BOLETÍN  
DE LA ACADEMIA  
NACIONAL DE HISTORIA  
Volumen XCVII Nº 202  
Julio–diciembre 2019  
Quito–Ecuador  
BOLETÍN  
DE LA ACADEMIA  
NACIONAL DE HISTORIA  
Volumen XCVII  
Nº 202  
Julio–diciembre 2019  
Quito–Ecuador  
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BOLETÍN de la A.N.H.  
Vol XCVII  
Nº 202  
Julio–diciembre 2019  
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Academia Nacional de Historia del Ecuador  
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enero 2020  
Esta edición es auspiciada por el Ministerio de Educación  
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA  
Vol XCVII – Nº 202  
Julio–Diciembre 2019  
LA HISTORIA EN LOS FULGORES DE LA LITERATURA  
–DISCURSO MIEMBRO HONORÍFICO–  
Rodrigo Pesantes Rodas1  
Queremos a través de este título dar una visión general de  
cómo y por qué se encuentra imbricada la Historia a la Literatura  
siendo aparentemente, dos disciplinas, con metodologías y objetivos  
distintos.  
La palabra es el eje lexical que tiende a develar una idea bá-  
sica del conocimiento y del entendimiento. La palabra es autónoma  
en el sentido de significar una categoría gramatical con sonidos pro-  
pios.  
Sin embargo, en los telares de la literatura, la palabra, no solo  
es significado, pues a través de la lingüística, la retórica y la estilística  
puede convertirse en significación, es decir, revertir la categoría gra-  
matical, en categoría literaria.  
Para ello se valen de los tropos, figuras literarias del pensa-  
miento, entre las que se encuentran principalmente, la metáfora, la  
imagen, la metonimia la sinécdote, el símil y la ironía.  
Para equilibrar nuestra visión, vamos a conceptualizar el ám-  
bito de la Historia que es la ciencia o disciplina que estudia y expone,  
de acuerdo con determinados principios y métodos, los aconteci-  
mientos y hechos que pertenecen al tiempo pasado.  
Pero cuando nos apoyamos de los recursos literarios, esta-  
mos en el campo de la interdisciplinidad, es decir, en la colaboración  
de sus especialidades para cumplir con mayor eficacia y ponderación  
de tiempos y espacios sus objetivos. Tenemos entonces al frente el  
corolario: La Historia para el tiempo y la Literatura para el estilo: la  
una narra, la otra describe.  
1
Ensayista, poeta y catedrático universitario. También es promotor de la literatura ecuatoriana  
a través de la docencia universitaria en Europa y Norteamérica.  
B O L E T Í N A N H N º 2 0 2 • 2 1 4 – 2 2 8  
214  
La Historia en los fulgores de la Literatura  
Tres son los géneros literarios que se involucran en la Histo-  
ria: La Narrativa, el Ensayo y la Poesía, de los cuales sin lugar a  
dudas, es la novela histórica la que con mayor veracidad, ¡quién lo  
creyera! enfoca los personajes protagónicos en su tiempo y con sus  
consecuencias nefastas, como es el caso de las dictaduras, que se die-  
ron tanto en Europa como en Asia y América Hispana.  
Y sintonicemos dos casos de los más emblemáticos, para de-  
mostrar esas dos realidades. En Rusia, por ejemplo, el escritor Ale-  
xadre Solzhenitsyn escribió la novela El Archipiélago de Gulag  
publicada en 1973, en cuyas páginas, a través de la narración, de-  
nuncia el terror y el horror que fueron impuestos, desde un sistema  
de opresión política y, que el autor los vivió en carne propia y con  
experiencias extraídas de más de dos mil centenares de testimonios  
reales de aquellos campos de prisión, trabajos forzados y crueldad  
en la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y, que fueron  
dirigidos por Lenin que inventó a Stalin, páginas donde campea la  
narración histórica pero que se alimenta, paradójicamente, de los  
sintagmas literarios, como en el siguiente escenario. Inicio de cita;  
Siempre recordaré la tarde en que me encontré por primera vez con  
esa casa de muerte casi oculta. Era mediados de verano, cuando la al-  
quimia de la naturaleza trasmuta el paisaje silvestre en una vívida y  
casi homogénea masa de verdor; cuando los sentidos se ven intoxica-  
dos por oleadas de húmedo verdor y el aroma sutilmente indefinible  
de la tierra, el agua y la vegetación.2  
Dentro de la narrativa hispanoamericana el tema de la no-  
vela del dictador se ha tratado recurrentemente a través de notables  
escritores de nuestro tiempo como Miguel Angel Asturias, Augusto  
Roa Bastos, Alejo Carpentier, Gabriel García Márquez, Mario Vargas  
Llosa, Arturo Uslar, entre otros; algunos de éstos galardonados con  
el Premio Nobel de literatura.  
A manera de corroborar lo expuesto por nosotros, vamos a  
tomar como ejemplo a dos de las mejores y mayores novelas escritas  
en lengua hispana, sobre las dictaduras en amerindia. Nos referimos  
2
H. P. Lovecraft, Necromicón. Los mejores relatos, Olmak trade S.L, Barcelona, 2016, p.284  
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Rodrigo Pesantez Rodas  
3
a El Señor Presidente del escritor guatemalteco Miguel Angel Asturias  
4
(
(
1899-1974) y Yo el Supremo del paraguayo Augusto Roa Bastos  
1917-2005).  
Con la obra El Señor Presidente estamos frente a un nuevo tipo  
de novela que se opone a la tradicional dentro un especial realismo  
mágico que constituirá el clima donde el mito y la realidad constru-  
yen la figura del dictador Manuel Estrada Cabrera.  
El valor de esta novela está todo en la honda caracterización,  
en sentido negativo dentro de los personajes, en la denuncia de una  
realidad aterradora que no pertenece, desdichadamente, solo al pa-  
sado, sino que se repite bajo cualquier dictadura, inclusive en aque-  
llas que vestidas de atuendos democráticos, emblematizan el despo-  
tismo, la corrupción, el engaño y la persecución a espaldas de los  
elementales derechos humanos que ya lo hemos tenido, lamentable-  
mente, en algunos de nuestros países en tiempos modernos y aún  
en los contemporáneos.  
En cuanto a los aportes literarios de esta novela cabe mani-  
festar que es la primera en entrelazar los dos mundos, el mítico y el  
real dentro de una imagen donde no se sabe si el realismo es mágico  
o, la magia, es parte de una realidad. Miguel Angel Asturias en esta  
novela, el realismo mágico puede relacionarse con la dimensión es-  
pacio-temporal, por ejemplo, encontrar el tiempo eterno.  
Y vamos luego con el escritor paraguayo Augusto Roa Bastos  
(
1917-2005) quien nos llega con su primera novela, Yo el Supremo,  
que se publicó en 1974 y considerada una de las obras cumbre de la  
literatura en español.  
Constituye una lúcida reseña histórica de la vida política del  
dictador supremo de Paraguay José Gaspar Rodríguez de Francia, a  
lo largo de sus 26 años de mandato en los que se fraguó un mundo  
de injusticias, explotación, penurias, persecución y muerte, así como  
un sentimiento popular, escindido, entre el deseo de rebelarse y el  
estoicismo perseverante. Novela que aparte de su valor histórico se  
destaca también por su construcción literaria y el juego morfo-sin-  
táctico que posee. Y esto es lo que nos interesa por ahora:  
3
4
Miguel Angel Asturias, El Señor Presidente, trad. ed. y prólogo de Selena Millares, Anaya &  
Mario Muchnik. Madrid, 1995. 1° edición 1967.  
Augusto Roa Bastos, Yo el Supremo, Fundación Biblioteca Ayacucho, 1986. 1° edición 1974.  
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La Historia en los fulgores de la Literatura  
Los rayos del sol caen a plomo sobre la sumaca de dos palos. Navega  
a remo aguas abajo por el río en bajante. Ni una brizna de aire. La vela  
cangreja cae lacia de la botavara. A ciertas horas rachas calientes la in-  
flan a contracorriente. Los veinte bogadores redoblan sus esfuerzos por  
hacerla avanzar. Gritos guturales. Ojos revoleados a lo blanco. Negros  
cuerpos aceitados de sudor colgados de las tahuaras botadoras. El sol  
clavado en el cenit. Si pasan los días y las noches, pasan por detrás del  
escudo del crepúsculo sin que podamos saber si estamos en la cegadora  
tiniebla del mediodía o en la escrutadora tiniebla de medianoche.  
Ahora el sol es macho. La luna hembra desabotona sus fases. Se mues-  
5
tra desnuda, a cara llena, la muy descarada...  
Através de estas dos novelas emblemáticas podemos dar con  
dos definiciones ontológicas y antológicas: la primera es aseverar  
que las dictaduras se sustentan en la fascinación por el poder abso-  
luto; y, luego “que el poder no corrompe, desenmascara”.  
Ecuador no estuvo ausente de estos conjuros donde la cruel-  
dad, la ambición de poder y la soberbia no tuvieron límites para atro-  
pellar la dignidad humana y asesinar a sus opositores. Y es la quiteña  
Alicia Yánez Cossío, 1928, escritora en cuyos cauces escriturales se  
dan de la mano los manantiales de la poesía tanto en el verso como  
en la prosa.  
6
Desde Bruna, Soroche y los tíos, 1971, su horizonte temático  
ha sido de lo más variado y ambicioso en sus objetivos. Su estilo se  
estructura a nivel de los personajes y las circunstancias de tal manera  
que, a veces, la ficción se torna en una realidad que compromete  
al lector a asumirla, metafóricamente, con sus cinco sentidos.  
De estas realidades nos llega una novela de singular prosapia  
histórica que, sin ser de su especialidad, nos lleva con mayores cer-  
tezas hacia un escenario donde un gobernante domina con irascible  
7
crueldad los destinos del país  que vienen a matarme, publicada en  
1
971, desmitifica de una manera magistral la historia republicana  
dominada por la figura de Gabriel García Moreno, que para unos  
está en el averno y para otros en el reino de los cielos.  
5
6
7
Ibidem, p. 239.  
Alicia Yánez Cossío, Bruna, Soroche y los tíos, editorial C.C.E, Quito, 1971.  
Alicia Yánez Cossío,  que vienen a matarme, Editorial Paradiso, Quito, 2001. 1° edición 1971  
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Rodrigo Pesantez Rodas  
Mas, cuando Alicia Yánez Cossío, nos lleva al paraíso de las  
descripciones, esta novela se remansa en la plenitud de sus lenguajes  
literarios, y así en un cortometraje sobre el dorso del río patriarcal  
de la capital montubia nos dice: “La balandra en la que va a partir se  
mece en el río Guayas que es un río macho cuando el agua desemboca en el  
océano y es ría hembra cuando el océano lo penetra y convierte el agua dulce  
8
en salobre”. Yo me pregunto, ¿se pueden pedir más enjambres poéti-  
cos que esta imagen percepcional en una novela histórica?  
Ya en el siglo XX tuvimos una figura política que, durante  
cinco ocasiones, gobernó al país en dos de estas se autoproclamó dic-  
tador y solo completó su mandato constitucional en una de ellas; es-  
tamos hablando del Dr. José María Velasco lbarra, (Quito, (1893- 1978)  
Dictaduras sí; pero pese a haberse autoproclamado como tal,  
no lo fue a la usanza de un Pinochet, Castro, Franco o Somoza, ade-  
más, jamás claudicó en sus principios éticos y morales que ufanaron  
su dignidad, hoy tan lejanos de los que con vanidad, prepotencia y  
cero honestidad nos gobiernan, desde los cuatro puntos cardinales  
de nuestro continente.  
No se ha escrito todavía (que yo sepa) una novela histórica  
sobre el velasquismo y su máximo líder. Sin embargo, hay un texto  
narrativo que sin ser histórico apunta hacia su personaje principal:  
Velasco Ibarra, pero desde una rivera de asombrosas investigaciones  
9
e interpretaciones: El perpetuo exiliado, Bogotá, 2016, su autor Raúl  
Vallejo. Con esta novela estamos frente a un discurso poderoso, den-  
tro de una praxis de acercamientos hacia aspectos no socializados  
del mundo político y cultural, que marcan la realidad de ese perso-  
naje emblemático que gobernó al país por cinco ocasiones, pero que  
esta vez, Raúl Vallejo nos avizora desde un horizonte escondido: el  
de sus hondas sensibilidades corazón adentro.  
Si hay algo que sobresale en esta novela es el estilo subyu-  
gante y etopéyico con el que Vallejo nos conduce hacia otros escena-  
rios más auténticos y democráticos, como es el del amor, entre las  
soledades del exilio. Y fue una mujer doña Corina Parral la que  
ayudó a conjugar esos telares y que Raúl Vallejo logra atraparlos  
desde un código de lenguajes apasionantes.  
8
9
Alicia Yánez Cossío, Sé que… op cit., p.24  
Raúl Vallejo, El perpetuo exiliado, editorial Penguin Random House, Bogotá, 2016  
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La Historia en los fulgores de la Literatura  
Hasta aquí la novela histórica con sus desgarradores escena-  
rios políticos y sus dictadores como protagonistas.  
10  
Y Como agua para chocolate, 1989 título de la primera novela  
de la mexicana Laura Esquivel, nos llega su segundo texto narrativo,  
11  
Malinche, publicada en Bogotá, 2015, en cuyas páginas el ambiente  
se conjuga dentro de otras visiones y singulares objetivos: la con-  
quista de México con dos personajes protagónicos: el español Her-  
nán Cortés y la admirada y denostada amante de éste, la azteca  
Malinche en cuya sangre vibra la rebeldía pero también la intuición  
razonada.  
Relato inolvidable en el cual, a través de un estilo vigoroso,  
Laura Esquivel reconstruye la historia de México desde un hori-  
zonte tempo-espacial, a la vez que construye escenas en las cuales la  
palabra no es autónoma en su significado, sino imagen en su signi-  
ficación. Escuchémosla en esta escena vigorosa:  
Malinche sintió que su corazón se inflamaba con el calor que despren-  
dían la gran cantidad de velas que los españoles habían colocado en el  
lugar que antes fuera un templo dedicado a sus antiguos dioses. Ella  
nunca había visto velas. Muchas veces había encendido antorchas e in-  
censarios, pero velas no. Le parecía completamente mágico ver tantos  
fuegos pequeños, tanta luz reflejada, tanta iluminación proveniente de  
tan pequeña lumbre. Dejó que el fuego le hablara con todas esas mi-  
núsculas voces y quedó deslumbrada al ver la luz de las velas reflejada  
en los ojos de Cortés.12  
Se le ha querido estigmatizar a Malinche como traidora; sin  
embargo, su pronto aprendizaje del idioma español y la admiración  
personal, a primera vista, por Hernán Cortés la convirtió en una  
sagaz e inteligente intérprete entre el soldado español y sus herma-  
nos aztecas, que tenía un objetivo primordial, pensar que Cortés pon-  
dría fin a los terribles sacrificios humanos de la religión azteca, pero  
que acabó, en cambio, descubriendo la crueldad no menos san-  
grienta de los conquistadores. Con Cortés y la Malinche se inicia,  
además, el mestizaje en México.  
10 Laura Esquivel, Como agua para chocolate, editorial planeta, lugar de publicación, México, 1989  
11 Laura Esquivel, Malinche, Penguin Random, México, 2015  
12 Laura Esquivel, Malinche…op. cit.  
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Rodrigo Pesantez Rodas  
Dentro de estos espacios de la novela histórica, no podemos  
dejar de mencionar a tres escritores ecuatorianos que marcan con  
unísonos pasos, los procesos de nuestras gestas libertarias: Carlos R.  
Tobar, (Quito, 1853-1929) con su novela Relación de un veterano de la  
13  
Independencia publicada en 1895; Teófilo Pozo Monsalve (Azogues,  
14  
1
859-1894) con su texto narrativo Entre el amor y el deber editada  
en 1886 por Andrés Cordero en Cuenca y, por último, Enrique Terán  
15  
(
Quito 1887-1941) con El Cojo Navarrete publicada en 1940.  
La primera novela histórica escrita y publicada en nuestro  
país es, Entre el amor y el deber, de Pozo Monsalve, trata sobre las cam-  
pañas de la Independencia de 1882-1883 con las célebres batallas  
de Quito y Guayaquil y, la consecuente confrontación entre liberales  
y conservadores. Novela histórica que posee una evidente intertex-  
tualidad con la tradición italiana que va, desde los ecos de Petrarca,  
la resonancia de los largos poemas de caballería, hasta llegar a refle-  
jar los sentimientos románticos de Leopardi.  
Pozo Monsalve encarna los ideales libérrimos y en pie de  
lucha muere asesinado en plena plaza pública de Azogues, el 11 de  
agosto de 1894.  
La segunda novela histórica, Relación de un veterano de la In-  
dependencia de Tobar y Guarderas es una novela estructurada en dos  
planos: lo político y lo lingüístico y es en éste, más que en aquél,  
donde radica el gran mérito literario del autor pues lo que cuenta no  
cuenta, sino en el saber contar.  
La mayor novela del liberalismo es El Cojo Navarrete de En-  
rique Terán, es reflejo de una realidad en la cual se dieron cambios  
que se constituyeron, más tarde, en paradigmas culturales y sociales.  
La figura del protagonista Juan Navarrete es la de un héroe, no mí-  
tico sino real, que surge desde el campo y se yergue a través de proe-  
zas singulares. La pérdida de una de sus piernas en una batalla, a  
favor de los liberales, codifica la imagen de un luchador popular con-  
vencido y tipifica los anhelos reivindicatorios. Los escenarios visten  
1
1
1
3 Carlos R. Tobar, Relación de un veterano de la Independencia, Imprenta de la Universidad Central,  
Quito, 1895  
4 Teófilo Pozo Monsalve, Entre el amor y el deber, Municipalidad de Cuenca, Cuenca, 1986. 1°  
edición 1886  
5 Enrique Terán, El Cojo Navarrete, Talleres Gráficos Americana, Quito, 1940  
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La Historia en los fulgores de la Literatura  
todo el colorido de la serranía y de la ciudad de Quito, dando al con-  
junto una fisonomía propia, constructiva, reveladora.  
Al describir el ambiente que codifica una de las calles más  
emblemáticas del período colonial quiteño, Terán nos conduce a un  
mundo de coloridos poéticos singulares. Vamos entonces a disfrutar  
de esos aromas de la palabra:  
Una de las calles más retorcidas y estrechas en Quito es la calle de La  
Ronda. Sombría, deteriorada, con sus grandes pedrones inmaculados,  
estornudando las aceras con sus paredes salientes, como que, por den-  
tro de las casas, se hubieran arrimado al barro fresco, con sus ventanas  
incoherentes, tal si fueran perforadas por un bombardeo lejano y, todos  
los huecos salientes y entrantes, los claveles rojos de lo mora castellana;  
los geranios, las fucsias y la manzanilla, poniendo granaditas de beso,  
16  
trozos de ilusión romancera en las viejas casas peregrinas.  
Si el liberalismo nos dejó como testimonio histórico-literario  
la novela El Cojo Navarrete de Terán; en los umbrales de la década de  
los años 30, tuvimos un viraje hacia los postulados de la doctrina po-  
lítica económica marxista que planteaba los derechos de clase, como  
uno de los objetivos socio-políticos.  
La literatura, especialmente, la novela tuvo sus mejores ex-  
ponentes en el Grupo llamado de Guayaquil, entre los que figuraban  
dos de sus integrantes de mayores y radicales acciones tanto en sus  
vidas cuanto en sus obras, los dos guayaquileños: Enrique Gil Gilbert  
(
1912-1973) y Joaquín Gallegos Lara (1911-1947), el primero con su  
1
7
1
8
novela Nuestro Pan y Gallegos Lara con Las cruces sobre el agua. Las  
cruces sobre el agua narra uno de los episodios más sangrientos come-  
tidos en contra de la clase obrera en el Ecuador.  
Frente al reclamo de un proletariado que vivía explotado y  
marginado, Alfredo Baldeón se convierte en el eje de la revuelta y  
organiza a todo un pueblo formado por artesanos, panaderos, agri-  
cultores, amas de casa, etc, actitud que fue violetamente reprimida  
por el gobierno de José Luis Tamayo.  
1
1
1
6 Enrique Terán, op. cit., p.206.  
7 Enrique Gil Gilbert, Nuestro Pan, Librería Vera y Cía., Guayaquil, 1942.  
8 Joaquín Gallegos Lara, Las cruces sobre el agua, editorial C.C.E, Quito, 1946  
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Rodrigo Pesantez Rodas  
Masacre donde se contaron por centenares los muertos que,  
a falta de fosas comunes, fueron lanzados al río Guayas. Esto ocurrió  
el 15 de noviembre de 1922, desde entonces, se cuenta que cada ani-  
versario, muchos de los sobrevivientes, arrojan coronas al río Guayas  
en conmemoración de los compañeros que duermen en el lecho de  
sus aguas.  
Alfredo Baldeón vivía en una vieja casucha llamada “La As-  
tillera”, en la ciudad de Guayaquil, con su madre Trinidá y su padre  
un panadero llamado José. Él era muy apegado a las faldas de su  
madre. Su padre era el más bravo de toda la covacha, nadie se atre-  
vía a meterse con él, por lo cual, Alfredo empezó a sentirse orgulloso  
de su padre y de grande quería ser como su papá. Su padre peleaba  
mucho. Trinidá vivía rabiosa, se quejaba del mercado caro, de las  
blancas angurrientas a las que lavaba la ropa y de las vecinas y del  
marido que le daba una miseria del jornal y que correteaba detrás  
de las otras.  
Los episodios narrativos ofrecen una sincronización socioló-  
gica, tanto de las costumbres cuanto en las estructuras semánticas  
de sus lenguajes. De esta conjunción responden sus aspectos litera-  
rios.  
El Ensayo como género literario es el que mayores oportuni-  
dades ha dado a la palabra para sus visiones múltiples. En nuestro  
país sus horizontes temáticos, hemos tenido la satisfacción de entre-  
garlos por primera vez en un libro Panorama del Ensayo en el Ecuador,  
Quito, 2017.  
Para la ocasión que nos convoca y, por reflejar con nitideces  
históricas y embrujos literarios, tenemos a dos autores con dos ex-  
19  
traordinarios textos: Argonautas de la selva, 1945 de Leopoldo Benites  
20  
Vinueza, (Guayaquil, 1905-1995) y Atahualpa, 1934 de Benjamín Ca-  
rrión, (Loja, 1897-Quito, 1979)  
Argonautas de la selva es una obra de múltiples resonancias  
cuyas estructuras narrativas se codifican con los objetivos históricos,  
cabalgando en la ambición conquistadora y en el horizonte natural  
1
9 Leopoldo Benites Vinueza, Argonautas de la selva, Fondo de la Cultura Económica, México,  
945  
1
20 Benjamín Carrión, Atahualpa, Imprenta Mundial, Quito, 1934  
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La Historia en los fulgores de la Literatura  
de la selva oriental nuestra, rugiendo como una sinfonía herida al  
reclamo de sus derechos fluviales y territoriales, y al fondo, el cur-  
tido y apasionado rostro de Francisco de Orellana, escribiendo con  
su vida una de las más bellas epopeyas de nuestra historia.  
Crónica si, con emblemas de metáfora y estilo en la que la  
descripción luce sus mejores atuendos. La gloria de Francisco de Ore-  
llana es haber cedulado con nombre y apellidos nuestros un 20 de  
Diciembre de 1545, las aguas del río-mar: el Amazonas, guía y guar-  
dián de nuestros fulgores soberanos.  
El notable poeta cuencano Remigio Romero y Cordero, lo  
lleva esta hazaña hacia el verso majestuoso y rítmico ratificando su  
nacionalidad:  
El río Amazonas es río quiteño,  
es río quiteño, lo fue y lo será:  
su señor es Quito, Quito de los Shirys,  
21  
Francisco Orellana su gran capitán.  
La Historia en la poesía o la poesía en la Historia es uno de  
los espacios en los cuales el tiempo histórico se refleja con mayor es-  
plendor a través de imágenes, metáforas y, sobre todo, de los ritmos  
versales.  
Dentro de los procesos tempo-espaciales tenemos tres ins-  
tantes con tres textos poéticos que testifican, los hechos históricos de  
una manera poéticamente veraz: El Atahualpa Huanui, o la Elegía a la  
22  
muerte de Atahualpa, atribuido a un cacique de Alangasí llamado Ja-  
23  
cinto Collahuaso; luego, El Canto a Junín o Canto a Bolívar, de José  
24  
Joaquín de Olmedo y el tercero, Boletín y Elegía de las Mitas de César  
Dávila Andrade.  
El Atahuatpa Huanui está escrito en idioma quichua en ver-  
sos que, al ser traducidos al español, se engarzan en los octosílabos,  
21 Cfr. Jaime Aguilar Paredes, editor, Páginas cívicas de la nacionalidad ecuatoriana, Imprenta Co-  
legio Técnico Don Bosco, Quito, 1976, p.86  
2
2
2 Jacinto Collahuazo, Elegía a la muerte de Atahualpa, Radmandí, Quito, 2013.  
3 José Joaquín de Olmedo, El Canto a Junín o Canto a Bolívar, Imprenta española de M. Calero,  
reimpreso en Londres, 1826.  
24 César Dávila, Boletín y Elegía de las Mitas, editorial Libresa, Quito, 1996.  
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en ellos se narra la ambición de los españoles y la astucia, prisión y  
muerte de Atahualpa. Escuchémoslo en dos de sus estrofas:  
En un corpulento guabo  
un viejo cárabo está  
con el llanto de los muertos  
llorando su soledad.  
Como niebla vi los blancos  
en muchedumbre llegar  
y oro y más oro queriendo  
se aumentaba más y más.  
Al venerado padre Inca  
con una astucia falaz  
cogiéronle y ya rendido  
le dieron muerte fatal.25  
El segundo instante se da en los gloriosos tiempos de nues-  
tra Gesta Libertaria: El Canto a Junín de José Joaquín de Olmedo es  
el poema épico más importante del siglo XIX en Hispanoamérica.  
Oda conocida también como Canto a Bolívar por ser este per-  
sonaje el leitmotiv del poema. Texto mixto: lírico y épico; lírico por  
la emotiva cadencia con que conduce el autor la tesitura versal hacia  
la exaltación del héroe, dentro de un contexto de asombrosa majestad  
cósmica-telúrica; cumbres y simas bordeando la palabra encendida.  
Olmedo, como buen poeta, enciende la antorcha guerrera  
con las palabras inaugurales precisas en cuyos sonidos reiterativos,  
las etopeyas marcan el ritmo bélico. Escuchémoslo:  
El trueno horrendo que en fragor revienta  
y sordo retumbando se dilata26  
En estos dos versos encontramos seis veces repetidas la letra  
R cuyo objetivo es ponernos en aviso, el sonido de los cañones, con  
el que Bolívar asume el fragor de la batalla.  
25 Cfr. Hernán Gallardo Moscoso, 400 años de cultura lojana, editorial universitaria, Loja, 1977,  
p.13  
2
6 José Joaquín de Olmedo, op. cit., p.3  
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La Historia en los fulgores de la Literatura  
En una edición y estudio más recientes, Quito, 2013, realiza-  
dos por el Dr. Raúl Vallejo, el prologuista peruano Fernando Iwasaky,  
notable historiador y filólogo, nos lleva a otra percepción, a otra rea-  
lidad e investigación, cuando afirma que “aunque Olmedo es una figura  
importante para la historia de la literatura hispanoamericana, su Canto a  
Junín o Canto a Bolívar ha sido más valorado por sus connotaciones políti-  
cas que por las literarias”.27  
El tercer instante se da en el siglo XX con Boletín y Elegía de  
las Mitas, 1959 del gran poeta César Dávila Andrade, (Cuenca, 1918-  
Caracas, 1967).  
Este texto es el reflejo más nítido por poético, de una época  
en la cual se consumó una de las tragedias históricas más humillan-  
tes y crueles que tuvo que enfrentar la población indígena, a través  
de las Mitas y los Obrajes, en los cuales el azote era palabra con la  
que les obligaban a realizar trabajos sus verdugos colonizadores.  
La palabra, en este poema, es a la vez, elegía e historia, des-  
cribe y narra con elocuencia poética el sufrimiento en todos los es-  
cenarios de ese vivir muriendo.  
Dávila Andrade, para marcar el ritmo, condición indispen-  
sable en todo texto poético hace uso, desde sus primeros versos, del  
apócope, recurso lingüístico que consiste en la supresión de uno o  
más sonidos en posición final de la palabra. Esta opción lo hace con  
la palabra también a la que le suprime los últimos cuatro sonidos y  
entra a la configuración versal con la palabra tam que va marcar el  
paso rítmico en todo el texto. Escuchémoslo desde sus inicios:  
Yo soy Juan Atapam, Blas Llaguarcos.  
A mí tam. A José Vacancela tam.  
A Lucas Chaca tam. A Roque Caxicondor tam.  
En plazo de Pomaxquí y en ruedo de otros naturales  
Nos trasquilaron hasta el frío la cabeza.  
Oh, Pachacámac, Señor del Universo,  
Nunca sentimos más helada tu sonrisa,  
Y al páramo subimos desnudos de cabeza  
A coronarnos, llorando con tu sol.28  
27 José Joaquín Olmedo, La victoria de Junín. Canto a Bolívar, edición Raúl Vallejo Corral, Uni-  
versidad Simón Bolívar, Quito, 2013, p.11.  
28 César Dávila, op. cit., p.193  
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Historia y magia poética que derraman visiones y percepcio-  
nes que no las contaron con tanta veracidad los cronistas. Con este  
poema estamos frente a una realidad histórica contada en versos, en  
cuyos espacios las figuras literarias representan el coro, donde el  
tiempo con las voces más nítidas y, a la vez sangrantes, repetirá a los  
siglos esta estrofa.  
Y tam, si supieras, amigo de mi angustia  
Como bofeteaban cada día, sin falta.  
Capisayo al suelo, calzoncillo al suelo  
Tú, bocabajo, mitayo. Cuenta cada latigazo”  
Yo, iba contando, 2, 5, 9, 30, 45, 70  
Así aprendí a contar en castellano,  
Con mi dolor y mis llagas.  
En seguida, levantándome, chorreando sangre,  
Tenía que besar látigo y mano de verdugos.  
Dioselopagui, Amito, así decía de terror y gratitud.  
29  
Patetismo hasta conmovernos. Historia para no olvidarla.  
Texto en el que la Elegía se inmortaliza en esa urdimbre de tiempo  
que desangra y la poesía que la redime.  
No quisiera terminar esta mi intervención sin poner a la  
vista y el oído de todos Uds. a través de un lienzo de imágenes, la  
razón por la cual signé con este título la memoria del tiempo en los  
enjambres de la literatura.  
En el banquete de la Cultura, la Historia pone las finas copas  
de cristal y la Literatura el vino añejado, donde los escenarios y la  
palabra se embriagan mutuamente como en las gratas horas de esta  
noche.  
Guayaquil, 27/09/2019  
29 Ibíd., p.197.  
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La Historia en los fulgores de la Literatura  
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