BOLETÍN  
DE LA ACADEMIA  
NACIONAL DE HISTORIA  
Volumen C  
Nº 208–B  
Julio–diciembre 2022  
Quito–Ecuador  
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA  
Vol. C – Nº. 208-B  
Julio–diciembre 2022  
JOAQUIN ANTONIO CALDERÒN Y SALAZAR,  
PRECURSOR DE LA INDEPENDENCIA DE CUENCA.  
APUNTES CRÍTICOS EN TORNO A LA INDEPENDENCIA  
DE NUESTRA REGIÓN  
–DISCURSO DE INCORPORACIÓN–  
Manuel Ignacio Carrasco Vintimilla1  
Breves presupuestos teóricos  
Al encontramos insertos en las conmemoraciones bicente-  
narias consideramos que se justifica con plenitud retomar antiguas  
inquietudes en torno al estudio y análisis de los acontecimientos que  
se dieron en el contexto de determinadas coyunturas locales, nacio-  
nales e internacionales, como es el caso de la ocupación napoleónica  
a la Península Ibérica y sus repercusiones en América Hispana, su-  
cesos coyunturales que cerraron determinadas estructuras históricas  
para abrir paso a nuevas condiciones que, a la postre, llevarían a las  
independencias del Régimen Colonial Español.  
El devenir de las comunidades humanas constituye un com-  
plejo entramado de estructuras socio-económicas y político-cultura-  
les, fundamentalmente, que son examinadas por diversas disciplinas  
sociales desde su particular enfoque epistemológico. La Historia,  
conviene decir en mejores términos la Historiografía, encuentra su  
1
Profesor de Segunda Enseñanza de Historia y Geografía, Licenciado en Humanidades Mo-  
dernas, Máster en Docencia Universitaria e Investigación Educativa, conferidos por la Uni-  
versidad de Cuenca. Miembro de la Sección de Historia de la Casa de la Cultura Ecuatoriana,  
Núcleo del Azuay; Miembro Fundador y Honorario de Cátedra Abierta Historia de Cuenca y  
su Región. Se desempeñó 24 años como rector en el Colegio Antonio Ávila M; también fue  
profesor en la Carrera de Historia y Geografía de la Facultad de Filosofía y Letras de la Uni-  
versidad de Cuenca (1972-2011), en ejercicio de las Cátedras de Historia de la Cultura-Prehis-  
toria y Antigüedad-, Historia del Ecuador –Época Republicana, Teoría y Métodos de la Historia  
e Historia de América. Fundador y Primer Coordinador de Cátedra Abierta, Historia de  
Cuenca y su Región (2007-2011) y Miembro Honorario hasta la presente fecha. Colaborador  
de las revistas Pucará, Cabeza de Gallo y Revista del Archivo Nacional de Historia, Sección  
del Azuay.  
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Joaquín Antonio Calderón Salazar  
Precursor de la Independencia de Cuenca  
punto de partida epistemológico en el tiempo, vale la pena recalcar,  
en el tiempo histórico, en el tiempo de la corta, la media y la larga  
2
duración. Sucesos, coyunturas y estructuras, encadenados unos con  
otros, evidencian al quehacer histórico engarzado en el ámbito de  
otra disciplina social, que encuentra su base epistemológica en el es-  
pacio, la Geografía. De modo que, el azaroso destino humano se em-  
pieza a comprender en la síntesis geohistórica, científicamente  
elaborada por el gran Fernand Braudel.3  
En estos términos conviene tratar el complejo proceso inde-  
pendentista de las colonias hispanoamericanas, gobernadas por algo  
más de 300 años desde la lejana Corte Castellana. Ya algunos histo-  
riógrafos gustaban hablar de causas lejanas, remotas o mediatas y  
de causas inmediatas o cercanas de las independencias en cada uno  
de los países hispanoamericanos, sin acaso inferir que cada una de  
las comunidades humanas, que cada una de las sociedades estudia-  
4
das eran, y son, complejos sistemas geohistóricos de diversa condi-  
ción, en los que se puede encontrar grupos o afinidades ideológicas  
de una u otra tendencia para comprender el mundo y, en consecuen-  
cia, obrar históricamente en diversidad de criterios y actitudes frente  
a las vivencias temporales.  
Algo de lo enunciado quizás podamos evidenciar en un  
breve recuento y análisis del proceso independentista vivido en  
Cuenca a partir del 10 de agosto de 1809, en el que buscaremos en-  
marcar el accionar histórico de Joaquín Antonio Calderón y Salazar  
a fin de procurar una comprensión cabal del grupo social al que se  
debía y, el cual posiblemente, fue partícipe de las ideas que impul-  
saron su accionar político pro independentista. Tratamos de com-  
prender y explicar cómo un proceso de larga duración: la Colonia  
2
3
4
Fernando Betancourt Martínez, “Historiografía y diferencia: el orden procedimental de la in-  
vestigación histórica”, Historia y grafía, núm. 51, Universidad Iberoamericana, 2018. Ver en:  
https://www.scielo.org.mx/pdf/hg/n51/1405-0927-hg-51-293.pdf (19-12-2022)  
Leticia Gamboa Ojeda, “Fernand Braudel y los tiempos de la Historia”. Ver en: https://cdigi  
tal.uv.mx/bitstream/handle/123456789/8744/sotav2-Pag-33-45.pdf;jsessionid=736BBBC1CE  
2924C50126E27A478CEE6A?sequence=1 (19-12-2022)  
Erika Raquel Acosta Roa, “De pueblo de indios a ciudad dormitorio. Una reconstrucción geo-  
histórica”, Estudios del Desarrollo Social, vol.8, n.1, 14-Abr-2020. Ver en: http://scielo.sld.cu/  
pdf/reds/v8n1/2308-0132-reds-8-01-1.pdf (19-12-2022)  
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Hispanoamericana, sufrió un giro sustancial en su devenir a partir  
de la coyuntura surgida en la ocupación napoleónica de España, la  
cual desencadenó una serie de procesos y sucesos que transforma-  
ron, sustancialmente, la estructura colonial que había implantado  
España en estas tierras. En este marco, analizaremos los sucesos y  
procesos que, a su vez, condicionarían el inicio de la nueva estruc-  
tura social latinoamericana: la vida republicana y, examinar en qué  
condiciones se habría desarrollado Cuenca en el lapso de la coyun-  
tura pre independentista 1809–1822, que corre entre la pronunciación  
de Quito el 10 de agosto y la llegada de Sucre a nuestra urbe, por lo  
que es necesario conocer el ambiente social de la ciudad en el men-  
tado tiempo histórico de nuestra referencia.  
Cuenca a inicios del siglo XIX  
Para inicios del siglo el núcleo urbano de la ciudad debía  
mantenerse dentro de la traza urbana definida en el acta fundacional,  
Cuenca estaba rodeada de los barrios suburbanos de San Blas, al este  
de mayoría indígena, San Sebastián al occidente, habitado por mes-  
5
tizos, con preminencia de chazos, y el Ejido poblándose en torno a  
San Roque.  
La urbe debía albergar alrededor de 40.000 habitantes, mien-  
tras que el área de influencia regional, acaso integrada por los tér-  
minos jurisdiccionales que se señalaron al momento de la fundación  
en 1557, contaría con aproximadamente unas 65.000 personas que,  
en conjunto con la población urbana, desde el punto de vista social,  
estaban aglutinadas en lo que Caldas había señalado en su visita de  
1804:  
Cuenca se puede dividir en tres clases, como casi todos los pueblos de  
la América: nobleza, estado medio y plebe. La nobleza, es decir los so-  
lares hidalgos, porque no hay otra, vive ocupada en litigios o en el  
5
El chazo es una identidad étnica situada en los márgenes, en las comunidades campesinas a  
la vera de las ciudades del austro ecuatoriano. En: Oswaldo Encalada Vásquez, El Chazo: Una  
realidad étnica y cultural en el austro ecuatoriano, Universidad del Azuay, Cuenca, 2022. Ver en:  
https://publicaciones.uazuay.edu.ec/index.php/ceuazuay/catalog/book/213 (19-12-2022)  
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pleito dentro de Cuenca, o en el cuidado de sus haciendas y gran parte  
del tiempo en la inacción. El mestizo es el que comercia, y la plebe la  
6
que sufre todo el peso de la labranza y del servicio de la ciudad.  
En lo político administrativo a fines del siglo XVIII la ciudad  
había recibido dos grandes transformaciones, el paso de Corregi-  
miento a Gobernación en 1771 y la erección del Obispado en 1779,  
hechos históricos que, para inicios del nuevo siglo, acaso habrían  
contribuido a una relativa prosperidad de la urbe y su región que  
había logrado algún progreso económico fundamentado en la expor-  
tación de las cascarillas y otros vegetales medicinales en el siglo an-  
7
terior. La consolidación de las haciendas de pan sembrar y la gana-  
dería, el cultivo de la caña de azúcar en los cálidos valles de la región,  
a la par que se mantenía activo el comercio de artesanías y productos  
agrícolas y ganaderos con Guayaquil y el norte del Perú, alentaban  
cierto aire de bienestar al comenzar la centuria decimonónica.  
Podríamos afirmar que desde la centuria anterior se mante-  
nía una economía estable que, a inicios del siglo XIX, comenzaría a  
sufrir los embates de las guerras de la independencia, cuando los es-  
pañoles, al principio, y los libertadores luego, impusieron a la po-  
blación préstamos forzosos, requisas de caballos y ganado vacuno,  
donación de alimentos, enrolamiento en el ejército y demás contri-  
buciones a las respectivas causas, afectando la economía el bienestar  
de la población toda, estado bélico que volvería a repetirse a finales  
de la centuria con la oposición armada presentada por conservadores  
y progresistas liderados por Antonio Vega Muñoz a la incipiente Re-  
volución Liberal conducida por Eloy Alfaro.  
A inicios del siglo XIX “Las letras están en cero en esta capital  
anota Caldas–. No hay ni nociones ligeras ni noticias de las ciencias. Esta  
proposición nos dispensa de entrar en un pormenor. No hay ni un seminario  
conciliar ni un obispado rico y poblado como este. Un poco de mala gramá-  
6
7
Francisco José de Caldas, Cuenca, 1804, en Luis A. León, Compilación de Crónicas, Relatos y Des-  
cripciones de Cuenca y su Provincia. Tercera Parte. Gráficas Molina Hernández, Cita Ltda. Cuenca  
1983, p.51  
Tierras propicias para el cultivo, especialmente de cereales.  
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8
tica es toda la educación pública que presenta Cuenca a su juventud y  
algo semejante opina de las artesanías.  
Sin embargo, conviene advertir que superada la coyuntura  
independentista –1809-1822– con el inicio del régimen republicano  
la situación de la educación, y con ella todo lo que signifique cultura  
académica, inició un proceso de mejoramiento y superación, nuevas  
escuelas, la labor educativa del Seminario, la vinculación con el ex-  
terior a través de las exportaciones de las cascarillas, en fin, avanzado  
el siglo XIX, el funcionamiento del Seminario y el Colegio Nacional  
desembocaría en la creación de la Corporación Universitaria del  
Azuay, hoy universidad de Cuenca.9  
Juan Cordero Iñiguez, presenta el siguiente panorama de la  
ciudad en 1822:  
Cuenca quedó aniquilada, con extrema pobreza, con el comercio hacia  
el Perú muy disminuido, integrada sin ilusión a la Gran Colombia, pero  
con esperanzas porque se hicieron esfuerzos por el restablecimiento de  
escuelas públicas, se creó la maestranza bajo la dirección de Gaspar  
Sangurima y, sobre todo, porque hubo un gran impulso en varios cam-  
pos, dado por personas seculares y regulares, pero sobre todo por el  
singular Combatiente Solitario, que llevó el nombre de Vicente Solano.  
Nacido en 1791 y muerto en 1865.10  
Así se observaba el panorama social en Cuenca en el ámbito  
de la coyuntura independentista, por lo que se hace necesario cono-  
cer el motivo de nuestro interés en torno a este proceso.  
Antecedentes de mis inquietudes en torno a la independencia de  
Cuenca  
Entre el otoño de 1978 y el verano de 1979, permanecimos  
8
Cfr. Francisco José de Caldas, Cuenca, 1804, en: Luis A. León, Compilación de Crónicas, Relatos  
y Descripciones de Cuenca y su Provincia, Tercera Parte, Gráficas Molina Hernández Cia. Ltda.,  
Cuenca 1983, p. 50.  
9
1
Universidad de Cuenca, Nuestra Historia. Ver en: https://www.ucuenca.edu.ec/nosotros  
(19-12-2022).  
0 Juan Cordero Iñiguez, Historia de Cuenca y su Región. Proceso Independentista. 1809-1822, Grá-  
ficas Hernández, Vlm. VI, Cuenca, 2016, p. 23.  
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Joaquín Antonio Calderón Salazar  
Precursor de la Independencia de Cuenca  
en Sevilla a fin de realizar una recopilación documental en el Archivo  
General de Indias (A.G.I), merced a una beca concedida por la Or-  
ganización de Estados Americanos (O.E.A), con el ánimo de escribir  
una tesis doctoral en Historia sobre la situación socio económica de  
la Real Audiencia de Quito en el siglo XVIII y sus repercusiones en  
la naciente Gobernación de Cuenca. Durante esta investigación, re-  
cuperamos documentación numerosa y significativa, en fotocopias  
y microfilms.  
Ya cerca de terminar nuestra estadía encontramos el docu-  
mento titulado Testimonio perteneciente a Joaquín Calderón sobre delitos  
de Estado. A.G.I., Quito 219, nos pareció de interés el documento  
puesto que revelaba sucesos completamente ignorados en el relato y  
el análisis de nuestro proceso independentista. Según el documento,  
había existido un “precursor de la independencia”, es decir un hom-  
bre que se adelantaba a su tiempo en la búsqueda de transformacio-  
nes sociales en su pequeña aldea perdida en la inmensidad de los  
Andes. Lo más inquietante de todo era que “la historiografía oficial”,  
la escrita por los maestros de la época en la que se relató la épica de  
la independencia regional, desconocía por completo su existencia.  
A nuestro retorno, el bagaje historiográfico pronto se perdió  
entre el barullo de las 40 horas de clases semanales, la atención a la  
pequeña familia que crecía veloz, a grandes trancos, y una que otra  
noche de vinos y rosas. La verdad, me apena confesarlo, salvo 3 do-  
cumentos que fueron trabajados y que produjeron sendos artículos,  
las fotocopias se han amarillado bajo la mirada insomne del investi-  
gador en ciernes. Los microfilms durmieron un aletargado sueño, en  
espera de ser transferidos quizás a algún archivo local de documen-  
tos históricos, porque, en aquel entonces, había que ganarse el con-  
gruo sustento y, sobre todo, labrarse la existencia en el magisterio,  
puesto que aquello de investigar en el campo de las Ciencias Sociales  
entonces era, y, quizás hoy continúa siendo, una curiosa y utópica  
actividad propia de los diletantes, cercana al ocio y entretenimiento.  
Sin embargo, nos satisface haber escrito, sobre la base de los  
documentos que reposan en el Archivo General de Indias, los artí-  
culos: “Joaquín Antonio Calderón y Salazar, un cuencano precursor  
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de la independencia, en dos versiones, que difieren más que en el  
asunto de fondo, en el estilo y enfoque diverso. La primera versión  
(
2003) fue publicada en Pucara, revista de la Facultad de Filosofía,  
Letras y Ciencias de la Educación de la Universidad de Cuenca, el  
segundo enfoque (2004) se recogió en la edición de A la sombra de  
Clío, libro que recopila algunos artículos escritos a lo largo de nuestra  
carrera como docente de Historia, en colegios de la ciudad y en la  
Facultad de Filosofía de la Universidad de Cuenca.  
El artículo sobre La visita del Oidor Pedro de Arìzala a la  
ciudad de Cuenca” fue publicado en la sección ‘Documentos’ de la  
Revista del Centro de Estudios Históricos y Geográficos del Azuay número  
4
6, en 1981; este trabajo también está reproducido en A la sombra de  
Clío. Y, el tercero, “Fundamentos documentales para una teoría po-  
lítica de Espejo”, sobre el que Carlos E. Freile Granizo, en su estudio  
documental Eugenio Espejo. Precursor, al presentar el documento acu-  
satorio en contra del presbítero Juan Pablo Espejo por la delatora  
Francisca Navarrete, en la nota 74, refiriéndose a nuestro trabajo, in-  
dica que se ha publicado por primera vez en el país “este crucial do-  
cumento”, para agregar que “sólo la incomunicación entre las provincias  
y la capital así como la despreocupación por el estudio meticuloso y erudito  
de nuestro pasado, tan característico de nuestro quehacer cultural, explican  
11  
el que esta publicación no haya tenido la resonancia debida”.  
Debió ser a inicios de la década del 2000 que conocí a Jesús  
Paniagua Pérez, acucioso investigador leonés, quien me hizo llegar  
un artículo de su autoría titulado Juan López Tormaleo y Joaquín  
12  
Calderón, entre Astorga y América”. Se trataba de un estudio ela-  
borado al estilo de “vidas paralelas”: Juan López Tormaleo nac en  
el seno de una familia hidalga natural de la villa de Cacabelos, mu-  
nicipio de Astorga, en el reino de León; estudió en la universidad  
de Valladolid y fue nombrado ‘Teniente Asesor’ de Gobierno en  
Cuenca, hacia 1791 e interinamente gobernador hasta 1817, luego  
se desempeñó como oidor de la Real Audiencia de Quito desde 1818.  
1
1
1 Carlos Freile, Eugenio Espejo Precursor, Producciones digitales, Abya-Yala, Quito, 2001, p.186  
2 Jesús Paniagua Pérez, “Juan López Tormaleo y Joaquín Calderón, entre Astorga y América”,  
en Astórica, N° 7, 1988. Ver en: http://ihtc.orex.es/1198.pdf (04-01-2023)  
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Joaquín Antonio Calderón Salazar  
Precursor de la Independencia de Cuenca  
Sobre Joaquín Antonio Calderón y Salazar, escribe Jesús Pa-  
niagua que:  
Había nacido en Cuenca, en las lejanas tierras de la Audiencia de Quito,  
donde era asesor de gobierno otro nacido en tierras del obispado de  
Astorga (se refiere a Tormaleo). Había venido al mundo en 1771, y  
había casado con la quiteña doña Teresa Mexia. Aunque tenía negocios  
en Quito, era uno de los muchos hacendados de la Gobernación de  
Cuenca y sus propiedades se encontraban en las inmediaciones del  
lugar de San Sebastián del Sígsig. Su actividad pública se desarrolló  
principalmente a raíz de los sucesos juntistas de Quito, especialmente  
a partir de 1810.13  
Su actividad en pro de los quiteños, continúa Paniagua, con-  
sistía en conseguir ayuda suficiente en los territorios cuencanos para  
levantarlos contra el poder establecido y desgastar así uno de los  
principales bastiones realistas de la Audiencia de Quito; por otro  
lado, eso favorecía la entrada de las tropas quiteñas en su avance  
hacia el Sur. Su cuartel general, dice, era una hacienda del Sígsig,  
desde donde maquinó buena parte de la conjura que pretendía llevar  
a cabo como apoyo a Carlos Montúfar, Comisionado Regio, y que,  
según Calderón, venía a Cuenca a “quitar algunas cabezas”, con es-  
pecial interés por la del Obispo Quintiàn Ponte, la del gobernador y  
la del teniente asesor de gobierno, es decir, don Juan López Torma-  
leo.1  
4
La lectura de este artículo, cuya parte sustancial apunta al  
accionar político de Calderón y Salazar, que hemos transcrito en lí-  
neas anteriores, se motivó a desempolvar los microfilms a fin de que,  
con el apoyo de estudiantes de la Carrera de Historia y Geografía,  
se alcanzaran a borronear algunas líneas en torno a los que resulta-  
ban desconocidos sucesos comarcanos acontecidos entre 1809 y 1813.  
No encontramos con facilidad un lector de microfilms, de modo que  
los documentos permanecían encerrados en su mutismo. Hasta que  
María Leonor Aguilar García vino en nuestra ayuda: “en el “palo-  
1
1
3 Jesús Paniagua Pérez, op. cit., p.46  
4 Ibídem.  
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Manuel Ignacio Carrasco  
mar” del Cidap”, se refería a la buhardilla, “hay un aparato de los  
que necesita”, nos dijo, “hable con el Claudio”, acotó.  
Claudio Malo González era entonces director del Centro Inte-  
ramericano de Artesanías Populares (CIDAP). Gentil y gustoso nos  
autorizó la utilización del lector, un aparato, lo digo con gratitud y  
respeto, muy antiguo, que se encontraba en desuso por mucho  
tiempo. El sistema de corrido automático de la película no funcio-  
naba, por lo que había que pasar los documentos a mano, uno a uno,  
en un proceso verdaderamente agotador. El tablero sobre el cual se  
proyecta el microfilm para facilitar la lectura, que alguna vez debió  
ser blanco, se encontraba lleno de ralladuras y manchas por lo que  
la lectura se hacía aún más difícil.  
El grupo de apoyo, estuvo integrado por María Eugenia Arci-  
niegas, Tania Macera, Emilia Morales y Danilo Cordero, estudiantes  
de la Carrera de Historia y Geografía, tuvo que realizar sacrificados  
esfuerzos para cumplir con su cometido. El legajo 219 A.G.I. Quito  
contiene, entre otros documentos, el “Testimonio perteneciente a Joa-  
quín Calderón sobre delitos de Estado”, con alrededor de 120 folios ma-  
nuscritos. El primer documento, quizás el más largo y enjundiosos  
reza: “Testimonio perteneciente a Joaquín Calderón sobre delitos de Es-  
tado”, que es copia del proceso que se le instauró en Santa Ana de  
Cuenca del Perú en mayo de 1811, durante el gobierno de Don Joa-  
quín de Molina, Presidente de la Real Audiencia de Quito.  
Otra copia, fechada en Cádiz el 6 de octubre de 1812, dice ser  
un “Expediente formado contra Joaquín Antonio Calderón, conducido a la  
cárcel de esta ciudad desde la de Cuenca, Reyno de Santa Fe”, además de  
una carta de Don Manuel de Mallo a Don Pedro Cevallos, encargado  
del Despacho de Gracia y Justicia de Indias, en la que se denuncia la  
presencia de Calderón Salazar en Astorga, obispado del Reyno de  
León. Otros documentos son la “Nueva Copia de Consejo de Guerra que  
se le instauró a Joaquín Antonio Calderón y Salazar a partir de marzo de  
1811” y una “Representación de Joaquín Antonio Calderón y Salazar al  
Consejo de Regencia”, en la que da razón de su precaria situación y  
solicita un empleo para poder subsistir.  
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Joaquín Antonio Calderón Salazar  
Precursor de la Independencia de Cuenca  
El trabajo titulado “Joaquín Antonio Calderón y Salazar: un  
cuencano precursor de la independencia” se fundamentó en los dos pri-  
meros documentos citados en esta relación, especialmente en el Con-  
sejo de Guerra transcrito por María Eugenia Arciniegas. También se  
efectuó una revisión bibliográfica a cargo de Emilia Morales y Danilo  
Cordero, quienes realizaron un rastreo de alrededor de 20 volúme-  
nes, sobre todo diccionarios biográficos, en búsqueda de referencias  
en torno a este personaje.  
15  
En el Diccionario Biográfico de la República del Ecuador, de Gus-  
tavo R. Arboleda de 1910, consta: “Calderón Joaquín. Prócer de la in-  
dependencia, apresado por los realistas en Cuenca, en 1811”. Mientras  
16  
que, en el Diccionario Biográfico Ecuatoriano, de Braulio Pérez Mar-  
chant de 1928, se anota una brevísima referencia sobre el personaje:  
Calderón Joaquín. Bravo defensor de los intereses de la Patria. Luchó con  
denodado patriotismo por la Independencia hasta que fue apresado por los  
realistas en Cuenca el año 1811. Es prócer de la época”. Estas publicaciones  
nos ponen en alerta, en el sentido de que evidencian que sí se conoció  
la presencia histórica de Calderón y Salazar en nuestro medio. Por  
otro lado, también se abre el interrogante de por qué, los estudiosos  
coterráneos y nacionales no continuaron la indagación a partir de  
estas cortas pistas bibliográficas. Además de las obras que constan en  
la bibliografía del artículo “Joaquín Antonio Calderón y Salazar: un  
cuencano precursor de la independencia”, consultamos otras escritas  
por distinguidos historiadores cuencanos sin haber localizado alguna  
referencia en torno a Calderón Salazar; a fin de comprender mejor el  
ambiente en que se desarrolló el accionar de Calderón y Salazar con-  
viene referirnos al siguiente acápite.  
Las reacciones de Cuenca en torno al 10 de agosto de 1809  
La ocupación napoleónica de España inició dos procesos co-  
yunturales a comienzos del siglo XIX: la guerra de la independencia  
15 Gustavo Arboleda, Diccionario Biográfico de la República del Ecuador, Tipografía de la Escuela  
de Artes y Oficios, Quito, 1910  
16 Braulio Pérez Marchant, Diccionario Biográfico Ecuatoriano, Escuela de Artes y Oficios, Quito,  
1926  
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Manuel Ignacio Carrasco  
española y los primeros intentos por asumir la soberanía popular en  
las colonias hispanoamericanas, que, a la postre, llevarían a la lucha  
armada para conquistar la independencia. Quito dio la clarinada el  
10 de agosto de 1809. Según Alberto Muñoz Vernaza:  
El 16 de agosto a la una de la tarde de un día miércoles, se recibió en  
Cuenca un posta comunicando los sucesos de Quito y pidiendo que el  
cabildo envíe un vocal para la Junta Suprema, según lo acordado en el  
acta constitutiva de la Junta de Quito”. Se reunió el Cabildo, con la pre-  
sencia del Gobernador Aymerich y el Obispo Quintiàn Ponte a fin de  
organizar una Junta Auxiliar con el propósito de contrarrestar “el cán-  
cer de la ponzoña de Quito.17  
No está en el propósito de este estudio pormenorizar las dra-  
conianas medidas que tomó la Junta Auxiliar a nombre del Cabildo  
de Cuenca, medidas que dividieron a la población en dos bandos  
irreconciliables bajo un régimen de terror y mutuas sospechas. Una  
de estas facciones ha sido calificada por la historiografía como “rea-  
lista”, liderada por el Gobernador Aymerich y el Obispo Quintiàn  
Ponte, mientras que el otro bando fue llamado “insurgente”, por su  
apoyo, franco en algunos casos, en otros por una aceptación velada,  
a la Junta Quiteña.  
Vale anotar que las autoridades eclesiástica y civil estable-  
cieron un régimen de terror implacable en la urbe a fin de combatir  
al movimiento quiteño e impedir el respaldo de la población local.  
Al respecto, Juan Cordero Iñiguez en Cuenca y el 10 de agosto de 1809,  
acota lo siguiente:  
El gobernador y el Cabildo cuencano organizaron procesos de juzga-  
miento contra los que habían mostrado alguna simpatía por el movi-  
miento quiteño iniciado el 10 de agosto de 1810. Eran sospechosos  
todos los que habían mantenido alguna correspondencia con las nue-  
vas autoridades de Quito, los que de cualquier manera habían mos-  
trado su simpatía con el movimiento o que, de cualquier forma, aunque  
sea con una expresión, se habían interesado por la revolución. El pri-  
18  
mer paso fue el embargo, la confiscación y el remate de sus bienes.  
17 Alberto Muñoz Vernaza, “Memorias de la Revolución de Quito”, en Orígenes de la Nacionalidad  
Ecuatoriana, Corporación Editora Nacional, Quito, 1984, p.131  
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Joaquín Antonio Calderón Salazar  
Precursor de la Independencia de Cuenca  
No quisiéramos pensar que Juan en su obra trató de mini-  
mizar la presencia de patriotas en la ciudad de Cuenca cuando se  
produjo el movimiento del 10 de Agosto de 1809 en Quito, cuando  
en la introducción al citado libro manifiesta que “también es un home-  
naje para los pocos ciudadanos que simpatizaron o se vincularon con los  
anhelos de la Junta Suprema de Quito, y que sufrieron persecuciones y sen-  
tencias de muerte por sus ideales políticos19  
En “Cuenca y el 10 de Agosto de 1809” transcribe una serie de  
documentos generados por el Cabildo de Cuenca a raíz del pronun-  
ciamiento de Quito que, a decir del autor, estuvieron encaminados  
a la obtención de mercedes a favor de la ciudad que debía concederles Fer-  
nando VII o quienes lo reemplazaban legalmente mientras permanecía en  
cautiverio bajo las órdenes de Napoleón Bonaparte”.  
20  
Sin embargo, en la pieza N.º 2 de la serie documental trans-  
crita por el equipo liderado por él de los documentos localizados en  
el Archivo General de Indias en Sevilla hacia 1979, se evidencia la  
intención de los cabildantes al manifestar que:  
El Ilustre Cabildo, en asocio de los cuerpos políticos de Cuenca, celebra  
actas consecutivas para contener la Rebelión de Quito en la novedad  
de haberse creado una nueva Junta Suprema de Gobierno, a pretexto  
de haberse extinguido la Central de España e Indias, en efecto se con-  
sigue la recuperación del legítimo gobierno hasta fines del mes de no-  
viembre de 1809.21  
Cordero manifiesta que algunos historiadores cuencanos co-  
nocieron estos documentos antes de su desaparición del Archivo  
Municipal después de 1920, luego de la conmemoración del primer  
centenario de la independencia de la ciudad. Es posible, pensamos,  
que en base de aquellos documentos se forjó la hipótesis de “Cuenca  
bastión realista”, concepción que permanece en el ideario colectivo  
y la opinión de historiadores locales y nacionales. Sin embargo, Mar-  
18 Juan Cordero Iñiguez, Cuenca y el 10 de agosto de 1809, Universidad Alfredo Pérez Guerrero,  
Cuenca, 2009, p.16  
9 Ibíd., p.14  
0 Ibíd., p.17  
1
2
2
1 Ibíd., p.20  
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Manuel Ignacio Carrasco  
garita Vega ha señalado que el “realismo cuencano” estuvo encar-  
nado en las autoridades españolas, tal como sucedió en otras ciuda-  
des americanas, Melchor Aymerich, gobernador de estos territorios  
y Andrés Quintiàn Ponte, obispo de Cuenca y demás gentes, espa-  
ñoles y criollos asumieron el poder político desplazando al Cabildo  
que se mostró sumiso.22  
Acotamos nosotros que estos personajes pertenecieron a un  
círculo social y económico determinado. Juan Cordero Íñiguez con-  
firma estas aseveraciones cuando escribe:  
Por la presión ideológica del Obispo Andrés Quintiàn Ponte y An-  
drade, coordinada con el poder político de Melchor de Aymerich, go-  
bernador de Cuenca, la ciudad se pronunció abiertamente para liderar  
la oposición a la junta libertaria de Quito, y desde el 16 de agosto, fecha  
de arribo de la primera comunicación oficial de los cambios ocurridos  
en Quito, comenzó la preparación de la resistencia y de un ejército que  
debía ir al norte a sofocar a los alzados.23  
Por lo que consta en el acta del Cabildo levantada el 16 de  
agosto de 1809 a fin de conocer el contenido de la comunicación re-  
mitida desde Quito, luego del pronunciamiento del 10, sospechamos  
que en la ciudad ya se vivía un clima político tenso y acaso algunas  
personas conocían de los sucesos capitalinos y sabían de lo que se  
iba a tratar en el mentado cabildo puesto que se registró “la total falta  
de los Señores Regidores ausentes en el campo”, quienes segura-  
mente representaban a los sectores medios de la población y en su  
reemplazo se convocó “a los sujetos más expertos de esta Ciudad”,  
miembros de la alta burocracia, el alto clero y la hidalguía de la ciu-  
dad.2  
4
Respaldados “por lo mejor de la ciudad” el gobernador y el  
obispo a nombre de la Junta Auxiliar que proclamaba la fidelidad a  
Fernando VII y repudiaba los actos de Quito, establecieron un régi-  
2
2 Margarita Vega de Córdova, Los patriotas de Cuenca en torno al 10 de agosto de 1809 en Memorias  
del Simposio Bicentenario: Respuestas locales a la Revolución de Quito del 10 de agosto de1809, Im-  
prenta Grafisum, Cuenca 2011, p.283  
23 Juan Cordero Iñiguez, Cuenca …op. cit., p.12  
24 Cordero, 2009, pp. 25,26  
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Joaquín Antonio Calderón Salazar  
Precursor de la Independencia de Cuenca  
men de terror y espionaje, que comenzó con la prisión y confiscación  
de propiedades de quienes se opusieran a sus designios o que dieran  
leves muestras de simpatía por la causa quiteña.  
Pero, al parecer, no todo era fácil para los realistas puesto  
que en Cuenca, dos años más tarde, esperaban a Carlos Montùfar,  
Comisionado Regio, algunas gentes principales de la ciudad, entre  
las que encontramos a doña Luisa Andrade, don Miguel Malo, don  
Manuel Andrade, don Ignacio Pazmiño, don Fernando Valdivieso,  
alcalde ordinario de primer voto, don Xavier Maldonado, don Ma-  
nuel Rada, don Joaquín Crespo, don Manuel Malo, don Manuel  
Chica, el doctor Baltasar Chica, los doctores Crespo y Salazar “y  
demás sujetos principales”, según consta en los testimonios que  
luego se levantaron contra Joaquín Antonio Calderón Salazar, ca-  
beza visible de la resistencia a los chapetones, como se motejaba a  
los españoles, testimonios que traslucen una división por intereses  
geopolíticos en la elite y los grupos subalternos de la urbe en torno  
al surgimiento de las juntas gubernativas y los sucesos que habrían  
de suscitarse a partir del 10 de agosto quiteño, capaz de establecer  
una dicotomía social entre insurgentes y realistas, como plantea Ana  
Luz Borrero Vega en su estudio “Fidelidad e insurgencia en Cuenca du-  
25  
rante el período de la independencia en Cuenca, 1809-1812”.  
Corrobora estas afirmaciones Joaquín Molina y Zuleta, pre-  
sidente de la efímera Real Audiencia trasladada a Cuenca como con-  
secuencia de la insurgencia quiteña, que en su “recomendación” al  
Consejo de Regencia, enviada el 14 de agosto de 1812, manifiesta:  
Muy dichoso sería yo si pudiera explicarme de la misma manera acerca  
de los demás habitantes de esa jurisdicción pero hay derramada visi-  
blemente entre algunos de sus clases especialmente en la más distin-  
guida y opulenta aquella maldita semilla de libertad, independencia y  
odio contra los europeos, que ha cultivado y propagado la traición qui-  
teña entre varios individuos de Cuenca, Loja, Zaruma y otros pueblos  
menores y por medio de ellos la infección se ha comunicado al más  
dócil de los terrenos. No sería grande el daño si se acude prontamente  
2
5 Ana Luz Borrero Vega, “Fidelidad e insurgencia en Cuenca durante el periodo de la Inde-  
pendencia, 1809-1812” en: Memorias del Simposio Bicentenario: Respuestas locales a la Revolución  
de Quito del 10 de agosto de1809. Imprenta Grafisum, Cuenca, 2011, p. 121.  
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Manuel Ignacio Carrasco  
a remediarlo por el medio único y eficaz que consiste sacar de dichos  
parajes a los Valdiviesos, los Radas, los Crespos, los Salazares, los  
26  
Malos, los Chicas y otros semejantes y transponerlos a Ultramar.  
Diego Arteaga en “Las secuelas del 10 de Agosto en Cuenca”,  
acápite del libro La vida cotidiana de Cuenca en 1809, nos da a conocer  
la prisión de por lo menos de doce personas, entre hombres y muje-  
res, acusadas y procesadas por haber manifestado de una u otra ma-  
nera sus simpatías con los insurrectos de Quito (2010: págs. 164 y  
ss.). Los procesos judiciales fueron en su mayoría entre abril y mayo  
de 1811 por lo que pensamos que no son “secuelas del 10 de Agosto”,  
sino que más bien deben estar ligados a la presencia de Montúfar en  
Caspicorral y al proceso que se le siguió a Joaquín Antonio Calderón  
y Salazar a partir de marzo de 1811, del que resultaron reos algunos  
vecinos relacionados con él, como Fray José María Mantilla, el pres-  
bítero José Joaquín Chiriboga, que al parecer vino con Montúfar  
desde Quito, Ricardo Hurtado, tío de Calderón e Ignacio Pazmiño,  
quien fue desterrado a Lima.  
Conviene también señalar que no todo el clero estuvo a favor  
de la monarquía pues hubo otros sacerdotes que acogieron la oposi-  
ción insurgente, como lo ha planteado Cecilia Méndez Mora en “La  
cruz y los demonios de Andrés Quintiàn Ponte y Andrade. Obispo de  
27  
Cuenca, la independencia y la Iglesia, 1808-1815”.  
En lo que respeta a los indígenas Jaime Rodríguez O. mani-  
fiesta que: “Los indios de las provincias se unieron a los grupos urbanos  
en la lucha por su “amado rey”. En marzo de 1811 Montùfar fue obligado  
a retirarse al norte bajo un clima adverso y los ataques continuos de los in-  
28  
dios realistas”. En torno a esta situación, Bolívar Cárdenas Espinoza  
en Bicentenario de Verdeloma .Templo de sacrifico heroico afirma que, por  
2
6 Enrique Muñoz Larrea, Cuenca del Rey. Los últimos presidentes de la Real Audiencia de Quito,  
Academia Nacional de Historia, Quito, 2012, p. 222.  
2
7 Cecilia Méndez Mora, “La cruz y los demonios de Andrés Quintiàn Ponte y Andrade. Obispo  
de Cuenca, la independencia y la Iglesia, 1808-1815”, Memorias del Simposio Bicentenario: Res-  
puestas locales a la Revolución de Quito del 10 de agosto de1809, Imprenta Grafisum, Cuenca,  
2
011, p. 194.  
2
8 Jaime Rodríguez, La independencia de la América española, Fondo de Cultura Económica, Mé-  
xico, 1996, p. 179.  
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Joaquín Antonio Calderón Salazar  
Precursor de la Independencia de Cuenca  
disposición de Joaquín de Molina, el gobernador Aymerich conde-  
coro a 60 “beneméritos indios de Juncal en premio de sus servicios  
al Rey y a la Patria”, y señala que en Azogues se conformó una Com-  
pañía de Naturales Voluntarios al mando del Gobernador don Igna-  
2
9
cio Tenemasa, sin embargo, hemos encontrado alguna pista, que  
merece ser investigada con mayor profundidad, de ciertas afinidades  
indígenas por la causa insurgente; finalmente, Cárdenas, fundamen-  
tado en Octavio Cordero Palacios informa que en el combate de Ver-  
deloma estuvo presente el cacique Pinchopata, cacique de la tribu  
3
0
de los Gualaquiza, por lo podemos presumir que hubo acaso un  
mayor número de indígenas que, al margen del concepto de que sólo  
fueron bestias de carga de las fuerzas libertarias, empuñaron las  
armas en estas lides, conviene también señalar que las autoridades  
realistas, a falta de jóvenes de su clase, dispusieron enrolar a indíge-  
nas que cumplieran con ciertos requisitos señalados para la recluta.  
Ahora bien, conocida la conformación de la Junta Gubernativa  
de Quito, debemos precisar que en Cuenca también se constituyó un  
organismo semejante, pero que, en lo ideológico, marcaba ciertas di-  
ferencias con la propuesta capitalina, por lo que consideramos per-  
tinente efectuar algunas consideraciones al respecto.  
Las Juntas de gobierno proindependentistas  
En torno a las “juntas” que surgieron en la América Hispana  
conviene recordar que, tras la abdicación del trono español por parte  
de Fernando VII a favor de Napoleón Bonaparte en la ciudad de Ba-  
yona, se formó en España la denominada “Junta Suprema” con el  
propósito primordial de mantener vivo en el suelo peninsular la so-  
beranía real, esto es, la capacidad política del soberano de gobernar  
a sus súbditos o vasallos, mientras permaneciera en cautiverio el  
muy amado príncipe.  
Estas juntas fueron replicadas en los territorios americanos, en  
Chuquisaca y Quito, las más tempranas. Luego, en 1810, vendrían  
2
3
9 Bolívar Cárdenas Espinoza, Bicentenario de Verdeloma. Templo de Sacrifico heroico, Imprenta  
Ideaz, Quito, 2020, p.287  
0 Ibíd., p.148  
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Manuel Ignacio Carrasco  
las de Santa Fe, Buenos Aires y Caracas, las cuales plantearon asumir  
la soberanía popular ante el vacío de autoridad producido por au-  
sencia del soberano legítimo. Como hemos visto en Cuenca, el 16 de  
agosto, también se formó una Junta Auxiliar que repudiaba a la de  
Quito, aunque, como la de Cuenca, juraba fidelidad a Fernando VII.  
Entonces, ¿qué diferenciaba a una y otra junta? Diríamos que el con-  
cepto y el ejercicio de la soberanía.31  
En el caso de la junta cuencana, la soberanía se decía prove-  
niente de la Junta Central de España que había tomado el poder en  
nombre de Fernando VII y, por lo tanto, era legítima. Mientras que  
la de Quito desconocía a la Junta Superior peninsular y se constituía  
soberana en nombre de los vecinos quiteños y se mantenía fiel al de-  
puesto Rey mientras permaneciera en cautiverio e incluso le invitaba  
a que viniese a gobernar en estas tierras.32  
En consecuencia, se reconocía la soberanía de la comunidad,  
como se diría en Francia, el tercer estado, concepto revolucionario  
para entonces. Esta era la razón por la cual las autoridades cuencanas  
repudiaban el principio de soberanía popular proclamado en Quito.  
Quizás ahora nos parece un sutil juego de palabras y conceptos, pero  
en aquellos tiempos se apostaba la legitimidad del poder político  
que, para los “realistas”, provenía del soberano, representante de  
Dios en la tierra y, en cambio, para los insurgentes, lo ejercía la co-  
munidad libre y soberana de vecinos.  
Entre las múltiples acciones contra los simpatizantes de la  
junta quiteña, señala Muñoz Vernaza, se decretaron muchas prisio-  
nes por meras sospechas, “varias acusaciones versaban sobre haber mi-  
rado el semblante de algunos con faz alegre, como que aprobaban los  
3
3
acontecimientos de la capital”. En Cuenca para juzgar a los reos se  
3
3
3
1 University of Kent, War and Nation: identity and the process of state-building in South Amer-  
ica (1800-1840)1810. Se forman Juntas en Caracas, Buenos Aires, Bogotá y Santiago. Ver en:  
https://research.kent.ac.uk/warandnation/es/se-forman-juntas-en-caracas-buenos-aires-  
bogota-y-santiago/ (19-12-2022).  
2 Alberto Muñoz Vernaza en Memorias de la Revolución de Quito trata ampliamente el asunto  
de la conformación de las juntas de gobierno en Quito y Cuenca y sus conceptos en torno al  
principio de soberanía, de su lectura hemos concluido los conceptos expresados en este pá-  
rrafo. En: Alberto Muñoz Vernaza…op. cit., p. 135 ss.  
3 Alberto Muñoz Vernaza, “Memorias…op. cit., p. 191.  
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Joaquín Antonio Calderón Salazar  
Precursor de la Independencia de Cuenca  
conformó un Juzgado de Comisión, cuyos jueces no tuvieron piedad  
con los acusados. Fueron especialmente duros con ocho presos, a  
quienes se les remitió a Guayaquil para que sean juzgados por el go-  
bernador Cucalón. De estos, destacamos los casos de Francisco Gar-  
cía Calderón, Contador de las Cajas Reales, que se negó a propor-  
cionar los fondos fiscales a los miembros de la junta antiquiteña, y  
el del alcalde de Primer Voto, don Fernando Guerrero de Salazar y  
Piedra, partidario de los insurgentes, quien murió por la causa mien-  
tras era trasladado de Guayaquil a Quito a fin de que fuese juzgado  
por el presidente de la Real Audiencia.34  
Con el paso de los meses, el movimiento quiteño dio marcha  
atrás y las circunstancias políticas volvieron al cauce anterior al 10  
de agosto de 1809. Al año siguiente, vino el sacrificio de los próceres  
el 2 de agosto y, finalmente, el arribo del Comisionado Regio don  
Carlos Montúfar, hijo del Marqués de Selva Alegre, presidente de la  
primera junta quiteña, episodio con el cual vinculamos lo analizado  
hasta ahora con las disquisiciones que siguen.  
La gesta montufarista  
No pensamos equivocarnos cuando nos referimos a la gesta  
de don Carlos Montúfar, comisionado regio, luego de los sucesos del  
10 de agosto de 1809 y el 2 de agosto de 1810 en Quito y sus intentos  
de tomar para la causa independentista la ciudad de Cuenca. Para  
entonces esta ciudad había sido convertida en reducto de la resisten-  
cia realista, en virtud de los empeños de Aymerich y el obispo Qui-  
tian Ponte, como se ha anotado anteriormente, y era protegida por  
una facción de las milicias limeñas que fueron enviadas por el virrey  
Abascal a la Audiencia, al mando del sanguinario Arredondo, tras  
los sucesos de 1809, a fin de sofocar las intenciones de la plebe y mar-  
queses quiteños. Pero, anota Roberto Andrade:  
34 Ana Luz Borrero Vega, Cuenca en la Independencia: de la fidelidad a la insurgencia, 1809-  
1
814, Universidad Andina Simón Bolívar, Quito, 2016, p.81. Ver en: https://repositorio.uasb.  
edu.ec/bitstream/10644/5501/1/TD085-DH-Borrero-Cuenca.pdf (19-12-2022)  
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Manuel Ignacio Carrasco  
En Cuenca había también patriotas, los que mantenían corresponden-  
cia secreta con el ejército de Quito, y trabajaban cuanto les era posible  
porque sus convecinos se resolvieran a acoger en la paz a los quiteños”,  
e inserta a continuación una proclama dirigida a los cuencanos, porque,  
continúa, el anónimo era entonces la única arma patriótica: dàbanse en  
anónimos noticias favorables, que aterraban a todo el vecindario re-  
alista, concluye.35  
En efecto, corroboraremos las afirmaciones de Andrade  
cuando nos refiramos a lo acontecido a Joaquín Antonio Calderón u  
otros insurgentes con él vinculados como lo veremos un poco más  
adelante.  
Luego de haber derrotado con relativa facilidad a Arredondo  
en Guaranda, Montúfar avanzó hasta Caspicorral, en la provincia de  
Cañar, para amenazar a Cuenca. Mientras esto sucedía, había llegado  
don Joaquín Molina y Zuleta con la disposición del Virrey de Lima  
de restituir en Cuenca la extinguida Real Audiencia, de la que debía  
ser su Presidente, nombrar oidores y organizar un cuerpo de tropas,  
bien armado y equipado con el envío de dos mil fusiles y muchos  
auxilios pecuniarios que le hizo el virrey Abascal.  
La historia de los sucesos que vamos a relatar a continuación,  
en los que participó con protagonismo valiente y decidido don Joa-  
quín Antonio Calderón y Salazar, está fundamentada en los docu-  
mentos que reposan en el legajo 219 del Archivo General de Indias  
en Sevilla, de los que el autor de estas notas obtuvo copias en micro-  
film hacia 1979.  
Testimonio de don Joaquín Antonio Calderón y Salazar: vínculos  
con Carlos Montufar 36  
Había nacido en Cuenca y era hacendado en Chopsi, términos  
de San Sebastián del Sígsig. De los testimonios que corren en el Con-  
3
5 Andrade Roberto, Historia del Ecuador, Primera Parte, Corporación Editora Nacional, Quito  
984, pp. 250-251.  
1
3
6 Testimonio perteneciente a Joaquín Calderón sobre delitos de Estado. A.G.I., Quito 219. Las  
citas de testigos y otras que corren entre comillas corresponden a la documentación que en  
microfilm trajimos del Archivo General de Indias en 1979.  
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Joaquín Antonio Calderón Salazar  
Precursor de la Independencia de Cuenca  
sejo de Guerra que se le instauró, se desprende que estaba casado  
con la quiteña doña Teresa Mejía y tenía negocios en Quito.  
Mientras las tropas de Montúfar permanecían en las actuales  
provincias de Chimborazo y Cañar, Calderón fue a visitarle y “daba  
luces y arbitrios para la entrada a Cuenca”, según el testimonio de  
Fray Ramón Piedra y Serrano, quien fuera constante en el proceso  
que se le seguiría en Cuenca y en el cual también testificaron en con-  
tra de Calderón y Salazar vecinos del Sígsig. Fueron estos: don Ma-  
riano Sáenz, su hermana Catalina, el esposo de ésta, don Juan José  
de la Febre, Matías Brito, Andrés Guzmán y el sargento Justo Hato,  
quien lo capturó en Guasuntos, como se verá más adelante.  
En el “Testimonio perteneciente a Joaquín Calderón sobre delitos de  
Estado” pueden encontrarse las declaraciones de los comparecientes  
en el proceso. Todos los testigos vecinos de Sígsig coinciden en sus  
afirmaciones contra Calderón y Salazar quien les habría manifestado:  
Que cuando tuviesen noticias de haber llegado (Montúfar) en el  
puesto de Paredones le comunicasen a fin de pasar entre otros a darle  
un abrazo porque era su amigo íntimo y tenía correspondencia con él.  
Que el dicho Calderón movió conversación refiriendo que don Car-  
los Montúfar estaba ya inmediato a esta ciudad, que él lo sabía porque  
tenía correspondencia con él y que no ignoraba cuanto hacía y venía a  
hacer, que tenía que presenciar para que se le impartiera de esta ciudad  
noticia de su llegada a ella para venir a darle un abrazo.  
Que Montúfar era su amigo y condiscípulo y que le había escrito  
la hora buena por su venida y que contestó agradecido, que por estos  
motivos había de salir a encontrarlo en el camino, aunque fuese en ma-  
drugada.  
Que el año pasado (1809) estuvieron engañados los de Cuenca y  
por tanto se opusieron (a la causa de Quito) pero en el presente habían  
conocido el bien y estaban llanos a recibirlo los principales sujetos de  
esta ciudad.  
Que varios individuos de esta provincia tenían amistad y corres-  
pondencia con Montúfar y que en esa razón serían premiados y en-  
grandecidos.  
Que tenía razón el caballero Montúfar para venir a Cuenca y quitar  
cuatro cabezas y especialmente del Ilustrísimo Señor Obispo, la del  
Señor Gobernador, la de don Antonio García y la del Señor Teniente de  
Asesor de este Gobierno.  
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Manuel Ignacio Carrasco  
Por la confesión que se le tomó a Calderón Salazar en el pro-  
ceso y respondiendo a preguntas que le hizo el juez Peña, resultaron  
implicados en la conjura: fray José María Mantilla, confesor de la Sra.  
Rosalía Jara, a quien servía Calderón en el cuidado de sus haciendas;  
el presbítero José Joaquín Chiriboga, que al parecer vino con Mon-  
túfar desde Quito; Ricardo Hurtado, tío de Calderón, y sus hijos a  
quienes se les siguió causas por delitos de estado, habiéndose con-  
cluido de ellas que, “según el espíritu de las deposiciones de testigos que  
Joaquín Calderón, oriundo de esta ciudad y casado en Quito, ha sido uno  
de los seductores contra la justa causa y a favor de los hechos de Quito”.  
Cabe advertir que hay que profundizar la investigación en  
la búsqueda de las causas seguidas a todas estas personas, juicios  
que acaso se encuentren en el Archivo de la Corte de Justicia de  
Cuenca, que reposa en Gualaceo, y que al parecer no ha sido consul-  
tado aún por los historiadores locales y nacionales.  
Otras acusaciones afirmaban que sus juntas las tenía con los  
seductores y con estos se congregaba en su casa para tratar sobre los  
principios revolucionarios, celebrándolos según los papeles que  
entre ellos sacaban, que por la junta de Calderón se había perdido el  
citado padre Mantilla, que últimamente Calderón había estado en  
compañía del presbítero don José Chiriboga, también seductor y  
quiteño a la parte de Montúfar y sus tropas en ocasión que se halla-  
ban en el asiento de Alausí para invadir a esta ciudad.  
Acaso podía resultar ingenuo que Calderón pretendiera re-  
cibir y respaldar a Montúfar tan sólo con el apoyo de unos pocos  
principales”, por lo que en sus conversaciones con los hermanos  
Sáenz, La Febre, Brito y otros que depusieron en su contra, se dice  
que “tenía prevenidos mil y más hombres de todos los pueblos de  
su jurisdicción para favorecer a Montúfar”. En otra parte afirma Ma-  
riano Sáenz que Calderón había manifestado “que Montúfar traía doce  
a catorce mil hombres con armas contra Cuenca de las ciudades de Caracas,  
Santa Fe, Popayán, Socorro, Pasto y Quito y que era imposible que Cuenca  
pudiera resistir a tanta gente”. ¿Era esta afirmación de Calderón una  
muletilla a fin de acobardar a los cuencanos o ya existía en germen  
la idea de unidad hispanoamericana para derrotar a los chapetones?  
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Joaquín Antonio Calderón Salazar  
Precursor de la Independencia de Cuenca  
En estos términos iba la campaña proselitista de Calderón a favor de  
los quiteños en el Sígsig por lo que, fue denunciado ante el Presi-  
dente de la Real Audiencia, don Joaquín Molina y Zuleta, quien el  
1
3 de marzo de 1811 dispuso que el subteniente de artillería Agustín  
Peña, del Regimiento Real de Lima, “proceda a tomar declaraciones  
y practicar las demás diligencias concernientes a tomar proceso con-  
tra Joaquín Calderón, reo de alta traición que se halla preso en esta  
para que visto en consejo de guerra sea juzgado conforme a orde-  
nanzas”. Debía sustanciar el expediente el teniente asesor de la Go-  
bernación don Juan López de Tormaleo, mientras que el reo escogió  
como defensor al teniente Juan Suárez del mismo regimiento.  
Mientras Montúfar operaba al norte de las provincias Azua-  
yas, Joaquín Calderón se encontraba ya en la mira de los españoles.  
Así, en el proceso se deja constancia que el 8 de enero de 1811 el go-  
bernador de Cuenca don Melchor de Aymerich había dictado orden  
de prisión contra Calderón de quien se decía “existía en la jurisdic-  
ción de Paute”. Posteriormente Calderón había comentado con el  
testigo Matías Brito que don Francisco Serrano “le denunció al Señor  
Gobernador y que habiéndole hecho comparecer su señoría le satisfizo con  
las mismas verdades hasta convencerle por lo que no le hizo daño alguno y  
solo le pidió que no le refiriese en la calle”.  
A fin de proporcionar un sustento político y económico a la  
causa de Montúfar decía que “la venida de este” era útil y beneficiosa  
porque “pretendía la tranquilidad de todos y que se mantuviesen libremente  
en sus posesiones absolviéndoles de todos los derechos que pagaban, deján-  
doles libre y franco el comercio de aguardiente y tabaco, sin pagar el real de-  
recho de alcabala”, que don Carlos Montúfar venía a esta ciudad a hacer  
muchos beneficios “y quitar los pechos para que puedan vivir más desa-  
hogadamente”. Paniagua Pérez nos dice que “se prometían cambios en la  
moneda que pasaría a ser de ‘cartón’ en lugar de la tradicional de oro y plata”  
a fin de evitar su fuga ante las escasas exportaciones y las abundantes  
importaciones que realizaba la provincia, además que las Cajas Reales  
pasarían a llamarse Cajas Públicas.  
En efecto Juan José de la Febre en su declaración hacía cons-  
tar que le oyó al tal Calderón expresar que “don Carlos Montúfar venía  
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Manuel Ignacio Carrasco  
a esta ciudad y provincia con el designio de recoger toda la plata y oro acu-  
ñado en bruto para introducir en la Caja Pública, que para el manejo de com-  
pras y ventas correría la moneda de la corona con el mismo valor de la plata  
y oro”. Por su parte Mariano Sáenz ampliaba su declaración en contra  
de Calderón añadiendo que “las Cajas reales habían de ser comunes,  
que todo el dinero que hoy se estaban chupando los chapetones se  
había de recoger en esta caja del común, como también que el que  
quiera comprar una finca o un caliente, que de tal parte a tal parte  
quería y se los adjudicaría y que por esta compra habría monedas  
de cartones”.  
Entendemos que subsistían ciertos conflictos en torno a la te-  
nencia de tierras, las formas o maneras de adjudicar las propiedades  
y acaso en relación con los españoles. Esto lo deducimos por lo que  
se dice a la compra de fincas, a la que se agrega “que las posesiones de  
haciendas, fincas, cuadras, estancias y casas tendrían nueva composición  
bajo la designación de dicho don Carlos Montúfar, sin otra necesidad que  
pedirle y señalar los límites”.  
Al mismo tiempo cuestionaba la legalidad de la autoridad  
del Virrey de Lima y de don Joaquín de Molina y Zuleta, toda vez  
que:  
Montúfar traía sus despachos del Supremo Consejo de Regencia con  
la comunicación de aquietar la provincia de Quito y que el Excelentí-  
simo Señor Don Joaquín de Molina vino desde España en su compañía  
hasta Cartagena sin despacho ninguno de la Regencia, limpio y so-  
plado, sin traer el real despacho de Presidente, que de Cartagena partió  
a Lima en donde el Excelentísimo Virrey de aquella capital le nombró  
presidente sin tener autoridad para ello y que por este motivo no le ve-  
ríamos jamás, ni podía entrar en este ciudad y que el criado se había  
hecho amo, hablando este último por el Excelentísimo Virrey de Lima.  
En el ambiente político de la época, corría una sorda oposi-  
ción contra los “chapetones” considerados “hechuras de Godoy”,  
quien, de acuerdo a la percepción de los criollos, había entregado Es-  
paña a Napoleón Bonaparte. Uno de los testigos depone que Calde-  
rón de ese modo estaba alborotando y seduciendo tanto a los blancos como  
a los indios a los que éste prometía que él sería Protector de ellos”, al tiempo  
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470  
Joaquín Antonio Calderón Salazar  
Precursor de la Independencia de Cuenca  
que agregaba que “era conveniente que los criollos gobernasen los pueblos  
porque los chapetones eran perjudiciales como hechuras de Godoy y por esta  
causa habían perdido la península y que intentaban vender las Américas,  
entregando al francés y que estos son los fundamentos que tenían los de  
Quito para oponerse”.  
De la lectura del extenso proceso seguido contra Calderón,  
se deduce que no existía, o por lo menos no se planteaba abierta-  
mente, un intento de “independencia”, entendida como un rompi-  
miento con España. Al parecer el juego político hacia 1811 se  
desenvolvía en un intento por parte de los criollos de asumir el  
poder, la soberanía, ofreciendo el respaldo al monarca considerado  
legítimo, Fernando VII, representado entonces por el Consejo de Re-  
gencia, del que Montúfar era comisionado, frente al dominio de los  
chapetones” designados por Manuel Godoy, valido de la Corte de  
Carlos IV, a quien se le atribuía haber entregado la península a Na-  
poleón Bonaparte. Sin embargo, los chapetones o realistas asumían  
también la defensa de la legitimidad de Fernando VII, mirando con  
desprecio y abominación la constitución de las juntas americanas.  
Matías Brito manifiesta que Calderón Salazar le había expre-  
sado que  
Montúfar no venía a perjudicar al público si no tan solamente contra  
los chapetones porque estos aspiraban puramente a sacar todo el di-  
nero con perjuicio del público y del rey sin adelantar cosa alguna a  
favor de su Majestad y el común, que era lo mismo que alegaba la ciu-  
dad y con razón por que era evidente y debiendo persuadir al decla-  
rante en su relato le leyó varios papeles hechos en Quito con este  
mismo objeto.  
Existía, en ciertos sectores de la población, una evidente opo-  
sición a los lejanos virreyes de Lima y Santa Fe, en cuanto Matías  
Brito atestigua que también le oyó decir que:  
el expresado don Carlos Montúfar trajo el proyecto de levantar tropas  
en esta ciudad y provincia con el objeto de seguir hasta la capital de  
Lima para conquistarla porque estaba alzada a costa de que los exce-  
lentísimos señores virreyes del Perú y Santa Fe habían tratado o con-  
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Manuel Ignacio Carrasco  
venido entregar estas tierras a la dominación francesa que es lo que  
descubrió la ciudad de Quito, porque recelosos de esta traición salieron  
cuatro hombres enmascarados y bien armados al camino y sorprendie-  
ron al conductor de correos de esta carrera y sacaron de la valija un  
pliego dirigido por el señor virrey de Lima a el de Santa Fe por mano  
del señor Gobernador de esta ciudad en el que trataba de la entrega de  
esta América a los franceses, que Quito había decidido defender la  
América levantando tropas para atacar a Lima con la ayuda de los in-  
gleses y de Buenos Aires.  
Recordemos que el 20 de julio de 1810 se conformó en Santa  
Fe una junta gubernativa similar a la de Quito, por lo que, al referirse  
a las víctimas del 2 de agosto, Calderón había manifestado que  
Santa Fe había tenido mucho sentimiento por las muertes de Quiroga, Mo-  
rales y Salinas por cuyo motivo había ordenado vistiesen luto sus habitantes  
y que erigiesen estatuas de metal para eternizar sus nombres, poniendo al  
lado de ellos dos leones con ademán de furiosos para descifrar que los euro-  
peos los habían destruido”.  
Montúfar era presentado por Calderón presto a reivindicar  
la memoria de las víctimas del 2 de agosto de 1810: “dijo también el  
mismo Calderón que traía Montúfar fresca la llaga por la muerte de Morales,  
Salinas, Quiroga, significando con vivas expresiones que fueron estos unos  
hombres eminentes y que venía Montúfar a expresarles en esta ciudad”.  
Definitivamente Calderón era partidario valiente y decidido  
de la causa de Montúfar. En el testimonio rendido por Andrés Guz-  
mán se dice que:  
por el mes de diciembre pasado, con motivo de estar reclutando en el  
dicho pueblo del Sígsig el sargento Rendón hombres para las tropas de  
esta ciudad oyó el declarante que seducía a cuantos podía, expresando  
que estaban recogiendo hombres porque no querían recibir en Cuenca  
a Montúfar cuando era un buen hombre y venía como comisionado  
real a hacer muchos favores.  
Según parece la entrada de Montúfar a Cuenca obedecía a  
un plan muy bien elaborado, puesto que fray Ramón Piedra y Se-  
rrano en su declaración revela algunos otros aspectos de la conjura.  
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Joaquín Antonio Calderón Salazar  
Precursor de la Independencia de Cuenca  
En efecto depone que:  
residiendo de cura en el pueblo de Guasuntos, donde se hallaba el ejér-  
cito de Quito, próximo a invadir Cuenca, repentinamente asomó dicho  
Joaquín Antonio Calderón asociado del Doctor don Joaquín Chiriboga  
y de Don Javier de la Piedra a quienes acompañaba Don Carlos Mon-  
túfar, quien venía dando sus providencias en el anexo de Achupallas y  
luego pasaron a la provincia de Alausí.  
En otra parte de su declaración refiere que: “el ejército de esta  
plaza en la mayor parte se hallaba con sus capitanes listos a rendir las armas  
luego que se aproxime el ejército de Quito al frente del punto de Cañar y  
que no habría derramamiento de sangre porque a la vista y con la seña de  
un pañuelo rojo se cumpliría lo pactado”. En efecto, aquello de que  
“Montúfar estaba inmediato a esta provincia”, expresado por casi todos  
los testigos que depusieron en el consejo de guerra seguido en contra  
de Calderón Salazar, era una evidencia aceptada por relistas e insur-  
gentes. Es así que Muñoz Vernaza indica que “cuando la expedición  
desgraciada de don Carlos llegó a Cañar, avanzando hasta el nudo de Cas-  
picorral, fue grande el desconcierto que se produjo en la ciudad; y el Ilmo.  
obispo, creyéndose, como lo estaba, muy comprometido con los partidos,  
temió con justicia la represalia de las fuerzas patriotas”.  
Cuenta la tradición que habiendo circulado la noticia de que  
estas se acercaban a Cuenca, y que, de un momento a otro, la ocupa-  
rían, se alarmó de tal manera el Sr. Quintiàn que por la noche aban-  
donó apresuradamente la ciudad, dirigiéndose, a pie vía de Naranjal,  
hasta la hacienda cercana de San José, propiedad de la familia Farfán,  
a donde llegó “sin uno de sus zapatos”. A lo que agrega Cevallos  
García que tal situación se produjo el 18 de febrero (1811) y el 19 Mo-  
lina presentó la renuncia de su cargo, pero algún párroco realista,  
acaso el del valle, provocó una manifestación de campesinos en su  
favor con lo que reasumió el cargo; al parecer se trata del presbítero  
37  
Martínez de Loaysa que luego reclamaría privilegios en la corte.  
37 Gabriel Cevallos García, Historia del Ecuador, Gráficas Hernández, Cuenca, 1987.  
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Manuel Ignacio Carrasco  
Posteriormente vendrá la derrota de Montúfar en Paredones  
frente a las fuerzas comandadas por Aymerich, el retiro del comisio-  
nado a Quito en donde es recibido como victorioso y finalmente se  
produciría la división de los patriotas en montufaristas y sanchistas.  
El lunes 18 de marzo a las once de la noche –tal vez haya un error en  
esta fecha por que el juicio se inicia el 13–, según declara fray Ramón  
Piedra y Serrano, fue allanado el convento de Pomallacta por el sar-  
gento Justo Hato, quien lo registró en búsqueda de Calderón y que,  
al no encontrarlo en el lugar, pasó a Guasuntos, en donde le prendió  
junto con Francisco Piedra, siendo este último puesto en libertad  
poco después.  
En otra parte del proceso consta que:  
(
…) don Agustín Peña, Juez Fiscal en esta causa, hizo comparecer ante  
sí a don Justo Hato, subteniente de caballería (…) Preguntado si conoce  
a Joaquín Calderón y sabe en donde se halla. Dijo que conoce a Joaquín  
Calderón, paisano residente en esta ciudad, que sabe se halla preso,  
pues él mismo lo prendió en el convento de Guasuntos, provincia de  
Alausí.  
Aclarando que fue a perseguirlo por comisión verbal del  
señor presidente. Jesús Paniagua, basado en los documentos que  
hemos trabajado, dice: “Se le hizo consejo de guerra el 20 de mayo de  
1811 y el fiscal, aunque le consideró culpable, se avino a tener clemencia y  
solicitar una pena de 10 años de prisión, además de la confiscación de sus  
bienes aplicados por la Real Cámara”.38  
Conviene decir que Calderón Salazar negó las acusaciones  
en su contra. Acusó al obispo Quintiàn Ponte de ser su enemigo por  
cierto litigio de tierras, venta de una cuadra en el Usno, que le había  
ganado. Dijo que se había unido a Montúfar para solicitarle un pa-  
saporte o salvo conducto a fin de continuar a Quito donde tenía a su  
mujer e hijo, que las cartas, dirigidas a su tío, fueron escritas por  
cuanto Montúfar le amenazó y le obligó a hacerlo bajo presión.  
No había ningún interés en mantener preso en Cuenca a Cal-  
derón –continúa Paniagua–, dado que, probablemente, eso hubiese  
38 Jesús Paniagua Pérez, “Juan…op. cit., p. 47.  
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Joaquín Antonio Calderón Salazar  
Precursor de la Independencia de Cuenca  
sido motivo de disturbios entre sus partidarios. Por ello, el 26 de  
junio de 1811 se decide enviarle a Guayaquil para embarcarlo rumbo  
a España y ponerlo a disposición del Consejo de Regencia. En efecto,  
el 28 de Junio de 1811 se dicta la siguiente providencia, que la trans-  
cribimos en extenso a fin de que el lector pueda apreciar el rigor y la  
injusticia con la que fue juzgado y sentenciado nuestro precursor:  
Vista esta causa con la sentencia dada por el Consejo de Guerra el 27  
de mayo de 811 y en consideración a que Joaquín Antonio Calderón  
resulta ser un verdadero revolucionario, seductor y cómplice en el al-  
zamiento de Quito, por la adicción que tiene a todas sus máximas y  
aún a tratado de dar ayuda a aquellos insurgentes para que extiendan  
sus criminosos atentados e insurrección a esta leal ciudad, según re-  
sulta probado, para evitar las fatales consecuencias de la seducción de  
este reo pueda traer partido para la mala causa. Y teniendo en consi-  
deración lo ordenado por la ley, libro cuarto de las Municipalidades,  
sin embargo del real indulto concedido por las Cortes con fecha 15 de  
octubre del año próximo pasado de 1810, para evitar los gravísimos  
males que seguramente se deben esperar de la permanencia de este reo  
en la provincia y aún en otra cualesquiera de estos dominios, remítase  
a la Plaza de Guayaquil con el correspondiente oficio e inserción de  
este auto al Señor Gobernador para que se sirva en primera ocasión di-  
rigirlo a España a disposición del Supremo Consejo de Regencia al que  
se dará cuenta con testimonio íntegro de esta causa y el correspon-  
diente informe por duplicado para que en su vista se sirva aquel Su-  
premo Consejo tomar la providencia que estime más de justicia,  
quedando por lo tanto y hasta sus resultas en secuestro los bienes que  
le están embargados.  
La salida para la ciudad costera tuvo lugar el 14 de agosto.  
Junto a él se envió a otros dos presos: Manuel Rivera y Antonio Bus-  
tamante, afirma Paniagua Pérez. Desde Guayaquil pasó a Panamá y  
después a la Habana, donde permaneció cinco meses hasta que fue  
enviado a la Coruña en el bergantín “General Palafox”. De la ciudad  
gallega fue remitido a Cádiz en el barco “San José”. En aquella ciu-  
dad, de forma sospechosa, pudo acogerse al indulto de las Cortes.  
En efecto, en la carta dirigida desde Astorga por don Manuel Mallo  
a don Pedro Cevallos, se dice que “de allí a poco se le puso en libertad,  
BOLETÍN ANH Nº 208-B • 448–479  
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Manuel Ignacio Carrasco  
extrayéndose de la Secretaría del despacho de Gracia y Justicia su proceso  
y dando al fuego por el oficial de ella, diputado de las llamadas Cortes, Don  
José Mexía, también Quiteño”.  
Por lo irregular de su puesta en libertad, se consideró que no  
era conveniente que viviese en Cádiz y se pensó remitirle a Mallorca,  
cosa que no llegó a hacerse. En cambio, se solicitó para él el puesto  
de recaudador de rentas de Chiclana y se le concedió en febrero de  
1813, además ese mismo año la Regencia le concedió un pasaporte  
para volver a su tierra quiteña. Tal pasaporte no se llegó a entregar  
nunca y es cuando aparece en escena en Astorga “pobre y sospechoso”.  
Allí permaneció hasta 1817, sin que se le diera empleo alguno, ni se  
le señalase cantidad con la que subsistir y que él había solicitado  
sobre la tesorería de León, nos dice Jesús Paniagua, a quien seguimos  
en esta parte.  
Agregaremos que Joaquín Antonio Calderón y Salazar fue  
doblemente perseguido por sus ideas y acciones. La primera vez  
aquí en Cuenca, su tierra natal. La segunda, en la lejana Astorga en  
3
9
donde le descubrió don Manuel de Mallo. Finalmente hemos de  
anotar que la documentación en torno a don Joaquín Antonio Cal-  
derón y Salazar y la época en la que le tocó actuar en su tierra natal  
es extensa y no ha sido transcrita en su totalidad. Hemos utilizado  
para este trabajo sustancialmente los documentos referentes al Con-  
sejo de Guerra que se le inició en marzo de 1811.  
3
9 Suponemos que Manuel de Mallo, quien escribe la carta delatora sobre Calderón y Salazar,  
era aquel mozo neogranadino, de quien Rufino Blanco Fombona, en sus Mocedades de Bolívar  
dice que “ascendió de simple Guardia de Corps a favorito de la reina”. “Don Manuel Mallo,  
Guardia de Corps, mayordomo de semana en Palacio, era a la sazón –en desgracia pasajera  
de Godoy, en cuanto a hombre de alcoba– el favorito de la insaciable María Luisa de Parma,  
esposa de Carlos IV”. Para 1816 gobierna España Fernando VII, hijo de Carlos IV y María  
Luisa de Parma, quienes viven en el exilio, por lo que se entenderá fácilmente el extraña-  
miento de Mallo en Astorga, lejos de la Corte a la que había mancillado y a la que pretendía  
volver tras de la delación a Calderón Salazar, pobre víctima de las circunstancias en territorio  
leonés.  
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Joaquín Antonio Calderón Salazar  
Precursor de la Independencia de Cuenca  
Conclusiones  
A partir de agosto de 2009 se abrió un ciclo conmemorativo  
de los bicentenarios relacionados con las independencias que acaso  
concluya hacia el 2024 con el recordatorio de Junín y Ayacucho, con-  
siderados, los dos hechos bélicos, para la consecución definitiva de  
la independencia político-administrativa del coloniaje español en di-  
versas nacionalidades hispanoamericanas de la América del Sur.  
Pensamos que las independencias develaron los subyacentes  
conflictos coloniales, la dicotomía criollos-chapetones, la diversidad  
ideológica al interior de los grupos estamentales entre fidelistas e in-  
surgentes, el proceso independentista trajo en sí la exacción econó-  
mica a los grupos pudientes, la requisa de semovientes, el enrolamien-  
to obligatorio en los ejércitos en conflicto, las diversidades geopolíticas,  
Cuenca, Guayaquil, Pasto y Popayán opuestos a los designios de  
Quito, el celo y la desconfianza en torno a los virreinatos de Lima y  
Santa Fe, se avizoraba ya el posible apoyo de Inglaterra a las colonias  
hispanoamericanas, en fin se trasluce un entramado social complejo  
y diverso en el que se iban gestando cambios sustanciales en las es-  
tructuras históricas de larga duración que condujeron a una lenta  
transición del Antiguo Régimen Colonialista a la naciente vida repu-  
blicana.  
Consideramos que la investigación en torno al proceso inde-  
pendentista regional aún presenta un venero investigativo muy pro-  
metedor de novedades por lo que se hace necesario buscar y rebuscar  
en los archivos locales e internacionales, leer y releer la bibliografía  
existente en torno estos asuntos, realizar nuevas preguntas y buscar  
inéditas pistas, en fin creemos que hay todavía un rico venero inves-  
tigativo en este campo del conocimiento por lo que invocamos a Cá-  
tedra Abierta, Historia de Cuenca y su Región, al Capítulo del Austro  
de la Academia de Historia, en fin, a quienes tengan y sientan la vo-  
cación de historiar nuestra realidad para reanudar esfuerzos y conti-  
nuar en la búsqueda de renovadas análisis e interpretaciones de los  
asuntos aquí propuestos.  
Gracias  
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477  
Manuel Ignacio Carrasco  
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Cuenca, 8 de noviembre 2022  
BOLETÍN ANH Nº 208-B • 448–479  
479  
La Academia Nacional de Historia es  
una institución intelectual y científica,  
destinada a la investigación de Historia  
en las diversas ramas del conocimiento  
humano, por ello está al servicio de los  
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intereses  
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e
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Ciencias Sociales. Esta institución es  
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otra formación profesional, laboren en  
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hayan  
realizado aportes al mejor conocimiento  
de nuestro pasado.  
Forma sugerida de citar este artículo: Carrasco Vintimilla,  
Manuel, "Joaquín Antonio Calderón y Salazar, precursor de la  
independencia de Cuenca. Apuntes críticos en torno a la  
independencia de nuestra región", Boletín de la Academia  
Nacional de Historia, vol. C, Nº. 208-B, julio - diciembre 2022,  
Academia Nacional de Historia, Quito, 2023, pp.448-479