Vida académica
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BOLETÍN ANH Nº 211
BOLETÍN
DE LA ACADEMIA
NACIONAL DE HISTORIA
Volumen CII
Nº 211
Enero–junio 2024
Quito–Ecuador
ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
Director Dr. Cesar Alarcón Costta
Subdirector Ac. Diego Moscoso Peñaherrera
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Dr. Juan Cordero Íñiguez Academia Nacional de Historia – Ecuador
Dra. Olga Zalamea Patiño Universidad de Cuenca
BOLETÍN de la A.N.H.
Vol. CII
Nº 211
Enero–junio 2024
© Academia Nacional de Historia del Ecuador
ISSN Nº
1390-079X
eISSN Nº
2773-7381
Portada: Retrato de Pedro Franco Dávila. Archivo MNCN (Madrid)
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Agosto 2024
Esta edición es auspiciada por el Ministerio de Educación
Libro de distribución gratuita
FIEBRE PUERPERAL: IMPACTO DEL CONOCIMIENTO
GLOBAL SOBRE SU SITUACIÓN EN LA MATERNIDAD
DE QUITO EN LOS ALBORES DEL SIGLO XX
Enrique Noboa Flores
1
Resumen
Durante siglos, la fiebre puerperal dejó marcas imborrables
en la sociedad, propias de lo que ha sido denominado una enferme-
dad-tragedia. Se plantearon innumerables teorías sobre su etiología
y sus características, muchas de ellas carentes de bases científicas,
que contribuyeron únicamente para edificar un asunto médico enig-
mático. Su marcada relación con el aparecimiento del parto hospita-
lario y el desarrollo de la obstetricia operatoria condujo a su
diseminación y al desarrollo de epidemias devastadoras, responsa-
bles de una alta mortalidad. El esfuerzo de la medicina global estuvo
orientado a comprender mejor esta enfermedad e identificar una
forma efectiva de prevenirla, sobre la base de las nacientes técnicas
de asepsia y antisepsia. La situación de la fiebre puerperal en la Ma-
ternidad de Quito no fue diferente en las primeras décadas del siglo
XX, en espera del ejercicio de una atención obstétrica racional y cien-
tífica para reducir su impacto. De aquella realidad dan cuenta dos
estudios que permitieron sentar las bases de un enfrentamiento entre
el empirismo, como fatalidad de la obstetricia, y el nuevo conoci-
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1 Miembro Correspondiente, Academia Nacional de Historia. Miembro Correspondiente, Aca-
demia Ecuatoriana de Medicina. Médico Especialista en Ginecología y Obstetricia, Universi-
dad Central del Ecuador. Médico Asociado, Hospital Metropolitano de Quito. Exdecano y
Exdocente Titular de Farmacología, Facultad de Ciencias de la Salud, Universidad Internacio-
nal SEK Ecuador. Exdocente de Farmacología, Escuela de Medicina, Universidad San Francisco
de Quito. Docente, Curso de Postgrado en Ginecología y Obstetricia, Universidad Central del
Ecuador. Miembro activo de Sociedad Ecuatoriana de Ginecología y Obstetricia, Sociedad
Ecuatoriana de Farmacología, Sociedad Norteamericana de Menopausia, Sociedad Europea
de Menopausia y Andropausia, Sociedad para el Estudio y Progreso de la Anticoncepción,
entre otras. Actualmente ha enfocado su labor investigativa en el campo de la anticoncepción
y los derechos sexuales y reproductivos, endocrinología ginecológica e historia de la medicina
y de la ginecología y obstetricia ecuatorianas. enriquenoboa10@gmail.com
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
Vol. CII – Nº. 211
enero–junio 2024
miento mé dico que arribó al país. La erradicación del empirismo
constituiría el camino más corto para arribar a una obstetricia cien-
tífica.
Palabras clave: Fiebre puerperal; obstetricia; Maternidad de Quito.
Abstract
For centuries, puerperal fever left indelible marks on society, typical
of what has been called a disease-tragedy. Countless theories were
proposed about its etiology and characteristics, many of them lack-
ing scientific bases, which only contributed to building an enigmatic
medical issue. Its marked relationship with the appearance of hos-
pital delivery and the development of operative obstetrics led to its
dissemination and the development of devastating epidemics, re-
sponsible for high mortality. The effort of global medicine was aimed
at better understanding this disease and identifying an effective way
to prevent it, based on the emerging techniques of asepsis and anti-
sepsis. The situation of puerperal fever in the Maternity Hospital of
Quito was no different in the first decades of the 20th century, wait-
ing for a rational and scientific obstetric care to reduce its impact.
Two studies describe that reality and identify a confrontation be-
tween empiricism, as the fatality of obstetrics, and the new medical
knowledge that arrived in the country. The eradication of empiricism
would constitute the shortest path to arriving at scientific obstetrics.
Keywords: Puerperal fever; obstetrics; Maternity Hospital of Quito.
Una marca imborrable
Los primeros avances en el conocimiento sobre las causas de
la fiebre puerperal ocurrieron en la última década del siglo XVIII,
aunque con toda seguridad la historia de la fiebre puerperal debe re-
montarse más atrás de este periodo. Aunque hasta antes de 1880 no
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había cifras reales sobre la tasa de muerte anual por fiebre puerperal,
puesto que el registro de muertes no era satisfactorio, en Inglaterra
y Gales desde 1880 hasta 1930 los reportes muestran que hubo alre-
dedor de dos mil muertes por año por sepsis relacionada con el
parto; es decir que en este periodo de cincuenta años fallecieron
aproximadamente cien mil mujeres en edad reproductiva.
2
Se planteaba así un serio desafío para la profesión médica,
difícil de entender, pues, como lo describiría Leonard Colebrook
(1883-1967) en una conferencia suya presentada ante los médicos del
St. George Hospital en Londres, el 25 de octubre de 1955:
En 1928 el ministro de Salud nombró un comité para evaluar cuidado-
samente la situación de la morbilidad y mortalidad materna. Cuatro
años más tarde este comité reportó que no había ocurrido una dismi-
nución apreciable en el número de muertes maternas hasta ese mo-
mento y que llamaban la atención ciertas características desconcertantes
de la fiebre puerperal. Ésta aparecía inesperadamente en la práctica de
un médico o en un hospital por razones no aparentes, y podía disemi-
narse en una forma epidémica, aunque en otras ocasiones no lo hacía.
Podía ocurrir después de labores de parto normales o complicadas.
Ciertamente, su cuadro clínico variaba de forma importante.
3
Lo que sí constituía una realidad para los médicos y sus pa-
cientes era aquella muy bien conocida tragedia que la fiebre puer-
peral solía ser. Esta tragedia se representaba por una joven mujer que
había pasado por los riegos de su primer embarazo y la gran expec-
tativa de su primera hospitalización, y que había dado a luz a un
niño sano, solamente para verse afectada por la fiebre fatal uno o dos
días más tarde. O podía tratarse de una mujer de mayor edad, que
ya había tenido varios hijos, y entonces, luego de su última hospita-
lización, desarrollaba fiebre y moría rápidamente, dejando un padre
y su joven familia para valerse por sí mismos. Era esta una triste ex-
periencia vivida por muchas familias y de la que habrían de recibir
una marca imborrable por muchas generaciones.
Fiebre puerperal: impacto del conocimiento global sobre su situación
en la maternidad de Quito en los albores del siglo XX
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2 Leonard Colebrook, “The story of puerperal fever- 1800 to 1950”, British Medical Journal, 1965,
N° 4, p. 247-252.
3 Leonard Colebrook, “The story …, cit. 2.
Primeras noticias científicas sobre la enfermedad
La fiebre puerperal ha sido reconocida como una potencial
asesina de mujeres por miles de años. Los antiguos hindúes ya ha-
blaron de los riesgos de la fiebre del puerperio aproximadamente en
el año 1500 a. C., en una época en la que la higiene era considerada
un aspecto importante en la prevención de esta enfermedad, pues se
exigía que las matronas recortaran adecuadamente las uñas de las
manos. Hipócrates en el año 500 a. C., en su tratado de enfermedades
de la mujer, atribuía la fiebre en el puerperio temprano a la supresión
de los loquios, lo que a su vez conducía a la acumulación o desequi-
librio de los humores.
4
Ambrosio Paré (1510-1590) la citó en sus publicaciones y, más
tarde, Hieronymous Mercurialis (1530-1606) propuso que un fallo en
la lactación ocasionaba que la leche materna, en lugar de fluir a las
mamas, se localizase en el útero y produjese una descarga purulenta
desde este órgano; por ello, se la denominaba «fiebre láctea». Pero
no solamente Mercurialis habló al respecto, posteriormente muchos
otros autores la relacionaron con la retención de loquios en el pos-
tparto, confundiendo también el efecto con la causa. En el siglo XVIII
Nicolas Puzos (1686-1753) planteó otra teoría, aduciendo que la in-
fección puerperal se originaba en la supresión de la producción de
leche materna, lo que conducía a una «metástasis láctea», idea que
subsistió hasta las postrimerías del siglo XIX.
5
Numerosos médicos
e investigadores estudiaron y publicaron sobre la infección puerperal
entre 1537 y 1784, pues ésta constituyó un asunto médico enigmático
y de enorme interés que, en aquellos años, planteaba muchas pre-
guntas, aún difíciles de responder.
6
Aunque el temor por esta enfermedad permaneció por mu-
chos siglos, la mortalidad debida a ella se mantuvo relativamente
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4 H. Speert, Iconographia gyniatrica. A pictorial history of gynecology and obstetrics, F.A. Davis Com-
pany, Philadelphia, 1973.
5 M. Dumont, “Nicolas Puzos: an obstetrician of the 18th century. From military surgery to obs-
tetrics and from milk fever to placenta praevia”, Journal de Gynécologie Obstétrique et Biologie
de la Reproduction, 1988, N° 17(4), p. 431-437.
6 H. Speert, Iconographia gyniatrica …, cit. 4.
baja hasta el aparecimiento del parto hospitalario y el desarrollo de
la obstetricia operatoria, que trajeron consigo exámenes internos fre-
cuentes de las mujeres en labor de parto; instrumentos, ropa de cama
y apósitos contaminados; y hacinamiento de pacientes, resultando
en la diseminación de la enfermedad y una alta mortalidad, pues
aún no se conocía el concepto de asepsia. En efecto, la enfermedad
fue conocida de manera esporádica hasta el siglo XVI cuando apa-
recieron las primeras epidemias devastadoras luego de que se fun-
daran los primeros hospitales de maternidad. La primera y más
famosa ocurrió en el Hôtel Dieu de París en 1746,
7
seguida de otras
no menos importantes en instituciones hospitalarias como el
Allmänna Barnbördhuset (Hospital General de Partos) en Estocolmo,
en el que falleció una de cada cinco parturientas; el Allgemeines Kran-
kenhaus (Hospital General) de Viena, a la sazón poseedor del más
grande departamento obstétrico en Europa; y la Maternité (Materni-
dad) del Hôtel Dieu en París. Como describió el cirujano francés Jac-
ques-René Tenon (1724-1816): «daba horror entrar en las salas de la
Maternité del Hôtel Dieu de París; desde que se presentaba en la puerta, se
percibía un olor putrefacto y repugnante que impulsaba a los visitantes a
no pasar más adentro; el aire era denso y pesado y allí las pobres mujeres
aglomeradas y acostadas de dos en dos, pie con pie, en la misma cama, esta-
ban condenadas a una muerte segura...».
8
Varios médicos británicos sospecharon sobre la contagiosi-
dad de la fiebre puerperal.
9
En 1773 Charles White (1728-1813), un
médico de Manchester, Inglaterra, asoció el carácter epidémico y la
contagiosidad de la enfermedad con la suciedad. Su colega Alexan-
der Gordon (1752-1799), de Aberdeen, Escocia, fue quizás el primero
en dar luces sobre la etiología de la fiebre puerperal, como resultado
de su trabajo obstétrico en la ciudad de Aberdeen en los últimos años
del siglo XVIII.
10
Él realizó dos importantes observaciones; la pri-
Fiebre puerperal: impacto del conocimiento global sobre su situación
en la maternidad de Quito en los albores del siglo XX
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7 Margaret DeLacy, “Puerperal fever in eighteenth-century Britain”, Bulletin of the History of Me-
dicine, 1989, N° 63(4), p. 521–556.
8 JF. Jewett, DE. Reid, LE. Safon, [et al.], “Childbed fever — a continuing entity”. Journal of the
American Medical Association, 1968, N° 206, p. 344-350.
9 JF. Jewett, DE. Reid, LE. Safon, [et al.], “Childbed fever …, cit. 8.
10 Ian M. Gould, “Alexander Gordon, puerperal sepsis, and modern theories of infection con-
trol Semmelweis in perspective”, Lancet Infectious Diseases, 2010, N° 10, p. 275-278.
mera, que la enfermedad estaba relacionada de alguna manera con
las erisipelas, y, la otra, que aquélla estaba siendo transmitida a las
parturientas por los médicos y las comadronas. En 1795 escribió
acerca de la naturaleza infecciosa de la fiebre puerperal en su trabajo
titulado Treatise on the Epidemic Puerperal Fever of Aberdeen (Un tra-
tado sobre la fiebre puerperal epidémica de Aberdeen),
11
en el que
reportó veintiocho casos de fiebre puerperal y, de manera curiosa,
declaró que él mismo había sido un agente involuntario de trans-
misión de la enfermedad en varios casos, dando además los nombres
de varias comadronas y describiendo las circunstancias en las que él
creía que ellas habían transmitido la enfermedad.
Gordon demostró claramente la naturaleza infecciosa de la
fiebre puerperal, destacando que las epidemias de erisipela de 1787
y 1788 ocurrieron concomitantemente con las epidemias de fiebre
puerperal. En sus palabras, Gordon escribía:
Que la causa de esta enfermedad fue un contagio específico, o infec-
ción, yo tengo pruebas incuestionables… La enfermedad se apoderó
de esta mujer solamente, cuando fue visitada, o atendida en su parto,
por un practicante, o cuando estuvo bajo los cuidados de una enfer-
mera, quien previamente había atendido pacientes afectadas por esta
enfermedad. En poco tiempo, yo tuve pruebas evidentes de su natura-
leza infecciosa, y la infección fue comunicada tan rápidamente como
si fuese un caso de viruela, o sarampión, y operada más rápidamente
que cualquier otra infección que yo conociese. La comadrona, quien
atendió el parto de la paciente No. 1 en la tabla, llevó la infección a la
No. 2, la siguiente mujer a quien atendió. El médico, quien atendió a
las pacientes No. 1 y 2, llevó la infección a la No. 5 y 6, quienes fueron
atendidas en su parto por él y muchos otros. Es una declaración desa-
gradable para mí mencionar que yo mismo fui el medio de transmisión
de esta infección hacia un gran número de mujeres.
12
Gordon también describió técnicas para prevenir la infección;
pero, como se verá más adelante, a diferencia de Ignaz Semmelweis
(1818-1865), nunca hizo reporte alguno sobre la aplicación práctica
Enrique Noboa Flores
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11 Alexander Gordon, Treatise on the Epidemic Puerperal Fever of Aberdeen, G. G. and J. Robinson,
London, 1795.
12 Alexander Gordon, Treatise on …, cit. 11.
de estos métodos; sin embargo, su tesis publicada en 1795 fue reim-
presa por tres ocasiones en Edimburgo (William Campbell, 1822), Fi-
ladelfia y Londres (Sydenham Society, 1849) en los siguientes
cincuenta y cinco años. La tesis de Gordon, como se esperaba, no fue
bien recibida por médicos y comadronas de su ciudad, sin embargo,
hubo quienes se hicieron eco de sus opiniones, como James Blundell
(1790-1878) del Guy’s Hospital de Londres en 1834 y Thomas Watson
(1792-1882), profesor de Medicina en el King’s College de Londres, en
1842.
13
Todo esto sugiere que Ignaz Semmelweis bien pudo haber co-
nocido su trabajo para 1847.
Mientras tanto, Robert Collins (1800-1868), profesor del Du-
blin’s Rotunda Hospital, describió medidas prácticas para combatir la
fiebre puerperal en su publicación titulada A practical treatise of mid-
wifery (Un tratado práctico de obstetricia) de 1841, en el que demos-
tró la efectividad de la cuarentena, limpieza y cloración en la
detención de la propagación de la enfermedad. Collins no hizo men-
ción alguna sobre la desinfección con cloro de las manos del obstetra,
pero describió minuciosamente la purificación de las salas del hos-
pital con gas clorado concentrado por cuarenta y ocho horas, y de
los pisos y las estructuras de madera cubriéndolos con una crema de
cloruro de calcio (hipoclorito de calcio) por otras cuarenta y ocho
horas. La pintura fresca de las salas y el secado de las mantas al
horno a altas temperaturas completaron sus medidas propuestas.
14
De cualquier manera, fue necesario esperar por veinte años
para que las ideas de Gordon recibieran un fuerte apoyo. En Estados
Unidos, el anatomista y escritor Oliver Wendell Holmes (1809-1894),
de Boston, Massachusetts, quien enseñaba fisiología y patología en
la Harvard Medical School, hizo una evaluación crítica de la literatura
sobre la fiebre puerperal. En 1843 él leyó su histórico ensayo The con-
tagiousness of puerperal fever (La contagiosidad de la fiebre puerperal)
ante la Boston Society for Medical Improvement (Sociedad de Boston
para el Perfeccionamiento Médico),
15
considerado una de las grandes
Fiebre puerperal: impacto del conocimiento global sobre su situación
en la maternidad de Quito en los albores del siglo XX
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13 Sydenham Society of London, Essays on Puerperal Fever and other Diseases Peculiar to Women,
Ed. Fleetwood Churchill, London, 1849.
14 Robert Collins, A practical treatise of midwifery, Ed. William D. Ticknor, Boston, 1841.
15 Oliver Wendell Holmes, “The contagiousness of puerperal fever”, New England Quarterly
Journal of Medicine and Surgery, 1843, N° 1, p. 503–530.
contribuciones estadounidenses a la medicina.
16
En este ensayo Hol-
mes estableció que la fiebre puerperal era contagiosa y era trans-
mitida por las manos no lavadas del médico de cama a cama. En
verdad, se conoce que Holmes escuchó en un congreso médico un
reporte sobre la muerte de un colega después de haber realizado una
autopsia a una mujer quien había fallecido por fiebre puerperal y
que, luego de este procedimiento, el médico en cuestión había con-
tinuado su práctica obstétrica y varias de las mujeres a quienes él
atendió sus partos en ese periodo habían contraído también la fiebre
puerperal. Dado el impacto que tuvo esta historia en Holmes, éste
decidió profundizar en el tema y en 1843 publicó sus hallazgos en
su artículo sobre la contagiosidad de la fiebre puerperal ya mencio-
nado, en el que se refirió también a las observaciones anteriores de
Alexander Gordon.
Obviamente, Holmes no tenía una idea clara sobre cómo la
infección había sido transmitida a las mujeres durante la labor. Ca-
rente de conocimientos sobre los agentes microbianos, Holmes igual
que otros científicos postuló que ciertos «miasmas» o vapores mal-
sanos en el aire eran los responsables del contagio; proponiendo al
final de su publicación aquellas prácticas que él consideraba podrían
ayudar a evitar la transferencia de la infección. En su postulado, decía
Holmes: «Cualquier doctor que haya tenido un caso de fiebre puerperal de-
bería tomar en cuenta que su siguiente paciente está en peligro. Si aquél tu-
viese dos casos, el doctor debería dejar su trabajo obstétrico por un mes hasta
“purificarse” (no especificó cómo se podía hacer esta purificación). Si él tu-
viese tres casos, el doctor debería abandonar del todo la atención de partu-
rientas».
17
Holmes también añadió que ningún doctor que atienda
pacientes en labor de parto debería realizar exámenes post mortem de
pacientes infectadas. Holmes recomendó también a quienes atendían
partos lavar sus manos en cloruro de calcio y cambiar su ropa des-
pués de tratar casos de fiebre puerperal o rea lizar autopsias.
Las propuestas de Gordon y Holmes tampoco fueron bien
recibidas por sus colegas médicos debido a una alta carga de escep-
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16 CJ. Cullingworth, “Oliver Wendell Holmes and the contagiousness of puerperal fever”, The
Journal of Obstetrics and Gynaecology, 1905, N° 8(6), p. 369-392.
17 Oliver Wendell Holmes, “The contagiousness …, cit. 15.
ticismo, e incluso muchos de ellos las refutaron. Esto denotaba la ne-
cesidad de investigaciones más profundas que permitirían sentar
bases más sólidas al respecto.
El aporte conclusivo de Semmelweis
Bases más sólidas, en efecto, provendrían de las investiga-
ciones de Ignaz Philipp Semmelweis (1818-1865), nacido en Buda,
Hungría, quien siendo médico de la primera clínica obstétrica del
Allgemeines Krankenhaus (Hospital General) de Viena, Austria, tuvo
la oportunidad de ser testigo de los altos índices de mortalidad ma-
terna en dicha unidad, causados por lo que en ese entonces se cono-
cía como «fiebre del parto». Semmelweis anotó al respecto: «Todo era
incierto, todo era dudoso, todo era inexplicable, solamente el número de
muertes era un hecho indudable».
18
La incertidumbre y la certidumbre
juntas, de manera paradójica, marcando el ritmo de la impotencia
médica, al tiempo de abrir las posibilidades de desarrollar uno de
los trabajos científicos que marcaron una época, al contribuir a salvar
las vidas y prevenir el sufrimiento de las mujeres en el puerperio.
Desde la apertura de este hospital en 1794 y durante los pri-
meros años de su existencia la tasa de muerte materna fue menor al
uno por ciento; en tanto, para la década de 1830 y debido a la impor-
tancia que tenían las autopsias como parte del entrenamiento de los
estudiantes de medicina y los médicos, esta tasa de muerte materna
creció alarmantemente. En 1833 la unidad fue separada en dos divi-
siones, con personal integrado por estudiantes de medicina y coma-
dronas; sin embargo, desde 1840 los estudiantes de medicina y los
médicos atendían solamente en la primera división, en tanto que las
comadronas lo hacían en la segunda. Este cambio habría de resultar
interesante para Semmelweis, pues desde aquel año observó una
clara discrepancia en las tasas de muerte entre las dos unidades, con
incrementos de dos y cuatro veces, y en ciertos meses hasta de diez
veces, en las tasas de mortalidad materna en la primera división
(atendida por estudiantes de medicina y médicos). En efecto, entre
Fiebre puerperal: impacto del conocimiento global sobre su situación
en la maternidad de Quito en los albores del siglo XX
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18 Sherwin B. Nuland, El enigma del doctor Ignác Semmelweis. Fiebres de parto y gérmenes mortales,
Antoni Bosch, editor, S.A., Barcelona, 2003.
1841 y 1843 la tasa de mortalidad por fiebre puerperal en la primera
división llegó a dieciséis por ciento, marcando un claro contraste con
la tasa mucho más baja en la segunda división de apenas dos por
ciento, en la que los partos eran atendidos solamente por comadro-
nas.
19
Esta primera sospecha se vería reforzada porque entre las
mujeres que habían dado a luz antes de llegar al hospital, y por ello
no habían sido sometidas a exámenes internos durante la labor de
parto, la tasa de mortalidad era extremadamente baja. Convencido
de que la verdadera causa podía ser encontrada en un factor endé-
mico presente en la primera división obstétrica, Semmelweis dedicó
mucho tiempo al estudio de las historias clínicas de esta unidad, ana-
lizando y rechazando muchos posibles factores. Semmelweis con-
cluyó que esta situación estaba ciertamente relacionada con el hecho
de que los médicos obstetras (y los estudiantes) asistían a exámenes
post mortem (y a veces ayudaban en ellos) y luego iban directo a las
salas de parturientas.
20
Ellos no siempre lavaban sus manos, pues
esto no constituía aún parte de las prácticas regulares en aquel
tiempo. Es indudable que Semmelweis tampoco conocía la forma en
que la infección puerperal era transmitida; sin embargo, postuló la
transmisión de «partículas cadavéricas» o «materia orgánica animal
descompuesta» o simplemente «elementos peligrosos». El concepto
era similar, aunque más desarrollado que el de los «miasmas» de
Holmes.
En 1847 se sumaría un segundo hecho determinante para la
doctrina de Semmelweis. Su preceptor, el médico patólogo forense
Jakob Kolletschka (1803-1847), falleció por sepsis luego de un pin-
chazo accidental infligido por uno de sus estudiantes durante una
autopsia. Semmelweis revisó los hallazgos post mortem en el cuerpo
de Kolletschka y concluyó que el cuadro patológico era el mismo que
aquel encontrado en las víctimas de sepsis puerperal.
21, 22
Diría:
Enrique Noboa Flores
88
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19 Ignaz Phillipe Semmelweis, “Etiología, concepto y profilaxis de la fiebre puerperal [1861]
(extractos)”, Medicina Social, 2008, N° 3(1), p. 21-29.
20 Ignaz Phillipe Semmelweis, “Etiología, concepto…, cit. 19.
21 E. Wondrák, “Jacob Kolletschka, the friend of Semmelweis. His life (1803-1847) and his fatal
illness”, Wiener Medizinische Wochenschrift, 1974, N° 124(42-43), p. 619-623.
22 José Ramos Vivas, Historia de las bacterias patógenas, Guadalmazán, Madrid, 2020.
Día y noche estuve obsesionado por la imagen de la enfermedad de
Kolletschka y me vi obligado a reconocer, cada vez más decididamente,
que la enfermedad por la que Kolletschka murió era idéntica a aquella
por la que muchas pacientes de la maternidad murieron. Tuve que ad-
mitir que, si la enfermedad de Kolletschka era idéntica a la enfermedad
que mató a muchas pacientes de la maternidad, entonces esta tenía que
ser originada por la misma causa que ocasionó la enfermedad de Ko-
lletschka.
23
He ahí el factor causal que buscaba: ¡provenía de las autop-
sias! Semmelweis concluyó que los médicos y los estudiantes de me-
dicina transmitían material infeccioso directamente desde las salas
de disección donde se realizaban las autopsias hacia las salas donde
yacían las parturientas. Con toda seguridad, la formación médica
que Semmelweis recibió de parte del mismo Kolletschka, así como
del gran patólogo Carl Rokitansky (1804-1878), le permitió estar pre-
parado de manera adecuada para entender con enorme lucidez esta
asociación y postularla como un hecho científico.
Después de revisar los datos de mortalidad materna desde
el año de 1784, Semmelweis no solo notó las tasas claramente distin-
tas en las dos divisiones obstétricas a partir de su separación en 1840,
sino también que las tasas de fiebre puerperal en Viena incrementa-
ron abruptamente a partir del arribo de la medicina científica a esta
ciudad y, para este caso, de la realización de autopsias desde 1820
en adelante.
24, 25
A pesar de que las enseñanzas de Semmelweis fueron recha-
zadas por la mayoría de los médicos practicantes, logró persuadirlos
de lavar sus manos con cloruro de calcio antes de realizar su trabajo
obstétrico, ya que «el lavado de manos con agua y jabón no constituía una
medida suficiente para prevenir la infección, pues aquellas mantenían el
olor cadavérico y posiblemente podían contener cierto material infeccioso».
Por ello, de acuerdo con su relato, «a mediados de mayo de 1847, instituí
los lavados con cloro». En efecto, a partir de esta fecha todos los médi-
Fiebre puerperal: impacto del conocimiento global sobre su situación
en la maternidad de Quito en los albores del siglo XX
89
BOLETÍN ANH Nº 211 • 79 123
23 Ignaz Phillipe Semmelweis, “Etiología, concepto …, cit. 19.
24 G. Gortvay, I. Zoltan, Semmelweis. His Life and Work, Akad. Kiadó, Budapest, 1968.
25 TKAB. Eskes, LD. Longo, Classics in obstetrics and gynecology: Innovative papers that have con-
tributed to current clinical practice, Parthenon Publishing, New York, 1994.
cos y estudiantes de medicina que ingresaban a la sala de materni-
dad tenían que lavar sus manos en dicha solución de cloruro de cal-
cio. ¿Cuál fue el resultado obtenido? Al mes de implementada esta
medida, la mortalidad en la primera división aquella atendida por
estudiantes de medicina y médicos cayó desde 12.2 por ciento a 2.4
por ciento. Un año más tarde, en 1848, al cabo de doce meses de im-
plementada esta profilaxis con cloro, la tasa de muerte en la primera
división cayó a 1.2 por ciento, comparable a la tasa de muerte de la
segunda división –atendida por comadronas–.
26
El trabajo de Semmelweis recibió el respaldo de varios inves-
tigadores, lo que adjudicó a aquél mayor consistencia y veracidad. En
efecto, Josef Skoda (1805-1881), profesor de medicina general y esta-
dística, presentó una conferencia sobre este tema ante la Akademie der
Wissenschaften (Academia de Ciencias) de Viena, a manera de soporte
a las conclusiones de Semmelweis, y solicitó la conformación de un
comité que se dedicara a revisar sus hallazgos y realizar un reporte
sobre ellos. Por otro lado, Ferdinand Hebra (1816-1880), dermatólogo,
escribió dos artículos en la revista de la sociedad médica local po-
niendo énfasis en la importancia del trabajo de Semmelweis. En 1850,
el mismo Semmelweis presentó su trabajo ante la Medizinische Gese-
llschaft (Sociedad Médica) de Viena, con el auspicio de Rokitansky; y
casi 10 años después de su descubrimiento, Semmelweis publicó su
trabajo en una revista médica húngara de circulación limitada, al
tiempo que Etienne Stéphane Tarnier (1828-1897) hacía análogas cons-
tataciones en París al aislar a las pacientes infectadas, obteniendo re-
ducciones importantes de la mortalidad del 9.3 por ciento al 2.32 por
ciento.
27, 28
En 1861, finalmente, Semmelweis publicó su trabajo com-
pleto, alcanzando la difusión y el renombre merecidos.
29
La historia relata que Semmelweis no conoció los hallazgos
de Gordon y Holmes; pero, parecería que sí. De cualquier manera,
Enrique Noboa Flores
90
BOLETÍN ANH Nº 211 • 79 123
26 Sherwin B. Nuland, El enigma …, cit. 18.
27 Etienne Stéphane Tarnier, Recherches sur l'état puerpérale et sur les maladies des femmes en couches,
Inaugural Thésis, Paris, 1857.
28 Ignác P. Semmelweis, “A gyermekágyi láz kóroktanak (aetiology of childed fevers)”, Orvosi
Hetilap, 1858, N° 2, p. 1-17.
29 Ignác P. Semmelweis, Die Aetiologie, der Begriff und die Prophylaxis des Kindbettfiebers, C.A.
Hartleben, Pest-Vienna-Leipzig, 1861.
los tres, injustamente perseguidos por la ironía e incredulidad de sus
colegas, son los responsables del conocimiento adquirido sobre la
fiebre puerperal como una enfermedad contagiosa y transmitida por
los profesionales de la salud que atendían a mujeres en labor de
parto. El mérito por este logro es compartido por los tres;
30
sin em-
bargo, se debe destacar que Ignaz Philipp Semmelweis debe recibir
el crédito por haber probado científicamente la naturaleza contagiosa
de la fiebre puerperal y haber descrito su método de prevención.
31
Curiosamente, Semmelweis falleció el 13 de agosto de 1865 en una
clínica psiquiátrica de Viena por causa de una septicemia luego de
un corte sufrido en su dedo medio derecho durante una operación
realizada en un neonato.
32
En el Epílogo de su obra Etiología, concepto y profilaxis de la
fiebre puerperal publicada en 1861, aflora su condición de médico pro-
fundamente ético y visionario, cuando Semmelweis concluye comen-
tando que:
No es por beligerancia que me hago parte de estas polémicas. Los cua-
tro años que permanecí en silencio lo comprueban. Sin embargo, de-
bido a la oposición existente en contra de mis creencias, el lector
imparcial estará de acuerdo en que no solamente ha acabado el tiempo
de silencio, sino que tengo el derecho y la obligación de ser partícipe
de estas polémicas. Cuando, con mis convicciones actuales miro hacia
el pasado, únicamente puedo soportar las miserias a las que he sido
sometido; si pienso simultáneamente en el futuro, veo un tiempo en el
que no habrá casos de auto contaminación en los hospitales de mater-
nidad del mundo. En comparación con los grandes números de vidas
que han de ser salvadas en el futuro, la cantidad de muertes evitadas
por mis estudiantes y por mí es insignificante. Si no me es permitido
ver este tiempo afortunado con mis propios ojos, mi muerte estará, no
obstante, iluminada por la seguridad de que, tarde o temprano, este
tiempo, inevitablemente, llegará.
33
Fiebre puerperal: impacto del conocimiento global sobre su situación
en la maternidad de Quito en los albores del siglo XX
91
BOLETÍN ANH Nº 211 • 79 123
30 AH. Adriaanse, M. Pel, OP. Bleker, “Semmelweis: the combat against puerperal fever”, Eu-
ropean Journal of Obstetrics & Gynecology and Reproductive Biology, 2000, N° 90, p. 153–158.
31 SWB. Newsom, “Pioneers in infection control. Ignaz Philipp Semmelweis”, Journal of Hospital
Injection, 1993, N° 23, p. 175-187.
32 MA. Sinclair, “Semmelweis: His life and his doctrine”, The Lancet, Sept. 11, 1909, p. 815-817.
33 Ignác P. Semmelweis, Die Aetiologie, …, cit. 29.
Hombre de convicciones, Semmelweis muestra en este pá-
rrafo que supo aceptar el cometimiento de iatrogenia (alteración pro-
ducida por el médico) en sus pacientes, al mismo tiempo de
sobrellevar el escepticismo, la desconfianza y la suspicacia de sus con-
temporáneos; en tanto se veía resuelto a defender su doctrina, ape-
lando al convencimiento de que sus discípulos y, sobre todo, sus
futuros lectores habrían de entender de forma correcta su propuesta
científica y de ponerla en práctica sabiamente. Semmelweis supo
dejar atrás el pasado y dirigió su mirada y su atención hacia el por-
venir, en donde sentaba la esperanza de que las mujeres puérperas
se viesen libres del riesgo de fiebre puerperal. Hubo mucha seguridad
en sus palabras premonitorias y los hechos así lo han corroborado.
Identificación y control del agente causal
Semmelweis probó de forma experimental la contagiosidad
de la fiebre puerperal, directamente relacionada con la hospitaliza-
ción como factor de riesgo, y sentó las bases para identificar la causa
que producía la enfermedad.
34
La búsqueda de esta causa debió atra-
vesar por interminables disquisiciones, por ejemplo, en la Académie
de Médecine (Academia de Medicina) de París,
35
en la que se emplea-
ron varios meses para discutir al respecto, lo que, lejos de dilucidar
la cuestión, oscurecía más el panorama. Este atolladero respondía a
la vigencia de dos doctrinas primordiales sobre las funciones orgá-
nicas y las enfermedades que guiaban el pensamiento médico en
aquel entonces: la iatrofísica o iatromecánica, que comprendía al
cuerpo como un símil de una máquina, cuyos desperfectos condu-
cían al desarrollo de las enfermedades; bajo cuyos preceptos la fiebre
era causada por la obstrucción de los conductos del cuerpo por cor-
púsculos sólidos, por lo que «la fiebre puerperal guardaba relación con
“los movimientos mecánicos e hidráulicos de la sangre”, era un problema
de la sangre por cambios en su consistencia y viscosidad o una enfermedad
Enrique Noboa Flores
92
BOLETÍN ANH Nº 211 • 79 123
34 J. Cwikel, “Lessons from Semmelweis: A Social Epidemiologic Update on Safe Motherhood”,
Social Medicine, 2008, N° 3(1), pp. 19-35.
35 T. Auber, De la fièvre puerpérale devant l`Académie Impériale de Médecine de Paris et des
principes du vitalisme hippocratique appliqués á la solution de cette question, Germer Bai-
lliére, Libraire- Éditeur, Paris, 1858.
“sintomática” acompañada de inflamación en sitios evidentes o de lesiones
locales en las cavidades abdominal y pélvica, el peritoneo o el útero»;
36
y la
iatroquímica que defendía el concepto de que las enfermedades no
dependen de la mecánica de la circulación sanguínea, sino de alte-
raciones de la composición química de la sangre ocasionada por la
presencia de elementos extraños al organismo, cuya llegada se debía
al contagio, lo que conducía a concluir que «la fiebre puerperal se debía
a un principio exterior infeccioso, a un miasma que penetraba en la sangre
y la envenenaba o a algo propio de la mujer puérpera; era una “fiebre esen-
cial”, porque no producía lesiones, o al menos las antecedía, y resultaba de
reacciones químicas que alteraban el equilibrio humoral y que llevaban a la
putrefacción de los fluidos».
37
Estas dos formas de pensar, la iatromecánica, basada en mo-
delos físico-matemáticos de la mecánica galileana, y la iatroquímica,
que recoge los planteamientos quemiátricos de Paracelso,
38
hicieron
que los científicos franceses que discutían sobre la fiebre puerperal
se fraccionaran en los llamados «localistas», que sostenían que ésta
se desarrollaba por una predisposición orgánica, pues consideraban
solamente el sitio anatómico relacionado con una metritis (inflama-
ción de la matriz), un absceso pelviano, flebitis (inflamación de las
venas), etc., y los «esencialistas» que defendían la existencia de una
alteración general del organismo provocada por reacciones químicas
que desataban un desequilibrio humoral y descomposición en los
fluidos, proceso que precedía a toda localización patológica (o sim-
plemente no se producía emplazamiento alguno).
39
Entre 1863 y 1865, el médico austríaco Carl Mayrhofer (1837-
1882) continuó con la línea de investigación de Semmelweis en el
Allgemeines Krankenhaus (Hospital General) de Viena.
40
Estudió más
de cien pacientes con fiebre puerperal, en cuyas secreciones uterinas
Fiebre puerperal: impacto del conocimiento global sobre su situación
en la maternidad de Quito en los albores del siglo XX
93
BOLETÍN ANH Nº 211 • 79 123
36 T. Auber, De la fièvre …, cit. 35.
37 SL. Sigal, “Fever theory in the seventeenth century: building toward a comprehensive physio-
logy”, Yale Journal of Biology and Medicine, 1978, N° 51(5), pp. 571-582.
38 José María López Piñero, La Medicina en la Historia, La Esfera de los Libros, Madrid, 2002, pp.
324-344.
39 Charles Volcy, “La investigación antigua de la fiebre puerperal: galimatías científico y objeto
de reflexión”, Iatreia, 2012, N° 25(2), pp. 174-184.
40 KC. Carter, “Ignaz Semmelweis, Carl Mayrhofer, and the Rise of Germ Theory”, Medical His-
tory, 1985, N° 29, p. 33-53
observó cierto tipo de microorganismos, a los que denominó «vibrio-
nes». Su trabajo se complementó con el cultivo y la posterior inocu-
lación de estas muestras en los genitales de conejos, con lo que
consiguió reproducir la misma enfermedad.
41
Hasta 1869 no se tenía
conocimiento alguno sobre la naturaleza exacta de este agente infec-
cioso, su procedencia ni cómo se transmitía. Como lo describe Leo-
nard Colebrook, a los franceses Victor Feltz (1835-1893) y Léon Coze
(1819-1896), profesores de la Faculté de Medecine (Facultad de Medi-
cina) de Estrasburgo, se debe el descubrimiento de bacterias en las
enfermas de fiebre puerperal en 1869,
42
sobre la base de sus trabajos
publicados entre 1866 y 1869 en la Gazette Médicale de Strasbourg (Ga-
ceta Médica de Estrasburgo). Los dos encontraron microbes en chaî-
nettes (microbios en cadenillas) en el exudado de loquios en mujeres
con esta patología, que corresponderían a los denominados estrep-
tococos, cuya morfología la describieron perfectamente, además de
que «observaron, en dos tubos rotos accidentalmente, el efecto inhibidor
sobre los cultivos de estreptococos de un contaminante tipo Penicillium».
43
Los ensayos de Mayrhofer fueron replicados en Francia en 1872, por
parte de Jacques Amédée Doleris (1852-1938), en Alemania en 1876
y en Edimburgo en 1878, mediante la inoculación de loquios infec-
tados en animales;
44
lo que permitió consolidar la relación de causa-
lidad de esta nueva bacteria con la formación de loquios putrefactos
y la fiebre puerperal.
Sin embargo, la causa se manifestaría de forma clara y con-
sistente con el advenimiento de las ideas pasteurianas. En 1879,
Louis Pasteur (1822-1895) confirmó el hallazgo de Feltz y Coze, pues,
el 18 de marzo de 1879 y el 4 de mayo de 1880 informó a la Académie
de Médecine (Academia de Medicina) de París que él había conse-
guido cultivar e identificar similares microbios en cadenillas en los
Enrique Noboa Flores
94
BOLETÍN ANH Nº 211 • 79 123
41 LG. Wilson, “The early recognition of streptococci as causes of disease”, Medical History, 1987,
N° 31(4), pp. 403-414.
42 Leonard Colebrook, “The story …, cit. 2.
43 Léon Coze, Victor Feltz, “Recherches expérimentales sur la présence des infusoires et l’état
du sang dans les maladies infectieuses”, Gazette Médicale de Strasbourg, 1866, N° 4, p. 61-64
[N° 6, p. 115-125; N° 10, p. 208-209; N° 11, p. 225-2299 / 1867, N° 18, p. 217-220 / 1869, N° 1,
p. 1-3; N° 3, p. 27-39; N° 4, p. 38-42].
44 Jacques Amédée Doléris, La fièvre puerpérale et les organismes inférieurs. Pathogénie et thérapeu-
tique des accidents infectieux des suites de couches, Librairie J.-B. Bailliére et fils, Paris. 1880.
loquios y la sangre de mujeres que padecían y murieron por fiebre
puerperal.
45, 46
Pasteur no tuvo duda alguna de que estos microbios
eran los responsables de la fiebre y corroboró su alineamiento con la
doctrina de Semmelweis al comentar que «son los médicos quienes
transportan estos microbios desde una mujer enferma a una mujer sana».
47
Este aserto de Pasteur fue recuperado en el testimonio de su colabo-
rador Émile Roux (1853-1933),
48
quien relata lo acontecido el 11 de
marzo de 1879 cuando Pasteur proclamó este descubrimiento:
Un día, en una discusión sobre la fiebre puerperal en la Academia, uno
de sus más fuertes oponentes se explayaba elocuentemente sobre las
causas de las epidemias en los hospitales. Pasteur lo interrumpió: «Nin-
guna de esas cosas causa la epidemia; es el personal médico y de en-
fermería que transporta el microbio de una mujer infectada a una mujer
sana.» Y cuando el orador respondió que temía que nunca se encon-
trara el microbio, Pasteur fue a la pizarra y dibujó un diagrama del or-
ganismo en forma de cadena, diciendo: «¡He aquí, así es cómo luce!».
49
En esta parte cabe un comentario oportuno sobre el famoso
cirujano alemán Theodor Billroth (1829-1894), quien también había
observado, ya en 1874, la presencia de estreptococos en el absceso
de la mama de una mujer joven, de los que elaboró dibujos precisos
y notables, y fue el primero en utilizar el término estreptococo.
50
Por
otra parte, las investigaciones realizadas entre 1878 y 1882 por el mé-
dico y bacteriólogo escocés Alexander Ogston (1844-1929) sobre la
etiología de los abscesos «inflamados»,
51, 52
a las que se sumaron los
Fiebre puerperal: impacto del conocimiento global sobre su situación
en la maternidad de Quito en los albores del siglo XX
95
BOLETÍN ANH Nº 211 • 79 123
45 Louis Pasteur, “Septicémie puerpérale”, Bulletin de l'Académie de Médecine, 1879, N° 8, p. 267-
274 [séance du 18 mars 1879].
46 Louis Pasteur, “De l’extension de la théorie des germes à l’étiologie de quelques maladies
communes”, Bulletin de l'Académie de Médecine, 1880, N° 10, p. 435-447 [séance du 4 mai 1880].
47 Leonard Colebrook, “The story …, cit. 2.
48 Jean-Marc Cavaillon, Sandra Legout, “Duclaux, Chamberland, Roux, Grancher, and Metchni-
koff: the five musketeers of Louis Pasteur”, Genes and Immunity, 2019, N° 20(5), pp.344-356.
49 Jacques Ariès, “Émile Roux. Naissance de la bactériologie”, Aventures scientifiques. Savants en
Poitou-Charentes du XVIe au XXe siècle, Les éditions de l’Actualité Poitou-Charentes (Poitiers),
Paris, 1995, p. 210-221.
50 Theodor Billroth, Untersuchungen über die Vegetationsformen von Coccobacteria Septica, Georg
Reimer, édit., Berlin, 1874, N° 1, p. 244.
51 SWB. Newsom, “Ogston’s coccus”, Journal of Hospital Infection, 2008, N° 70(4), pp. 369-372.
52 A. Ogston, “Micrococcus Poisoning”, Journal of Anatomy and Physiology, 1882, N° 16(4), pp.
526-567.
ensayos clínicos y las observaciones microscópicas por parte de va-
rios médicos, entre 1880 y 1881, demostraron el nexo entre los pro-
cesos inflamatorios y supurativos y la actividad de dos tipos de
micrococos en cadenillas (Streptococcus) y en «racimos de uvas»
(Staphylococcus), lo que condujo a dejar bien establecida una relación
entre inflamación aguda, supuración y procesos de piemia y septi-
cemia.
53
En cuanto a la determinación de la relación de los estrepto-
cocos con la erisipela, aquella fue mérito de varios autores; sin
embargo, se considera que el cirujano alemán Friedrich Fehleisen
(1854-1924) en 1881 estableció de manera irrefutable que el estrep-
tococo era el agente de la erisipela, mediante la observación de nu-
merosos cocos en cadena en los vasos linfáticos de una placa de
erisipela, su aislamiento en cultivos puros y la reproducción experi-
mental de la infección en pacientes con cáncer, ¡con fines terapéuti-
cos, aunque sin éxito!
54
En 1880 aún se creía que el estreptococo era el único microbio
capaz de producir la infección puerperal; sin embargo, Doleris con-
solidó estos conocimientos cuando publicó en Francia su tesis que
demostraba la existencia de cuatro especies microbianas en esta en-
fermedad y que cada una tenía una propiedad diferente.
55
«Las bac-
terias cilíndricas decía Doleris producen la septicemia fulminante, los
microbios en rosarios la forma supurativa, los diplococos la piohemia, flebitis
y trombosis, y los monococos aislados la piohemia progresiva lenta». En
1881 el estreptococo que Pasteur observó fue cultivado, aunque junto
a otras especies, pues no se disponía aún de cultivos específicos.
56
De esta forma se ampliaba el número de bacterias responsables de
la fiebre puerperal y en 1883 se consideró que esta infección podía
ser producida también por gérmenes aerobios y anaerobios.
57
Se ins-
tituyó así la teoría microbiana de la fiebre puerperal sustentada en
que «todas las inflamaciones agudas son causadas por microorganismos»,
58
Enrique Noboa Flores
96
BOLETÍN ANH Nº 211 • 79 123
53 A. Ogston, “Micrococcus …, cit. 52.
54 Friedrich Fehleisen, “Über Erysipel”, Deutsche Zeitschrift für Chirurgie, 1882, N°16, p. 391-
397.
55 acques Amédée Doléris, La fièvre puerpérale …, cit. 44.
56 Leonard Colebrook, “The story …, cit. 2.
57 Leonard Colebrook, “The story …, cit. 2.
58 LG. Wilson, “The early recognition …, cit. 41.
y que «todas las fiebres puerperales son causadas por la invasión de bacte-
rias en el torrente sanguíneo, en cantidades e intervalos variables».
59
Seis años más tarde, en 1889, el francés Fernand Widal (1862-
1929) probó la hipótesis de Alexander Gordon que planteaba que la
enfermedad estaba relacionada de alguna manera con las erisipelas,
al demostrar en su tesis que el estreptococo de la infección puerperal
era también causante de la erisipela. En el capítulo titulado Relación
de la erisipela y la infección puerperal dedicado a sus conclusiones, se
lee que «con el estreptococo aislado de los humores de una mujer atacada
de infección puerperal se puede producir la erisipela, como con el estrepto-
coco aislado de una placa de erisipela».
60
Widal sostenía que este micro-
bio introducido en el útero podía generalizarse a todo el organismo
por los vasos de este órgano, añadiendo que «la mucosa uterina obra
como un filtro que deja pasar exclusivamente el estreptococo con exclusión
de cualquier otro microbio contenido anormalmente en la cavidad uterina,
lo que permite sostener la unidad microbiana en esta enfermedad».
61, 62
En contraste, en 1892, H. Bouchet sentó como principio que
un número ilimitado de gérmenes puede producir la fiebre puerperal
y desde el punto de vista patogénico clasificó los casos observados
en infecciones monomicrobianas e infecciones polimicrobianas, cons-
tituyendo el primer estudio que se ocupó de las infecciones por anae-
robios, que hasta entonces pasaban inadvertidas. Desde esta época
quedó plenamente establecida la naturaleza polimicrobiana de la in-
fección puerperal.
63
El desarrollo del medio de cultivo de agar sangre en 1903 por
Hugo Schottmüller (1867-1936) permitió disponer de un excelente
recurso para identificar de manera diferenciada el estreptococo aso-
ciado con las infecciones sépticas humanas, incluida la fiebre puer-
peral. Por otro lado, Schottmüller también sentó las bases de una
Fiebre puerperal: impacto del conocimiento global sobre su situación
en la maternidad de Quito en los albores del siglo XX
97
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59 W. Massey, “Historical considerations of puerperal sepsis”, Southern Medical Journal, 1938,
N° 31, p. 438-441.
60 Fernand Widal, Étude sur l'infection puerpérale, la phlegmatia alba dolens et l'érysipèle, G.
Steinheil, Éditeur, Paris, 1889.
61 CH. Peckham, “A brief history of puerperal infection”, Bulletin of the Institute of the History
of Medicine, 1935, N° 3(3), p. 187-212.
62 Leonard Colebrook, “The story …, cit. 2.
63 Leonard Colebrook, “The story …, cit. 2.
definición moderna de sepsis en 1914, cuando conceptualizaba que
«La sepsis se produce cuando se ha formado un foco dentro del cuerpo desde
el cual se liberan constante o periódicamente bacterias patógenas al torrente
sanguíneo, de tal manera que esta invasión desencadena síntomas subjetivos
y objetivos de enfermedad».
64
De esta forma, por primera vez, se plan-
teaba el significado fundamental de una fuente de infección como
componente determinante de la sepsis, que para el caso de la fiebre
puerperal se enfocaba en el estudio de la bacteriología de los loquios,
sistemáticamente investigada por Albert Dodërlein (1860-1941), Max
Walthart (1867-1933) y otros, en Alemania; y por Cyrille Jeannin
(1874-1947), en Francia, quien en 1902 puso de relieve el papel de los
estreptococos anaerobios en las infecciones puerperales «pútridas».
65
Este proceso se vería complementado a principios del siglo XX por
los trabajos de varios autores que se preocuparon menos del estudio
de los loquios y encaminaron sus investigaciones al estudio de la
sangre y de la patogenia de esta enfermedad.
En 1919, James Howard Brown (1884-1956) de Baltimore am-
plió la diferenciación de las variedades de estreptococo cultivadas
en agar sangre cuando demostró que éste podía ser dividido en tres
tipos, de acuerdo con el color producido en el medio de cultivo, así
la variedad hemolítica producía decoloración de la sangre, el tipo vi-
ridans cambiaba a un color verde y el tercer tipo, incluyendo el ente-
rococo, no lo alteraba del todo.
66
Finalmente, Rebecca Lancefield
(1895-1981) y otros, también en 1919, demostraron que el estrepto-
coco con capacidad hemolítica no forma una comunidad microbiana
homogénea, sino que puede ser subdividida por métodos serológi-
cos en varios grupos o tipos, y hasta subtipos.
67
Ciertas variedades
particulares fueron frecuentemente asociadas con brotes de enfer-
medad estreptocócica, cuya transferencia de tales tipos de estrepto-
Enrique Noboa Flores
98
BOLETÍN ANH Nº 211 • 79 123
64 Hugo Schottmueller, “Wesen und Behandlung der Sepsis”, Verhandlungen der Deutschen
Gesellschaft für Innere Medizin, 1914, N° 31, p. 257-280.
65 Cyrille Jeannin, Etiologie et pathogénie des infections puerpérales putrides, G. Steinheil Edi-
teur, Paris, 1902.
66 James Howard Brown, The Use of Blood Agar for the Study of Streptococci, Rockefeller Ins-
titute for Medical Research, San Francisco, 1919.
67 Rebecca Lancefield, “A serological differentiation of human and other groups of hemolytic
streptococci”, Journal of Experimental Medicine, 1933, N° 57(4), p. 571-595.
coco de una mujer a otra resolvía el acertijo de la infección
puerperal.
68
Reforzaba este concepto el hecho de que varios autores
sostenían el origen exógeno de la infección puerperal, pues muchos
de los gérmenes causantes eran llevados al tracto genital por el canal
del parto, en tanto que las infecciones que persistían a pesar de la
asepsia y antisepsia, se consideraban de origen endógeno. Final-
mente, durante los primeros años de la década de 1930 fue posible
construir el patrón etiológico de la enfermedad y se logró establecer
que el estreptococo infeccioso podía ser transferido desde varias
fuentes orgánicas, directa o indirectamente desde algún miembro de
la familia de la paciente. La transmisión también podría ocurrir por
vías diferentes, por ejemplo, por las manos del médico obstetra, ins-
trumentos o ropas no estériles, polvo, etc.
69, 70
La búsqueda de la prevención y el tratamiento
Consolidado el conocimiento sobre la capacidad de propa-
gación por contagio, la patogenia y la bacteriología de la infección
puerperal, a finales del primer cuarto del siglo XX la atención de los
investigadores se encontraba puesta en su prevención y tratamiento.
Para controlar la infección, a través de la reducción o la eliminación
de la transmisión del estreptococo a las mujeres parturientas, entre
1927 y 1935 se implementó un programa en varios países con el gran
objetivo de reducir la pesada carga anual de muertes maternas, cuyas
medidas consistían en el uso de mascarillas, guantes de goma, anti-
sépticos, aislamiento inmediato de pacientes infectadas, provisión
de un mayor número de camas hospitalarias y una mejor organiza-
ción de los servicios de maternidad.
Bajo este programa se registró una caída brusca en la tasa de
mortalidad por sepsis puerperal en Nueva Zelanda entre 1926 y
Fiebre puerperal: impacto del conocimiento global sobre su situación
en la maternidad de Quito en los albores del siglo XX
99
BOLETÍN ANH Nº 211 • 79 123
68 David Charles, Bryan Larsen, “Streptococcal Puerperal Sepsis and Obstetric Infections: A
Historical Perspective”, Reviews of Infectious Diseases, 1986, N° 8(3), p. 411-422.
69 Oswaldo Salaverry García, “Iatrogenia institucional y muerte materna. Semmelweis y la fie-
bre puerperal”, Revista Peruana de Medicina Experimental y Salud Pública, 2013, N° 30(3),
p. 512-517.
70 Pablo von Gerzanits, En el centenario de “Etiología, concepto y profilaxis de la fiebre puer-
peral”, conmemoración de Ignacio Felipe Semmelweis, 2013, Vol. 2.
1930, con tasas por 1.000 nacidos vivos de 0.91(1926), 2.01 (1927), 1.55
(1928), 1.12 (1929) y 1.01 (1930),
71
y en menor magnitud en Inglaterra
y Gales entre 1928 y 1948.
72, 73
Es interesante leer los comentarios que
A.S.M. MacGregor realiza en su trabajo titulado Puerperal Fever and
Puerperal Pyrexia, publicado en Proceedings of the Royal Society of Me-
dicine, Section of Epidemiology and State Medicine en 1932, para enten-
der cómo se vislumbraba la situación de la fiebre puerperal:
Me he esforzado en esbozar el efecto general de las sucesivas medidas
administrativas y de las fuerzas que han ido convergiendo sobre el pro-
blema de la infección puerperal en una gran comunidad urbana. (…)
El volumen de casos ingresados en hospitales para recibir tratamiento
también casi se ha duplicado. No se realiza tratamiento domiciliario y
el 93 por ciento de todas las sepsis puerperales se tratan en el hospital.
El panorama epidemiológico se ha vuelto mucho más claro a medida
que menos casos y menos muertes escapan a la detección. Aunque la
mortalidad hospitalaria fue tan baja como el 13 por ciento y el 60 por
ciento ingresó al tercer día de enfermedad o antes, el número de casos
mortales no ha disminuido. Para explicar esto, hay dos hechos sobre-
salientes: a) Las muertes por sepsis después de un aborto (una quinta
parte del total) tienden, en todo caso, a aumentar. Éste es, por la natu-
raleza de las cosas, un problema extremadamente difícil. b) Sigue pro-
duciéndose, con aparentemente la misma frecuencia, un tipo de
infección muy grave y mortal, que hasta ahora los estudios epidemio-
lógicos no han podido explicar. La mayoría (al menos el 70 por ciento)
de estos casos septicémicos graves se deben a una infección por un es-
treptococo hemolítico, sobre cuya prevención o tratamiento se sabe
poco. (…) Parecería que la posibilidad de controlar la infección puer-
peral depende en gran medida de la investigación científica de este or-
ganismo y de otras investigaciones clínicas y bacteriológicas
combinadas dirigidas a evitar la infección en la práctica obstétrica y a
prevenir las consecuencias de la infección. Como las dificultades obs-
tétricas parecen desempeñar un importante papel predisponente,
deben anticiparse en la medida de lo posible mediante la atención y la
habilidad prenatal. La reducción de la infección puerperal al mínimo
constituirá una norma estricta para juzgar el éxito de un mejor servicio
de partería.
74
Enrique Noboa Flores
100
BOLETÍN ANH Nº 211 • 79 123
71 Statistics New Zealand, The New Zealand Official Yearbook 1932, https://www3.stats.
govt.nz/New_Zealand_Official_Yearbooks/1932/NZOYB_1932.html
72 Leonard Colebrook, “The story …, cit. 2.
73 ASM. MacGregor, “Puerperal Fever and Puerperal Pyrexia”, Proceedings of the Royal Society
of Medicine, Section of Epidemiology and State Medicine, 1932, N° 1, p. 1435-1448.
La convergencia a la que se refiere MacGregor se relaciona
con la aceptación, por parte de la generalidad de los principales obs-
tetras de aquel entonces, del contagio como principio fundamental
de la causalidad de la fiebre puerperal, que inició como una teoría
sugerida por Alexander Hamilton (1739-1802) en 1781, demostrada
por Alexander Gordon en 1795 y apoyada por Oliver Wendell Hol-
mes en 1843;
75
la «acusación de las bacterias» (the indictment of bacte-
ria) como la tan deseada materia peccans del contagio;
76
la invención
del esterilizador de alta presión en 1831, sobre la base de las investi-
gaciones del médico y químico William Henry (1775-1836) y los
aportes posteriores del médico John Roberton (1797-1876), ambos
oriundos de Manchester;
77
la introducción de los antisépticos por Jo-
seph Lister (1827-1912) en 1867;
78
el desarrollo de las mascarillas para
cubrir la nariz y la boca por aquello de la relación cercana entre las
infecciones estreptocócicas de las vías respiratorias y la fiebre puer-
peral, cuyo pionero en el uso de técnicas asépticas (entre ellas, la
mascarilla) en la práctica obstétrica fue el profesor Joseph Bolívar
DeLee (1869-1942);
79
y la realización de investigaciones cuidadosas
sobre las epidemias hospitalarias para entender mejor su comporta-
miento y contribuir a la formación y el desempeño del equipo de
salud obstétrico y de los administradores de hospitales. Es decir,
estos avances giraban en torno de lo resaltado en la última parte del
testimonio de MacGregor, al decir que «La reducción de la infección
puerperal al mínimo constituirá una norma estricta para juzgar el éxito de
un mejor servicio de partería». Esta fue precisamente la línea de acción
instaurada para vencer a la fiebre puerperal: mejores servicios obs-
tétricos.
Fiebre puerperal: impacto del conocimiento global sobre su situación
en la maternidad de Quito en los albores del siglo XX
101
BOLETÍN ANH Nº 211 • 79 123
74 ASM. MacGregor, “Puerperal Fever …, cit. 73.
75 Ch. Peckham, “A brief history …, cit. 61.
76 Miles H. Phillips, “The History of the Prevention of Puerperal Fever”, The British Medical
Journal, January 1, 1938, p. 1-7.
77 William Henry, “Experiments on the Disinfecting Powers of Increased Temperatures, With a
View to the Suggestion of a Substitute for Quarantine”, Philosophical Magazine, 1831, N°
10, p. 363-369.
78 Joseph Lister, “On the Antiseptic Principle in the Practice of Surgery”, The British Medical
Journal, 1867, N° 2(351), p. 246-248.
79 J. Walzer Leavitt, “Joseph B. DeLee and the practice of preventive obstetrics”, American Jour-
nal of Public Health, 1988, N° 78(10), p. 1353-1361.
En contraste con estos prometedores resultados obtenidos
con la aplicación de medidas de prevención, el panorama para las
medidas terapéuticas no resultaba ser tan halagüeño; así, el uso de
suero anti estreptocócico, transfusiones sanguíneas y varios fármacos
como los arsenicales orgánicos, no fue efectivo. No obstante, en 1935,
Gerhard Domagk (1895-1964),
80
reportó en Alemania el uso exitoso
de un colorante rojo al que denominó «prontosil»
81
en ratones in-
fectados con estreptococo, a los que protegía precisamente frente a
los estreptococos de la especie Streptoccocus pyogenes.
82, 83
El prontosil
fue descubierto en los laboratorios Bayer (en aquel entonces, I.G. Far-
ben), en donde los químicos Josef Klarer (1898-1953) y Fritz Mietzsch
(1896-1958), ambos colaboradores de Gerhard Domagk, modificaron
la estructura de la «crisoidina(sintetizada en 1913) con la adición de
radicales y obtuvieron la «sulfamidocrisoidina» («p–aminobenceno-
sulfonamida»), a la que denominaron según el código interno de la
investigación «KL 730».
84
Las primeras experiencias del uso de pron-
tosil en ratones fueron luego aplicadas en pacientes con fiebre puer-
peral grave infectadas por estreptococo hemolítico, quienes sin
tratamiento registraban tasas de muerte entre 20 y 30 por ciento; de
manera sorpresiva, con la utilización del prontosil en estos casos se
produjo un cambio gratificante, pues los signos incipientes de peri-
tonitis (inflamación del peritoneo, la membrana que reviste la cavi-
dad abdominal) no progresaron como habitualmente lo hacían, los
hemocultivos positivos pasaron a negativos y los niveles altos de
temperatura se convertían en normales.
85
En palabras de Leonard
Colebrook, «Esto fue algo que nunca se había visto antes, en todos los años
que hemos tenido de experiencia con esta enfermedad».
86
Este comentario
Enrique Noboa Flores
102
BOLETÍN ANH Nº 211 • 79 123
80 H. Otten, “Domagk and the development of the sulphonamides”, The Journal of Antimicro-
bial Chemotherapy, 1986, N° 17(6), p. 689-696.
81 J. Prieto, “La terapia antiinfecciosa nace con un color: el malva”, Revista Española de Qui-
mioterapia, 2005, N° 18(4), p. 335-338.
82 Gerhard Domagk, “Ein Beitrag zur Chemotherapie der bakteriellen Infektionen”, Ange-
wandte Chemie, 1935, N° 48(42), p. 657-667.
83 Gerhard Domagk, “Ein Beitrag zur Chemotherapie der bakteriellen Infektionen”, Deutsche
Medizinische Wochenschrift, 1935, N° 61,� p. 250-253.
84 Manuel Marín Domínguez, Gerhard Domagk, el prontosil y las sulfamidas, Universidad de
Sevilla, Facultad de Farmacia, Sevilla, 2021.
85 JE. Lesch, Prontosil. The first miracle drugs: how the sulfa drugs transformed medicine, Ox-
ford University Press, London, 2007, chapter 3, p. 51.
partía del hecho de que la mortalidad, que hasta antes del uso del
prontosil registraba tasas de entre 16.6 a 31.6 por ciento (en promedio
25 por ciento), cayó a 4.7 por ciento en la primera serie de 64 pacien-
tes tratadas. De esta manera, el prontosil se erigía como el fármaco
que habría de cambiar el curso de la infección estreptocócica hemo-
lítica en seres humanos.
87
Sin embargo, de manera curiosa, el prontosil no ejercía acción
alguna en cultivos de estreptococos en laboratorio. En 1935, en el la-
boratorio de química terapéutica del Institut Pasteur de París, el ma-
trimonio conformado por Thérèse Boyer (1892-1978) y Jacques
Tréfouël (1897-1977), junto con sus colegas investigadores, el médico
Federico Nitti (1903-1947) y el farmacólogo Daniel Bovet (1907-1992),
enfocados en sus trabajos en la búsqueda de la relación entre la es-
tructura y las propiedades fisicoquímicas del prontosil y sus efectos
biológicos, encontraron que éste actuaba como un profármaco,
88
cuyo metabolismo dentro del organismo lo transforma en sulfanila-
mida.
89, 90
Jacques Tréfouël y su equipo lograron determinar que el
prontosil fue probablemente metabolizado en el organismo de las
pacientes a un compuesto mucho más simple, la «p-aminobenceno
sulfonamida», que habría sido el agente activo que curó las infeccio-
nes estreptocócicas.
91
Este proceso metabólico del prontosil fue luego
comprobado por A. T. Fuller del Queen Charlotte Hospital de Londres
en 1937, lo que marcó el punto de partida para el uso de la sulfona-
mida como fármaco simple y barato, catalogada como el primer re-
presentante de los fármacos que serían conocidos como «sulfas».
92
Fiebre puerperal: impacto del conocimiento global sobre su situación
en la maternidad de Quito en los albores del siglo XX
103
BOLETÍN ANH Nº 211 • 79 123
86 Leonard Colebrook, “Gerhard Domagk 1895-1964”, Biographical Memoirs of Fellows of the
Royal Society, 1964, N° 10, p. 38–46.
87 JE. Lesch, Prontosil. The first …, cit. 85.
88 Un profármaco es un compuesto químico que, luego de ser administrado, se convierte en un
fármaco activo a través de un proceso biológico dentro del organismo.
89 J. Tréfouël (et al), «Activité du p.aminophénylsulfamide sur l’infection streptococcique ex-
périmentale de la souris et du lapin», Comptes Rendus de la Société de Biologie, 1935, N°
120, p. 756-758.
90 Federico Nitti, Daniel Bovet, «Action du 4-sulfamido-2-4-diaminobenzol (Prontosil) sur les
infections streptococciques de la souris provoquées par des streptocoques d'origine hu-
maine», Comptes Rendus de la Société de Biologie, 1935, N° 119,� p. 1277.
91 J. Tréfouël (et al), «Activité du …, cit. 89.
92 AT. Fuller, L. Colebrook, WR. Maxted, “The mode of action of sulphanilamide”, The Journal
of Pathology and Bacteriology, 1940, N° 51(1), p. 105-125.
Colebrook y su colaborador Anthony W. Purdie en el mismo año y
en la misma institución trataron con sulfanilamida a las primeras 106
pacientes con fiebre puerperal, logrando resultados tan buenos como
los que se obtuvieron con el prontosil.
93, 94
Nuevamente, resulta apa-
sionante recrear las expresiones de Colebrook al decir:
Eso, yo pienso, fue un grandioso avance. Pocos nos dimos cuenta de
hacia dónde nos iba a conducir este descubrimiento; pues, no teníamos
idea de que en un par de años la lúgubre sombra que había caído sobre
la raza humana por causa de la neumonía lobar sería prácticamente le-
vantada, y que la meningitis cerebroespinal, la gonorrea, las infecciones
urinarias, la enfermedad infecciosa del oído medio y la mastoides, así
como una serie de otras infecciones podrían ser sometidas a un trata-
miento exitoso con estos nuevos fármacos. Sin embargo, esa ya no es
mi historia.
95
Así, el año de 1936 marcaría un cambio extraordinario en las
tasas de mortalidad por fiebre puerperal, al reflejar los efectos del
uso amplio de la sulfanilamida o prontosil, caracterizados por una
caída progresiva y sostenida del número de muertes, cada año, hasta
inicios de 1945, el año en que la penicilina estuvo ya disponible. Leo-
nard Colebrook describió de manera muy clara el impacto de los
nuevos tratamientos en su conferencia de 1955:
Yo pienso que poca gente hoy en día negaría que 1936 fue el año de la
coyuntura decisiva en la historia de la infección puerperal y que la lle-
gada del prontosil contribuyó en ese cambio. Cuando la penicilina es-
tuvo disponible en 1945, la situación estuvo mejor aún, ya que este
antibiótico constituía un agente anti estreptocócico aún más potente
que las sulfonamidas. Pero, es evidente que incluso si la penicilina no
hubiese arribado cuando lo hizo, la historia de la fiebre puerperal es-
treptocócica no habría sido muy diferente…
96
Enrique Noboa Flores
104
BOLETÍN ANH Nº 211 • 79 123
93 Leonard Colebrook, Anthony W. Purdi, “Treatment of 106 cases of puerperal fever by sulp-
hanilamide (Streptocide)”, The Lancet, 1937, N° 230(5962), p. 1291-1294.
94 Leonard Colebrook, “Prophylactic treatment in obstetrics by means of prontosil and sulpha-
nilamide”, The Lancet, 1937, 286-288.
95 Leonard Colebrook, M. Kenny, “Treatment with prontosil of puerperal infections due to he-
molytic streptococci”, The Lancet, 1936, N° 2, p. 1319-1322.
96 Leonard Colebrook, “The story …, cit. 2.
La fiebre puerperal en la maternidad de Quito en el primer cuarto
del siglo XX
Según los datos sobre infección puerperal de Rafael Terán Co-
ronel en 1921 extraídos de su tesis de grado de médico por la Univer-
sidad Central del Ecuador,
97
y obtenidos de los libros de estadística
de la Maternidad de Quito, entre el 1 de enero de 1910 y el 31 de di-
ciembre de 1919 fueron atendidos 3.850 partos en la Maternidad de
Quito y hubo 608 casos de infecciones, equivalentes a 15.8 por ciento.
En estas pacientes se registraron 574 casos de infecciones relacionadas
con el parto (14.9 por ciento), distribuyéndose esta cifra en 520 infec-
ciones producidas dentro de la Maternidad y 54 infecciones prove-
nientes de fuera de la Maternidad. De igual manera, se reportaron 34
casos de infecciones secundarias a abortos (0.9 por ciento), dividién-
dose en 8 infecciones por abortos dentro de la Maternidad y 26 infec-
ciones por abortos ocasionados fuera de la Maternidad.
Estos 608 casos de infecciones fueron diagnosticados en 255
pacientes primíparas, 342 multíparas y 11 mujeres con registro du-
doso de su paridad, posiblemente por una inadecuada obtención de
datos. Por otro lado, los 608 casos de infecciones fueron consecutivos
a 446 partos normales y 162 partos distócicos o con intervención obs-
tétrica. Se encontró además que los 608 casos de infecciones fueron
divididos en 440 casos leves, 137 graves y 31 mortales; en efecto, la
mortalidad por infección puerperal fue de 5.1 por ciento. Se consi-
deraron leves aquellos casos cuya temperatura no había pasado de
38.5 grados centígrados y graves aquellos en los que la temperatura
fue mayor que dicho valor, aunque se consideraron también otros
datos clínicos; sin embargo, esta estadística registra importantes fa-
lencias como es la de no disponer de las edades en todas las pacien-
tes, como corresponde, pues, como lo resaltó Terán:
Para formar mi estadística, recogí en los casos de infección los siguien-
tes datos: clases de parto, normal o patológico; intervenciones; compli-
caciones; si se trataba de primíparas o multíparas; curso del puerperio
Fiebre puerperal: impacto del conocimiento global sobre su situación
en la maternidad de Quito en los albores del siglo XX
105
BOLETÍN ANH Nº 211 • 79 123
97 Rafael Terán Coronel, Infección Puerperal, Tesis de Grado, Archivo General de la Universidad
Central del Ecuador, 2 de Junio de 1921.
y tratamiento; desechándose el factor edad, no porque se desconozca
su importancia, sino porque hay muchísimos casos en los cuales los
encargados de hacer la historia clínica han descuidado de anotarla.
Se puede colegir de este comentario que aún no se conse-
guían adecuados niveles de estandarización en el manejo de historias
clínicas y quizás faltaba aún voluntad y reconocimiento de la impor-
tancia de una recolección completa de datos personales de las pa-
cientes ingresadas. En efecto, se trataba de una época en la que, a
pesar de los grandes propósitos de mejorar la atención en la Mater-
nidad de Quito, persistían dificultades que solamente los años per-
mitirían su resolución. Así, el mismo Terán resaltaba en otra parte
de su trabajo que «en la Maternidad el tratamiento ha sido casi exclusi-
vamente médico e higiénico; salvo algunos curetajes y lavados intrauterinos,
no se ha hecho uso de tratamiento quirúrgico».
De manera general, entonces, dentro de los 3.850 partos se re-
gistraron 608 casos de infecciones, lo que representa una morbilidad
de 15.8 por ciento; 31 fallecimientos, resultando en una mortalidad
de 0.8 por ciento del gran total de 3.850 partos, equivalente a una mor-
talidad de 5.1 por ciento dentro de los 608 casos de infecciones.
En la tabla 1 se reproducen los valores citados en el estudio
de Terán de manera textual, sin embargo, podrían evidenciarse al-
gunos errores de cálculo e interpretación, puesto que no constan los
valores absolutos de pacientes fallecidas. En varios años la morbili-
dad se mantiene entre 13 y 15 por ciento, aunque en los años 1913,
1915 y 1919 la morbilidad se incrementa a valores entre 17 y 18 por
ciento. Bajo el mismo análisis, la mortalidad en los distintos años re-
gistra porcentajes entre 0.0 y 1.2 por ciento, con excepción del año
de 1917, cuyo porcentaje de mortalidad se incrementa hasta un 2.0
por ciento. En la última columna, denominada por el autor como
«Mortalidad por infección», los porcentajes son de manera general
menores a 6 por ciento; sin embargo, en el año de 1917 este porcen-
taje sube dramáticamente a 14.35 por ciento, pues en palabras de
Terán–,
entre diciembre de 1916 y marzo de 1917 se produjo un incremento im-
portante de la mortalidad, llegando a un 39 por ciento en esos cuatro
Enrique Noboa Flores
106
BOLETÍN ANH Nº 211 • 79 123
meses–, posiblemente relacionado porque en dichos meses ocurrió en
Quito una gran epidemia de erisipela. Así, se registraron 33 infecciones,
27 producidas dentro de la Maternidad y 6 infecciones provenientes
de fuera de la institución hospitalaria, 8 casos graves y 13 casos morta-
les, apenas se registraron 20 curaciones
.
Según lo relatan Jorge Luis Vélez Páez y colaboradores en su
obra Del San Juan de Dios al Pablo Arturo Suárez: Historia, evolución y
una asignatura pendiente, la creación de la terapia intensiva, en efecto, en
Quito se registró una importante epidemia de erisipela en 1916, lo
que sustenta más aún lo descrito por Rafael Terán Coronel.
98
Año Partos Morbilidad Mortalidad Infecciones Mortalidad
(n) (%) (%) por infección
%)
1910 247 14 0.8 35 2.22
1911 319 14 0.6 45 5.5
1912 284 13 0.0 37 0.0
1913 324 17.9 1.2 58 3.34
1914 432 14 0.6 52 5.78
1915 353 17 0.2 62 1.61
1916
454 14 1.1 67 2.82
1917 439 14 2.0 62 14.35
1918 569 15 0.6 90 2.22
1919 529 18 0.5 100 3
1910-1919 3.850 15.8 0.8 608 5.1
Tabla 1. La infección puerperal en la Maternidad de Quito entre 1910 y 1919
Fuente: Rafael Terán Coronel, Infección Puerperal, Tesis de Grado,
Archivo General de la Universidad Central del Ecuador, 2 de Junio de 1921.
99
Terán concluyó en su tesis que la infección puerperal subsis-
tía, a pesar de la asepsia y antisepsia, por la falta de medios para la
asistencia obstétrica y por descuido o mala técnica de las parteras;
sugiriendo que se establezca una mejor organización de la asistencia
Fiebre puerperal: impacto del conocimiento global sobre su situación
en la maternidad de Quito en los albores del siglo XX
107
BOLETÍN ANH Nº 211 • 79 123
98 Jorge Luis Vélez Páez, Del San Juan de Dios al Pablo Arturo Suárez: Historia, evolución y
una asignatura pendiente, la creación de la terapia intensiva, Centro de Investigación y De-
sarrollo ProfesionalCIDEPRO Editorial, Babahoyo, 2019, p. 50.
99 Rafael Terán Coronel, Infección Puerperal, …, cit. 97.
pública, dotando de mejores recursos a los hospitales para ofrecer
adecuadas intervenciones en los casos obstétricos patológicos que
las requiriesen. Se mencionaba ya la necesidad de un diagnóstico
oportuno y efectivo sobre la base de un examen clínico minucioso,
apoyado por exámenes bacteriológicos y citología sanguínea. No se
vislumbraba aún un tratamiento específico, aunque se resaltaba que
los tratamientos son variados y útiles si se aplican en las formas clí-
nicas que los requieran.
En este entorno, escribía Terán,
Todavía, y a pesar de la asepsia y antisepsia en la asistencia y en las ope-
raciones obstétricas, continúa en pie ese fatídico espectro que troncha o
invalida quizá para siempre vitalidades jóvenes, cuando más indispen-
sable es su vida o su salud para la formación de su hogar. La infección
puerperal subsiste en países más cultos que el nuestro, en los cuales se
ha hecho mucho por exterminarlo. En este país, cómo no va a subsistir
si la mayoría de los partos son asistidos por gente burda e ignorante
que no tienen idea del peligro en que colocan a sus pacientes.
Terán se refiere como «gente burda e ignorante» con toda se-
guridad a quienes atendían partos en condiciones sépticas, profesio-
nales o no, asumiendo quizás que esta «gente burda e ignorante» lo
hacía fuera de la Maternidad. Sin embargo, cabe recalcar que, en sus
propias estadísticas, del gran total de 574 pacientes con infecciones
relacionadas con el parto, el 90.6 por ciento (520 casos) se originaron
en el ambiente hospitalario de la Maternidad y apenas el 9.4 por
ciento (54 casos) correspondía a pacientes infectadas fuera de esta
institución.
Esta situación es muy llamativa pues el mismo doctor Isidro
Ayora Cueva (1879-1978), pionero de la especialidad, describió en
1954 que la realidad de la obstetricia en Quito a finales del siglo XIX
e inicios del XX no había progresado mucho; así, en sus palabras:
«Aquí, como en todas partes, la asistencia de los partos estuvo primero en
manos de comadronas prácticas, que prestaban sus servicios de caridad por
amistad o para ganarse la vida. Los médicos no intervenían sino los casos
distócicos y su intervención era poco eficaz, pues carecían generalmente de
conocimientos y de práctica».
100
Juan José Samaniego en 1957 también
Enrique Noboa Flores
108
BOLETÍN ANH Nº 211 • 79 123
reconoce que en 1910 «se inicia en Quito la era de la cirugía obstétrica
moderna, cuando el Dr. Isidro Ayora, recién designado profesor de la ma-
teria, es nombrado director de la Maternidad» y que, además, «comienza
la lucha eficaz contra dos plagas obstétricas en la Capital: la infección puer-
peral y la oftalmía purulenta».
101
En efecto, en los libros que contienen
las historias clínicas de la Maternidad de Quito y que reposan en la
Biblioteca del Museo Nacional de Historia de la Medicina «Eduardo
Estrella», se puede corroborar que desde 1910-1911 se incluyen ya
en las indicaciones médicas el lavado vulvar y vaginal con agua de
sublimado al 1/4000 y la profilaxis de Credé, así como el lavado ade-
cuado y la desinfección de las manos de los profesionales sanitarios,
como medidas de prevención para la fiebre puerperal y la oftalmía
purulenta del recién nacido. Sin embargo, para el año de 1921,
cuando Rafael Terán Coronel realiza su estudio, habían transcurrido
ya 12 años, tras los cuales se habría esperado una mejoría en cuanto
a la atención de partos; pero, los datos estadísticos muestran una re-
alidad muy diferente. Esto significaría que dentro de la Maternidad
de Quito su personal entiéndase médicos, matronas y estudiantes
no cumplían con las normas para atención de partos en condiciones
de asepsia y antisepsia o las ponían en práctica de manera inade-
cuada.
De cualquier manera, en su trabajo, Terán otorga un recono-
cimiento a la labor del doctor Isidro Ayora Cueva, al decir que «La
obstetricia es tal vez, de entre las demás ramas de la medicina, la que más
ha adelantado en Quito, merced al espíritu organizador y progresista del
Sr. Dr. Isidro Ayora, inteligente profesor de Obstetricia y Ginecología de
la Universidad Central. Gracias a los esfuerzos de él cuenta nuestra capital
con un establecimiento de beneficencia como la Maternidad». Es decir,
Terán vislumbra dos realidades enfrentadas en el primer cuarto del
siglo XX: el empirismo como fatalidad de la obstetricia en aquellos
años sumado a la actitud de quienes se resistían a lo nuevo y la in-
fluencia esperanzadora que el doctor Isidro Ayora Cueva supo im-
Fiebre puerperal: impacto del conocimiento global sobre su situación
en la maternidad de Quito en los albores del siglo XX
109
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100 Isidro Ayora, “La Obstetricia en Quito”, Revista de Obstetricia y Ginecología. Órgano de
Publicaciones de la Asociación de Médicos de la Maternidad Isidro Ayora y Toco-Ginecólo-
gos de Quito, Mayo 1954, N° 1(1), p. 12-13.
101 Juan José Samaniego, Cronología Médica Ecuatoriana, Editorial Casa de la Cultura Ecuato-
riana, Quito, 1957.
primir en la atención hospitalaria naciente en el Quito de aquellos
años. La lucha contra el empirismo apenas empezaba y con toda se-
guridad tomaría muchos años.
La fiebre puerperal y el empirismo, en función de una conclusión
Se debe recalcar, en esta parte, que los dos factores respon-
sables del gran cambio en la realidad de la fiebre puerperal han sido
el haber ganado más control sobre los microorganismos infecciosos,
como queda relatado en un acápite anterior, y haber logrado los pro-
gresos necesarios para ofrecer una atención obstétrica más segura,
pues no se debe perder de vista que la labor de parto dificultosa im-
plicaba un trauma severo para las parturientas. Las lesiones causa-
das en el canal del parto facilitaban el desarrollo de infecciones, por
lo que era evidente que la agresión del parto mal conducido era un
factor predisponente importante en la fiebre puerperal, como resul-
tado del manejo inexperto del parto.
En Quito, Alfonso M. Suárez, en 1917, en su tesis de grado como
médico por la Universidad Central del Ecuador,
102
buscaba establecer
la causa de la frecuencia de infecciones puerperales en la sociedad
quiteña de inicios del siglo XX y la razón de su extrema gravedad,
en función de llamar la atención de la ciudad hacia un hecho que,
aunque bien conocido y de trascendental significado, había sido mi-
rado hasta entonces con indiferencia.
Este hecho escribía Suárez, esta verdad comprobada, como no se
podrá menos de reconocerlo, es la decisiva, la innegable influencia del
empirismo en la aparición y gravedad de las infecciones puerperales.
En efecto, el empirismo, esa práctica rutinaria sin sujeción a procedi-
miento científico alguno, ese absurdo sistema de asistencia con todo el
peso de su ignorancia, con todo el horror de sus desastrosas consecuen-
cias, dejase sentir con tan demasiada frecuencia, que no es razonable,
no es humanitario, continuar, como hasta hoy, en la misma pasiva y
nada justificable tolerancia.
Enrique Noboa Flores
110
BOLETÍN ANH Nº 211 • 79 123
102 Alfonso M. Suárez, La infección puerperal y el empirismo, Tesis de Grado, Archivo General de
la Universidad Central del Ecuador, 31 de Julio de 1917.
De hecho, en su trabajo, Suárez muestra la mortalidad por la
infección puerperal en Quito, haciendo constar el total de casos de
dicha enfermedad asistidos en la Maternidad de Quito desde 1910
hasta el mes de febrero de 1917 y en el Hospital Civil en los años de
1911, 1912, 1914 y 1915. Se puso mucho énfasis en que se procuró
anotar, en lo posible, además de la manera de finalización del emba-
razo en cada caso, todos aquellos datos que permitieran determinar
las causas que pudieron influir en el desarrollo de la infección, y
sobre todo para identificar los casos ingresados a la Maternidad, pero
ya con un proceso infeccioso en curso, así como aquellos que con-
trajeron la infección dentro de ella.
Entre los principales resultados se puede mencionar que
dentro de la muestra de 220 casos demostrados, se presentaron 38
defunciones, equivalentes a un 17.27 por ciento; sin embargo, el
autor resalta la necesidad de que a esta cifra se debería añadir un
4.31 por ciento que, tomando como base el mismo cálculo prece-
dente, correspondería a la mortalidad en 25 casos cuyo modo de ter-
minación del embarazo se ignoraba, al haber salido las pacientes de
la institución aún en plena evolución de la enfermedad, en un estado
tal de gravedad que consideraba el autor casi el total de dichos
casos pudo haber terminado en fallecimiento. En este sentido, un
21.58 por ciento sería la cifra que, en rigor, representaría el promedio
de la mortalidad por infección puerperal en el transcurso de los 86
meses de evaluación de esta investigación (de 1910 a febrero de 1917)
en estas dos instituciones hospitalarias de Quito.
Esta proporción es en verdad considerable y mostraba que
todavía en la sociedad quiteña de inicios del siglo XX la fiebre puer-
peral ocasionaba una mortalidad que alcanzaba a casi la cuarta parte
del número total de casos, cifra similar a la que se registraba en Eu-
ropa antes del uso del prontosil y que podía variar entre 16.6 y 31.6
por ciento, con un promedio de aproximadamente 25 por ciento,
según las publicaciones de Leonard Colebrook del Queen Charlotte’s
Hospital de Londres en 1956.
103
Al momento de plantear una explicación para las cifras iden-
tificadas por Suárez en la Maternidad de Quito y el Hospital Civil,
Fiebre puerperal: impacto del conocimiento global sobre su situación
en la maternidad de Quito en los albores del siglo XX
111
BOLETÍN ANH Nº 211 • 79 123
103 Leonard Colebrook, “The story …, cit. 2.
aquél escribe el siguiente comentario, que por su importancia es in-
dispensable reproducirlo textualmente:
Ahora bien, ¿cuál es la causa de esta aún crecida mortalidad? ¿Será el
abandono, la absoluta falta de asistencia en que pudieron encontrarse
las parturientas o puérperas enfermas de fiebre puerperal? No. Las ob-
servaciones se refieren totalmente a casos asistidos en la Maternidad y
en el Hospital, únicos lugares en donde, como fácilmente se compren-
derá, el tratamiento y oportunos cuidados podían ser llenados debida-
mente. Verdad que muchos de aquellos casos terminados por la muerte
han ingresado a estos establecimientos en un periodo tan avanzado de
la afección, que hasta han imposibilitado todo tratamiento; pero, si
estos casos han llegado a ese grado extremo, ha sido, no precisamente
por el estado de abandono en que se han encontrado, sino, al contrario,
por el hecho mismo de haber estado atendidos, pero atendidos torpe,
inconsultamente, mientras su permanencia en la calle, es decir, antes
de su ingreso a los establecimientos prenombrados.
Entonces, la principal causa de esta alta mortalidad en los
dos hospitales de Quito habría sido el estado de gravedad que pre-
sentaban muchos de los casos de infección, como consecuencia de
indebidas intervenciones en la asistencia recibida antes de su ingreso
a ellos.
Sin tomar en cuenta los casos de los que no se disponía dato
alguno sobre sus antecedentes en las respectivas historias clínicas,
ya sea porque no se los había anotado o porque muchas pacientes
ocultaban cualquier información sobre la asistencia recibida fuera de
la institución hospitalaria, una cuarta parte del número total de puér-
peras infectadas fueron atendidas por empíricas y una séptima parte
por comadronas. Casi todas las pacientes que fueron atendidas por
empíricas ingresaban con manifestaciones evidentes de infección
contraída fuera del hospital, debida a las intervenciones y exámenes
internos que, sistemáticamente y sin medidas de asepsia, solían prac-
ticar; en estas pacientes se registró una mortalidad alta de 35.3 por
ciento (18 defunciones en 51 casos). Una situación similar se descri-
bía para pacientes atendidas por comadronas, pues, como lo anota
Suárez,
Enrique Noboa Flores
112
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es verdaderamente clamoroso el grado de descuido, por decirlo menos,
a que llegan ciertas comadronas en su práctica profesional. Casos se
han dado, por ejemplo, y muy recientes, de que una misma comadrona
tuviera a su cargo varias enfermas de infección puerperal a la vez; lo
que prueba, desde luego, sino de manera irrefutable, el que dichas co-
madronas hayan sido la única causa de esas infecciones, transportando
los gérmenes de una a otra parturienta o puérpera, y por lo menos la
ninguna escrupulosidad de que dan prueba al encomendarse de nue-
vos casos de parto cuando precisamente tenían ya a su cuidado uno o
más casos infectados, que podían muy bien ser el origen de otras tantas
infecciones puerperales. Numerosos ejemplos pudieran ser citados a
este mismo respecto, pero, ya para no ahondar más en materia tan in-
grata, como por no extender demasiado el presente trabajo, me atengo
a solo lo expuesto, dejando, sí, constancia de ese poco escrupuloso de-
sempeño en muchas de nuestras comadronas, a la vez que recono-
ciendo como un deber de justicia la competencia y desinteresada
conducta manifestadas por algunas de nuestras profesionales.
Nótese en este último párrafo el reconocimiento que se hace
a aquellas profesionales de la obstetricia que laboraban dentro de la
Maternidad de Quito, y que, por ello, se entiende, conocían y ponían
en práctica las medidas de asepsia y antisepsia necesarias, propias
de nuevas tendencias de atención hospitalaria.
En cuanto a la mortalidad por infección puerperal, según los
datos obtenidos por Suárez, en los años de 1913, 1914 y primer se-
mestre de 1915 se registraron 143 defunciones por diferentes causas
en pleno puerperio, de las que 36 correspondieron a las ocurridas
por infección puerperal (25 por ciento del total de muertes).
Respecto de la morbilidad por infección puerperal, se pudie-
ron anotar solamente los datos proporcionados por la estadística de
la Maternidad de Quito, pues aquélla depende principalmente de la
manera como fueron atendidas las parturientas y puérperas, esto es
según la mayor o menor prolijidad empleada en su asistencia. Es in-
teresante resaltar que el servicio prestado por la Maternidad de
Quito, en donde se ofrecía una asistencia oportuna y racional en cada
caso, permitió disminuir de manera importante los riesgos de infec-
ción; pues, excluyendo los casos ingresados con infección, y tomando
en cuenta solamente aquellos que pudieron haberla contraído úni-
Fiebre puerperal: impacto del conocimiento global sobre su situación
en la maternidad de Quito en los albores del siglo XX
113
BOLETÍN ANH Nº 211 • 79 123
camente dentro del hospital, se puede colegir que en las 2.392 pa-
cientes de partos, abortos, puerperios, etc., atendidas desde el año
1910 hasta el mes de febrero de 1917, se presentaron 70 casos de in-
fección puerperal (2.92 por ciento) y 6 defunciones por esta causa
(0.25 por ciento de las 2.392 pacientes obstétricas, 8.6 por ciento de
los 70 casos de fiebre puerperal). Este hecho traduce la enorme im-
portancia que, en la práctica tocológica, comenzaba a tener en Quito
una asistencia médica bien dirigida y sujeta a las más estrictas me-
didas de asepsia y antisepsia, a las que había que agregar según in-
sistía Suárez en su trabajo«las medidas necesarias de tomarse para
reducir al mínimum el número de infecciones puerperales, [las que] debieran
ser todas tendientes a extirpar el empirismo, principal causa de una enfer-
medad que, si sumamente grave por sus manifestaciones y modo de termi-
nación, no lo es menos por sus irremediables y desastrosas consecuencias
para la sociedad y el hogar».
Nuevamente es menester insistir en que en la Maternidad de
Quito se implementaron medidas de asepsia y antisepsia orientadas
a la reducción de las infecciones, como reducción al mínimo de los
exámenes internos, para toda intervención vaginal o intrauterina uso
de guantes esterilizados en autoclave o al menos lavados adecuada-
mente con cepillo y jabón y conservados como mínimo una hora en
una solución de sublimado al 1 por mil. En los casos de ocurrencia
de una infección amniótica se propendía al aislamiento, escobillado
de la cavidad uterina con tintura de yodo y uso de bolsa de hielo ab-
dominal; en tanto, para el tratamiento médico era usual el uso de tó-
nicos, alcohol, posición de Todd, extracto fluido de kola, etc., dando
soporte cardiovascular con inyecciones hipodérmicas de aceite al-
canforado, esparteínas, cafeína, y por vía digestiva gotas de digita-
lina cristalizada de Nativelle (solución al milésimo), e inyecciones de
suero artificial (intravenosas e hipodérmicas).
104
Todas estas medidas se enmarcan en las propuestas genera-
les del doctor Isidro Ayora Cueva publicadas en 1925 en su Memo-
rándum para la Reorganización de los Hospitales Ecuatorianos,
105
que
fueron puestas en vigencia primero en el Hospital San Juan de
Enrique Noboa Flores
114
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104 Alfonso M. Suárez, La infección puerperal …, cit. 102.
105 Isidro Ayora, Memorándum para la Reorganización de los Hospitales Ecuatorianos, Editorial
Chimborazo, Quito, 1925.
Dios,
106
y las mejoras implementadas por él en la Maternidad de
Quito a lo largo del primer cuarto del siglo XX, orientadas a cambiar
la situación de la fiebre puerperal y sus consecuencias en la sociedad
quiteña de aquellos días, a las que se debe agregar también una
mayor minuciosidad médica en la atención materna, la enseñanza
teórica y práctica de la técnica obstétrica, supervisión médica en el
periodo antenatal y conducción adecuada de partos complicados,
alojamiento hospitalario para los casos que lo requerían, así como
una cada vez más frecuente disposición del recurso de parto por ce-
sárea para evitar el trauma severo en casos que no debían continuar
con un parto por vía vaginal.
Conclusiones
Las «cicatrices indelebles» provocadas por la fiebre puerperal
en las mujeres durante siglos se reflejan en sus altas cifras de morbi-
lidad y mortalidad en el ámbito global, con consecuencias funestas
para la sociedad y las familias que enfrentaron lo que bien puede de-
nominarse una «enfermedad-tragedia», pues fue considerada una
potencial asesina de mujeres por miles de años. La fiebre puerperal
constituyó un asunto enigmático y de enorme interés para numero-
sos médicos e investigadores que la estudiaron, pues planteaba mu-
chas preguntas difíciles de responder y cobijadas en incontables
teorías carentes de bases científicas. Esta enfermedad experimentó
sus primeras y devastadoras epidemias cuando se abrieron los pri-
meros hospitales de maternidad, por lo que tuvo una cercana cone-
xión con la práctica del parto hospitalario y la obstetricia operatoria
que condujeron a su diseminación y alta mortalidad. A tres médicos,
Alexander Gordon, Oliver Wendell Holmes e Ignaz Semmelweis, se
debe una mayor comprensión sobre esta enfermedad, en cuanto a su
carácter epidémico, contagiosidad, relación con las erisipelas y trans-
misión a las parturientas por los médicos y las comadronas, así como
sobre la forma efectiva para su prevención, aunque indudablemente
Fiebre puerperal: impacto del conocimiento global sobre su situación
en la maternidad de Quito en los albores del siglo XX
115
BOLETÍN ANH Nº 211 • 79 123
106 Celín Astudillo Espinosa, “Breve Reseña Histórica del Hospital San Juan de Dios, Confe-
rencia dictada en el Auditórium de la Facultad de Ciencias Médicas de Quito, el 9 de marzo
de 1982”, Boletín de Informaciones Científicas Nacionales, Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1983,
N° 114, p. 44.
resulta interminable la lista de personajes que contribuyeron para
diagnosticarla, tratarla y prevenirla de manera efectiva, sobre la base
de medidas estrictas de asepsia y antisepsia, así como por el adveni-
miento del prontosil, las sulfas y la penicilina. Estos tres médicos, in-
justamente perseguidos por la ironía e incredulidad de sus colegas,
son los responsables del conocimiento adquirido sobre la fiebre puer-
peral como una enfermedad contagiosa y transmitida por los profe-
sionales de la salud que atendían a mujeres que se encontraban en
labor de parto. Este proceso evolutivo de la fiebre puerperal no fue
diferente en la Maternidad de Quito, tanto por la forma insidiosa de
su presentación, cuanto por la escasa experticia para confrontarla.
Fue necesario esperar el ejercicio de una atención obstétrica racional
y científica en Quito para reducir su impacto, cuyo inicio histórico
tiene lugar precisamente cuando el doctor Isidro Ayora Cueva, lojano
pionero de la obstetricia quiteña, toma a cargo esta institución hos-
pitalaria. Dos estudios de inicios del siglo XX dan testimonio de la
situación de la fiebre puerperal en esos años. Se trata de las tesis de
grado de dos jóvenes médicos, Rafael Terán Coronel y Alfonso M.
Suárez, quienes investigaron y trabajaron cercanamente con el doctor
Ayora, y cuyos nombres deben ser rescatados por haber contribuido
a entender más profundamente esta enfermedad en el medio local.
Estos dos trabajos permitieron también vislumbrar dos realidades
enfrentadas en el primer cuarto del siglo XX: el empirismo como fa-
talidad de la obstetricia y la influencia esperanzadora que el doctor
Isidro Ayora Cueva supo imprimir en la atención hospitalaria na-
ciente en Quito. Estaba claro que la erradicación del empirismo cons-
tituía la única vía para ofrecer una atención médica que contribuya
a reducir los casos de fiebre puerperal en la ciudad de Quito a inicios
del siglo pasado. Así lo entendieron Isidro Ayora Cueva y sus discí-
pulos, cuya labor permitió que la obstetricia quiteña comience a tran-
sitar por el camino más directo hacia una obstetricia científica.
Agradecimiento
El autor agradece a los directivos y al personal del Archivo
General de la Universidad Central del Ecuador por las facilidades
prestadas para la búsqueda y la revisión de sus documentos.
Enrique Noboa Flores
116
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