Inauguración del Capítulo Bolívar
de la Academia Nacional de Historia
De acuerdo a disposiciones legales y reglamentarias, nuestra
Academia es una entidad oficial y autónoma, de carácter científico,
entre cuyas atribuciones está el de crear Núcleos o Capítulos en otras
provincias del país, teniendo como sede la ciudad de Quito y con los
objetivos y políticas el cultivo, la promoción y la realización de estu-
dios e investigaciones científico-históricas con carácter nacional y uni-
versal. Bajo esta disposición se han creado los Capítulos de Guayaquil,
Cuenca, Manabí, El Oro y Tungurahua. Hoy lo hacemos en Bolívar y,
dentro de pocos días, cobrará existencia el de Imbabura-Carchi, ha-
biendo pedidos en trámite para constituir los de Loja y Esmeraldas.
En las provincias hay bagajes históricos y personajes, a me-
nudo olvidados o preteridos, que se dedican a estas sacrificadas la-
bores. No se debe olvidar que la suma de las historias sectoriales
estructura la historia de la patria. Los provincianos somos queren-
dones del lugar de donde provenimos y, no lo olvidamos nunca, así
vayamos por lejanos confines; por ello, la importancia de constituir
Capítulos como el que tenemos la satisfacción de efectuar en estos
momentos memorables.
Permitidme que participe a ustedes lo que, por pedido del
Dr. César Alarcón Costta, escribí en la contraportada del valioso libro
en honor de la Provincia de Bolívar, que circula en estos instantes.
En las provincias, como costumbres arraigadas en lo más pro-
fundo de su ser, se guardan memorias de enorme significación, que
se cuentan, por vía oral, desde lejanos tiempos, al calor del hogar o de
los vínculos de amistad que proporciona el paisanaje. Es el rescoldo
donde perdura la lumbre del amado terruño. ¡Qué mejor si ello se
mantiene de manera escrita, para que no lo borre el olvido!
En la Patria Chica, entrañable, inolvidable, reluciente en la
grata remembranza, para la continuidad en los hijos y los nietos flo-
recen, además, sentimientos asimismo hondamente afianzados en la
huella que dejaron los antepasados, remembranza que no está úni-
camente en las venerables sepulturas donde yacen sus cenizas. Las
generaciones pretéritas y presentes conforman la residencia de quie-
nes estructuran el tejido social que es anímico, sobre todas las cosas,
y que perdura, para siempre, en el recuerdo individual y colectivo,
a fin de alentar realizaciones de amor, civismo, progreso.
BOLETÍN ANH Nº 202 • 551–556
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