de la llegada de la primera locomotora del Ferrocarril G&Q, en el
sector de Chimbacalle al sur de la Capital. Ceremonia a la cual con-
currieron miembros de la familia Hartman, la embajadora de los Es-
tados Unidos de América, Linda Jewell y los descendientes
ecuatorianos de los ferroviarios, en la misma que por mandato de
los descendientes que construyeron el ferrocarril ecuatoriano, me
confiaran su fraterna representación. Y allí les decía y cito:
Inútil sería abundar en esta vieja odisea, pero si dejar incuestionable
constancia que esta gran obra permitió finalmente la conformación de-
finitiva de la patria ecuatoriana, pues con anterioridad a ésta no había
esa indispensable unificación de la costa, con la sierra y el oriente, que,
sí se concreta, en cambio, con la conclusión de esta magnífica obra. Y
añadí: Hace medio siglo, mi padre, proponía formalmente al entonces
ministro de Obras Públicas y Comunicaciones, Ingeniero Javier Neira
poner en marcha un proyecto sumamente atrevido, que comprendía
no sólo de restauración de la vía férrea, sino también de posibilitar la
construcciónde un proyecto de integración entre los países de la su-
bregión, a través de una línea que partiendo desde Maracaibo en Ve-
nezuela, viniera bordeando las costas de Colombia, Ecuador, Perú y
Chile, a la que podría sumarse un ramal que incorporaría a Bolivia,
como una forma de contribuir, de manera realista al proceso de inte-
gración andina. Nunca tuvo eco esta por demás curiosa iniciativa, ni
siquiera como una posibilidad de análisis, estudio o consideración y
poco a poco la idea fundamental de reivindicar el Ferrocarril fue des-
vaneciéndose, hasta su definitiva desaparición…
Debo insistir en que, con el arribo a Quito, el 25 de junio de
1908, del “Caballo de Hierro”, las distancias entre las ciudades del
país, hasta llegar a la Costa, en Guayaquil, se acortan considerable-
mente, lo que permite que el Ecuador se consolide y se establezca
definitivamente en un solo territorio, dejando de depender, como era
hasta entonces, de Bogotá por el Norte, o de Lima, por el Sur. Este
hecho resulta determinante en la consolidación física y humana del
nuevo Ecuador, porque sobre todo permite una movilidad más rá-
pida entre ecuatorianos, conocerse a sí mismos, entre ellos y disfrutar
mucho más del mutuo conocimiento de los valores, virtudes y hasta
de alimentos de uno y de otro sector de la Patria, al fin unificada.
Palabras de Edwin Johnson, en su incorporación
a la Academia Nacional de Historia
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BOLETÍN ANH Nº 211 • 185– 192