obtuvo la acogida necesaria en
Bogotá y en la Gran Colombia.
15
Encuentro con Simón Bolívar en Europa
Se encontró de nuevo en París, con su alumno Bolívar, quien
había enviudado y se había dedicado a la bohemia. Conversan y de-
finen un futuro. Marchan a pie desde Francia a Italia. En este país,
en M
ilán, concurren a la coronación de Napoleón Bonaparte como
r
ey de Italia. En Roma el 15 de agosto de 1805, Bolívar, en el Monte
Sacro, acompañado de su maestro, expone su juramento de liberar a
Hispanoamérica del poder español: “Juro delante de Usted; juro por el
Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor, y juro por mi patria,
que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto
las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español”
.
16
Bolívar y Rodríguez regresan a Francia, no sin antes haber
conversado con Alejandro von Humboldt en París en 1804 y en
Roma en 1805.
17
Simón Bolívar decide volver a Venezuela, más su
maestro Robinson resuelve quedarse en Europa; retornará a América
en 1824, con su propio nombre. Nuevamente requiere organizar una
educación práctica, en Bogotá, en especial para los niños de escasos
r
ecursos económicos; con dicho propósito funda una Escuela Taller
de Artes y Oficios con poco éxito. Sobre este aspecto Arturo Uslar
escribe:
No se asienta en ningún lugar: Sus costumbres, su manera de pensar,
sus innovaciones le crean pronto enemigos. Tiene que marcharse y se-
guir aquella errante vida. Pero él no se enmienda, ni en las maneras, ni
menos aún en lo fundamental. Sabe que las gentes hablan mal de él,
15 Javier Ocampo López, “Simón Rodríguez, el maestro del libertador”, Revista Historia de la
Educación Latinoamericana, Nº. 9, Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, Bo-
yacá, 2007, p. 81. Ver en: https://www.redalyc.org/pdf/869/86900904.pdf (08-11-2019)
16 Fabio Lozano y Lozano,El Maestro del Libertador, Sociedad de Ediciones Literarias y artísticas,
París, 1913, p. 66.V
er en: https://www.redalyc.org/pdf/869/86900904.pdf (08-11-2019)
17 Jorge Ocampo López, “Simón Rodríguez, el maestro del libertador”, Revista Historia de la Edu-
cación Latinoamericana, N°9, pp.81-102, Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia,
Boyacá, 2007, p.85. Ver en: https://www.redalyc.org/pdf/869/86900904.pdf (07-11-2019)
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desconfían de sus aptitudes y hasta de su sano juicio, y que muchos lo
desprecian, Pero ya él no es hombre de esperanzas sino de irrenuncia-
bles convicciones. “Soy filósofo por instinto, dice, y sé contentarme con
poco.
18
Reencuentro con Simón Bolívar en América
Viaja al Alto Perú en 1825 con el Libertador quien lo designa
Director de Enseñanza Pública y Director General de Minas, Agri-
cultura y Caminos Públicos de Bolivia. En 1826, en el gobierno del
M
ariscal Sucre, en Chuquisaca, presenta su proyecto educativo de
enseñanza práctica, establecer una Casa Taller de artes y oficios, de
carpintería, albañilería y herrería, en Chuquisaca, propósito que no
tiene éxito, dado el sistema de educación teórica lancasteriana que
ya se utilizaba en Bolivia. Bolívar retorna a Lima en 1826, el profesor
Rodríguez s
e queda en Chuquisaca; el destino hará que ya no vuelva
a encontrarse. El Libertador camino del ocaso en su vida de guerrero
triunfante,
su maestro, nómada sin camino, buscando en la educa-
ción un incierto destino.
El instituto modelo de Chuquisaca se funda con grandes es-
peranzas. Piensa Rodríguez que ha llegado al fin la oportunidad tan
esperada. Cuenta con el apoyo de Bolívar, con la simpatía de Su
cre
y con los r
ecursos necesarios.
Su propósito era recoger durante un quinquenio los niños
pobres de ambos sexos en Casas-escuelas dotadas de talleres. Para
que adquiriesen un oficio además de la enseñanza general de la es-
cuela. Los varones aprenderían albañilería, carpintería y herrería
porque con tierras, maderas y metales se hacen las cosas más necesarias”.
19
Las hembras los oficios propios de su sexo. Se les daría alojamiento,
vestidos, alimento y medicinas y recibirían lo que él llamaba: ins-
trucción moral, social y religiosa”.
20
18 Arturo Uslar Pietri, Escritos de Simón Rodríguez, Imprenta Nacional, Tomo I, Caracas, 1954.
p. XXXVII.
19 Miguel Luis Amunátegui, “Don Simón Rodríguez”, Biografías de Americanos, Imprenta Na-
cional, Santiago, 1854, p. 296.
20 Miguel Luis Amunátegui, op. cit., p. 297
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A los padres pobres o inválidos se les socorría por cuenta de
sus hijos. El capital empleado debía ser productivo. Cada niño tenía
su cuenta individual donde se le abonaba el producto de su trabajo
y se le cargaba sus gastos. Los jóvenes, al rmino, reconocían las
deudas que pudieran resultar y pagaban un interés de 5% del pro-
ducto de su trabajo. De este fondo se sacaba también para ayudar a
las corp
oraciones fundadas por los egresados. A los egresados el Go-
bierno debía asignarles tierras y ayudarlos en su establecimiento.
21
Desacuerdos con Antonio José de Sucre
Sucre no entiende el proyecto, el sistema Lancasteriano ya se
halla implantado en Bolivia. El proyecto de Rodríguez le parece un
tanto descabellado, tanto más que su autor se hallaba en América
llamado por Santander y cuya vigencia era co
ntrovertida por el
maestro; no había oportunidad por cuanto la gente quería el sistema
t
radicional
o en su caso como novedad la aplicación del sistema de
enseñanza mutua de Lancaster, a cuyo sistema lo llamaba burlona-
mente Don Simón: “las Escuelas de Vapor inventadas por Lancaster
a imitación de las sopas a la Rumfort inventadas en los hospicios”.
Sucre, le escribe al Libertador:
Al describir a usted todas las locuras de este caballero tendría que ser
muy largo. Usted pensará que yo estoy muy enfadado con él, y no es
así. Considero a don Samuel un hombre muy instruido, benéfico cual
nadie, desinteresado hasta lo sumo y bueno por carácter y por sistema;
pero lo considero también con una cabeza alborotada con ideas extra-
vagantes, y con incapacidad para desempeñar el puesto que tiene bajo
el plan que
él dice y que yo no sé cuál es; porque diferentes veces le he
pedido
que me traiga por escrito el sistema que él quiere adoptar, para
que me sirva de regla, y en ocho meses no me lo ha podido presentar.
Sólo en sus conversaciones dice hoy una cosa y mañana otra.
22
21 Arturo Uslar Pietri, Escritos de Simón Rodríguez, Imprenta Nacional, Tomo I, Caracas, 1954.
p. XXX.
22 Arturo Uslar Pietri, op. cit., p. XXXII.
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El encuentro con Manuela Sáenz
El Maestro Rodríguez se quedó sin su trabajo, que no había
iniciado y con numerosas deudas. La indigencia de nuevo le persi-
gue, vive en el pueblo de Oruro. En noviembre de 1853, Don Simón
visitó en Paita a Manuelita Sáenz, heroína de la independencia su-
ramericana y amante de Bolívar. Los dos estrechamente vinculados
con la memoria del Libertador, con sus luces y sombra
s, viviendo en
el destierro s cruel, olvidados por gobernantes y gobernados,
cómplices y combatientes a su modo por la libertad.
M
anuela Sáenz Aizpuru, luego de la muerte de Bolívar, había
sido desterrada por Francisco de Paula Santander, Presidente de Co-
lombia, en 1834. De igual modo procede el mandatario ecuatoriano
Vicente Rocafuerte en 1835,
23
quien también le impide el ingreso a
su país. Los dos mandatarios ar
gumentan que la señora Sáenz es un
peligro para la estabilidad política de dichas naciones, más aun Ro-
cafuerte le acusa de loca, prostituta y ambiciosa.
Manuela Sáenz se queda en Paita, puerto pesquero peruano,
en donde reside durante 22 años hasta su muerte (23 de diciembre
de 1856), viviendo en la miseria, dependiendo de paupérrimos in-
gresos provenientes de la venta de tabaco y dulc
es que los hacía para
su
venta; confección de bordados o escribir y traducir cartas del in-
glés. La visitaron varios personajes entre ellos: Hermann Melville,
Giuseppe Garibaldi, Don Ricardo Palma, Simón Rodríguez. Contrae
difteria, Manuelita muere, pobre e inválida, a los 60 años de edad.
24
Mientras duró su destierro 1834 a 1856, ningún gobernante
ecuatoriano se preocupó de su suerte, más aun la mantuvieron ig-
norada.
La historia la ha reivindicado: tuvo el título de Coronel del
ejército libertador (combatió en la batalla de Ayacucho), integrante
del Estado Mayor de Bolívar, Condecoración de Caballeresa del Sol
por su actividad subversiva en favor de la libertad en Lima entre
otros actos heroicos en favor de la Independencia; General del Ejér-
23 Rocío Rosero Jácome, José Joaquín Olmedo: patriota, político o desertor?, Eskeletra, Quito, 1994,
p.221
24 Rosa Maria Grillo, “Manuela Sáenz antes y después de Bolívar”, Cultura Latinoamericana,
Vol.21, 2015, p.67. Ver en: http://editorial.ucatolica.edu.co/ojsucatolica/revistas_ucatolica/
index.php/RevClat/article/download/1635/1512 (07-11-2019)
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cito ecuatoriano y líder de las conquistas sociales femeninas en La-
tinoamérica.
25
Viaje a Quito
Solo hay que imaginar, como era en aquella época viajar por
los caminos de Suramérica, había que vencer abismos y montañas,
bajar a la manigua y al calor sofocante, por vías de herradura. Había
que hacerlo a píe, a lomo de caballo o de mula, que era más confiable
para los tramos largos; viajaba Don Simón con
su nueva esposa Ma-
nuela
Gómez
26
y su hijo José; retorna a Quito, con su equipaje perso-
nal de varios cajones conteniendo libros y papeles. Confía que Flores,
el Presidente ecuatoriano, que lo conoce dada su amistad con Bolívar,
le auspicie su estadía con un trabajo honorable; más éste, “genero-
samente” le ofrece, en terrenos de su propiedad la administración y
explotación de unas minas de sal, en do
nde el profesor labora du-
rante
medio año. Escribe al Obispo, Dr. Pedro Antonio Torres, deán
de la catedral de Quito, su amigo, su experiencia:
(…) Seis meses estuve en las Salinas del General, aguantando las im-
pertinencias de sus mayordomos, por ver si conseguía hacer algo en
provecho de ambos. Por falta de dinero nada puede hacerse, y me hallo
sin saber qhacerme. Quiero enseñar y quiero aprender de balde;
quier
o trabajar en muchas de las cosas que entiendo, y no hay quién
tenga ganas de gastar medio real. Hace dos meses que estoy viviendo
qué yo cómo. Un hacendado me ofrece llevarme a su hacienda, y no
puedo moverme porque estoy debiendo en las pulperías, bajo la res-
ponsabilidad de una pobre mujer que vive en la casa donde estoy.
27
Latacunga
Flores le presenta a varios amigos suyos muy importantes
dentro del rculo palaciego del mandatario, más no hay escuelas
25 Rosa Maria Grillo, op. cit., p. 67.
26 Segunda esposa de Simón Rodríguez, de nacionalidad boliviana, con la cual tuvo dos hijos;
José, fue uno de ellos con quien llegó a Quito, se presume que su otro vástago falleció.
27 Alfonso Rumazo González, Biografías Simón Rodríguez, Maestro del Libertador, Círculo de lec-
tores, Bogotá, 2006. p. 260.
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para él, no existe posibilidad de instruir y educar. Viaja al Sur, a La-
tacunga en donde le acoge el Rector del Colegio San Vicente, Dr. Ra-
fael María Vásquez, educador bogotano, que también es párroco de
San Felipe. Es un plantel de segunda educación que fuera fundado
el 7 de mayo de 1840, en el régimen de Juan José Flores y que inicia
sus actividades en 1842. Posteriormente cambia su nombre por “Vi
-
cente León”, en homenaje al distinguido magistrado Dr. Vicente
León
y Arguelles, quien, en su testamento dejó toda su fortuna a su
ciudad natal con el fin de que sea invertida en obras a favor de la
educación de la juventud.
28
Hacia mayo (1843), se ha acogido ya al sentido hospitalario
de la ciudad de Latacunga, al sur de Quito. Población pequeña y fría,
de muy antigua raíz, parece hechizada en su ir silente; sus morado-
r
es, de índole amable y dadivosa, han conservado las austeridades
de las gentes de Castilla; resguardan sus tradiciones y van tratando
de avanzar mediante la cultura. Su suelo, volcánico en amplios tre-
chos, es parte de la inmensa cauda del Cotopaxi; su naturaleza cir-
cundante alterna lugares preciosamente eglógicos con anchas
superficies de piedra y salitre, piedra pómez y “cangag
ua”.
29
El Rector y algunos ciudadanos preocupados por la suerte
del profesor del Bolívar tratan de buscar una fórmula para que Don
Simón se quede enseñando en dicho colegio. El Rector eleva un me-
morial a la Junta del Colegio, en donde se recomienda al maestro por
sus conocimientos en ciencias naturales la cátedra de agricultura:
El señor don Simón Rodríguez –reza el texto– es bien conocido en Amé-
rica y Europa por sus conocimientos sobre todo en ciencias naturales,
y
cuya llegada a Bogotá en 1822 (1823) hizo decir al Libertador que un
sabio y un justo s adornaban la corona de la soberbia Colombia. Este
hombre de un saber expansivo y cuyo deseo dominante es comunicarlo
a los demás, cediendo a nuestras indicaciones, se manifiesta decidido
a permanecer aquí y ocuparse no solamente de la enseñanza de
B
otá-
28 Marcelo Toapanta, La desinformación de la vida, obra y pensamiento de Vicente LeónArgüe-
lles, origina pérdida de memoria histórica en los estudiantes del establecimiento educativo
que lleva su nombre, en el año lectivo septiembre 2010 julio 2011, Ambato, 2012,p.104, p.107.
Ver en: http://repositorio.uta.edu.ec/bitstream/123456789/5316/1/CS-310-2012-Toapan
ta%20Marcelo.pdf (07-11-2019)
29 Alfons
o Rumazo, Biografías Simón…op. cit., p. 258.
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nica sino también de todos los ramos de que habla el artículo 107 de
los Estatutos, y de la cátedra de Agricultura, sin perjuicio de intervenir
en el Colegio en todo lo demás que contribuya a la buena educación
de los niños.
30
La Junta Administradora del Colegio llegó a este Acuerdo:
Considerando Primero: que es posible que el señor Rodríguez se decida
a quedarse y hacerse cargo de la Cátedra de Agricultura en la cual se
compr
ende también la Botánica; Segundo: que por medio de la resec-
ción [sic] de los vecinos, de lo que ofrece el mismo Rector y de una pe-
queña cantidad con que contribuye el Colegio, se le puede
proporcionar la renta necesaria. En fin, que hay motivo para esperar
de la adquisición del señor Rodríguez muchas ventajas para el Colegio.
Por tanto, en el informe pedido por la Dirección
sobre la enseñanza de
Botánica,
se manifestará todo esto; y con el fin de que el señor Rodrí-
guez se quede, el Colegio de sus rentas contribuirá por ahora con la
cantidad mensual que no pase de veinte pesos.
31
Don Simón inicia clases el 1 de febrero 1844, más dos meses
después no hay dinero para pagarlo. Los vecinos no han cumplido
con el compromiso de colaborar con la cuota que se habían compro-
metido; se ha quedado otra vez sin empleo. Consigue trabajo en una
hacienda
“dando algunas lecciones a unos dos jóvenes, sólo por la
comida y el tabaco”, le dice en carta dirigida a su amigo José Ignacio
París, de Bogotá, desde Latacunga, el 6 de enero de 1846, “¡Sáqueme
usted de aquí! Mi familia se compone de dos, una mujer y un niño.”
32
En 1845, continua en Latacunga, posiblemente en su empleo,
además ayudado por el Dr. Vásquez, sin duda. Escribe a Roberto As-
cázubi en Quito:
[…]…Al rey no volvemos, ni a la república llegamos. ¿Qué haremos?
Pensar, en lugar de imitar. ¡Así tuviera yo con qué pagar la impresión
de mis pensamientos!, pero ni para comprar pan tengo, porque no hallo
en qemplearme. Quiero enseñar y no hay quién pague por aprender;
30 Ibid., p. 261
31 Ibid., p. 262
32 Alfonso Rumazo González, Ocho grandes biografías: José de San Martín; Simón Rodríguez, Edi-
ciones de la Pr
esidencia de la República, Caracas, 1993, p.575
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quiero emprender un ramo de industria, y nadie quiere gastar en em-
presas; quiero irme, y la familia, aunque compuesta de dos, me sujeta.
Yo no quiero que me den sino que me ocupen: tengo fuerzas y aptitudes,
y tanto me valen como si no las tuviera. Paciencia, pues, hasta que las
circunstancias dispongan otra cosa. Seis meses perdí en las minas de sal
del general Flores, porque la guerra no le permiti
ó llevar a efecto el pro-
ceder que le propuse, a pesar de haberlo aprobado y dándome faculta-
des para ponerlo en práctica. ¡Circunstancias! ¡Circunstancias!
33
Mientras tanto su “amigo” y paisano el presidente Juan José
Flores enfrenta a la sublevación nacionalista de 1845 encabezada por
José Joaquín Olmedo en Guayaquil. Sale del país, firma un convenio
por el cual recibe la suma de veinte mil pesos para retirarse a Europa.
Un
año después trata de retornar para invadir al Ecuador en una ex-
pedición financiada por el gobierno español presidido por la reina
María Cristina, pero luego fracasada.
34
Sin duda Don Simón era un anarquista, así lo expresa en va-
rios de sus escritos, no reconoce autoridad alguna; es un filósofo. Sus
viajes a Europa lo indujeron a desacralizar el poder, aún más en los
terrenos de la educación a buscar nuevas formas de enseñanza prác-
tica
frente al sistema Lancasteriano, método repetitivo y memorista
y de rígida disciplina, que había sido adoptado por varios países de
Latinoamérica, en la etapa post-independencia, inclusive en los go-
biernos de Bolívar y Santander. Rodríguez, lector de “Emilio” seguía
a Jean-Jacques Rousseau, como libre pensador al considerar que los
niños
debían preguntar y no repetir para obedecer a la razón y no a
la autoridad:
Mandar recitar de memoria lo que no se entiende es hacer papagayos.
No se mande, en ningún caso, hacer a un niño nada que no tenga su
“por qué” al pie. Acostumbrado el niño a ver siempre la razón respal-
dando las órdenes que recibe, la echa de menos cuando no la ve, y pre-
gunta por ella diciendo: “¿Por qué?”. Enseñen a los niños a ser
preguntones, para que, pidiendo el porqué de lo que se les manda
33 Alfonso Rumazo González, Simón Rodríguez, maestro de América, Fundación Biblioteca Aya-
cucho, Caracas, 2005, p. 263.
34 Beatriz Cepeda, “Introducción”, Ecuador: relaciones internacionales a la luz del bicentenario,
Flacso, Quito, 2009, p. 21.
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hacer, se acostumbren a obedecer a la razón: no a la autoridad, como
los limitados, ni a la costumbre, como los estúpidos.
35
Las ideas de Rousseau reformaron la pedagogía centrándola
en la evolución natural del niño y en materias directas y prácticas, y
sus ideas políticas influyeron en gran medida en la Revolución fran-
cesa. Frases como “El hombre nace libre, pero en todos lados está en-
cadenado” o
El hombre es bueno por naturaleza”, marcan la pauta
del
pensamiento de Simón Rodríguez. Arturo Uslar comenta lo si-
guiente:
Veinte años antes que Sarmiento y treinta años antes que Alberdi
piensa en la necesidad de la educación y de la colonización. Y las llama:
“las dos atenciones del futuro: colonización y educación popular”. Sólo
que, y en esto reside su creadora y americana originalidad, él no piensa
en
imitar a Europa o a Norte América en modernos sistemas pedagó-
gicos, ni le parece conveniente colonizar con inmigración europea. Su
plan consiste en “colonizar el país con sus propios habitantes”. “Y para
tener colonos decentes instruirlos en la niñez”.
36
Dice el profesor Don Simón: Los hombres de estos últimos tiem-
pos, hartos de verse maltratar a nombre de Dios, del rey y de la patria, quie-
ren vivir sin Reyes y sin Congresos; no quieren tener amos ni tutores;
quieren
gobernarse por la razón, que es la autoridad de la naturaleza […].
(p. 26) “En América, cansados de la República aristocrática o aristo-
cracia republicana, quieren República real o real República”. Queda
así cuestionado el sentido de élite criolla que han tenido las repúbli-
cas americanas (1842), ya en sus procedimientos, ya en el ser mismo
de
sus dirigentes en el Gobierno y en el Congreso. Esto es falsear el
sentido republicano, alterando la definición misma de la democracia
(“demos”, pueblo, y “kratos”, autoridad). (De Sociedades america-
nas).
35 Eduardo Galeano, reproduce estas frases de Simón Rodríguez, en su libro Memoria del fuego
2. Las caras y las máscaras, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2010. pp. 100, 101, 161 y 162.
36 A
rturo Uslar Pietri, Escritos de Simón Rodríguez, Imprenta Nacional, Tomo I, Caracas, 1954.
p. XXXIV.
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Siempre está escaso de dinero, no lo mendiga. Solicita ayuda
a su amigo de Bogotá José Ignacio París, vinculado con Bolívar y al
maestro le otorga un préstamo de 300 pesos, el mismo que se lo envía
a Quito, por libranza para su cobro, mientras en Latacunga, en donde
sobrevive, en el gobierno de Vicente Ramón Roca, algún conocido le
ha conseguido una recomendación del Ministro del Interior para que
el Co
legio de San Vicente ocupe los servicios del educador, argumen-
tando
que lo importante está en el método, creado por Rodríguez,
que debe ser conocido y aprendido a fin de divulgarlo. El Colegio le
convocó al maestro a la Junta del 19 de junio (1846), cuya acta ex-
presa lo siguiente:
Personalmente leyó [el educador] la copia de la nota en la que ofrece
al Supremo Gobierno, sin que se le gratifique, la manera de dirigir una
e
scuela primaria, a condición de que se le lo necesario para los uten-
silios, y de que se le contribuya con el mensual de diez pesos para cada
uno de los dos jóvenes que elegirá el señor Rodríguez. La renuncia a
gratificación tiene un sentido oculto: libertad de acción, ausencia de
compromiso a plazo determinado. Cuando reciba los 300 pesos, partirá
a la Nueva Granada. Está seg
uro de que allá edita
al fin todos sus es-
critos; gobierna en esa nación el general Tomás Cipriano de Mosquera,
uno de los más leales amigos del Libertador. El magnetismo norteño
que lo atrae tiene, así, un nombre propio; como antes, con Flores, res-
pecto del Ecuador.
37
Parte Simón Rodríguez de Latacunga en septiembre de 1846
rumbo a Bogotá, arribando a Túquerres, en donde parece falleció su
esposa doña Manuela mez. En dicha población se afinca por
algún
tiempo, trabaja como profesor y escribe Extracto sucinto de mi
obra sobre la Educación Republicana”, que fuera publicado por el pe-
riódico El Neo-Granadino de Bogotá, en 1849, por entregas, junto al
siguiente comentario:
Damos a la luz el extracto de una rara e interesante obra de educación
hecha por su autor Simón Rodríguez, hombre extraordinario que ob-
tuvo
la merecida fortuna de ser maestro del Libertador Simón Bolívar,
37 Alfonso Rumazo, Biografías Simón…op. cit., p. 222.
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y que vive, anciano y retirado, en una de nuestras provincias, consa-
grando el resto de sus días a la enseñanza de los niños. Reproducimos
en lo impreso el modo particular de distribuir las cláusulas que distin-
guen los escritos del señor Rodríguez, cuyo singular talento veneramos,
y cuya suma pobreza es la prueba más visible del desprendimiento y
constante beneficencia de aquel patriarca de Colombia
.
38
Luego de permanecer en Túquerres, en donde había abierto
su propia escuela, ante la falta de ayuda del gobierno de Bogotá, a
donde se había dirigido a sus conocidos, solicitando su intervención
ante el Estado para educar, mediante un mínimo estipendio, como
hombre austero que fuera durante toda su vida; pero solo hay nega-
tivas, más n cuando en Colombia se hallaban gobernando políticos
declarados e
nemigos de Bolívar: JoHilario López y luego Jo
María Obando, autores intelectuales del asesinato de Sucre;
39
tam-
poco obtuvo apoyo de los legisladores bolivaristas, que eran ya ciu-
dadanos adinerados, que no les importaba sino enriquecerse. Nada
tiene que hacer en Túquerres ni en Bogotá. El maestro decide retor-
nar a Latacunga. Seguramente conoce de la hospitalidad de dicha
ciudad andina y de los
pocos amigos que había concertado, entre
ellos el rector del colegio San Vicente, el religioso squez, quien
para
la fecha (1850) de su segundo arribo a dicha ciudad, ya no es-
taba como como tal, le había reemplazado el Dr. Rafael Quevedo.
En dicho plantel educativo es ya de conocimiento su retorno.
Simón Rodríguez ofrece sus servicios, nuevamente se le acoge. En el
Acta de la Junta del 4 de octubre
de 1850 se menciona:
El señor Rodríguez se ausentó con el fin de marchar a la Nueva Gra-
nada, pero en el día se halla aquí dicho señor y ofrece sus servicios.
Desea enseñar a dos jóvenes sus métodos, asunto que había quedado
sin decidirse cuatro os atrás (julio de 1846). La Junta Administradora
pide dictamen al Inspector de Estudios, quien expresa: […] En primer
lugar, nada es más importante como el
q
ue los niños que deban con-
currir
a los colegios reciban buena educación primaria, y con un mé-
todo mejor que el que a la presente se observa, porque la falta de una
38 Arturo Uslar Pietri, Escritos de Simón Rodríguez…, T. II, p. 319.
39 Alfonso Rumazo González, Simón Rodríguez maestro de América, Ministerio de Comunicación
e información, Caracas, 2006, pp.119-122
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enseñanza a propósito de primeras letras produce el efecto de que en
los últimos estudios no aprovechan debidamente los niños, y que ade-
más causa un extraordinario trabajo a sus directores. Que en segundo
lugar, ningún sujeto posee mejores ideas que el señor Rodríguez para
la educación primaria, y muy especialmente para la pedagogía; de-
biendo decirse que puede ocuparse con provecho en formar direct
ores
de
primeras letras, no sólo en América sino en cualquier punto de Eu-
ropa, por lo que juzga ser de gran utilidad el que se acepte la oferta del
señor Rodríguez, advirtiéndosele que esta es su opinión en cuanto al
hecho, y que con respecto al derecho para hacerlo podrá informar sobre
esto el Rector.
40
Se cita a sesión, recogiéndose en el Acta del día 7 de octubre
de 1850, lo expresado por el profesor Rodríguez, quien manifestara
que:
Que es indudable lo vicioso del actual sistema de enseñanza primaria,
y que demanda un pronto y oportuno remedio, porque, entre tanto siga
como se halla, no será posible que los jóvenes se formen ni aun en los
colegios, a donde concurren con principios perjudiciales y con el im-
perfecto conocimiento de algunas palabras más bien que de las cosas;
que se propone reforma
r este fatal estado, tomando unos diez niños, a
quienes
ensenará, no con el objeto de que concluyan su aprendizaje en
el corto tiempo que debe durar esta ocupación, sino para que algún
joven que quiera instruirse en su método, observe prácticamente el
modo de enseñar; que si sus circunstancias fueran menos desfavora-
bles, cuantos afanes esta empresa requiere los emplearía gratuitamente,
como lo ha prac
ticado en otros puntos, pero que siendo esto de abso-
l
uta imposibilidad a la presente, exige un local para su habitación y
para el establecimiento, un peso diario para su mantención, y los útiles
que son indispensables para el nuevo método de enseñanza; y se retiró
diciendo que la junta delibere lo conveniente, y se le dé noticia del re-
sultado.
41
La Junta acepta lo expresado por el profesor e impone condi-
ciones en el sentido de que no vuelva a ausentarse hasta que el nuevo
sistema haya sido explicado y probado, iniciándose la actividad con
40 Alfonso Rumazo, Biografías Simón… op. cit., p. 286.
41 Ibíd., p. 287.
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el Dr. Camilo Gallegos, como aprendiz de dicha tecnología, el mismo
que luego de poco tiempo de habérsele impartido varias clases teóri-
cas y prácticas renuncia siendo designado para reemplazarlo el señor
Mariano Armendáriz. Nuevamente citamos a Alfonso Rumazo:
[…]..No se desarrollan los hechos según lo previsto; en marzo del año
siguiente (1851) ya se queja el rector de incumplimiento del acuerdo.
Armendáriz alega que “su asistencia es puntual; que cuando se pro-
pone recibir privadamente algunas lecciones del señor Rodríguez, le
distrae
este señor con la lectura de cuadernos que no tienen relación
alguna con el nuevo método que se ha propuesto plantear; y que, fi-
nalmente, si no se toma la medida de hacer que se contraiga la ense-
ñanza sólo al nuevo institutor y no a los niños, era suficiente el
nuevo
t
érmino (final de curso) acordado”. Armendáriz hablaba como aspi-
rante a convertirse en uno de tantos maestros, con la sola particulari-
dad –creía él– de lograr sapiencia en sistemas diferentes; no entendió
que el enseñar de muy otra manera, como lo hacía y de él quería Ro-
dríguez, implicaba toma de conciencia de un suelo asentado y crecido
sobre muy profundos estratos; los de las doctrinas nu
evas y de las con-
cepciones
revolucionarias. Se dieron otros plazos al curso; el alumno
se quejó “de lo complicado del método y del poco tiempo que había
tenido a su disposición”. Hasta que el 14 de julio, en sesión de la Junta,
el aire se volvió ramificado y el clima tenso; los asistentes emplearon
términos de pasión. Rodríguez, presente, expresó enfáticamente “que
había enseñado todo lo necesario”; s
in ira, puso a salvo su altura men-
t
al. El aprendiz, acosado, abandonó el campo, con falso reconocimiento
de que “tenía ya la instrucción suficiente, de las lecciones que había re-
cibido”: ¡recurso poco digno, encaminado a que se le suspendieran los
pagos al maestro! Nunca demostró este alumno que había absorbido
al menos algo de cuanto se le había dado.
42
Hay acuerdos y divergencias con el rector Quevedo. Como
resultado de varias reuniones entre dichos profesores Simón Rodrí-
guez escribe para él para el Colegio San Vicente, Consejos de amigo
dados al Colegio de Latacunga”. La nota de envío dice:
Señor doctor don Rafael Quevedo, Rector del Colegio de San Vicente,
en Latacunga. Señor: Usted me pide un Reglamento que rija la Primera
42 Alfonso Rumazo, Biografías Simón…op. cit., p. 289.
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Escuela. Le daré ideas, para que las combine con las suyas, y lo forme.
No haga usted imprimir mi manuscrito, ni lo muestre sino a personas
de talento e instrucción. Si los tontos lo ven impreso, tendrán qué reír
para muchos días, y si usted les da lectura, pensarán que los consulta;
los más, dormirán en lugar de oír.
43
En su estudio, (1851-1852) efectúa una propuesta para la or-
ganización de dicho plantel educativo, con la finalidad de preparar
a
l alumno para el trabajo, hacia la educación técnica y disponer a los
alumnos para que sepan leer, escribir y contar de modo que puedan
defenderse en la vida con un oficio honorable.
Dichos “Consejosse conocen en 1954, por la publicación
que hace el erudito escritor y religioso jesuita Aurelio Espinosa Pólit,
en el Boletín de la Academia Nacional de Histor
ia número 83, y cuya
nota intr
oductoria publicamos como anexo. (Ver anexo 2).
Su estilo aparentemente es un tanto desorganizado; escribe
con sentencias suyas, muy interesantes y llaves ortográficas signo
doble compuesto por dos signos simples, uno de apertura y otro de
cierre, que encierran ideas que aparecen acotando una oración que
se intercala en otra con la que está relacionada. De allí que para el
le
ctor común es un tanto difícil entenderlo por cuanto no existe su-
ficiente
cohesión en la estructuración que no corresponde a un solo
tema, puesto que en su producción encaja varios argumentos que
fluyen en forma desbordada pero inteligente, para lograr la finalidad
del objetivo que se ha propuesto.
Varios son los títulos de sus estudios, entre ellos: Extracto su-
cinto de mi obra sobre la Educación Re
publicana , de la cual referimos
que se publicó en el periódico Neo-Granadino de Bogotá en 1849, y
Consejos
de Amigo dados al Colegio de Latacunga, 1851; Sociedades ame-
ricanas, en 1828; El Libertador del Mediodía de América y sus compañeros
de armas, defendidas por un amigo de la causa social, Observaciones sobre
el terreno de Vincocaya,(sobre la conservación de la naturaleza, la economía
y la sociedad), Luces y virtudes sociales, (1854),
que constituye un pro-
grama en el que detalla su obra, al mismo tiempo, enuncia los suce-
sos con los que había tenido que pasar hasta dicho año.
43 Ibíd., p. 604.
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De sus “Consejos” hemos extractado algunos de sus pensa-
mientos que fluyen generosamente en máximas o axiomas, muchos
de ellos de crítica mordaz o burla a la educación que se impartía en
la época y que tienen como finalidad ir hacia una educación espe-
cializada en los oficios técnicos. En aquella etapa postcolonial toda-
vía se regía por antiguos moldes influenciados por la religión y la
moral pacata
heredada de Castilla. (Ver anexo 4).
Don
Simón está nuevamente sin empleo, de acuerdo con la
investigación realizada por el historiador Pedro Grases labora en La-
tacunga como profesor de primeras letras de las hijas de una señora
Viteri.
44
Sus pocos ahorros le servirán para un nuevo viaje. Su esposa
ha fallecido, mientras José, su hijo se relaciona con otro joven, el la-
tacungueño Camilo Gómez, cuya amistad es aprobada por el maes-
tr
o que lo trata como si fuese otro de sus vástagos.
De Latacunga, don Simón viaja a Guayaquil, a lomo de mula;
tiene 82 os, le sigue también el nuevo amigo de los Rodríguez.
Busca trabajo. Ante la falta de apoyo económico de quienes podían
ayudarlo en el gobierno de José María Urbina, al igual que otras au-
toridades, pese a conocer la situación por la que atraviesa el
anciano
ilustre. Ya en el puerto busca un socio para refinar esperma, sustancia
grasa
para hacer velas, y encuentra a un señor Zegarra, quien apoya
económicamente a la empresa, que lamentablemente fracasa. Ante
dicha circunstancia resuelve partir al Perú acompañado de su hijo y
del nuevo amigo Camilo Gómez. En el trayecto por vía marítima se
embarcan en una balsa precaria y, luego de un mes y medio, lle
gan
a
una caleta de pescadores, en el Perú, ya sin víveres ni agua, siendo
atendidos por pescadores indígenas, quienes les dan albergue. Don
Simón se halla enfermo y sin medicinas. Su hijo José les ha dejado y
ha marchado solo sin rumbo. La responsabilidad de cuidarlo ha sido
para el latacungueño, quien lo asiste diligente como si fuese su
padre. El enfermo tiene graves problemas intestinales, (de acuer
do
con
la narración que hace Camilo Gómez publicada en el periódico
El Grito del Pueblo, de 4 de agosto de 1898 y que por su importancia
publicamos como documento anexo), que tratan de curarlos con
aguas medicinales. Con el enfermo y con la colaboración de los pes-
44 Pedro Grases, Escritos de Simón Rodríguez, Imprenta Nacional, Caracas,1954, p. 44.
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cadores y del cura de Amotape, quien le había provisto de dos caba-
llos y diez pesos llegan a dicha población cercana a Paita. Al llegar
al pueblo lo reciben algunos hombres, quienes les conducen al alo-
jamiento, que denominan Quinta, casa lejana a la población en donde
había solo una habitación y en ella una silla vieja y un poyo de barro
en el que fue acostado el enfermo, quien se halla consciente
de su si-
tuación.
P
asan los días y el religioso no acude a visitar al enfermo,
antes al contrario, se entera Gómez, por una señora caritativa que
los proveía del almuerzo, que el cura había prohibido el ingreso al
pueblo de don Simón y que lo visitaran los habitantes, porque había
descubierto que era un hereje. Luego de algunos días el señor Ro-
dríguez solicita a mez llame al religioso, de nombre Sa
ntiago Sán-
chez,
más este al ser requerido se niega a acudir mencionado que no
quería ver a un protestante, más ante la insistencia acude para su-
puestamente confesar al enfermo, quien ante el estupor del cura le
habla de temas filosóficos y materialistas. Ante el requerimiento del
religioso para que su acompañante saliera, para que el impío confiese
sus culpas, según la afirmación que le hiciera a
mez, aunque la
versión
puede no ser cierta dado el carácter del profesor y su nega-
tiva de toda su vida respecto de asumir la religión católica, como
libre pensador que fuera. El enfermo continua grave, más una inusi-
tada visita se hace presente; son las señoritas Gómez de la Torre, que
tomaban baños termales en “La Brea”, que estaban cercanos a Paita,
quienes acompañadas de dos sacerdotes jesuitas, t
ratan de iniciar
conversación
pero el enfermo las rechaza, las mira desde su lecho y
no las dirige la palabra.
Sobre el tema de aquellos hombres que habían recibido al
maestro Rodríguez y los habían ubicado en la denominada Quinta,
Alfonso Rumazo, siguiendo el relato de Gómez, expresa: Al llegar a
la entrada del pueblo, vi con gran sorpresa presentarse algunos hombres
que nos salieron al encuentro y nos
detuvieron, diciéndonos que tenían
orden del cura para llevarnos a su quinta, que estaba cerca
”.
45
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45 Alfonso Rumazo González, Simón Rodríguez, maestro de América, Fundación Biblioteca Aya-
cucho, Caracas, 2005, p. 299.
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¿Caridad suma? ¡Todo lo contrario! ¿Cese de atenciones, como quien
considera que ya cumplió su deber? Habría sido disculpable, perdo-
nable. Regía algo peor: […] No recordaba Gómez un episodio del ca-
mino de Cabo Blanco a Amotape. Se lo contó Gabriel García Moreno,
desde Paita, a su cuñado Roberto Ascázubi: […] “Acabo de recibir una
carta de Panchita Larrea, fecha el 11 en La Brea [11 de febrero], por
la
q
ue he sabido que apareció allí don Simón Rodríguez tan malo con una
fuerte inflamación al vientre y en tal estado de debilidad que, a pesar
de que ella no le conocía, le detuvo, pues infaliblemente habría muerto
en la jornada de siete leguas que tenía que hacer para llegar a Amotape.
Ella le está curando, pero me dice que cree difícil el salvarlo por su
edad y la grave enfermedad que sufre. Voy a v
er si consigo reunir al-
gunos
recursos por medio de una suscripción, para remitírselos inme-
diatamente. ¡Qué hubiera sido del pobre viejo, si aquella excelente
señora no se hubiese hallado en ese desierto! Se hizo la suscripción,
que produjo tres onzas. “Sé que las han entregado a Panchita Larrea,
que está ya en Amotape”, dice García Moreno. Simón Rodríguez va ca-
yendo en el agobio lentamente, en un
largo agonizar de desmadeja-
miento;
se marchita, entre lánguidos quejidos; la gran luz ha entrado
en crepúsculo, hacia la noche. “La muerte –definirá Vallejo– es un ser
sido a la fuerza”.
46
Don Simón agoniza, en San Nicolás de Amotape, fallece el
28 de enero de 1854, tenía 83 años, desahuciado por la vida y en la
miseria, buscando algún paraíso perdido, fugando su alma hacia Eu-
ropa conocida, acompañando a Bolívar en aquel viaje hacia Roma
que
había modelado el espíritu de su pupilo; Samuel Robinson ha
muerto, sin honores y olvidado por quienes debían protegerlo. Hasta
su muerte había resguardado su equipaje, hasta el instante de su úl-
timo suspiro: dos cajones de libros y manuscritos. Solo le acompa-
ñaba el latacungueño Gómez, quien en primera instancia no sabía
cómo proceder ante tan infausto hec
ho, no por impredecible sino por
la
soledad que le agobiaba, las lágrimas era su panacea para el dolor
que entrañablemente le carcomía; era el cadáver del maestro a quien
le había conocido hace poco tiempo, en el ocaso de su vida. (Ver
anexo 3).
46 Alfonso Rumazo, Biografías Simón…op. cit., p. 300.
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Camina hacia el pueblo y notifica al cura, quien lo recibe con
cajas destempladas. Una señora, le aconseja que escribiera al cónsul
de Colombia en Paita, señor Emilio Escobar, notificándole el falleci-
miento del señor Rodríguez, así lo hace y recibe contestación al otro
día indicándole que se hiciera el entierro a su cuenta; con dicho aval
el cura no tiene problema y hasta ordena que se coloque el cad
áver
en
un nicho del cementerio del pueblo. Gómez, el único deudo del
maestro, indica en su exposición, que posiblemente por orden del
Cónsul se le proporcionó un vestido de paño y diez pesos.
García Moreno, quien se hallaba con otros políticos exilados
en Paita, al conocer que don Simón se había confesado con el cura
de Amotape expresa su alegría: Se ha confesado –le cuenta a su cuñado
Roberto Ascazub
i el 27 de febrero– y ha recibido el viático con grandes
muestras de arrepentimiento. Este es un ejemplo más de que la incredulidad
muere
antes que el hombre, y que la voz de la conciencia es irresistible en
los últimos momentos de la vida”.
47
Dice Alfonso Rumazo: “¿De qué iba a tener gran arrepenti-
miento, quien no recibió de la existencia sino dolores, hostilidades,
sufrimiento? ¡Una vida no se mide en pecados! Al futuro gobernante
del
Ecuador le importó la confesión; no, la desaparición del Maestro
de Bolívar y de América, del coloso escritor que se desploma y del
visionario educador que ya nada podrá añadir. Al conocer dos días
después el deceso, sólo comenta: Murió el pobre don Simón Rodríguez
en Amotape. Voy a ver si compro sus manuscritos”. Murió el pobre...”
48
Paita, en aquella época una pequeña aldea que vivía de la
pesca, desértica y desolada, a donde acudían los enemigos del go-
bierno ecuatoriano, desterrados y en el caso de García Moreno hu-
yendo del régimen del presidente Urbina. Y allí estaba en la época
de la muerte del maestro Rodríguez y Manuelita Sáenz, la liberta-
dora del libertador, pobre y en la miseria esperando la muerte, mer-
ced al destierro que sufriera por parte del p
residente ecuatoriano
Rocafuerte
y del presidente colombiano Santander.
49
Ella fallece dos
años después de la muerte de don Simón, el 23 de noviembre de 1856
por una peste que se difundió en la población de dicha región; con
47 Boletín de la Academia Nacional de Historia, Vol.34, N°83, La Prensa Católica, Quito, 1954, p.116.
48 Alfonso Rumazo, Biografías Simón…op. cit., p. 302.
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ella desaparecen muchos documentos de Simón Bolívar, de los cuales
había sido celosa guardiana; cruel destino de quienes habían forjado
la Patria Grande, acompañando al Libertador.
Aparece JoRodríguez tardíamente cuando su padre había
sido ya enterrado. Acompaña a Gómez a Paita. Allí se encuentran
con los políticos expatriados García Moreno, Rafael Carvajal, entre
otros. Camilo Gómez parte a Panamá c
on cartas de recomendación
de Manuelita Sáenz, con quien se había entr
evistado y de los políti-
cos ya mencionados. Posteriormente retorna al Ecuador, a su lugar
natal Latacunga, en donde fallece siendo ya anciano.
Los papeles de don Simón Rodríguez se quedaron en Guaya-
quil, Gómez los había dejado en poder de las autoridades, quedando
olvidados durante cuarenta años, hasta que Alcides Destruge los co-
leccionó con fines de publicación, mas dicha circunstancia no se dio
ya
que ningún gobierno se había interesado en editarlos, hasta que
un incendio en 1896, posiblemente termino con ellos por acción del
fuego.
50
En Amotape permanece el cadáver de don Simón por setenta
años, olvidado en la memoria de los pueblos que recorrió en su Amé-
rica. Posteriormente, es trasladado al Panteón de los Próceres en
Lima, y desde allí, al cumplirse cien os de su fallecimiento,
51
(1954), retorna a Caracas, ciudad de nacimiento, donde reposa en el
Panteón Nacional de Venezuela. Por fin en su existencia trashumante
de peregrino encuentran sus restos un lugar definitivo; la muerte le
llevó de nuevo hacia sus orígenes y allí está el nuevo Quijote de la
educación, don Simón Rodríguez-Samuel Robinson, junto a los res-
tos d
el Libertador, su alumno, hoy recordado en su vida y obra en-
l
azada con el conquistador y fundador de Repúblicas, Simón Bolívar,
el Héroe.
49 Alfonso Rumazo González, Simón Rodríguez, maestro de América, Fundación Biblioteca Aya-
cucho, Caracas, 2005, p.304
50 Pedro Grases, Escritos de Simón Rodríguez, Imprenta Nacional, Caracas, 1954, p.65
51 Alfonso Rumazo González, Simón Rodríguez, maestro de América, Fundación Biblioteca Aya-
cucho, Caracas, 2005, p.306
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ANEXO 1
Carta desde Pativilca del Libertador a Simón Rodríguez
Pativilca, 19 de enero de 1824
Al señor don Simón Rodríguez:
¡Oh mi Maestro! ¡Oh mi amigo! ¡Oh mi Robinson, Ud. en Colombia! Ud.
en Bogotá, y nada me ha dicho, nada me ha escrito. Sin duda es Ud. el hombre
más extraordinario del mundo; podría Ud. merecer otros epítetos pero no quiero
darlos por no ser descortés al
saludar un huésped que viene del Viejo Mundo a
visitar
el nuevo; sí a visitar su patria que ya no conoce, que tenía olvidada, no
en su corazón sino en su memoria. Nadie más que yo sabe lo que Ud. quiere a
nuestra adorada Colombia. ¿Se acuerda Ud. cuando fuimos juntos al Monte
Sacro en Roma a jurar sobre aquella tierra santa la libertad de la patria? Cierta-
mente no habrá Ud. olvidado aquel día de ete
rna gloria para nosotros; día que
a
nticipó por decirlo así, un juramento profético a la misma esperanza que no
debíamos tener.
Ud. Maestro mío, cuánto debe haberme contemplado de cerca aunque
colocado a tan remota distancia. Con qué avidez habrá seguido Ud. mis pasos;
estos pasos dirigidos muy anticipadamente por Ud. mismo. Ud. formó mi co-
razón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para
lo hermoso. Yo he
seguido
el sendero que Ud. me señaló. Ud. fue mi piloto aunque sentado sobre
una de las playas de Europa. No puede Ud. figurarse cuán hondamente se han
grabado en mi corazón las lecciones que Ud. me ha dado; no he podido jamás
borrar siquiera una coma de las grandes sentencias que Ud. me ha regalado.
Siempre presentes a mis ojos intelectuales las he seguido como guías infalibles.
En fi
n, Ud. ha visto mi conducta; Ud. ha visto mis pensamientos escritos, mi
alma
pintada en el papel, y Ud. no habrá dejado de decirse: todo esto es mío, yo
sembré esta planta, yo la regué, yo la enderecé tierna, ahora robusta, fuerte y
fructífera, he aquí sus frutos, ellos son míos, yo voy a saborearlos en el jardín
que planté; voy a gozar de la sombra de sus brazos amigos, porque mi derecho
es imprescrip
tible, privativo a todo.
S
í,
mi amigo querido, Ud. está con nosotros; mil veces dichoso el día en
que Ud. pisó las playas de Colombia. Un sabio, un justo más, corona la frente
de la erguida cabeza de Colombia. Yo desespero por saber qué designios, qué
destino tiene Ud.; sobre todo mi impaciencia es mortal no pudiendo estrecharle
en mis brazos: ya que no puedo yo volar hacia Ud. hágalo Ud. hacia mí; no
per-
derá Ud. nada; contemplará Ud. con encanto la inmensa patria que tiene, la-
b
rada
en la roca del despotismo por el buril victorioso de los libertadores, de
los hermanos de Ud. No, no se saciará la vista de Ud. delante de los cuadros, de
los colosos, de los tesoros, de los secretos, de los prodigios que encierra y abarca
esta soberbia Colombia. Venga Ud. al Chimborazo; profane Ud. con su planta
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atrevida la escala de los titanes, la corona de la tierra, la almena inexpugnable
del Universo nuevo. Desde tan alto tenderá Ud. la vista; y al observar el cielo y
la tierra admirando el pasmo de la creación terrena, podrá decir: dos eternidades
me contemplan; la pasada y la que viene; y este trono de la naturaleza, idéntico
a su autor, setan duradero, indestructible y e
terno como el Padre del Uni-
v
erso.
¿
Desde dónde, pues, pod decir Ud. otro tanto tan erguidamente?
Amigo de la naturaleza, venga Ud. a preguntarle su edad, su vida y su esencia
primitivas; Ud. no ha visto en ese mundo caduco más que las reliquias y los des-
echos de la próvida Madre: allá está encorvada con el peso de los años, de las
enfermedades y del hálito pestífero de los hombres; aquí está donce
lla, inma-
c
ulada, hermosa, adornada por la mano misma del Creador. No, el tacto profano
del hombre todavía no ha marchitado sus divinos atractivos, sus gracias mara-
villosas, sus virtudes intactas.
Amigo, si tan irresistibles atractivos no impulsan a Ud. a un vuelo rápido
hacia mí, ocurriré a un apetito más fuerte: la amistad invoco.
Presente Usted esta carta al Vicepresidente, pídale Ud. dinero de mi
parte, y venga Ud. a encontrarme.
Bolívar
52
170
Leonardo Bariga López
52 Simón Bolívar, Obras Completas, Ministerio de Educación Nacional de los Estados Unidos de
Venezuela, Compilación y notas de Vicente Lecuna con la colaboración de la señorita Esther
Barret de Nazaris, Vol. I. Caracas s/f.
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ANEXO 2
Nuevos manuscritos de Simón Rodríguez
El Sr. Pedro Grases en el artículo LOS ESCRITOS DE SIMÓN RODRÍ-
GUEZ, publicado en el Nº 39 del Volumen XIII de la Revista de la Sociedad Bo-
livariana de Venezuela (24 de Julio de 1953) enumera los once tulos que ha
logrado reunir para la edición oficial, en la colección de Clásicos Venezolanos;
y en el párrafo REFERENCIA A OT
ROS ESCRITOS cita tres títulos más, de los
que
dice: “Tres textos más aparecen mencionados en los estudios sobre Simón
Rodríguez. Por la imprecisión de las referencias, llegamos a dudar de la atribu-
ción, pero consignamos los datos que hemos recogido, ya que pueden ser útiles
para ulteriores investigaciones.
1. Carta a cinco bolivianos a la caída de la Confederación Perú-Boliviana.
2. Consejos de amigo a
l Colegio de San Vicente.
3.
Proyecto para la fabricación de pólvora y armas.
Y del segundo de estos textos añade: “Nuestras investigaciones en Lata-
cunga no han dado resultado alguno”.
Nada puedo decir del primero de estos tres escritos, ni del tercero; pero
tuve la satisfacción de comunicar al Sr. Pedro Grases que el segundo reposa ma-
nuscrito en la BIBLIOTECA ECUATORIANA del Instituto Superior de Hu
ma-
nidades Clásicas de la Universidad Católica del Ecuador
, en Cotocollao.
Consta de un cuaderno de 69 páginas numeradas, de gran formato, 33 x
21 cm., con una cubierta acartonada de color amarillo que lleva el siguiente tí-
tulo: CONSEJOS DE AMIGO, DADOS AL COLEGIO DE LATACUNGA/ POR/
SIMÓN RODRÍGUEZ. Se trata de un manuscrito hológrafo. Fuera de la triple
firma que lleva en las dos últimas páginas, lo
autentican la caligrafía inconfun-
dible
de Don Simón (verificada en las cartas autógrafos que también conserva
este archivo), y no menos la disposición peculiar del escrito, con desigualdades
deliberadas, tanto en el tamaño de la letra como en el número de renglones,
según la importancia que da el autor a las sentencias y el empeño que tiene de
hacerlas entrar por los ojos, así como también en los es
pacios, apartes y llaves.
Estas peculiaridades responden exactamente a la distribución tipográfica
que se observa en los escritos que Don Simón llegó a hacer imprimir, entre otros
L
UCES Y
VIRTUDES SOCIALES (Concepción, 1834) y SOCIEDADES AMERI-
CANAS EN 1828 (Lima, 1842), únicos que posee esta Biblioteca.
A ella vino el inapreciable manuscrito de los CONSEJOS por donación
del R. P. Luis Mancero Villagóm
ez, S. I., quien lo había recibido de la Sra. Victoria
Moya
de Sandoval. El padre de esta señora, el Dr. Moya, se había criado, como
decía, a los pies de Montalvo, y tenía cosas muy valiosas de su maestro. Hay,
171
Simón Rodríguez y el colegio de Latacunga
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pues, algún fundamento para creer que el manuscrito estuvo en poder de Don
Juan Montalvo; pero ni esto es absolutamente seguro, ni puedo dar ningún otro
dato acerca de él.
A continuación de los once títulos de obras diversas, apunta el Sr. Pedro
Grases: “12.–Cartas de Simón Rodríguez. Se conocen trece cartas: las dirigidas
a Bolívar y a Salom, de la obra de O’Leary: Memorias
; las dirigidas a Bernardino
Segundo
Pradel y a S. Duquet, de la obra de Gonzalo Picón Febres: Don Simón
Rodríguez; y a la dirigida a Anselmo Pineda, de la obra de Lozano: El Maestro
del Libertador”.
A este recuento puedo añadir otras tres, que tal vez sean las únicas que
se conserven autógrafas. Todas tres son del año 1845, fechadas en Latacunga a
20 y 28 de Julio y 12 de Agosto, y dirigidas al Sr. Dn.
Roberto Ascásubi, cuñado
de
Don Gabriel García Moreno. Reposan en la misma BIBLIOTECA ECUATO-
RIANA, y proceden de la colección de cartas del Sr. Roberto Ascásubi, que per-
teneció al Excmo. Y Rdmo. Sr. Dr. Manuel María Pólit Laso, Arzobispo que fue
de Quito, mi tío.
Finalmente vale la pena incorporar a la documentación para la historia
de Don Simón Rodríguez, la narración del Latacungueño Camilo Gómez
, quien
pr
esenció la muerte del ayo del Libertador en Amotape. Esta narración se pu-
blicó en EL GRITO DEL PUEBLO, periódico de Guayaquil en la edición del Jue-
ves, 4 de agosto de 1898, y no si habsido aprovechada por algún historiador.
Para completar los pormenores de esta narración, deben citarse también
las cuatro alusiones a Don Simón Rodríguez, que se encuentran en las cartas de
García Moren
o, cuyos dos primeros tomos han sido publicados por el Dr. Wil-
frido
Loor en 1953. Los originales de dichas cartas se hallan en este archivo de
Cotocollao, y pertenecieron también a Mons. Pólit.
Tanto por la relación de Camilo Gómez como por las cartas de García
Moreno, se viene en conocimiento de que fueron manos ecuatorianas las que se
alargaron misericordiosas para socorrer al ayo del Libertador en
el desamparo
de
su última hora. Y también del Ecuador viene ahora para la gloria póstuma
del gran pedagogo el texto del importantísimo manuscrito al que confió muchas
de sus ideas pedagógicas más originales y la prueba de su afán indeficiente por
la obra primordial para el engrandecimiento de los pueblos, la educación de su
niñez y juventud.
Instituto Superior de Humanidades Clásicas de la Universidad
Católica
del Ecuador
, Cotocollao, 6 de Abril de 1954.
Aurelio Espinosa Pólit, S. I.
53
172
Leonardo Bariga López
53 Boletín de la Academia Nacional de Historia, Volumen XXXIV, enero-junio, Quito, 1954, pp. 49-
50.
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ANEXO 3
Relación de la muerte de Don Simón Rodríguez por Camilo Gómez, testigo
presencial
(Publicada en El Grito del Pueblo, Guayaquil,
jueves 4 de agosto de 1898, con el título:
“Dos retratos del natural”)
.
Sr. Director de “El Grito del Pueblo”:
Latacunga, Julio. En esta ciudad posee el señor José María Batallas dos
retratos al óleo, uno del Libertador Simón Bolívar, y otro de su ayo don Simón
Rodríguez,
que se reputan tornados directamente de los personajes que repre-
sentan.
Fueron encontrados entre los trastos de don Simón Rodríguez que exis-
tían en la vecina parroquia de San Felipe, donde aquel residió algún tiempo, y
se deduce que si alguien debiera tener el retrato verdadero de Bolívar era su ayo.
Van a ser estos lienzos exhibidos con una información fidedigna por
el
señor Batallas en la Exposición Nacional que se pr
oyecta organizar en Quito.
El de Bolívar que está algo deteriorado es de medio cuerpo. Tiene bigote,
lo que no pasa en ninguno de sus retratos, en que se le presenta afeitado.
El de don Simón Rodríguez es de parecido completo según lo atestigua
el señor Camilo Gómez, natural de ésta, que lo acompañó por mucho tiempo y
a quien aquél consideraba como
hijo adoptivo.
Refier
e éste un interesante episodio de la vida del célebre ayo del Liber-
tador.
Cuando al señor Gómez se le enseñó el retrato de don Simón Rodríguez,
manifestó su admiración, exclamando: “Sólo le falta hablar”.
Y hizo la siguiente narración de cómo lo conoció y de sus últimos mo-
mentos:
“Don Simón, dijo, residió en esta ciudad algún tiempo; para vivir daba
lecciones de primeras letr
as a las hijas de una señora Viteri.
Lo
acompañaba José Rodríguez, a quien quería como a hijo y lo llamaba
por el nombre de Cocho. Trabé relaciones de amistad con este joven que era de
mi misma edad y con él visitaba la casa de don Simón, el que pronto me consa-
gró especial cariño.
Al poco tiempo de conocernos se dirigió don Simón a Guayaquil con su
hijo, y los seguí dos meses después.
En esa ciudad
celebro un contrato con un señor Zegarra para refinar es-
perma,
empresa que fracasó. Acosado por las exigencias de Zegarra para que le
devolviera el dinero con que lo habilitara, don Simón Rodríguez resolvió diri-
girse al departamento de Lambayeque, en el Perú, llamado por un caballero
para que implantara no sé qué negocio.
173
Simón Rodríguez y el colegio de Latacunga
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Sin esperar embarcación a propósito, nos embarcamos en una balsa de
sechuras que se hallaba en la vía. Fuimos arrastrados por corrientes contrarias
a causa de un temporal, y sólo mes y medio después pudimos arribar a una ca-
leta de pescadores, que creo se llama Cabo Blanco, habiendo sufrido hambre y
sed, pues se nos acabaron los víveres y el agua.
Don Simón se encontraba g
rave. José se trasbordó a una chata y sin de-
cirnos nada nos dejó abandonados.
S
altamos a tierra sin recursos; todo el equipaje de don Simón se reducía
a dos cajones con libros y manuscritos. Tres semanas permanecimos en la choza
de unos indios pescadores, los que al fin me dijeron que no podían continuar
manteniéndonos y que don Simón tenía una enfermedad que podía contagiarlos.
Logré convencerlos d
e que era hombre importante aquel viejo enfermo
y
que podría reportarlos alguna utilidad, si me acompañaban hasta algún pue-
blo cercano.
Accedieron y me llevaron a Amotape cerca de Paita. Me dirigí a casa del
cura y le impuse de lo que pasaba. Después de algunas dificultades me propor-
cionó dos caballos y diez pesos: Regrecon los indios a Cabo Blanco. Hice mon-
tar a don Simón y lo conduje a Amota
pe. Al llegar a la entrada del pueblo vi con
gran sorpresa presentarse algunos hombres, que nos salieron al encuentro y nos
detuvieron diciéndonos que tenían orden del cura para llevarnos a su quinta
que estaba cer
ca.
Tomamos ese camino y llegamos a la casa de la quinta en la que no había
más que una habitación, con una silla vieja y en el rincón un poyo de barro en
el que acosté a don Simón.
El cura no
volvió a acordarse de nosotr
os, y nos faltaba todo.
Ignoraba yo la causa de este abandono.
Todos los días iba al pueblo a buscar el alimento para don Simón, que
era preparado por una señora caritativa. Me dijo entonces ésta, que el cura había
prohibido la entrada al pueblo a don Simón y prohibido que lo visitaran los ha-
bitantes porque había descubierto que era un hereje. Todo el mundo temía apro-
x
imarse a la quinta; y esquivaban hasta tener trato alguno conmigo.
Aislado
y sin medios de asistencia sufría lenta agonía el enfermo, hasta
que las señoras Gómez, hermanas del señor Manuel Gómez de la Torre, que por
entonces estaban tomando baños en la Brea, vinieron a visitarlo acompañadas
de dos padres jesuitas.
Don Simón que estaba acostado los miró con profunda indiferencia y se
volvió del lado co
ntrario, sin dirigirles la palabra.
Pasar
on algunos días y me sorprendió una mañana don Simón dicién-
dome que fuera a llamar al cura.
Me dirigí a casa de éste, y fui mal recibido; el cura me contestó que no
quería ver a un protestante.
Insistí, manifestándole que deseaba confesarse el enfermo.
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Leonardo Bariga López
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Entonces convino en acompañarme.
Don Simón tan luego lo vio entrar se incorporó en la cámara, se sentó,
hizo que el cura se acomodara en la única silla que había y comenzó a hablarle,
algo así como una disertación materialista.
El cura quedó estupefacto y apenas tenía ánimo para pronunciar algunas
palabras tratando de interrumpirlo.
Era yo muy joven y no comprendía el alcance de lo que decía don Simón,
só1o recuerdo que manifestaba al cura que no tenía más religión que la que
había jurado en el Monte Sacr
o con su discípulo.
Volviéndose hacia mí, díjome que saliera. La conferencia fue larga. Cuan -
do salió el cura iba más tranquilo y más complacido de lo que estaba al venir.
A las 11 de la noche del día siguiente comenzó la agonía de don Simón
Rodríguez; a intervalos exclama: ¡Ay mi alma!
Espir
o y permanecí cerca del cadáver hasta la madrugada.
Me dirigí al pueblo a participar lo ocurrido al cura, el que me trató ruda-
mente por despertarlo tan temprano.
Una señora que me vio salir llorando, se acerco a consolarme y me acon-
sejó que escribiera al cónsul de Colombia en Paita; lo que hice inmediatamente.
Recibí al día siguiente la contestación firmada por el señor Emilio Esco-
bar, que encargaba se hiciera el entierro a su costa. El cura entonces sufragó los
gastos y aun ordenó que se colocara el cadáver en un nicho que existía en el ce-
menterio.
Además, tal vez por orden del cónsul, me proporciono un vestido de
paño y diez pesos.
Cuando me proponía dejar el pueblo se presentó Cocho y acompañado
de éste nos dirigimos a Paita, llevando los dos cajones de libros de don Simón.
En ese puerto encontramos a los ecuatorianos señores García Moreno,
Rafael Carvajal, JoMaría Cárdenas y otros emigrados, a los que referí! la
muerte de don Simón Rodríguez.
García Moreno tomó de entre los papeles contenidos en el cajón una carta
de Bolívar a su maestro.
Protegido por aquellos caballeros y con recomendaciones de la señora
Manuela Sáenz, partí para Panamá, pues creía que yo era hijo de don Simón y
tanto ella como los emigrados no me trataban por mi apellido sino por el de Ro-
dríguez.
Tal es la relación que nos ha hecho el señor Camilo Gómez.
Le preguntamos si recordaba el año de esos sucesos; y nos dijo que creía
fuese el 56 o el 58.
El señor Gómez es un anciano formal y honrado y que está en pleno uso
de sus facultades. El Corresponsal”.
54
175
Simón Rodríguez y el colegio de Latacunga
54 Rodríguez Simón, Obra completa, Ediciones de la Presidencia de la República, Tomo II, Caracas,
2001, pp. 547-550
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ANEXO 4
Selección de frases de la obra “Consejos de amigo, dados al Colegio de Lata-
cunga”
Señor doctor Don Rafael Quevedo Rector del Colegio de San Vicente, en
Latacunga: Señor, Usted me pide un Reglamento, que rija la 1
ra
. Escuela: le daré
mis ideas, para que las combine con las suyas, y lo forme. No haga Usted im-
primir mi manuscrito, ni lo muestre, sino a personas de Talento e Instrucción.
Si
los tontos lo ven impreso, tendrán que reír para muchos días, y si Usted les
da lectura, pensarán que los consulta. Los más, dormirán en lugar de oír.
El señor Simón no hace lo que ve hacer a todos, porque no es mono para
imitar sin crítica, ni veleta para voltearse a todos los vientos; a nadie ofende y
hace todo el bien que puede; se desvela solo él, hablando y escribiendo po
r hacer
ver la importancia de la primera escuela.
T
ome Usted una casa sola, que tenga solar, en que los niños se diviertan,
durante las horas de descanso: así se les impedirá que jueguen en las calles: y,
al mismo tiempo, habrá un medio de conseguir que se apliquen, privándolos
del recreo, si no han cumplido con las órdenes del Maestro.
No se admitirá niño en la escuela sin dar, a la persona que solic
ite la ad-
misión,
el Reglamento de Enseñanza, para que se imponga en el, se obligue a
observarlo, en lo que le toque, y a hacerlo observar al niño que recomienda.
Escuela Social. Llámese así la Primera Escuela, y se le dael nombre
que le corresponde.
La Primera Escuela es … un suplente de la potestad paterna, en las fun-
ciones de instruir y educar: porque es imposible!… que todos los padres sean
i
nstruidos, que sepan y quieran enseñar, y que tengan tiempo y lo necesario
para enseñar
.
La Paciencia y el gusto son raros, hasta en los que se dedican a enseñar.
Hay escuelas para niños decentes, que son los que pagan, y para la mo-
rralla, que… escribe en arena y en piedras, porque no tiene con que comprar
papel.
Si en el Colegio se enseñaran ciencias exactas y de observación, los jóve-
nes aprender
ían a apreciar lo que pisan y se abrirían muchas carreras.
El
Congreso debería declarar que la aprobación obtenida en estos exá-
menes, legalizada por un certificado de la Junta, fuera condición indispensable,
para gozar de derecho de ciudadanía: no porque los niños supiesen leer, sino
por haber hecho ver que sabían, lo que es derecho y deber, en sociedad.
Enseñanza Mutua es un disparate. Lancáster l
a inventó, para hacer
a
pr
ender la Biblia de memoria. Los discípulos van a la escuela… a aprender ¡…
no a enseñar! ni a ayudar a enseñar.
Dar gritos y hacer ringorrangos no es aprender a leer ni a escribir.
176
Leonardo Bariga López
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Con conocimientos de Historia Natural, apoyados en los de física y quí-
mica, serían agricultores instruidos y preferirían la vida del campo a los pobla-
dos, porque se distraerían con utilidad.
Mandar recitar, de memoria, lo que no se entiende, es hacer papagallos,
para qué. . . por la vida!. . . sean charlatanes. Hacer letras en la arena, con un pa-
lito, y borrarlas con
la mano, grabarlas en pizarras, y limpiarlas con Saliva.
Si
en la Primera Escuela se enseñara a raciocinar habría menos embro-
llones en la sociedad.
Obedecer ciegamente, es el principio que gobierna. Por eso hay tantos
esclavos – y por eso es amo el primero que quiere serlo.
No pierdan los americanos su tiempo, en proyectos pomposos. En lugar
de teologías, psicologías, derechos, y lenguas muertas, h
agan, los que tengan
juicio,
algo! por unos pobres pueblos, que no saben qué hacerse, ni que hacer
de sus hijos.
La plata y el oro halagan la avaricia y al cabo empobrecen al minero, por-
que las vetas se pierden o se agotan y él sigue buscándolas, como perro ham-
briento que, después de haber tragado el bocado, se queda olfateando el lugar
donde lo halló.
Los Directores de los Pueblos, y los que se cr
een dignos de serlo, deben
conocer
que, a la educación que recibieron en su infancia, deben los homenajes
que se le tributan: y que, sin ella, estarían perdidos en la masa que desprecian.
Si nuestros primeros padres, hubieran sido fantásticos, habrían tapado
sus vergüenzas… no con hojas de higuera, sino, un día, con hojas de plátano, y
otro, con hojas de romero.
Con latín, leyes y teología no ganaran
de qué subsistir, o subsistirán entre
privaciones y escaseces.
P
ara que el Colegio de Latacunga sea único! en el Ecuador, y el principal!
cuando, en otras partes, lo hayan imitado. Siempre será el primero, porque em-
pezó a dar ejemplo.
Y otros, proponiendo al señor Rector y a sus amigos, que influyan con el
Primer Congreso, que se reúna, para que de una ley en favor del sostén y pro-
pagación de la Es
cuela Social.
Conociendo los minerales, podrían emprender cateos de metales más
útiles
que el oro y que la plata, como hierro, plomo, estaño, cobre, zinc, platina,
manganesa y otros.
La agricultura pide terreno – al agricultor toca abonarlo. Las tierras ad-
quieren más valor, al paso que la población aumenta. El suelo de Latacunga, y
el de sus inmediaciones, a larga distancia, es volcánico–fértil, por
consiguiente,
si
se riega, y en cualquier parte se pueden hacer pozos, para sacar, con norias,
el agua que se escurre de los cerros, o se infiltra y viene a rezumarse en los Are-
nales del Llano.
¿¡Es posible!? que vivamos con los indios, sin entenderlos?! Ellos hablan
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bien su lengua, y nosotros, ni la de ellos ni la nuestra.
Antes, se ordenaban los Curas de Indios, a título de lengua: Ahora, can-
tan los Clérigos los Evangelios y las Epístolas … en latín –absuelven… en latín
–olean. . . en latín –dicen la misa… en latín. . . para que ni indios ni blancos los
entiendan.
Con conocimientos en Historia Natural, apoyados en los de física y qu
í-
mica, serian agricultores instruidos arrendarían las haciendas del colegio, y
otras tendría el colegio sus rentas seguras y ellos preferirían la vida del
campo a la de los poblados, por
que se distraerían con utilidad.
Las Artes Mecánicas, en Latacunga, están casi abandonadas. Parece que
las hay, en ejercicio, porque se ven algunos talleres, establecidos por hombres,
que, sin aprendizaje, hacen
, no lo que saben, sino lo que pueden, para ganar la
vida.
El
2
do
. Fin de los Consejos de Amigo, es, que… el Congreso se distinga,
imponiendo una contribución directa para el sostén y propagación de la Primera
Enseñanza.
Sin fondos, con qué subvenir a los gastos, toda empresa se queda en pro-
yecto.
Si, por escasez de medios, no se gasta lo necesario, los resultados se re-
sienten de la pobreza.
El Mae
stro debe contar con una renta, que le asegure una decente sub-
s
istencia, y en que pueda hacer ahorros, para sus enfermedades, y para su vejez.
La Enseñanza no debe alojarse en salitas ni en tabucos: se le han de cos-
tear edificios decentes, surtidos de todo lo necesario, para enseñar con facilidad
y perfección.
Cuando la instrucción social haya producido los efectos que deben es-
perarse, no habrá
quien desapruebe las contribuciones dir
ectas. . .
Adiós, Amigo, Si usted fuera mujer, le diría, como todos dicen, y en el
sentido en que lo dicen porque, para llegar a la altura de un monte, se empieza
a subir por las faldas
Pensamientos de Simón Rodríguez sobre la Educación
¿Dónde iremos a buscar modelos? La América Española es original. Ori-
ginal han de ser sus instituciones y su Gobierno y origi
nales de fundar unas y
otr
o. O inventamos o erramos.
Adquirir luces sociales significa rectificar las ideas inculcadas o mal for-
madas. Mediante el trato con la realidad en una conjugación inseparable de Pen-
sar y Actuar bajo el conocimiento de los principios de independencia y
gene ra lización absoluta.
El maestro de niños debe ser sabio, ilustrado, filósofo y comunicativo,
porque su oficio es formar
hombres para la sociedad.
178
Leonardo Bariga López
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La etapa Colonial Española, impuso su cultura, su religión, sus leyes, se
produjo la cultura de la dominación, de la explotación de la exclusión social, en
la América de habla española.
En Europa se producen transformaciones políticas-económicas, se está
pasando de la etapa socio económico feudal, a la era del capitalismo, de las pri-
meras industrias, de conformación de la
s burguesías nacionales, de la acumu-
lación
del capital, de la Ciencia como ordenador de la vida terrenal y la religión
como ordenador de lo espiritual.
Acostumbren al niño a ser veraz, fiel, servicial, comedido, benéfico, agra-
decido, consecuente, generoso, amable, diligente, cuidadoso, aseado; a respetar
la reputación y a cumplir con lo que promete. Y jense las habilidades a su
cargo; él sabrá bus
carse maestros, cuando joven.
E
l título de maestro no debe darse sino al que sabe enseñar, esto es al que
enseña a aprender; no al que manda aprender o indica lo que se ha de aprender,
ni al que aconseja que se aprenda. El maestro que sabe dar las primeras instruc-
ciones, sigue enseñando virtualmente todo lo que se aprende después, porque
enseñó a aprender.
El hombre no es ignorante porque es pobre, si
no lo contrario.
Enseñen, y tendrán quien sepa; eduquen, y tendrán quien haga.
Enseñen
los niños a ser preguntones, para que, pidiendo el porqué de lo
que se les mande hacer; se acostumbren a obedecer a la razón, no a la autoridad
como los limitados, no a la costumbre como los estúpidos.
55
(Recopilación de Leonardo Barriga López)
179
Título del artículo
55 Simón Rodríguez, Obras completa, Tomo II, Ediciones de la Presidencia de la República, Cara-
cas/Venezuela, 2001, pp. 5, 7, 11, 16, 20, 22, 25, 26, 27, 29, 32, 34, 36, 37, 44, 46, 52, 53, 61, 63;
547, 548, 549, 550.
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