Vida académica
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BOLETÍN ANH Nº 211
BOLETÍN
DE LA ACADEMIA
NACIONAL DE HISTORIA
Volumen CII
Nº 211
Enero–junio 2024
Quito–Ecuador
ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
Director Dr. Cesar Alarcón Costta
Subdirector Ac. Diego Moscoso Peñaherrera
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Tesorero j Dr. Claudio Creamer Guillén
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EDITOR
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BOLETÍN de la A.N.H.
Vol. CII
Nº 211
Enero–junio 2024
© Academia Nacional de Historia del Ecuador
ISSN Nº
1390-079X
eISSN Nº
2773-7381
Portada: Retrato de Pedro Franco Dávila. Archivo MNCN (Madrid)
Diseño e impresión
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Agosto 2024
Esta edición es auspiciada por el Ministerio de Educación
Libro de distribución gratuita
ALGUNAS NOTAS SOBRE EL PENSAMIENTO ESTÉTICO
DE FEDERICO GONZÁLEZ SUÁREZ EN SU ESCRITO
“HERMOSURA DE LA NATURALEZA
Y SENTIMIENTO ESTÉTICO DE ELLA” (1908)
Xavier Puig Peñalosa
1
Resumen
En el contexto del nuevo tiempo laicista que la revolución
liberal instituye societariamente en el Ecuador, Federico González
Suárez redactará su escrito Hermosura de la Naturaleza y senti-
miento estético de ella (1896). En éste, desarrolla varias temáticas (es-
téticas, literarias, históricas, geográficas, etc.) en relación al
sentimiento del ser humano ante la Naturaleza, es decir, la experi-
encia estética que esta procura en nuestra sensibilidad. Para ello, ini-
cialmente serán las modernas categorías estéticas de lo pintoresco y
lo sublime y los supuestos que las constituyen, las que regirán su ex-
posición sobre aquella experiencia. No obstante y frente a la subje-
tividad que dichas categorías instauran al relativizar la hasta
entonces– concepción unívoca de la inveterada belleza y su inmedi-
ata consecuencia, a saber, la constitución del propio sujeto moderno
(espacio de la razón y la moralidad propias, de la libertad), González
Suárez opondrá su propia concepción trascendente sobre aquella, así
como la ortodoxia de la poética clasicista, mediadas ambas y en fun-
ción de la teología católica, negando así la posibilidad de ese nuevo
espacio (sujeto) moderno. Por ello, esta conceptualización supone la
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1 Doctor en Filosofía y CC.EE por la Universidad del País Vasco/EHU (España) y, Profesor Tit-
ular de Universidad en el Área de conocimiento de Estética y Teoría de las Artes, actualmente
investigador independiente. Miembro Correspondiente Extranjero de la Academia Nacional
de Historia del Ecuador y, autor de numerosas publicaciones, entre las que destacan sobre ar-
tistas y literatos del siglo XIX y XX ecuatorianos, las referidas a Rafael Troya, Juan León Mera,
Luis A. Martínez, Eduardo Kingman, Rafael Salas, Ernest Charton y Honorato Vázquez.
xavier.puig@ehu.eus
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
Vol. CII – Nº. 211
enero–junio 2024
afirmación de una estética sobre la belleza y, en particular, referida a
“la hermosura de la naturaleza” que se remite a un origen divino; es
decir, la creación como manifestación inmanente de la bondad de
Dios y, solo dada en su aprehensión estética a los poseedores de la
fe cristiana. A este tenor, será el análisis de la concepción estética y
su relación con la experiencia sentimental de la Naturaleza según la
entiende y define González Suárez, la finalidad que guíe al presente
trabajo.
Palabras clave: Federico González Suárez, estética, Naturaleza y lit-
eratura, Ecuador siglos XIX-XX, cristianismo y modernidad.
Abstract
In the context of the new secularist era that the liberal rev-
olution instituted socially in Ecuador, Federico González Suárez
wrote his writing Beauty of Nature and Aesthetic Feeling of It (1896).
In this, he develops several themes (aesthetic, literary, historical, geo-
graphical, etc.) in relation to the feeling of the human being towards
Nature, that is, the aesthetic experience that it provides in our sensi-
tivity. To do this, initially it will be the modern aesthetic categories
of the picturesque and the sublime and the assumptions that consti-
tute them, which will govern his exposition of that experience. Ho-
wever, and in the face of the subjectivity that these categories
establish by relativizing the until then univocal conception of in-
veterate beauty and its immediate consequence, namely, the consti-
tution of the modern subject itself (space of reason and own morality,
of freedom), González Suárez will oppose his own transcendent con-
ception over that, as well as the orthodoxy of classicist poetics, both
mediated and based on Catholic theology, thus denying the possibil-
ity of that new modern space (subject). Therefore, this conceptual-
ization supposes the affirmation of an aesthetic about beauty and, in
particular, referring to “the beauty of nature” that refers to a divine
origin; that is, creation as an immanent manifestation of the good-
ness of God and only given in its aesthetic apprehension to the pos-
sessors of the Christian faith. In this sense, the analysis of the
Xavier Puig Peñalosa
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aesthetic conception and its relationship with the sentimental experi-
ence of Nature as understood and defined by González Suárez will
be the purpose that guides this work.
Keywords: Federico González Suárez, aesthetics, Nature and litera-
ture, Ecuador 19th-20th centuries, Christianity and modernity.
Introducción
2
El triunfo de la denominada revolución liberal (1895) a partir
de las decisivas batallas de San Miguel del Chimbo y muy especial-
mente la de Gatazo,
3
supuso un cambio de régimen que entre otras
cuestiones implicó una paulatina ruptura de las, hasta entonces,
más o menos inveteradas y privilegiadas relaciones Iglesia-Estado
en Ecuador. Efectivamente, será con la nueva Constitución de 1906,
cuando ese proceso se acelerará (separación definitiva de ambas ins -
tituciones), aunque ya anteriormente y durante el primer gobierno
de Leónidas Plaza (1901-1905), se implementaron entre otras disposi-
ciones que afectaron directamente a la Iglesia católica, la nueva Ley
de Patronato, la ley de Registro Civil, la Ley de Matrimonio Civil
más tarde la de Divorcio e, igualmente, la de Cultos. Posterior-
Pensamiento estético de Federico González Suárez en su escrito
“Hermosura de la Naturaleza …”
13
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2 Se ha valorado referenciar en este acápite y en sus notas correspondientes, la bibliografía digi -
talizada a partir de las ediciones originales, siempre que ello ha sido posible. No obstante y
cuando así corresponda, se incluyen las referencias a posteriores publicaciones transcritas de
esos originales.
3 Señalar que en dichas batallas (6 de junio y 14 de agosto de 1895 respectivamente), combatió
en las filas liberales el político, escritor y pintor paisajista Luis A. Martínez, sirviéndole dicha
experiencia para configurar uno de los episodios más crudamente críticos para con la religión
y la propia institución política en su célebre novela A la Costa, a través de su personaje protago -
nista, Salvador; véase al respecto en dicha novela con un estudio introductorio de Diego Araujo
Sánchez, LIBRESA, Quito, 1989, pp. 149-159. Posteriormente, Martínez formaría parte del
primer gobierno del liberal Leónidas Plaza como Subsecretario y Ministro de Instrucción Públi -
ca (1903-1905), y en el posterior del también liberal Lizardo García (1905) como director general
de Obras Públicas. Este último gobierno ejerció durante menos de un año a causa del golpe
de estado de Eloy Alfaro (enero de 1906), origen de la cruenta guerra denominada “de los
veinte días”. Para todo lo relacionado con la revolución liberal (antecedentes, facciones libera -
les, nuevo estado, gobiernos y reformas, etc.), resulta imprescindible de Enrique Ayala Mora,
Historia de la Revolución Liberal Ecuatoriana, Corporación Editora Nacional/Taller de Estudios
Históricos (TEHIS), Quito, 2002, Segunda edición.
mente se seguiría ahondando en esa pérdida de privilegios de la Igle-
sia con nuevas disposiciones y leyes (ley de beneficencia, la obligato-
riedad de la enseñanza laica en la escuela pública, etc.).
A este tenor, las reformas que el liberalismo impuso en lo rel-
ativo a la institucionalidad político-social de la iglesia católica, indujo
a esta a una posición de rechazo y enfrentamiento al nuevo poder
político.
4
Y ejemplo extremo de esa oposición la protagonizó el ul-
tramontano obispo de Portoviejo y de origen alemán Pedro Schu-
macher quien, desde su exilio en Colombia y en connivencia con los
sectores más conservadores de la élite y el clero ecuatorianos, ade-
más del propio gobierno colombiano, alentó y bendijo las diversas
incursiones armadas financiadas por aquellos, y que desde aquel
país efectuaron las fuerzas sobrevivientes del ejército conservador
(Restauración Católica), atacando e invadiendo el territorio ecuator-
iano con la finalidad de desestabilizar y derrocar al nuevo gobierno
liberal, prolongándose esta situación durante casi siete años.
5
También el obispo de Ibarra y posterior arzobispo de Quito,
Federico González-Suárez se opuso al liberalismo, pacíficamente pero
con inusitada vehemencia, condenándolo sin paliativos median te la
difusión de varias “Cartas pastorales”, “Instrucciones” u otros doc-
umentos públicos, al tiempo que denunciaba en esos escritos y desde
posicionamientos ortodoxamente católicos, las reformas que los go-
biernos liberales emprendieron contra los privilegios de la Iglesia
ecuatoriana (la “relación armónica” como la denominaban los eclesi-
ásticos).
6
En este sentido y a modo de ejemplo, citar los refe rentes con-
tra la Ley de Patronato en los “Manifiestos”, la “Representación” y
La Ley;
7
contra la instrucción laica, la “Primera y Segunda Carta Pas-
toral”
8
o, contra la Ley de Matrimonio Civil.
9
Xavier Puig Peñalosa
14
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4 Santiago Castillo Illingworth, La Iglesia y la Revolución Liberal, las relaciones de la Iglesia y el estado
en la época del liberalismo, Colección Histórica, Volumen XXV, Ed. Banco Central del Ecuador,
Quito, 1995, pp. 163-349.
5 Enrique Ayala Mora, Historia de…, cit., p. 359.
6 “El orden establecido por Dios, exige que haya mutua armonía y concordia entre las dos auto-
ridades; y no es lícita la separación, ni mucho menos la pugna, de la Iglesia y el Estado”, Cuarta
Instrucción que Federico González Suárez Obispo de Ibarra dirige al clero de su Diócesis, Im-
preso por F. Ribadeneira, Quito, 1901, p. 5, https://repositorio.flacsoandes.edu.ec/handle/
10469/9339 (03.10.2023).
7 Representaciones que el Ilmo. Señor Obispo de Ibarra Federico González Suárez ha dirigido
al Supremo Gobierno con motivo de la Ley llamada de Patronato, Imprenta “El Comercio”,
No obstante y en el año 1900, González Suárez había con-
denado con igual energía y rotundidad, tanto las invasiones militares
al país por parte de las fuerzas conservadoras desde Colombia,
10
como la pertenencia o adscripción del clero a cualquier partido po-
lítico,
11
lo cual no suponía negarse a opinar o participar a título indi-
Pensamiento estético de Federico González Suárez en su escrito
“Hermosura de la Naturaleza …”
15
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Ibarra, 1899, http://repositorio.casadelacultura.gob.ec/bitstream/34000/435/3/FR1-F-000
380.06-Gonzalez-Representaciones.pdf (04.10.2023); Manifiesto que Federico González Suárez
por la miseración divina y por la gracia de la Santa Sede, Arzobispo de Quito. Dirige a todos
los ecuatorianos, sus compatriotas, Imprenta del Clero, Quito, 1906, https://repositorio.flac-
soandes.edu.ec/bitstream/10469/16033/1/LBNCCE-GONZALEZS-MAN.pdf (04.10.2023),
también en VV.AA., Federico González Suárez y la polémica sobre el estado laico, Estudio Introduc-
torio y Selección de Enrique Ayala Mora, Biblioteca Básica del Pensamiento Ecuatoriano, Vol-
umen IV, Banco Central del Ecuador/Corporación Editora Nacional, Quito, 1988, pp. 297-304;
Segundo Manifiesto que Federico González Suárez por la miseración divina y por la gracia
de la Santa Sede. Arzobispo de Quito, dirige a todos los ecuatorianos, sus compatriotas, Im-
prenta del Clero, Quito, 1906, https://repositorio.flacsoandes.edu.ec/bitstream/10469/
16034/1/LBNCCE-GONZALEZS-MANII.pdf (04.10.2023), también en VV.AA., Federico Gon-
zález Suárez…, cit., pp. 305-311 y, Tercer Manifiesto que Federico González Suárez Arzobispo
de Quito dirige a sus compatriotas los ecuatorianos, Imprenta del Clero, Quito, 1908,
https://repositorio.flacsoandes.edu.ec/bitstream/10469/16086/1/LBNCCE-GONZALEZS-
MANIII.pdf (04.10.2023).
8 El Liberalismo, con la educación laica se propone descristianizar á los pueblos: éso es lo que intenta,
ése es su fin! Nadie ha de estar engañado: todos deben conocer muy bien el fin de la educación laica.
¿Qué fin es ése?
Descristianizar á los ecuatorianos.”, Primera Carta Pastoral, p. 14 (negrita en el
original); “La enseñanza laica es un crimen contra la Religión, contra la Iglesia, contra la familia,
contra la Patria”, Segunda Carta Pastoral, p. 37, en Federico González Suárez, Cartas Pastorales
que el Ilustrísimo y Reverendísimo Señor Arzobispo de Quito dirige al Clero y á los fieles de
la Arquidiócesis acerca de la instrucción laica, Imprenta y encuadernación salesiana, Quito,
1906, https://repositorio.flacsoandes.edu.ec/handle/10469/9069 (05.10.2023).
9 Fueron siete los “Manifiestos sobre la Ley de Matrimonio Civil” que, redactados por González
Suárez y suscritos al unísono por este y los obispos Pedro Rafael González Calisto y Arsenio
Andrade Landázuri, se publicitaron a lo largo de dos años; cronológicamente y en el año 1902,
el 18 de septiembre, el 10 y 17 de octubre y el 23 de noviembre. Y en el año siguiente, el 4, el
19 y el 26 de mayo respectivamente; en VV.AA., González Suárez…, cit., pp. 243-290.
10 “Cooperar de un modo ó de otro á la invasión colombiana, sería un crimen de lesa Patria; y
nosotros los eclesiásticos no debemos nunca sacrificar la Patria, para salvar la Religión”,
Carta del Ilmo. y Rmo. Sr. Dr. D. Federico González Suárez Obispo de Ibarra á su Vicario
General, explicada por el mismo autor. Cuestiones Palpitantes, Número Segundo, Tip. de la
Escuela de Artes y Oficios, Quito, 1900, Segunda Edición, p. 35 (para un desarrollo argu-
mentativamente pormenorizado sobre esta cuestión, véase pp. 35-106), http://repositorio.ca-
sadelacultura.gob.ec/bitstream/34000/395/3/FR1-F-000360.18-Gonzalez-Carta.pdf
(05.10.2023). También en VV.AA., Federico González Suárez…, cit., pp. 139-241.
11 Los sacerdotes, en consideración á su origen y carácter, son personas extrañas á los partidos políticos
no pueden ni deben afiliarse á ninguno de ellos, so peligro de que el Padre Celestial los arroje á las ti-
nieblas exteriores, en donde Satanás se los comerá á bocados” (sic), Federico González Suárez,
Tercera Instrucción que el Ilmo. y Rvmo. Sr. Dr. D. Federico González Suárez Obispo de
Ibarra dirige a los sacerdotes de la Diócesis, Imprenta Nacional, Quito, 1900, Segunda Edi-
vidual e independiente en política ya que, él mismo y en consonancia
con esos términos ejerció varios cargos políticos.
12
Es decir y sintéti -
camente, la lealtad para con la patria ante una invasión armada no
admitía ninguna discusión, aunque la supuesta justificación para
aquella acción fuese la defensa de la religión católica, es más, lo con-
sideraba como un gravísimo crimen y un atentado contra la propia
Iglesia. Al tiempo, la independencia institucional de la Iglesia y el
propio clero de cualquier facción política, era la garantía de la unidad
comunitaria (“bien común”) que suponía la religión frente a los sin-
gulares y partidistas intereses de aquellas, al igual que la afirmación
de su propia labor doctrinal (“la política divide, la religión une”).
Por ello y a pesar de las iniciales y radicales críticas contra el libera -
lismo, González Suárez fue progresivamente aceptando la nueva rea -
lidad política,
13
aunque eso sí, sin renunciar a la dogmática y
preceptiva católica y, como ya se ha señalado, cuestionando a partir
de esos postulados aquellos aspectos o disposiciones que desde el
ámbito gubernamental suponían poner en entredicho o una amenaza
a las creencias o prácticas religiosas.
14
Xavier Puig Peñalosa
16
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ción, p. 8, http://repositorio.casadelacultura.gob.ec/bitstream/34000/388/3/ FR1-F-
000360.09-Gonzalez-Tercera-1900.pdf (05.10.2023); “Nuestros sacerdotes se han de mantener
muy por encima de todo partido político, no se han de enrolar en ninguno, sea el que fuere,
ni han de hacer jamás los intereses de la Religión solidarios de los de un partido político,
llámese este como se llamare”, “Sea, pues, el primero y el principal deber de los católicos y
particularmente del Clero no abrazar ningún partido” (en negrita en el original), ídem ante-
rior, pp. 1-2 y p. 18 (para un desarrollo argumentativamente pormenorizado sobre esta cues-
tión, véase pp. 1-34). Y un año después volverá a insistir sobre esta cuestión: “El Clero, hemos
dicho, y tornamos á repetirlo, no se ha de enrolar en ningún partido político”, “Los eclesiás-
ticos no debemos cometer nunca el error DE HACER LA CAUSA DE LA IGLESIA CA-
LICA SOLIDARIA DE LOS INTERESES DE UN PARTIDO POLÍTICO, sea éste el que fuere
y llámese como se llamare” (cursiva, mayúsculas y negrita en el original), Cuarta Instrucción
que Federico González Suárez…, cit., p. 2 y p. 35 respectivamente. Más posteriormente, hará
hincapié en el mismo sentido con su, Carta del Ilmo. y Rmo. Señor Arzobispo de Quito a sus
Vicarios Generales, Imprenta del Clero, Quito, 1906, http://repositorio.casadelacultura.
gob.ec/handle/34000/952 (05.10.2023).
12 Diputado por el Azuay a la Constituyente de Ambato (1877), Vicepresidente del Senado
(1892), Consejero de Estado (1893), Senador por Pichincha (1894) y, Miembro de la Junta Pa-
triótica Nacional (1904).
13 “Por tanto, el criterio supremo del bien común y de la tranquilidad pública exige la acepta-
ción de los nuevos gobiernos, establecidos de hecho, en vez de los gobiernos anteriores” (en
negrita en el original), Carta del Ilmo. y Rmo. Sr. Dr…. Cuestiones palpitantes, cit., p.81.
14 Enrique Ayala Mora, Estudio Introductorio y Selección, en VV.AA, Federico González Suá-
rez…, cit., pp. 11-67.
Finalmente, señalar que los anteriores aspectos brevemente
reseñados, pretenden ubicar ideológica y contextualizar histórica-
mente la figura de González Suárez
15
en el nuevo y conflictivo
tiempo que supuso para la Iglesia católica ecuatoriana la revolución
liberal en los años finiseculares del siglo XIX y principios del XX. Al
tiempo, ello permitirá un mayor entendimiento sobre determinadas
afirmaciones o conceptualizaciones que el autor desarrolla en su es-
crito Hermosura de la Naturaleza y sentimiento estético de ella
(1908),
16
objeto del presente estudio pues, en la ingente y variada pro-
ducción escrita del arzobispo,
17
dicha publicación y hasta donde nos
es dado conocer, ha sido poco destacada. Y en esta, serán aquellos
planteamientos o ideas correspondientes a cuestiones estéticas, las
que principalmente obrarán como finalidad en nuestro propósito in-
vestigativo.
Pensamiento estético de Federico González Suárez en su escrito
“Hermosura de la Naturaleza …”
17
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15 Aunque no es el cometido del presente trabajo, informar que hasta donde hemos podido
averiguar, no existe una biografía –digamos canónica sobre Federico González Suárez,
aunque sí algunos escritos de carácter eminentemente hagiográfico; entre estos destacamos
el de Nicolás Jiménez, Federico González Suárez, Grupo América, Biblioteca de autores
americanos, Talleres Gráficos Nacionales, Quito, 1947, segunda edición, Legado Enrique Co-
loma Silva/María Elena Donoso Dammer, Quito, mayo 2009, http://repositorio.casadela-
cultura.gob.ec/handle/34000/1066 (05.07.2023). Más actualmente, Jorge Núñez Sánchez,
editor, González Suárez: una visión contemporánea, Colección Académicos de la Historia,
Volumen 7, Academia Nacional de Historia del Ecuador, Quito, 2017.
16 Federico González Suárez, Arzobispo de Quito, Hermosura de la Naturaleza y sentimiento
estético de ella, con un preámbulo de D. Marcelino Menéndez Pelayo, Est. Tipográfico “Suce-
sores de Rivadeneyra”, Madrid, 1908. En realidad este escrito fue redactado en 1896. También
en http://repositorio.casadelacultura.gob.ec/bitstream/34000/983/1/FR1-L-000335-Gon-
zalez-Hermosura.pdf (27.06.2023), y con el mismo título en Pensamiento estético ecuatoriano,
Estudio Introductorio y Selección, Daniel Prieto Castillo, Biblioteca básica del pensamiento
ecuatoriano XXIV, Banco Central del Ecuador/Corporación Editora Nacional, Quito, 1986,
pp. 191-242. En realidad este escrito fue redactado por González Suárez en 1896 siendo a la
sazón obispo de Ibarra y, no se editaría hasta el año 1908 y en Madrid cuando ya había sido
ordenado arzobispo de Quito.
17 Cabe catalogar temáticamente esa ingente producción en obras de: “arqueología y prehis-
toria, historia, historia general de la República del Ecuador, oratoria, estudios literarios y en-
sayos, polémica, autobiográficas y otras”, con un desglose de las mismas en, Federico
González Suárez [1895], Memorias íntimas, Adaptación y Notas: Lcdo. Manuel Freire Here-
dia, Dibujos: Lcdo. Mario Ramos, Forjadores de la historia ecuatoriana, Colección de Bio-
grafías Ilustres 10, Editorial Pedagógica Freirhe, Riobamba, 1985, pp. 15-16.
Sobre el “Preámbulo” de Marcelino Menéndez Pelayo
El escrito Hermosura de la Naturaleza consta de un corto
“Preámbulo” del prolífico escritor e historiador ultracatólico español
Marcelino Menéndez Pelayo (1856-1912)
18
y en el que, tras constatar
la labor de González Suárez en “intervenir en ocasiones solemnes para
la causa católica, tan amenazada en su país”,
19
anuncia muy brevemente
los, a su juicio, tres ejes que articulan el contenido del opúsculo: los
fundamentos de la “ciencia estética” y, su ulterior aplicación a la his-
toria de la literatura, con especial énfasis al momento actual de la
poesía, particularmente en el territorio americano e, instando a los
jóvenes poetas a inspirarse en la propia naturaleza autóctona en
lugar de imitar a la europea y, mucho menos a la “extraviada y de-
generada” poesía francesa contemporánea. Esta última y a mayor
ahondamiento, es calificada por Menéndez Pelayo como “con graves
Xavier Puig Peñalosa
18
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18 Destacar que Menéndez Pelayo fue el primer introductor en España de las teorías e ideas es-
téticas occidentales a partir de una exposición cronológico-sistemática y sintética (desde la
antigüedad griega hasta el siglo XIX) y, traducidas por el mismo. Igualmente en lo referido
a las ideas estéticas –poéticas y literarias principalmente de autores españoles, incluso his-
tóricamente anteriores a dicha denominación. Y aunque en algunos casos referidos a pen-
sadores europeos no compartimos las valoraciones que en ellas se establecen, mientras que
en otros mayoritariamente demuestra una extrema erudición, su magna obra resulta pionera
dentro del campo de conocimiento sobre historia de las ideas (estéticas). Véase su Historia
de las ideas estéticas en España. Hasta fines del siglo XV, https://www.cervantesvirtual.
com/ descargaPdf/historia-de-las-ideas-esteticas-en-espana-hasta-fines-del-siglo-xv--0/
(28.09.2023); Historia de las ideas estéticas en España. Siglos XVI y XVII, https://www.cer-
vantesvirtual.com/obra/historia-de-las-ideas-esteticas-en-espana-siglos-xvi-y-xvii--0/
(28.09.2023); Historia de las ideas estéticas en España. Siglo XVIII, https://www.cervantes-
virtual.com/obra/historia-de-las-ideas-esteticas-en-espana-siglo-xviii--0/ (28.09.2023); His-
toria de las ideas estéticas en España. Introducción al Siglo XIX (I Alemania – II Inglaterra),
https://www.cervantesvirtual.com/obra/historia-de-las-ideas-esteticas-en-espana-siglo-
xviii--0/ (28.09.2023) e, Historia de las ideas estéticas en España. Introducción al Siglo XIX
(III Francia), https://www.cervantesvirtual.com/obra/historia-de-las-ideas-esteticas-en-es-
pana-introduccion-al-siglo-xix-iii-francia--0/ (28.09.2023). En todas las obras citadas consta
la siguiente referencia: Publicación: Alicante : Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2008.
Publicación original: Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1940. Notas
de reproducción original: Edición digital a partir de Edición nacional de las obras completas
de Menéndez Pelayo. Vol. 3, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1940.
19 Federico González Suárez, Hermosura de la Naturaleza…, cit., p. VI. Aquí, Menéndez Pelayo
se refiere a la enérgica oposición de González Suárez a las distintas reformas llevadas a cabo
a partir de 1895 por los gobiernos liberales en relación a la Iglesia católica (ley de patronato,
matrimonio civil, enseñanza laica, separación iglesia-estado, etc.), como ya en el apartado
anterior se ha explicitado.
aberraciones del sentido ético (…) para complacerse en los caducos
artificios de las sociedades decrépitas (…) cuyas sensaciones tocan
los lindes de la patología, y cuyo fondo [es] esencialmente egoísta y
antihumano”.
20
A continuación y en un cortísimo párrafo, también
descalificará a Hegel y su Filosofía del Arte por no considerar al
igual que otros tratadistas a lo bello natural, enfrascados en diluci-
dar una metafísica de la belleza en detrimento de una menos pon-
derada Física estética, es decir, a la “la belleza cósmica, y de cómo
esta belleza es sentida y contemplada por el espíritu humano, y
transformada por él en representaciones artísticas”,
21
tal y como a
juicio del autor desarrolla ensayísticamente González Suárez en su
Hermosura de la Naturaleza.
Y es que para el español y citando a la patrística cristiana, la
“belleza natural” es fiel reflejo de la belleza increada en la propia Nat-
uraleza y, en cada uno de los elementos o criaturas existentes, es decir,
“de su divino Autor”. Por ello, “la Naturaleza sólo tiene valor estético
en cuanto es manifestación del orden”, es decir, como “armonía viv-
iente” y que, al ser aprehendida por el espíritu humano, este responde
con la armonía denominada “arte, reflejo también de las perfecciones
trascendentales del ser, en el entendimiento creado”.
22
A este tenor,
resulta oportuno precisar que Menéndez Pelayo utiliza en clave teol-
ogal cristiana, las principales categorías estéticas que fundamentan y
constituyen conceptualmente al clasicismo artístico,
23
a saber y muy
Pensamiento estético de Federico González Suárez en su escrito
“Hermosura de la Naturaleza …”
19
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20 Federico González Suárez, Hermosura de la Naturaleza…, cit., p. VIII y IX. Entendemos que
Menéndez Pelayo está criticando a la corriente literaria del naturalismo o realismo (Balzac,
Flaubert, Goncourt, Daudet, Zola, etc.), tan en boga en la Francia decimonónica y finisecular
–además de en otros países europeos, auténtico “caballo de batalla” del conservadurismo
estético-artístico de raíz católica.
21 Federico González Suárez, Hermosura de la Naturaleza…, cit., p. X-XI.
22 Todas las citas de este párrafo corresponden a Federico González Suárez, Hermosura de la
Naturaleza…, cit., p. XII y XIII.
23 Véase sobre los fundamentos teoría estética y poética del clasicismo, Luis Antonio Mu-
ratori, Reflexiones sobre el buen gusto en las ciencias y en las artes, traduccion libre de las
que escribio en italiano Luis Antonio Muratori ; con un discurso sobre el gusto actual de los
españoles en la literatura, por don Juan Sempere y Guarinos, en la Imprenta de Don Antonio
de Sancha, Madrid, 1782; Estevan de Arteaga, Investigaciones filosóficas sobre la belleza
ideal considerada como objeto de todas las artes de imitación, por Don Antonio de Sancha,
se hallará en su casa, en la Aduana Vieja, Madrid, 1789; Henri Peyre, ¿Qué es el Clasicismo?,
Fondo de Cultura Económico, México, 1966, 2ª. edición; Claude Chantalat, A la recherche
du goût classique, Klincksieck, Paris, 1992; y Annie Becq, Genèse de l’esthétique française
brevemente, el orden y la regularidad (la perfecta disposición de las
partes en una obra, previamente “corregidos” cada elemento inte-
grante de aquellas de cualquier imperfección merced a la justa me-
dida y proporción de aquellos), conformando así un conjunto
armónico (la perfecta integración/relación en una totalidad no diso -
nante de las partes de una obra),
24
reflejando así una belleza metafí-
sica (trascendental del Ser) que no dudamos en calificarla de origen
platónico.
25
En otros términos, el Ser trascendente y eidético es nomi-
nado y atribuido como “divino Autor”, es decir, el Dios del cristian-
ismo.
Finalizará Menéndez Pelayo su Preámbulo, alabando la apli-
cación que González Suárez realiza de la concepción divina sobre la
belleza en, principalmente, los literatos y poetas ascéticos castellanos
e, igualmente, la originalidad de sus reflexiones sobre la literatura
americana y, su último y lírico capítulo a propósito de la naturaleza
en el Ecuador.
Hacia una estética de la Naturaleza: entre modernidad y dogmática
cristiana
No obstante su título y en palabras del propio González Suá-
rez al inicio del mismo (“Advertencia”), en Hermosura de la Natu-
raleza no se pretende disertar filosóficamente acerca de la belleza o,
“cuáles son los elementos metafísicos que la constituyen”,
26
sino que
Xavier Puig Peñalosa
20
BOLETÍN ANH Nº 211 • 11 46
moderne. De la Raison classique à l’Imagination créatrice 1680-1814, Bibliothèque de “L’Évo-
lution de l’Humanité” 9, Albin Michel, Paris, 1994, pp. 1-352. En el siguiente apartado de
nuestro escrito, volveremos a insistir sobre la estética clasicista a propósito de la “Adverten-
cia” de González Suárez.
24 El origen del concepto de armonía en la cultura occidental, se remonta a la secta griega de
los pitagóricos (mediados del siglo VI a.C.), y viene referido a las necesarias proporciones
numéricas para crear música, es decir, a la armonización de las distintas notas musicales en
una escala melódica.
25 En la metafísica platónica, la tríada del Bien, la Verdad y la Belleza incardinada en una unidad
(Ser) es la que conforma la perfección absoluta como Idea (no material) y, siendo a partir de
esta que se desprenden todos los demás seres como meras copias. Finalmente, anotar al re-
specto que es la Belleza el componente principal por generador de esa unión triádica.
Véase sobre la belleza según Platón, El Banquete, especialmente 210 B-212 B y, Fedro o de la
belleza, especialmente 248 C-251 A., Ediciones Orbis, Barcelona, 1983. También se encuentran
referencias sobre la belleza en su obra La República, Introducción de Manuel Fernández-Ga-
liano, El Libro de Bolsillo nº 1349, Alianza editorial, Madrid, 1994, quinta reimpresión.
solo pretende aportar “unas pocas reflexiones en punto á la hermo-
sura de la Naturaleza y á la emoción que la contemplación de ella
excita en nuestro ánimo”;
27
es decir, lo que hoy en día denominaría -
mos como una estética de la recepción.
28
Tras insistir en la oblitera-
ción en su escrito sobre cualquier pretensión analítica en torno al
concepto de belleza o del arte en general, anuncia que se centrará en
“discurrir, llana y sencillamente (…) [sobre] nuestras ideas acerca de
la hermosura del Universo corpóreo”.
29
Y para ello y principalmente
referido en la literatura y la poesía, González Suárez planteará tres
cuestiones como fundamentales que, al tiempo, entendemos están y
resultan íntimamente relacionadas: la necesidad de una poesía au-
ténticamente nacional; en el mismo sentido, una crítica literaria fun-
damentada en el buen gusto y que obre de guía a la creación artística
y, finalmente, el conocimiento y observancia de las leyes artísticas.
A este respecto, debe brevemente explicitarse que la primera
cuestión planteada alude a los modelos y temáticas a tratar por parte
del arte literario, es decir, referidos a cuestiones inherentes del propio
país (tradiciones, costumbres e historia patria, personajes autóctonos,
naturaleza o paisajes propios, etc.) con el objetivo de fundamentar y
crear un “arte nacional”.
30
La segunda cuestión mencionada, a saber,
el buen gusto, es uno de los pilares fundamentales de la estética lite -
raria (neo)clasicista –heredera de la clasicista, constituyendo el crite -
rio imprescindible y conductor en la creación artística y, por tanto,
de la validación crítica en cualquier obra.
31
Y en tercer lugar, las
Pensamiento estético de Federico González Suárez en su escrito
“Hermosura de la Naturaleza …”
21
BOLETÍN ANH Nº 211 • 11 46
26 Federico González Suárez, Hermosura de la Naturaleza…, cit., p. 1.
27 Ídem anterior.
28 Véase especialmente referido a la teoría literaria, aunque aplicable a otras disciplinas artís-
ticas, Wolfgang Iser, El acto de leer: teoría del efecto estético, Taurus, Madrid, 1987; Rainer
Warning (ed.), Estética de la recepción, Visor, Madrid, 1989 y, Hans Robert Jauss, Experiencia
estética y hermenéutica literaria, Taurus, Madrid, 1992.
29 Federico González Suárez, Hermosura de la Naturaleza…, cit., p. 3.
30 Sobre esta cuestión anotar que, en realidad, la necesidad y exaltación de lo propio, halla sus
raíces en el romanticismo historicista de origen herderiano, al tiempo que procede como “re-
flejo” y ejemplo del “ser nacional”, es decir, de la construcción de una identidad como nación
y, por tanto, fundamentación de “la patria” por parte de las élites ecuatorianas y sectores
ilustrados de aquellas. Para esta cuestión, mi “Una introducción a la recepción y adaptación
de la estética romántica en el Ecuador decimonónico: la influencia de Herder y la estética
romántica de lo sublime en la literatura y la pintura de paisaje”, Estudios de Filosofía, An-
tioquia, núm. 52, julio-diciembre, 2015, pp. 161-180, https://www.redalyc.org/articulo.
oa?id=379846135009 (21.11.2023).
31 Este buen gusto, además de obrar como categoría estética (trascendencia del Ser, Belleza –
“leyes artísticas” a que se alude, no son otras que las propias de la
estética (neo)clásica ya citadas en el anterior apartado y, entendi-
das aquellas como las únicas valederas para que una obra pueda ser
nominada como “artística”. No obstante lo señalado, todas esta cues-
tiones y en el ámbito decimonónico ecuatoriano, ya habían sido an-
teriormente planteadas con prácticamente los mismos términos y
resoluciones por, principalmente, los influyentes intelectuales, escri-
tores y políticos ecuatorianos Remigio Crespo Toral y Honorato Váz-
quez Ochoa,
32
aunque siendo pionero al respecto el también escritor
Juan León Mera en su muy influyente Ojeada histórico-crítica sobre
la poesía ecuatoriana, desde su época más remota hasta nuestros
días, (1868).
33
Anotar que en el caso de todos los autores citados, el
componente educativo basado en la moral cristiana y que se de-
manda a toda creación literaria, resulta insoslayable.
Xavier Puig Peñalosa
22
BOLETÍN ANH Nº 211 • 11 46
con mayúscula, Divinidad), así mismo lo es como poética para el campo de la creación ar-
tística pues, responde a los conceptos anteriormente descritos de orden, medida, proporción,
totalidad, imitación de la naturaleza o el modelo pero perfeccionándolo, etc. y, a los que ca-
bría añadir la sencillez y simplicidad formal-expresiva, el necesario decoro y un plantea-
miento y desarrollo argumental de efectos y con finalidad moralizante (exemplum virtutis).
Y para ello y como se ha apuntado, el rol de la crítica especializada resulta fundamental.
32 Remigio Crespo Toral, “Un nuevo ideal poético” [1883], en Teoría del arte en el Ecuador, es-
tudio introductorio de Edmundo Ribadeneira, Banco Central del Ecuador/Corporación Edi-
tora Nacional, Biblioteca básica del pensamiento ecuatoriano XXXI, Quito, 1987, pp. 451-458.
De Honorato Vázquez Ochoa, Arte y moral, discursos, lecciones, &, Imprenta de la Univer-
sidad, Quito, 1889; véase sobre este último mi, “Ensayo sobre la concepción estética y la
teoría artística en los escritos “Arte y moral, discursos, lecciones, &” (1889) de Honorato Váz-
quez Ochoa (primera y segunda parte)”, Boletín ANH, Quito, Vol. CI, Nº 209, enero-junio
2023, pp. 189-216 e, ídem Nº 210, julio-diciembre 2023, pp. 13-43 respectivamente,
https://academiahistoria.org.ec/index.php/boletinesANHE/article/view/367 (29.11.2023)
y, https://academiahistoria.org.ec/index.php/boletinesANHE/issue/view/16/33
(11.06.2024).
33 Juan León Mera, Ojeada histórico-crítica sobre la poesía ecuatoriana, desde su época más remota
hasta nuestros días, Inprenta de J. Pablo Sanz, Quito, 1868, muy particularmente sus tres últi-
mos capítulos: “Cap. XVII.- Vicios principales de la poesía Americana en la actualidad, espe-
cialmente en el Ecuador, Cap. XVIII.- Defectos y mal estado de los estudios en la República
del Ecuador. Algunas causas que contribuyen al atraso de su literatura, y Cap. XIX.- ¿Es po-
sible dar un caracter nuevo y original á la poesía Sud-americana?” (pp. 411-434, 435-462 y,
462-485 respectivamente), https://ia600500.us.archive.org/26/items/OjeadaHistrico-
crrticaSobreLaPoeseaEcuatorianaDesdeSuSpocaMcsRemotaHastaNuestrosDras/FR1-L-
000442-Mera-Ojeada.pdf. (30.11.2023). A este respecto, véase mi “Algunos apuntes para una
estética literaria según Juan León Mera: entre romanticismo y neoclasicismo”, Procesos: re-
vista ecuatoriana de historia, Quito, n.º 47 (enero-junio 2018), pp. 33-57, https://repositorio.
uasb.edu.ec/bitstream/10644/6320/1/03-ES-Puig.pdf ((30.11.2023).
Tras la “Advertencia”, González Suárez inicia el capítulo
primero de Hermosura de la Naturaleza con el título de “Principios
generales”, y en el que expresa su concepción sobre el sentimiento de
la Naturaleza e, igualmente, de la “percepción de la belleza” y de la
“emoción estética” que aquella procura, además de otras cuestiones
en relación a lo antedicho. Tras constatar que existen dos estados per-
ceptivos (“del ánimo”), el cotidiano y el poético, este último se –diría -
mos activa repentinamente ante la contemplación de un deter-
minado objeto, natural o funcional que, por su belleza, nos produce
una emoción específica, agradable, un “deleite del ánimo [que] se
apodera de nosotros involuntariamente”,
34
es decir, una experiencia
estética.
35
Pensamiento estético de Federico González Suárez en su escrito
“Hermosura de la Naturaleza …”
23
BOLETÍN ANH Nº 211 • 11 46
34 Federico González Suárez, Hermosura de la Naturaleza…, cit., p. 9. En este punto, resulta
preciso comentar que fue la influencia del escritor y crítico literario y teatral inglés Joseph
Addison (1672-1719) en una serie de artículos publicados en la revista de crítica teatral y cul-
tural nominada The Spectator, la que supuso el inicio de la estética moderna al fundamentar
y sistematizar las nuevas categorías de lo pintoresco y lo sublime (ver a continuación las si-
guientes notas) en relación a la naturaleza –además de otras cuestiones pues, el contenido
que aquellas definen y desarrollan, implicaban una radical crítica al clasicismo y a su (su-
puesta) concepción objetiva y trascendente de la belleza, ponderando en primerísimo lugar
a la propia sensibilidad del ser humano, formada ésta en un nuevo gusto, ante la experiencia
estética que el paisaje natural o representado le procuraban, ahora este último modernamente
entendido, es decir, ya no obrando de “telón de fondo” como en el clasicismo, sino siendo
protagonista absoluto en la representación y en la que el artista proyectaba su peculiar sen-
timiento ante la naturaleza; estamos en la antesala del romanticismo. En definitiva, aquella
nueva experiencia implicaba primar y ahondar en la subjetividad del ser humano, al tiempo
que la constituía, abriendo y ampliando así el nuevo campo que implicaba la modernidad,
el del propio sujeto y el de su particular gusto. Véase de Joseh Addison, [1712] Los placeres
de la imaginación y otros ensayos de The Spectator, Edición y traducción de Tonia Raquejo,
Visor/La balsa de la Medusa, 37, Clásicos, Madrid, 1991. Informar que, originariamente,
estos artículos fueron traducidos directamente del inglés al español y editados en España
por José Luis Munarriz en 1804; esta precisión resulta importante pues y como a continuación
se observará, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que González Suárez había leído
dicha traducción, probablemente en su periplo europeo de 1885 a 1887, y en el que residió
en España durante casi dos años (cfr. Memorias íntimas, cit., pp. 46-48). Por ejemplo y a pro-
pósito de la inmediatez de la aprehensión de la belleza, Addison escribe que “Sin saber cómo,
nos causa sensacion [placer, deleite] la simetría de la cosa que vemos; y reconocémos instan-
táneamente la belleza de un objeto sin necesidad de indagar la causa”, en Los placeres…,
cita., p. 134. Para una genealogía estética e histórica de este nuevo gusto (moderno) y la emer-
gencia del paisaje como motivo de la representación, véase mi Rafael Troya: estética y pintura
de paisaje, Universidad Técnica Particular de Loja/Ediloja, Loja, 2015, pp. 11-50. Finalmente,
consignar que Menéndez Pelayo solo menciona con escasas generalizaciones y con un cierto
desdén a la obra de Addison en su Historia de las ideas estéticas en España. Siglo XVIII…,
cit., pp. 38-40, colegimos que por ser antitéticos sus planteamientos clasicistas (“objetivos”
y trascendentes) frente a la subjetividad que implicaban los del inglés.
Particularmente y ante la hermosura de los objetos (paisajes)
naturales –González Suárez pone como ejemplo los pintorescos
“valles calientes” de la América equinoccial
36
, puede darse el caso
que estos susciten temor u hostilidad en el ser humano por su asfix-
iante climatología, su vegetación impenetrable, etc., por ello y para
poder disfrutar estéticamente de esa naturaleza “agreste y variada”,
es menester estar “á conveniente distancia del objeto contemplado
(…) es indispensable que no temamos daño ninguno para nosotros,
considerándonos en relación con el objeto”.
37
Xavier Puig Peñalosa
24
BOLETÍN ANH Nº 211 • 11 46
35 Cabe calificar a una experiencia estética como la precaria suspensión del tiempo y del espacio
como cotidianamente lo percibimos, es decir y sobre el primero, como una anulación del
tiempo entendido cuantitativamente merced al uso de un vocabulario ad hoc, es decir “fun-
cional” (ayer, hoy, mañana, segundos, minutos, días, semanas, meses, años, etc., calendario,
reloj) y, sobre el segundo, de igual manera (arriba, abajo, lejos, cerca, atrás, adelante, izqui-
erda, derecha, etc.). En ambos casos, siempre existe un límite que (de)limita nuestra cognición
pues, no nos es dado percibir/abarcar un tiempo eterno o un espacio infinito (otra cuestión
sería su abstracción conceptual mediante la simbología matemática). Esta problemática fue
planteada y sublimada (“lo sublime matemático” y “lo sublime dinámico”) por Kant en su
[1790] Crítica del Juicio, Edición y traducción Manuel García Morente, Colección
Austral/Ciencias y Humanidades, Editorial Espasa Calpe, Madrid, 2007, pp. 175-202 (“Libro
segundo: Analítica de lo sublime”).
36 El adjetivo pintoresco ha sido empleado por nosotros, ya que se corresponde con la descrip-
ción que González Suárez realiza de esos “valles calientes”: “Las quiebras del terreno, las
ondulaciones de las colinas y de los cerros, la exuberante vegetación, lo frondoso de los
bosques, lo abundante de las aguas, lo caudaloso de los ríos” (pp. 10-11) y, siendo referido
originariamente por Joseph Addison a propósito de nuestra visión de la naturaleza con ejem-
plos descriptivos muy parecidos (valles, campos, arboledas, ríos, etc.) y, adjetivando lo pin-
toresco como todo aquello que es “nuevo, singular, novedoso, variado, movido, irregular,
etc.”, in Los placeres…, pp. 137-141. En ningún momento González Suárez cita a Addison a
pesar de las claras similitudes conceptuales e, incluso, léxicas de su Hermosura de la Natu-
raleza con el ensayo del inglés.
37 Federico González Suárez, Hermosura de la Naturaleza…, cit., p. 10. Anterior e igualmente,
Addison había enunciado que para poder disfrutar estéticamente del peligro, el terror o el
abatimiento, es preciso que: “Mirando objetos [odiosos] de esta clase nos complace no poco la con-
sideracion de que no estamos à peligro de ellos (…) y quanto mas terrible sea su apariencia, tanto
mayor es el placer que recibimos del sentimiento de nuestra propia seguridad”, in Los placeres…,
cit., p. 189. Un poco más tarde al escrito de Addison, el político, escritor y filósofo irlandés
Edmund Burke (1729-1797) publicó su célebre tratado Indagación filosófica sobre el origen de
nuestras ideas acerca de lo sublime y de lo bello (1756), en el que y entre otras cuestiones definía
ese peculiar deleite (“deligth”) ante lo terrible como: “Todo lo que resulta adecuado para excitar
las ideas de dolor y peligro, es decir, todo lo que es de algún modo terrible, o se relaciona con objetos
terribles, o actúa de manera análoga al terror, es fuente de lo sublime; esto es, produce la emoción más
fuerte que la mente es capaz de sentir (…) Cuando el peligro o el dolor acosan demasiado, no pueden
dar ningún deleite, y son sencillamente terribles; pero, a ciertas distancias y con ligeras modificaciones,
pueden ser y son deliciosos”, Estudio preliminar y traducción Menene Gras Balaguer, Editorial
Si hasta el anterior párrafo y desde los inicios de su capítulo
primero, González Suárez hablaba del “ánimo” entendido este
como sensibilidad (estética), ahora este término es reemplazado por
“el alma”, a pesar de seguir esgrimiendo algunos planteamientos
correspondientes a esas nuevas y modernas propuestas estéticas, tal
y como hemos venido constatando a propósito de la decisiva influen-
cia de Addison al respecto en las notas a pie de página del presente
apartado.
En los anteriores términos y tras comentar que son los senti-
dos de la vista y el oído, aquellos que nos trasmiten la percepción de
la belleza “al alma”, el autor distinguirá entre el acto perceptivo in
situ de aquella “y el recuerdo de esa impresión” mediante la memo-
ria pues, ello permite e implica que “el alma lo vuelve á contemplar
dentro de sí misma”. Y aunque en este último caso la emoción sen-
sible sea inferior a la real presencia del objeto, sin embargo, el “placer
espiritual” que sentimos es más vehemente; ello es debido a que con
la presencialidad del objeto, obtenemos un “placer inconsciente”,
mientras que la que nos proporciona la remembranza del objeto, “es
un placer reflexivo”.
38
No obstante –y ello supone un cambio radical en relación a
lo hasta ahora expuesto, la dogmática católica se impondrá en el
pensamiento de González Suárez pues, para este, serán las creencias
religiosas las que determinarán la receptividad del alma a la experi-
encia (“emoción”) estética. Efectivamente, frente a las culturas pa-
Pensamiento estético de Federico González Suárez en su escrito
“Hermosura de la Naturaleza …”
25
BOLETÍN ANH Nº 211 • 11 46
Tecnos, Madrid, 1987, Parte primera, Sección VII, p. 29 (existe una reimpresión y en los mis-
mos términos en Alianza Editorial, Madrid, 2010). Igualmente son patentes las inequívocas
resonancias burkeanas (véase en Edmund Burke Indagación filosófica…, cit., especialmente
pp. 84-87 y 90 y, pp. 53-60) en nuestro autor cuando este se refiere a lo gracioso y a lo bello
o, a determinadas morfologías de la naturaleza como causa de sublimidad en nuestra alma
(Hermosura de la Naturaleza…, cit., pp. 19 y 20).
38 Los entrecomillados y en letra cursiva de este párrafo corresponden a Federico González
Suárez, Hermosura de la Naturaleza…, cit., p. 12 y 13. También y sobre estas mismas cues-
tiones ya había escrito Addison en sintonía con la tradición sensual-empirista (estética) bri-
tánica (Shaftesbury como iniciador a pesar de su platonismo, Hutcheson, Locke, Hume, etc.)
que, “La vista es el mas perfecto y delicioso de todos nuestros sentidos”, para a continuación
enunciar: “Por placeres de la imaginacion entiendo solamente aquellos que nacen de la vista,
y son de dos clases (…) placeres primarios, que provienen enteramente de los objetos quando
los tenemos presentes (…) placeres secundarios, que dimanan de las ideas de los objetos vis-
ibles, recordadas y formadas en visiones agradables de cosas ausentes ó quiméricas”, in Los
placeres…, cit, pp. 129 y 132 respectivamente.
ganas (supuestamente) incapaces de sentir estéticamente dada su ca-
rencia sobre un conocimiento de la Divinidad (igualmente para el
ateísmo),
39
solo el cristianismo y su “verdad revelada” permite al ser
humano mediante la fe y su amor a Dios, estar en disposición de
poder experimentar el sentimiento estético para/con la Naturaleza.
A tenor de estas afirmaciones, la ortodoxia estética de que hace gala
el arzobispo, lo es y está basada en su propio fundamentalismo teol-
ógico, al tiempo que es igualmente deudora de su propio eurocen-
trismo, ya que la civilización es, por definición, la occidental y
cristiana.
40
Xavier Puig Peñalosa
26
BOLETÍN ANH Nº 211 • 11 46
39 También Hegel y a pesar de alabar González Suárez sus análisis sobre la belleza artística (cfr.
Estética), es descalificado por este al no mentar en su obra lo bello de la Naturaleza pues,
“sus ideas panteísticas le tenían enturbiada la vista del alma (…) No creía en Dios (…) no
pudo ver la belleza de las obras de la Sabiduría increada”, in Federico González Suárez, Her-
mosura de la Naturaleza…, cit., p. 17 y 18. Comentar a este respecto que Hegel y con su Es-
tética, se propuso fundamentar únicamente una filosofía del arte, no una filosofía de la
naturaleza, partiendo de una diacronía genealógica de la representación artística desde la
antigüedad griega hasta su propia contemporaneidad; por ello, resulta totalmente anacrónica
la descalificación de González Suárez al filósofo alemán, ya que esta resulta, a nuestro en-
tender, basada únicamente en los propios prejuicios teológicos del arzobispo. Véase de
G.W.F. Hegel, Estética, Traducción de Hermenegildo Giner de los Ríos, Serie “Arte y Arqui-
tectura”, 5, Editorial Alta Fulla, Barcelona, 1988, 2 volúmenes (edición facsímil de la de Daniel
Jorro Editor, Madrid, 1908).
40 A ello cabe añadir el concepto de historia que profesaba González Suárez, esto es, la Historia
(con mayúscula) está regida por los designios divinos y, su sentido –como Verdad (única y
revelada) viene dado por el progresivo avance y triunfo final de la Ciudad de Dios en la
Tierra (el providencialismo agustiniano; cfr. San Agustín, La Ciudad de Dios, Editorial Orbis,
Barcelona, 1985 –texto fundamental de la teología histórico-política del Occidente cristiano),
es decir, de la victoria e implantación universal de la Iglesia cristiana sobre el paganismo y,
en consonancia, de la salvación de la humanidad (el Bien se impone sobre el Mal y el error);
y ello porque en palabras de nuestro autor, “Una idea justa y exacta de lo que es la Historia
considerada como ciencia de moral social, no puede darla sino la escuela histórica católica: las mismas
escuelas históricas cristianas disidentes son incapaces de poseer la noción cabal de Historia, porque se
fundan en un concepto erróneo acerca del destino sobrenatural del hombre considerado individual-
mente, y del destino providencial de las sociedades humanas en su condición de pueblos o naciones”,
Federico González Suárez, Defensa de mi criterio histórico, Volumen XII, Talleres Tipográ-
ficos Municipales, Quito, 1937, p. 19 (para estas cuestiones, ver en dicha publicación pp. 1-
33). En síntesis, la historia entendida como una escatología teológica; anotar igualmente que
el concepto referido a aquella como “ciencia de moral social” es del historiador católico César
Cantú, tal y como el propio González Suárez comenta en sus Memorias íntimas, cit., p. 87.
Sobre la filosofía de la historia en González Suárez, véase de Carlos de la Torre Reyes, “Teoría
histórica de González Suárez”, ProcesoS, Revista Ecuatoriana de Historia, Nº. 15, 2000, pp.
95-123 http://repositorio.uasb.edu.ec/bitstream/10644/1546/1/RP-15-ES-De_la_Torre.pdf
(10.01.2024) y, de Guillermo Bustos, El culto a la nación. Escritura de la historia y rituales de
la memoria en Ecuador, 1870-1950, Fondo de Cultura Económica/Universidad Andina
Simón Bolívar, Quito, 2017, pp. 61-96.
Finalizará nuestro autor este primer capítulo, constatando la
extrema diversidad de los elementos naturales (montañas, etc.) y,
aunque el descriptivismo científico persigue la verdad de su objeto
(análisis de los componentes, cualidades y sus relaciones entre sí) a
diferencia de la belleza con que el poeta reviste con su lenguaje a ese
mismo objeto,
41
González Suárez abogará –citando el caso de Hum-
boldt– a una calculada simbiosis entre ambos lenguajes con la final-
idad de lograr una mayor y mejor divulgación del hecho científico.
Naturaleza y trascendencia: sobre literatura cristiana
El extenso segundo capítulo de Hermosura de la Naturaleza, y
ya en su inicio, obra como una “declaración de principios” o, mejor,
de fe cristiana por parte de nuestro autor: “¿Qué es la Naturaleza para
el poeta? El Universo corpóreo, para un verdadero poeta, sinceramente
cristiano, es obra de Dios”.
42
Al tiempo, el Dios cristiano y como se erige
como “el único Dios verdadero, es infinitamente sabio é infinitamente
bueno”,
43
habiendo impreso en todos los seres del Uni verso “la seme-
janza de su propia inefable hermosura”.
44
De ahí que la Naturaleza es
Pensamiento estético de Federico González Suárez en su escrito
“Hermosura de la Naturaleza …”
27
BOLETÍN ANH Nº 211 • 11 46
41 “El fin de la ciencia es instruir; el fin de la poesía es deleitar”, Federico González Suárez,
Hermosura de la Naturaleza…, cit., p. 24. Frente a la inveterada tradición horaciana sobre
la finalidad de la poesía, a saber, “instruir deleitando” (prodresse et delectare (véase en Aris-
tóteles/Horacio, Artes poéticas, [Horacio, Epístola a los Pisones, 334, p. 157], Edición bil-
ingüe de Aníbal González, Teoría y crítica literaria, Taurus, Madrid, 1991), la separación -a
mediados del siglo XVIII- del conjunto de las denominadas artes liberales de la música, la
poesía, la pintura, la escultura y la danza, nominadas a partir de entonces como beaux arts
(bellas artes), será el aspecto artístico de las mismas, la concepción valorativa principal, esto
es, el deleite (estético) que supone la apreciación de su correcta creación; añadir que, obvia-
mente, esa clasificación irá variando en función de la propia diacronía en las concepciones
estéticas y artísticas occidentales. A este tenor y entre la abundante literatura al respecto, de-
stacamos por su rigurosa fundamentación y su cuidado carácter divulgativo, Larry Shiner,
La invención del arte. Una historia cultural, Paidós, Barcelona, 2014, pp. 123-147. En defini-
tiva, puede colegirse por lo trascrito que González Suárez se adscribe a la nueva finalidad
estética que las beaux arts propugnan, es decir, la pretensión de suscitar el deleite estético a
partir exclusivamente de una correcta y perfecta creación artística, lo cual y como ya hemos
especificado en el propio texto, no oblitera –antes bien, al contrario- el empleo de un lenguaje
poético en la difusión científica.
42 Federico González Suárez, Hermosura de la Naturaleza…, cit., p. 27.
43 Federico González Suárez, Hermosura de la Naturaleza…, cit., p. 28.
44 Ídem anterior. Estos supremos atributos de Dios, a saber, Belleza, Verdad y Bondad, hallan
su origen en la metafísica platónica pues, es esta tríada incardinadamente en una unidad
(Ser) la que conforma la perfección absoluta como Idea (no material); y es a partir de esta
bella pues concurre de la propia belleza divina y, es por ello, que
nuestro sentimiento de aquella, lo es de la bel dad de Dios. Igual-
mente, todas las criaturas están ungidas de la bondad del Ser Su-
premo.
En realidad, esta “profesión de fe” sirve para acreditar el re-
ducido y seleccionado compendio de autores –literatos y poetas�
que en sus respectivos ámbitos artísticos, han tratado en su obra la
cuestión del sentimiento de la naturaleza, es decir, referida a su ap-
rehensión y vivencia de la naturaleza, ampliamente entendida, a par-
tir y fundamentada en sus propias creencias cristianas. No obstante,
estos escritores pertenecientes en su mayoría a la Iglesia católica,
adolecen de una conceptualización estética, ya que su labor creativa
suponía principalmente una afirmación de su fe católica y en la que,
el loor a la creación divina (naturaleza, animales, etc.) o, el desarrollo
de un contenido teológico-místico (ascética contemplativa), obraban
de leitmotiv artístico, al tiempo que cuidadamente formal.
Así, autores como San Gregorio Nacianceno, San Pablo de la
Cruz, San Francisco de Asís o, los denominados ascéticos: San Fran-
cisco de Sales, Santa Teresa de Jesús, Conde de Montalembert, Padre
Faber,
45
Fr. Luis de Granada, Fr. Luis de Granada y Fr. Luis de León,
son referidos y encumbrados por González Suárez debido a la
belleza de sus descripciones, su escrupuloso, lírico y en ocasiones
original lenguaje, a la par que –en el caso de los ascéticos su tras-
cendente doctrina mística. No obstante, sus comentarios al respecto
son cortas reseñas de apreciación literaria, al tiempo que subrayan
el carácter teologal en la mayoría de ellos, cuestiones que nos alejan
del propósito del presente trabajo.
También será objeto de crítica por parte de González Suárez,
la denominada poesía pastoral o bucólica por ser un género en el que
“nada es real ni verdadero”:
46
desde las costumbres, los enamora-
Xavier Puig Peñalosa
28
BOLETÍN ANH Nº 211 • 11 46
que se desprenden todos los demás seres (Cfr., Platón, La República, Fedón, Fedro y Sofista).
En otros términos, el cristianismo se apropió de dicha metafísica, teologizándola para su
dogmática.
45 Sobre la obra del Padre Federico Guillermo Faber, nuestro autor ya había escrito un estudio
en 1890 y recopilado en su obra Estudios literarios, Primera serie, Imprenta Nacional, Palacio
de Gobierno, Quito, 1896, pp. 171-193, https://repositorio.flacsoandes.edu.ec/handle/
10469/9496 (15.01.2024).
46 Federico González Suárez, Hermosura de la Naturaleza…, cit., p. 47.
mientos, sus ocupaciones o, el entorno natural y paisajístico en que
se desenvuelven, todo ello resulta de una amanerada impostura, mu-
chas veces producto de la imitación de los dioses (“paganos”) de la
antigua mitología greco-romana. Para nuestro autor, solo merecen
consideración en este género, Teócrito y Virgilio y algunos poetas
castellanos (Garcilaso, Valbuena, Meléndez Valdés o la Galatea de
Cervantes) por su delicadeza y buen gusto en, principalmente, las
descripciones de la Naturaleza.
A continuación, se aborda algunos de aquellos escritores que,
a juicio de González Suárez, “se han distinguido en la manera de ex-
presar el sentimiento estético de los fenómenos naturales”,
47
es decir,
por su estilo expresivo y, siendo la obra El Genio del Cristianismo
(1802) del escritor, político y diplomático francés François-René Cha-
teaubriand, una de las más influyentes en el pensamiento católico y
prerromántico en Francia. A este dedica nuestro autor varias páginas
de su Hermosura, destacando al respecto las descripciones de la Na -
tu raleza que elabora el francés, relacionándolas con determinadas
situa ciones morales de los personajes; igualmente, su (supuesta) de-
mostración de “la existencia de Dios por las maravillas del Uni verso”,
puesto que “la hermosura de la Naturaleza (…) [es] un reflejo de la her-
mosura de Dios”.
48
Es decir, nuevamente los preceptos teológicos con-
dicionan la mirada y la aprehensión de la Naturaleza…
En relación a la tardía influencia del romanticismo literario
en las jóvenes naciones hispanoamericanas, serán principalmente
los españoles Zorrilla y Espronceda quienes, a juicio de nuestro
autor, ejercerán ese ascendiente. Y en este punto, González Suárez
reivindicará la necesidad de una poesía netamente americana: “¡Qué
chocante es el empleo de la mitología greco-latina en las poesías america-
nas!... Si describen sitios, lugares, paisajes americanos, deben describirlos
con sus rasgos propios, con sus colores naturales, para que la poesía sea na-
cional, y no exótica y ficticia”.
49
Señalar a este respecto que, ya ante-
riormente y prácticamente con los mismos términos, Juan León Mera
Pensamiento estético de Federico González Suárez en su escrito
“Hermosura de la Naturaleza …”
29
BOLETÍN ANH Nº 211 • 11 46
47 Federico González Suárez, Hermosura de la Naturaleza…, cit., p. 52.
48 Federico González Suárez, Hermosura de la Naturaleza…, cit., pp. 57 y 58 para las dos últi-
mas citas.
49 Federico González Suárez, Hermosura de la Naturaleza…, cit., pp. 61-62.
había planteado la misma cuestión en su conocida e influyente obra
Ojeada histórico-crítica sobre la poesía ecuatoriana, desde su época más re-
mota hasta nuestros días (1868).
50
También citará como contribuyentes literarios a ese senti-
miento “verdaderamente americano” en relación a la Naturaleza
propia, al presbítero español José Ignacio Víctor Eyzaguirre
51
y, a los
colombianos Caldas, Isaacs, Eugenio Díaz, José María Marroquín,
José Eusebio Caro, Gutiérrez González, Bello y en menor medida Ar-
boleda. Finalmente, será alabada la novela de Juan León Mera Cu-
mandá o un drama entre salvajes (escrita en 1877 y publicada dos años
más tarde) por, significativamente, sus descripciones del paisaje
ecuatoriano oriental.
Como puede constatarse, en este primordialmente descrip-
tivo capítulo, González Suárez oblitera sectariamente cualquier refe -
rencia a los grandes e imprescindibles autores románticos europeos
de finales del siglo XVIII y del XIX (ingleses, alemanes, franceses,
italia nos), entendemos que por el carácter libertario subjetivo y crea-
tivo de estos y, en donde su primordial vivencia y sentimiento
de/con la Naturaleza es nominado como lo Absoluto, el Todo, lo In-
finito o Dios en el sentido pietista. Es decir, frente a la exaltación de
la propia individualidad y la ausencia de reglas creativas, González
Suárez antepone sus propias creencias confesionales y normativas
Xavier Puig Peñalosa
30
BOLETÍN ANH Nº 211 • 11 46
50 Juan León Mera, Ojeada histórico-crítica…, cit. (ver nota 33). Véase en el mismo sentido y
de Honorato Vázquez Ochoa, “Sobre el carácter nacional de la poesía” (ca. 1887) en su obra
recopilatoria Arte y moral, discursos, lecciones, &, Imprenta de la Universidad, Quito, 1889,
pp. 69-83 (ver nota 32); este ensayo (en realidad una lección impartida a sus alumnos de lit-
eratura en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central en Quito), sería pos-
teriormente publicado en la importante La Revista Ecuatoriana. Revista mensual, Literatura,
Historia, Legislación, Ciencias y Variedades, entrega III, tomo 2, Número 15, 31 de Marzo
de 1890, Imprenta de la Universidad, Quito, pp. 102-115. También y con el mismo título en
Teoría del arte en el Ecuador, estudio introductorio de Edmundo Ribadeneira, Banco Central
del Ecuador/Corporación Editora Nacional, Biblioteca básica del pensamiento ecuatoriano
XXXI, Quito, 1987, pp. 459-476.
51 Este eclesiástico recorrió las antiguas colonias españolas en América con la finalidad de in-
formar del estado de la Iglesia católica en las nuevas naciones, redactando Los intereses ca-
tólicos en América (dos volúmenes) con abundantes y sentidas –por estéticas descripciones
de los paisajes americanos que iba recorriendo; para Ecuador, véase su Tomo Segundo, Li-
brería de Garnier Hermanos, Sucesores de D.V. Salvá, París, 1859, Capítulos I al V, pp. 1-52,
https://fundacion-rama.com/wp-content/uploads/2022/08/2035.-Los-intereses-catolicos-
en-America.-T.-II-Eyzaguirre.pdf (20.01.2024).
eclesiásticas, al tiempo que su ya señalado clasicismo de raíz meta-
física, soslayando así a la importantísima influencia (política, estética,
artística, etc.) que el movimiento romántico supuso, no solo en el
continente europeo, sino e igualmente en el americano.
Excursus
Uno de los textos más importantes –y fundantes a la par
que divulgado en la diacronía de las ideas estéticas, fue la Crítica del
juicio (1790) de Inmanuel Kant. En él y entre otras significativas cues-
tiones, el filósofo alemán establece en su “Libro segundo: Analítica
de lo sublime”,
52
la fundamentación del sujeto (moral) moderno
frente a la incognoscibilidad e inconmensurabilidad que supone para
el ser humano la comprensión (racional) y/o la aprehensión de los
conceptos de lo eterno y lo infinito; por ejemplo, al contemplar la
bóveda celeste en una noche nítida y estrellada, surge la pregunta
por el número de estrellas, planetas y galaxias que contiene el univer -
so, la propia dimensión y magnitud de este, es decir, su infinitud o,
el tiempo de su (eterna) existencia. Ambas “imposibilidades” su-
ponen un sentimiento de sublimidad que implica dolor ante “la
inadecuación de la imaginación, en la apreciación estética de las
magnitudes, con la apreciación mediante la razón”.
53
Igualmente, el
mismo sentimiento de sublimidad acaece frente al peligro que im-
plica para nuestra integridad determinadas formas o fenómenos ex-
tremos de la naturaleza, tales como hórridos desiertos o selvas
impenetrables, escarpadas e inaccesibles montañas, quebradas y
simas sin fondo, estruendosas y fortísimas tormentas eléctricas con
precipitaciones diluviales, volcanes en erupción, terremotos y hura-
canes devastadores, océanos sin límite con brutal oleaje, etc.
Si anteriormente Kant ha puntualizado que, “la verdadera
sublimidad debe buscarse sólo en el espíritu del que juzga y no en
el objeto de la naturaleza cuyo juicio ocasiona esa disposición de
aquél”,
54
ahora y a tenor de lo expuesto en el anterior párrafo, el ori -
Pensamiento estético de Federico González Suárez en su escrito
“Hermosura de la Naturaleza …”
31
BOLETÍN ANH Nº 211 • 11 46
52 Ver nota 35.
53 Inmanuel Kant, Crítica…, cit., p. 159.
54 Inmanuel Kant, Crítica…, cit., p. 158.
ginal dolor causado por el sentimiento de sublimidad se transmuta
en placer “porque la propia incapacidad descubre la conciencia de
una ilimitada facultad del mismo sujeto, y el espíritu puede juzgar
ésta última sólo mediante aquella”,
55
es decir, la conciencia moral
como fundamento del sujeto. En otros términos, esa subjetivación
(nos) desvela “una facultad de juzgarnos independientes de ella y
una superioridad sobre la naturaleza”
56
y, siendo esa facultad común
a nuestra propia naturaleza;
57
no obstante –añadirá Kant, “el desa -
rrollo y ejercicio de la misma sigue siendo de nuestra incumbencia y
obligación”.
58
Conclusivamente, subjetividad y su necesidad de mo -
ra lidad se constituyen en los fundamentos del sujeto moderno.
Infinitud y eternidad en el Universo de Dios
59
Ya en el inicio del penúltimo capítulo de su Hermosura, Gon-
zález Suárez se pregunta algo retóricamente si el efectivo progreso
de las ciencias y su método experimental en el conocimiento de la
materia y las leyes del universo, ha menoscabado el sentimiento para
con la naturaleza y a la propia inspiración poética que la constituye.
Así y tras negar esa posibilidad pues aquellas han propiciado una
puesta en valor de la hermosura de lo natural, sin embargo y al
tiempo, ese actual conocimiento científico ha supuesto la apertura
de tres interrogantes fundamentales: “El abismo de la extensión, el
abismo del tiempo y el abismo de la vida en el globo terráqueo”.
60
Xavier Puig Peñalosa
32
BOLETÍN ANH Nº 211 • 11 46
55 Inmanuel Kant, Crítica…, cit., p. 161.
56 Inmanuel Kant, Crítica…, cit., p. 164.
57 “Así, pues, la sublimidad no está encerrada en cosa alguna de la naturaleza, sino en nuestro
propio espíritu, en cuanto podemos adquirir la conciencia de que somos superiores a la natu -
raleza dentro de nosotros, y por ello también a la naturaleza fuera de nosotros (en cuanto
penetra en nosotros)”, Inmanuel Kant, Crítica…, cit., p. 167.
58 Inmanuel Kant, Crítica…, cit., p. 165.
59 González Suárez reunió diversos artículos que habían sido publicados anteriormente en la
Revista Ecuatoriana, bajo el título genérico de Estudios bíblicos. Examen de algunas cuestiones
importantes relativas a la narración, que de la creación del mundo hace Moisés en el libro
del Génesis, Impreso por F. Ribadeneira, Quito, 1897, http://repositorio.casadelacultura.
gob.ec/handle/34000/18190 (30.01.2024). Muchas de las cuestiones expuestas en este pe-
núltimo capítulo, habían sido desarrolladas mucho más extensivamente en varios de dichos
artículos; para el presente, véase especialmente en el libro citado las pp. 36-169.
60 Federico González Suárez, Hermosura de la Naturaleza…, cit., p. 73.
En los anteriores términos, nuestro autor se lamentará que
la ciencia no tenga en cuenta a Dios ante la inmensidad del universo.
Efectivamente, las inconmensurables dimensiones de este y del cual
desconocemos sus límites, poblado con sus infinitos mundos y en el
que la propia tecnología observacional descubre casi a diario nuevos
sistemas planetarios, algunos en su etapa previa de formación, des-
conociendo, no obstante, “el orden secreto de la creación”
61
Por ejem-
plo, en una noche nítida y serena, se contemplan en referencia a la
Vía Láctea “millares de millones de estrellas de tamaños distintos
(…) cuyas dimensiones reales aterran á la fantasía humana”.
62
En de-
finitiva, el Universo, “esa magnitud inconmensurable de la Natural-
eza obliga á reflexionar en la Majestad de Dios, cuya inmensidad
abruma el alma humana; una extensión cuyos límites no puede ni
calcular la imaginación”.
63
El segundo “abismo” que apertura la ciencia, el del tiempo,
es descrito por González Suárez con los interrogantes que suponen
el comienzo del propio tiempo y, más enfáticamente, el de antes de
la aparición (“creación”) del ser humano en la tierra: “¿Qué unidad
de medida será posible emplear para ese cálculo, que fatiga la imagi -
nación?”.
64
La ciencia investiga geológicamente la estructura de las
eras terrestres, estudiando fósiles de edades insondablemente preté-
ritas y que, al tiempo, suponen la interrogación sobre el tiempo trans-
currido hasta evolucionar a la actual climatología que permite
nuestro hábitat. Conclusivamente y en relación al espacio y al
tiempo, para nuestro autor, si la inabarcabilidad de la extensión del
Universo “nos obliga á adorar el atributo de la inmensidad de Dios
(…) la duración del tiempo nos sirve para meditar en la eternidad”.
65
Por lo expuesto y a diferencia de lo explicitado sobre Kant
en el Excursus, González Suárez en ningún momento tiene en cuenta
Pensamiento estético de Federico González Suárez en su escrito
“Hermosura de la Naturaleza …”
33
BOLETÍN ANH Nº 211 • 11 46
61 Federico González Suárez, Hermosura de la Naturaleza…, cit., p. 75.
62 Ídem anterior.
63 Federico González Suárez, Hermosura de la Naturaleza…, cit., p. 76.
64 Federico González Suárez, Hermosura de la Naturaleza…, cit., p. 77.
65 Federico González Suárez, Hermosura de la Naturaleza…, cit., pp. 79-80. Esta invitación a
“meditar en la eternidad”, la entendemos en un doble sentido complementario: Dios como
Ser inconmensurable, incognoscible y eterno y, frente al misterio de lo inefable, el propio ser
humano con su caducidad mortal (el memento mori barroco).
a la propia voluntad y conciencia de subjetividad del ser humano.
Es decir, la libertad que significa e implica la (auto)percepción como
moralidad constituyente de lo humano, el (auto)poder decisorio
sobre su pensamiento y accionar, son hurtados –siquiera como posi-
bilidad– en favor de una dogmática que pretende “explicar” las in-
conmensurabilidades citadas, a saber, la del espacio infinito y la de
un tiempo eterno. Así y donde Kant fundamenta y establece al sujeto
moderno mediante el ejercicio de su libre razón y la afirmación de
su conciencia moral, “superadoras” de la imposibilidad sensible de
aprehender lo infinito y lo eterno, González Suárez oblitera al res -
pecto cualquier expectativa de criterio subjetivo en función de sus
ortodoxas y categóricas creencias católicas, ya que solo nos es dada
la actitud contemplativa y de obligada alabanza ante un Universo
creado exnihilo por Dios.
Y en relación al tercer “abismo” abierto por la ciencia, el de
la vida en el planeta Tierra, esta resulta la obra que culmina la crea-
ción divina y que es calificada como producto de la bondad de Dios
(“esencia incomprensible”). Animales, plantas, toda forma de vida
en suma, incluido el ser humano, son descritos en función de los de-
signios divinos, ni un solo comentario desde una óptica biológica o
científica, solo teología….
66
El último apartado de este capítulo, en realidad se remite a
su anterior escrito Estudios literarios: primera serie
67
pues, su loa a la
escritura hebraica sagrada y destacando a la Biblia como el más ex-
celso de todos ellos, ya había sido objeto de un mayor tratamiento
por parte de González Suárez, aunque ahora destacará en algunos
de los diversos libros que la componen (Libro del Génesis, Libro de
Job, etc.), el tratamiento de la hermosura de la Naturaleza con sus
diversos fenómenos meteorológicos, atmosféricos, geográficos, cli-
máticos, los animales, la bóveda celeste con sus estrellas y planetas,
etc., su sentimiento en suma, como uno de los más importantes ex-
Xavier Puig Peñalosa
34
BOLETÍN ANH Nº 211 • 11 46
66 Siendo Vos quien sois, ¿para qué habíais menester de las criaturas? ¿Faltaba algo, acaso, á vuestra
gloria?... Ese himno inefable con que os regalabais Vos á Vos mismo y amándoos con amor infinito en
el coloquio misterioso de vuestra santa Trinidad, esa era vuestra gloria; pero como vuestra bondad es
inmensa, ¡sacasteis de la nada las criaturas para hacerlas objeto de vuestros soberanos beneficios!...”,
Federico González Suárez, Hermosura de la Naturaleza…, cit., p. 82.
67 Federico González Suárez, Estudios literarios: primera serie, cit., pp.1-96.
ponentes en dichos textos, ya que “ni la misma literatura griega clásica
es superior á la hebrea del Antiguo Testamento”.
68
Y es que como ya
hemos comentado anteriormente, el paganismo al no participar de
la fe cristiana, tampoco está habilitado para aprehender ese senti-
miento de la belleza natural como obra de Dios. Finalmente al igual
que toda la poesía hebraica será la particularización en el Cantar
de los cantares de Salomón, donde González Suárez apelará como
ejemplo insuperable de las descripciones naturales y de la vida rural,
al tiempo e igualmente, del sentimiento para con la Naturaleza. En
suma, una idealización de un modo de vida para así y en ese
contexto poder desarrollar una “égloga mística”.
69
Sobre el paisaje nacional
El último capítulo de Hermosura…, es una lírica descripción
de la naturaleza ecuatoriana en función de sus diversos componentes
(geológico, atmosféricos o meteorológicos, de la fauna y la flora, etc.)
y, estructurado –en parte� según las diferentes regiones geográficas
que integran el territorio nacional o, los distintos elementos orográ-
ficos o faunísticos que las distinguen. En este texto destaca tanto el
ritmo expositivo que González Suárez imprime a su escritura como
el carácter eminentemente ecfrático
70
de la misma, sin prescindir de
ciertos tópicos comunes al respecto. Así mismo, en el escrito abun-
dan las descripciones referentes a la estética de lo pintoresco y,
mucho más significativamente a la de lo sublime, remitiéndonos a
los ensayos anteriormente comentados de Joseph Addison y Ed-
mund Burke en relación a dichas categorías estéticas.
En los anteriores términos y para nuestro autor, la principal
seña de identidad paisajística en la región occidental es su constante
Pensamiento estético de Federico González Suárez en su escrito
“Hermosura de la Naturaleza …”
35
BOLETÍN ANH Nº 211 • 11 46
68 Federico González Suárez, Hermosura de la Naturaleza…, cit., pp. 95.
69 Federico González Suárez, Hermosura de la Naturaleza…, cit., p. 98.
70 La ékphrasis viene referida desde su origen en la antigüedad griega, a la capacidad de “hacer
ver” al oyente en el recitado de un poema (por ejemplo, La Ilíada), aquello que se describe.
Y literariamente, a la “visualización” por parte del lector de aquello que el autor nos narra
o describe. Sobre la ékphrasis véase de Román de la Calle, El espejo de la Ekphrasis. Más
acá de la imagen. Más allá del texto –La crítica de arte como paideia, Fundación César Man-
rique, Servicio de Publicaciones, Lanzarote, Islas Canarias (España), 2005, edición trilingüe
en español, inglés y alemán.
variedad, los inesperados contrastes y la especial singularidad de su
vegetación, de sus ríos, de sus cultivos: “El paisaje occidental cambia á
cada instante, y sorpresas se suceden á sorpresas en una naturaleza abrupta
y fecunda”,
71
es decir, pintoresca. E, igualmente en la cuenca amazón-
ica con sus “selvas desiertas y solitarias”, la amplitud de los ríos pro-
voca que nuestra “vista se espacia, el ánimo se ensancha. En el amonto-
namiento de las aguas hay un no sé qué tan extraordinario, que el alma se
conmueve y entra en una convulsión á un tiempo de alegría y de temor”;
72
es la experiencia estética de lo sublime.
La cordillera de los Andes nos ofrece el espectáculo de lo
grandioso por la altura y magnificencia del conjunto de sus inabarca -
bles montañas y, en un espacio en el que “la vida se va ahuyentando
de esas regiones desoladas”. No obstante, la visión nocturna de los
cerros nevados a la luz de la luna, “tienen un aspecto de muda so -
lem nidad, que llena de suave melancolía el alma y la estimula á pen-
sar en sus destinos eternos”;
73
es decir, la experiencia estética que
conlleva el sentimiento ante esa magna naturaleza, lo es en clave teo -
logal. También resulta sublime por el inmenso terror que nos pro-
duce, el espectáculo en dicha cordillera de las fuerzas desatadas de
la naturaleza tales como una erupción volcánica,
74
una tempestad o
un terremoto. Igualmente, las selvas ubicadas en las comarcas orien-
tales transandinas con sus enormes árboles y follaje que las dotan de
una espesura vegetal que las hacen prácticamente impenetrables, re-
sultando por ello de una perenne ausencia de luz, provocan en el ser
humano verdadero temor, cuando no, terror.
75
Tras una descripción apocalíptica sobre las grandes convul-
siones geológicas en la era terciaria (surgimiento y formación de las
Xavier Puig Peñalosa
36
BOLETÍN ANH Nº 211 • 11 46
71 Federico González Suárez, Hermosura de la Naturaleza…, cit., p. 103.
72 Federico González Suárez, Hermosura de la Naturaleza…, cit., p. 107.
73 Federico González Suárez, Hermosura de la Naturaleza…, cit., p. 108 y 110 respectivamente
para las citas en ese párrafo.
74 “No hay espectáculo tan aterrador como una erupción volcánica: lo grandioso, lo sublime,
anonada al espectador”, Federico González Suárez, Hermosura de la Naturaleza…, cit., p.
113.
75 “La oscuridad que reina en los bosques, les da un aspecto grave y solemne durante el día;
por la noche, el terror de lo desconocido se apodera del viajero, las tinieblas anublan el es-
píritu”, Federico González Suárez, Hermosura de la Naturaleza…, cit., p. 115. Anotar que
ya Edmund Burke citaba a la oscuridad como un factor de sublimidad, en Indagación filo-
sófica…, cit., pp. 43-44.
cordilleras, diluvios y tempestades, terremotos, brutales cambios at-
mosféricos y meteorológicos, etc.), nuestro autor y a propósito de su
lírica exposición acerca de algunos animales de la fauna ecuatoriana
(colibrí, cóndor, caimán, araña, armadillo, caracol terrestre, etc.), se
muestra deudor del romanticismo (historicista) herderiano
76
al afir-
mar que, “Hay una armonía admirable de relación entre los animales y el
aspecto físico de los lugares en que viven sus especies
77
y, siendo que,
además e igualmente, “no puede menos de notarse la armonía que
existe entre el aspecto de los lugares y las condicione de la voz de
los animales y las aves que habitan en ellos”.
78
A continuación y tras desarrollar otros cuadros de la natu-
raleza referidos a las cambiantes impresiones que suscitan distintas
regiones del país
79
según los diversos momentos del día, González
Suárez finalizará su escrito con una exacerbada loa teológica, a la
par que sublime: “!Oh, Criador!... ¡Oh, Padre Omnipotente!... ¡Cuán
magnificas son vuestras obras!... ¡El alma se anonada ante vuestra
inmensidad, y, por la hermosura de las cosas criadas, rastrea algo de
vuestra inefable y santa hermosura!...”.
80
Conclusiones
Las transformaciones que, paulatinamente y en diversos ór-
denes instaura el advenimiento del régimen liberal en Ecuador (edu-
cación laica, separación Iglesia-Estado, ley de divorcio, etc.), suponen
un rechazo y enfrentamiento con la Iglesia católica del país, siendo
uno de sus principales oponentes Federico González Suárez quien,
tras una inicial y radical beligerancia al nuevo régimen, adoptará
posteriormente una actitud más tolerante, sobre todo a raíz de la in-
equívoca condena de las varias invasiones del territorio nacional
Pensamiento estético de Federico González Suárez en su escrito
“Hermosura de la Naturaleza …”
37
BOLETÍN ANH Nº 211 • 11 46
76 Cfr. Johann Gottfried von Herder [1784-1791], Ideas para una filosofía de la historia de la
humanidad, Editorial Losada, Buenos Aires, 1959.
77 Federico González Suárez, Hermosura de la Naturaleza…, cit., p. 126.
78 Federico González Suárez, Hermosura de la Naturaleza…, cit., p. 128.
79 “Mas ¿cuándo pondríamos término á este nuestro estudio, si quisiéramos llamar la atención
sobre la muchedumbre de objetos naturales que embellecen el suelo ecuatoriano?”, Federico
González Suárez, Hermosura de la Naturaleza…, cit., pp. 131 y 132.
80 Federico González Suárez, Hermosura de la Naturaleza…, cit., p. 132.
desde Colombia llevadas a cabo por la denominada y ultramontana
Restauración Católica, primando así la lealtad patriótica a lo con-
fesional. Al tiempo y en varios escritos y cartas pastorales, defenderá
enfáticamente la no adscripción del clero a cualquier partido o agru-
pación política con la finalidad de poder preservar la independencia
de la Iglesia ecuatoriana.
En el orden estético-artístico pero con evidentes relaciones
inherentes a la propia modernidad, cabe destacar que las emergentes
categorías estéticas de lo pintoresco y lo sublime, suponen el inicio
de la contestación al inveterado clasicismo y su correlato de una
belleza de carácter metafísico al primar la subjetividad de la experi-
encia estética en relación a la naturaleza, esto es, al otorgar la cuali-
dad de aquella al propio sujeto que la constituye y experimenta, ello
implicaba una relativización del gusto y en el que se valoraba el
mayor impacto sentimental que dichas categorías suponían en detri -
mento de la arraigada y ortodoxa belleza clasicista. En otras palabras,
se abría el espacio a una nueva concepción de la relación (estética)
del ser humano con la naturaleza basada y en función de la propia
libertad del individuo, sin tener que remitirse necesariamente a lo
trascendente o “lo divino” en el sentido teologal católico. Y es por
ello que, González Suárez y partiendo de los supuestos “naturales”
que dichas categorías implican y, obliterando sus fuentes intelec-
tuales originarias aunque presentándolas como propias, niega la con-
secuencia que esa subjetividad comporta, a saber, la conciencia moral
de sí como ámbito superior y libre frente a la naturaleza y, por ex-
tensión, a la inefabilidad del propio Universo; en otros términos, la
razón como ejercicio de afirmación de la subjetividad mediante la
propia voluntad, es decir, de la íntima libertad como autopercepción
moral, frente a la dogmática teologal que impone la fe (católica). O,
más sintéticamente, frente a la concepción moderna como emanci-
pación de todo a priori ideológico o determinismo religioso –“pre-
juicio” en su sentido más radical, González Suárez opondrá militan-
temente su esencialismo cristiano.
En los anteriores términos y obliterando igualmente nuestro
autor cualquier referencia a los grandes artistas (literatos, poetas,
pintores) que toman a la naturaleza y su experiencia para con ella
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como motivación creadora y artística, solo son tenidos en cuenta
aquellos otros (hebraicos, ascéticos, católicos) que exaltan “las bon -
da des de Dios” en dicha experiencia. Además, niega la posibilidad
de esa apreciación sentimental sobre “la hermosura de la naturaleza”
como obra de Dios, a todo el espacio considerado no confesional, es
decir, pagano, ya que este no participa de la fe cristiana.
Y es que para González Suárez, belleza, naturaleza y sensi-
bilidad y su representación artística fundamentalmente literaria–,
81
hallarán su concreción mediante la poética que impele la ortodoxia
clasicista, mediada esta por la teología cristiana, constituyéndose así
en una unidad sensible y conceptual que, por ser unívoca y “verda -
de ra” dota de (único) sentido a la propia experiencia humana. A la
par, esta conceptualización supone la afirmación tanto de un aca-
demicismo (supuestamente) inmemorial, como de una estética tras-
cendente (divina) frente al relativismo que la subjetividad (estética)
moderna propugna.
Así, esa ortodoxa concepción de “lo artístico”, implica y con-
diciona en la práctica una clara y contundente negación a cualquier
experimentación o cambio en la creación artística (el buen gusto)
pues, esta y merced a los parámetros conceptuales ya descritos, se
concibe única y exclusivamente al “servicio de Dios y de su verdad
revelada”; es decir, los valores y creencias que la concepción del occi -
dente cristiano encarna, hallan su sublime manifestación con el arte
inmemorial e imperecedero que la poética (neo)clasicista –“leyes ar-
tísticas”– normativiza e impele.
Pensamiento estético de Federico González Suárez en su escrito
“Hermosura de la Naturaleza …”
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81 Destacar que González Suárez y como anteriormente hiciera el ya citado Juan León Mera,
reclamará en la línea de pensamiento del romanticismo historicista herderiano que la poesía
debe ser “auténticamente nacional”, es decir, tome como motivo elementos del propio país
(tradiciones, costumbres e historia patria, personajes autóctonos, naturaleza o paisajes pro-
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