BOLETÍN  
DE LA ACADEMIA  
NACIONAL DE HISTORIA  
Volumen XCVII Nº 202  
Julio–diciembre 2019  
Quito–Ecuador  
BOLETÍN  
DE LA ACADEMIA  
NACIONAL DE HISTORIA  
Volumen XCVII  
Nº 202  
Julio–diciembre 2019  
Quito–Ecuador  
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BOLETÍN de la A.N.H.  
Vol XCVII  
Nº 202  
Julio–diciembre 2019  
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Academia Nacional de Historia del Ecuador  
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enero 2020  
Esta edición es auspiciada por el Ministerio de Educación  
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA  
Vol XCVII – Nº 202  
Julio–Diciembre 2019  
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN Y CONSTRUCCIÓN  
NACIONAL: EL EJEMPLO EMBLEMÁTICO  
DEL LIBERALISMO ECUATORIANO (1895-1925)  
–DISCURSO DE INCORPORACIÓN–  
Emmanuelle Sinardet1  
No quisiera describir otra vez un capítulo de la historia na-  
cional que todos conocemos, no quisiera repetir conclusiones que us-  
2
tedes han leído y que seguramente conocen mejor que yo . Lo que  
quisiera es reflexionar sobre el interés de seguir estudiando el pe-  
riodo de la Revolución Liberal y, dentro de éste, las reformas educa-  
tivas, particularmente la creación de una Instrucción pública, laica y  
obligatoria, por la que el Estado ecuatoriano se convirtió en un Es-  
tado docente. La Revolución Liberal representa una caso emblemá-  
tico, no solo en América latina, sino en la historia universal, desde  
la perspectiva del campo del nation building. Utilizo aquí campo en  
3
el sentido de champ como lo definió Bourdieu. El nation building es-  
tudia los procesos de construcción nacional, pero diferenciándose  
del state building, aunque los dos campos estén relacionados: nation  
building no solo incluye el estudio de la creación de nuevas institu-  
ciones estatales y públicas, sino que abarca -y es lo que nos interesa-  
el estudio de la construcción de la “comunidad imaginada” definida  
1
2
Université Paris Nanterre,  
CRIIA – Études romanes EA 369, Centre d’études équatoriennes  
Sobre reformas educativas liberales, ver Emmanuelle Sinardet, “Libéralisme et laïcité en Équa-  
teur (1895-1912). L’éducation au service du projet de modernisation”. Danièle Bussy-Genevois  
(ed.), en: La laicización a debate. Interpretación, prácticas, resistencias (España, Italia, América Latina),  
siglos XIX-XXI, Zaragoza, Institución Fernando el Católico-CSIC, 2011, pp. 89-111; Emmanuelle  
Sinardet, “Fernando Pons et la construction de l’éducation nationale équatorienne (1902-  
1925)”. Joseph Farré, Françoise Martinez, Itamar Olivares (ed.), en: Hommes de sciences et inte-  
llectuels européens en Amérique latine (XIXe-XXe siècles), Paris, Le Manuscrit, collection Le  
Manuscrit-Université, 2006, pp. 321-338.  
3
Ver Pierre Bourdieu, Les règles de l’art. Genèse et structure du champ littéraire  
B O L E T Í N A N H N º 2 0 2 • 2 0 1 – 2 1 3  
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4
por Benedict Anderson . El estudio del liberalismo, de su proyecto  
y de sus reformas, incluso durante el periodo 1912-1925, un periodo  
que podemos calificar de liberalismo oligárquico, apunta a la forma-  
ción de una “comunidad” imaginada ecuatoriana. ¿Por qué seguir  
investigando historia de la educación? ¿y por qué historia ecuato-  
riana de la educación sobre todo? Les presento una reflexión perso-  
nal, articulada en torno a cuatro ideas, las cuales se deben debatir,  
cuestionar y discutir; pero permítanme compartirlas con ustedes, en  
este lugar tan simbólico para los historiadores ecuatorianistas, agra-  
deciéndoles que me den hoy la oportunidad de hacerlo.  
1. La historia de la educación como eje del nation building  
Los países latinoamericanos están, a lo largo del siglo 19, en  
busca de una identidad nacional correspondiente al imaginario po-  
lítico cuyos principios rectores se definieron en los textos constitu-  
cionales redactados a raíz de las independencias, o sea, el de un  
Estado-nación que debe ser edificado en base a una concepción mo-  
derna de la ciudadanía. Es desde esta perspectiva histórica como nos  
parece fructífero situar la historia de la educación. Efectivamente, la  
educación puede ser concebida como un instrumento para la cons-  
trucción de una ecuatorianidad, la ecuatorianidad no solo como  
identidad colectiva, sino también y sobre todo como sentimiento de  
pertenecer a un “destino común” –en palabras de Ernest Renan en  
5
su célebre conferencia de 1882, ¿Qué es una nación?– es decir, la ecua-  
torianidad como “comunidad imaginada”. La historia de la educa-  
ción permite observar los procesos de creación de una comunidad  
nacional, a pesar de (pero también debido a, en el caso ecuatoriano)  
particularidades lingüísticas y étnicas, regionalismos, patrias chicas  
antes que Patria grande, muy entrado el siglo 19 todavía.  
La educación –entendemos aquí la educación bajo la tutela  
del Estado docente– debía representar un denominador común para  
todos los ecuatorianos. Es que el Estado no solo procuró transmitir  
al individuo una cultura elemental (leer, escribir, contar) sino tam-  
4
5
Benedict Anderson, L’imaginaire national: réflexions sur l’origine et l’essor du nationalisme, La Dé-  
couverte, Paris, 1996.  
Ernest Renan, Qu’est-ce qu’une nation?, Editions Mille et une Nuits, Paris, 1997.  
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Historia de la educación y construcción nacional:  
el ejemplo emblemático del liberalismo ecuatoriano  
bién referentes y referencias que se suponía fomentaban la aparición  
de un sentimiento de identificación con el grupo, el sentimiento de  
pertenecer a la nación. Desde luego, a través de la cultura escolar, se  
tendió a pintar a una nación ideal, la cual se presentó, al mismo  
tiempo, como la meta a alcanzar para todos.  
Nos parece pertinente especificar “construir” la nación, por-  
que la historia de la educación no solo trata de comprender cómo las  
políticas educativas de la época, de forma continua desde el inicio  
del proceso en 1895 y hasta la caída del régimen liberal en 1925, se  
esforzaron por hacer surgir un espíritu nacional; también examina  
el significado y los valores que las élites y los grupos dominantes  
atribuyeron a tal educación. En el caso del liberalismo ecuatoriano,  
fue un proyecto educativo de una ambición inédita en la historia na-  
cional: crear a un hombre nuevo. La educación controlada por el Es-  
tado fue pensada como el medio más eficaz para modernizar al país  
y para llegar a la unidad nacional, cuando no a la concordia e incluso  
a la armonía. De forma general, y como consecuencia de ello, la edu-  
cación escolar representó un instrumento para consolidar el Estado-  
nación, siendo éste no solo un aparato político y administrativo, sino  
una identidad y cultura.  
Efectivamente, la nación generalmente se define como una  
comunidad humana consciente de su identidad, ya que, según todas  
las acepciones, comenzando con la de Ernest Renan, ha forjado una  
historia propia y una cultura genuina que la diferencian de otras  
agrupaciones. En realidad, la nación es irreductible a una unidad de  
origen, de idioma, de territorio o de religión. Además, el concepto  
es difícil de definir, porque la realidad que designa no es identificable  
objetivamente. Es que, principalmente, la nación no es sino el deseo  
de vivir juntos. La nación no es un hecho, sino una representación  
que los individuos hacen de sí mismos y del ser colectivo que van  
constituyendo juntos. La nación implica de entrada un discurso de  
y sobre la identidad, o sea, una serie de símbolos y de mitos. Preci-  
samente, estos mitos debemos estudiar, porque, en un momento his-  
tórico dado, nos pueden informar a nosotros investigadores sobre  
las características del proyecto nacional promovido y los avances (o  
no) de su realización.  
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6
Partimos del pensamiento de Wallerstein , según el que una  
nación no es de ninguna manera una realidad estable y atemporal;  
al contrario, es un producto histórico maleable, manipulable, que  
solo logra afirmarse como una comunidad estable mediante un dis-  
curso nacionalista. Aquel vínculo entre la nación y su gente lo pro-  
porciona el sentimiento de pertenencia comunitaria, definido por  
Ernest Renan como un destino común. La comunidad nacional se  
basa objetivamente en un pasado, un presente y un futuro compar-  
tido por todos los nacionales, creando una afinidad natural y espon-  
tánea entre la nación y el Estado y formando un grupo que tendería  
a la paz hacia adentro y a la guerra hacia afuera, hacia el exterior.  
Además, si el grupo se perpetúa en el tiempo, las generaciones su-  
cesivas adquirirán una historia común, tendrán intereses comparti-  
dos y sentirán que tienen un futuro común. Es precisamente para  
observar, entender y definir tales sutiles y complejos procesos iden-  
titarios por lo que me parece transcendental seguir estudiando el pe-  
riodo liberal desde la perspectiva de la historia de la educación.  
2
. El caso emblemático del Ecuador liberal: “nacionalizar” a una  
población heterogénea  
Al respecto, cabe subrayar que, al igual que otros países la-  
tinoamericanos, Ecuador se presenta como un mosaico de diferentes  
pueblos, con sus culturas e idiomas; de hecho, es reconocido hoy  
como un Estado plurinacional y multiétnico. A partir de la segunda  
mitad del siglo 19, el proyecto nacional comenzó a incluir a la po-  
blación mestiza y, gradualmente, el componente mestizo comenzó a  
funcionar como un elemento de identidad. A finales del siglo 19 y  
entrado el siglo 20, tanto los liberales como los conservadores, por  
cierto, procuraron hacer realidad esta visión de la unidad nacional  
basada en el mestizaje, la cual articuló la representación de la nación  
como necesariamente homogénea, con un idioma –el castellano–,  
una cultura -la ecuatorianidad- y un territorio controlado por un solo  
poder, el Estado central, un Estado cada vez más centralizado con la  
Revolución liberal.  
6
Immanuel Wallerstein; Etienne Balibar, Race, nation, classe: les identités ambiguës, La Découverte,  
Paris, 1997.  
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Historia de la educación y construcción nacional:  
el ejemplo emblemático del liberalismo ecuatoriano  
La realización de aquel proyecto pasó por la difusión de re-  
ferencias, referentes y símbolos de la identidad ecuatoriana que cre-  
asen un roman national o relato nacional. Para el sociólogo Balibar,  
tal relato consiste en una forma de “etnia ficticia”, en este caso la de  
una nación necesariamente mestiza. El discurso nacionalista permi-  
tió creer y hacer creer que el Ecuador como Estado era la expresión  
política de una misma nación, una nación blanco-mestiza, como re-  
sultado de un proceso de constitución entre indios y españoles; que  
tal nación se consolidaría definitivamente cuando las poblaciones in-  
dígenas se hubiesen “incorporado” –según el término frecuente-  
7
mente utilizado entonces– a la sociedad. La historiografía nacional,  
a finales del siglo 19, tendió a desarrollar la idea de que la comuni-  
dad ecuatoriana era el fruto de un largo proceso de mestizaje, co-  
menzando la historia nacional con la Conquista y la Colonia, y no  
con los pueblos autóctonos, calificados de pre-hispánicos y vincula-  
8
dos con una forma de pre-historia.  
Como vemos, enfocar el periodo liberal desde la construc-  
ción del Estado, del state building, si bien resulta pertinente, es insu-  
ficiente como para entender en qué y cómo el proyecto liberal  
procuró moldear la nación. El estudio del liberalismo muestra que  
la historia de las naciones se presenta como una narrativa que les  
atribuye a estas continuidad y estabilidad, como lo ilustra la historia  
patria que se difundió en las escuelas y colegios, y que los historia-  
dores debemos seguir investigando.  
3. La misión de la educación liberal: crear a un homo nationalis  
Pero para que se realizara aquel modelo liberal de nación, no  
bastó “nacionalizar” a la población para formar al pueblo político:  
fue también necesario “reproducir a este pueblo”, en palabras de Wa-  
9
llerstein y Balibar. Un grupo se reproduce como una nación cuando  
7
Emmanuelle Sinardet, Construire l’homme nouveau en Équateur (1895-1925): le projet de construc-  
tion nationale de la Révolution libérale au prisme des manuels scolaires d’instruction morale et civique,  
Collection “Mondes hispaniques”, Presses Universitaires de Paris Ouest, Nanterre, 2015,  
http://presses.u-paris10.fr/?p=2635  
8
9
Al respecto, ver Federico González Suárez, Historia General de la República del Ecuador, CCE,  
Quito, 1970.  
Immanuel Wallerstein, Etienne Balibar, , op. cit., p. 126. La traducción es mía.  
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los individuos se convierten en homo nationalis, desde el nacimiento  
hasta la muerte, a través de una red de dispositivos y de prácticas  
diarias controlados por el Estado. Las reformas liberales, tanto las  
medidas laicas como la dinámica centralizadora, precisamente des-  
arrollaron estos dispositivos que acompañaron -y acompañan hasta  
hoy- al individuo desde su nacimiento a su muerte, comenzando con  
la creación del registro civil. Durante el periodo liberal, se procuró  
crear a un homo equatorianis. Y su reproducción a través de sucesivas  
generaciones debía asumirla la educación, una educación contralada  
por y desde el Estado. La escuela primaria pública, obligatoria (sin  
distinción de género, cabe recalcarlo), gratuita y laica se destacó  
10  
como un mecanismo primordial.  
El sistema escolar –e insisto en la palabra sistema– fue una  
respuesta a la necesidad política de crear la permanencia de la co-  
munidad nacional. Esta permanencia fue la condición para, a su vez,  
modelar narrativa colectiva y un imaginario en el que cada un/a pro-  
yectara su existencia individual y personal. Se basó tal imaginario,  
por un lado, en tradiciones vividas como herencias de un pasado in-  
memorial -como lo narra el roman nacional- y, por otro lado, en el re-  
conocimiento y la asimilación de símbolos patrios comunes, aunque  
tales símbolos, el nombre de la nación, la bandera o el himno, eran  
bastante recientes. Efectivamente, recordemos que, a finales del siglo  
1
9, el país ni siquiera tenía cien años de vida independiente. Lo  
vemos, la cuestión educativa es medular para enfocar las problemá-  
ticas de construcción nacional. Existe una estrecha correlación histó-  
rica entre la formación nacional y el desarrollo de la escuela como  
institución popular, o sea, una escuela que no se limita a la formación  
especializada ni a la transmisión de una cultura de élites, sino que  
sirve de base para la socialización de la juventud. En el Ecuador, con  
la Revolución Liberal, la escuela se convirtió en el espacio por anto-  
1
0 Emmanuelle Sinardet, “Majoritaire, minoritaire ou mineur?: l’Indien en Équateur (1895-  
925)”. François Martínez, Marie-Christine Michaud (ed.), en: Minorité(s): construction idéo-  
1
logique ou réalité ?, Presses Universitaires de Rennes, Rennes, 2005, pp. 147-158; sobre  
ideología del mestizaje, ver también Emmanuelle Sinardet, “Educación indígena y políticas  
de incorporación nacional (1925-1946): de la integración a la exclusión”, Hisal. Histoire(s) de  
l’Amérique latine, N° 2, 2007, ISSN 1957-7273, en: http://www.hisal.org/index.php? journal  
=revue&page=article&op=view&path[]=Sinardet2007-1 (2007)  
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Historia de la educación y construcción nacional:  
el ejemplo emblemático del liberalismo ecuatoriano  
nomasia de la inculcación de una ideología nacionalista. La escuela  
liberal produjo comunidad nacional: contribuyó a forjar en la per-  
sona del educando la idea de una familia nacional. Por eso, el Estado  
secularizado luchó por imponer su monopolio educativo: el reto fue  
conferir a la institución escolar, tanto la primaria como la secundaria,  
aquella misión de crear al homo equatorianis.  
Lo cual nos lleva a preguntar (y éste es otro eje de investiga-  
ción) ¿qué significa la palabra “cultura” cuando hablamos de la mi-  
sión de la educación? En mi opinión, remite a un conjunto de  
conocimientos y habilidades, instituciones, valores y símbolos, cons-  
truidos a lo largo de generaciones y características de una comuni-  
dad humana en particular. La cultural escolar, desde esta pers-  
pectiva, puede ser considerada como una obra colectiva y un bien  
común que difieren de la “cultura” en el sentido tradicional de cul-  
tura noble. Pues no es el monopolio del hombre culto, sino una  
forma de patrimonio espiritual.  
La cultura escolar que se conformó durante el periodo liberal  
seleccionó ciertos elementos que constituyeron el contenido trans-  
mitido en las aulas. Desde luego, esta selección no fue inocente y me-  
rece ser analizada. A través del Estado docente, las nuevas élites en  
el poder procedieron a esta selección conforme a sus propios intere-  
ses en nombre de la nación. Por lo tanto, resulta pertinente observar  
los nuevos currículos y planes de estudio. La pedagogía es también  
otro tema de investigación muy aclarador. Las llamadas ciencias de  
la educación, consideradas entonces como lo más moderno en ma-  
teria de pedagogía, aparecieron a su vez como instrumentos para  
erradicar lo que los liberales describían como una barbarie heredada  
del periodo colonial, el fanatismo religioso, con el objetivo de ins-  
taurar los valores positivistas de la civilización y del progreso en que  
se inspiró el liberalismo ecuatoriano.  
Otro aspecto interesante es la didáctica. De hecho, la educa-  
ción liberal llevó a cabo un trabajo de reorganización y de reestruc-  
turación de la manera de transmitir conocimientos y valores, lo que  
11  
Jean-Claude Forquin llamó la “transposición didáctica”. El Estado  
1
1 Jean-Claude Forquin, École et culture: le point de vue des sociologues britanniques, 2e ed., De  
Boeck et Larcier, Bruxelles, 1996, p. 16.  
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docente pensó la crucial cuestión de la intercesión y de los disposi-  
tivos mediadores. Uno de esos dispositivos fue el libro de textos es-  
colares, el cual pasó a ser un instrumento para la transmisión de  
referentes y mitos nacionales. Durante el periodo liberal, el Estado  
ejerció un monopolio en la definición y selección de los textos esco-  
lares, como lo ilustra el concurso nacional organizado en 1908 por el  
Consejo Superior de Instrucción Pública, en un momento cuando el  
Estado liberal procuraba reemplazar la enseñanza de la moral reli-  
giosa por una moral calificada de científica. Recordemos que el ob-  
jetivo modernizador de la Revolución Liberal se basó en la cons-  
trucción de un ecuatoriano liberado de los dogmas religiosos, por  
concebir la ciudadanía como necesariamente desvinculada de toda  
afiliación (en particular religiosa) que no fuese la de la comunidad  
nacional. Las reformas educativas liberales, por tanto, operaron una  
1
2
des-singularización de los individuos en provecho de una figura  
homogénea del ciudadano. De ello da fe el texto muy normativo, por  
cierto, elaborado por Francisco de Paula Soria, Curso de instrucción  
moral y cívica. Texto declarado obligatorio para las escuelas y los colegios  
de la República del Ecuador, premiado en concurso nacional por el Hono-  
13  
rable Consejo Superior de Instrucción Pública, publicado en 1909. Otro  
texto escolar premiado por el Consejo Superior de Instrucción Pú-  
blica en 1908 fue Tratado de instrucción moral por Pablo J. Gutiérrez.  
Texto oficial para todos los establecimientos de enseñanza secundaria de la  
República, según acuerdo del Honorable Consejo Superior de Instrucción  
14  
Pública de 19 de mayo de 1909, en el que podemos ver cómo la nación  
se convierte en algo más que una comunidad de intereses, al ser pre-  
sentada como una comunidad de afectos, como una gran familia aco-  
gedora.  
12 Término expuesto por Yves Déloye, Ecole et citoyenneté, Presses de la Fondation nationale des  
sciences politiques, Paris, 1994, p. 21.  
1
3 Francisco de Paula Soria, Curso de instrucc i� on moral y c� ivica. Texto declarado obligatorio para las  
escuelas y los colegios de la Rep �u blica del Ecuador, premiado en concurso nacional por el Honorable  
Consejo Superior de Instrucc i� on P �u blica, Imprenta Nacional, Quito, 1909.  
4 Pablo J Guti �e rrez., Tratado de instrucc i� on moral por Pablo J. Gut i� errez. Texto oficial para todos los  
establecimientos de ense �n anza secundaria de la Rep �u blica, seg �u n acuerdo del Honorable Consejo Su-  
perior de Instrucc i� on P �u blica de 19 de mayo de 1909, Imprenta y Encuadernaci �o n Nacionales,  
Quito, 1911.  
1
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Historia de la educación y construcción nacional:  
el ejemplo emblemático del liberalismo ecuatoriano  
4. La educación laica al servicio del “proceso de la civilización”  
El estudio de tales textos y manuales escolares muestra que  
la educación científica debía cumplir con una misión social priorita-  
ria para los liberales, más allá de la secularización: luchar contra los  
particularismos y las divisiones, contra las disparidades y la desor-  
ganización, contra la llamada heterogeneidad cultural y étnica del  
país. Debía contribuir a homogeneizar e “incorporar”. Es más, debía  
regenerar al país mediante la difusión de valores universales rela-  
cionados con el progreso, en oposición a los valores falsos transmi-  
tidos por la Iglesia según los liberales. Estos valores tenían como base  
los vínculos, sagrados pero laicos, de la humanidad fundada en la  
razón, la equidad, la justicia, el orden y la paz. La instrucción cívica,  
en particular, se reclamó de las ciencias políticas y jurídicas. Definió  
la ciudadanía como un estatuto que confiere un conjunto de derechos  
y de obligaciones, detenidamente descritas, con una dimensión emi-  
nentemente normativa. De hecho, enumeró una serie de deberes que  
debían trasformar al individuo en un ciudadano, es decir, en un su-  
jeto capaz de respectar estrictas prescripciones morales, más allá de  
las leyes. Ahora bien, estas prescripciones estaban desvinculadas del  
origen geográfico y étnico, de la posición social, de la religión y del  
género, por lo que participaron del proceso de des-singularización  
de los individuos.  
El Estado liberal también procuró controlar la socialización  
cívica. Basta pensar en el denso calendario de conmemoraciones y  
celebraciones patrióticas, obligatorio en todos los institutos, y en la  
participación sistemática de los educandos en las fiestas patrias, que  
desfilaron al lado de las autoridades. El objetivo de la educación li-  
beral fue fomentar y fortalecer, en beneficio del Estado nacional, un  
sentimiento de lealtad y de compromiso, manejando los sentimientos  
15  
políticos y gobernando las costumbres cívicas, por lo que las refor-  
mas educativas tendieron a movilizar los afectos para propósitos na-  
cionales. Ello significó domar ciertas costumbres, censurar otras,  
controlar los comportamientos, no solo en el espacio público sino  
15 Yves Déloye lo observa en el caso francés, op. cit., p. 25.  
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Emmanuele Sinardet  
también en la esfera privada, en las mismas familias. Foucault su-  
brayó que la consolidación de la autoridad del Estado pasó por la  
transformación de la sensibilidad política y social, un fenómeno que  
16  
Norbert Elías llamó “el proceso de la civilización”. De hecho, du-  
rante el periodo liberal, la educación contribuyó a imponer una re-  
gulación de los aparatos psíquicos de los alumnos, definiendo como  
valores clave el dominio de sí, la canalización de las emociones y el  
control de las pulsiones. En otras palabras, favoreció la internaliza-  
ción de las prohibiciones, las restricciones como control social y la  
autoimposición como proceso de normalización.  
Este aspecto ha sido poco estudiado todavía, pero basta ob-  
servar que los mismos reglamentos escolares –sin ir más lejos, sin si-  
quiera observar el contenido de las clases de instrucción moral y  
cívica– definieron normas presentadas como imprescindibles para  
una vida social ordenada y apaciguada. La educación liberal intentó  
17  
moldear nuevos habitus, para que los mismos educandos llegasen  
a disciplinarse solos y que aceptasen su propia docilidad, con vistas  
a la conformación de un homo equatorianis con ética cívica, o sea, de  
un ciudadano responsable, respetuoso de las leyes y defensor del  
orden.  
Conclusión  
Con las reformas educativas liberales, estamos frente a una  
ruptura fundamental por la definición positivista no solo de la pe-  
dagogía sino de la naturaleza humana: la educación liberal promovió  
el advenimiento de una civilización científica y la relegación de la  
sociedad teológica al pasado.  
Sin embargo, por la verticalidad de la relación con el orden,  
por esta idea de la necesaria obediencia a la autoridad -ya no a la  
Iglesia sino, en adelante, al Estado-, existió una forma de continuidad  
con el modelo de las escuelas religiosas decimonónicas. La educación  
1
6 Elias Norbert, El proceso de la civilización: investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas, traduc-  
ción de Ramón García Cotarelo, Fondo de Cultura Económica, México, 1987.  
7 Pierre Bourdieu, Jean-Claude Passeron, La Reproduction,�e l� ements pour une th�eorie du sys t� eme  
d’enseignement, Les �E ditions de Minuit, Paris, 1970; Pierre Bourdieu, La distinction: critique  
sociale du jugement, Éditions de Minuit, Paris, 1979.  
1
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210  
Historia de la educación y construcción nacional:  
el ejemplo emblemático del liberalismo ecuatoriano  
liberal promovió un sistema de reglas estrictas que determinaron las  
acciones a realizar, ordenándole cómo actuar al educando. La obe-  
diencia fue el eje de un sistema de valores que privilegió el respecto  
al maestro, a los padres, a las leyes, al Estado. Los liberales ecuato-  
rianos consideraron imprescindible una moralización social, por lo  
que la libertad no significó para ellos el desorden sino, a la inversa,  
la capacidad del ciudadano de controlar sus sentimientos y sus com-  
portamientos, relacionada con “el proceso de la civilización”. Tam-  
bién siguió existiendo el respeto debido a lo sagrado. Lo sagrado fue  
un elemento importante del discurso pedagógico liberal. Cierto es  
que se desplazó hacia lo político, en particular hacia la nación -se  
habla del suelo sagrado de la patria, por ejemplo-. Pero lo sagrado  
representó un elemento de fuerte cohesión, justificando el impera-  
tivo absoluto de sacrificar los intereses personales por el bien general  
de la nación.  
Con todo, más allá de las rupturas y continuidades aquí  
mencionadas y que también debemos seguir estudiando, quisiera re-  
calcar que la educación liberal promovió un cambio de expresión po-  
lítica proprio de la modernidad. Las formas más violentas de  
participación cívica -los golpes de Estado, entre otros- se considera-  
ron ilegítimas, porque contrarias al orden social y político, a la par  
que el sufragio fue presentado como el mecanismo idóneo para toda  
expresión política. Esta dimensión todavía queda por investigar y  
esperamos poder explorarla en esta prestigiosa Academia.  
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