BOLETÍN  
DE LA ACADEMIA  
NACIONAL DE HISTORIA  
Volumen XCVI  
Nº 199  
Enero–junio 2018  
Quito–Ecuador  
ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA  
DIRECTOR:  
Dr. Jorge Núñez Sánchez  
Dr. Franklin Barriga López  
Ac. Diego Moscoso Peñaherrera  
Hno. Eduardo Muñoz Borrero  
Mtra. Jenny Londoño López  
Dra. Rocío Rosero Jácome  
SUBDIRECTOR:  
SECRETARIO:  
TESORERO:  
BIBLIOTECARIA-ARCHIVERA:  
JEFA DE PUBLICACIONES:  
RELACIONADOR INSTITUCIONAL: Dr. Vladimir Serrano Pérez  
BOLETÍN de la A.N.H.  
Vol XCVI  
Nº 199  
Enero–junio 2018  
©ꢀ Academia Nacional de Historia del Ecuador  
p-ISSN: 1390-079X  
e-ISSN: 2773-7381  
Portada  
Monumento a Vicente Rocafuerte  
en Guayaquil  
Diseño e impresión  
PPL Impresores 2529762  
Quito  
landazurifredi@gmail.com  
abril 2019  
Esta edición es auspiciada por el Ministerio de Educación  
BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA  
Vol. XCVI – Nº. 199  
Enero–junio 2018  
BIENVENIDA A CARLOS DE LA TORRE FLOR  
COMO MIEMBRO HONORARIO  
DE LA ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA  
Franklin Barriga López1  
Las afirmaciones de Ryszard Kapuscinski (1932-2007), cons-  
tantes en la página 21 en su libro Los cínicos no sirven para este oficio,  
revelaron una realidad latente, indiscutible, enorme como una cate-  
dral: “Para ejercer el periodismo, ante todo hay que ser un buen hombre o  
una buena mujer, buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser  
periodistas. Si se es una buena persona se puede intentar comprender a los  
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demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias”.  
Lo aseverado por este periodista renombrado, además de es-  
critor e historiador de novela, que recibió en España el premio Prín-  
cipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en el 2003, vienen  
oportunas no solo para el ejercicio periodístico sino especialmente  
para quien transita por los amplios y enmarañados caminos de la  
Historia, en donde se exige, como condición fundamental, que pre-  
valezca únicamente la verdad.  
Es lo que se hace, objetivamente, en la entidad donde nos en-  
contramos en estos momentos y constituye la esencia de su noble  
trabajo, sin olvidar, en ningún instante, lo que el pionero de esta ins-  
titución dejó escrito para la enseñanza de los socios fundadores de  
la Sociedad Ecuatoriana de Estudios Históricos Americanos que inició sus  
labores, en la capital de la República, el 24 de julio de 1909 y adquirió  
la alta categoría de Academia Nacional de Historia, en septiembre de  
1920, y para quienes vendrían a ocupar los sillones reservados a los  
miembros de número, correspondientes, eméritos, honorarios y be-  
nefactores: “Trabajad con tesón, con empeño, con constancia: no os desa-  
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Actual Subdirector Academia Nacional de Historia  
Ryszard Kapuscinski, Los cínicos no sirven para este oficio, Anagrama, Barcelona, 2003, p.21  
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lentéis por la dificultades, no os acobardéis por los obstáculos… Como la  
verdad es el alma de la Historia, buscad la verdad, investigad la verdad y,  
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cuando la encontréis, narradla con valor”, escribió, en su célebre men-  
saje, en 1911, Federico González Suárez, el fundador de nuestra Aca-  
demia, a los jóvenes que iniciaban su largo y patriótico camino en el  
trabajo histórico y que llegaron a ser, todos ellos, figuras de primera  
categoría dentro de la intelectualidad ecuatoriana.  
Es por ello que, como condición sine qua non, en estos ámbi-  
tos se practica la teoría del deber, más conocida como deontología,  
y la axiología, es decir la teoría de los valores: sin estas dos básicas  
normativas no es posible hablar de Historia como ciencia, es por ello  
que, en la Ley y el Estatuto vigentes, se cataloga a la Academia Nacio-  
nal de Historia como entidad autónoma y de carácter científico, con  
los objetivos de cultivar, promover y realizar estudios e investiga-  
ciones científico–históricas con carácter nacional y universal.  
Algo que asimismo se vuelve pertinente resaltar es el carácter  
pluralista de nuestra Academia, a la que pertenecen ciudadanos de  
diversas ideologías, credos, condición étnica, social o económica, no  
existe segregación de ninguna especie, impera solo el mérito, de allí  
su amplitud de miras y objetivos, lo que configura la atmósfera in-  
dispensable para evitar prejuicios, sectarismos, dogmatismos y otros  
ismos que direccionan, distorsionándolos, investigaciones, criterios  
y hasta la propia naturaleza de las instituciones.  
El 24 de julio venidero, nuestra Academia cumplirá 109 años  
de existencia en beneficio de Ecuador, América y el mundo de la  
ciencia histórica en general; desde su creación, han pertenecido y  
pertenecen a ella personajes de lo más representativo de la intelec-  
tualidad no solo nacional , sino internacional con aportes que se con-  
tabilizan en más de diez mil libros y folletos. Basta recordar los  
nombres de los directores, desde 1909 hasta la actualidad, para darse  
cuenta de su nivel y prestancia: Federico González Suárez, Jacinto  
Jijón y Caamaño, Celiano Monge Navarrete, Luis Felipe Borja (hijo),  
Carlos Manuel Larrea, Julio Tobar Donoso, Isaac J. Barrera, Jorge Sal-  
3
Federico González Suarez en Boletín eclesiástico 312. Ver en: https://archive.org/stream/bo  
letineclesiast9691cath/boletineclesiast9691cath_djvu.txt (28-11-2018)  
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Bienvenida a Carlos de laTorre Flor  
vador Lara, Plutarco Naranjo, Manuel de Guzmán Polanco, Juan  
Cordero Iñiguez y Jorge Núñez Sánchez quien, desde octubre del  
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013 y ha sido dos veces reelegido, viene cumpliendo dinámico y  
eficiente trabajo.  
Se asevera, acertadamente, que pertenecer a nuestra Acade-  
mia es un honor para quien llega a estos niveles, pero, al mismo  
tiempo es una responsabilidad, en vista de que los Miembros, a más  
de sus derechos, tienen obligaciones que cumplir, entre las que men-  
ciono: concurrir a los actos académicos, sobre todo presentar traba-  
jos, obviamente de naturaleza histórica, y tener un comportamiento  
leal con la institución y, por cierto, honorable, en el seno de la socie-  
dad. La oportunidad es propicia para públicamente poner a conoci-  
miento público lo siguiente:  
La Academia Nacional de Historia, consciente de que la lite-  
ratura es parte esencial del discernir de los pueblos, que se encarga  
de transmitir los mensajes a través de un lenguaje estético, que lo  
vincula de manera directa con la construcción de la memoria colec-  
tiva, y por ser una necesidad sentida de contar con una obra de estas  
características que refleje nítidamente el pensamiento ecuatoriano,  
en el área anotada, sin las conocidas exclusiones de escritores nota-  
bles y más olvidos premeditados por el egoísmo, la envidia, compa-  
drazgos, simpatías, antipatías y otros factores nada recomendables  
que lamentablemente pululan en los predios de las letras y sus com-  
partimentos estancos, comenzó un emprendimiento que, por sus ca-  
racterísticas, se denomina macro proyecto: “Historia y Antología de la  
Literatura Ecuatoriana”, en quince volúmenes de quinientas páginas  
cada uno, con la participación de sesenta académicos y escritores de  
reconocido mérito; para la edición de los tomos, se suscribió un con-  
venio con la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Los primeros volúme-  
nes, que ya se hallan en prensa, aspiramos presentar en julio de este  
año, con motivo de un nuevo aniversario institucional, y el resto pau-  
latinamente, a medida que salgan de imprenta, ya que los textos  
están elaborados casi en su totalidad.  
Hago esta mención por cuanto el Dr. Carlos de la Torre Reyes  
fue invitado para que se sume al selecto grupo anotado y escriba el  
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tema “La novela histórica”, compromiso que aceptó de inmediato y  
cumplió dentro del plazo establecido, lo cual ratificó su competencia  
y seriedad, a la vez que inició su acercamiento con nuestra Academia  
que desembocó en el acto que estamos cumpliendo la tarde y noche  
de hoy, luego del exhaustivo análisis de sus méritos por parte de la  
Comisión de Ingresos y Ascensos cuyo informe favorable fue acep-  
tado, en votación secreta, como es lo usual, por la Junta General, in-  
tegrada por los Miembros de Número.  
Y es “La novela histórica”, precisamente, el tópico que abor-  
dará el flamante académico honorario en su discurso de incorpora-  
ción. Al respecto, permitidme hacer algunas consideraciones:  
Con este nombre se ha dado en llamar a las producciones li-  
terarias que ambientan en el pretérito a personajes que han trascen-  
dido a lo largo del tiempo; no tienen la rigurosidad que reclama la  
ciencia histórica, sino que los textos aquellos viajan en alas de la fic-  
ción, algunos inspirados en la verdad. Este campo es sumamente de-  
licado, en vista de que ronda el peligro de dar rienda suelta a la  
imaginación en desmedro de lo que se puede comprobar documen-  
tadamente. Quien penetra en estos laberintos debe hacerlo, en primer  
término, con sanas intenciones, sin afanes de adulterar a su antojo lo  
que es real, peor dar rienda suelta a perversidades deliberadamente  
premeditadas, de allí lo puntualizado al inicio de este discurso, lo que  
recomendó Kapuscinski. “Los cínicos no sirven para este oficio”.  
Sobre el particular hay obras de relieve, de las que haré un  
breve recuento: Soldados de Salamina, del español Javier Cercas, un  
verdadero éxito bibliográfico internacional, como en su tiempo fue-  
ron: Yo, Claudio, de Robert Graves; Los Borgia. La primera gran familia  
del crimen, de Mario Puzo; El hereje, de Miguel Delibes; Imán y La  
aventura equinoccial de Lope de Aguirre, de Ramón J. Sender; El asedio,  
de Arturo Pérez Reverte; Crónica del rey pasmado, de Gonzalo Torrente  
Ballester; El jardín de las dudas, de Fernando Savater; El corazón de  
piedra verde, de Salvador de Madariaga; Memorias de Adriano, de Mar-  
guerite Yourcenar, y muchos años atrás Tirano Banderas, de Ramón  
del Valle-Inclán; esas 46 novelas tituladas Episodios nacionales, de Be-  
nito Pérez Galdós, y después Francisco Umbral que siguió esta  
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misma ruta con sus narraciones de los crímenes rurales y urbanos  
de los falangistas y otras heridas hondas, con títulos como Madrid,  
tribu urbana, Diccionario para pobres o Sinfonía borbónica.  
En lo concerniente al área latinoamericana, no se pueden  
dejar de mencionar, entre otros libros, a El hombre de hierro, de Rufino  
Blanco Fombona; El general en su laberinto, de Gabriel García Már-  
quez; El caballero de el Dorado, de Germán Arciniegas; Las lanzas colo-  
radas, de Arturo Uslar Pietri; El arpa y la sombra y El siglo de las luces,  
de Alejo Carpentier; Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sábato; Santa  
Evita y La novela de Perón, de Tomás Eloy Martínez; Cambio de piel, de  
Carlos Fuentes; Sombras nada más, de Sergio Ramírez y, obviamente,  
esas obras que abordan contextos referentes a la no rara especie de  
gobernantes totalitarios cuyos papeles se desenvuelven entre la farsa  
y la cruel realidad, la comedia y la tragedia, que han infestado nues-  
tros países; he aquí a: El otoño del patriarca, del mencionado García  
Márquez; La fiesta del chivo y La guerra del fin del mundo, de Mario Var-  
gas Llosa; El reino de este mundo y El recurso del método, del ya nom-  
brado Alejo Carpentier; Yo, el supremo, de Augusto Roa Bastos; El  
señor presidente, de Miguel Ángel Asturias; El gran Burundún-Burundá  
ha muerto, de Jorge Zalamea. En nuestro medio ha sobresalido la res-  
petable escritora, buena amiga de esta Academia, Alicia Yánez Cos-  
sio, especialmente con sus libros Sé que vienen a matarme y Memorias  
de la Pivihuarmi Cuxirimay Ocllo.  
La distinción entre novela histórica e historia propiamente  
dicha ha generado encendidas controversias, en lo atinente al hecho  
verídico y al ficticio que adultera al primero y confunde al lector; in-  
clusive se ha llegado a decir que no puede haber novela histórica,  
simplemente la obra es novela o es historia. Aclara este asunto de  
difusas fronteras el texto que transcribo a continuación y que perte-  
nece a Francisco Carrasquer: “La novela histórica tiene que ser y no  
puede ser otra cosa que novela. No “ante todo” o “sobre todo” novela, sino  
novela de arriba abajo. Después de ser novela, solo después puede mojarse,  
teñirse o colorearse de histórica. Pero este adjetivo no puede sustantivarse,  
so pena de dejar de ser literatura.4  
4
Carlos Mata Induráin, ¿Qué es la novela histórica?. Cfr. Francisco Carrasquer, Imán y la novela  
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Franklin Barriga López  
De igual manera es terminante Luis Delgado Bañón, consi-  
derado el mejor y más fecundo escritor de novela histórica marítima  
de España, cuando al responder la pregunta ¿qué entiende por no-  
vela histórica?, aseveró:  
Estimo que cuando un autor escribe novela histórica, intenta novelar  
la Historia, conseguir que su lectura se haga amena y divertida, incor-  
porando si es necesario algún personaje de ficción como hilo conductor  
de la obra. Pero el rigor histórico debe mantenerse por encima de todo,  
a no ser que entremos en una especie de historia-ficción muy utilizada  
en nuestros días. Siempre he entendido que la Historia es muy seria  
5
como para frivolizar con ella o retorcer el hecho histórico a voluntad.  
Luego de estas reflexiones no cabe ninguna otra considera-  
ción sino reiterar que quien incursiona en la llamada novela histórica  
debe estar abroquelado de solvencia moral, literaria e histórica.  
Carlos de la Torre Flor nació en Quito, el 7 de septiembre de  
1940; doctor en Medicina y Cirugía, Universidad Central del Ecua-  
dor, con especialización en México y España, en cirugía plástica y re-  
constructiva, cirugía de la mano y quemaduras. Ha combinado su  
formación profesional con las letras que no están exentas de ribetes  
históricos. Ha escrito y publicado: En busca del camino, ensayo, Edi-  
torial del Valle, México, 1970; La longevidad de media botella de whisky,  
cuentos, Editorial Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito, 1973; Vivir  
sin cabras, novela, Editorial Litec, Quito, 1978, obra finalista, mención  
de honor única, en el concurso de novela “Sesquicentenario de la  
Universidad Central del Ecuador”, que tuvo como jurados a Mario  
Benedetti, Alfredo Pareja Diezcanseco y Manuel Corrales Pascual;  
School Views, novela, CCE, Quito, 1980, segundo lugar en el Con-  
curso Nacional de Novela ”Nuevos valores” convocado por la  
misma Casa de la Cultura; Casi dos historias de amor, novela, Editorial  
Señal, Quito, 1981; Chaupi punllapi tutac yarcu (anocheció en la mitad  
histórica de Sender, London, Támesis Books, 1970, p. 70. Ver en: https://insulabaranaria.word-  
press.com/2013/04/13/que-es-la-novela-historica/ (30-11-2018)  
El pañol del lector. Editorial Noray, “Entrevista a Luis Delgado Bañón”. Ver en: https://edno  
ray.wordpress.com/2009/01/10/luis-delgado-banon/ (30-11-2018)  
5
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Bienvenida a Carlos de laTorre Flor  
del día), novela, Editorial Consejo Provincial de Pichincha, Quito,  
1
983 (Premio Nacional José Mejía Lequerica del I. Cabildo de Quito  
a la mejor obra en prosa publicada durante el año; Del más allá y del  
más acá, novela, Editorial Gráficas Ulloa, Quito, 1989; Voces en torno  
al abuelo, novela, CCE, Quito, 1992; El único invitado, novela, Editorial  
SINA, Quito, 1995;La hominización de una historia de amor y de muerte,  
ensayo, Editorial Abya Yala, Quito, 1999; Una vaca llamada paloma,  
croniquilla de una amistad humano-vacuna, Editorial El Conejo,  
Quito, 2004; Del simio al hombre, ensayo, Edit. El Conejo, Quito, 2006;  
cuentos y ensayos en diversas revistas literarias.  
Deseo, como lo hago, relievar en esta oportunidad su obra  
Chaupi punllapi tutac yarcu, en la que salen a flote sus inquietudes his-  
tóricas producto de paciente investigación basada en cronistas y  
otros estudiosos, además algo que es necesario dar a conocer por su  
particularismo: dos antepasados de Carlos de la Torre Flor intervie-  
nen en esta producción, como protagonistas, que lo fueron cierta-  
mente en los episodios de la conquista, habiendo sido aquel del  
asesinato de Atahualpa el más conmovedor. Luego de lo acontecido  
en Cajamarca en julio de 1533, se produjo el conocido cambio estruc-  
tural de la conformación social de lo que siglos más tarde sería la Re-  
pública del Ecuador. España implantó férrea dominación a los  
vencidos, pero trajo también su cultura; los indígenas, sumidos en  
la tiniebla, de allí aquello de “anocheció en la mitad del día”, siguen  
batallando para el respeto a su presencia como descendientes de los  
pueblos originarios.  
Carlos de la Torre Flor ha sido miembro fundador, vocal y  
presidente de la Sociedad Ecuatoriana de Escritores, de la cual es  
presidente vitalicio desde 2001; miembro fundador de la Federación  
Latinoamericana de Sociedades de Escritores (FLASOES), Caracas;  
miembro del Grupo América y de la Sección Académica de Litera-  
tura de la CCE.  
En reconocimiento a esta trayectoria y por su manifiesta co-  
laboración en el macro proyecto referido, la Academia Nacional de  
Historia resolvió incorporarle como Miembro Honorario; en tal vir-  
tud, me es sumamente grato brindarle la más cordial bienvenida,  
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junto al anhelo de que su desempeño en esta entidad sea de lo más  
constructivo.  
Luego del discurso reglamentario del Dr. de la Torre Flor, el  
Dr. Jorge Núñez Sánchez, director de la Academia, procederá a poner  
en sus manos el diploma y le impondrá las insignias que le acreditan  
en la consagratoria categoría a que usted se ha hecho merecedor.  
Damas y caballeros: muchas gracias por su atención  
Quito, 22 de febrero de 2018  
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Madrid, 1969.  
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La Academia Nacional de Historia es  
una institución intelectual y científica,  
destinada a la investigación de Historia  
en las diversas ramas del conocimiento  
humano, por ello está al servicio de los  
mejores  
intereses  
nacionales  
e
internacionales en el área de las  
Ciencias Sociales. Esta institución es  
ajena a banderías políticas, filiaciones  
religiosas,  
intereses  
locales  
o
aspiraciones individuales. La Academia  
Nacional de Historia busca responder a  
ese  
carácter  
científico,  
laico  
y
democrático, por ello, busca una  
creciente profesionalización de la  
entidad, eligiendo como sus miembros  
a
historiadores  
profesionales,  
entendiéndose por tales a quienes  
acrediten estudios de historia y ciencias  
humanas y sociales o que, poseyendo  
otra formación profesional, laboren en  
investigación  
histórica  
y
hayan  
realizado aportes al mejor conocimiento  
de nuestro pasado.  
Forma sugerida de citar este artículo: Barriga López, Franklin,  
"
Bienvenida a Carlos de la Torre Flor", Boletín de la Academia  
Nacional de Historia, vol. XCVI, Nº. 199, enero - junio 2018,  
Academia Nacional de Historia, Quito, 2018, pp.359-368