Inauguración del Capítulo Imbabura–Carchi
de la Academia Nacional de Historia
rable hecho, a personas representativas de Quito, de Latacunga, Am-
bato, Riobamba, Guaranda, Guayaquil, Cuenca, Portoviejo, Esmeral-
das y Loja. En lo concerniente a Imbabura, se envió comunicaciones
al respecto a monseñor Pérez Quiñónez (Obispo), doctores Mateo
Mera, Elías Liborio Madera y Dn. Luis Aníbal Mera, que residían en
Ibarra; y a Dn. Amable Agustín Herrera, que vivía en Caranqui, ju-
risdicción Otavalo.
En reconocimiento al útil y magnífico trabajo de la Sociedad
de Estudios Históricos Americanos, el H. Congreso Nacional le recono-
ció con la alta calidad de Academia Nacional de Historia, mediante
Decreto Legislativo publicado en el Registro Oficial N. 23, del 28 de
septiembre de 1920, que lleva el ejecútese de José Luis Tamayo, pre-
sidente de la República.
Antes de este acontecimiento, Federico González Suárez, en
junio de 1911, remitió a sus pupilos un célebre mensaje cuyo conte-
nido es guía para quienes tenemos el honor de integrar esta presti-
giosa entidad que el 24 de julio pasado conmemoró 110 años de
fructífera existencia. En ese documento, el fundador de nuestra Aca-
demia expresó:
Cuando comencé mis estudios históricos y mis investigaciones arqueo-
lógicas, con el propósito de prepararme convenientemente para escribir
algún día la Historia del Ecuador, estaba solo y me encontraba asilado:
mi primera publicación relativa a la arqueología ecuatoriana, fue reci-
bida por nuestros compatriotas no solo con indiferencia, no solo con
desdén, sino con disgusto: nadie me dirigió una sola palabra siquiera
de aliento, y no faltaron algunos individuos graves, que calificaron mi
“
Estudio Histórico sobre los Cañaris”, de obra inútil, escrita por un clé-
rigo ocioso, que en cosas de indios perdía el tiempo que debía dedicar
al ejercicio de del sagrado ministerio (…)
Cuando di principio a mi labor histórica estaba solo, aislado: ahora,
cuando para mí se aproxima ya el ocaso de mi vida, no estoy solo, no
me encuentro aislado… mi palabra ha caído en tierra fecunda, mi tra-
bajo no ha sido estéril. Vuestra labor comienza, no he hecho más que
trazaros el camino (…)
Trabajad con tesón, con empeño, con constancia: no os desalentéis por
las dificultades, no os acobardéis ante los obstáculos; venced las difi-
cultades, arrollad los obstáculos… Como la verdad es el alma de la His-
toria, buscad la verdad, investigad la verdad; y, cuando la encontréis,
narradla con valor.2
BOLETÍN ANH Nº 202 • 557–562
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